La Divina comedia
Dante Alighieri
Infierno - Cantos del 1 al 5
El Infierno, primera estación de su itinerario, está relatado en 34 cantos. Dividido en nueve círculos en forma de un embudo gigantesco y profundo, para narrar este espacio de horror, donde la ilusión no existe, Dante se inspira en la clasificación de los vicios expuestos por Aristóteles en la Ética; allí, las dolientes almas condenadas claman desesperadas por una segunda muerte. Es por ello que los viajeros, al cruzar el umbral, penetran en un paraje eternamente oscuro, carentes de estrellas. En él resuenan quejas, insultos, improperios, gritos de dolor, voces iracundas de los espíritus desnudos de aquellos condenados a vagar eternamente, que vivieron sin alabanzas, que no merecieron el Cielo y de quienes el mundo no conserva recuerdo.
La selva oscura. Gabriele dell Otto, 2020
Las tres fieras. Gabriele dell Otto, 2020
Canto primero
La selva
1. A la mitad del viaje de nuestra vida me encontré en una selva obscura, por haberme apartado del camino recto.
2. ¡Ah! Cuán penoso me sería decir lo salvaje, áspera y espesa que era esta selva, cuyo recuerdo renueva mi pavor, pavor tan amargo, que la muerte no lo es tanto. Pero antes de hablar del bien que allí encontré, revelaré las demás cosas que he visto.
La colina iluminada por el sol
3. No sé decir fijamente cómo entré allí; tan adormecido estaba cuando abandoné el verdadero camino. Pero al llegar al pie de una cuesta, donde terminaba el valle que me había llenado de miedo el corazón, miré hacia arriba, y vi su cima revestida ya de los rayos del planeta que nos guía con seguridad por todos los senderos.
4. Entonces se calmó algún tanto el miedo que había permanecido en el lago de mi corazón durante la noche que pasé con tanta angustia; y del mismo modo que aquel que, saliendo anhelante fuera del piélago, al llegar a la playa, se vuelve hacia las ondas peligrosas y las contempla, así mi espíritu, fugitivo aún, se volvió hacia atrás para mirar el lugar de que no salió nunca nadie vivo.
Las tres bestias
5. Después de haber dado algún reposo a mi fatigado cuerpo, continué subiendo por la solitaria playa, procurando afirmar siempre aquel de mis pies que estuviera más bajo. Al principio de la cuesta, aparecióseme una pantera ágil, de rápidos movimientos y cubierta de manchada piel. No se separaba de mi vista, sino que interceptaba de tal modo mi camino, que me volví muchas veces para retroceder.
6. Era a tiempo que apuntaba el día, y el sol subía rodeado de aquellas estrellas que estaban con él cuando el amor divino imprimió el primer movimiento a todas las cosas bellas. Hora y estación tan dulces me daban motivo para augurar bien de aquella fiera de pintada piel.
7. Pero no tanto que no me infundiera terror el aspecto de un león que a su vez se me apareció: figuróseme que venía contra mí, con la cabeza alta y con un hambre tan rabiosa, que hasta el aire parecía temerle.
8. Siguió a éste una loba que, en medio de su demacración, parecía cargada de deseos; loba que ha obligado a vivir miserable a mucha gente. El fuego que despedían sus ojos me causó tal turbación, que perdí la esperanza de llegar a la cima.
Aparición de Virgilio
9. Y así como el que gustoso atesora y se entristece y llora con todos sus pensamientos cuando llega el momento en que sufre una pérdida, así me hizo padecer aquella inquieta fiera, que, viniendo a mi encuentro, poco a poco me repelía hacia donde el sol se calla. Mientras yo retrocedía hacia el valle, se presentó a mi vista uno, que por su prolongado silencio parecía mudo. Cuando le vi en aquel gran desierto:
10. —Piedad de mí—le grité—quienquiera que seas, sombra u hombre verdadero.
Respondióme: —No soy ya hombre, pero lo he sido; mis padres fueron lombardos y ambos tuvieron a Mantua por patria. Nací en tiempo de Julio, aunque algo tarde, y vi a Roma bajo el mando del buen Augusto en tiempo de los dioses falsos y engañosos. Poeta fuí, y canté a aquel justo hijo de Anquises, que volvió de Troya después del incendio de la soberbia Ilión. Pero, ¿por qué te entregas de nuevo a tu aflicción? ¿Por qué no asciendes al delicioso monte, que es causa y principio de todo goce?
11. —¡Oh! ¿Eres tú aquel Virgilio, aquella fuente que derrama tan ancho raudal de elocuencia?—le respondí ruboroso. ¡Ah!, ¡honor y antorcha de los demás poetas! Válganme para contigo el prolongado estudio y el grande amor con que he leído y meditado tu obra. Tú eres mi maestro y mi autor predilecto; tú solo eres aquél de quien he imitado el bello estilo que me ha dado tanto honor. Mira esa fiera debido a la cual retrocedía; líbrame de ella, famoso sabio, porque a su aspecto se estremecen mis venas y late con precipitación mi pulso.
La profecía del Lebrel
12. —Te conviene seguir otra ruta—respondió al verme llorar—, si quieres huir de este sitio salvaje; porque esa fiera que te hace prorrumpir en tales lamentaciones no deja pasar a nadie por su camino, sino que se opone a ello matando al que a tanto se atreve. Su instinto es tan malvado y cruel, que nunca ve satisfechos sus ambiciosos deseos, y después de comer tiene más hambre que antes. Muchos son los animales a quienes se une, y serán aun muchos más hasta que venga el Lebrel y la haga morir entre dolores. Este no se alimentará de tierra ni de peltre, sino de sabiduría, de amor y de virtud, y su patria estará entre Feltro y Feltro. Será la salvación de esta humilde Italia, por quien murieron de sus heridas la virgen Camila, Euríalo y Turno y Niso. Perseguirá a la loba de ciudad en ciudad hasta que la haya arrojado en el infierno, de donde en otro tiempo la hizo salir la Envidia. Ahora, por tu bien, pienso y veo claramente que debes seguirme: yo seré tu guía, y te sacaré de aquí para llevarte a un lugar eterno, donde oirás aullidos desesperados; verás los espíritus dolientes de los antiguos condenados, que llaman a gritos a la segunda muerte; verás también a los que están contentos entre las llamas, porque esperan, cuando llegue la ocasión, tener un puesto entre los bienaventurados. Si quieres, en seguida, subir hasta ellos, te acompañará en este viaje un alma más digna que yo, te dejaré con ella cuando yo parta; pues el Emperador que reina en las alturas no quiere que por mediación mía se entre en su ciudad, porque fui rebelde a su ley. El impera en todas partes y reina arriba; arriba está su ciudad y su alto solio: ¡Oh! ¡Feliz el elegido para su reino!
El viaje a la ultratumba
13. Y yo le contesté: —Poeta, te requiero por ese Dios a quien no has conocido, que me hagas huir de este mal y de otro peor; condúceme adonde has dicho, para que yo vea la puerta de San Pedro y a los que, según dices, están tan desolados.
Entonces se puso en marcha, y yo seguí tras él.
ANÁLISIS: Canto I
RESUMEN
Perdido una noche el Poeta en una enmarañada y obscura selva, va por fin a salir de ella por una colina que ve iluminada con el resplandor del sol, cuando se le presentan delante, interceptándole el paso, tres animales feroces. Atemorízase su ánimo, más de pronto se le aparece la sombra de Virgilio, que le infunde aliento y promete sacarle de allí, haciéndole atravesar el reino de los muertos, primero el Infierno, después del Purgatorio; hasta que finalmente Beatriz le conduce al Paraíso. Echa andar la sombra y síguela Dante.
VOCABULARIO
Aflicción: Abatimiento y tristeza.
Augurar: Anunciar [alguien] un hecho futuro por simple intuición o por conjeturas a partir de ciertos indicios.
Demacrado: Perder peso o adelgazar mucho una persona debido a una enfermedad, disgusto, etc., y reflejarse este hecho en el semblante.
Desolado: Que está lleno de dolor, amargura y tristeza.
Elocuencia: Facultad de hablar bien con fluidez, propiedad y de manera efectiva para convencer a quien escucha.
Fugitivo: Que tiene una duración limitada y está destinado a acabarse, desaparecer, perder su utilidad o validez, o estropearse en un determinado plazo de tiempo.
Pavor: Miedo intenso
Piélago: Gran cantidad o gran extensión de la cosa que se expresa a continuación.
Solio: Trono o silla con dosel.
Turbar: Alterar el estado o el curso normal de una cosa.
COMENTARIO por Franco Nembrini
Descenso a los infiernos: El camino de la vida es un descenso-ascenso hacia el hallazgo de nuestra verdadera imagen, hacia la búsqueda de nuestra verdadera imagen, hacia la búsqueda de nuestro yo perdido: implica el descubrimiento de nuestra capacidad para el mal, que es el infierno, y al mismo tiempo la experiencia de la redención, del perdón que Cristo mereció para los hombres, revelando a Dios como misericordia y por tanto abriéndonos el camino hacia el bien y la verdad.
El camino de la vida es ir al fondo del corazón, donde volvemos a encontrar nuestra imagen verdadera, la imagen original con la que Dios nos creó.
Luz/Tiniebla: La Divina Comedia es el poema de la luz, porque la experiencia que tiene l hombre es el de la oscuridad, la de la ceguera. El punto de partida del canto es una selva oscura, en la que no se ve nada. Y eso significa no poder conocer, y por tanto no poder amar las cosas por lo que son... El problema que plantea la Divina Comedia es si existe una luz que pueda iluminar la vida y nos permita conocer lo verdadero, practicar el bien, construir con esperanza.
Viaje personal: "A la mitad del camino de nuestra vida". Dante siente por entero la responsabilidad de acompañar a los hombres a vivir la vida como debe ser vivida; tiene la pretensión de implicar en primera persona al lector.
Año de Jubileo: Dante emprende su viaje en la Semana Santa de 1300, cuando tiene exactamente treinta y cinco años. El año en que Dante recorre su impresionante itinerario hacia la salvación, señalando una salvación al alcance de todos los hombres, coincide con el año del gran Jubileo, el primer Jubileo de la historia de la Cristiandad. Año de gracia, año de perdón y reconciliación, año para celebrar la salvación.
La selva oscura: Mirad que nacemos en esta selva oscura. No se debe a ninguna culpa en concreto, es la condición de la estructura humana. Estoy en la oscuridad de la selva, no veo nada; sin embargo,… levanto la vista y veo una colina, es decir, uso la razón. ¿Y qué me dice la razón? Que en alguna parte hay sol. Si yo existo y tengo este deseo de bien, en alguna parte debe existir lo que busco… Esperamos porque alguien nos ha prometido algo… El sol es una imagen de lo que es Dios.
“Cuando vi el sol iluminar la cima de la colina, cuando intuí que la vida tiene un significado, se calmó un poco mi miedo”… no lo conozco, no sé quién es, pero en alguna parte tiene que haber un Dios.
Religio indica la posibilidad de que las distintas cosas estén unidas, relacionadas con, tengan un sentido, constituyan un universo. Uni-verso: vayan hacia una sola dirección, tengan una unidad, constituyan un único organismo; es decir, que todas las cosas tengan un significado unitario.
Las bestias: Tres bestias feroces le impiden a Dante acceder a la verdad… Un poeta del siglo XX los llama “la Usura, la Lujuria y el Poder”. En definitiva son la representación del pecado, del mal.
El hombre, armado de su corazón, de su espera, de su deseo, incluso de su capacidad de conocer a Dios,… tiene una debilidad estructural, que le impide salvarse por sí mismo, alcanzar la salvación con sus propias manos.
La loba: Representa el pecado original. La loba es el orgullo… el rechazo de la dependencia original, la negación del hombre a aceptar su dependencia de Otro, el no aceptarse como criatura.
¡Miserere!: La primera palabra que Dante dice en la Comedia es: ¡Miserere!, que alguien se apiade de mí… no soy capaz de arreglármelas solo.
El mentor: Virgilio es el símbolo de la razón y Beatriz el de la gracia. Dante realiza un viaje hacia Dios a través de la poesía de Virgilio y el amor de Beatriz… Dios se sirve de lo que amamos para atraernos a Él… “Todo lo que Dios ha creado es bueno y no se ha de rechazar nada” (1Tm 4,4). Todos nuestros deseos son buenos porque nos llevan a darnos cuenta de que estamos hechos para un destino bueno, para el infinito.
Encrucijada entre el bien y el mal: Es un error pensar que a un lado están las cosas buenas y al otro las malas. Dante sabe que Dios ha puesto en la creación un atractivo, un atractivo bueno, porque nace de él.
Si vivimos con una actitud justa las cosas, nos damos cuenta de que todas llevan escrito “Más allá”… nuestro corazón está hecho para el infinito.
El mal, el pecado, es la traición del deseo. Porque bloquea la relación entre tú y tu destino, entre tú y tu felicidad, y así todo se hace añicos. De este modo lo que debería ser simbólico se convierte es diabólico.
La palabra símbolo deriva de una raíz griega que significa mantener junto, unir. Lo diabólico al contrario divide, separa l apariencia de la sustancia… disgrega toid, lo hace pedazos.
Largo camino: Dante constata la imposibilidad de huir de la selva oscura sólo con las fuerzas humanas.
“Te conviene seguir otro camino si quieres huir de este lugar salvaje – replicó al verme llorar-“.
En la vida no hay atajos. Tendrás que recorrer un largo y fatigoso camino de conocimiento. Tendrás que mirar a la cara todo el mal, que es el infierno; y tendrás que ascender, escalón tras escalón, es decir, vencer este mal paso a paso, perdonarlo. Perdonarte a ti mismo y perdonar a los hombres: esto es el purgatorio. Entonces tendrás acceso a la vida como un bien desbordante, que es el paraíso; pero es necesario recorrer todo el camino.
Es necesario sentir piedad de uno mismo… de nada sirven los maestros, de nada sirve un guía, si no lloras al menos una vez por tu mal.
A la mitad de su vida Dante logra salir de un enmarañado bosque en el cual se había extraviado; atemorizado su ánimo por seres feroces, se le aparece el poeta latino Virgilio quien, además de infundirle aliento, promete sacarlo de allí.
La selva oscura. Gabrielle dell Otto, 2020
La selva oscura. Gustave Doré, 1861
La selva oscura. Gustave Doré, 1861
El león. Gustave Doré, 1861
La loba. Gustave Doré, 1861
Las tres fieras. Gabrielle dell Otto
Encuentro con Virgilio. Amos Nattini.
Andrea Botticelli
La puerta. Gabriele dell Otto, 2020
Canto segundo
Perplejidad y temores de Dante
1. El día terminaba; la atmósfera obscura de la noche invitaba a descansar de sus fatigas a los seres animados que existen sobre la tierra, y yo solo me preparaba a sostener los combates del camino y de las cosas dignas de compasión, que mi memoria trazará sin equivocarse.
2. ¡Oh Musas!, ¡oh alto ingenio!, venid en mi ayuda: ¡oh mente, que escribiste lo que vi!, ahora aparecerá tu nobleza.
3. Yo comencé: —Poeta, que me guías, mira si mi virtud es bastante fuerte antes de aventurarme en tan profundo viaje.
4. Tú dices que el padre de Silvio, aun corruptible, pasó al siglo inmortal y pasó sensiblemente. Si el adversario de todo mal le fue favorable, debióse a los grandes efectos que de él debían sobrevenir; y el por qué no parece injusto a un hombre de talento; pues en el Empíreo fue elegido para ser el padre de la fecunda Roma y de su imperio: el uno y la otra, a decir verdad, fueron establecidos en favor del sitio santo en donde reside el sucesor del gran Pedro. Durante este viaje, por el que le elogias, oyó cosas que presagiaron su victoria y el manto papal. Después el Vaso de elección fue transportado hasta el cielo para dar más firmeza a la fe, que es el principio del camino de la salvación. Pero yo ¿por qué he de ir?, ¿quién me lo permite? Yo no soy Eneas, ni San Pablo: ante nadie, ni ante mí mismo, me creo digno de tal honor. Porque si me lanzo a tal empresa, temo por mi loco empeño. Puesto que eres sabio, comprenderás las razones que me callo.
5. Y como aquel que no quiere ya lo que quería, y asaltado de una nueva idea, cambia de parecer, de suerte que abandona todo lo que había comenzado, así me sucedía en aquella obscura cuesta; porque, a fuerza de pensar, abandoné la empresa que había empezado con tanto ardor.
Consuelo de Virgilio y ayuda de las tres mujeres
6. —Si he comprendido bien tus palabras—respondió aquella sombra magnánima—, tu alma está traspasada de espanto, el cual se apodera frecuentemente del hombre, y tanto, que le retrae de una empresa honrosa, como una vana sombra hace a veces retroceder a una fiera, cuando se introduce en la obscuridad. Para librarte de ese temor, te diré por qué he venido, y lo que vi en el primer momento en que me moviste a compasión.
7. Yo estaba entre los que se hallan en suspenso, y me llamó una dama tan bienaventurada y tan bella, que le rogué me diera sus órdenes. Brillaban sus ojos más que la estrella, y empezó a decirme con voz angelical, en su lengua: "¡Oh alma cortés Mantuana, cuya fama dura aún en el mundo y durará mientras su movimiento se prolongue! Mi amigo, que no lo es de la ventura, se ve tan embarazado en la playa desierta, que en medio del camino el miedo le ha hecho retroceder; y temo (por lo que he oído de él en el Cielo) que se haya extraviado ya, y que yo haya acudido tarde en su socorro. Vé, pues, y con tus elocuentes palabras, y con lo que se necesita para sacarle de su apuro, auxíliale tan bien, que yo quede consolada. Yo soy Beatriz, la que te hace marchar; vengo de un sitio adonde deseo volver: amor me impele, y es el que me hace hablar. Cuando vuelva a estar delante de mi Señor, le hablaré de ti bien y con frecuencia."
8. Calló entonces, y yo repuse: —"¡Oh mujer de virtud única, por quien la especie humana excede en dignidad a todos los seres contenidos bajo aquel Cielo que tiene los círculos más pequeños! Tanto me place tu orden, que si ya te hubiera obedecido, creería haber tardado: no tienes necesidad de expresarme más tus deseos. Mas dime: ¿por qué causa no temes descender al fondo de este centro desde lo alto de esos inmensos lugares, adonde ardes en deseos de volver?"
9. "Puesto que tanto quieres saber, te diré brevemente, respondióme, por qué no temo venir a este abismo. Sólo deben temerse las cosas que pueden redundar en perjuicio de otros; pero no aquellas que no inspiran este temor. Por la merced de Dios, estoy hecha de tal suerte, que no me alcanzan vuestras miserias, ni puede prender en mí la llama de este incendio. Hay en el Cielo una dama gentil, que se conduele del obstáculo opuesto al que te envío, y que mitiga el duro juicio de la justicia divina. Ella se ha dirigido a Lucía con sus ruegos, y le ha dicho: "Tu fiel amigo tiene necesidad de ti, y te lo recomiendo." Lucía, enemiga de todo corazón cruel, se ha conmovido e ido al lugar donde yo me encontraba, sentada al lado de la antigua Raquel. Y me ha dicho: "Beatriz, verdadera alabanza de Dios, ¿no socorres a aquél que te amó tanto, y que por ti salió de la vulgar esfera? ¿No oyes su queja conmovedora? ¿No ves la muerte contra quien combate sobre ese río, más formidable que el mismo mar?" En el mundo no ha habido jamás una persona más pronta en correr hacia un beneficio ni en huir de un peligro, que yo, en cuanto oí tales palabras.
Renovada seguridad en Dante
10. Descendí desde mi dichoso puesto, fiándome en esa elocuente palabra que te honra, y que honra a cuantos la han oído." Después de haberme hablado de este modo, volvió llorando hacia mí sus ojos brillantes, con lo que me hizo partir más presuroso. Y me he dirigido a ti tal como ha sido su voluntad, y te he preservado de aquella fiera que te cerraba el camino más corto de la hermosa montaña. Pero ¿qué tienes?, ¿por qué te suspendes?, ¿por qué abrigas tanta cobardía en tu corazón?, ¿por qué no tienes atrevimiento ni valor, cuando tres mujeres benditas cuidan de ti en la corte celestial, y mis palabras te prometen tanto bien?
11. Y así como las florecillas, inclinadas y cerradas por la escarcha, se abren erguidas en cuanto el Sol las ilumina, así creció mi abatido ánimo, e inundó tal aliento mi corazón, que exclamé como un hombre decidido:
12. —¡Oh! ¡Cuán piadosa es la que me ha socorrido! ¡Y tú, alma bienhechora, que has obedecido con tal prontitud las palabras de verdad que ella te ha dicho! Con las tuyas has preparado mi corazón de tal suerte, y le has comunicado tanto deseo de emprender el gran viaje, que vuelvo a abrigar mi primer propósito. Vé, pues; que una sola voluntad nos dirija: tú eres mi guía, mi señor, mi maestro.
Así le dije, y en cuanto echó a andar, entré por el camino profundo y salvaje.
ANÁLISIS: Canto II
RESUMEN
Tras la invocación de las Musas, Dante, considerando su debilidad, duda en aventurarse en el viaje. Sin embargo, cuando Virgilio le dice que fue Beatriz quien lo envió, y que había quienes estaban interesados en su salvación, decidió seguirlo y emprender con su guía el difícil camino.
VOCABULARIO
Ardor: Sensación de calor que se tiene en una parte del cuerpo. Entusiasmo y fervor con que se realiza o se dice una cosa.
Corruptible: Que puede ser corrompido.
Elogio: Reconocimiento de los méritos o cualidades de una persona o de una cosa mediante expresiones o discursos favorables.
Empíreo: Se aplica al cielo, entendido como conjunto de esferas concéntricas a la Tierra en las que se movían los astros (según los antiguos) o como lugar en el que los santos, los ángeles y los bienaventurados gozan eternamente de la presencia de Dios (según la teología cristiana).
Erguir: Poner una cosa en posición vertical.
Escarcha: Rocío o vapor de agua condensado que se congela en la superficie del suelo, de las plantas y de los cuerpos expuestos al enfriamiento nocturno o matutino.
Espanto: Miedo súbito y muy intenso.
Impeler: Impulsar o hacer que una cosa o persona adquiera un movimiento rápido al aplicarle una fuerza.
Magnánimo: [persona] Que tiene noble temperamento y grandeza de espíritu y se comporta con generosidad.
Mitigar: Atenuar o suavizar una cosa negativa, especialmente una enfermedad.
Presagiar: Anunciar [alguien] un hecho futuro por simple intuición o por conjeturas a partir de ciertos indicios.
Ventura: Estado de dicha o felicidad en que se encuentra una persona que ha conseguido sus deseos. Buena suerte, fortuna.
COMENTARIO por Franco Nembrini
El hombre busca a Dios, pero tiene una herida: Dotado por naturaleza del sentido religioso que Dios le ha otorgado, dotado de un corazón, de una razón abierta hacia el infinito, el hombre intuye al menos la existencia de Dios, de la luz que necesita (la cumbre iluminada por el sol). Movido por su deseo, trata de alcanzar la verdad por sí solo, trata de cumplir su vida con sus propias fuerzas; pero una pantera, un león y una loba le impiden alcanzar su meta: una enfermedad, una debilidad que está en su origen, una debilidad estructural (lo que la Iglesia llama pecado original) impide al hombre realizar su deseo con sus propias fuerzas.
La vida como lucha: Este segundo canto describe lo que le sucede al hombre y cómo debe responder este para poder emprender el viaje de la vida como protagonista, para que la vida sea digna de ser vivida.
Declinaba el día, y el aire oscurecido libraba de sus fatigas a los vivientes de la tierra. Sólo yo…
Dante entiende de improviso que el viaje que está por emprender no va a ser un paseo. La vida de los hombres, decían los antiguos, milicia est: la vida es una batalla, es una guerra. ¿Contra quién, contra qué? Es una batalla con uno mismo, contra el propio mal, contra la propia vileza, la propia complacencia, la propia miseria. Hace falta valor para vivir la vida.
Soledad: Me toca sólo a mí. ¡Soy yo realmente el que debe responder! Tengo que responder a la llamada de la vida, a la vocación de la vida: porque toda la realidad pide esta respuesta. Es como si la realidad llamase, atrajera al hombre a ella y le pidiera que tome una decisión. Vocación, es decir llamada, y responsabilidad, respuesta: esta es la dinámica con la que el hombre entra en la realidad, en la vida.
Llamada a la aventura: La idea que tiene Dante de la vida es absolutamente viril: es una batalla, aunque no una batalla con fuego y espada, sino una “guerra tanto del camino como de la piedad”, una lucha “tanto del cuerpo como del alma”. La vida es un sí o no, una batalla del “camino y la piedad”.
Primero, es una lucha por el “camino”; es decir, la decisión de tomar una dirección, de participar de algo, de tomar parte de algo, de no quedarse sentados.
Segundo, vivir la vida armado de “la piedad”: una piedad profunda hacia uno mismo y para los hermanos los hombres… Sentir que el bien que haces contribuye a salvar al mundo entero.
Rechazo de la llamada: No sé si mi virtud es tan potente para recorrer semejante camino, para emprender semejante guerra. Antes de que me arrastres a esta extraordinaria aventura valóralo bien; me doy cuenta de que hace falta tener una gran virtud (una gran fuerza), para esto hay que valer. ¿Estás seguro de que puedo acometer la empresa?
Dante, presa del miedo ante la vida y la responsabilidad que esto conlleva… se inventa la excusa que todos nos inventamos para esconder nuestra cobardía ante la vida: la falsa humildad.
¿Por qué tengo que hacer yo este viaje? ¿Quién lo permite? No soy alguien tan grande como Eneas, ni un santo como Pablo; no creo que nadie, ni yo ni ningún otro, me considere digno de semejante empresa.
Respuesta de Virgilio: “Si he comprendido bien tus palabras… tu alma ha sido atacada por la cobardía, la cual pesa muy a menudo sobre el hombre, de tal modo que lo retrae de alguna empresa honrada, como las apariencias falsas asustan a las bestias”.
La cobardía es el mal que todos los hombres sufren ante la responsabilidad, pero Virgilio responde: “Mira, esta es una cobardía que tienes que vencer. Voy a echarte una mano, voy a ayudarte a vencer la cobardía que te impide vivir”. Porque sustraerse a la lucha es sustraerse a la vida.
Intercesión de Beatriz: Mi amigo, y no de la ventura, está en la desierta playa con tantos obstáculos en su camino, que se ha vuelta atrás por miedo.
Soy Beatriz la que te manda que vayas; vengo del lugar adonde deseo volver y es el amor quien me mueve y me hace hablar.
Beatriz viene del paraíso. Ha sucedido algo increíble, un alma del paraíso ha descendido a los infiernos, y la característica que más la define es el deseo de volver a la beatitud del paraíso, porque es el término del desio, del deseo.
Ni una llama del infierno me puede dañar: “Dios me ha hecho por su gracia tal, que no me alcanza vuestra miseria, ni una llama de este incendio que me puede asaltar".
Estamos ante una idea que gobierna toda la obra y la religión católica entera, es decir, el Misterio de la Encarnación. Que Dios pueda seguir siendo Dios, totalmente Dios, totalmente él mismo, y al mismo tiempo hacerse hombre, participar de la naturaleza humana.
Las tres mujeres benditas: Si hay tres fieras que impiden a Dante avanzar, existen tres mujeres que desde el cielo están intercediendo por Dante pues Dios lo quiere salvar. Esas tres mujeres son la Virgen María, Santa Lucía (por quien Dante tenía gran devoción) y Beatriz, el amor primero de juventud. Ellas cuidan de ti en el cielo, se preocupan por ti… Se puede salir de aquí, el mal no vence, no tiene la última palabra. Se puede salvar la vida, ésta puede ser buena, puede ser la vida que deseas. ¡Vamos, puedes hacerlo!
Piedad: “¡Oh piadosa mujer que me socorres!" ¡Qué piedad ha tenido el Destino de mi nada, de mi pobreza, de mi falta de consistencia! ¡Qué maravilla que el Destino, el cielo, se apiade de mí, me haga ser, me haga vivir, salga a mi encuentro, venga a recogerme!
Conclusión: La idea alrededor de la cual gira este canto es que el mal que llevamos dentro es un pedazo del mal del mundo; y que la única y verdadera batalla contra el mal y la mentira es la que debemos librar en nosotros mismos.
La verdadera batalla no es soñar con cambiar el mundo,… sino “sostener una lucha del cuerpo y del alma”.
PERSONAJES
ENEAS: En este descenso a los infiernos, Virgilio nos relata la concepción clásica de la vida tras la muerte y los avatares de los espíritus humanos en el más allá. En el libro VI de La Eneida, Virgilio cuenta cómo Eneas visita a la Sibila y le pide que le diga cómo puede entrar en el Hades. La Sibila le dice que debe ofrecer a Proserpina, esposa de Plutón, una rama dorada, y le explica también dónde encontrarla.
El héroe consigue la rama dorada y la lleva a la cueva de la Sibila. Ella lo acompaña al Averno y arriban al río Estige, donde el barquero Caronte transporta las almas. Ve Eneas a Palinuro, que le pide que busque su cuerpo y lo sepulte, para poder descansar en paz. Eneas lo promete. Suben a la barca, y al descender ven al terrible Cerbero, a los jueces de los muertos, los campos llorosos... Eneas encuentra a Dido y le pide perdón, pero ella no responde. Ve también muchas almas de grandes guerreros, como Deífobo, que se casó con Helena a la muerte de Paris. Allí el camino se divide en dos: un sendero lleva al palacio de Plutón, el segundo al Tártaro. Evitando ambos, llegan a los Campos Elíseos en busca de Anquises.
Similar al viaje de Ulises, en este modelo Eneas busca la guía y el apoyo paterno, el consejo del alma de Anquises, por verse desbordado de problemas e incertidumbres y no saber hacia dónde seguir. Su padre sería una figura interiorizada, ya que está muerto, pero al conectarse con él se hallan las respuestas: la buena base afectiva redunda en la seguridad personal del individuo. Como en otros casos, aquí también estamos frente a un proceso de autoconocimiento, pero la motivación de Eneas para su descenso al Inframundo está, además, en el cometido y la responsabilidad que carga sobre sus hombros de fundar una nueva Troya (que después sería nada menos que Roma). Es decir, no se trata solamente de una fase de indagación personal, sino que se busca repercutir también en lo social, en lo colectivo.
SANTA LUCÍA: Lucía vivió en los primeros siglos del cristianismo, en la época de las peores persecuciones a los cristianos.
Pertenecía a una adinerada familia de Siracusa. La madre, Eutiquia, cuando quedó viuda, quería hacer casar a la hija con un joven paisano. Lucía, que había hecho voto de virginidad por amor a Cristo, logró que se aplazara la boda, entre otras cosas porque su madre se había enfermado gravemente. Devota de santa Águeda, la mártir de Catania, que había vivido medio siglo antes, Lucía quiso llevar a su madre enferma a la tumba de la santa. De esa peregrinación la madre regresó completamente curada y por eso le permitió a la hija seguir el camino que deseaba, permitiéndole dar a los pobres de la ciudad su rica dote.
El novio rechazado se vengó acusando a Lucía ante el procónsul Pascasio por ser ella cristiana. El procónsul la amenazó de ser llevada a un prostíbulo para que saliera contaminada. Cuando quisieron llevarla, el cuerpo de Lucía se puso tan pesado que más de diez hombres no lograron moverla ni un palmo. Entonces un golpe de espada hirió a Lucía, fue decapitada, pero aun con la garganta cortada la joven siguió exhortando a los fieles para que antepusieran los deberes para con Dios a los de las criaturas.
La tradición cuenta que ella misma pidió que le quitaran sus bellísimos ojos para que su prometido dejara de perseguirla.
Intercesión de Beatriz por Amos Nattini
La puerta del infierno. Gabriele dell Otto, 2020
Intercesión de Beatriz. Gustave Doré, 1861
Beatriz anima a Dante. Erick Armusik
Caronte. Gabriele dell Otto, 2020
Canto tercero
La puerta del Infierno
1. “Por mí se va a la ciudad del llanto;
por mí se va al eterno dolor;
por mi se va hacia la raza condenada:
la justicia animó a mi sublime arquitecto;
me hizo la divina potestad,
la suprema sabiduría y el primer amor.
Antes que yo no hubo nada creado,
a excepción de lo eterno,
y yo duro eternamente.
¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!"
2. Vi escritas estas palabras con caracteres negros en el dintel de una puerta, por lo cual exclamé:
—Maestro, el sentido de estas palabras me causa pena.
3. Y él, como hombre lleno de prudencia, me contestó:
—Conviene abandonar aquí todo temor; conviene que aquí termine toda cobardía. Hemos llegado al lugar donde te he dicho que verías a la dolorida gente, que ha perdido el bien de la inteligencia.
Los ignavos
4. Y después de haber puesto su mano en la mía con rostro alegre, que me reanimó, me introdujo en medio de las cosas secretas. Allí, bajo un cielo sin estrellas, resonaban suspiros, quejas y profundos gemidos, de suerte que al escucharlos comencé a llorar. Diversas lenguas, horribles blasfemias, palabras de dolor, acentos de ira, voces altas y roncas, acompañadas de palmadas, producían un tumulto que va rodando siempre por aquel espacio eternamente obscuro, como la arena impelida por un torbellino.
5. Yo, que estaba horrorizado, dije:
—Maestro, ¿Qué es lo que oigo, y qué gente es ésa, que parece doblegada por el dolor?
Me respondió: —Esta miserable suerte está reservada a las tristes almas de aquellos que vivieron sin merecer alabanzas ni vituperio: están confundidas entre el perverso coro de los ángeles que no fueron rebeldes ni fieles a Dios, sino que sólo vivieron para sí. El Cielo los lanzó de su seno por no ser menos hermoso; pero el profundo Infierno no quiere recibirlos por la gloria que con ello podrían reportar los demás culpables.
6. Y yo repuse: —Maestro, ¿Qué cruel dolor les hace lamentarse tanto?
A lo que me contestó: —Te lo diré brevemente. Estos no esperan morir; y su ceguedad es tanta, que se muestran envidiosos de cualquier otra suerte. El mundo no conserva ningún recuerdo suyo; la misericordia y la justicia los desdeñan: no hablemos más de ellos, míralos y pasa adelante.
7. Y yo, fijándome más, vi una bandera que iba ondeando tan de prisa, que parecía desdeñosa del menor reposo: tras ella venía tanta muchedumbre, que no hubiera creído que la muerte destruyera tan gran número. Después de haber reconocido a algunos, miré más fijamente, y vi la sombra de aquel que por cobardía hizo la gran renuncia. Comprendí inmediatamente y adquirí la certeza de que aquella turba era la de los ruines que se hicieron desagradables a los ojos de Dios y a los de sus enemigos. Aquellos desgraciados, que no vivieron nunca, estaban desnudos, y eran molestados sin tregua por las picaduras de las moscas y de las avispas que allí había; las cuales hacían correr por su rostro la sangre, que mezclada con sus lágrimas, era recogida a sus pies por asquerosos gusanos.
El río Aqueronte y Caronte
Habiendo dirigido mis miradas a otra parte, vi nuevas almas a la orilla de un gran río, por lo cual, dije:
—Maestro, dígnate manifestarme quiénes son y por qué ley parecen ésos tan prontos a atravesar el río, según puedo ver a favor de esta débil claridad. Y él me respondió: —Te lo diré cuando pongamos nuestros pies sobre la triste orilla del Aqueronte.
8. Entonces, avergonzado y con los ojos bajos, temiendo que le disgustasen mis preguntas, me abstuve de hablar hasta que llegamos al río. En aquel momento vimos un anciano cubierto de canas, que se dirigía hacia nosotros en una barquichuela, gritando: "¡Ay de vosotras, almas perversas! No esperéis ver nunca el Cielo. Vengo para conduciros a la otra orilla, donde reinan eternas tinieblas, en medio del calor y del frío. Y tú, alma viva, que estás aquí, aléjate de entre esas que están muertas." Pero cuando vio que yo no me movía, dijo: "Llegarás a la playa por otra orilla, por otro puerto, mas no por aquí: para llevarte se necesita una barca más ligera."
9. Y mi guía le dijo: —Carón, no te irrites. Así se ha dispuesto allí donde se puede todo lo que se quiere; y no preguntes más.
Entonces se aquietaron las velludas mejillas del barquero de las lívidas lagunas, que tenía círculos de llamas alrededor de sus ojos. Pero aquellas almas, que estaban desnudas y fatigadas, no bien oyeron tan terribles palabras, cambiaron de color, rechinando los dientes, blasfemando de Dios, de sus padres, de la especie humana, del sitio y del día de su nacimiento, de la prole de su prole y de su descendencia: después se retiraron todas juntas, llorando fuertemente, hacia la orilla maldita en donde se espera a todo aquel que no teme a Dios. El demonio Carón, con ojos de ascuas, haciendo una señal, las fue reuniendo, golpeando con su remo a las que se rezagaban; y así como en otoño van cayendo las hojas una tras otra, hasta que las ramas han devuelto a la tierra todos sus despojos, del mismo modo los malvados hijos de Adán se lanzaban uno a uno desde la orilla, a aquella señal, como pájaros que acuden al reclamo. De esta suerte se fueron alejando por las negras ondas; pero antes de que hubieran saltado en la orilla opuesta, se reunió otra nueva muchedumbre en la que aquéllas habían dejado.
10. —Hijo mío—me dijo el cortés Maestro—, los que mueren en la cólera de Dios acuden aquí de todos los países, y se apresuran a atravesar el río, espoleados de tal suerte por la justicia divina, que su temor se convierte en deseo. Por aquí no pasa nunca un alma pura; por lo cual, si Carón se irrita contra ti, ya conoces ahora el motivo de sus desdeñosas palabras.
11. Apenas hubo terminado, tembló tan fuertemente la sombría campiña, que el recuerdo del espanto que sentí aún me inunda la frente de sudor. De aquella tierra de lágrimas salió un viento que produjo rojizos relámpagos, haciéndome perder el sentido y caer como un hombre sorprendido por el sueño.
ANÁLISIS: Canto III
RESUMEN
En el Canto 3 y después de que Dante y Virgilio abandonan el bosque oscuro, los vemos entrar a este “Círculo 0” a través de la Puerta del Infierno coronada con su famosa inscripción. Entran y en el vestíbulo donde todo es caos y encuentran las almas de los innobles, que no fueron fieles a Dios ni rebeldes. Los pecadores aquí nunca tomaron una posición en la vida, eligiendo permanecer neutrales y solo para ellos mismos. Para esto, técnicamente se colocan fuera del Infierno propiamente dicho porque ni el Cielo ni el Infierno los recibirán. Contrariamente a su constante neutralidad en la vida, siguen una bandera aquí y allá con frenesí mientras son perseguidos por enjambres de abejas que los pican. Pronto los viajeros llegan al primer río del Infierno, el Aqueronte, donde Caronte, el mítico barquero, transporta las almas de los condenados al Infierno propiamente dicho. Esta sección termina con un gran terremoto y un destello de luz. Dante se derrumba y cae inconsciente.
VOCABULARIO
Aquietar: Hacer que alguien o algo esté quieto o tranquilo.
Campiña: Gran extensión de terreno llano o con débiles ondulaciones, en especial la dedicada al cultivo.
Cólera: Sentimiento de enojo muy grande y violento.
Desdeñar: No considerar de importancia una cosa.
Dintel: Viga, madero u otro elemento horizontal que, apoyado sobre las jambas, cubre el vano de una puerta o ventana, y sirve de sostén del muro superior.
Doblegar: Hacer desistir a alguien de una opinión o de un propósito y obligarle a aceptar otro, o ceder ante una dificultad.
Espolear: Incitar o estimular a una persona para que haga una cosa.
Ignavios: Tibios, perezosos, que se dejan llevar por la desidia y flojedad de ánimo.
Lívido: Que está muy pálido o es muy pálido.
Potestad: Poder o autoridad que alguien tiene sobre una persona o una cosa.
Sublime: Que es excepcional por su altura moral o estética.
Vituperio: Censura o desaprobación que una persona hace con mucha dureza contra algo o alguien.
COMENTARIO por Franco Nembrini
El camino
¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!
Ilustración de Eric Armusik.
Puerta del infierno. Gustave Doré, 1861
Caronte. Gabriele dell Otto, 2020
Canto 3. Luego de leer la terrible inscripción que existe sobre la puerta del Infierno, en el vestíbulo observan el castigo que se les da a los negligentes. Allí está el barquero pasando las almas de los condenados. Amos Nattini
Los mediocres, contrariamente a su constante neutralidad en la vida, siguen una bandera aquí y allá con frenesí mientras son perseguidos por enjambres de abejas que los pican. Donn Crane
Caronte por Donn Crane
Caronte en el Juicio Final de la Capilla Sixtina. Miguel Ángel, 1537
El limbo. Gabriele dell Otto, 2020
Canto cuarto
El Limbo
1. Interrumpió mi profundo sueño un trueno tan fuerte, que me estremecí como hombre a quien se despierta a la fuerza: me levanté, y dirigiendo una mirada en derredor mío, fijé la vista para reconocer el lugar donde me hallaba.
2. Vime junto al borde del triste valle, abismo de dolor, en que resuenan infinitos ayes, semejantes a truenos. El abismo era tan profundo, obscuro y nebuloso, que en vano fijaba mis ojos en su fondo, pues no distinguía cosa alguna.
3. — Ahora descendamos allá abajo, al tenebroso mundo — me dijo el poeta muy pálido—: yo iré el primero; tú seguirás mis pasos.
Yo, que había advertido su palidez, le respondí: —¿Cómo he de ir yo, si tú, que sueles desvanecer mis incertidumbres, te atemorizas?
Y él repuso: —La angustia de los desgraciados que están ahí bajo, refleja en mi rostro una piedad que tú tomas por terror. Vamos, pues; que la longitud del camino exige que nos apresuremos.
4. Y sin decir más, penetró y me hizo entrar en el primer círculo que rodea el abismo. Allí, según pude advertir, no se oían quejas, sino sólo suspiros, que hacían temblar la eterna bóveda, y que procedían de la pena sin tormento de una inmensa multitud de hombres, mujeres y niños.
5. El buen Maestro me dijo: —¿No me preguntas qué espíritus son los que estamos viendo? Quiero, pues, que sepas, antes de seguir adelante, que éstos no pecaron; y si contrajeron en su vida algunos méritos, no es bastante, pues no recibieron el agua del bautismo, que es la puerta de la Fe que forma tu creencia. Y si vivieron antes del cristianismo, no adoraron a Dios como debían: yo también soy uno de ellos. Por tal falta, y no por otra culpa, estamos condenados, consistiendo nuestra pena en vivir con el deseo sin esperanza.
6. Un gran dolor afligió mi corazón cuando oí esto, porque conocí personas de mucho valor que estaban suspensas en el Limbo.
—Dime, Maestro y señor mío—le pregunté para afirmarme más en esta Fe que triunfa de todo error;—¿alguna de esas almas ha podido, bien por sus méritos o por los de otros, salir del Limbo y alcanzar la bienaventuranza?
7. Y él, que comprendió mis palabras encubiertas y obscuras, repuso: —Yo era recién llegado a este sitio, cuando vi venir a un Ser poderoso, coronado con la señal de la victoria. Hizo salir de aquí el alma del primer padre, y la de Abel su hijo, y la de Noé; la del legislador Moisés, tan obediente; la del patriarca Abraham, y la del rey David; a Israel, con su padre y con sus hijos, y a Raquel por quien aquél hizo tanto, y a otros muchos, a quienes otorgó la bienaventuranza; pues debes saber que, antes de ellos, no se salvaban las almas humanas.
Los grandes poetas antiguos
8. Mientras así hablaba, no dejábamos de andar; pero seguíamos atravesando siempre la selva, esto es, la selva que formaban los espíritus apiñados. Aun no estábamos muy lejos de la entrada del abismo, cuando vi un resplandor que triunfaba del hemisferio de las tinieblas: nos encontrábamos todavía a bastante distancia, pero no a tanta que no pudiera yo distinguir que aquel sitio estaba ocupado por personas dignas.
9. —Oh tú, que honras toda ciencia y todo arte, ¿quiénes son ésos, cuyo valimiento debe ser tanto, que así están separados de los demás?
Y él a mí: —La hermosa fama que aún se conserva de ellos en el mundo que habitas, les hace acreedores a esta gracia del cielo, que de tal suerte los distingue.
10. Entonces oí una voz que decía: "¡Honrad al sublime poeta; regresa su sombra, que se había separado de nosotros!"
Cuando calló la voz, vi venir a nuestro encuentro cuatro grandes sombras, cuyo rostro no manifestaba tristeza ni alegría. El buen maestro empezó a decirme:
11. —Mira aquel que tiene una espada en la mano, y viene a la cabeza de los tres como su señor. Ese es Homero, poeta soberano: el otro es el satírico Horacio, Ovidio es el tercero y el último Lucano. Cada cual merece, como yo, el nombre que antes pronunciaron unánimes; me honran y hacen bien.
De este modo vi reunida la hermosa escuela de aquel príncipe del sublime cántico, que vuela como el águila sobre todos los demás.
12. Después de haber estado conversando entre sí un rato, se volvieron hacia mí dirigiéndome un amistoso saludo, que hizo sonreír a mi Maestro; y me honraron aún más, puesto que me admitieron en su compañía, de suerte que fui el sexto entre aquellos grandes genios. Así seguimos hasta donde estaba la luz, hablando de cosas que es bueno callar, como bueno era hablar de ellas en el sitio en que nos encontrábamos.
El castillo de los espíritus magnos
13. Llegamos al pie de un noble castillo, rodeado siete veces de altas murallas, y defendido alrededor por un bello riachuelo. Pasamos sobre éste como sobre tierra firme; y atravesando siete puertas con aquellos sabios, llegamos a un prado de fresca verdura.
14. Allí había personajes de mirada tranquila y grave, cuyo semblante revelaba una grande autoridad: hablaban poco y con voz suave. Nos retiramos luego hacia un extremo de la pradera; a un sitio despejado, alto y luminoso, desde donde podían verse todas aquellas almas. Allí, en pie sobre el verde esmalte, me fueron señalados los grandes espíritus, cuya contemplación me hizo estremecer de alegría. Allí vi a Electra con muchos de sus compañeros, entre los que conocí a Héctor y a Eneas; después a César, armado, con sus ojos de ave de rapiña. Vi en otra parte a Camila y a Pentesilea, y vi al Rey Latino, que estaba sentado al lado de su hija Lavinia; vi a aquel Bruto, que arrojó a Tarquino de Roma; a Lucrecia también, a Julia, a Marcia y a Cornelia, y a Saladino, que estaba solo y separado de los demás. Habiendo levantado después la vista, vi al maestro de los que saben, sentado entre su filosófica familia. Todos le admiran, todos le honran: vi además a Sócrates y Platón, que estaban más próximos a aquél que los demás; a Demócrito, que pretende que el mundo ha tenido por origen la casualidad; a Diogenes, a Anaxágoras y a Tales, a Empédocles, a Heráclito y a Zenón: vi al buen observador de la cualidad, es decir, a Dioscórides, y vi a Orfeo, a Tulio y a Lino, y al moralista Séneca; al geómetra Euclides, a Tolomeo, Hipócrates, Avicena y Galeno, y a Averroes, que hizo el gran comentario. No me es posible mencionarlos a todos, porque me arrastra el largo tema que he de seguir y muchas veces las palabras son breves para el asunto.
15. Bien pronto la compañía de seis queda reducida a dos: mi sabio guía me conduce por otro camino fuera de aquella inmovilidad hacia una aura temblorosa, y llego a un punto privado totalmente de luz.
ANÁLISIS: Canto IV
RESUMEN
Dante es despertado por un trueno y se encuentra al borde del primer círculo, un lugar de quietud y calma. Este es el Limbo ( Círculo 1), un lugar para los paganos virtuosos y los no bautizados en la fe cristiana. Las almas aquí no sufren, pero suspiran en silencio. Más adelante, en una habitación luminosa, Dante y Virgilio se encuentran con cuatro famosos poetas clásicos que, aunque no cristianos, vivían con virtud. Estos dan la bienvenida a Virgilio y hacen de Dante uno de su grupo. Continuando su camino, pasan por las puertas de un gran castillo reluciente donde ven muchas figuras famosas del pasado clásico. Los dos poetas descienden entonces al segundo círculo.
VOCABULARIO
Abismo: Precipicio o lugar de gran profundidad en el que no puede verse el fondo. Parte profunda del pensamiento o del alma que resulta insondable o incomprensible.
Aura: Irradiación luminosa que algunas personas dicen percibir alrededor de los seres vivos.
Ayes: Lamentos o quejidos.
Estremecerse: Temblar una persona de frío, miedo, emoción, etc.
Mérito: Valor o importancia que tiene una cosa o una persona.
Pálido: Que ha perdido su color de piel natural y es más claro y menos rosado de lo normal, generalmente a causa de alguna enfermedad, del miedo, de un susto o de una sorpresa.
Sublime: Que es excepcional por su altura moral o estética.
Unánime: Decisión, opinión que es común a todos los miembros de un grupo de personas.
Valimiento: Protección, favor y confianza de un rey hacia su valido.
COMENTARIO por Franco Nembrini
El camino
Dante visita a los grandes poetas de la antigüedad, por Eric Armusik.
Virtuosos paganos en el limbo. Gustave Doré, 1861
Poetas en el limbo. Gustave Doré, 1861.
Descenso de Cristo al Limbo por Ducio di Buoninsegna
El descenso al Limbo de Fray Angelico
El descenso de Cristo al Limbo de Andrea Mantegna.
Paola y Francesco. Gabriele dell Otto, 2020
Canto quinto
El segundo círculo, Minos
1. Así descendí del primer círculo al segundo, que contiene menos espacio, pero mucho más dolor, y dolor punzante, que origina desgarradores gritos. Allí estaba el horrible Minos que, rechinando los dientes, examina las culpas de los que entran; juzga y da a comprender sus órdenes por medio de las vueltas de su cola.
2. Es decir, que cuando se presenta ante él un alma pecadora, y le confiesa todas sus culpas, aquel gran conocedor de los pecados ve qué lugar del infierno debe ocupar y se lo designa, ciñéndose al cuerpo la cola da tantas vueltas cuantas sea el número del círculo a que debe ser enviada. Ante él están siempre muchas almas, acudiendo por turno para ser juzgadas; hablan y escuchan, y después son arrojadas al abismo.
3. —¡Oh, tú, que vienes a la mansión del dolor!—me gritó Minos cuando me vio, suspendiendo sus terribles funciones—; mira cómo entras y de quién te fías: no te alucine lo anchuroso de la entrada.
4. Entonces mi guía le preguntó: —¿Por qué gritas? No te opongas a su viaje ordenado por el destino: así lo han dispuesto allí donde se puede lo que se quiere; y no preguntes más.
Los lujuriosos
5. Empezaron a dejarse oír voces plañideras: y llegué a un sitio donde hirieron mis oídos grandes lamentos. Entrábamos en un lugar que carecía de luz, y que rugía como el mar tempestuoso cuando está combatido por vientos contrarios. La tromba infernal, que no se detiene nunca, envuelve en su torbellino a los espíritus; les hace dar vueltas continuamente, y les agita y les molesta: cuando se encuentran ante la ruinosa valla que los encierra, allí son los gritos, los llantos y los lamentos, y las blasfemias contra la virtud divina. Supe que estaban condenados a semejante tormento los pecadores carnales que sometieron la razón a sus lascivos apetitos; y así como los estorninos vuelan en grandes y compactas bandadas en la estación de los fríos, así aquel torbellino arrastra a los espíritus malvados llevándolos de acá para allá, de arriba abajo, sin que abriguen nunca la esperanza de tener un momento de reposo, ni de que su pena se aminore. Y del mismo modo que las grullas van lanzando sus tristes acentos, formando todas una prolongada hilera en el aire, así también vi venir, exhalando gemidos, a las sombras arrastradas por aquella tromba.
6. Por lo cual pregunté: —Maestro, ¿qué almas son ésas a quienes de tal suerte castiga ese aire negro?
Y él entonces me respondió: —La primera de ésas, de quienes deseas noticias—me dijo entonces—, fue emperatriz de una multitud de pueblos donde se hablaban diferentes lenguas, y tan dada al vicio de la lujuria, que permitió en sus leyes todo lo que excitaba el placer, para ocultar de este modo la abyección en que vivía. Es Semíramis, de quien se lee que sucedió a Nino y fue su esposa y reinó en la tierra en donde impera el Sultán. La otra es la que se mató por amor y quebrantó la fe prometida a las cenizas de Siqueo. Después sigue la lasciva Cleopatra. Ve también a Helena, que dio lugar a tan funestos tiempos; y ve al gran Aquiles, que al fin tuvo que combatir por el amor. Ve a París y a Tristán.... Y a más de mil sombras me fue enseñando y designando con el dedo, a quienes Amor había hecho salir de esta vida.
Paolo y Francesca
7. Cuando oí a mi sabio nombrar las antiguas damas y los caballeros, me sentí dominado por la piedad y quedé como aturdido. Empecé a decir:
—Poeta, quisiera hablar a aquellas dos almas que van juntas y parecen más ligeras que las otras impelidas por el viento.
Y él me contestó: —Espera que estén más cerca de nosotros: y entonces ruégales, por el amor que las conduce, que se dirijan hacia ti.
8. Tan pronto como el viento las impulsó hacia nosotros, alcé la voz diciendo:
—¡Oh almas atormentadas!, venid a hablarnos, si otro no se opone a ello.
Así como dos palomas, excitadas por sus deseos, se dirigen con las alas abiertas y firmes hacia el dulce nido, llevadas en el aire por una misma voluntad, así salieron aquellas dos almas de entre la multitud donde estaba Dido, dirigiéndose hacia nosotros a través del aire malsano, atraídas por mi eficaz y afectuoso llamamiento.
9. —¡Oh ser gracioso y benigno, que vienes a visitar en medio de este aire negruzco a los que hemos teñido el mundo de sangre! Si fuéramos amados por el Rey del universo, le rogaríamos por tu tranquilidad, ya que te compadeces de nuestro acerbo dolor. Todo lo que te agrade oír y decir, te lo diremos y escucharemos con gusto mientras que siga el viento tan tranquilo como ahora. La tierra donde nací está situada en la costa donde desemboca el Po con todos sus afluentes para descansar en el mar. Amor, que se apodera pronto de un corazón gentil, hizo que éste se prendara de aquel hermoso cuerpo que me fue arrebatado de un modo que aún me atormenta. Amor, que no dispensa de amar al que es amado, hizo que me entregara vivamente al placer de que se embriagaba éste, que, como ves, no me abandona nunca. Amor nos condujo a la misma muerte. Caína espera al que nos arrancó la vida.
10. Tales fueron las palabras de las dos sombras. Al oír a aquellas almas atormentadas, bajé la cabeza y la tuve inclinada tanto tiempo, que el poeta me dijo:
—¿En qué piensas?
—¡Ah!—exclamé al contestarle—; ¡cuán dulces pensamientos, cuántos deseos les han conducido a doloroso tránsito!
11. Después me dirigí hacia ellos, diciéndoles:
—Francisca, tus desgracias me hacen derramar tristes y compasivas lágrimas. Pero dime: en tiempo de los dulces suspiros ¿cómo os permitió Amor conocer vuestros secretos deseos?
12. Ella me contestó:
—No hay mayor dolor que acordarse del tiempo feliz en la miseria; y eso lo sabe bien tu Maestro. Pero si tienes tanto deseo de conocer cuál fue el principal origen de nuestro amor, haré como el que habla y llora a la vez.
13. Leíamos un día por pasatiempo las aventuras de Lancelote, y de qué modo cayó en las redes del Amor: estábamos solos y sin abrigar sospecha alguna. Aquella lectura hizo que nuestros ojos se buscaran muchas veces y que palideciera nuestro semblante; más un solo pasaje fue el que decidió de nosotros. Cuando leímos que la deseada sonrisa de la amada fue interrumpida por el beso del amante, éste, que jamás se ha de separar de mí, me besó tembloroso en la boca: el libro y quien lo escribió fue para nosotros otro Galeoto; aquel día ya no leímos más.
14. Mientras que un alma decía esto, la otra lloraba de tal modo, que, movido de compasión, desfallecí como si me muriera, y caí como cae un cuerpo inanimado.
ANÁLISIS: Canto V
RESUMEN
Aquí entramos en la primera de las tres secciones principales del Infierno donde se castigan los pecados de la carne (o incontinencia). A la entrada del segundo círculo está Minos, el rey clásico de Creta, actúa como juez de las almas y asigna a cada una su lugar y castigo. En medio de este círculo están los lujuriosos, que son continuamente arrastrados y atormentados por un horrible torbellino de vientos que igualan las tempestades de sus pasiones. Dante ve a los amantes Paolo y Francesca de Rimini en los vientos y pide hablar con ellos. Francesca le cuenta la historia de su infeliz amor. Al final de la conversación Dante se desmaya de nuevo.
VOCABULARIO
Abyecto: Que comete actos despreciables o viles.
Acerbo: Que es áspero de sabor o de olor.
Aminorar: Disminuir la cantidad, el tamaño, el valor o la intensidad de una cosa.
Hilera: Serie de personas o cosas colocadas una tras otra en línea.
Impeler: Dar empuje a una cosa para hacerla mover.
Lascivia: Deseo y actividad sexual exacerbados.
Plañidera: Mujer a la que se paga una cantidad de dinero para que asista a un entierro y llore en él.
Tromba: Aguacero muy violento acompañado de fuerte viento.
COMENTARIO por Franco Nembrini
El camino
Minos custodia el umbral del segundo círculo, juzgando a los condenados. Adolf von Stüler, 1884.
Minos, juez de los condenados. Gustave Doré, 1861.
Minos de Miguel Ángel en el Juicio Final de la Capilla Sixtina
Rey Minos, juez de los condenados por Erick Armusik
Aquel torbellino arrastra a los espíritus malvados llevándolos de acá para allá, de arriba abajo, sin que abriguen nunca la esperanza de tener un momento de reposo, ni de que su pena se aminore. Amos Nattini.
Huracán infernal que atormenta a los lujuriosos. Gustave Doré, 1861.
Dante se desmaya al conocer la historia de Paola y Francesco. Gustave Doré, 1861.
Dante y Virgilio encuentran a Paolo y Francesca. Giuseppe Frascheri, 1846
Paolo y Francesca. Adolphe Bouguereau
Paolo y Francesca. Gustave Doré, 1863
El beso de Francesca Rimini y Paolo Malatesta. Auguste Rodin, 1885
Virgilio y Dante con las almas de Paolo y Francesca. Ary Scheffer, 1835.
Paolo y Francesca. Ary Scheffer, 1851
Paolo besa a Francesca mientras leen la historia de amor entre Lancelot y Ginebra. William Dyce, 1837.
Paolo y Francesca leyendo. Anselm Feuerbach, 1864
Paolo y Francesca. Adolf von Stürler, 1884
Francesca da Rimini en Dante. Nicola Monti, 1810.
Dante meditando el episodio de Francesca da Rimini y Paolo Malatesta por Joseph Noel Paton.
Paola y Francesco. Gabriele dell Otto, 2020
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