La Pascua y la salida de Egipto

Éxodo 12-11

Israel conoció la servidumbre de Egipto, pero también experimentó la acción salvadora de su Dios que lo liberó de la esclavitud. La experiencia de esta liberación dejó una impronta tan indeleble en su memoria que se convirtió en el primer artículo de su "Credo": "Nosotros fuimos esclavos del Faraón en Egipto, pero el Señor nos hizo salir de allí con mano poderosa" (Deut. 6. 21).

En esta sencilla confesión de fe, se afirma implícitamente la inquebrantable oposición del Dios de Israel a toda forma de injusticia y su fuerza para hacer valer el derecho de los débiles. El Pueblo elegido conmemoraba la liberación recibida de Dios en una de sus grandes Fiestas, la de la Pascua, cuyo rito está detallado en esta parte del Éxodo.

El término "Pascua" –cuya significación etimológica es incierta– ha sido asociado a un verbo hebreo que significa "pasar por encima", "saltar" y también "librar". Esta Fiesta estaba ligada originariamente al sacrificio que los pastores nómadas o seminómadas ofrecían en primavera para proteger sus ganados. Pero en la liturgia de Israel la Pascua adquirió una significación totalmente nueva: era el "memorial" del Éxodo, del acto salvífico de Dios que puso fin a la esclavitud de Israel y lo condujo a la libertad. Esta salvación alcanzó su pleno cumplimiento en Cristo, "nuestra Pascua" (1 Cor. 5. 7).

Capítulo 12

La institución de la Pascua

1 Luego el Señor dijo a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto:

2 Este mes será para ustedes el mes inicial, el primero de los meses del año.

3 Digan a toda la comunidad de Israel: El diez de este mes, consíganse cada uno un animal del ganado menor, uno para cada familia.

4 Si la familia es demasiado reducida para consumir un animal entero, se unirá con la del vecino que viva más cerca de su casa. En la elección del animal tengan en cuenta, además del número de comensales, lo que cada uno come habitualmente.

5 Elijan un animal sin ningún defecto, macho y de un año; podrá ser cordero o cabrito.

6 Deberán guardarlo hasta el catorce de este mes, y a la hora del crepúsculo, lo inmolará toda la asamblea de la comunidad de Israel.

7 Después tomarán un poco de su sangre, y marcarán con ella los dos postes y el dintel de la puerta de las casas donde lo coman.

8 Y esa misma noche comerán la carne asada al fuego, con panes sin levadura y verduras amargas.

9 No la comerán cruda ni hervida, sino asada al fuego; comerán también la cabeza, las patas y las entrañas.

10 No dejarán nada para la mañana siguiente, y lo que sobre, lo quemarán al amanecer.

11 Deberán comerlo así: ceñidos con un cinturón, calzados con sandalias y con el bastón en la mano. Y lo comerán rápidamente: es la Pascua del Señor.

12 Esa noche yo pasaré por el país de Egipto para exterminar a todos sus primogénitos, tanto hombres como animales, y daré un justo escarmiento a los dioses de Egipto. Yo soy el Señor.

13 La sangre les servirá de señal para indicar las casas donde ustedes estén. Al verla, yo pasaré de largo, y así ustedes se libarán del golpe del Exterminador, cuando yo castigue al país de Egipto.

14 Este será para ustedes un día memorable y deberán solemnizarlo con una fiesta en honor del Señor. Lo celebrarán a lo largo de las generaciones como una institución perpetua.

La Fiesta de los Panes Ácimos

15 Durante siete días ustedes comerán panes sin levadura. A partir del primer día, harán desaparecer la levadura de sus casas, porque todo el que coma pan fermentado, desde el primer día hasta el séptimo, será excluido de Israel.

16 El primer día celebrarán una asamblea litúrgica, y harán lo mismo el séptimo día. En todo este tiempo no estará permitido realizar ningún trabajo, exceptuando únicamente el que sea indispensable para preparar la comida.

17 Ustedes celebrarán la fiesta de los Acimos, porque ese día hice salir de Egipto a los ejércitos de Israel. Observarán este día a lo largo de las generaciones como una institución perpetua.

18 En el transcurso del primer mes, desde el atardecer del día catorce hasta el atardecer del día veintiuno, comerán el pan sin levadura.

19 Durante esos siete días, no habrá levadura en sus casas, porque todo el que coma algo fermentado, sea extranjero o natural del país, será excluido de la comunidad de Israel.

20 En una palabra, no podrán comer nada fermentado; cualquiera sea el lugar donde habiten, comerán panes ácimos.

La celebración de la Pascua

21 Moisés convocó a todos los ancianos de Israel y les dijo: «Vayan a buscar un animal del ganado menor para cada familia e inmolen la víctima pascual.

22 Luego tomen un manojo de plantas de hisopo, mójenlo en la sangre recogida en un recipiente, y marquen con la sangre el dintel y los dos postes de las puertas; y que ninguno de ustedes salga de su casa hasta la mañana siguiente.

23 Porque el Señor pasará para castigar a Egipto; pero al ver la sangre en el dintel y en los dos postes, pasará de largo por aquella puerta, y no permitirá que el Exterminador entre en sus casas para castigarlos.

24 Cumplan estas disposiciones como un precepto permanente, para ustedes y para sus hijos.

25 Cuando lleguen a la tierra que el Señor ha prometido darles, observen este rito.

26 Y cuando sus hijos les pregunten qué significado tiene para ustedes este rito,

27 les responderán: «Este es el sacrificio de la Pascua del Señor, que pasó de largo en Egipto por las casas de los israelitas cuando castigó a los egipcios y salvó a nuestras familias». El pueblo de postró en señal de adoración.

28 Luego los israelitas se fueron y realizaron exactamente todo lo que el Señor había ordenado a Moisés y a Aarón.

La décima plaga: la muerte de los primogénitos

29 A medianoche, el Señor exterminó a todos los primogénitos en el país de Egipto, desde el primogénito del Faraón –el que debía sucederle en el trono– hasta el primogénito del que estaba preso en la cárcel, y a todos los primogénitos del ganado.

30 El Faraón se levantó aquella noche lo mismo que todos sus servidores y todos los egipcios, y en Egipto resonó un alarido inmenso, porque no había ninguna casa donde no hubiera un muerto.

Los preparativos para la partida

31 Esa misma noche, el Faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo: «Salgan inmediatamente de en medio de mi pueblo, ustedes y todos los israelitas, y vayan a dar culto al Señor, como lo habían pedido.

32 Tomen también sus ovejas y sus vacas, puesto que así lo quieren, y váyanse. Imploren una bendición también para mí».

33 Los egipcios, por su parte, urgían al pueblo para obligarlo a salir del país lo antes posible, porque decían: «De lo contrario, todos moriremos».

34 El pueblo recogió la masa para el pan antes que fermentara, y envolviendo en sus mantos los utensilios de cocina, los cargaron sobre sus hombres.

35 Además, los israelitas hicieron lo que Moisés les había ordenado: pidieron a los egipcios objetos de oro y plata, y también ropa,

36 y el Señor hizo que el pueblo se ganara el favor de los egipcios, los cuales accedieron a su pedido. De este modo, los israelitas despojaron a los egipcios.

La partida de los hebreos

37 Los israelitas partieron de Ramsés en dirección a Sucot. Eran unos seiscientos mil hombres de a pie, sin contar sus familias.

38 Con ellos iba también una multitud heterogénea, y una gran cantidad de ganado mayor y menor.

39 Como la pasta que habían traído de Egipto no había fermentado, hicieron con ella galletas ácimas. Al ser expulsados de Egipto no pudieron demorarse ni preparar provisiones para el camino.

40 Los israelitas estuvieron en Egipto cuatrocientos treinta años.

41 Y el día en que se cumplían esos cuatrocientos treinta años, todos los ejércitos de Israel salieron de Egipto.

42 El Señor veló durante aquella noche, para hacerlos salir de Egipto. Por eso, todos los israelitas deberán velar esa misma noche en honor del Señor, a lo largo de las generaciones.

Otras prescripciones para la celebración de la Pascua

43 El Señor dijo a Moisés y a Aarón: «Estas son las disposiciones relativas a la Pascua. No deberá comerla ningún extranjero.

44 En cambio, podrá hacerlo todo esclavo adquirido con dinero, con tal que antes lo hayas circuncidado.

45 Tampoco la comerán el huésped ni el mercenario.

46 Todos la comerán en una misma casa. No saques fuera de la casa ningún pedazo de carne y no quiebres los huesos de la víctima.

47 Toda la comunidad de Israel celebrará la Pascua.

48 Si un extranjero ha fijado su residencia junto a ti y quiere celebrar la Pascua en honor del Señor, antes deberán ser circuncidados todos los varones de su casa: sólo así podrá acercarse a celebrarla, porque será como el nacido en el país. Pero no la comerá ningún incircunciso.

49 La misma ley regirá para el nativo y para el extranjero que resida entre ustedes».

50 Así lo hicieron los israelitas, exactamente como el Señor lo había ordenado a Moisés.

51 Y aquel mismo día, el Señor hizo salir de Egipto a los israelitas, distribuidos en grupos.

Capítulo 13

La consagración de los primogénitos

1 El Señor habló a Moisés en estos términos:

2 Conságrame a todos los primogénitos. Porque las primicias del seno materno entre los israelitas, sean hombres o animales, me pertenecen.

Los Panes Ácimos

3 Moisés dijo al pueblo: Guarden el recuerdo de este día en que ustedes salieron de Egipto, ese lugar de esclavitud, porque el Señor los sacó de allí con el poder de su mano. Este día, no comerán pan fermentado.

4 Hoy, en el mes de Abib, ustedes salen de Egipto.

5 Y cuando el Señor te introduzca en el país de los cananeos, los hititas, los amorreos, los jivitas y los jebuseos, en el país que el Señor te dará porque así lo juró a tus padres –esa tierra que mana leche y miel– celebrarás el siguiente rito en este mismo mes:

6 Durante siete días, comerás pan sin levadura, y el séptimo día habrá una fiesta en honor del Señor.

7 Durante los siete días, el pan fermentado y la levadura no se verán en todo tu territorio.

8 Y ese día darás a tu hijo la siguiente explicación: «Esto es así, a causa de lo que el Señor hizo por mí cuando salí de Egipto».

9 Este rito será como un signo en tu mano y como un memorial ante tus ojos, para que la ley del Señor esté siempre en tus labios por que el Señor te sacó de Egipto con mano poderosa.

10 Observa cada año esta prescripción, a su debido tiempo.

El rescate de los primogénitos

11 Cuando el Señor te introduzca en el país de los cananeos, como lo juró a ti y a tus padres, y cuando te lo haya dado,

12 consagrarás al Señor todos los primogénitos; y el primogénito de tus animales, si es macho, también pertenecerá al Señor.

13 Al primogénito del asno, en cambio, lo rescatarás con un cordero; y si no lo rescatas, deberás desnucarlo. También rescatarás a tu hijo primogénito.

14 Y cuando, el día de mañana, tu hijo te pregunte qué significa esto, tú le responderás: «Con el poder de su mano, el Señor nos sacó de Egipto, donde fuimos esclavos.

15 Como el Faraón se había obstinado en no dejarnos partir, el Señor hizo morir a todos los primogénitos machos de mi ganado, y rescató a mi hijo primogénito».

16 Esto será como un signo en tu mano y como una marca sobre tu frente, porque el Señor nos hizo salir de Egipto con el poder de su mano.

La salida de los israelitas: desde Sucot hasta Etám

17 Cuando el Faraón dejó partir al pueblo, Dios no lo llevó por la ruta que atraviesa el país de los filisteos, aunque es la más directa, porque pensó: «Es posible que al verse atacados se arrepientan y regresen a Egipto».

18 Por eso les hizo dar un rodeo, y los llevó hacia el Mar Rojo por el camino del desierto. Al salir de Egipto, los israelitas iban muy bien equipados.

19 Moisés tomó consigo los restos de José, porque este había comprometido a los israelitas con un juramento solemne, diciéndoles: «El Señor vendrá a visitarlos, y entonces ustedes se llevarán mis huesos de aquí».

20 Después que partieron de Sucot, acamparon en Etam, al borde del desierto.

21 El Señor iba al frente de ellos, de día en una columna de nube, para guiarlos por el camino; y de noche en una columna de fuego, para iluminarlos, de manera que pudieran avanzar de día y de noche.

22 La columna de nube no se apartaba del pueblo durante el día, ni la columna de fuego durante la noche.

Capítulo 14

Desde Etám hasta el Mar Rojo

1 El Señor habló a Moisés en estos términos:

2 «Ordena a los israelitas que vuelvan atrás y acampen delante de Pihajirot, entre Migdol y el mar, frente a Baal Sefón. Acampen a orillas del mar, frente al lugar indicado.

3 Así el Faraón creerá que ustedes vagan sin rumbo por el país y que el desierto les cierra el paso.

4 Yo, por mi parte, endureceré su corazón para que salga a perseguirlos, y me cubriré de gloria a expensas de él y de todo su ejército. Así los egipcios sabrán que yo soy el Señor». Los israelitas cumplieron esta orden.

Los israelitas perseguidos por los egipcios

5 Cuando informaron al rey de Egipto que el pueblo había huido, el Faraón y sus servidores cambiaron de idea con respecto al pueblo, y exclamaron: «¿Qué hemos hecho? Dejando partir a Israel, nos veremos privados de sus servicios».

6 Entonces el Faraón hizo enganchar su carro de guerra y alistó sus tropas.

7 Tomó seiscientos carros escogidos y todos los carros de Egipto, con tres hombres en cada uno.

8 El Señor endureció el corazón del Faraón, el rey de Egipto, y este se lanzó en persecución de los israelitas, mientras ellos salían triunfalmente.

9 Los egipcios los persiguieron los caballos y los carros de guerra del Faraón, los conductores de los carros y todo su ejército; y los alcanzaron cuando estaban acampados junto al mar, cerca de Pihajirot, frente a Baal Sefón.

10 Cuando el Faraón ya estaba cerca, los israelitas levantaron los ojos y, al ver que los egipcios avanzaban detrás de ellos, se llenaron de pánico e invocaron a gritos al Señor.

11 Y dijeron a Moisés: «¿No había tumbas en Egipto para que nos trajeras a morir en el desierto? ¿Qué favor nos has hecho sacándonos de allí?

12 Ya te lo decíamos cuando estábamos en Egipto: "¡Déjanos tranquilos! Queremos servir a los egipcios, porque más vale estar al servicio de ellos que morir en el desierto"».

13 Moisés respondió al pueblo: «¡No teman! Manténganse firmes, porque hoy mismo ustedes van a ver lo que hará el Señor para salvarlos. A esos egipcios que están viendo hoy, nunca más los volverán a ver.

14 El Señor combatirá por ustedes, sin que ustedes tengan que preocuparse por nada».

El paso por el Mar Rojo

15 Después el Señor dijo a Moisés: «¿Por qué me invocas con esos gritos? Ordena a los israelitas que reanuden la marcha.

16 Y tú, con el bastón en alto, extiende tu mano sobre el mar y divídelo en dos, para que puedan cruzarlo a pie.

17 Yo voy a endurecer el corazón de los egipcios, y ellos entrarán en el mar detrás de los israelitas. Así me cubriré de gloria a expensas del Faraón y de su ejército, de sus carros y de sus guerreros.

18 Los egipcios sabrán que soy el Señor, cuando yo me cubra de gloria a expensas del Faraón, de sus carros y de sus guerreros».

19 El Angel de Dios, que avanzaba al frente del campamento de Israel, retrocedió hasta colocarse detrás de ellos; y la columna de nube se desplazó también de delante hacia atrás,

20 interponiéndose entre el campamento egipcio y el de Israel. La nube era tenebrosa para unos, mientras que para los otros iluminaba la noche, de manera que en toda la noche no pudieron acercarse los unos a los otros.

21 Entonces Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo retroceder el mar con un fuerte viento del este, que sopló toda la noche y transformó el mar en tierra seca. Las aguas se abrieron,

22 y los israelitas entraron a pie en el cauce del mar, mientras las aguas formaban una muralla a derecha e izquierda.

23 Los egipcios los persiguieron, y toda la caballería del Faraón, sus carros y sus guerreros, entraron detrás de ellos en medio del mar.

24 Cuando estaba por despuntar el alba, el Señor observó las tropas egipcias desde la columna de fuego y de nube, y sembró la confusión entre ellos.

25 Además, frenó las ruedas de sus carros de guerra, haciendo que avanzaran con dificultad. Los egipcios exclamaron: «Huyamos de Israel, porque el Señor combate en favor de ellos contra Egipto».

26 El Señor dijo a Moisés: «Extiende tu mano sobre el mar, para que las aguas se vuelvan contra los egipcios, sus carros y sus guerreros».

27 Moisés extendió su mano sobre el mar y, al amanecer, el mar volvió a su cauce. Los egipcios ya habían emprendido la huida, pero se encontraron con las aguas, y el Señor los hundió en el mar.

28 Las aguas envolvieron totalmente a los carros y a los guerreros de todo el ejército del Faraón que habían entrado en medio del mar para perseguir a los israelitas. Ni uno solo se salvó.

29 Los israelitas, en cambio, fueron caminando por el cauce seco del mar, mientras las aguas formaban una muralla, a derecha e izquierda.

30 Aquel día, el Señor salvó a Israel de las manos de los egipcios. Israel vio los cadáveres de los egipcios que yacían a la orilla del mar,

31 y fue testigo de la hazaña que el Señor realizó contra Egipto. El pueblo temió al Señor, y creyó en él y en Moisés, su servidor.

Capítulo 15

El canto de Moisés

1 Entonces Moisés y los israelitas entonaron este canto en honor del Señor: «Cantaré al Señor, que se ha cubierto de gloria: él hundió en el mar los caballos y los carros.

2 El Señor es mi fuerza y mi protección, él me salvó. El es mi Dios y yo lo glorifico, es el Dios de mi padre y yo proclamo su grandeza.

3 El Señor es un guerrero, su nombre es «Señor».

4 El arrojó al mar los carros del Faraón y su ejército, lo mejor de sus soldados se hundió en el Mar Rojo.

5 El abismo los cubrió, cayeron como una piedra en lo profundo del mar

6 Tu mano, Señor, resplandece por su fuerza, tu mano, Señor, aniquila al enemigo.

7 Con la inmensidad de tu gloria derribas a tus adversarios, desatas tu furor, que los consume como paja.

8 Al soplo de tu ira se agolparon las aguas, las olas se levantaron como un dique, se hicieron compactos los abismos del mar.

9 El enemigo decía: «Los perseguiré, los alcanzaré, repartiré sus despojos, saciaré mi avidez, desenvainaré la espada, mi mano los destruirá».

10 Tú soplaste con tu aliento, y el mar los envolvió; se hundieron como plomo en las aguas formidables.

11 ¿Quién, como tú, es admirable entre los santos, terrible por tus hazañas, autor de maravillas?

12 Extendiste tu mano y los tragó la tierra.

13 Guías con tu fidelidad al pueblo que has rescatado y lo conduces con tu poder hacia tu santa morada.

14 Tiemblan los pueblos al oír la noticia: los habitantes de Filistea se estremecen,

15 cunde el pánico entre los jefes de Edom, un temblor sacude a los príncipes de Moab, desfallecen todos los habitantes de Canaán.

16 El pánico y el terror los invaden, la fuerza de tu brazo los deja petrificados, hasta que pasa tu pueblo, Señor, hasta que pasa el pueblo que tú has adquirido.

17 Tú lo llevas y lo plantas en la montaña de tu herencia, en el lugar que preparaste para tu morada, en el Santuario, Señor, que fundaron tus manos.

18 ¡El Señor reina eternamente!».

19 Cuando la caballería del Faraón, con sus carros y sus guerreros, entró en medio del mar, el Señor hizo que las aguas se volvieran contra ellos; los israelitas, en cambio, cruzaron el mar como si fuera tierra firme.

20 Entonces Miriam, la profetisa, que era hermana de Aarón, tomó en sus manos un tamboril, y todas las mujeres iban detrás de ella, con tamboriles y formando coros de baile.

21 Y Miriam repetía: «Canten al Señor, que se ha cubierto de gloria: él hundió en el mar los caballos y los carros».

La marcha a través del desierto

Las aguas de Mará

22 Moisés hizo partir a los israelitas del Mar Rojo. Ellos se dirigieron hacia el desierto de Sur, y después de caminar tres días por ese desierto sin encontrar agua,

23 llegaron a Mará, pero no pudieron beber el agua porque era amarga. De allí procede el nombre de Mará –que significa «Amarga»– dado a ese lugar.

24 Y el pueblo se puso a protestar contra Moisés, diciendo: «¿Qué vamos a beber ahora?».

25 Moisés invocó al Señor, y el Señor le indicó un árbol. Moisés arrojó un trozo de él en el agua, y esta se volvió dulce. Allí el Señor les impuso una legislación y un derecho, y allí los puso a prueba.

26 Luego les dijo: «Si escuchas realmente lo voz del Señor, tu Dios, y practicas lo que es recto a sus ojos, si prestas atención a sus mandamientos y observas todos sus preceptos, no te infligiré ninguna de las enfermedades que envié contra Egipto, porque yo, el Señor, soy el que te da la salud».

27 Después llegaron a Elim, un lugar donde había doce fuentes y setenta palmeras, y allí establecieron su campamento, a orilla de las aguas.

Capítulo 16

Las codornices y el maná

1 Luego partieron de Elim, y el día quince del segundo mes después de su salida de Egipto, toda la comunidad de los israelitas llegó al desierto de Sin, que está entre Elim y el Sinaí.

2 En el desierto, los israelitas comenzaron a protestar contra Moisés y Aarón.

3 «Ojalá el Señor nos hubiera hecho morir en Egipto, les decían, cuando nos sentábamos delante de las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos. Porque ustedes nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta asamblea».

4 Entonces el Señor dijo a Moisés: «Yo haré caer pan para ustedes desde lo alto del cielo, y el pueblo saldrá cada día a recoger su ración diaria. Así los pondré a prueba, para ver si caminan o no de acuerdo con mi ley.

5 El sexto día de la semana, cuando preparen lo que hayan juntado, tendrán el doble de lo que recojan cada día».

6 Moisés y Aarón dijeron a todos los israelitas: «Esta tarde ustedes sabrán que ha sido el Señor el que los hizo salir de Egipto,

7 y por la mañana verán la gloria del Señor, ya que el Señor los oyó protestar contra él. Porque ¿qué somos nosotros para que nos hagan estos reproches?».

8 Y Moisés añadió: «Esta tarde el Señor les dará carne para comer, y por la mañana hará que tengan pan hasta saciarse, ya que escuchó las protestas que ustedes dirigieron contra él. Porque ¿qué somos nosotros? En realidad, ustedes no han protestado contra nosotros, sino contra el Señor».

9 Moisés dijo a Aarón: «Da esta orden a toda la comunidad de los israelitas: Preséntense ante el Señor, porque él ha escuchado sus protestas».

10 Mientras Aarón les estaba hablando, ellos volvieron su mirada hacia el desierto, y la gloria del Señor se apareció en la nube.

11 Y el Señor dijo a Moisés:

12 «Yo escuché las protestas de los israelitas. Por eso, háblales en estos términos: «A la hora del crepúsculo ustedes comerán carne, y por la mañana se hartarán de pan. Así sabrán que yo, el Señor, soy su Dios».

13 Efectivamente, aquella misma tarde se levantó una bandada de codornices que cubrieron el campamento; y a la mañana siguiente había una capa de rocío alrededor de él.

14 Cuando esta se disipó, apareció sobre la superficie del desierto una cosa tenue y granulada, fina como la escarcha sobre la tierra.

15 Al verla, los israelitas se preguntaron unos a otros: ¿Qué es esto?». Porque no sabían lo que era. Entonces Moisés les explicó: «Este es el pan que el Señor les ha dado como alimento.

16 El señor les manda que cada uno recoja lo que necesita para comer, según la cantidad de miembros que tenga cada familia, a razón de unos cuatro litros por persona; y que cada uno junte para todos los que viven en su carpa».

17 Así lo hicieron los israelitas, y mientras unos juntaron mucho, otros juntaron poco.

18 Pero cuando lo midieron, ni los que habían recogido poco tenían menos. Cada uno tenía lo necesario para su sustento.

19 Además, Moisés les advirtió: «Que nadie reserve nada para el día siguiente».

20 Algunos no le hicieron caso y reservaron una parte; pero esta se llenó de gusanos y produjo un olor nauseabundo. Moisés se irritó contra ellos,

21 y a partir de entonces, lo recogían todas las mañanas, cada uno de acuerdo con sus necesidades; y cuando el sol empezaba a calentar, se derretía.

El maná y el sábado

22 Como la ración de alimento que recogieron el sexto día de la semana resultó ser el doble de la habitual –dos medidas de cuatro litros por persona– todos los jefes de la comunidad fueron a informar a Moisés.

23 El les dijo: «El Señor dice lo siguiente: Mañana es sábado, día de descanso consagrado al Señor. Cocinen al horno o hagan hervir la cantidad que ustedes quieran, y el resto guárdenlo para mañana».

24 Ellos lo guardaron para el día siguiente, como Moisés les había ordenado; pero esta vez no dio mal olor ni se llenó de gusanos.

25 Entonces Moisés les dijo: «Hoy tendrán esto para comer, porque este es un día de descanso en honor del Señor, y en el campo no encontrarán nada.

26 Ustedes lo recogerán durante seis días, pero el séptimo día, el sábado, no habrá nada».

27 A pesar de esta advertencia, algunos salieron a recogerlo el séptimo día, pero no lo encontraron.

28 El Señor dijo a Moisés: «¿Hasta cuando se resistirán a observar mis mandamientos y mis leyes?

29 El Señor les ha impuesto el sábado, y por eso el sexto día les duplica la ración. Que el séptimo día todos permanezcan en su sitio y nadie se mueva del lugar donde está».

30 Y el séptimo día, el pueblo descansó.

31 La casa de Israel llamó «maná» a ese alimento. Era blanco como la semilla de cilantro y tenía un gusto semejante al de las tortas amasadas con miel.

El maná conservado en el Arca

32 Después Moisés dijo: «El Señor ordena lo siguiente: Llenen de maná un recipiente de unos cuatro litros, y consérvenlo para que sus descendientes vean el alimento que les di de comer cuando los hice salir de Egipto».

33 Y Moisés dijo a Aarón: «Toma un recipiente, coloca en él unos cuatro litros de maná y deposítalo delante del Señor, a fin de conservarlo para las generaciones futuras».

34 Aarón puso en el recipiente la cantidad de maná que el Señor había ordenado a Moisés, y lo depositó delante del Arca del Testimonio, a fin de que se conservara.

35 Los israelitas comieron el maná durante cuarenta años, hasta que llegaron a una región habitada. Así se alimentaron hasta su llegada a los límites de Canaán.

Capítulo 17

El agua brotada de la piedra

1 Toda la comunidad de los israelitas partió del desierto de Sin y siguió avanzando por etapas, conforme a la orden del Señor. Cuando acamparon en Refidim, el pueblo no tenía agua para beber.

2 Entonces acusaron a Moisés y le dijeron: «Danos agua para que podamos beber». Moisés les respondió: «¿Por qué me acusan? ¿Por qué provocan al Señor?».

3 Pero el pueblo, torturado por la sed, protestó contra Moisés diciendo: «¿Para qué nos hiciste salir de Egipto? ¿Sólo para hacernos morir de sed, junto con nuestros hijos y nuestro ganado?».

4 Moisés pidió auxilio al Señor, diciendo: «¿Cómo tengo que comportarme con este pueblo, si falta poco para que me maten a pedradas?».

5 El Señor respondió a Moisés: «Pasa delante del pueblo, acompañado de algunos ancianos de Israel, y lleva en tu mano el bastón con que golpeaste las aguas del Nilo. Ve,

6 porque yo estaré delante de ti, allá sobre la roca, en Horeb. Tú golpearás la roca, y de ella brotará agua para que beba el pueblo». Así lo hizo Moisés, a la vista de los ancianos de Israel.

7 Aquel lugar recibió el nombre de Masá –que significa «Provocación»– y de Meribá –que significa «Querella»– a causa de la acusación de los israelitas, y porque ellos provocaron al Señor, diciendo: «¿El Señor está realmente entre nosotros, o no?».

La victoria sobre los amalecitas

8 Después vinieron los amalecitas y atacaron a Israel en Refidim.

9 Moisés dijo a Josué: «Elige a algunos de nuestros hombres y ve mañana a combatir contra Amalec. Yo estaré de pie sobre la cima del monte, teniendo en mi mano el bastón de Dios».

10 Josué hizo lo que le había dicho Moisés, y fue a combatir contra los amalecitas. Entretanto, Moisés, Aarón y Jur habían subido a la cima del monte.

11 Y mientras Moisés tenía los brazos levantados, vencía Israel; pero cuando los dejaba caer, prevalecía Amalec.

12 Como Moisés tenía los brazos muy cansados, ellos tomaron una piedra y la pusieron donde él estaba. Moisés se sentó sobre la piedra, mientras Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. Así sus brazos se mantuvieron firmes hasta la puesta del sol.

13 De esa manera, Josué derrotó a Amalec y a sus tropas al fino de la espada.

14 El Señor dijo a Moisés: «Escribe esto en un documento como memorial y grábalo en los oídos de Josué: «Yo borraré debajo del cielo el recuerdo de Amalec».

15 Luego Moisés edificó un altar, al que llamó «El Señor es mi estandarte».

16 y exclamó: «Porque una mano se alzó contra el trono del Señor, el Señor está en guerra contra Amalec de generación en generación».

Capítulo 18

La visita de Jetro a Moisés

1 Jetró, sacerdote de Madián y suegro de Moisés, se enteró de todo lo que Dios había hecho en favor de Moisés y de su pueblo Israel, cuando el Señor hizo salir a Israel de Egipto.

2 Entonces partió llevando consigo a Sipora, la esposa de Moisés –que este había hecho regresar a su casa–

3 y a sus dos nietos. uno de ellos se llamaba Gersón, porque Moisés había dicho: «Fui un emigrante en tierra extranjera»;

4 y el otro se llamaba Eliezer, porque Moisés había dicho: «El Dios de mi padre es mi ayuda y me libró de la espada del Faraón».

5 Cuando Jetró, que venía con la esposa y los hijos de su yerno, llegó al desierto donde había acampado Moisés, junto a la montaña de Dios,

6 se hizo anunciar con estas palabras: «Aquí está Jetró, tu suegro, que viene a verte acompañado de tu esposa y de tus hijos».

7 Moisés salió enseguida al encuentro de su suegro, le hizo una profunda reverencia y lo besó. Después de saludarse mutuamente, entraron en la carpa.

8 Moisés relató a su suegro todo lo que el Señor había hecho al Faraón y a los egipcios a causa de Israel, las dificultades con que habían tropezado en el camino, y cómo el Señor los había librado.

9 Jetró manifestó su alegría por todo el bien que el Señor había dispensado a Israel, librándolo del poder de Egipto.

10 y exclamó: «Bendito sea el Señor que los libró de las manos de los egipcios y de las manos del Faraón.

11 Ahora sé que el Señor es más grande que todos los dioses, porque él salvó a su pueblo del poder de los egipcios, a causa de la arrogancia con que estos lo trataron».

12 Luego Jetró ofreció un holocausto y sacrificios a Dios, y Aarón y todos los ancianos de Israel fueron a participar de la comida con el suegro de Moisés, en la presencia de Dios.

La institución de los jueces, colaboradores de Moisés

13 Al día siguiente, Moisés se sentó para juzgar los asuntos que le presentaba el pueblo, mientras la gente permanecía de pie junto a él, de la mañana a la noche.

14 Su suegro, al ver todo lo que él hacía por el pueblo, le preguntó: «¿Qué significa eso que haces con el pueblo? ¿Por qué lo haces tú solo, mientras la gente se queda de pie junto a ti, de la mañana a la noche?

15 Moisés respondió a su suegro: Esa gente acude a mí para consultar a Dios.

16 Cuando tienen un pleito, acuden a mí. Entonces yo decido quién tiene razón, y les doy a conocer las disposiciones y las instrucciones de Dios».

17 El Suegro de Moisés le dijo: «Lo que haces no está bien.

18 Así quedarán completamente agotados, tú y toda esa gente que está contigo. Esa tarea es demasiado pesada para ti, y tú solo no puedes realizarla.

19 Ahora escúchame. Yo te daré un consejo, y que Dios esté contigo. Tú debes representar al pueblo delante de Dios y exponerle los asuntos de la gente.

20 Al mismo tiempo, tienes que inculcarles los preceptos y las instrucciones de Dios, y enseñarles el camino que deben seguir y la manera cómo deben comportarse.

21 Pero además tienes que elegir, entre todo el pueblo, a algunos hombres capaces, temerosos de Dios, dignos de confianza e insobornables, para constituirlos jefes del pueblo: jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez personas.

22 Ellos administrarán justicia al pueblo permanentemente. Si hay algún caso difícil, que te lo traigan a ti, pero que juzguen por sí mismos los casos de menor importancia. De esa manera, se aliviará tu carga, y ellos la compartirán contigo.

23 Si obras así, y Dios te da sus órdenes, tú podrás resistir y toda esa gente regresará en paz a sus hogares».

24 Moisés siguió el consejo de su suegro y puso en práctica todo lo que él le había indicado.

25 Entre todos los israelitas, eligió a algunas personas capaces, y las puso como jefes del pueblo: jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez personas,

26 que administraban justicia al pueblo permanentemente. Ellos presentaban a Moisés los asuntos más difíciles, y juzgaban por sí mismos las cuestiones de menor importancia.

27 Luego Moisés despidió a su suegro, y este regresó a su país.

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