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A partir del próximo 1 de enero, teléfonos móviles, tabletas o relojes inteligentes ya no estarán permitidos en las aulas porque “distraen y hace que los alumnos rindan peor”, según el Ministerio neerlandés de Educación.
A partir del próximo 1 de enero, teléfonos móviles, tabletas o relojes inteligentes ya no estarán permitidos en las aulas porque “distraen y hace que los alumnos rindan peor”, según el Ministerio neerlandés de Educación
Publicado: 04/07/2023 17:11
El Gobierno neerlandés emitió una directiva nacional para las escuelas de Países Bajos indicando que los estudiantes no deben llevar a las aulas el teléfono móvil, la tablet o los relojes inteligentes, a menos que haya una razón especial para hacerlo, porque “distraen y hacen que los alumnos rindan peor”.
El Ministerio neerlandés de Educación acordó con los consejos sectoriales, asociaciones educativas y representantes de padres, que los teléfonos móviles, las tabletas o los relojes inteligentes ya no estarán permitidos en las aulas a partir del próximo 1 de enero porque “distraen y hace que los alumnos rindan peor”.
“Ya no se podrá ver un video de TikTok durante la clase, enviar un mensaje a un compañero o compartir una foto a través de Snapchat”, agregó el Ministerio, que subrayó que los teléfonos móviles solo podrán usarse “si son necesarios para el contenido de la lección”, como por ejemplo en las clases de “habilidades digitales”.
Se trata de una directiva nacional, pero no de una prohibición a través de una legislación, por lo que depende de las propias escuelas acordar las reglas exactas con los profesores, padres y alumnos para que todos en el colegio sepan exactamente qué se permite y qué no, aunque el centro educativo puede tomar su propia decisión de prohibir completamente los móviles.
Los estudiantes que dependen de su teléfono por razones médicas o debido a una discapacidad pueden usarlo, y se harán acuerdos ajustados para los centros que ofrecen una educación especial.
Esta directiva no se extiende a las universidades y centros de educación superior.
"Deben concentrarse"
El ministro de Educación, Ciencia y Cultura, Robbert Dijkgraaf, admitió que los teléfonos “están casi entrelazados con nuestras vidas, pero su lugar no está en las aulas” y explicó que los estudiantes “deben poder concentrarse y tener todas las oportunidades para aprender bien”, pero las investigaciones científicas alertan de que los teléfonos “interrumpen esto, con todas sus consecuencias” dañinas para los estudiantes.
Según los informes científicos en manos del Gobierno neerlandés, los teléfonos inteligentes son “altamente adictivos” para los jóvenes, cuyos cerebros están poco desarrollados como para resistir los estímulos, las vibraciones y los sonidos, y los estudiantes que pasan un tiempo excesivo en su teléfono obtiene calificaciones de hasta 1,5 puntos menos.
En septiembre, los profesores, estudiantes y padres discutirán las reglas, de tal manera que ya haya unas normas definidas antes del 1 de enero de 2024, y la idea es que, al finalizar el próximo curso escolar, se pueda evaluar el efecto real de esta directiva y si es necesario recurrir a una prohibición legal a nivel nacional, que requiere de trámites más lentos.
Esta directiva llega después de que el Parlamento respaldara una moción presentada por el partido democristiano CDA (socio de la coalición del Gobierno) y de ultraderecha PVV (oposición).
A partir del próximo 1 de enero, teléfonos móviles, tabletas o relojes inteligentes ya no estarán permitidos en las aulas porque “distraen y hace que los alumnos rindan peor”, según el Ministerio neerlandés de Educación.
A partir del próximo 1 de enero, teléfonos móviles, tabletas o relojes inteligentes ya no estarán permitidos en las aulas porque “distraen y hace que los alumnos rindan peor”, según el Ministerio neerlan
La sustitución de los libros por los dispositivos móviles en la escuela está degradando el nivel educativo y causa daños a los niños, en ocasiones graves.
por Catherine L´Ecuyer Opinión 25 julio 2023
Muchos padres están preocupados por las implicaciones de la sustitución de los libros por las tabletas. A lo largo de los últimos 10 años, he recibido cientos de correos y mensajes de padres desesperados y desolados porque el colegio de sus hijos ha decidido introducir las tabletas sin darles opción a una línea no digital. Algunos de sus hijos van a la escuela pública y no tienen recursos económicos para permitirse otra opción; otros van a la concertada o a la privada y lamentan que no se les haya dado alternativa. En general, deploran la ausencia de pluralidad educativa en ese aspecto.
En vista de las recomendaciones médicas y de la bajada del nivel académico, el gobierno sueco acaba de anunciar su intención de reducir el tiempo que sus alumnos pasan ante la pantalla y aboga por una vuelta a los libros en papel.
¿Por qué llamar a la precaución? Hoy por hoy, no hay conjunto de evidencias suficientes que avalen el uso de las tabletas en las aulas. Hace una década, cuando las grandes empresas tecnológicas empezaron a hacerse con el mercado educativo, Larry Cuban, profesor emérito de Educación de la Universidad de Stanford, afirmaba: “Hay insuficiencia de pruebas que justifiquen emplear dinero en eso. Punto. Punto. Punto”. Desde entonces, la situación es parecida, si descartamos los estudios financiados por empresas tecnológicas, o de poco rigor (ausencia de grupo de control, muestra no representativa, indicadores subjetivos como “gusta más”, etc.).
Como “gusta más” a los alumnos, asumimos que tendrán mejores resultados. Pero el hecho de que algo guste no quiere decir que sea educativo, ni siquiera que sea bueno para ellos. Los bollos industriales también les gustan. En cualquier caso, esos mejores resultados nunca llegan porque la motivación que miden esos estudios no es el interés por aprender, sino una fascinación pasiva ante los estímulos frecuentes e intermitentes. La mente aún inmadura del niño se vuelve pasiva y dependiente ante la pantalla cuyos algoritmos llevan las riendas.
¿Perderán el tren profesionalmente nuestros hijos por no usar una tableta con 4, 8 o 12 años? ¿Cuesta tiempo aprender a manejar esos dispositivos? A las dos preguntas, la respuesta es “no”. ¿Qué sentido tiene, entonces, que inviertan años claves de su escolarización aprendiendo a usar una tecnología programada para la obsolescencia? Steve Jobs no dejaba a sus hijos usar el iPad y muchos ejecutivos de empresas tecnológicas mandan a sus hijos a un colegio que hace bandera de no usarlas. Consideran que la tecnología no es neutra y saben que varios estudios relacionan uso de la pantalla y multitarea tecnológica con la dificultad de filtrar lo relevante de lo que no lo es, el aumento de la hiperactividad, la impulsividad, el deterioro de la atención. Saben que puede deshumanizar el aprendizaje, empeorar la lectura comprensiva online con respecto a la lectura en papel, interferir con el aprendizaje de la lectoescritura, generar adicción, superficialidad del pensamiento, mal funcionamiento de la memoria de trabajo, acceso a contenidos inapropiados, etc. La élite cognitiva y económica ha optado por permitirse el lujo de las relaciones interpersonales.
Mientras no se demuestren los beneficios pedagógicos y la ausencia de efectos perjudiciales del uso de las tabletas en las aulas la carga de la prueba recae en el que defiende su uso (y es doble), prudencia y transparencia son necesarias. Igual que los médicos reportan las donaciones que reciben de las farmacéuticas, los colegios deberían reportar los obsequios que reciben de las tecnológicas. No olvidemos que ese sector patrocina gran parte de la investigación y de los congresos educativos, compra publicidad en los medios de comunicación y en las revistas educativas, creando un estado de opinión favorable a sus intereses económico y difundiendo eslóganes tecnológicos que pueden distorsionar la efectividad de la educación y de la mediación parental. Están en pleno conflicto de interés.
Las aulas son un lugar sagrado y los directivos de colegios tienen la inmensa responsabilidad de marcar la línea roja de lo que debe o no entrar en ellas. Pedir a las tecnológicas que proporcionen una herramienta educativa es como pedir a Pizza Hut que haga el menú de los comedores escolares.
En 1996, Steve Jobs decía: “Había llegado a pensar que la tecnología podría ayudar a la educación. Pero llegué a la conclusión inevitable de que el problema no es uno que la tecnología pueda esperar solucionar. Lo que no funciona con la educación no se arregla con la tecnología. La cantidad de tecnología no tendrá el más mínimo impacto.” ¿Qué hubiera ocurrido con Mozart, Picasso, Aristóteles o Dante, de haber caído uno de estos dispositivos en sus manos con 8 años?
Las ventajas de la tecnología en la edad adulta son innegables. Nuestros hijos y alumnos acabarán usando las tecnologías cuando las necesiten y tienen la suficiente madurez para poder hacer uso de ellas de forma responsable y con sentido. Pero ante el entorno de cambios continuos, lo que a menudo falta en el joven usuario es el criterio, el sentido de relevancia y las certezas que le permiten entender el valor y la originalidad de la información. La verdadera preparación para un buen uso de las tecnologías reside en la comprensión del contexto, que no se desarrolla en un entorno descontextualizado como es Internet. Es la sólida formación humanística la que permitirá al joven hacer frente con sentido a la abundante información que se le ofrece en el mundo digital. Por tanto, mientras nuestros niños no hayan recibido esa formación humanística, la mejor preparación al mundo online que podamos ofrecerles se encuentra en el mundo offline. En el mundo real.
El uso continuo de la pantalla en los niños empieza ahora a crear alarma social. Se multiplican las demandas a empresas tecnológicas por el aumento del daño a la salud mental de los menores. Hay que decirlo claro y alto, la educación online no ha revolucionado la educación. Es más, muchos lamentan la bajada en los resultados académicos a raíz de la pandemia. La digitalización de las aulas es un experimento a gran escala y los padres no han estado informados de los riesgos que conllevaba esa situación. Ahora, muchos de ellos se sienten defraudados. Los que participaron en la toma de decisión de firmar contratos con grandes empresas tecnológicas para introducir las tabletas en sus aulas tienen la responsabilidad de informar acerca de los riesgos que implican sus decisiones. Difícilmente se podrá compartir la responsabilidad de esos riesgos con quienes hayan vendido los trastos.
Alegarán que vosotros, no ellos, sois los expertos en educación y se lavarán las manos. Hay que reconocer que es temerario aventurarse a convertir la tableta en un vehículo pedagógico sin evidencias contundentes a favor. Somos unos cuantos que llevamos 10 años advirtiendo de los riesgos implicados y me temo que no somos los únicos en contemplarlos: mirad las cláusulas de exclusión de responsabilidad que están en los contratos que habéis firmado con esos gigantes tecnológicos.
Si “contar es encantar”, como decía Gabriela Mistral, “conversar es acoger”, como señala el filósofo Humberto Giannini, y más aún cuando se trata de nuestros propios hijos. Y es que uno de los grandes placeres de leer es poder compartir con las personas que más queremos lo aprendido en los libros.
Uno de los regalos más maravillosos y extraordinarios que nos hacen los libros es ofrecernos la ocasión de conversar. Porque, aunque quizá sea algo que se encuentre hoy muy olvidado, los libros todavía pueden ser causa, chispa y combustible para un incendio en el corazón y en el alma, y desencadenar así un diálogo apasionado y fructífero.
Estas charlas literarias se revelan de especial importancia cuando tiene lugar entre padres e hijos. A través de ella los chicos se enriquecerán, no solo porque ampliarán los horizontes de aquello sobre lo que hayan leído, sino también porque podrán comenzar a aprender los rudimentos de lo que en su día fue considerada una de las más refinadas artes, el ars bene dicendi, el arte del bien hablar. Un arte perdido que tiene como finalidad, nada más y nada menos, que ayudarnos a estar más cerca los unos de los otros mediante el perfeccionamiento de nuestra innata y muy particular facultad del habla.
Además, por si fuera poco, conversar nos ayuda a pensar, y a hacerlo correctamente. Sabemos que el pensamiento sigue el ritmo de las palabras, en las que se encarna. Sin esa expresión exterior a través del lenguaje no reflexionaríamos, o lo haríamos mucho más deficientemente. Esta deuda del pensamiento con el lenguaje aconseja la manifestación verbal del pensamiento a través del diálogo, que es su uso más humano, pues somos seres sociales por naturaleza, como decía Aristóteles.
Por ello, en toda familia se debería instaurar, como un hábito muy sano, la costumbre de que padres e hijos hablen de sus lecturas, y lo hagan antes, durante y después de las mismas. También resulta conveniente fijar un momento para que esta charla tenga lugar; por ejemplo, antes de dormir.
Así que planifiquen estas conversaciones, improvísenlas y aprovechen cualquier excusa u ocasión para desencadenar en familia charlas que tengan por causa y razón los libros. Conversen, conversen con sus hijos sobre, ante, para, tras, durante… salvo, sin y contra, charlen con ellos de libros de la mano de todas las preposiciones, y háganlo con sensibilidad, curiosidad y… con paciencia, mucha paciencia. Les ayudará a construir o restaurar con ellos esos puentes y caminos que nunca deben faltar entre padres e hijos.
Preguntas para iniciar la conversación
Preguntas fácticas (para asegurarnos de que está entendiendo la historia): “¿Dónde vive (un personaje)?” o “¿Quién hizo (algo concreto)?”… Invitaciones a interpretar: “¿Cómo crees que se siente (un personaje)?” “¿Qué está pasando ahora?»… Invitaciones a juzgar: “¿Qué te parece lo que acaba de hacer (un personaje)?” o “¿Por qué crees que ha hecho eso o ha pasado aquello?”… Invitaciones a imaginar: “¿Qué crees que hará ahora (un personaje)?”, “¿Qué sospechas que va a pasar?”…
Artículo publicado en la edición número 67 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.
Al igual que un árbol sin raíces, ninguna nación sobrevive sin referentes históricos, pues son éstos los que unen a sus ciudadanos alrededor de un tronco común y de una identidad compartida. Precisamente por ello, los enemigos de España nos han robado sistemáticamente todo referente histórico. Entre éstos están los nacionalismos periféricos que germinaron tras la pérdida del Imperio; débiles e impopulares hasta épocas bien recientes, ellos sí son conscientes de la importancia de estos referentes, reales o inventados.
12 de mayo de 2023
Mi penúltimo artículo echaba un jarro de agua fría sobre quienes esperan que un posible cambio de gobierno frene el declive de España. En él argumentaba que las causas de dicho declive trascendían el daño causado por los vándalos que nos gobiernan hoy y apuntaba al abuso de las debilidades del régimen del 78 por parte de los partidos políticos como una de las principales causas del deterioro del país. Sin embargo, no es la única.
En efecto, otra de las razones de nuestra crisis nacional es la falta de autoestima del ciudadano español, quien, proclive a una autocrítica enfermiza y a la exaltación desmesurada de todo lo foráneo, ha interiorizado esa concatenación de falsificaciones históricas llamada “leyenda negra”. Paradójicamente, una nación milenaria cuyo Siglo de Oro fue descrito por el historiador francés Hipólito Taine como “un momento superior de la especie humana” sufre un complejo de inferioridad que le lleva a admitir el maltrato sin rechistar.
El último ejemplo ha sido un tal Petro criticando “el yugo español” la víspera de venir a España y ser aplaudido en el Congreso y recibido por el rey. Un país que se respetara a sí mismo habría reaccionado ipso facto e incluso pospuesto el viaje, pero el problema no es sólo que estemos acostumbrados a recibir desprecios sin inmutarnos, sino que parte de nuestra antipatriótica clase política opina lo mismo que el necio colombiano.
La leyenda negra
Al igual que un árbol sin raíces, ninguna nación sobrevive sin referentes históricos, pues son éstos los que unen a sus ciudadanos alrededor de un tronco común y de una identidad compartida. Precisamente por ello, los enemigos de España nos han robado sistemáticamente todo referente histórico. Entre éstos están los nacionalismos periféricos que germinaron tras la pérdida del Imperio; débiles e impopulares hasta épocas bien recientes, ellos sí son conscientes de la importancia de estos referentes, reales o inventados.
Pero el mayor daño producido a nuestra autoestima tiene su origen en una secular campaña de difamación iniciada por la anglicana Inglaterra y la calvinista Holanda en el s. XVI y XVII por razones geopolíticas y religiosas y continuada, más tarde, por la Ilustración francesa, la masonería y el ateísmo marxista. Todos ellos están unidos por su común animadversión hacia el catolicismo, pues para ellos el pecado imperdonable de España es haber sido el país católico más importante del mundo. En efecto, la fobia a la religión católica conduce a la fobia hacia España, cuya historia está tan inextricablemente ligada al catolicismo (desde el 589 d. C.) que, sin él, aquélla resulta ininteligible. Por ello, aunque es posible que España sobreviva sin su tradicional identidad católica, es seguro que no podrá hacerlo con una identidad anticatólica.
El odio al catolicismo de la extrema izquierda española quedó de manifiesto en el genocidio católico, cometido durante el Terror Rojo en los primeros compases de la Guerra Civil, cuando más de 7.000 sacerdotes, religiosos y monjas y miles de laicos inocentes fueron sádicamente asesinados en pocos meses por el mero hecho de ser católicos, la mayor persecución de cristianos de todo el mundo desde tiempos de Diocleciano.
La leyenda negra ha ido desvirtuando los grandes hitos de la Historia de España. Por ejemplo, la Reconquista ha sido desprestigiada mediante el invento de una dorada “convivencia de las tres culturas” que oculta el apartheid intermitentemente violento al que la minoría musulmana tuvo sometida a la mayoría cristiana. Asimismo, se ha querido opacar el sentido identitario-religioso de la Reconquista resaltando las luchas intestinas entre reinos cristianos que salpicaron nuestro medievo.
Otro hito despreciado ha sido la Guerra de Independencia (1808-1814), en la que Napoleón sufrió su primera derrota de manos de un ejército regular y en la que el pueblo español (con el oportunista apoyo de nuestro adversario inglés) expulsó de nuevo al invasor. Particularmente notable fue la resistencia y victoria del pueblo gallego, que diezmó a las tropas francesas. Años después, y ya en el exilio, Napoleón lamentaba que esa “maldita” guerra de España había sido “la causa primera” de su caída.
La prueba de que la aversión al catolicismo puede más que el patriotismo es que la invasión de la Francia hija de la sangrienta Revolución (fracasada, por cierto, hasta la “Tercera” República, casi un siglo más tarde), sigue siendo vista por algunos como una lucha del progreso y la razón frente al retrógrado oscurantismo católico. Este sesgo perceptivo hace la vista gorda ante la barbarie de las tropas invasoras para con la población civil y la irreparable devastación que causaron en nuestro patrimonio nacional, con tantas iglesias, monasterios, bibliotecas y cementerios profanados, saqueados, quemados y vandalizados por los ilustradísimos franceses. Dicho eso, resulta elocuente que Napoleón, tan genio como psicópata, y cuya megalomanía arrastró a la muerte a millones, pueda mantener una ostentosa tumba en los Inválidos de París sin que a ningún trastornado se le ocurra exhumarle.
La extraordinaria conquista de América
No obstante, el hito más relevante de la Historia de España ha sido el descubrimiento y conquista de América. Aun hoy causa admiración la hazaña de Colón, Cortés, Pizarro y tantos otros que, con un puñado de hombres recios, llevaron la civilización a todo un continente[1].
En efecto, cuando España llegó al Nuevo Mundo se encontró con una sociedad primitiva que no conocía el arado o la rueda (inventada 6.000 años antes) ni el arco de medio punto. Comparen la basta arquitectura precolombina con la majestuosidad de los templos griegos y romanos o la belleza de las iglesias góticas y renacentistas, los templos de Chichen Itzá con la catedral de Santa Sofía en Constantinopla o San Pedro en Roma, o el tosco arte maya con Botticelli, Tiziano o Leonardo o la perfección del David de Miguel Ángel.
¿Dónde estaban los equivalentes de Aristóteles, Séneca, Shakespeare, Cervantes o Sto. Tomás de Aquino de aztecas e incas? La realidad es que España llevó la cultura europea heredera de la filosofía griega, del Derecho romano y de la maravillosa religión cristiana a una sociedad bárbara, distópica y caníbal, en la que decenas de miles de personas eran sacrificadas anualmente mientras la mayoría de la población vivía semi esclavizada. Puede decirse que España “liberó” el continente (en acertada expresión del argentino Marcelo Gullo[2]) liderando la sublevación local contra un reinado del terror y permitiendo un salto de civilización como nunca había conocido la Historia. Naturalmente, los conquistadores no eran ángeles y cometieron abusos, injusticias y atropellos consustanciales a la naturaleza caída del hombre (¿qué conquista, qué época y qué país está libre de ellas?), pero el balance final es indiscutiblemente extraordinario.
Para España la llegada a América supuso no sólo el descubrimiento de una tierra ignota, sino “el descubrimiento de sí misma, de sus cualidades y señas de identidad[3]”. Aunque el afán de riqueza fue una realidad (en algunos casos, fruto de una ambición legítima y, en otros, de una codicia desenfrenada), España no se limitó a extraer oro y plata, sino que compartió lo mejor de sí misma. El primer hospital fundado en Méjico (el Hospital de Jesús) fue construido en 1521 y aún sigue funcionando como tal, la primera escuela se abrió en 1523, la primera Universidad en 1553 y el primer diccionario español-náhuatl se publicó en 1555.
El trato a los indios fue objeto de serios debates antropológicos y jurídicos, desde la gran Isabel la Católica, cuya humanitaria defensa de los indios es bien conocida, a las leyes de Burgos de 1512 (reconocedoras del derecho a la libertad y a la propiedad privada de los indios) y el Edicto de Carlos I en 1530, que prohibió taxativamente cualquier tipo de esclavitud. Esta legislación, precursora de los derechos humanos, fue enormemente adelantada a su tiempo, aunque no siempre la realidad en la lejana América fuera fiel al espíritu y letra de la ley.
Finalmente, y al contrario que otras potencias, los españoles se mezclaron con la población local sin prejuicio racial alguno.
Comparemos la conquista española con la inglesa
Comparen esto con lo que hizo Inglaterra y la Compañía de Indias Orientales en la India: desde 1599 y durante casi 250 años se dedicaron en exclusiva a rapiñar y saquear todo lo que pudieron sin mezclarse con la población nativa ni crear una sola escuela, hospital o universidad hasta bien entrado el s. XIX[4]. De hecho, etimológicamente la palabra “loot” (saqueo, en inglés) procede de una palabra hindi de idéntica pronunciación.
La superioridad moral de la conquista española frente a la de otras potencias europeas puede defenderse con datos concretos. Cuando Méjico se independizó en 1821 tras tres siglos de dominio español, su PIB per cápita era sólo un 25% inferior al de España (habiendo llegado a superarlo en períodos anteriores), su tasa de alfabetización era sólo un poco inferior y su esperanza de vida era muy parecida[5].
Por el contrario, cuando la India se independizó de Inglaterra en 1947 tras más de tres siglos de presencia inglesa, seguía siendo un país paupérrimo y analfabeto: su PIB per cápita era la décima parte del de Inglaterra (un 90% inferior), sólo un 12% de sus habitantes sabían leer y escribir (frente a un 95% de ingleses) y su esperanza de vida era de 32 años, frente a los 69 de Inglaterra[6].
La realidad es que los dos grandes creadores de la leyenda negra, Inglaterra y Holanda acusaron a España precisamente de lo que hacían ellos, como ya denunciara Cadalso en sus Cartas Marruecas en 1789. En efecto, con una cultura obsesionada con el dinero, ambos países se centraron en maximizar el rendimiento comercial de sus conquistas con absoluta dejación de funciones como vector de civilización o de evangelización. De hecho, sus conductas pudieron en ocasiones calificarse de genocidas (en Sudáfrica, India, Indonesia o Tasmania), como las de EEUU con la población india.
¿Cuándo volveremos a respetarnos?
Por último, cabe señalar que la Transición reforzó la duda sobre la legitimidad de nuestro pasado. En efecto, sus protagonistas identificaron la defensa de legado histórico de España con el franquismo y quisieron hacer creer que el Big Bang de nuestro país había tenido lugar el 6 de diciembre de 1978 y que ésa era la única gesta de nuestra historia que merecía celebrarse. Como atestiguó un asombrado Julián Marías, el Partido Socialista tenía ya en aquella época una visión negativa de la historia de su propio país (¿se imaginan al director del Museo Sorolla teniendo una mala opinión de la pintura de Sorolla?) y muchos líderes de la Transición provenientes de la dictadura quisieron deshipotecarse renunciando a la defensa de la verdad. Sobre cimientos tan endebles, ¿cómo pensaban los artífices del régimen del 78 que iba a levantarse una construcción sólida y duradera?
Cabe preguntarse qué significa hoy ser español. ¿De qué nos sentimos orgullosos como nación? ¿Del folclore, del fútbol, del tenis, de la comida? ¿Esto es todo? ¿De verdad no encontramos nada más profundo de lo que enorgullecernos? No debe sorprendernos, por tanto, que esta España maltratada y deprimida adolezca de una duda identitaria que es como un cáncer que nos carcome. No nos respetamos a nosotros mismos y, por tanto, no nos respetan los demás. Ni siquiera nos respeta nuestra antipatriótica clase política, que actúa como el zorro puesto a cargo del gallinero. Esto explica su abusivo parasitismo, su ignominiosa salvación política y moral de ETA (del PSOE y PP por igual) cuando ésta había sido derrotada por la Guardia Civil o la sospechosísima subordinación de Sánchez a Marruecos, hecho que sólo ha encontrado un amortiguado impacto mediático y el bostezo de la vaga oposición. ¿Cuándo volverás a respetarte a ti misma, España? ¿Cuándo te verás en el espejo como realmente eres?
[1] Imperiofobia, Mª Elvira Roca Barea, Siruela 2016, y Fracasología, de la misma autora, Espasa 2019
[2] Madre Patria, Espasa 2021, y Nada por lo que pedir perdón, Espasa 2022
[3] La Maravillosa Historia del Español, de Francisco Moreno Fernández, Instituto Cervantes 2017
[4] The Anarchy, del historiador escocés W. Dalrymple, Bloomsbury 2019
[5] The World Economy: Historical Statistics, Angus Maddison 1998.
[6] Global life expectancy by region 1820-2020 | Statista
EDUCACIÓN
Llevo impartiendo clases en la universidad cerca de 25 años, dos de ellos en la Universidad Complutense de Madrid y el resto en la Universidad de Granada. Por mis clases han pasado directivos de grandes empresas que tenían más o menos mi edad cuando les di clase y otros que, en sus generaciones respectivas, han ido ganándose un puesto en la sociedad gracias a su formación y a su esfuerzo... Hoy me dedico a engañar más que a enseñar. Me explico a continuación.
Llevo impartiendo clases en la universidad cerca de 25 años, dos de ellos en la Universidad Complutense de Madrid y el resto en la Universidad de Granada. Por mis clases han pasado directivos de grandes empresas que tenían más o menos mi edad cuando les di clase y otros que, en sus generaciones respectivas, han ido ganándose un puesto en la sociedad gracias a su formación y a su esfuerzo.
La primera asignatura que impartí fue en el curso 1997/98. Era Dirección Estratégica de la Empresa (sigo aún impartiéndola), entonces del plan antiguo de 5 años de Económicas y Empresariales. Tenía matriculados 524 alumnos en cada grupo. Era imposible distinguir las caras de los que se sentaban atrás en aquellas gigantescas aulas del Pabellón de Tercer Curso de la UCM. Eso sí, las aulas estaban llenas. Algunos alumnos se tenían que sentar en las escaleras porque no cabían.
En las horas de tutoría, los alumnos hacían cola en la puerta de mi despacho. Responder todas las consultas, curiosidades, dudas… era tan agotador como satisfactorio. Las constantes preguntas de los estudiantes en clase me obligaban a llevar la materia muy preparada. Yo ya tenía 25 años y no recuerdo estudiar más que entonces.
La asignatura era dura y las preguntas de desarrollo configuraban exámenes que duraban horas. Era imposible corregir todo aquello en menos de diez días. Las revisiones eran complejas (sobre todo para los que estaban entre el 4 y el 5).
Todo lo anterior es tan sólo un eco del pasado.
Hoy me dedico a engañar más que a enseñar. Me explico a continuación.
Los grupos hoy son de unos 50 alumnos, de los cuales raramente viene a clase más de un 30%. Los que vienen, lo hacen en su mayoría con un portátil y/o un teléfono móvil que utilizan sin ningún resquemor durante las horas de clase. Las caras de los alumnos se esconden tras las pantallas. De hecho, me sé mejor las marcas de sus dispositivos que sus rasgos faciales. Es raro que alguien pregunte, por mucho que se les incite a hacerlo. Quince minutos antes de que acabe la clase ya están recogiendo sus cosas, deseosos de salir.
Cada vez me siento más como un profesor del instituto de una serie mediocre de los 80 que como un catedrático. A menudo tengo que callarme porque el rumor generalizado se extiende por el aula y me da vergüenza mandar callar a universitarios constantemente. He separado a gente para que no hablen entre ellos, he expulsado alumnos del aula y me he llegado a marchar de clase ante el más absoluto desinterés.
Soy consciente que para vosotros, soy sólo un estímulo más que compite con las redes sociales y el vasto imperio de internet. Evidentemente, soy más aburrido que un video de influencers de Tiktok.
Como respuesta a este panorama y, siguiendo las cambiantes normativas universitarias (siempre peores que las anteriores), los profesores hemos tomado cartas en el asunto con las siguientes medidas:
El nivel de la asignatura ha bajado. Impartimos menos temas de manera mucho más superficial.
Hacemos parciales tal y como establece la evaluación continua para tratar de aprobar a un mayor número de alumnos, pues un número de suspensos superior, a lo que la universidad establece como límite, conlleva una sanción que influye en el presupuesto del departamento, esclavizado a través del denominado contrato-programa.
El nivel de los trabajos y presentaciones de los alumnos no pasaría, en su mayoría, los estándares del teatrillo de Navidad de primaria. Pero eso, para nosotros es más que suficiente para poner un 5.
De este modo, cumplimos el contrato-programa, el departamento es feliz, la universidad es feliz, nuestros alumnos aprueban, creen que saben algo y son felices y nosotros languidecemos ante la triste realidad.
Por eso, te digo que me dedico a engañarte, querido alumno/a. Vives en una mentira que nosotros edulcoramos. Por eso, es mejor que si quieres seguir viviendo en tu burbuja, mientras puedas, no sigas leyendo, ya que voy a contar lo que hay detrás de Matrix.
Bueno, si sigues leyendo, lo haces bajo tu propia responsabilidad. No digas que no te advertí. Aquí van algunas realidades que no te van a gustar:
Te faltan habilidades básicas indispensables en estudios superiores. No tienes capacidad de expresión. Tu vocabulario es muy básico y se limita a verbos débiles (hacer, ser, estar) en lugar de específicos como desarrollar, evolucionar, ampliar, …
Por ello, cuando entregas un trabajo o haces una exposición de un texto que has copiado de Wuolah, El rincón del vago u otros, donde plantas frases como «considerando la posibilidad de articular el concepto de selección adversa con las bases teóricas de la economía de las organizaciones…», sé de sobra que no lo has escrito tú porque, para más INRI, cuando te pregunto en clase sobre el significado de esa frase, no sabes qué contestar.
Por supuesto, al exponer en clase, la frase del punto anterior la has leído literalmente de tu móvil, del que no despegas los ojos aún enfrente de tus compañeros, y la has colocado en una transparencia de Powerpoint cuyo diseño en 1995 ya estaba obsoleto. El resto de tu presentación se limita al «efecto karaoke», leer los interminables párrafos que has cortado y pegado.
No sabes estar. Sí, estar. Balbuceas, te encorvas, no fijas la mirada, llevas una o las dos manos en los bolsillos, vienes a una exposición en chándal o con leggins… No te dignas a respetar la institución milenaria que te acoge y que se llama universidad. No entiendes lo que eso significa y tampoco tienes ningún interés en saberlo.
Si tu expresión es limitada, tu escritura lo es más. Se nota que ya no se hacen dictados en educación secundaria. Caso aparte merecen los alumnos que no hablan español y no comprendo que hacen ocupando un asiento, especialmente aquellos provenientes del país creador de Tiktok.
Jamás hubieras superado esta asignatura hace 10 o 20 años. De hecho, de tu clase, no más de 10 personas seguirían admitidas en estos estudios. Te lo dice un licenciado que acabó dos titulaciones en la Universidad Carlos III de Madrid donde tras 4 convocatorias suspensas de una asignatura, ibas a la calle.
Tu nivel de lenguas extranjeras es nulo. Doy clases en un Máster íntegramente en inglés donde apenas hay españoles y el nivel de los estudiantes extranjeros es infinitamente superior. De hecho, el máster es lo único que alimenta mi motivación a enseñar.
Las habilidades blandas brillan por su ausencia. ¿Liderazgo, resiliencia, trabajo en grupo? Son básicas para cualquier empleo. Cuando me escribes un email para decirme que te has peleado con tus compañeros de grupo o envías a tu madre a una revisión de exámenes, mi perplejidad no cabe en mi persona. Hace años que no recomiendo a ningún alumno para ninguna empresa.
Vives anestesiado por las redes sociales. ¿Te crees que no me entero? Mientras doy clase veo tu cara de soslayo tras la pantalla con risitas y yo sé que explicar la cadena de valor de la empresa es de todo menos gracioso. No estás en clase, estás en Instagram. Pero yo me hago el tonto y miro para otro lado.
Estos puntos son sólo la cima del Iceberg. Los profesores estamos hartos de formarnos en técnicas docentes multidiversas y de pelajes exóticos para motivar al alumnado. Lo que está claro es que si tú, estudiante, no tienes interés, yo no puedo plantarlo en ti. Pero sí puedo hacerte creer que vales, aunque sepa que es mentira. Me he convertido en un experto en hacerlo porque el sistema me lo exige y cumplo. Y rezo por que esto sólo me ocurra a mí, y como mucho en mi facultad, pero no ocurra en Medicina o Ingeniería de caminos, sobre todo cuando cruce un puente o, Dios no lo quiera, esté en la camilla de un quirófano.
Podemos echarle la culpa a la universidad pública y tiene bastante, pero no toda. «Si quieren calidad, que se vayan a la privada», he escuchado por ahí. Y los números van apuntando en esa dirección. Quizás, el pago de una matrícula de cuatro ceros aumente la motivación en lugar de las irrisorias tasas académicas públicas. Puede que la universidad pública reaccione cuando la privada le coma la tostada, cosa que está haciendo muy bien.
No obstante, mis evaluaciones docentes son muy buenas y las he publicado. Pero no soy una excepción. Cuando hablo con compañeros coinciden con mi visión. Escribir esto es arriesgado y es más cómodo callar y obrar. Lo entiendo perfectamente, patada y al área es la actitud mayoritaria.
No quiero terminar exponiendo un problema sin dar soluciones. Las hay. Pero para ello, hay que romper el paradigma en que estamos sumergidos y ser muy valientes. He aquí algunas propuestas incómodas:
No somos todos iguales. Hay estudiantes con vocación e interés eclipsados por la mediocridad imperante. Centrémonos en ellos. La universidad es para formar a las élites intelectuales. Antes de que me llaméis facha, esa frase es del insigne Gregorio Peces-Barba, mi rector cuando estudiaba en la Universidad Carlos III, padre de la Constitución y socialista de los de verdad (cómo han cambiado las cosas). La Formación Profesional forma grandes profesionales que no han de ser universitarios.
Devolvamos al profesorado universitario las competencias perdidas como autoridad intelectual a la hora de diseñar planes de estudio, modelos de enseñanza y currículum. No podemos esperar dos años a que la ANECA dé el visto bueno a una modificación de los planes de estudio. El mundo cambia demasiado rápido para seguir impartiendo contenidos obsoletos.
Reforcemos las capacidades básicas en enseñanzas no universitarias: Enseñar a pensar, a enfrentarse a obstáculos, a expresarse, a tener modales, a leer y escribir bien en español e inglés, a tener tolerancia a la frustración y, sobre todo, a buscar la superación constante.
Eliminemos cualquier rastro de gadgets tecnológicos en la enseñanza (lo que incluye ordenadores portátiles). Darle un Chromebook a un niño de 10 años es como darle una cuchilla de afeitar a un bebé. SEÑORES TECNO-PROGRES LEAN ESTO POR FAVOR: Cruzar un puente no te hace ingeniero de caminos, de la misma manera que tener un ordenador no te hace nativo digital. Mis alumnos no saben, en su mayoría, elaborar un Excel o dar formato a un texto en Word. Las TICs a edades tempranas sólo sirven para distraer. La plasticidad neuronal se desarrolla con lápiz y papel, no con la dictadura de los teclados.
Hacer sentir a los chavales orgullosos de quienes son y donde están, con admiración hacia lo que les rodea y hacia otras culturas. Fomentar la curiosidad innata y el respeto. Crear descubridores y jamás plantar la semilla del odio o la desolación. Huir de los nacionalismos, siempre manipuladores y huir de los populismos, de cualquier cosa negativa que acabe en ismo. La mente de un niño es sagrada.
Fomentar la cultura de la competición y la colaboración en todo tipo de enseñanzas. El esfuerzo conlleva recompensa, a veces a largo plazo. Los mejores serán premiados y los peores se quedarán fuera de juego y, si quieren volver a entrar tendrán que esforzarse más, o bien, centrarse en otro juego, esto se llama flexibilidad académica. Si tu hijo es malísimo en matemáticas, pero le encanta tocar la guitarra, quizás tengas que ponerle un profesor particular en guitarra y no en mates. Y el sistema ha de aceptar esto. Saquemos lo mejor de cada individuo.
Con 18 años no sabes, salvo que tengas una vocación innata, que es lo que quieres estudiar (yo no lo sabía, pero tuve suerte al elegir). Flexibilicemos los primeros años universitarios y de FP. Las titulaciones no han de ser bloques de cemento. ¿Empiezas Informática y no te gusta? Hagamos pasarelas. Implantemos el major y el minor como en EE. UU. Que una mala decisión no frustre una vida.
En fin, querido estudiante, esto es lo que hay. Quizás seas la excepción a todo lo escrito, ojalá sea así, pero los números me dicen que las probabilidades son inferiores al 10%. En todo caso, no busques la solución en el estado, ni en los sindicatos, ni en los cantos de sirena de los -ismos, ni en las redes sociales. La solución está en ti. Si tú cambias, el mundo cambia.
Y si no quieres cambiar, no te preocupes, te seguiremos engañando, haciéndote creer que lo estás haciendo muy bien.
Son las experiencias nuevas, agradables o dolorosas, las que más perspectivas y novedades nos abren en la vida, las que más nos permiten la maduración o el cambio. Por ello, en el método del acompañamiento, un momento clave radica en la promoción de experiencias en el presente que permitan cambios profundos y una nueva autocomprensión.
La niña observaba cómo una mariposa, dentro del capullo, forzaba la salida intentado rasgarlo con sus patas. Impaciente y para ayudarle en ese trance vital, le facilitó la salida. La nueva mariposa con las alas plegadas andaba torpe sobre la mesa. Horas después, la niña decidió de nuevo ayudarla posándola sobre el alfeizar de la ventana desde donde la empujó a volar. Extrañamente fue incapaz de levantar el vuelo y cayó al suelo como cualquier objeto. La niña, llorosa, acudió a su abuelo, quejándose de que su mariposa estaba enferma. Tras escucharla, el anciano le explicó lo que había pasado: para salir del capullo, la mariposa debe frotar enérgicamente sus patas. Este esfuerzo bombea la sangre de su corazón y la presión de la misma alcanza hasta las alas que logran así desplegarse para realizar su misión natural, volar. Al no haber recibido esta presión sanguínea por la ausencia de esfuerzo, evitado con la mejor de las intenciones por la niña, a la mariposa se le habían atrofiado los instrumentos necesarios para poder volar.
Me da la impresión de que esta anécdota refleja en gran medida el drama de la educación actual. Los educadores, empezando por las familias —madres, padres, abuelos, etc.— y siguiendo por la escuela —profesores y administración— estamos, con la mejor de las intenciones, atrofiando a los niños y jóvenes de hoy; dando, así, pie a una generación blandita.
Apenas hace unas décadas, el éxito de la educación consistía en conseguir formar jóvenes con carácter. Hoy esta palabra, simplemente asusta. Tener carácter no significa, ni ahora ni entonces, ser terco y egoísta, sino tener principios e ideas claras, voluntad firme de alcanzar la metas propuestas, alegría contagiosa y capacidad de liderazgo siempre al servicio de los demás. En esta tarea se podía fracasar por distintas causas, pero en muchos casos ninguna de ellas frenaba una voluntad decidida para conseguir las metas propuestas. Muchísimos de los científicos, deportistas o líderes morales no serían tales sin ese esfuerzo superador.
Sirva como ejemplo el campeón mundial de tenis Rafa Nadal. Su tío y entrenador personal, Toni Nadal, ha escrito un libro muy recomendable: «Todo se puede entrenar». En él afirma sin complejo que, más allá de la preparación técnica, lo indispensable es la formación del carácter.
La vida no es más que una competición en la que los educadores debemos entrenar, pero competir solo puede hacerlo el alumno, contra las dificultades y limitaciones internas y externas. Para ello, más que los conocimientos y habilidades instrumentales, —nuevas tecnologías, idiomas, títulos, destrezas, etc.— lo que importa es tener los principios claros, la fortaleza emocional necesaria para superar las dificultades y ser capaz de revertir las derrotas.
Por contraste, me viene a la mente el diálogo oído en el patio de un colegio de primaria, en el que una madre cuenta cómo a su hija, de apenas ocho años, la profesora la ha castigado mandándole escribir veinte veces la frase «no hablaré en clase». La madre animaba a su hija —que se resistía al castigo— con la promesa de que ella le ayudaría escribiendo alternativamente —madre e hija— la susodicha frase. No es de extrañar que algunas madres se encarguen también de hacer los deberes de los hijos, y otros actos que suponen anular la capacidad de superación, aprendizaje y maduración de sus propios hijos. Si hasta la corteza del pan de molde es demasiado dura para los adolescentes, según descubrieron los americanos, a los cuales hemos imitado, ¿qué podrán hacer frente a las durezas inevitables de la vida?
El propio sistema educativo se encarga, de forma obsesiva, de suprimir la disciplina y de atraer la cada vez más escasa capacidad de atención de los jóvenes con metodologías lúdicas, divertidas. Cualquier fracaso es atribuido a agentes o factores externos: las condiciones sociales, la metodología, la exigencia de los deberes, etc., cuando no a algunas «modernas enfermedades», con carácter casi epidémico que no son más que problemas conductuales elevados a patológicos, tal como están denunciando las autoridades médicas. Jamás se plantea si la causa se debe a la falta de colaboración por parte del alumno, lo que toda la vida se ha llamado esfuerzo, trabajo, capacidad de sufrir clavando los codos, etc. No busquen estas palabras en los programas de los partidos políticos ni en la programación de la enseñanza actual. La culpa es siempre externa, la responsabilidad personal no existe de acuerdo con estos parámetros. No es de extrañar que, en la sociedad actual, con los adultos cada vez más infantilizados, ocurra lo mismo.
La consecuencia es que estamos criando una generación blandita que no tiene tolerancia a la frustración y, por lo tanto, propensos a una patología generacional por no haber aprendido a sufrir, asignatura pendiente —prohibida diría—. Pero la ausencia de esa asignatura no evita el sufrimiento sino que lo incrementa de modo alarmante como lo demuestran los siguientes datos: las consultas psiquiátricas están llenas de adolescentes por problemas neuróticos, en buena medida de origen conductual; aumenta el número de suicidios entre los jóvenes, así como el consumo de ansiolíticos para paliar las consecuencias —no las causas— de una ansiedad generacional, y un largo etcétera. Aunque, siendo prudentes, no podemos achacar todo a una falta de tolerancia a la frustración, pero sin duda tiene mucho que ver.
Educar en la vida es decir muchas veces no a los deseos incesantes del niño o joven. Es mostrarle que no es el mejor ni tiene derecho a todo. Pero también es enseñarle que hay muchos aspectos en que él es único y que puede ser mejor, si logra superarse renunciando a placeres inmediatos para conseguir logros duraderos.
Los beneficios de saber decir no y de saber superarse son muchos: aprender a valorar lo que se tiene, ser agradecido con lo que se recibe, saber esperar el momento oportuno, no temer al fracaso, ser más tolerante con los demás, superar las dificultades y sobre todo, la felicidad que ello conlleva.
Me lo explicó de forma sintética un maestro y amigo al comienzo de mi carreta profesional: «Hay dos tipos de maestros: los que suspenden a sus alumnos, si es necesario, para que aprueben la vida, y los que los aprueban para no tener problemas y que sea la vida quien los suspenda. El maestro que ama a los alumnos es el primero que sabe dar disgustos y llevárselos».
Dejemos volar a los jóvenes, no se lo impidamos quitándoles la oportunidad de superarse.
Juan Antonio Gómez Trinidad. Revista Estar
La dificultad tal vez más profunda en tiempos de “emergencia educativa” es la falta de certezas acerca de qué es lo nuclear en el ser humano y de lo que constituye su horizonte de plenitud. En la raíz de esta crisis de la educación -bastantes indicadores lo confirman- hay una crisis de confianza en la vida: se hace difícil transmitir de una generación a otra algo cierto, reglas válidas de comportamiento, objetivos creíbles en torno a los cuales construir la propia vida.
La dificultad tal vez más profunda en tiempos de “emergencia educativa” es la falta de certezas acerca de qué es lo nuclear en el ser humano y de lo que constituye su horizonte de plenitud. En la raíz de esta crisis de la educación -bastantes indicadores lo confirman- hay una crisis de confianza en la vida: se hace difícil transmitir de una generación a otra algo cierto, reglas válidas de comportamiento, objetivos creíbles en torno a los cuales construir la propia vida.
Abilio de Gregorio advertía sobre las secuelas educativas de esta ceguera presente en una mentalidad que duda del significado de la verdad y del valor mismo de la vida: “De esta incertidumbre se sigue que no exista una conciencia clara y compartida de la diferencia entre lo justo y lo injusto, entre el bien y el mal. Y así, en la postmodernidad proliferan el ”pensamiento débil”, las conductas frágiles, el hombre light egoísta, desorientado y sin respuestas de valor ante un mundo carente sentido.”
Recordaba Víktor E. Frankl que quien tiene un para qué, puede encontrar y soportar el cómo. Pero en la mentalidad dominante y en una educación que es su espejo se ha renunciado al planteamiento de los fines que sustentan y dan orientación a la existencia humana. Este “nihilismo acerca de lo esencial”, apuntaba el psiquiatra vienés, ha llevado al “vacío existencial” que prolifera de manera alarmante en nuestras sociedades y conduce a una desconfianza en el sentido y el valor de la vida.
La OMS viene advirtiendo de que la salud mental de la población mundial es frágil y que esa tendencia podría cambiar solo si los gobiernos implementaran "medidas transversales de atención al sufrimiento mental y emocional de los jóvenes". Hoy preocupa a padres y educadores que desde 2019 el suicidio es la principal causa de muerte de los adolescentes en España, se apela a "alfabetizar en salud mental y psicológica" a la comunidad escolar, a las familias y a los sanitarios de atención primaria y se piden planes de prevención del suicidio.
Y bien está. Pero si la vida como tal no se percibe como algo valioso sino como una fuente de problemas y complicaciones, si vacilan los cimientos y fallan las certezas esenciales, y si la educación está contagiada de este relativismo nihilista, es probable que tales medidas se queden en los síntomas y no apunten a lo esencial. Frankl insistía en que “la educación ha de tender no solo a transmitir conocimientos sino también a afinar la conciencia moral.” Y es que solo una esperanza fiable puede ser el alma de la educación, como de toda la vida.
En un libro homenaje titulado Hablando con el Papa. 50 españoles reflexionan sobre el legado de Benedicto XVI. (Planeta, 2013), el tenista Rafael Nadal afirmaba: “Con un estilo de vida tan egoísta como el que nos hemos creado es complejo enseñar hoy a un niño o a una niña cuáles son las cosas que importan en la vida (…) En un mundo lleno de incertidumbre y cargado de apariencias, donde impera lo zafio y muchos jóvenes buscan fama, notoriedad y dinero de forma rápida, la educación se convierte necesariamente en un asunto de singular trascendencia para garantizar una vida basada en valores.
Andrés Jiménez Abad
(Publicado en el semanario La Verdad el 16 de septiembre de 2022)
Son las experiencias nuevas, agradables o dolorosas, las que más perspectivas y novedades nos abren en la vida, las que más nos permiten la maduración o el cambio. Por ello, en el método del acompañamiento, un momento clave radica en la promoción de experiencias en el presente que permitan cambios profundos y una nueva autocomprensión.
Si a un guitarrista especialista en jazz se le propone la lectura e interpretación de partituras de Bach (de modo especial, las obras para laúd) es más que probable que descubra un nuevo mundo, que tenga una experiencia que conmueva su propia visión interna no sólo del jazz sino de la música. Así, sin necesidad de asistir a un curso de armonía, de técnicas de fingerstyle o de interpretación musical, la experiencia de primera mano le abrirá con fuerza una nueva perspectiva que se traducirá en una nueva forma de hacer e interpretar la música.
En general, son las experiencias nuevas, agradables o dolorosas, las que más perspectivas y novedades nos abren en la vida, las que más nos permiten la maduración o el cambio. Por ello, en el método del acompañamiento, un momento clave radica en la promoción de experiencias en el presente que permitan cambios profundos y una nueva autocomprensión.
El médico y psicoanalista húngaro Franz Alexander proponía la “experiencia emocional correctiva”, según la cual en un proceso terapéutico o de sanación no resulta necesario sacar a la luz todos los sentimientos reprimidos, ni remover toda la historia dolorosa. Es cierto que el pasado ha posibilitado el presente, pero las situaciones que me afectan, las encrucijadas, las necesidades, las heridas, los procesos biográficos, siempre los vivo en presente.
Por eso, según Alexander, es promoviendo experiencias afectivas alternativas como puedo cambiar las anteriores. Al explicar esto, Waztlawick, en El arte del cambio, propone a modo de ejemplo el pasaje de Los Miserables de Víctor Hugo en el que Jean Valjean roba diversos objetos en casa de un obispo. Cuando, tras ser cogido por la policía, es conducido a casa del obispo para verificar que los objetos robados son del prelado, éste afirma que Jean es su amigo y que se había dejado dos candelabros más, quedando de esta manera en libertad. Lo que la actitud del obispo produjo en Jean Valjean no fue una reestructuración cognitiva sino una experiencia profunda, una metacardia.
Esta metacardia, que lleva a un nuevo tipo de vida, puede proceder del encuentro con otro, de la lectura de un libro, de haber sido perdonado, de haber sido amado incondicionalmente…
Sin ser el único tipo de ejemplo posible, un paradigma de este tipo de experiencias las tenemos en las conversiones religiosas (que siempre son transformaciones biográficas). Así, Edith Stein cambia de vida radicalmente tras la lectura, de un tirón, de la Vida de Santa Teresa o Julien Green transformó su vida tras leer un libro de Santa Catalina.
Otras veces estas experiencias transformadoras nos ocurren cuando nos encontramos a alguien significativo, como les ocurrió a Jacques y Raissa Maritain con Leon Bloy; o a partir de una larga reflexión por amor a la verdad, como les sucedió a Agustín de Hipona, a Newman, a Chesterton o a García Morente. También pueden venir de la mano de una larga enfermedad, como fue el caso de Ignacio de Loyola. Incluso, tras experimentar directamente la sanación milagrosa de una enfermedad terminal, como sucedió con Alexis Carrel.
Todas estas son tipos de experiencias que conmueven los cimientos de la identidad y el argumento vital desde dentro.
Xosé Manuel Domínguez Prieto
Incorporamos la colaboración del Maestro Andrés Jiménez Abad que desde su blog La mirada abierta al ser nos propone cada semana una reflexión sobre temas educativos.
El filósofo español Xavier Zubiri escribe que los sofistas pretendieron “formar a los nuevos hombres de Grecia desentendiéndose de la verdad”. Ciertamente, Atenas había enfermado de relativismo y de individualismo, en gran medida por la labor educativa sembrada por los sofistas. Cada cual buscaba pragmáticamente su provecho y medro particular sin atender al bien común. Y como ocurre invariablemente en tiempos de relativismo, los más perjudicados son siempre los más débiles.
Consciente de lo que estaba ocurriendo, un modesto alfarero llamado Sócrates, decidió entonces dedicar todo su tiempo a salir por las calles y plazas de Atenas para dialogar amistosamente con sus paisanos, invitándoles a reflexionar sobre lo que diferencia al bien del mal y lo que hace bueno a un ciudadano. Hizo suya la sentencia délfica “conócete a ti mismo” y con sus inteligentes preguntas dejaba a menudo en evidencia a muchos poderosos y falsos maestros, que finalmente no dudaron en acusarlo injustamente de corromper a la juventud hasta conseguir su condena a muerte.
Escribe su discípulo Platón que cuando Sócrates fue conminado por la asamblea de los jueces a abandonar su actividad, respondió: “Atenienses, os respeto y os amo; pero obedeceré a Dios antes que a vosotros y, mientras yo viva, no dejaré de filosofar, diciendo a cada uno de vosotros cuando os encuentre: ‘Amigo, ¿cómo no te avergüenzas de no haber pensado más que en amontonar riquezas, en adquirir crédito y honores, en despreciar los tesoros de la verdad y de la sabiduría, y de no trabajar para hacer tu alma tan buena como pueda serlo?’. Toda mi ocupación es trabajar para persuadiros de que antes que el cuidado del cuerpo y de las riquezas, está el del alma y su perfeccionamiento; y no me cansaré de deciros que la virtud no viene de las riquezas sino que, por el contrario, la riqueza auténtica es la que viene de la virtud, y que es de aquí de donde nacen todos los demás bienes para la ciudad y para vosotros mismos.” (Apología de Sócrates)
Para Sócrates, la verdadera educación no consistía en adiestrar al hombre en el manejo de ciertas habilidades retóricas o sociales para alcanzar el éxito y el poder a cualquier precio, sino en lo que él llamaba el “cuidado del alma”, es decir, en buscar el conocimiento de la verdad y del bien y en el ejercicio de una vida conforme a la virtud. Llega incluso a afirmar y mostrar con su ejemplo de vida que es preferible padecer una injusticia a cometerla.
Su magisterio iluminó principalmente a sus discípulos Platón y Aristóteles, a través de los cuales pervive como uno de los principales maestros de la cultura occidental, al proponer la búsqueda sistemática de la verdad como forma de vida y el respeto hacia el orden moral como cimiento de una sana ciudadanía.
Lamentablemente, no parece este nuestro caso. Como el propio Xavier Zubiri añadía, “hoy estamos innegablemente envueltos en todo el mundo por una gran oleada de sofística”. El relativismo y el pragmatismo de nuestros días reclama también un replanteamiento de la tarea de educar que tenga como centro la dignidad personal del ser humano y su vocación a la verdad, el bien y la belleza. Necesitamos a Sócrates.
Por Andrés Jiménez Abad. (Publicado en el semanario La Verdad el 17 de junio de 2022)
Dos escenas. La primera en una gran ciudad: numerosas personas, hombres y mujeres, pocas personas mayores, tal vez por temor a ser arrollados, algunos niños incluso...
Dos escenas. La primera en una gran ciudad: numerosas personas, hombres y mujeres, pocas personas mayores, tal vez por temor a ser arrollados, algunos niños incluso en brazos de sus padres. Todos corren por las numerosas escaleras que conducen hacia el vagón de Metro. Una vez dentro, los pasajeros se aíslan mediante auriculares y pantallas de teléfonos que cambian incesantemente sus mensajes. Llegados a su destino, de nuevo una carrera para llegar a no se sabe dónde.
Esa escena habitual en las grandes urbes puede ser la imagen más exacta de la sociedad actual. La vida se ha acelerado. Los personajes de cualquier ámbito: político, social o cultural son efímeros. Las películas, series o libros tienen fecha de caducidad. No sé si quedarán clásicos que soporten el paso del tiempo y que sigan siendo contemplados por las nuevas generaciones.
Lo malo es que esas mismas prisas han invadido como por osmosis nuestras vidas de tal modo que parece que hemos perdido el control. «No me da la vida», «es que no tengo tiempo», solemos oír con frecuencia, manifestando con tales expresiones la falta de control sobre lo más importante. Es como si estuviésemos siempre aplazando lo importante empujados por lo urgente. En el fondo, lo terrible es dar respuesta a la siguiente pregunta: ¿Para qué corremos?
El problema es que nos hemos quedado sin tiempo, porque hemos perdido el control de nosotros mismos: no somos dueños de nosotros, de nuestras vidas y buscamos mil excusas para justificarlas. «Mi papá me da todo lo que le pido…, pero no tiene tiempo para estar conmigo», decía con pena un niño. Un resumen ingenuo, pero acertado, de la sociedad actual.
Puede que los minutos que se ganan con tantas prisas, luego se pierdan tontamente. No hay sensación de plenitud, sino de evasión permanente con ocupaciones o entretenimientos que nos impiden el encuentro con uno mismo, con los seres queridos o con lo que de verdad importa.
La segunda escena trascurre en las afueras de un pueblo. Noche de verano: varias personas rodeadas de niños y jóvenes, en lo que parece una cierta reunión familiar yacen tumbados boca arriba contemplando el cielo estrellado. Sin referencias externas parecen colgados frente a una cúpula semiesférica con millones de estrellas. Intentan reconocer algunas constelaciones, contemplan la inmensidad y la belleza del firmamento.
La reflexión de los adultos acompaña la percepción de lo que ven. Algunas de las estrellas visibles ya han desaparecido, sin embargo, su luz nos sigue iluminado. Los miles de años que ha tardado en llegar a nosotros ese rayo de luz nos habla de su lejanía y de nuestra insignificancia. Somos menos que un parpadeo en la historia del universo y, sin embargo, los únicos seres capaces de contemplarlo y darle sentido. Este grupo, guiado por los adultos, saben miran y ver.
No hay prisas ni precipitación porque la contemplación es la mirada amorosa de las cosas y de las personas. Admirar, preguntar, entender, amar, gozar. Como se dice en la película «Canción de Cuna»: Saber mirar es saber amar.
Esta segunda escena corresponde a un momento de las vacaciones veraniegas, como habrá podido intuir el lector. Es el tiempo que las personas tenemos para nosotros mismos. Algunos incluso prescinden del reloj como signo de una nueva forma de entender y vivir el tiempo.
Hace ya dos mil quinientos años los griegos, a los que debemos entre otras cosas que nuestra vida sea racional y que prefiramos la democracia a otros regímenes, nos enseñaron que todos tenemos el mismo tiempo, pero no la misma forma de usarlo. Por un lado está el neg-ocio, es decir el tiempo que hay que dedicar a ganarse la vida, reflejada en la primera escena de este artículo.
Por está el ocio, el tiempo que tenemos para disfrutar de la vida, de esa oportunidad única que se nos ha regalado, para dedicarse a uno mismo, y a lo que de verdad importa: el crecimiento como persona, no como ser productivo.
El tiempo más prolongado de ocio son las vacaciones. Tiempo para descansar pero también para aquello que la vida ordinaria nos impide hacer: tiempo para nosotros mismos, para cuidarnos y cultivarnos, física, mental y espiritualmente. Tiempo para el conocimiento de los demás, empezando por los más próximos. Conversaciones serenas con los hijos o con los padres. Tiempo para conocer lo mejor de los mejores a través de la lectura o relectura de obras que siguen diciéndonos mucho acerca de la vida, del mundo y de los valores. Tiempo para contemplar el mundo que nos rodea, empezando por la naturaleza, el mar, la montaña, el amanecer —ese tiempo en que la tierra parece recién lavada— o el anochecer, el momento en que la paz inunda la tierra invitando a fundirse con la naturaleza.
Tiempo para poner orden en nuestras vidas: volver a encontrar el norte y saber qué queremos ser y, en consecuencia, qué debemos hacer. No debemos admitir como epitafio de nuestra vida lo que está escrito en un cementerio francés: «Aquí yace un tonto que salió de este mundo sin saber a qué había venido».
Las vacaciones son una oportunidad de vivir intensamente como persona. Es el momento también para el encuentro y la contemplación de Aquel al que debemos todo: el bien, la verdad y la belleza que subyace en cada una de las acciones y objetos antes mencionados.
Como suele decirse es el momento de cargar las pilas, no solo las físicas. Pero, sobre todo, es el momento de afinar el rumbo para que el recorrido que luego hemos de hacer con esas energías renovadas tenga sentido.
Por Juan Antonio Gómez Trinidad -Revista Estar. agosto/2018
Desde 2012, el matemático alemán Andreas Schleicher, director de Educación de la OCDE, recorre Europa para promover las claves del éxito educativo. Un éxito imposible de alcanzar sin los valores que afianza la asignatura de Religión, como señaló en el reciente Encuentro Iberoamericano de Profesores de Religión, organizado en Madrid por el Grupo SIENA con el apoyo de Misión.
Entre otras medidas muy contestadas por la comunidad educativa, la nueva ley de educación en España avanza hacia el final de la asignatura de Religión, al dejarla sin alternativa ni valor académico. ¿Qué importancia tiene esta materia en el currículo escolar?
Si la sociedad no construye cimientos debajo de las personas, muchos tratarán de construir muros, sin importar hasta qué punto eso sea autodestructivo. Por eso, uno de los retos más difíciles de la educación moderna es incorporar valores en la educación. Los valores siempre han sido fundamentales para educar, pero tienen que dejar de ser aspiraciones implícitas para ser metas y prácticas educativas explícitas. Solo eso nos permitirá pasar de los “valores de situación”, es decir, “hago lo que la situación me permita hacer”, a valores sostenibles, que generan confianza, lazos sociales y esperanza. Y la enseñanza de la Religión puede ser uno de los caminos para lograr ese objetivo.
Entonces, cultivar la dimensión trascendente en el colegio, ¿aún tiene sentido para formar a las nuevas generaciones?
Tiene sentido, porque para que las personas aprendan y se desarrollen necesitan formarse en algunas competencias clave: en la verdad, que es el ámbito del conocimiento y del aprendizaje; en la belleza, que es el ámbito de la creatividad, de la estética y del diseño; en el bien, que es el reino de la ética; en lo justo y ordenado, que es el terreno de la vida política y cívica; y en lo sostenible, que es el ámbito de la salud física y natural. Y la enseñanza de la Religión centra esos aspectos.
Además de conocer un credo, ¿qué otros conocimientos desarrolla la clase de Religión?
Los más importantes: ayudar a las personas a aprender a vivir consigo mismas y con otras que son diferentes a ellas, y a vivir bien en el planeta.
Los informes PISA de la OCDE buscan detectar las claves de una educación de calidad. ¿Cuáles son?
PISA ha ayudado a mejorar enormemente nuestro conocimiento sobre lo que funciona en la educación. Como director de Educación de la OCDE, lo primero que aprendí es que los líderes de los sistemas educativos de alto rendimiento han convencido a sus ciudadanos de que valoren su futuro. Por ejemplo, los padres y abuelos chinos invertirán hasta sus últimos ahorros en su futuro, es decir, en la educación de sus hijos. En Europa, sin embargo, ya hemos gastado el dinero de nuestros hijos para nuestro propio consumo. Pero valorar la educación es solo una parte de la ecuación.
¿Y el resto?
La creencia profunda de que todo estudiante puede aprender. Algunos países segregan a los alumnos a edades tempranas con la idea de que solo algunos pueden tener éxito. Al contrario, en países como Estonia, Canadá, Finlandia o Japón, los padres y profesores confían en que todos los alumnos pueden alcanzar altos estándares. Al final, alumnos y docentes descubren que estudiantes ordinarios pueden tener talentos extraordinarios.
“La tecnología puede amplificar la buena enseñanza, pero no contrarresta una mala educación”
Sin rebajar la exigencia, ¿no?
Claro. En la educación actual ya no se trata solo de enseñar algo, sino de ayudar a los estudiantes a desarrollar una brújula de la que puedan fiarse, y de darles las herramientas para navegar con confianza en un mundo cada vez más complejo, volátil e incierto, con pensamiento crítico y analítico, y capacidad de anticipación ante el futuro. El éxito en la educación se basa en generar curiosidad (abrir mentes), compasión (abrir corazones) y cultivar el coraje y el esfuerzo. O sea, en movilizar nuestros recursos cognitivos, sociales y emocionales para actuar en el mundo. Esas son nuestras armas contra las amenazas de este tiempo: la ignorancia (mente cerrada), el odio (corazón cerrado) y el miedo (enemigo de la libertad).
¿Hay más ingredientes?
Uno más: que la calidad de un sistema escolar nunca supera la calidad de sus maestros. Los mejores sistemas seleccionan y forman cuidadosamente a sus docentes, y les brindan un entorno para trabajar juntos, enmarcar buenas prácticas, y alentar sus carreras.
Para eso hace falta menos control político de las aulas, menos rivalidad ideológica entre centros, y claustros y equipos directivos mejor formados…
Es que en los mejores sistemas escolares, el énfasis no está en mirar hacia la administración, sino al maestro de al lado o a la escuela más cercana, creando redes escolares sólidas y una cultura de colaboración. Los sistemas escolares con mejor desempeño brindan educación de alta calidad en todo el sistema, para que todos los estudiantes se beneficien de una enseñanza excelente. Y para lograrlo, se atrae a los directores más fuertes a las escuelas más difíciles, y a los maestros más talentosos a las aulas más desafiantes.
¿Y la tecnología?
La cuestión es que el tipo de cosas que son fáciles de enseñar también se han vuelto fáciles de digitalizar y automatizar. Hoy sabemos cómo educar “robots de segunda”, es decir, personas que son buenas para repetir lo que les decimos. Pero en esta era de la inteligencia artificial, debemos pensar sobre lo que nos hace humanos: en las habilidades cognitivas, sociales y emocionales, y en los valores humanos. La tecnología tiene un enorme potencial para que aprender sea más interactivo y personalizado, pero aunque la tecnología puede amplificar la buena enseñanza, nunca contrarrestará una mala educación.
Por José Antonio Méndez. Artículo publicado en la edición número 64 de la revista Misión.
“Recibo de continuo e-mails de padres que me piden ayuda para elegir el colegio de sus hijos”. Como resulta imposible ayudarlos a todos, la autora de Educar en el asombro y Educar en la realidad (Plataforma, 2012 y 2015) decidió escribir Conversaciones con mi maestra (Espasa, 2022), donde da las claves sobre los métodos pedagógicos hoy en boga (buenos y malos) para que los padres acierten en la educación de sus hijos.
Viene a Madrid a dar una charla sobre por qué leer a los clásicos. Así que… ¿por qué leerlos?
Porque en ellos descubrimos el placer de leer. Las lecturas contemporáneas a veces se plantean desde el punto de vista de la utilidad o de la diversión, que no es lo mismo que el placer. La diversión es pasarlo bien. En cambio el placer, como decía Aristóteles, es «trabajo natural sin trabas». Es aquello que está en sintonía con nuestra genialidad. Además, la lectura capta nuestra atención si tiene sentido, y eso se da cuando el hilo narrativo es coherente, como ocurre en los clásicos.
¿Cómo lograr que los niños se aficionen a los clásicos?
En Conversaciones con mi maestra recojo un texto del Patito feo de los Cuentos de Andersen, y explico la diferencia entre el cuento original y el mismo segmento en una versión adaptada. Ahí vemos que hoy intentamos acercar los libros a los niños, simplificándolos demasiado. Al reducir la calidad literaria, los privamos de la riqueza de las cosas más sofisticadas, que son las que se disfrutan más.
¿Alguna recomendación de títulos?
En mi blog, tengo una lista de películas y libros por edad. Es una propuesta, porque obviamente esto no se agota nunca. He dejado fuera títulos que no se adaptan a los ritmos y a las etapas del niño, o donde hay vulgaridad o un tono humano bajo.
Educar en el asombro y Educar en la realidad forman un todo argumental. ¿En Conversaciones con mi maestra ha querido contextualizar su propuesta en un marco general de la educación?
Exactamente. Educar en el asombro es una crítica feroz al conductismo y al mecanicismo: no es verdad que el niño sea una caja cerrada que solo funciona si lo sobreestimulamos desde fuera. El niño tiene ese deseo interno que se llama asombro, y tiene interés por las cosas cuando se le presenta un contexto y un propósito inteligente. Educar en la realidad deja claro que no soy constructivista: pienso que uno se asombra, pero ante la belleza, no ante la nada. Es un libro sobre las nuevas tecnologías, donde hablo de la importancia de la realidad. En Conversaciones con mi maestra desarrollo a fondo mi pedagogía, la realista clásica, en
contraposición a las otras dos corrientes: la mecanicista y la románticoidealista o constructivista.
¿Qué tendríamos que hacer para que la educación pública fuera la mejor para todos y no la que decida el gobierno de turno?
Soy una defensora de la escuela pública, pero de la escuela pública plural. Como extranjera me llama la atención no escuchar ese discurso en España. Durante la pandemia, mis hijos se fueron a un colegio público en Alberta, Canadá. Un director de allí me llamó para preguntarme si quería que recibieran educación católica, protestante o laica, francófona o anglófona, y si no estaba disponible en su área, les ponían un autobús hasta el colegio que queríamos. No digo que todo esto sea factible en España, pero sí me sorprende que el debate sobre la libertad educativa esté reservado a la escuela concertada y privada. Esto es un error.
“Me sorprende que el debate sobre la libertad educativa esté reservado a la escuela concertada”
En el libro habla del flow, ese equilibrio entre los retos que el niño necesita y sus capacidades…
El flow explica que el niño disfruta cuando encuentra retos que se adaptan a sus capacidades. En la educación mecanicista damos al niño retos por encima de sus capacidades porque creemos que no los buscará por propia iniciativa; y en la constructivista, hoy en boga, es al revés: le rodeamos de pantallas y le damos todo masticado. Con el mecanicismo, el niño cae en la ansiedad; con el constructivismo, en el aburrimiento. Tenemos que encontrar el equilibro, que no es una mezcla de dos errores, sino una tercera vía: la educación clásica. En la etapa infantil esto se hace de forma casi perfecta en el método Montessori, donde el niño está en un ambiente que se ajusta a sus ritmos y encuentra actividades adecuadas a sus capacidades.
¿Qué banderas educativas pretende dejar en alto con este libro?
La primera, que los padres somos los primeros educadores; que no es lo mismo un colegio público que uno estatal (aquel que está al servicio de un proyecto político); y, además, que no es verdad que haya un dilema entre la educación tradicional y la nueva; yo traigo esa tercera vía, la educación clásica, que rompe con ese falso debate.
¿Dónde encontrar esa educación?
Hoy por hoy no existe. Nos la han robado y nos han dejado con la educación conductista o mecanicista y, por otro lado, con el activismo pedagógico, que busca sin cesar la innovación, que nunca acaba de consolidarse porque cada año cambia. Los padres, los profesores y los niños tienen que estar constantemente adaptándose a cosas nuevas. Mi sueño es abrir un colegio de educación clásica, en el que se dé mucha importancia a las artes, al teatro, a la música, al estudio de las humanidades de toda la vida y de todo aquello que hoy se considera inútil, pero que es esencial para la formación integral de la persona.
¿Cómo reconoce un buen colegio?
Cuando analizo un colegio pido las lecturas que dan a sus alumnos por edad. Esto me da mucha información sobre la calidad de los contenidos. Otro criterio es ver si el colegio tiene un ideario claro. No me refiero solo a los métodos que utiliza, sino a si tiene clara su razón de ser. Y, luego, miro si hay coherencia entre el ideario y los métodos. Es decir, entre lo que pretenden hacer, lo que dicen que hacen, y lo que hacen.
¿Y a un buen director de colegio?
Es una persona que tiene conocimiento profundo de las corrientes pedagógicas, tiene clara la corriente que él ha escogido, da importancia a la unidad entre el proyecto de los padres y el del colegio, y es capaz de identificar los medios y los métodos para alcanzar esos fines pedagógicos.
¿Y cómo pueden los padres detectar todo esto?
¡Esa es la razón por la que he escrito este libro! Cada semana recibo e-mails de padres que me piden ayuda para escoger colegio. No puedo ayudarlos a todos. Además, cada familia es un mundo y no hay un colegio que pueda albergarlas a todas.
“Mi sueño es abrir un colegio de educación clásica que dé importancia a las humanidades de toda la vida”
¿Es posible vivir el aislamiento tecnológico que usted reclama?
Discrepo de la pregunta. No reclamo un aislamiento tecnológico, sino resistir al aislamiento que resulta de un uso abusivo de la tecnología. Está más que probado que es la propia tecnología la que está causando aislamiento. Lo que planteo es que no les demos móvil a chicos de 12 o 14 años, que esperemos todo lo que se pueda. Así les permitimos estrenar el mundo real. También distingo entre darle un teléfono de tecla, a partir de los 14 años, si realmente hace falta, o darle un smartphone. Hay una falsa idea de que estoy en contra de la tecnología, quizás porque fui una de las primeras voces en alertar sobre los peligros del smartphone con el libro Educar en la realidad, pero lo que defiendo es que la mejor preparación para el mundo online se hace en el mundo offline.
Los propios padres y profesores vivimos a un ritmo trepidante. ¿Algún consejo para aminorar la marcha y priorizar la lectura?
Menos Netflix, menos tecnología y menos consumismo, porque trabajamos mucho para poder pagar lo que consumimos. Por lo tanto, volver a lo esencial. No es necesario hacer planes estrambóticos. Las cosas que más gustan a los niños son las más sencillas porque les permiten disfrutar tiempo de calidad con sus padres.
Se dice que la atención será el gran activo de los trabajadores del mañana. ¿Cómo ayudar a los niños a mantener la atención?
Es importante distinguir entre atención sostenida y fascinación pasiva. La atención profunda es la apertura a la realidad, en cambio la fascinación pasiva es estar al remolque de los estímulos intermitentes frecuentes, una postura que casa con la educación nueva cuya premisa es que solo motiva lo novedoso. Para ayudar a los niños a mantener la atención tenemos que bajar el nivel de estímulos y dar sentido a los aprendizajes. Ayudarles a readaptarse a los ritmos lentos de la vida –la lectura pausada, las conversaciones en casa, los hobbies lentos (como la pesca, la cocina, las excursiones…)– y a desarrollar la sensibilidad para captar estímulos menos intensos.
Según está la sociedad, a veces tenemos la tentación de irnos a una aldea, lejos de tanto “ruido”…
No es la solución que propongo. En una gran ciudad también puedes retrasar el uso de las tecnologías. Es difícil, pero no utópico. Recuerdo un niño que le preguntó a mi hija: “¿No tienes móvil ni tableta? ¿Y entonces cómo vives?”. Ella le contestó: “¿Cómo vives tú? ¡Yo hago mil cosas!”.
¿Hay algo más que no haya comentado que le gustaría decir?
Quizás incidiría en que educar es buscar la perfección de la que es capaz la naturaleza, y muchas veces lo que hacemos, estresándonos por una educación conductista o mecanicista, es buscar perfecciones de las que nuestros hijos no son capaces… O caer en el otro extremo, la educación romántico-idealista, en la que nos contentamos con mínimos. ¡Hemos de volver a la búsqueda de esa perfección de la que sí es capaz nuestra naturaleza! La de los retos adecuados a las capacidades del niño.
Por Isabel Molina Estrada / Fotografía: Dani García: Artículo publicado en la edición número 64 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.
Los primeros pasos de un niño, las primeras palabras, los primeros gestos, etc., son auténticos momentos de gozo y alegría para los padres que observan cada una de esas actividades como un descubrimiento que llena de satisfacción y regocijo. Cada logro confirma que la nueva criatura comienza el camino de la vida para alcanzar lenta y paulatinamente su madurez.
Los primeros pasos de un niño, las primeras palabras, los primeros gestos, etc., son auténticos momentos de gozo y alegría para los padres que observan cada una de esas actividades como un descubrimiento que llena de satisfacción y regocijo. Cada logro confirma que la nueva criatura comienza el camino de la vida para alcanzar lenta y paulatinamente su madurez.
Por otro lado, sorprende la debilidad de ese niño y la lentitud con la que alcanza cada logro frente a la rapidez con la que una cría de animal, apenas horas, días o semanas después alcanza su plenitud y puede desenvolverse de forma autónoma.
Ello se debe a que cualquier animal viene dotado de una herencia genética que le permite desarrollarse como adulto de forma casi autónoma. Por el contrario, al ser humano no le basta la carga genética para alcanzar su madurez. Necesita de una herencia cultural: sin la ayuda de sus padres y de la comunidad en la que vive, no aprendería nunca a hablar, a pensar, a construir instrumentos o generar arte.
Somos lo que somos gracias a esa herencia, de tal modo que la dignidad del ser humano solo es percibida en la medida que somos capaces de asimilar esa cultura heredada. Nuestro desarrollo material, social, nuestros valores, es la herencia de un esfuerzo continuado. Sin los griegos, de los que hemos heredado el respeto por la razón; los romanos, a quienes debemos el derecho como valor por encima de todos, y el cristianismo, que nos descubrió el valor de la persona y de la libertad, no seríamos lo que somos ni habríamos alcanzado el desarrollo moral que nos caracteriza y que nos distingue de otras culturas. La democracia, los derechos humanos, el respeto a nosotros mismos, a los demás y a la naturaleza, son algunos de los frutos de esa herencia.
Por ello es muy preocupante el olvido sistemático que padece la sociedad actual, la falta de conocimiento y de agradecimiento del esfuerzo realizado por las generaciones que nos han precedido, empezando por las más próximas y siguiendo por las más lejanas. No se trata solo de un olvido, sino en cierta medida de una ofensa que pagaremos caro. Un árbol sin raíces no tiene futuro. Sus hojas secas producirán mucho ruido, pero será tan efímero como vano. Será el principio del fin.
Importa mucho, casi diría que es esencial en esta sociedad de las prisas, en esta sociedad adolescente donde todo se critica y se reclama de modo urgente, que se reconozca y valore la herencia recibida.
Es por ello clave en la enseñanza, transmitir el conocimiento de la historia, ya que quien olvida su historia está condenado a repetirla. Una historia que permita conocer las luces y sombras de los que nos han precedido, sin ánimo revanchista, derrotista o ideológico como suele ser habitual entre los españoles.
Dicho lo anterior, es aún más importante en la educación el conocimiento de los familiares que nos han precedido. Para los asiáticos el conocimiento de su árbol genealógico tiene un enorme valor. Guardan ese libro como uno de los bienes más preciados. El cardenal Van Thuan afirma que él conocía los nombres de catorce generaciones de sus antepasados desde 1698, fecha en la que su familia fue bautizada. Como él mismo señala: «A través de la genealogía nos damos cuenta de que pertenecemos a una historia que es más grande que nosotros. Captamos con mayor verdad el sentido de nuestra propia historia».
Fue un pensador medieval quien nos advirtió de que: «Somos como enanos a los hombros de gigantes. Podemos ver más, y más lejos que ellos, no por la agudeza de nuestra vista ni por la altura de nuestro cuerpo, sino porque estamos levantados por su gran altura».
Es realmente preocupante el grado de inmadurez que padece la sociedad actual: un cierto adanismo adolescente le lleva a criticar sin matices y con un aire de soberbia todo lo recibido, como si los deseos de justicia, de libertad y de igualdad hubieran comenzado en esta generación.
La crítica muchas veces pueril que se realiza de los que nos precedieron, unida a la ignorancia de sus méritos y de sus logros, nos lleva a un precipicio. El estado de bienestar y en gran medida el deseo del bien-ser, de una sociedad más justa, libre y responsable, solo es posible si se asienta sobre los valores que fueron el norte de nuestros antepasados: el trabajo bien hecho, el respeto a la palabra dada, la responsabilidad, el juicio sereno y ponderado, el señorío de uno mismo, el coraje, la fuerza de voluntad para superar las dificultades de la vida y el agradecimiento a los mayores.
La educación actual necesita, más que ninguna otra época, el conocimiento de nuestro pasado, el reconocimiento de los valores y las personas a las que tanto debemos. No se trata solo de buena educación, ni siquiera de justicia, es una cuestión de supervivencia puesto que «el pueblo que no mira hacia sus antecesores, tampoco mirará hacia la posterioridad».
Sentirse unido e identificado con el progenitor del mismo sexo es fundamental para el sano desarrollo de los niños. Pero no menos importante para su confianza y autopercepción es que los hijos creen lazos fuertes con el padre de sexo opuesto. Una relación que, en el caso concreto de las niñas con su padre, es, si cabe, aún más determinante.
Atención a los datos: las consultas de menores para cambiar de sexo de Reino Unido aumentaron un 4.000 % entre 2010 y 2020. No, no es un error, es un dato que demuestra las terribles consecuencias que la apisonadora de género está teniendo. Pero aún hay más: en las cárceles de EE. UU. el 90 % de los internos se criaron sin su padre varón. Esto no se debe solo a la presión social y a la moda, las familias tienen también parte de responsabilidad. Y si el papel del padre en la familia es siempre irremplazable para el correcto desarrollo de los niños, lo es aún más en el caso de las niñas.
El varón de referencia
Una de las primeras cuestiones que se desarrollan como consecuencia de la relación padre-hija es la identidad. “Las mujeres forjan su identidad y descubren quiénes son precisamente en ese contraste con el varón, y su primer varón es su padre”, explica Rafael Lafuente Buján, experto en educación afectivo-sexual.
En su libro Educar hijas fuertes en una sociedad líquida (Ediciones Palabra, 2020), Meg Meeker, pediatra y divulgadora, asegura que “el valor que un padre otorga a su hija le influirá en el valor que ella se otorgue a sí misma”, y añade: “He visto crecer a miles de niñas y –aunque fueran padres adictos al trabajo; viudos, divorciados o ausentes; hombres de éxito o delincuentes– en todos los casos fueron los hombres más importantes en las vidas de sus hijas”. “Inevitablemente, el padre es la plantilla de la que obtienen su modelo de hombre”, sentencia.
Cuando una hija entra en la adolescencia, una de las mayores preocupaciones de los padres es cómo será su relación con los chicos. Lo que muchos no saben es que dependerá en gran parte de cómo sea su propia relación con esa hija. Como dice Lafuente, para una niña “su padre no deja de ser su primer varón, el varón de referencia”. Si este la valora, se preocupa por ella y la trata con cariño, incluyendo cariño físico que las mujeres necesitan para sentirse queridas, entonces su hija tendrá cubierta esa necesidad de afecto masculino y “no irá mendigando abrazos por ahí”, señala. “Me gusta decir que la piel de las mujeres tiene memoria, y un padre que besa y abraza a su hija le está diciendo: ‘Te quiero hija, con todo, lo bueno y lo malo’”. De esta manera, el padre está fijando un modelo de varón.
La niña que se ha sentido querida por su padre buscará un hombre que la quiera como él
Relaciones sanas
Y de ahí viene la segunda consecuencia directa de la relación padre-hija: “La hija buscará un modelo de varón como el que ha visto en su padre; él es quien marca el listón”. Si la niña se ha sentido querida y valorada por su padre “buscará un hombre que la quiera y la valore como lo hace él”.
Gracias a sus investigaciones plasmadas en el bestseller Padres fuertes, hijas felices (Ciudadela Libros, 2010), Meeker asegura que las niñas que tienen un vínculo fuerte con su padre sacan mejores notas, tienen un cociente intelectual más alto, se portan mejor en el colegio, tienen niveles de sociabilidad más elevados, son menos propensas a la depresión, tienen una menor o nula actividad sexual precoz y no consumen drogas”.
Al contrario, cuando una niña no ha sentido el cariño de su padre, porque el padre ha sido frío, porque estaba ausente o directamente porque no había padre (aunque esté vivo), las consecuencias pueden ser catastróficas. “Las niñas con situaciones complicadas emocionalmente en casa salen a la calle buscando abrazos. Se sienten inseguras y creen que no las quieren e intentan cubrir esa necesidad de afecto con encuentros fugaces e intensos con chicos”, explica Lafuente.
Confusión de identidad
Además, se ha visto un aumento exponencial de la cantidad de niñas con problemas de identidad desde que las familias están más desestructuradas, “y cuando hablamos de familias desestructuradas en la mayoría de los casos es porque falta el padre”, explica Lafuente. Aunque también hay familias desestructuradas que hoy no responden a ese patrón, sino más bien al de padre trabajador que pasa mucho tiempo fuera de casa y el poco tiempo que no está trabajando se dedica a sus aficiones o amistades, en lugar de estar con su esposa e hijos. Algo que hace que las niñas se desvinculen de la figura del varón, o que incluso la rechacen.
Pero en su corazón esa niña quiere sentirse amada y comprendida por su padre. Al no encontrarlo en su varón de referencia lo buscan fuera de casa, o bien con relaciones dependientes y enfermizas con chicos o refugiándose en sus amigas. Algo que, unido a la avalancha de propaganda de género, lleva a muchas a pensar que se sienten atraídas por otras mujeres o incluso rechazan su feminidad porque su padre no ha sabido valorarlas.
Cuando papa no está
¿Y qué pasa si el padre viaja por trabajo, si los padres están separados o si el padre ha fallecido? “Cuando el papel de padre estaba más claro en la sociedad era más fácil suplir esta ausencia, ya que por lo general la sociedad y la madre tenían claro que para formar una familia hace falta un padre y que este tiene un papel fundamental en ella”, explica Lafuente. Así, si el padre faltaba durante meses (era marino o pasaba gran parte del día fuera de casa), tenía una presencia simbólica en el hogar: “La madre le guardaba el sitio, hablaba de él con respeto y se le tenía en cuenta como si estuviera presente: ‘Esto se lo tienes que comentar a papá’ o ‘Papá se alegrará mucho al saber esto’”.
Lafuente advierte de que hoy la sociedad cree que los hijos no tienen necesidad de un padre, y ese ambiente ha calado inconscientemente en muchos hogares. Además, las madres tienen menos hijos y más tarde, por lo que en ocasiones se van apropiando de los hijos y excluyen de esa tarea al padre, que aprovecha para huir. Por eso, Lafuente sentencia: “Los padres hoy tienen que llegar antes a casa, pasar tiempo con sus hijos, dedicarse a sus hijas, y hacer, más que nunca, de padres”.
El ABC de la paternidad
“Un padre tiene que estar presente, tiene que pasar tiempo en casa, hacer planes con sus hijos, valorar a su mujer por el mero hecho de ser mujer. La niña tiene que enamorarse de su ser mujer y para eso no basta que su madre le cuente lo maravilloso que es, tiene que ver que su padre, su modelo de hombre, valora a las mujeres, las aprecia, las respeta”, explica Rafael Lafuente Buján. También es bueno que incluya a su hija en sus planes, que se la lleve a montar en bici o de paseo, que la niña sienta que a su padre le importa. Que la bese y la abrace, que le aplauda los éxitos y que le demuestre que está orgulloso de la mujer en la que se está convirtiendo. “Las madres dan la certeza absoluta de que ‘soy querido pase lo que pase’. Los niños que no tienen padre viven debajo de la falda de su madre. Cuando el padre hace bien su papel, la madre puede permitirse hacer el suyo”, sentencia el experto en educación afectivo-sexual.
Marta Peñalver. Artículo publicado en la edición número 63 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.
En este número de la revista, cuyo tema monográfico es la educación, conviene plantearnos de qué va eso que llamamos educar; no enseñar, ni adiestrar, sino «Educar», con mayúscula, porque con frecuencia las realidades más obvias e importantes son las más difíciles de ver, entender y hablar. ¿Qué demonios es la educación?
Dos peces jóvenes iban nadando y se cruzaron por casualidad con un pez más viejo que los saludó con la cabeza y les dijo: «Buenos días, chicos. ¿Cómo está el agua?». Los dos peces jóvenes siguieron nadando un trecho; por fin, uno de ellos miró al otro y le dijo: «¿Qué demonios es el agua?».
En este número de la revista, cuyo tema monográfico es la educación, conviene plantearnos de qué va eso que llamamos educar; no enseñar, ni adiestrar, sino «Educar», con mayúscula, porque con frecuencia las realidades más obvias e importantes son las más difíciles de ver, entender y hablar. ¿Qué demonios es la educación?
Sin educación no puede haber una vida auténticamente humana. Pero, a pesar del desarrollo científico y tecnológico, a pesar de que nunca como hoy se han escrito tantos libros ni elaborado tantas pedagogías al alcance de cualquiera —gracias a internet—, parece que no hemos conseguido dar con la fórmula ideal para educar. Por el contrario, la queja sobre los jóvenes y su falta de educación es permanente, como se comprueba leyendo a Platón o a san Agustín, por citar a algunos de los maestros clásicos, o se constata en cualquier conversación sobre el tema. Tal vez la única diferencia sea que los educadores de hoy tenemos más medios que nunca pero, como los peces jóvenes, nos planteamos: ¿Qué demonios es eso de la educación?
La educación consiste, simple y llanamente, en ayudar a ser feliz. Educar no consiste en fastidiar con normas y prohibiciones, ni llenar la cabeza de datos y teorías sino en ayudar al niño o joven para que llegue a ser la persona única e irrepetible de la historia que está llamado a ser, con sus limitaciones, pero también con sus posibilidades.
Ayudar a ser feliz no es lo mismo que hacer feliz, porque la felicidad depende de cada uno, brota de dentro, no viene de fuera. Una vez más hay que recordar que el educador muestra el camino, enseña a andar, pero no puede andar por el discípulo. No consiste en evitarle dificultades ni sufrimientos, sino en entrenar al educando a fin de que sepa superar ambos y a darles sentido cuando parezcan insalvables. Con un ejemplo doméstico, hacer feliz al hijo no es hacerle la cama u ordenarle la habitación, sino enseñarle a hacerla y a tener orden en su vida.
La felicidad no es un fin sino la consecuencia de un fin. Como señaló el célebre psiquiatra, Víctor Frankl, no es una posada, sino una forma de andar por la vida. No debe buscarse de modo compulsivo ni obsesivo. Tal vez, como señalaba el mismo autor, «la felicidad es como una mariposa. Cuanto más la persigues, más huye. Pero si vuelves la atención sobre otras cosas, ella viene y, suavemente, se posa sobre tu hombro».
De modo similar, pero con otras palabras, Kant decía que no hay que buscar la felicidad sino ser dignos de ella comportándonos bien.
En la sociedad actual, sobre todo en Occidente, tiende a confundirse la felicidad con el bienestar y, a nivel particular, con el placer. Ambos, bienestar y placer son deseables en su justa medida, pero en este Occidente placentero de estómagos llenos y mentes vacías, crece sin cesar el consumo de ansiolíticos y antidepresivos, así como el número de suicidios —en España fueron el año pasado más de 3.600, muy por encima de las muertes de tráfico—.
Educar es ayudar a ser feliz y para ello, lo primero es distinguir entre la felicidad y el placer, sucedáneo de la misma. No está de más recordar algunas diferencias entre ambas si queremos acertar en la educación.
El placer es material, viene de fuera y por ello, puede comprarse y venderse. La felicidad, no. Podemos comprar los placeres que produce un cuerpo humano, pero no el amor de una persona.
El placer es limitado y, por tener soporte corporal, acaba cansando. La felicidad, no. Nos cansamos de los placeres corporales, pero no de la felicidad que produce la contemplación o la compañía del ser amado.
El placer consiste en la satisfacción inmediata de los impulsos y deseos. La felicidad solo se consigue tras el largo esfuerzo que supone la consecución de objetivos, a veces a costa de sufrimientos. Rasgar una guitarra o aporrear un piano lo hace cualquiera pero, la felicidad que produce tocar una partitura o escucharla requiere de una educación previa.
Por último, el placer puede ser solitario, la felicidad siempre es algo que se comparte. Un famoso filósofo, Kierkegaard, decía: «La felicidad es una puerta que se abre desde dentro, solo hay que retirarse un poco para abrirla, porque si uno la empuja, la puerta se cerrará una vez más».
Para ser feliz «hay que estar dentro», es decir, tener vida interior, no verterse constantemente en el exterior, tentación que asalta al hombre moderno, en especial a los jóvenes cuando están vacíos. El ansia de plenitud que tiene el corazón humano no soporta ese vacío, de ahí la necesidad compulsiva de ruidos y apariencias, tal como muestra la cultura de los «selfis», el deseo de aparecer y comunicar a todos que estamos delante de lo que antes importaba. El monumento, la catedral, la playa, la montaña ya no son objetos de contemplación sino fondos de pantalla que adornan nuestra propia figura.
Esa hambre de reconocimiento social por las masas, como reacción al vacío y la soledad interior, es un espejismo que sólo desaparece cuando se abre la puerta para que se produzca el encuentro personal con el otro. En el encuentro mutuo cada uno es reconocido en su valor incalculable. Es ahí donde surge el auténtico amor y, en consecuencia, la felicidad.
La educación consiste en ayudar a ser feliz, lo que requiere un esfuerzo continuado para superar las limitaciones tanto internas —defectos, caprichos, miedos etc.—, como externas —dificultades, sufrimientos, carencias etc.—. No está de moda hablar de renuncia, coraje, valentía, fuerza de voluntad, sacrificio, dominio de sí, generosidad o entrega. Pero la desazón que se produce en la educación actual tiene mucho que ver con el olvido de esas grandes palabras y con haber perdido el norte por no saber qué demonios es eso de la educación.
Tal vez podamos entender ahora la anécdota que refiere que a un ermitaño le preguntaron sobre qué nos pedirían al llegar a las puertas del cielo. Contestó: «San Pedro solo nos hará una pregunta. No nos preguntará si hemos triunfado, si tenemos muchas cosas o hemos sido buenos, sino, simplemente si hemos sido felices. Si la respuesta es positiva, nos dejará entrar; en caso contrario, tendremos que esperar un tiempo para merecer el cielo».
Educar es enseñar a ser feliz, es decir, a anticipar el cielo. Miren a su alrededor y fíjense en las personas que merecen el cielo. Seguro que son personas que, aun en medio de las dificultades, han aprendido a ser felices. Y se les nota en la cara.
La educación es indiscutiblemente el tema de nuestro tiempo. Muchos juegan al despiste insistiendo en la política o en la economía —y no puede negarse su influencia en una sociedad bien o mal configurada—. Las ideologías de la izquierda, fieles a su lema de que «todo es política», consideran la educación una herramienta para la transformación de la sociedad mediante la configuración de las mentalidades, concibiendo a los maestros como «agentes de cambio social» y a los niños y jóvenes como su principal objetivo. Por su parte, las ideologías de corte liberal consideran la educación, sobre todo, como una herramienta para dotar de «mano de obra capacitada» al tejido económico. Y así, la preocupación por la educación —que es un asunto profunda y decisivamente personal—, se ha convertido en una preocupación por el sistema educativo en términos meramente estructurales, genéricos.
La educación es indiscutiblemente el tema de nuestro tiempo. Muchos juegan al despiste insistiendo en la política o en la economía —y no puede negarse su influencia en una sociedad bien o mal configurada—. Las ideologías de la izquierda, fieles a su lema de que «todo es política», consideran la educación una herramienta para la transformación de la sociedad mediante la configuración de las mentalidades, concibiendo a los maestros como «agentes de cambio social» y a los niños y jóvenes como su principal objetivo. Por su parte, las ideologías de corte liberal consideran la educación, sobre todo, como una herramienta para dotar de «mano de obra capacitada» al tejido económico. Y así, la preocupación por la educación —que es un asunto profunda y decisivamente personal—, se ha convertido en una preocupación por el sistema educativo en términos meramente estructurales, genéricos.
Pero es que además la calidad y el rendimiento de los sistemas educativos es, en el fondo, también una cuestión de personas. Análisis recientes del rendimiento educativo de los países de la OCDE revelan que apenas el 16% está condicionado por factores como el deterioro del PIB o el aumento de alumnos inmigrantes en las aulas, mientras que el 84% restante depende de factores como la estabilidad y calidad del tejido familiar, el nivel de formación del cuerpo docente y la calidad de los procesos educativos en los centros.
Como ha escrito el filósofo español Javier Gomá, la raya que separa la excelencia ética y social de la vulgaridad, la mediocridad y la barbarie, se dibuja en el corazón de todos y cada uno de los ciudadanos. Así pues, no es tanto una cuestión de estructuras sociales —que influyen, sin duda— como de formación de la personalidad.
Hace un par de décadas, la llamada «formación del carácter» vino a situarse entre las principales prioridades de las universidades y de los planes escolares de los países anglosajones, con EE. UU. a la cabeza. Los analistas —de vuelta ya de viejos tópicos socializantes— han venido a reconocer que la clave más decisiva para transformar la realidad y mejorarla es educar personas valiosas y competentes.
En este marco, el desarrollo de la personalidad se construye sobre dimensiones «sólidas», sobre fortalezas que capacitan a una persona para aportar calidad humana al mundo a través de sus juicios y percepciones, de su actividad y su iniciativa, de su equilibrio personal y de sus relaciones. Estas fortalezas son en última instancia hábitos, virtudes, valores humanos que configuran la urdimbre psicológico-moral de la personalidad y aportan una orientación fundamental para la vida.
No es una moda pasajera
Estos valores y fortalezas no son un barniz decorativo, un condimento «políticamente correcto» de la actividad productiva. Muy al contrario, son una parte de la personalidad —y por lo tanto de la educación— llamada a persistir siempre, incluso en una sociedad pragmática como la nuestra.
Más allá de lo que pudiera parecer una moda pasajera o coyuntural se advierte la necesidad de fomentar personalidades creativas, sociables, íntegras y abiertas. Y así, aun cuando son las tecnologías las que parecen llevarnos a un nuevo paradigma social, económico y cultural globalizado, no podemos olvidar que quien innova no son las tecnologías, innovan las personas. La tecnología es un saber hacer, una forma ordenada de aplicar determinados medios para obtener ciertos logros. Hablamos, en suma, de pensamiento, de hábitos y destrezas cuyo sujeto son personas. En sentido propio, no son las tecnologías las que nos están cambiando la vida, sino quienes las han ideado y quienes las utilizan.
Una demanda de valores
Desde hace algún tiempo, frente al cultivo de determinadas competencias específicas (Hard Skills, habilidades «duras»), se habla de competencias o habilidades transversales, propias de una personalidad equilibrada y madura, que han de estar presentes desde edades tempranas en todas las áreas curriculares, en el comportamiento general en la escuela y en la vida familiar cotidiana.
El cultivo de estas competencias no está reñido con los aspectos éticos del emprendimiento; muy al contrario, los incluye necesariamente. René Diekstra, profesor de Psicología en la Universidad de Utrecht, cuenta la siguiente anécdota:
Hace unos dos años visité a Derek Bok, antiguo rector de Harvard. Cuando nos encontramos, estaba muy estresado y casi deprimido. Le pregunté: «Derek, ¿qué le ocurre?» Y me dijo: «Lo que ocurre es que anoche estaba viendo la televisión y estaban poniendo una comisión de investigación del Senado y estaba allí Blankfein, el consejero delegado de Goldman Sachs; y el presidente de la comisión del Senado le preguntó: “¿Sabía que su empresa vendió hipotecas basura por 800 millones de dólares a un banco holandés? ¿Era consciente de que les vendía basura?”. Y Blankfein dijo: “Señor presidente, no es ilegal”. “Esa no es mi pregunta. ¿Cree que lo que hizo es moralmente aceptable?”. Entonces cogió dos correos electrónicos y le dijo: “Uno de sus propios trabajadores le escribió a otro que usted los había felicitado por vender esas hipotecas basura”.
Y Derek Bok, el antiguo rector de Harvard, dijo: “Lo que me entristece tanto es que, cuando Blankfein se defendió, argumentó que se había licenciado en la Facultad de Derecho de Harvard. En Harvard hicimos algo mal si personas así son el producto de nuestra educación”. Eso lo dice todo».
Hablamos de la calidad humana de las personas, de nuestros alumnos. Pero el factor más decisivo de toda reforma educativa es la calidad humana de los educadores. Suele decirse que solo con el modo de mostrarse un profesor o un educador ante sus alumnos —sin necesidad de decir nada, con sólo su actitud— les está diciendo: «el mundo es así». Esto nos lleva a pensar en la formación inicial y permanente del profesorado, en un sistema de selección que escoja de verdad a los mejores en ambos aspectos, moral y técnico. Se ha dicho, y está contrastado empíricamente, que nunca un sistema educativo puede aspirar a una calidad superior a la calidad de sus docentes. Y ello no solo en lo relativo a los resultados de la instrucción.
Hablamos, en el fondo de maestros. No de quienes están en posesión de un título, sino de los que con su ejemplaridad, porque viven lo que enseñan y enseñan lo que viven, muestran a sus alumnos (o a sus hijos) un modelo de excelencia, a pesar de sus imperfecciones personales. Valores y virtudes se educan en y desde la práctica, por medio del trabajo y la convivencia; pero más especialmente por el trato frecuente y habitual con personas que hacen brillar la virtud en su ser y en su obrar, es decir, con maestros. Las virtudes se dan vivas en la persona y con la singularidad que es propia de la persona. Es maestro, en el más noble y amplio sentido de la palabra, quien sabe transmitir y suscitar en otro esa calidad humana. El maestro no nace, se hace maestro en la lucha consigo mismo, para poner a disposición de otros su mejor yo, sabedor de que solo podrá esperar de sus alumnos lo que diariamente se esfuerza en conquistar sobre sí mismo. Sus propias limitaciones personales, incluso, aceptadas con sencillez y paciencia, pueden ser un privilegiado argumento para acompañar y comprender a sus alumnos en sus dificultades y en sus reticencias.
El maestro es entonces una persona dotada de autoridad (auctoritas, capacidad de dar auge, de ayudar) porque con su modo de vivir enseña a crecer en humanidad. Su credibilidad nace de una disposición de servicio cualificado que muestra a través de su saber y de su actitud. Pero esto no es solo propio del oficio de educador, es inherente también a la condición de padres. Si la familia no respalda con una formación humana de base el trabajo del profesorado, este será seguramente en vano.
Padres que son maestros
Hace unos meses asistí al funeral por la madre de unos amigos, gente sencilla y buena. Al final de la celebración, uno de ellos se dirigió a los presentes para agradecer su asistencia y su oración, pero añadió que quería también transmitir junto con sus hermanos lo que habían recibido de su madre, sin necesidad de que ella les insistiera explícitamente en ello, solo con su ejemplo: Primero, cumplir siempre los compromisos contraídos. Segundo, buscar la felicidad por medio del esfuerzo honrado. Tercero, que su vida fuera siempre fiel a su pensamiento, y no al revés.
Me quedé pensando. A veces no hace falta ser doctor en educación o en pedagogía para impulsar a los que queremos hacia su perfección humana y cristiana. Basta, como en ese caso, con tener ideas claras y verdaderas, quererlos, convertirse en ejemplo vivo de lo que se aspira a enseñar, y así «completar personas por el amor y la exigencia», como diría el venerable Tomás Morales. Y tener mucha paciencia, claro. Y rezar, rezar mucho…
Aunque se podría reflexionar muy por menudo en todo esto, cabe enunciar algunas pautas básicas para padres de familia que quieran tener claro lo más esencial de su misión educadora con sus hijos para que estos sean capaces de distinguir y de apreciar el bien y de orientar hacia él su vida; para que sean hombres y mujeres en quienes se pueda confiar; para que se sepan creados y queridos por Dios y llamados a hacer de su vida un don de amor y servicio a los demás.
1.- Para empezar, un proyecto de educación familiar compartido: Uno de los asuntos esenciales ya desde el noviazgo es conocer los criterios morales y religiosos de la otra persona y llegar a una comunión de creencias, de convicciones en todo lo esencial, que fundamentarán y orientarán la misión educativa de la familia que se va a formar. De ahí surgirá un proyecto de educación familiar compartido, que habrá que enriquecer, impulsar y revisar a menudo:
a) Un modelo auténtico de persona: en el que la dimensión moral y trascendente es más importante que la económica y material; apuntar siempre en esta dirección, con tacto pero claridad.
b) Prioridades educativas compartidas: valores fundamentales, coherencia moral, comunidad de vida que ayuda a ser mejor. Nunca desautorizarse mutuamente ante los hijos.
c) Formarse en cuestiones fundamentales de educación (familiar). Buscar ayuda y consejo cuando sea preciso.
2.- Amor entre los esposos: Es la mejor enseñanza, porque los hijos aprenden lo que ven vivir. Decía Aristóteles que amar es querer el bien para alguien. Y eso lleva a poner a su disposición lo más valioso que uno tiene, es decir a sí mismo. El amor vivido es el cauce educativo fundamental cuando es verdadero y consecuente. No se inculca, se vive y se ve vivir. Desciende a las cosas cotidianas —Abilio de Gregorio suele decir con gracia que «amar es recoger los pelos de la ducha después de haberla usado…»— ; no se cansa de perdonar y de aspirar a lo mejor.
3.- Intentar vivir nosotros los valores que les proponemos: Educamos por lo que somos, más que por lo que decimos: ejemplo alegre. «Dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás, es la única» (Einstein). Cuando se dice algo y se hace justo lo contrario, lo que los hijos interiorizan es la fragilidad de los principios de sus padres. Sin la coherencia del decir y el hacer la actuación educativa pierde toda su fuerza y sentido.
4.- Dedicación de tiempo a los hijos: escuchar, aconsejar, compartir vida y acontecimientos. Estar. Que cada uno se perciba como atendido, comprendido, aceptado y valorado. Y eso significa: tiempo, tiempo, tiempo. En este sentido podría hablarse de una «pedagogía de la calma». Los niños necesitan tiempos para hacer, pero también tiempos para pararse a pensar en aquello que hacen. La acumulación de actividades en una sociedad que se autodefine como competitiva no lleva a nada bueno si no se apoya en tiempos para la reflexión y la calma. Niños y niñas necesitan tiempos para jugar y para aburrirse, para leer y para hablar; y los padres necesitan tiempos para transmitirles no solo conocimientos y habilidades técnicas, sino todo el cariño que les tienen.
5.- Dar seguridad, certeza de que son apreciados, por ser ellos: Es la base de su futura autoestima, el cimiento de su personalidad. Evitar comparaciones con otras personas o con nosotros mismos. No condicionar nuestro afecto sincero al cumplimiento de determinados objetivos, valorar las intenciones y el arrepentimiento que nos reorienta al bien. Confiarles tareas y felicitarles por esforzarse en realizarlas lo mejor posible.
6.- Establecer normas y límites: Razonando a su nivel. Las normas han de ser pocas, claras y bien comprendidas, distinguiendo entre las fundamentales y las secundarias. El NO también forma parte de la educación. Cuando a un hijo se le educa solo desde el SÍ, lo que realmente aprende es a decir NO a sus padres. Los límites marcan los cauces que harán más fácil a los niños el construir un modo personal y positivo de ser y estar en la vida. Evitar el «conflicto del NO» o sobreproteger para evitar frustraciones son estrategias con un recorrido muy corto e ineficaz. Poner límites no está reñido con la libertad.
7.- Animar al ejercicio de los valores/virtudes en la práctica: no evitarles esfuerzos que les toca hacer a ellos. Que experimenten en primera persona el gozo y la satisfacción de obrar el bien. Vivir como virtudes los valores en los que se cree: «El que no vive como piensa, acaba pensado como vive».
8.- Presentar modelos desde las edades más tempranas: en primer lugar, los padres con su actitud (no con el autoelogio ni comparándose con los hijos). Los niños aprenden de lo que dicen los adultos pero, fundamentalmente, de lo que ven que hacen sus padres. Por eso es indispensable ofrecerles ideales de vida nobles y entusiastas y procurar vivirlos día a día, mostrar personajes ejemplares y animarles a ser lo mejores que puedan ser. No olvidemos que a los niños y jóvenes, si se les pide poco, no dan nada; si se les pide mucho, dan más.
9.- Promover y frecuentar ambientes que favorezcan el desarrollo de valores (familia, grupos juveniles, parroquia, cuidar compañías y amistades…): Se aprenden los valores viviéndolos y viéndolos vivir, a través de la convivencia.
10.- Fomentar en ellos la vida interior y la oración personal, propiciar el encuentro personal con Cristo, y no solo cuando son niños. Que nos vean rezar, que sigamos rezando con ellos cuando crecen, que vean que nuestra vida es consecuente con nuestra oración. Ayudarles en sus relaciones con Dios, con los demás, con las cosas. Rezar siempre por ellos. Hablarles de Dios, hablarle a Dios de ellos.
Concluyendo…
Es cierto que la dura competencia por los primeros puestos, por las calificaciones necesarias para acceder a determinados estudios, por triunfar en el trabajo o los negocios, no van a desparecer. Pero cuando un joven o una joven se presenten a una entrevista para pedir un trabajo, serán las virtudes de honradez, responsabilidad, iniciativa, lealtad, constancia, laboriosidad, etc., las que contarán. O cuando tengan que afrontar problemas familiares, cívicos o de conciencia profesional, por ejemplo, serán sus convicciones más profundas, sus criterios, hábitos y disposiciones morales y sus certezas religiosas, si las tienen, los que iluminarán y darán valor a sus decisiones.
Escribe Abilio de Gregorio: «Esa educación blanda y barata de mínimos, de bisutería y baratija, de simples indicios, de grosera espontaneidad en la expresión y en el trato, puede ser la causa de la cultura de quiosco, del zapping intelectual, del pensamiento anémico y de las conductas amorfas que caracterizan a muchos de nuestros contemporáneos. Frente a ello se sitúa la pedagogía del «magis» tan presente en los Ejercicios Espirituales: no es suficiente con lo bueno; es preciso empeñarse en lo mejor. Más de lo normal; más de lo acostumbrado. «¿Qué más puedo hacer para en todo amar y servir?» podría ser también el lema de toda excelencia educativa. Es la pedagogía de llegar siempre hasta el final, hasta la última gota de mis posibilidades, del trabajo bien hecho, del «no cansarse nunca de estar empezando siempre», como decía el P. Morales».
Ulises y Polifemo. Ilustración: José Miguel de la Peña
Da la impresión en la educación actual de que algún astuto Ulises, en este caso no precisamente modélico, nos ha convencido que «nadie» es responsable de nada, por lo tanto, nadie nos puede ayudar. Un extraño virus ha logrado anonimizarnos: que nadie se sienta responsable de nada. La responsabilidad personal ha quedado disuelta en un genérico: la sociedad, la gente, los políticos, los padres, etc. Todos ellos son responsables, pero nadie en concreto asume la obligación de dar respuesta de lo acontecido y asumir las consecuencias.
Una de las aventuras más astutas de Ulises fue la que libró con el cíclope Polifemo, al que engañó diciéndole que se llamaba «Nadie». Ulises logra cegar el único ojo del gigante, quien desesperado grita pidiendo ayuda encerrado en su cueva. A la pregunta del resto de los cíclopes sobre quién lo maltrata, responde: «¡Nadie me hiere! ¡Nadie me mata con su astucia!» A lo que responden sus compañeros: «En ese caso, si nadie te hiere, no necesitas ayuda de nadie».
Da la impresión en la educación actual de que algún astuto Ulises, en este caso no precisamente modélico, nos ha convencido que «nadie» es responsable de nada, por lo tanto, nadie nos puede ayudar. Un extraño virus ha logrado anonimizarnos: que nadie se sienta responsable de nada. La responsabilidad personal ha quedado disuelta en un genérico: la sociedad, la gente, los políticos, los padres, etc. Todos ellos son responsables, pero nadie en concreto asume la obligación de dar respuesta de lo acontecido y asumir las consecuencias.
Así, por ejemplo, el fracaso escolar, la mala educación, o los malos hábitos son culpa de factores sociales, económicos, o ambientales, entre los cuales están los medios de comunicación, las nuevas tecnologías o los políticos; pero en ningún caso será culpa del alumno que no se esfuerza, del padre que no sabe educar o del profesor que no es competente.
Aunque parezca extraño y duro, asumir la responsabilidad es la forma de saber que somos dueños de nuestras acciones, decisiones y omisiones, en definitiva, constatar que somos libres. La responsabilidad es la otra cara de la libertad: solo quien es libre es responsable. No son libres ni los animales, ni los niños sin uso de razón. Solo aquellos seres humanos que tienen capacidad de reflexionar, de decidir y de actuar son capaces de dar respuesta y, por tanto, de asumir lo positivo y lo negativo de sus acciones.
Por tanto, educar consiste en ayudar a los niños y jóvenes a crecer, a ser autónomos, que es tanto como decir a ser libres, adultos, maduros y asumir su cuota de responsabilidad, de satisfacción o de culpa por lo realizado.
En la sociedad líquida, ya casi gaseosa, en la que vivimos, ha desaparecido la responsabilidad como uno de los principios sólidos sobre los que se asentaba la educación y la convivencia. No es de extrañar que la educación actual esté teñida de un cierto infantilismo, de un miedo a ser adulto y asumir responsabilidades. Como al niño, tampoco al joven se le exigen responsabilidades; a veces incluso a los adultos. Todos son derechos, pero no deberes. Caso de que ocurra algo negativo, como por ejemplo el fracaso en los estudios, se intentará buscar siempre un culpable: las condiciones socioeconómicas, el ambiente familiar, el consumo de nuevas tecnologías…, cualquier excusa es buena con tal de no pedir responsabilidades personales.
Es duro asumir y exigir responsabilidades porque suele provocar inquietud, agobio y culpabilidad. Pero no es menos cierto que la responsabilidad también produce la satisfacción de la tarea bien hecha, del cumplimiento del deber y de la tranquilidad de la buena conciencia, en definitiva, de la paz interior.
Existe un error que consiste en la hiperresponsabilidad: no podemos asumir como propios los problemas que nos superan, a veces solo queda aceptarlos. Otras veces los problemas son de carácter global, pero siempre habrá la posibilidad de actuar en lo local. Según el adagio oriental: «Si cada chino barre su puerta, la calle estará limpia».
Una educación que no cultiva la responsabilidad es la antesala de una sociedad adormecida hoy y tiranizada mañana por la apetencia de los caprichos y por la dictadura de quien imponga de forma coercitiva lo que debería corresponder a la libre voluntad de personas responsables y solidarias con la tarea del bien común.
Nadie nace responsable, es algo que se aprende y se educa dando responsabilidades. Es tarea de los educadores, padres y profesores auténticos —aunque el ambiente o la legislación propugne lo contrario— dar responsabilidades y exigirlas. El paternalismo que existe en la educación actual es nefasto porque genera infantilismo, evita que el niño y el joven crezcan y maduren tomando decisiones, actuando de tal modo que sientan la satisfacción de que lo realizado es obra propia, y si existe equivocación, la grandeza que supone pedir perdón y compensar, en su caso, el daño ocasionado.
Cualquier comunidad, ya sea la familia, la escuela, la empresa o la sociedad es mucho más libre, serena, pacífica cuando hay personas responsables. La persona responsable genera confianza, seguridad y tranquilidad. Por el contrario, su ausencia obliga a multiplicar las leyes y medidas punitivas que obliguen a realizar lo que espontáneamente realizan las personas responsables. Una persona responsable da paz, tranquilidad, no es tóxica, hace la vida más llevadera a todos y siempre procura dejar todo lo que le atañe mejor de lo que se lo encontró.
La caricatura de la persona responsable es una persona agobiada, angustiada, nerviosa. Ser responsable es vivir con paz cada momento y reto de la vida. Es ser consciente de los compromisos, pero también de las limitaciones personales. Saber aceptarlas, pedir perdón cuando corresponda, reparar el daño en su caso y gozar de la satisfacción del deber cumplido.
Es tarea ineludible del que educa en la vida generar personas valientes que asuman su parcela de responsabilidad. Nos jugamos mucho: la madurez humana de ellas y la mejora de la sociedad.
El adoctrinamiento ha invadido Occidente, pero cada vez son más las voces que apelan al sentido común y alientan a los cristianos a no decaer en la lucha por defender la verdad. Alberto Bárcena, historiador y profesor de la Universidad San Pablo CEU, cuenta a Misión de dónde viene este adoctrinamiento, cómo se ha ido implantando y cómo deben actuar los cristianos ante esta grave amenaza.
Por Marta Peñalver. Fotografía: Dani García
¿El adoctrinamiento es algo nuevo o se ha practicado a lo largo de la historia?
Adoctrinar o impartir doctrina es algo que han hecho todas las civilizaciones. La peculiaridad de nuestros días es que lo impartan los grupos de poder para implantar el pensamiento único, o lo que Benedicto XVI denominó la “dictadura del relativismo”, que proviene de los sistemas totalitarios del siglo XX. Su modelo es el comunismo, pero hay otros sistemas con una narrativa oficial, como el fascismo y el nacionalsocialismo.
¿Cuál es el fin último de este adoctrinamiento sistemático?
Los que diseñan este nuevo orden mundial quieren apartarnos de la verdad, y disminuir la población y hacerla fácil de controlar. Son maltusianos: ven al ser humano como una plaga y eso es lo que los lleva a promover el aborto, la esterilización masiva, la eutanasia, el infanticidio (que se está legalizando en algunos sitios)… Detestan la religión, la familia tradicional, las identidades nacionales… Quieren borrar las señas de identidad para hacer hombres débiles que no pongan pegas a lo que venga del poder, porque un hombre que ha perdido su religión y el lazo con su patria y con sus orígenes es maleable. Está desarmado. Lo que mejor les funciona es “reeducar” las tendencias naturales del ser humano para que la persona misma renuncie a sacralizar su unión, a tener hijos…
¿Cómo ha calado este “diseño”?
Esta ideología se ha hecho con todo Occidente. Han ido definiendo lo que llaman nuevos derechos y los disfrazan de democracia y libertad. Es una visión utilitarista del ser humano. A los jóvenes les inculcan que tienen derecho a vivir su sexualidad desvinculada de la apertura a la vida. Esta desacralización irracional de la persona no va solo contra la fe; va contra el ser humano.
¿Hay una mano negra detrás de este adoctrinamiento sistemático?
Este modelo de pensamiento viene dado desde los organismos internacionales que lo han impulsado: las Naciones Unidas y la Unión Europea. Prácticamente todos los países y los partidos políticos lo apoyan, excepto los del Grupo de Visegrado (Eslovaquia, Hungría, Polonia y República Checa), que por eso están en el punto de mira de la UE. También hay grupos de presión que buscan la gobernanza mundial, que presionan fuerte para que España no se convierta en un referente provida ante Europa e Hispanoamérica. Es lo que buscan con la Agenda 2030. Pero ya en los 90 hubo varias cumbres de la ONU, en concreto en Pekín y en El Cairo, que trataron respectivamente sobre la mujer y la población, donde se empezó a hablar de reducir la población y de técnicas para adoctrinar a las masas.
¿Qué herramientas utilizan?
Lo dijeron en estas cumbres: había que emplear todos los medios de que un gobierno pudiera disponer para expandir esta cultura y cambiar el modelo de familia. Se habló de entrar en la conciencia a través del cine y de las series, para barrer lo que es innato al ser humano. ¿Qué nos presentan los medios? Promiscuidad sexual continua y con absoluta frivolidad… Ha desaparecido el modelo natural de familia; si aparece, se lo muestra como algo extraño. Y los personajes más atractivos de la serie responden al perfil de ideología de género. Esto se lleva diseñando durante años.
¿Pueden ser las leyes una forma de adoctrinamiento?
Por supuesto. Se aprueban nuevos derechos a golpe de ley. Es lo que se llama la ingeniería social. Zapatero fue un maestro: introdujo el matrimonio homosexual, el aborto en menores… La ley establece normas de obligado cumplimiento y, además, tiene un valor didáctico: creemos que lo que es legal está bien. Reconocer el derecho al aborto es establecer que hay ciudadanos que tienen derecho sobre la vida de otros. En Evangelium Vitae Juan Pablo II decía que quienes mayor obligación tienen de cuidar al inocente son el médico y la madre, y hoy son ellos quienes lo matan. Esto no puede verse como una conquista democrática. Es una barbarie y un desprecio a los derechos humanos y a la vida.
Concretamente, en España, ¿cómo se está aplicando este modelo de pensamiento único?
El modelo que tenemos en España es muy estricto, similar al del resto de Europa, aunque aquí vamos a llegar al “virtuosismo” con la Ley de memoria democrática que establece un discurso oficial de nuestra historia. Y esa historia “rediseñada”, escrita por quienes quieren ganar la Guerra del 39 tras haberla perdido, es la que se va a impartir en los colegios. Es muy grave que las nuevas generaciones ignoren la verdadera historia de su patria. Además, el que no esté de acuerdo puede ir a la cárcel, perder su cátedra… Si esto no es un sistema totalitario, ¿qué es?
Quien no se adhiere hoy a la verdad ya no es fiable desde el punto de vista democrático. Se han impuesto unos dogmas sobre cómo debe ser el perfecto demócrata, y clarísimamente no puede ser un cristiano coherente. Benedicto XVI decía que es el “credo del Anticristo” . Tienes que profesar los atentados contra la vida y la dignidad del ser humano –aborto, matrimonio homosexual, reproducción in vitro– para no resultar “excomulgado”. Además de plegarse a la autodeterminación de la persona: el rechazo a la biología y al mismo Dios, para “ser como dioses”. Y a quien no se adhiera a esta doctrina se le castiga. La religión es un asunto para la práctica privada. Esta es una censura inadmisible, pero muchos se la autoimponen.
¿Cómo hemos llegado a este punto?
Todo empieza en cuanto Dios sale de la ecuación. Han disociado los dos rasgos de la unión del hombre y la mujer: el unitivo y el reproductivo. Esto también está calando entre los católicos. Hay un total desprecio a la apertura a la vida: “El hijo sí, pero cuando yo quiera”. La visión que tenemos de la donación, del darse al otro sin reservas, ha desaparecido.
¿Podemos revertir la situación?
Me sostiene saber que el Señor ha vencido al mundo. Esa victoria no la pueden eliminar ni los servidores de Satanás, ni el propio Satanás… Aunque aún veremos mucho sufrimiento, que es lo que trae consigo el mal. Pero el mal es autodestructivo; no puede durar. Ninguna civilización se sostiene después de haber perdido su religión.
¿Podemos aún ser optimistas?
Aparentemente, no hay demasiadas razones para el optimismo, pero hay que fijarse bien. El fallo de la Corte Suprema de EE. UU. que declara la inconstitucionalidad del aborto, impensable hasta hace poco, es un ejemplo esperanzador. Ha caído como un mazazo en Occidente. Y esto es gracias a que la mayoría de los jueces que han tomado esta decisión son católicos coherentes. Aunque están intentando anular su fallo, esto es esperanzador.
¿Qué debemos hacer los católicos?
Tenemos que sentirnos interpelados y ser testigos de la fe como nunca antes en la historia. Hay que librar el buen combate de la fe que estará presente hasta el fin de los tiempos porque, como decía san Pablo, “no luchamos contra la carne ni contra la sangre, sino contra los espíritus inmundos”. La asunción de los postulados de la ideología de género empieza a ser imparable, incluso entre católicos, pero no nos podemos relajar porque adoptar estos postulados en el seno de la familia es pecado de escándalo.
¿Cómo alentar a quienes por pereza, cansancio o buenismo se rinden al pensamiento único?
Cada uno puede hacer mucho en la esfera en la que se mueve –familia, trabajo– llamando a la coherencia de vida. Que no nos engañen: los cristianos no nos hemos quedado anticuados. Si eres católico, selo de verdad. Tenemos una gran responsabilidad. Del pecado de omisión nos han de pedir cuentas. ¡Y ay de los tibios! Para defender la verdad no hay más que coger el catecismo –que aclara todas las dudas– y frecuentar los sacramentos; acercarse a Dios, cumplir su ley y llevar el Evangelio a todos los hombres. El bien supremo de la persona es llegar a unirse con Dios. Hay que rechazar todo lo que nos distraiga de conseguirlo. Luego recibiremos una recompensa inimaginable. El que dé ejemplo de esa coherencia de vida puede conseguir cambios en los otros, incluso su conversión.
Hay quienes creen que los cristianos hemos sido adoctrinados, ¿Cómo rebatimos esa premisa?
No tenemos el cerebro lavado. Fe y razón no se contraponen. Hoy en día la razón está siendo pisoteada sistemáticamente, tal y como advertía san Juan Pablo II en Fides et Ratio, pero los cristianos tenemos una revelación que Dios le ha dado al hombre, por amor, durante siglos. Es un tesoro.
Para terminar, ¿puede darnos un mensaje para no desfallecer?
Los animo a vivir sin complejos, a no dejarse arrastrar por este pensamiento único demoledor. Da igual que nos pongan etiquetas. He comprobado que mucho de lo que se defiende en público, en privado se reconoce que aboca al desastre. Los cristianos somos sal de la tierra, luz del mundo. Así que la única fórmula es: formación, ejemplo y, por supuesto, oración, que es el arma más poderosa que existe.
Artículo publicado en la edición número 65 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.
BELLEZA
Extraemos este mes, del magnífico blog De libros, padres e hijos, de Miguel Sanmartín Fenollera, esta entrada dedicada a las ilustraciones de los libros y la belleza como clave de la educación.
Los niños se acercan a los libros a través de las ilustraciones de los libros. La imagen les lleva de la mano y les ayuda ante el reto de las palabras, aclarando su sentido y enriqueciendo su imaginación. Pero, atención, ya que las imágenes podrían terminar por empobrecer esa imaginación si no hay en ellas belleza.
«Lo que la imaginación toma por belleza debe ser verdad, haya existido antes o no». John Keats
Decía el poeta romano Horacio que «la pintura es un poema sin palabras», en una fórmula que ya había sido enunciada muchos años antes por Simónides de Teos, en el siglo V a. C., en su biunívoca sentencia según la cual «la pintura es poesía silenciosa, la poesía es pintura que habla». Si como yo creen ustedes que esto es realmente así, convendrán en que nuestra obligación será ofrecer a los niños raciones a manos llenas de esa poesía silenciosa. Pero… ¿Cómo hacerlo? Una de las maneras podría ser prestando atención no solo a la calidad literaria de los libros, sino también a la de sus ilustraciones. Lamentablemente, la industria editorial prosigue una tendencia que está lejos de lo que hasta hace no mucho era considerado bello.
Los libros infantiles y las ilustraciones mantienen una relación muy especial. Los niños comienzan sus primeros acercamientos literarios a través de las imágenes, aun antes de saber leer. La imagen les lleva de la mano y les ayuda ante el reto de las palabras, aclarando su sentido y enriqueciendo su imaginación. Pero, atención, ya que las imágenes podrían terminar por empobrecer esa imaginación si no hay en ellas belleza.
Y es que, del mismo modo que existe una relación entre el libro y la ilustración, hay una conexión íntima entre ilustración y belleza. Esta deberá ser bella y, además, realista. La representación artística, la belleza y el realismo han estado siempre unidos en la mente y en el corazón del hombre, desde las pinturas rupestres de Altamira hasta los frescos de Miguel Ángel en la capilla Sixtina. Solo recientemente se ha producido una disociación entre ellos.
Y esta disociación se está reproduciendo hoy en los libros infantiles, donde el feísmo impera. Las consecuencias de esta ruptura son perjudiciales para el niño, no les quepa duda. El miedo o el desinterés suelen ser los primeros síntomas de una enfermedad que acabará por desembocar en una mala educación estética, y cuyas secuelas, no obstante, van más allá de la estética.
Es verdad que la educación en la belleza supone, de entrada, algo puramente estético, una liberación de la vulgaridad. Los griegos tenían una palabra para expresar vulgaridad, ellos la llamaron apeirokalia, que significa falta de experiencia en las cosas bellas. Hay, por tanto, que facilitar a nuestros hijos el encuentro con las cosas hermosas que les libere de esa vulgaridad.
Pero hay algo más profundo en esa educación en la belleza. No es solo un camino de goce o disfrute –que por supuesto que lo es–, ni tampoco un escape o evasión del mundo –lo que no debería ser–, sino una forma de alcanzar una visión profunda de lo real, pues como decían antiguos y medievales, la belleza es la «expresión visible de la verdad y de la bondad», la «epifanía de lo trascendente» y «el esplendor de la verdad».
Platón calificaría al hombre vulgar, apartado de esa experiencia de las cosas hermosas, atrapado en la apeirokalia, como un prisionero de la caverna; alguien que había sido privado en sus primeros años de la confrontación con el misterio de las cosas. El profesor Dennis Quinn ––uno de los colegas de John Senior–– nos lo explica: «a través de las musas el abismo temeroso de la realidad convoca por primera vez a ese otro abismo que es el corazón humano; y el asombro de su respuesta da inicio a la educación y la sostiene en el tiempo».
Y es que la belleza, como generadora de ese asombro antiguo, es la señal de una plenitud y un acierto interior; algo refulgente que irrumpe en el momento en el que un ser ha llegado a ser como debe. Como dice Romano Guardini, «aparece cuando la esencia de la cosa y de la persona alcanzan su clara expresión», y, por tanto, es la primera brújula que nos orienta en nuestra búsqueda de la verdad. John Keats escribió un famoso verso, al final de su poema Oda a una urna griega:
«La belleza es verdad y la verdad es belleza... nada más se necesita en este mundo».
Y así, aunque ya casi no nos demos cuenta, una parte de la verdad, aquella a la que podemos acceder por ahora, se encuentra ante nuestros ojos, un día si y otro también. Cristo tomó cosas ordinarias de la vida –el pan y el vino– y las transformó por Su mediación en Sí mismo –el Dios que nos creó–, a fin de ofrecérnoslas como alimento de vida. De esta manera, un principio, que llamamos sacramental, se extiende ahora ante nosotros sobre todo lo creado; las cosas naturales se han revestido de un nuevo significado; y el mundo, que no tendría sentido por sí mismo, se convierte en un lugar con propósito.
Y, a un tiempo, nos ha sido dado un código para leer esa revelación, reflejado en la propia Creación. Un código del que nos hemos ido apartando, contraviniendo de este modo una milenaria tradición artística. Una de las formas de restaurar esta visión sacramental del mundo pasa por unir de nuevo el arte, la belleza y la realidad creada, en un proceso de educación estética que, como he comentado es más que eso, ya que es, también, una formación espiritual y teológica.
El que fuera director del Chesterton Institute for Faith and Culture de Oxford, el ya fallecido Stratford Caldecott, escribió:
«La educación comienza en la familia y termina en la Trinidad. Elogio (de la belleza), servicio (por la bondad), y contemplación (de la verdad), son esenciales para la plena expresión de nuestra humanidad».
Es por ello que no debemos descuidar dicha educación, que bien podría comenzar en los libros de los más pequeños. Hay que acercarles a las cosas bellas y hacerlo pronto; este acceso temprano a la belleza se revelará crucial, a pesar de que sus resultados puedan ser tardíos. Quizás no los percibamos en algún tiempo, pero estos frutos se darán, pues, aunque el fin es el primero en la intención, es lo último en ser alcanzado, como nos decía santo Tomás. Y eso es bueno saberlo para no desesperanzarse y para no cejar y perseverar.
Porque es fundamental ofrecer a los niños libros con bellas ilustraciones para, como diría Platón, liberarlos de la oscuridad de la caverna y de la apeirokalia. Por favor, no lo olviden.
El vendaval del relativismo de la posmodernidad no sólo ha arrancado de cuajo los fundamentos de la verdad y los pilares del bien; también ha maltratado, hasta deformarlo, el sentido de la belleza. Los distintos agentes de la educación tendremos que preguntarnos si algunos de nuestros climas y prácticas docentes, no han colaborado al asentamiento de este «feísmo» y pérdida de sensibilidad estética normalizado en los ambientes que nos toca frecuentar.
Me comentaba hace unos años un inteligente alumno de segundo de bachillerato el enfrentamiento verbal que había tenido con su profesor de historia. Este insistía, un día detrás de otro, en mostrarles con amargura a sus alumnos aquellos años oscuros de su niñez y adolescencia en los que «le obligaban desde las aulas a creer en Dios». El muchacho se decidió un día a levantar la mano y preguntar a su profesor: «Bien, profesor, pero usted con su relativismo nos está obligando a no creer en nada ¿Me podría decir qué diferencia hay?».
El vendaval del relativismo de la posmodernidad no sólo ha arrancado de cuajo los fundamentos de la verdad y los pilares del bien; también ha maltratado, hasta deformarlo, el sentido de la belleza. Basta con darse una vuelta por las proximidades de centros de enseñanza, o espacios frecuentados por los adolescentes, para constatar el imperio de lo grotesco, lo grosero, lo ridículo, lo extravagante, lo chabacano, el mal gusto.
Diríase que la realidad que habitan es la realidad esperpéntica que se refleja en los espejos cóncavos y convexos del «callejón del Gato» valleinclanesco. Toda manifestación de gusto por lo armónico, lo medido y ponderado, ya sea en las formas de expresión como en las formas de estar y de relacionarse, será vista por sus iguales como una rareza y un deseo de separarse de la tribu, y se castigará la osadía frecuentemente con el desprecio y el ostracismo: no es de los nuestros…
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Por supuesto, es una manifestación del aire que se respira en una imperante noosfera nihilista y relativista donde todo vale igual y, consecuentemente, nada vale nada. Para ellos, tiene el mismo valor estético una tragedia shakespeariana, que tirar la cabra desde el campanario en las fiestas del pueblo.
En el fondo, intuyo que ese relativismo esconde miedo a mirar de frente a la bondad, a la verdad y a la belleza, porque sus solas existencias comprometen una respuesta congruente que no siempre está dispuesto a dar el «hombre líquido» actual.
Pero los distintos agentes de la educación tendremos que preguntarnos si algunos de nuestros climas y prácticas docentes, no han colaborado al asentamiento de este «feísmo» y pérdida de sensibilidad estética normalizado en los ambientes que nos toca frecuentar:
Como ya denunciaba C.S, Lewis en «La abolición del hombre», cultivar sentimientos elevados en los alumnos parecía poco moderno a muchos educadores, amparados en que el sentimiento tiene poco bocado científico, único alimento que debe proporcionar la escuela. Una escuela pretendidamente cartesiana que debe alejarse, decían, de la subjetividad y de la sensiblería para ser verdaderamente escuela moderna. Se desterró así la capacidad de contemplación y de admiración deseando no interferir en el desarrollo del pensamiento racional-científico.
Sin embargo, lo que se muestra en muchos de nuestros jóvenes, no es un exceso de ideas adquiridas en la escuela moderna, sino una falta de fértil y generosa emoción. Es cierto que hay muchas formas de pensar y de sentir, pero hay solamente una de no pensar y de no sentir: no pensar y no sentir.
Después, no nos quejemos.
Lo decía A. Touraine en «Crítica a la modernidad»: Se nos ha querido imponer el principio de que había que renunciar a la idea de sujeto para hacer triunfar la ciencia, que había que ahogar el sentimiento y la imaginación para liberar la razón…, y que era necesario aplastar en la educación escolar categorías viejas identificadas con una sensibilidad burguesa y ñoña.
Por este camino, muchos jóvenes han salido del itinerario escolar sin una sola oportunidad de exponerse relajadamente ante un paisaje, ante un poema, ante una composición musical, ante una construcción armónica, etc., para experimentar emociones estéticas que les fueran afinando la sensibilidad.
Por cada alumno que necesita ser protegido de un frágil exceso de sensibilidad, dice Lewis, hay tres que necesitan ser despertados del letargo de la fría mediocridad (…). La correcta precaución contra el sentimentalismo es la de educar sentimientos adecuados. Agotar la sensibilidad de nuestros alumnos es hacerles presa fácil del proselitista de turno. Su propia naturaleza les empujará a vengarse, y un corazón duro no es protección infalible frente a una mente débil. (…) Una buena educación refuerza algunos sentimientos mientras que rechaza otros.
El desarrollo de esta sensibilidad sería, sin duda, una propedéutica para la apertura a los valores del bien y de la verdad, como proponían los pensadores clásicos griegos. Quizás era esto lo que se temía…
Paralelamente hemos asistido a una pedagogía blanda y conformista de mínimos por la que, en el afán de «ir a la importante», se fue abandonando la propuesta de la perfección, el gusto por el orden y la limpieza, la atención a las formas que, frecuentemente, son apariencias protectoras pero necesarias para las consistencias fundantes. La excelencia de un contenido pide una excelencia proporcional del continente. Achabacanar el continente es degradar el contenido.
Se ha preconizado la espontaneidad roussoniana en los comportamientos sociales, dotándoles de categoría ética de sinceridad, de autenticidad o de coherencia. Por ese camino el exabrupto y la grosería llegan a alcanzar el estatuto de verdad y se cultiva una suerte de exaltado y zafio zoocentrismo.
Al menos los educadores profesionales debiéramos recordar que el concepto «educación», desde sus orígenes clásicos, va siempre unido al concepto de «areté», el cultivo de la excelencia para alcanzar la virtud.
Dejar que el espíritu del educando se asilvestre y se adocene es atentar contra su humanidad. Atrévete, maestro, a pedir perfección.
Afirmaba el papa Benedicto XVI en su viaje a Barcelona para consagrar la basílica de la Sagrada Familia, que la belleza es la gran necesidad del ser humano y la verdad la raíz de la que brota lo mejor de nuestras vidas. Verdad y belleza son el fruto del amor que Dios nos tiene. Ambas nos descubren el sentido de la vida, nos muestran la evidencia del misterio del Amor, las dos ponen ante nuestra mirada no sólo la inmensidad del infinito, sino sobre todo la cercanía de un Dios que jamás nos abandona, un Dios que es Logos y que es Amor, que nos conoce y que no puede ni quiere dejar de amar.
Afirmaba el papa Benedicto XVI en su viaje a Barcelona para consagrar la basílica de la Sagrada Familia, que la belleza es la gran necesidad del ser humano y la verdad la raíz de la que brota lo mejor de nuestras vidas. Verdad y belleza son el fruto del amor que Dios nos tiene. Ambas nos descubren el sentido de la vida, nos muestran la evidencia del misterio del Amor, las dos ponen ante nuestra mirada no sólo la inmensidad del infinito, sino sobre todo la cercanía de un Dios que jamás nos abandona, un Dios que es Logos y que es Amor, que nos conoce y que no puede ni quiere dejar de amar.
Sin embargo, si miramos a nuestro alrededor, observaremos que determinadas manifestaciones artísticas se alejan diametralmente de la belleza que es el esplendor de lo real. A menudo, bajo capa de apariencias atrayentes pero corruptoras, se nos ofrecen propuestas presuntamente artísticas que atentan contra las aspiraciones más nobles del corazón humano.
En su discurso de Rímini, en septiembre de 2002, el entonces cardenal Ratzinger no dejó de afrontar esta forma de seducción que pugna contra la aspiración del hombre a la Belleza y sugieren que nada en nuestra vida tiene sentido verdadero. Afirmaba lo siguiente:
“… La mentira emplea también otra estratagema: la belleza falaz, falsa, que ciega y no hace salir al hombre de sí mismo para abrirlo al éxtasis de elevarse a las alturas, sino que lo aprisiona totalmente y lo encierra en sí mismo.
“Es una belleza que no despierta la nostalgia por lo Indecible, la disponibilidad al ofrecimiento, al abandono de uno mismo, sino que provoca el ansia, la voluntad de poder, de posesión y de mero placer. Es el tipo de experiencia de la belleza al que alude el Génesis en el relato del pecado original: Eva vio que el fruto del árbol era «bello», bueno para comer y «agradable a la vista». La belleza, tal como la experimenta, despierta en ella el deseo de posesión y la repliega sobre sí misma. ¿Quién no reconocería, por ejemplo en la publicidad, esas imágenes que con habilidad extrema están hechas para tentar irresistiblemente al hombre a fin de que se apropie de todo y busque la satisfacción inmediata en lugar de abrirse a algo distinto de sí?”
En otra ocasión, en su discurso los artistas en la Capilla Sixtina en noviembre de 2009, se refirió también a ese tipo de arte que “asume el rostro de la obscenidad, de la trasgresión o de la provocación”. Y seguía constatando que:
“…con demasiada frecuencia, la belleza de la que se hace propaganda es ilusoria y falaz, superficial y cegadora hasta el aturdimiento y, en lugar de sacar a los hombres de sí y abrirles horizontes de verdadera libertad, empujándoles hacia lo alto, los encarcela en sí mismos y los hace ser todavía más esclavos, quitándoles la esperanza y la alegría”.
El arte es camino para el ser humano, pero en él se pueden producir también manifestaciones engañosas que pueden desviarle de su vocación al Infinito. Por eso es preciso que los artistas respondan con entusiasmo y fortaleza a su primigenia vocación a la belleza.
Es preciso destacar la profunda sintonía que existe entre estas claves del pensamiento del cardenal Ratzinger con el de san Juan Pablo II. Este último, en su Carta a los artistas, les invitaba a abrirse a una fuente de inspiración que estimule su creatividad:
“Esta inspiración -les decía- la recibe el artista a través de una "iluminación interior", que moviliza las energías de la mente y el corazón cuando se compromete incondicionalmente con el bien y con lo bello y hace de algún modo la experiencia del Absoluto…”
Les deseaba así que su trabajo "contribuya a la consolidación de una auténtica belleza que, casi como un destello del Espíritu de Dios, transfigure la materia, abriendo las almas al sentido de lo eterno.”
Es tiempo de confusión en lo estético. Parece que se ha perdido el sentido de la belleza, por la deriva cultural (más bien “anticultural”) presente. Pero la profunda necesidad del corazón humano, abierto a una esperanza de belleza definitiva que colme su capacidad de amor y de esperanza o trascendencia, reclama la revitalización del arte cristiano. La tarea no es fácil. Así lo recordaba Benedicto XVI en Rímini:
“El arte cristiano se encuentra hoy (y quizás en todos los tiempos) entre dos fuegos:
- debe oponerse al culto de lo feo, que nos induce a pensar que todo, que toda belleza es un engaño y que solamente la representación de lo que es cruel, bajo y vulgar, sería verdad y auténtica iluminación del conocimiento;
- y debe contrarrestar la belleza falaz que empequeñece al hombre en lugar de enaltecerlo y que, precisamente por este motivo, es mentira.”
Y es entonces, concluyendo sus magníficas reflexiones, cuando recuerda el pensamiento de Dostoievski de que “la belleza salvará al mundo”.
"Es bien conocida la famosa pregunta de Dostoievski: «¿Nos salvará la Belleza?». Pero en la mayoría de los casos se olvida que Dostoievski se refiere aquí a la belleza redentora de Cristo. Debemos aprender a verlo. Si no lo conocemos simplemente de palabra, sino que nos traspasa el dardo de su belleza paradójica, entonces empezamos a conocerlo de verdad, y no sólo de oídas. Entonces habremos encontrado la belleza de la Verdad, de la Verdad redentora.
Nada puede acercarnos más a la Belleza, que es Cristo mismo, que el mundo de belleza que la fe ha creado y la luz que resplandece en el rostro de los santos, mediante la cual se vuelve visible su propia luz."
Andrés Jiménez Abad
“Dios crea y el hombre recrea, y el que recrea mirándole a Él continúa la obra del Creador”. Estas palabras de Antonio Gaudí (1852-1926) definen a un hombre de fe, un contemplativo del alma y un auténtico genio de la arquitectura que se adelantó a su tiempo haciendo de la Sagrada Familia una catequesis viva que atrae a una multitud de personas alejadas de Dios.
La Sagrada Familia de Barcelona es la obra maestra de un artista en proceso de beatificación, un templo que él inició, pero que también le fue construyendo a él, tal y como confesaba. Un verdadero compendio de la fe cristiana que Antonio Gaudí preparó para el mundo, pero cuyos misterios también fue experimentando en su vida.
Este templo expiatorio, iniciado en el siglo XIX y que concluirá ya bien entrado en el XXI, recibe casi cuatro millones de visitantes al año. “Estaba en la mente de Dios que Gaudí construyera esta basílica, tras la cual ha habido miles de conversiones.
Dios tenía preparado para una época de apostasía como la nuestra un templo que nos llevara a Él a través de la belleza, que ejerce un puente para que a los no creyentes se les pueda hablar de Dios”, explica a Misión el arquitecto Enrique Solana, expresidente del Centro Gaudí Madrid.
Conversiones por doquier
Una de estas conversiones es la del japonés Etsuro Sotoo, actual escultor de la Sagrada Familia, que se bautizó tras quedar asombrado con esta obra a medio hacer. “No miremos a Gaudí, miremos hacia donde él miraba”, insiste siempre Sotoo. Y es precisamente a Dios a quien se dirigen tanto este templo como su autor.
Nada es casual en Gaudí, todo lo que construye y diseña llama a la conversión del hombre. Y con una intuición extraordinaria que proviene de la “misión” que Dios le había encomendado. Tenía tan solo 31 años cuando le encargaron las obras de la Sagrada Familia, cuyo proyecto ya estaba iniciado y que transformó radicalmente.
Al estar la cripta ya comenzada, Gaudí se vio condicionado y no pudo orientar la iglesia al Oriente. Sin embargo, hizo una “genialidad” para resolverlo.
“Ya que no pudo reorientar el templo, hizo que el sol en su desplazamiento lo describiera: la fachada de levante muestra los misterios del Nacimiento, y la fachada en la que el sol muere la dedica a la Pasión. Y cuando el sol está a mediodía, en lo más alto, refleja la fachada de la Gloria, los misterios gloriosos”, señala Solana.
“Todo en este templo te hace mirar hacia arriba. Excepto la serpiente y otros reptiles que huyen de la redención de Cristo”
Del problema hace virtud, y de la naturaleza, catequesis. Porque Gaudí siempre va a lo trascendente. En la Sagrada Familia –cuenta este arquitecto– “se adelanta a su tiempo y saca los retablos al exterior, para evangelizar a todos, no solo a los que entran en el templo. Gaudí se anticipa a este Papa que habla de una Iglesia en salida”.
Descubrir la creación
Gaudí era un hombre de fe profunda, y su dimensión espiritual es inseparable de su ingenio creativo. “Todo en la vida de Gaudí es Providencial”, recalca Solana. Incluida la enfermedad que de niño le mantuvo postrado temporadas enteras en su finca rural. “Esto le permitió contemplar la naturaleza, y de ahí surgen muchas de las formas de su arquitectura”, indica.
“Pero Gaudí no imitaba la naturaleza, recibió de Dios el don de observarla y ser capaz de reproducirla con fidelidad a la obra del Creador”, agrega. Y recuerda una cita de Gaudí fundamental para entender el sentido de su obra: “El hombre no crea nada, solo descubre lo que Dios ha creado antes”.
Forjado en la cruz
La fachada del Nacimiento, la única que él pudo realizar, es un canto a la vida, un pesebre gigante. Es la vitalidad en plena ebullición. En lo más alto coloca un ciprés, símbolo de la vida eterna, un árbol de hoja perenne que permanece como la eternidad. “Todo en este templo te hace mirar hacia arriba. Excepto la serpiente y otros reptiles que huyen de la redención de Cristo”, aclara Enrique Solana.
Pero si la sensibilidad de Gaudí a la Creación se manifiesta en la fachada del Nacimiento, en la de la Pasión queda patente que su cristianismo se forjó en la cruz. Sus cuatro hermanos y su madre murieron muy pronto, y él mismo era muy enfermizo. Padecía reumatismo desde pequeño.
“La cruz ayuda a Gaudí a encontrar el sentido más profundo de la vida. En una ocasión le dieron por muerto, y al despertar empezó a leer a santa Teresa y a san Juan de la Cruz.
Interpretó que el Señor le permitió pasar por esos sufrimientos terribles para poder diseñar la fachada de la Pasión, tal y como Cristo la sufrió”, subraya este arquitecto.
Morir como un pobre
En una vida de ayuno, limosna y oración, este gran genio encontraba su alimento diario en la Eucaristía. Empezaba la jornada yendo a Misa. Luego acudía caminando a la Sagrada Familia. Y una vez concluida su larga jornada laboral paseaba hasta la iglesia de San Felipe Neri, donde rezaba y charlaba con su director espiritual.
De hecho, falleció atropellado por un tranvía cuando acudía a esta iglesia. Indocumentado, en sus bolsillos hallaron solo un rosario y un libro con la interpretación de los Evangelios, dos pilares fundamentales de su vida.
Gaudí había pedido dos cosas para cuando llegara su muerte: morir como un pobre y ser acogido por la Sagrada Familia. Y ambas le fueron concedidas. Le tomaron por un vagabundo tras el atropello, y de manera sorprendente Roma dio permiso para que fuera enterrado en la Sagrada Familia.
Devoción mariana
Gaudí era especialmente mariano. En sus obras civiles hay menciones constantes a la Santísima Virgen e incluso en el parque Güell instaló 50 bolardos para que se pudiera rezar el Rosario durante el paseo. Un ejemplo de esta síntesis arquitectónica y espiritual es la clave de bóveda de la cripta de la basílica, elemento fundamental de la estructura, donde introduce la Anunciación. “En esta clave estructural manda representar la clave del cristianismo, la Encarnación: si la quitas, se derrumba el cristianismo, al igual que si eliminas la clave se viene abajo el edificio”, muestra Enrique Solana.
Perfección y plenitud
Nada deja este siervo de Dios al azar, ni siquiera las proporciones del templo. Para el módulo eligió concretamente el 7,5 y también el 12, número de los apóstoles y de las tribus de Israel. La altura de la torre de Cristo mide 172,5 m (7,5 m x 23) y la de los evangelistas 135 metros (7,5 m x 18). Todo es así en la Sagrada Familia. “Con el 7 simboliza la perfección de la creación y con el 8 la plenitud, el octavo día, la Resurrección. Gaudí quiere expresar que la Iglesia es la perfección de este mundo aspirando a la plenitud de la vida eterna que nos espera. Este es el 7,5”, explica este arquitecto.
Los Novísimos
Tampoco Gaudí dejó de incidir en los Novísimos, de los que hoy apenas se predica. En su proyecto, en la entrada de la fachada de la Gloria planeó colocar unas lápidas para mostrar la muerte. El juicio se manifiesta en los ángeles que en las fachadas llaman a él. También pensó en el infierno: en la puerta principal, encima de una plataforma que se debería situar sobre la calle Mallorca, proyectó unos monstruos que representen a los demonios. Por último, la Gloria tendrá toda una fachada: “Gaudí lo tiene todo presente, y todo lo llena con la fe cristiana”, señala Solana.
Artículo publicado en la edición número 67 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.
LECTURA
Bruno Le Marie, ministro de Finanzas francés, ha protagonizado uno de los momentos más virales de la política francesa en los últimos meses, con tres minutos de discurso en los que aboga por la lectura y contra el abuso de las pantallas y redes sociales.
El 20 de enero de 2021 se celebró en París la 22.ª jornada anual de los Libros de Economía, a la que acuden políticos, periodistas y más de 600 estudiantes de toda Francia. En el centro de conferencias Pierre Mendès, a los pies del río Sena, el ministro de Finanzas Bruno Le Maire cerró el evento con un discurso que se hizo viral:
A continuación, transcribimos el comienzo del discurso convertido en el alegato por la lectura de Le Maire:
«Leed. No os imagináis el placer que vais a sentir. Lo digo con mucha convicción porque tengo hijos. Uno de ellos va al instituto, y lo de la lectura se ha convertido en un combate. Y este combate lo llevamos a cabo con Marc Ladreit de Lacharriére, con Luce Perrot, con Éric Reinhart, que está aquí, con todos los periodistas que están presentes aquí.
No es para molestaros. Ni para daros lecciones de moral. No es para obligaros a hacer actividades duras. La lectura es un placer inmenso que va a desarrollar vuestra imaginación, que os va a abrir a mundos radicalmente nuevos en los que no habríais entrado si no fuera por las palabras.
Os va a permitir entender quiénes sois, va a poner palabras a aquello que sentís y que ni siquiera sabéis sobre vosotros. Y una persona totalmente desconocida a la cual nunca habéis visto y a la que probablemente nunca veáis os susurrará al oído, en el silencio de la lectura, cosas que nunca habríais comprendido sobre vosotros si no las hubierais leído».
NO ESTÁIS SOLOS
El ministro Le Maire se graduó en literatura en la Universidad de la Sorbona con un trabajo sobre Marcel Proust y su novela En busca del tiempo perdido. En su discurso citó a Proust para explicar cómo nos comprendemos a nosotros mismos gracias a los libros:
«Aprendemos más sobre el deseo de aventura leyendo Robinson Crusoe que yéndonos de viaje. Aprendemos más sobre el deseo y los celos, a veces en la base del deseo, leyendo Albertine desaparecida o La prisionera que por experiencia propia.
Y cuando uno mismo tenga celos porque quiere a alguien que no le quiere a él, basta con leer a Proust para entender ese sentimiento, para ponerle palabras. Y esas palabras os van a calmar porque os harán comprender que formáis parte de una comunidad que siente las mismas cosas, que no estáis solos.
Esa es la singularidad de la lectura: es una actividad solitaria que os abre al resto del mundo. Estáis solos, pero nunca estáis tan cerca de los demás como cuando leéis un libro».
LOS LIBROS SON ARMAS DE LIBERTAD
Para acabar, Le Maire advirtió del peligro de la adicción al teléfono móvil y remató su discurso con una de sus más profundas convicciones: la literatura es fuente de libertad. Si quieres dar libertad a tus alumnos, prueba con alguno de estos 20 libros.
«A todos los jóvenes que nos escuchan: leed. ¡Apartaos de las pantallas! Salid de las pantallas. Las pantallas os devoran, la lectura os alimenta. Esa es la diferencia. Las pantallas os vacían, los libros os llenan. Esa es la diferencia.
Está claro que es un combate porque las pantallas son lo fácil: captan la atención, te atrapan y, además, están muy bien organizadas. Saben daros, como a las ratas, pequeños estímulos nerviosos cada cinco segundos, cada diez segundos, que os obligan a seguir pegados a la pantalla. Pero, por desgracia, eso no os permitirá desarrollar vuestra libertad.
Esta es una profunda convicción mía: la literatura es un arma de libertad. Y las pantallas –no todas, aquí no hablo de pantallas de cine, sino de los gigantes digitales– pueden convertirse en instrumentos de sometimiento. Las pantallas pueden someter vuestro consumo, vuestro comportamiento, vuestras prácticas, vuestros gestos. Las pantallas están diseñadas para orientar vuestros pensamientos.
La literatura os da libertad. Las palabras os dan libertad para construir y ser quienes sois. Se lo digo a todos los estudiantes que nos escuchan: cada uno de vosotros es único. Cada uno. La literatura y los libros os permitirán descubrir hasta qué punto sois únicos. Cada persona es única y la literatura nos lo enseña».
En resumen, leer estimula nuestra imaginación y creatividad, abre nuestra mente, ayuda a comprendernos a nosotros mismos, nos enriquece y da libertad. Después de este discurso, solo queda apagar el ordenador o el móvil, tomar un libro y leer. ¡Que la literatura te acompañe!
Reconocer entre los estantes de la biblioteca un buen libro para nuestros hijos, o para nosotros mismos, y evitar envenenarnos con uno malo, puede resultar muy difícil. El escritor y experto en literatura infantil y juvenil Diego Blanco nos cuenta, como un libro abierto, cómo lograrlo.
Hay algo peor que leer pocos libros: leer malos libros. Y no nos referimos a libros mal escritos o aburridos, que también, sino a libros cuyas tramas, personajes o ideas de fondo resulten no solo insípidas, sino venenosas. Una máxima (célebremente ridiculizada en El nombre de la rosa) que vale para los adultos, y que resulta más evidente si hablamos de adolescentes y niños. Las preguntas que surgen son de libro: ¿Es mejor leer un mal libro que no leer ninguno? ¿Cómo podemos distinguir uno malo de uno bueno?
Lanzamos estas cuestiones a Diego Blanco, escritor, guionista, experto en literatura infantil y juvenil y autor de Un camino inesperado (Encuentro, 2018), Érase una vez el Evangelio en los cuentos (Encuentro, 2021) y la saga de El club del Fuego Secreto. “Leer es bueno –responde Blanco para Misión–, y cuando decimos ‘Mi hijo lee, mi hija devora libros, es estupendo’. Pero tan importante como verlos leer es ver qué están leyendo, porque igual ese libro les hace más mal que bien y va a ser necesario reconducirlos con buenos títulos, descartando otros”.
Cómo descartar uno malo
En esa labor de discriminación y búsqueda suele resultar eficaz ir descartando los nocivos. Así, “para descartar un libro –explica Blanco– es útil, en primer lugar, verificar el protagonista. Si es un monstruo en cualquiera de sus versiones, yo, de entrada, desconfiaría, porque hay una corriente que insiste en presentar lo feo como bello y lo malo, como bueno”. “Tampoco me dejaría llevar, en absoluto, por el criterio de los más vendidos, porque muchas veces son un producto de marketing para promocionar ideas o autores, más que verdaderas obras literarias”, apunta.
«Tan importante como ver leer a los hijos es ver qué leen, porque ese libro puede hacer más mal que bien»
Blanco, que imparte numerosas conferencias y coloquios con adolescentes y familias, sabe que “la tentación suele ser volver a clásicos como Los Cinco o Torres de Malory, de Enid Blyton, o Puck, de Lisbeth Werner [pseudónimo femenino de sus autores varones, Knud Meister y Carlo Andersen], pero hay que tener cuidado, porque las nuevas versiones han sido purgadas”. Y da ejemplos: “Las reediciones de Los Cinco se presentan como ‘traducciones actualizadas para lectores de hoy’. ¿Y qué significa eso? Que les han borrado las descripciones más largas, que han purgado partes enteras de la trama, por ejemplo sobre la familia, que han simplificado aún más el vocabulario, que enfatizan la ambigüedad sexual de un personaje, y, como he podido comprobar, que han introducido cambios como que cuando antes Los cinco entraban en una iglesia, ahora entran en un centro comercial”. De modo que “sí, volvamos a los clásicos de nuestra juventud, pero ojo con las nuevas ediciones”.
Ficción y porno para niñas
Otro estante de la biblioteca que conviene transitar con especial juicio crítico es el de la literatura fantástica, uno de los favoritos entre jóvenes y adolescentes. “Aunque hay excepciones, como las novelas de Brandon Sanderson, conviene ser muy cautos, porque los títulos de más éxito suelen ser muy oscuros y desesperanzadores. La mayoría sigue el estilo de George R. R. Martin, autor de Juego de Tronos, y de Joe Abercrombie, con personajes que son prácticamente psicópatas sedientos de sangre, y descripciones muy explícitas de violencia o sexo”.
Además, Blanco también denuncia que, envuelta en apariencia romántica y estética naíf, “hay una tendencia muy fuerte, para chicas adolescentes, de libros pseudoeróticos, casi pornográficos. Porque aunque se habló mucho del porno para mamás, con Cincuenta sombras de Grey, ahora viene un porno para chicas, con novelas del estilo de After, de Anna Todd”.
«La tentación es volver a los clásicos como Puck o Los cinco, pero cuidado, porque las versiones actuales han sido purgadas»
Esta corriente nació en aplicaciones como Wattpad, donde un usuario cuelga sus escritos y los demás los valoran. “Una de ellas escribió sus imaginaciones eróticas con uno de los componentes de One Direction, grupo al que siguen muchísimas chicas. Tuvo tanto éxito que una editorial olió el negocio y lo convirtió en la trilogía de After, que está siendo devastadora”, explica Blanco. Con la particularidad poco conocida de que esos relatos, enfocados para chicas de 13, 14 o 15 años, Todd, que ahora tiene 33, los empezó a escribir con 25. Es decir, que quienes escriben best-seller eróticos para niñas son adultas.
Cómo elegir uno bueno
¿Y a la inversa? ¿Cómo reconocer un buen libro? Además de constatar que el lenguaje y las estructuras estén cuidadas, que las ilustraciones (si tiene) no caigan en el feísmo, y que no pague peajes woke en temas como el modelo familiar o la sexualidad, “si hablamos de niños y adolescentes hay dos ‘pasas’ importantes: quien lee tiene que poder decir ‘Esto me pasa a mí’ y ‘¿Qué pasará después?’”, explica el escritor.
Para eso, Blanco apunta que “las historias se construyen en torno a tres bloques: personajes, escenario y trama. Y por eso, un buen libro tiene que tener personajes bien construidos, que no tengan comportamientos impropios de la edad de los lectores, y cuyo protagonista sea lo suficientemente débil como para ser bueno, o sea, que tenga una debilidad que no le impida cumplir su misión, y más aún, que esa debilidad le ayude a cumplirla”. El escenario “debe ser un mundo en el que exista cierta moral, y si es un mundo muy raro, que permita al personaje compensarlo desde la virtud”.
Y en la trama “tiene que haber al menos un malo que muestre sin ambigüedades los efectos negativos del mal, pero que después de los conflictos, concluya en final feliz”. Como es lógico “a partir de los 18 o 20 años podemos buscar otros personajes, tramas y finales, pero tengamos la edad que tengamos, y sobre todo para lectores jóvenes, estos criterios nunca fallan”. Son de libro.
Por José Antonio Méndez
Artículo publicado en la edición número 64 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.
Decíamos ayer que el género de las utopías se estaba volviendo bastante presente en el universo literario de hoy. Pero, al hablar de esa presencia, no solo me refiero a una realidad ficcional, a la proliferación de un determinado tipo de literatura –que también–, sino a la presencia real, en el mundo de todos los días, de una policía del pensamiento, como la profetizada en muchas de estas obras. Orwell, de vivir hoy, nos estaría mirando, y con gesto de cansado escepticismo nos espetaría: «Os lo advertí… y no me hicisteis caso». El voraz apetito de este ejército censor no parece tener fin y, cada vez con mayor alcance y poder, no deja de crecer, mientras alardea de su puritanismo atroz.
«Los tiranos saben que una obra de arte posee una fuerza liberadora».
Albert Camus
«No tengo miedo a luchar. Mi Dios es un Dios de batalla».
G. K. Chesterton
Decíamos ayer que el género de las utopías se estaba volviendo bastante presente en el universo literario de hoy. Pero, al hablar de esa presencia, no solo me refiero a una realidad ficcional, a la proliferación de un determinado tipo de literatura –que también–, sino a la presencia real, en el mundo de todos los días, de una policía del pensamiento, como la profetizada en muchas de estas obras. Orwell, de vivir hoy, nos estaría mirando, y con gesto de cansado escepticismo nos espetaría: «Os lo advertí… y no me hicisteis caso». El voraz apetito de este ejército censor no parece tener fin y, cada vez con mayor alcance y poder, no deja de crecer, mientras alardea de su puritanismo atroz.
Ahora le ha tocado el turno a Roald Dahl y al Dr. Seuss, aunque el posible objetivo de los despiertos puede ser cualquier obra, sin importar, ya que la lógica y la razón se hallen ausentes por completo en el origen y raíz de esta actividad censora. No es que la censura sea una novedad, sin embargo, antaño guardaba coherencia, respondía unos fines que podían o no ser compartidos, pero que, al menos, tenían detrás una razón de ser. Hoy es diferente; lo único que tienen en común estos movimientos es nihilismo. Los mismos que se rasgan las vestiduras por inocentes palabras a las que atribuyen gratuitamente una carga de paranoia que no les es propia, promueven, a un tiempo, bajo rígido e inexorable mandato, que nuestros hijos deben poner fin a su inocencia leyendo libros sobre masturbaciones, travestismo, homosexualidad, cambio de sexo y cosas similares. Porque, la desfachatez y el absurdo son los orgullosos estandartes ondeados al viento por esta moderna tendencia totalizadora que solo busca destruir.
¿Recuerdan a los lectores de sensibilidad? Pues continúan sus avances devastadores. La editorial que comercializa las obras de Roald Dahl (el autor de Matilda, Charlie y la fábrica de chocolate o El fantástico Sr. Fox) ha contratado a individuos sensibles para que reescriban fragmentos de sus obras, a fin de asegurarse de que sus libros «puedan seguir siendo disfrutados por todos hoy».
¿Saben ustedes cuál ha sido el pecado secular de Dahl? Su imperdonable falta ha consistido en escribir en una época en la que las palabras tenían el significado convenido tras el tamiz de innumerables generaciones; un significado prudentemente codificado y guardado en ese tipo de libros llamados diccionarios, a fin de que todos pudiéramos entendernos.
Pero hoy es diferente. Por un lado, los escritores sienten la presión de tener que rendir pleitesía a la mezquina obsesión que anida en los cerebros enfermos de unos pocos, y por otro, las palabras ya no significa sino aquello que esos pocos determinan.
Asómbrense: algunas de las palabras preocupantes que según estos señores podrían ofender a los niños hipersensibles de hoy, y que en las nuevas ediciones de estos libros de Dahl se están borrando, son «gordo», «feo» y «negro». Esta última, por cierto, no se usa con una connotación racial, pero esto no importa, ya que, según la disparatada Teoría Crítica de la Raza, todo es racismo según el sentir particular de aquellas razas a las que se les permite sentir, que no de todas, claro. Por supuesto, se han añadido nuevas líneas para reconstruir las historias, adecuando convenientemente las tramas a las novedosas ideologías, y así, a las mujeres se les dan trabajos más emocionantes. Como no, tampoco podían faltar los guiños a la ideología del, mal denominado, género: se prefieren las palabras de género neutral (palabra aquí, si bien empleada) a las supuestamente ofensivas cómo «hombre», «madre», «padre», «niñas» y «niños». E incluso, algunos llegan al paroxismo, alcanzando el éxtasis en esta carrera por ser el más absurdo: por ejemplo, los zares de la corrección política de la universidad de Stanford consideran palabras dañinas «estadounidenses» y «chicos».
Frente a los libros con los que uno no comulga, hay, y siempre ha habido, otras opciones que preservan la integridad de la obra: No leer el libro; no leer los pasajes que uno encuentre ofensivos; leerlo, pero discutir los temas y darles contexto… Y es que, la opción de la mutilación y el cambio tiene carácter ideológico y, sin duda, busca adoctrinar. Estos son los primeros cambios. Pero, habrá otros más significativos, no lo duden.
Aunque, todavía hay débiles resistencias por parte de quienes tiene el mayor poder y la fuerza. Por ejemplo, Penguin Random House, la editora de las obras de Dahl, acordó conservar copias clásicas (es decir, originales), además de las recién aseadas. Pero, quién sabe cuánto tiempo seguirá haciendo eso. Porque una puerta ha sido abierta, y ya sabemos aquello de la pendiente resbaladiza y de poner puertas al campo. ¿Tendremos que mantener bajo el radar a muchos de los libros que en su día amamos? ¿Nos veremos obligados pronto a hacer lecturas, subrepticiamente y en secreto, de los libros de siempre? Quizá pronto tengamos que huir a los campos, y llevarnos con nosotros el libro del Apocalipsis, tal y como, por cierto, hace al final de la historia, Guy Montag, el protagonista de una de las distopías más famosas: Farenheith 451 (1953), de Ray Bradbury.
Pero esto no es todo. Claro que no. Como estamos viendo en tantas otras cosas, en nuestros días, las iniciativas privadas de control y reeducación del pensamiento (sostenidas por un capital concentrado e internacional) actúan de con los gobiernos, quienes ha tomado también resoluciones de este tipo. Esta colusión mundial de tintes totalitarios, y que busca, sin ambages, el dominio y gobierno del mundo por unos pocos, se pone de manifiesto, aquí y allá, y lo hace ya sin vergüenza ni reparo alguno. Está a la vista de todos, pues a todos pretende someter.
Una de sus últimas manifestaciones, referida a este pequeño ámbito que es lo literario, ha tenido lugar en los lares de la brumosa Albión. El Daily Mail hacía pública hace pocas fechas la noticia de que el Gobierno británico (recordemos, capitaneado por los conservadores torys), en el marco de un programa estatal de lucha contra el terrorismo denominado Prevent, había elaborado una lista en la que se incluían algunas de las mejores obras de la literatura como posibles signos de extremismo derechista. La lista demonizadora contenía referencias al poema épico anónimo, Beowulf, a El Señor de los Anillos, de J. R. R. Tolkien, a Un mundo feliz, de Aldous Huxley, a El agente secreto, de Joseph Conrad, a 1984, de George Orwell, y a varios poemas de G. K. Chesterton, además de a muchas otras grandes obras de autores canónicos como Shakespeare y Milton. El listado también incluía varias películas, entre ellas, El puente sobre el río Kwai (1957), de David Lean, La gran evasión (1963), de John Sturges, y Zulú (1964), de Cy Endfield. Consultado por el citado periódico, el historiador Andrew Roberts manifestó lo siguiente: «Esto es realmente extraordinario. Esta es la lista de lectura de cualquiera que quiera una educación civilizada, liberal y culta». El escándalo generado por la exposición al público de ese informe y su listado, y la reacción enérgica de personalidades de la política y la cultura, ha detenido por el momento la iniciativa, pero, ¿hasta cuándo?
Una de las cosas que más asombro y frustración causa, en esto y en tantas otras cosas, es la facilidad con la que unos pocos están imponiendo un régimen de vida precario y castrante a todos los demás. ¿Haremos algo?, ¿reaccionaremos en algún momento?, ¿o será ya demasiado tarde? Decía el sociólogo norteamericano Neil Postman, que si los padres deseamos preservar la infancia de nuestros hijos, deberemos concebir la crianza como un acto de rebelión contra la cultura. Es posible, pero para los cristianos esa rebelión es más bien una resistencia. Debemos, por tanto, resistir, y hacerlo varonilmente, como nos dice el apóstol. Por supuesto, siempre necesitaremos la ayuda imprescindible de la gracia, pues solos no podemos. Pero, aun así, a nosotros, como dice el poeta, nos queda el intentarlo. Y el propio saber poético de esa grande y buena literatura que se trata de cercenar, ocultar o perseguir con estas incitativas, y que debemos luchar por detener, nos podrá ayudar en esa labor —–más Suya que nuestra—, de restaurar en nuestras almas y en las de nuestros hijos un hoy perdido sentido del misterio y la maravilla.
Pongámonos, pues, en marcha. Como dice el apóstol (Romanos, 13, 12), «desechemos, por tanto, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de luz», preparándonos para esta batalla, que no es sino el preludio de otras mucho mayores.
Y no desfallezcan. Saben que ya hemos ganado. Alguien ha ganado la guerra por nosotros. Como escribió hermosamente, Chesterton:
«La única cosa perfectamente divina, el único vislumbre del paraíso de Dios dado en la tierra, es librar una batalla perdida, y no perderla».
P. D. Por cierto, las atrocidades cometidas por los oscuros comisarios del pensamiento, pueden ser una razón adicional para comprar libros impresos. Al menos estos, guardados en su biblioteca, no podrán –aunque solo sea por el momento, según Bradbury–, ser quemados, borrados o manipulados a sus espaldas. Supongo que saben que Amazon puede entrar en su biblioteca electrónica y editar lo que contiene. Así que, no pasará mucho tiempo antes de que todos y cada uno de los libros, siquiera en ese formato, sean sujetos a esta reescritura estalinista, suave y cadenciosa.
Entrevista a José Ramón Ayllón en La 8, canal de televisión de Burgos.
El mundo del siglo XXI nos parece complejo y contradictorio, a menudo mareante. Pero viene en nuestra ayuda la buena literatura para iluminar la caverna, ordenar las ideas, poner los sentimientos en su sitio… ¿Quiénes son esos autores y esos libros que conviene rescatar y atesorar, tal vez sepultados por la erupción incesante de novedades? ¿Qué títulos leer con gusto y aconsejar con la seguridad de acertar? Biblioteca Homo Legens ofrece esta esmerada selección de 50 grandes escritores. En su compañía transitaremos por los paisajes del mundo y del alma y conoceremos algunas de las mejores páginas que se han escrito. José R. Ayllón analiza el estilo literario y la visión de la vida en las obras y autores seleccionados. Ambos enfoques hacen que este pequeño libro sea también –a su manera– una pequeña introducción a la literatura y a la ética.
José Ramón Ayllón (Cantabria, 1955) estudió Filosofía y Letras en las universidades de Oviedo y Valladolid. Coordinador de Nueva Revista y profesor asociado de la Universidad de Montevideo, imparte clases de literatura, ética y filosofía desde hace más de veinte años. Es autor de Querido Bruto, una novela histórica protagonizada por Julio César y pensada para despertar el gusto por las humanidades. Ha publicado la novela juvenil Vigo es Vivaldi y varios ensayos. También ha escrito las biografías Sophie Scholl contra Hitler y El hombre que fue Chesterton. En Homo Legens ha publicado los ensayos El mundo de las ideologías y Ética actualizada, así como Esencia de mujer, una cuidada selección de textos de G. K. Chesterton.
¿No es redundante y aburrido escribir un libro sobre libros?
Puede parecerlo, pero es apasionante cuando hablas de los mejores escritores –de Homero a Borges- y de 60 joyas que deslumbran por su amenidad, su riqueza y su estilo.
¿Por qué ‘cuanto antes’? ¿A qué viene tanta prisa?
Porque la situación actual es de emergencia cultural. El Homo sapiens está involucionando hacia el mono con pantalones.
Así que su libro es una aventura quijotesca contra la ignorancia…
Puede verse así, pero también responde a una pregunta que me han formulado muchos alumnos y amigos: ¿Qué debería leer para ser una persona culta, para amueblar la cabeza, para educar la sensibilidad?
Veo que reparte juego: incluye novelas y ensayos, poesía y teatro, biografías y libros de historia… ¿Qué es para usted la literatura?
Si es muy buena, un camino hacia la verdad y la belleza. Con eso está casi todo dicho. Las biografías y autobiografías me interesan especialmente porque matan tres pájaros de un tiro: enseñan historia, proponen modelos y pueden estar muy bien escritas.
¿Ese camino hacia la verdad y la belleza lo ha recorrido con los 60 libros que analiza?
Sin duda. Por eso me siento agradecido y hablo de ellos con entusiasmo, tanto si son ‘top ten’ como si son poco o nada conocidos. Es verdad que Homero y Shakespeare, Cervantes y Dickens, Dostoievski y Tolstoi son de otra galaxia, pero Natalia Ginzburg y Christian Bobin, Antonio Machado y Marisa Madieri, Orwell, Viktor Frankl y todos los demás forman una selección incomparable.
¿Tiene escritoras favoritas?
Al menos, tres. Las cartas de Etty Hillesum a sus amigos del campo de concentración de Westerbork me descubrieron a una chica excepcional. Cuando las italianas Natalia Ginzburg y Marisa Madieri cuentan su vida en ‘Las pequeñas virtudes’ y ‘Verde agua’, la impresión fue también imborrable.
¿Por qué Delibes y no Cela?
A Delibes le conocí en Valladolid, aunque yo era un joven profesor cuando él se apagaba. Creo que es el mejor novelista español del siglo XX. Tiene una novela deliciosa, que me parece muy recomendable en estos tiempos, y que Cela nunca hubiera escrito: Señora de rojo sobre fondo gris.
¿Y Cunqueiro? No me dirá que le conoció en Vigo…
¡No tuve esa fortuna! Cunqueiro es un genio, como Valle-Inclán. Es pura y festiva literatura, con un sentido del humor entre cervantino y gallego, que pasa en el mismo párrafo de los dioses griegos a la Guardia Civil. Para descubrirse ante él basta una sola página de Simbad, Ulises o Merlín.
¿Entre Borges y Antonio Machado?
Empate técnico. Sus grandes temas –el amor, la nostalgia, la belleza, la patria- son universales.
¿No detecta cierta obsesión mediática por recomendar libros?
Sí. Un empeño parecido al que quiere vendernos móviles, zapatillas o vaqueros, por ejemplo. La gran diferencia, a mi juicio, es que al terminar un libro muy bueno ya no eres el mismo.
¿Cuándo se ha de abandonar la lectura de un libro? ¿Practica eso de “libro que no has de leer, déjalo correr”?
Si es de estudio obligado, no hay opción. Con los demás, suelo abandonar a las pocas páginas el libro que no me gusta mucho. Por eso prefiero títulos consolidados y soy muy perezoso con las novedades.
¿Algún consejo a nuestros lectores?
Con mucho gusto. Menos facebook y más the face on the book
Enseñar a nuestros hijos a hacer una lectura sosegada y profunda es crucial para que las generaciones jóvenes sean capaces de construir un pensamiento crítico y reflexivo.
Según explica la investigadora del cerebro lector Maryanne Wolf en su libro Lector, vuelve a casa (Deusto, 2020), los soportes digitales provocan grandes cambios en nuestro modo de leer.
Hoy se lee más que nunca. En un día gestionamos decenas de mensajes de WhatsApp, ojeamos las últimas publicaciones en redes sociales, abrimos y contestamos correos electrónicos y nos ponemos al tanto de la actualidad en diversos medios digitales. Leemos más, sí; pero no leemos mejor. Según explica la investigadora del cerebro lector Maryanne Wolf en su libro Lector, vuelve a casa (Deusto, 2020), los soportes digitales provocan grandes cambios en nuestro modo de leer. Nuestra lectura ha dejado de ser continua, sostenida y concentrada, para convertirse en un hábito rápido, superficial y distraído, en el que partimos la atención en intervalos más cortos. Cada vez son más los lectores que ahora encuentran dificultades para concentrarse en lecturas complejas o que se ven obligados a releer párrafos enteros para comprender el significado completo de un texto. Esto que nos sucede a los adultos también les ocurre a niños y adolescentes.
Si los jóvenes de hoy no logran hacer una lectura sosegada y compleja, serán más fácilmente manipulables y dependientes
El impacto de las pantallas está provocando que los más jóvenes se vean afectados por el “sesgo de novedad” (atracción hacia lo nuevo), la multitarea, la recompensa inmediata y la hiperestimulación, provocando en ellos una “mente saltamontes” que dificulta las habilidades necesarias para disfrutar de una la lectura lenta y comprensiva. Para Maryanne Wolf esto es muy preocupante, puesto que si los jóvenes de hoy no logran hacer una lectura sosegada y compleja, serán más fácilmente manipulables y dependientes de formas externas de conocimiento como Google. Para evitarlo, no basta con entender lo que se lee, sino que es necesario ponerlo en relación con nuestros conocimientos previos y desarrollar un pensamiento crítico.
En opinión de la autora, este proceso, llamado “lectura profunda”, se logra ayudando a los niños a formar, desde temprana edad, un cerebro lector que les permita desarrollar habilidades de atención, concentración y memoria. Esto no significa que los pequeños empiecen a leer antes, sino prepararlos desde la cuna a poner los cimientos de un circuito de lectura sólido.
Es posible evitar los efectos negativos de las pantallas en la lectura sin prescindir de las aportaciones positivas que estas tienen.
Por otra parte, Wolf sostiene que es posible evitar los efectos negativos de las pantallas en la lectura sin prescindir de las aportaciones positivas que estas tienen. Para ello, propone que los niños desarrollen un cerebro bialfabetizado siguiendo el modelo de los hijos bilingües, quienes son capaces de pasar de un idioma a otro sin dificultad. Según esta hipótesis, los niños tendrían que desarrollar dos modos de codificación y aprendizaje totalmente separados: por un lado, afianzar la lectoescritura y el pensamiento crítico en soporte papel y, por otro, introducirse en el medio digital para aprender otras habilidades, como puede ser el arte gráfico, la programación de robots o la composición musical en GarageBand.
De este modo, los niños van desarrollando capacidades distintas y separadas en cada tipo de soporte, evitando la lectura en pantallas hasta los 11 o 12 años. A partir de entonces, Wolf cree que se podría introducir a los niños en la lectura digital, adoptando “contramedidas” para que el “efecto pantalla” no perjudique la habilidad de lectura profunda que los niños ya han desarrollado a esa edad. Para ello, los adultos deben ayudar a los niños a leer en pro del significado, y no de la velocidad; a evitar la localización de palabras clave y el estilo de lectura en zigzag; y comprobar que el pequeño entiende la secuencia y las claves de la trama y además es capaz de recordar detalles de lo que ha leído. El objetivo de Maryanne Wolf es que los niños sean capaces de dedicar tiempo, atención y habilidades de lectura profunda independientemente del soporte en el que lean.
La autora sostiene que estas facultades son cruciales para que los jóvenes formen un pensamiento crítico y un conocimiento reflexivo, consoliden un bagaje cultural amplio, puedan desarrollar la empatía con realidades distintas a la suya y no sean manipulables ni consumidores pasivos de información.
Miguel Sanmartín Fenollera
Elaborar con detalle una biblioteca para la familia, tanto para adultos como para niños, no es actividad decorativa. La creación de un ecosistema lector en el hogar es una fuente de virtudes que salta, incluso, más allá de los mismos libros.
Siempre me ha gustado escudriñar las paredes forradas de libros de las bibliotecas. Mirar los lomos y perderme entre las filas y columnas que forman, en medio de entrepaños y repisas, y hacerlo no con erudición, sino con la curiosidad de un niño. Así fue en mi infancia y así sigue siendo ahora.
Además, aunque suene prosaico y utilitarista, hay estudios que sostienen que para los pequeños sentirse dueños de los libros está directamente relacionado con la adquisición del hábito lector. El número de títulos que alberga un hogar también guarda una estrecha relación con el nivel de educación que pueda llegar a alcanzar el niño.
Por ello creo que las acumulaciones de libros, las bibliotecas, son realmente importantes, y más las personales, las que están cerca de los pequeños. Una vez que un niño siente la biblioteca como suya, un nuevo mundo se abre ante sus ojos. Lo he visto suceder. Me pasó a mí; les pasó a mis hermanos; les está pasando a mis hijas.
Todo lo anterior me lleva a formularles una propuesta: anímense a construir una biblioteca para cada hijo desde su nacimiento. Si lo hacen, se darán cuenta de que la biblioteca se acrecienta sin aparente esfuerzo, no solo mediante la compra, los préstamos, los obsequios o las herencias, sino que incluso, parecerá reproducirse a sí misma, como guiada de una fuerza invisible y misteriosa.
Sentirse dueños de los libros está directamente relacionado con la adquisición del hábito lector
Esta biblioteca familiar facilitará que los niños se encariñen con los libros y aprendan a amarlos. El ver cómo crece a medida que ellos crecen; la labor de buscar el título anhelado entre los estantes, o de explorar sin un rumbo fijo el paisaje ondulado y policromático de los lomos. La alegría inesperada del descubrimiento fortuito, o el ordenar y desordenar los anaqueles y las baldas sin criterio ni razón alguna, todo ello constituirá un ceremonial que les hará ver sus colecciones de álbumes y cuentos como algo propio. La imagen de un niño que crece con su biblioteca me parece mágica.
En cuanto a qué obras escoger, quizá convenga un equilibrio entre el consejo paterno y la libertad. No solo será provechoso que se sientan libres, sino que deben serlo en algún grado. Si conseguimos reconducir su facultad de elección a aquello que sea conveniente para ellos, estaremos en el buen camino. Porque hacerlos colaborar en la construcción de la biblioteca, incluso en la selección de los títulos, es algo bueno. Una participación que debería aumentar a medida que crezcan, lo que les ligará fuertemente a los libros, que sentirán más suyos.
Ah, y no se olviden: cuiden de la biblioteca y enseñen a sus hijos a cuidarla. Que nadie pueda comentar lo que Jane Austen hace decir en Orgullo y Prejuicio a su señor Darcy: “No comprendo el abandono de una biblioteca familiar en estos tiempos”.
Miguel Sanmartín Fenollera. Artículo publicado en la edición número 62 de la revista Misión.
CULTURA
“Los padres son los verdaderos héroes de este siglo, no los superhéroes de Disney o de Marvel. Aquellos que se casan, engendran hijos y persisten en transformar el mundo de hoy son unos titanes. Y en Occidente son pocos y están cada vez más arrinconados”, afirma Javier Rodríguez, fundador junto a su mujer Montse González y otro matrimonio de la Comunidad de Caná, el origen de la fraternidad de Familias Invencibles.
Dios, otras familias y las ideas claras: este es el antídoto contra el veneno que el enemigo y el mundo tratan de inocular en nuestras familias. Hablamos con varias de ellas que están en pleno combate y ya han librado– y ganado– algunas batallas.
“Los padres son los verdaderos héroes de este siglo, no los superhéroes de Disney o de Marvel. Aquellos que se casan, engendran hijos y persisten en transformar el mundo de hoy son unos titanes. Y en Occidente son pocos y están cada vez más arrinconados”, afirma Javier Rodríguez, fundador junto a su mujer Montse González y otro matrimonio de la Comunidad de Caná, el origen de la fraternidad de Familias Invencibles.
Padres de tres hijos y abuelos ya de varios nietos, cada uno atesora 40 años de experiencia como profesores de Infantil y Primaria, además de varias décadas preparando juntos itinerarios para novios y acompañando a personas con situaciones familiares difíciles.
“¿Queremos de verdad que nuestros hijos vivan una vida plenamente humana y cristiana? ¿En serio?”, pregunta Javier. “Pues entonces seamos arriesgados y tomemos decisiones para cortar con todo aquello que el mundo ve normal pero que en realidad nos hace daño”, contesta él mismo.
“En estos tiempos de barbarie tenemos que tomar las riendas de la educación de los hijos para seguir transmitiendo el fuego del bien”
No hay medias tintas. O el padre y la madre adoptan esta actitud “o ya estás dejando que sobre tu vida y tu familia decidan el colegio, el ambiente, la televisión y los amigos”, añade Montse, su mujer, que deja en el aire varios interrogantes concretos: “¿Qué hacemos el sábado y el domingo papá y mamá? ¿Cómo acostamos a los hijos por las noches? ¿Se vive la trascendencia en casa o no? ¿Está Dios en casa, sale Jesús en nuestras conversaciones durante la cena?”.
Para Montse, “hay muchas familias que se dicen cristianas, pero sus criterios son mundanos. Están aburguesadas. Lo que prima en ellas es el interés personal, el bienestar, la economía… A la hora de elegir los estudios se enfocan solo en las salidas laborales. Eso son claves mundanas, no cristianas. ¿Se habla demasiado de dinero en casa? Eso al final acaba haciendo daño a los hijos, porque les hace ver el mundo y la vida de una manera que no es la que tiene Dios”. En este tipo de familias, “la fe es algo que se deja para el colegio o para la parroquia, y eso es claramente insuficiente”.
El fuego de la verdad
En contrapartida, hay padres que tienen las ideas claras y no dudan en actuar si es necesario. Como Francisco Lizarán y Caridad Miranda, que con nueve hijos entre 3 y 19 años vieron cómo en su colegio “empezaron a imponer a los niños lecturas que promovían la ideología de género y el cambio de sexo, y hasta algún profesor les animaba a experimentar sexualmente en el baño”. Al final decidieron cambiarles de centro, y conscientes de que la actual cultura audiovisual “cada vez les adoctrina más en el ideario LGTBIQ y en la frivolidad, nosotros les ofrecemos películas y series antiguas donde no se alteran como en las de ahora nuestros valores”.
“En estos tiempos de oscuridad y barbarie, tomar las riendas de la educación de nuestros hijos puede ser la única manera de lograr la restauración de la familia y de seguir transmitiendo el fuego de la tradición, del bien, de la verdad y la belleza”, asegura Paloma Estorch, madre de cinco hijos en la tierra y de dos en el Cielo, autora del blog Paideia en familia (https://paideiaenfamilia.es/).
Ella y Carlos, su marido, optaron hace varios años por el homeschooling, una alternativa educativa “en la que hemos descubierto que la escuela no está fuera, sino que se halla en nuestro hogar”, afirma.
Hoy asesoran a numerosos padres que quieren tomar distancia con el ambiente ante “el grado de adoctrinamiento que está llegando a las escuelas en España y en todo el mundo”. Y tras años de experiencia afirman con orgullo que este modo de educar ha hecho a sus hijos “hombres seguros de sí mismos, excelentes personas, firmes en la fe, y con una actitud madura y crítica ante el momento histórico que les ha tocado vivir”.
Son precisamente la comunidad y la amistad con familias afines otras herramientas con las que cuentan los padres para salvar a la próxima generación, porque “este combate no lo podemos ganar solos”, afirma Javier Rodríguez. Por eso, desde siempre se han rodeado de familias con inquietudes comunes, al mismo tiempo que han acogido en casa a personas con dificultades. “Antes que ver una película de dibujos animados, nuestros hijos han visto la realidad, y han comprobado cómo ante esta realidad sus padres se unen entre sí y se agarran a Dios”, concluye.
Salvar al Niño
Una de las mayores tentaciones en las que podría caer una familia que quiera proteger su hogar es la de recluirse y perder la esperanza, pero “el miedo es lo contrario a la fe, y es la herramienta del enemigo”, afirma Javier Rodríguez. “Hoy el miedo ha aumentado en la sociedad: a perder el trabajo, a la guerra, a quedarnos sin gas, al COVID… Cada generación tiene sus miedos, pero a lo único que debemos tener miedo es a perder nuestra fe y a que se diluya en el ambiente”, explica.
Para ilustrarlo, pone el ejemplo de san José, que tras la aparición del ángel en sueños tomó al Niño y a su Madre y se los llevó a Egipto: “Salieron con lo que tenían, sin medios, no les hacía falta nada más porque confiaban en Aquel de quien viene toda paternidad. Lo único que tienen que hacer las familias de hoy es salvar al Niño, salvar tu fe, custodiar lo que Dios quiere para tu casa, y de ahí vendrá todo lo demás”.
Algunas claves
Estilo de vida auténtico: “Vivir de forma más natural, con menos comodidades y sin tanta tecnología. Los esposos son el centro de la familia, su esponsalidad es su tesoro. Recurrir a Aquel que está en medio de los dos y que está más interesado en que la bandera arcoíris no sea la que ondee en casa”, Javier Rodríguez.
Coherencia en el criterio para padres e hijos: “Si mis hijos no pueden ver una película, nosotros tampoco. Hemos de ser creativos para proponer alternativas atractivas para los hijos. ¿Educamos en la comodidad o en la comunidad?”, Montse González.
Primero el porqué y luego el cómo: “Puede que haya dificultades, ganas de tirar la toalla y muchas noches oscuras, pero el camino se va recorriendo poco a poco, con pasitos de bebé. Y, como decía Viktor Frankl, ‘el que tiene un porqué para vivir encontrará casi siempre el cómo’”, Paloma Estorch.
Confianza total en Dios: “Las fuerzas para resistir las encontramos en la oración y viviendo la fe en comunidad. Dialogamos con nuestros hijos y ponemos en manos del Señor todo lo que vivimos. Eso es fundamental para lanzarte a tomar decisiones que te sobrepasan”, Francisco y Caridad.
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Artículo publicado en la edición número 65 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.
Es francés, católico, filósofo y eurodiputado, y le preocupa que Europa insista en dar la espalda a sus raíces. “Hay que darse cuenta del carácter serio, decisivo –en el sentido más profundo del término–, de los tiempos que vivimos. Estamos ante un desafío mundial en el que Europa, el continente que ha madurado el concepto de dignidad del hombre, tiene una responsabilidad inmensa”, reclama.
En occidente se ha asentado un fenómeno inédito: el rechazo a transmitir la cultura a las nuevas generaciones. Un fenómeno sin precedentes en la Historia ya que “el hombre necesita de la mediación cultural para llegar a ser lo que es”, explica a Misión el filósofo y político François-Xavier Bellamy. Su libro Los desheredados. Por qué es urgente transmitir la cultura (Encuentro, 2018) lo llevó a recorrer Francia para impartir más de 200 conferencias. En su segundo ensayo, Permanecer: Para escapar del tiempo del movimiento perpetuo (Encuentro, 2020), fraguado en los meses prepandemia, dio un paso más: expuso la prisa sin sentido del mundo en que vivimos, abocado a hacer más y más, más deprisa, sin tener claro el fin. En síntesis, Bellamy explica una cultura posmoderna que se ha quedado sin herencia y sin destino. Misión tuvo ocasión de entrevistarle durante el Congreso “Hacia una renovación cristiana de Europa”, organizado por el Centro de Estudios, Formación y Análisis Social de la Universidad CEU San Pablo, para hablar de la urgencia de volver a hacer relevante el mensaje católico y su papel en la refundación de la cultura.
Denuncia que la educación nos ha desheredado de la cultura. ¿Quiere decir que los educadores han fracasado?
¡De ninguna manera! Es su éxito; es el triunfo del proyecto moderno. El ser humano siempre ha soñado con construirse a sí mismo. No quiere recibir algo que le precede. Esta necesidad de mediación, de dependencia de la tradición, es humillante para el individuo moderno. Por eso en Los desheredados repasé la historia de la modernidad para mostrar, a través de Descartes, Rousseau y Bourdieu, portavoces de esta visión de la modernidad, hasta qué punto hemos desacreditado la cultura como esa mochila pesada que nos impide ser nosotros mismos, cuando en realidad sin la cultura no podemos convertirnos en quienes somos realmente.
¿Por qué otras razones es imperativa la “transmisión cultural”?
Todas nuestras capacidades interiores se realizan a través de la mediación cultural. Si voy al médico porque me duele algo, él verá en mi cuerpo algo que yo no puedo ver. Y lo ve, no porque tenga mejores ojos que yo, sino porque sus estudios le han abierto la mirada. Ese es el trabajo de la educación. El ser humano tiene facultades extraordinarias, pero necesita del aprendizaje para desarrollar su potencial.
“Si no recibimos la transmisión cultural, no podemos convertirnos en quienes somos realmente”
¿Cree que el mensaje cristiano ha perdido relevancia, o acaso no lo estamos presentando bien?
Hoy todos los padres han experimentado ese escrúpulo de pensar: “Si le digo a mis hijos lo que está bien o mal, ¿les estoy impidiendo concebir su propia representación del mundo? Cuando les transmito mis principios, mis valores, mis ideas, ¿les estoy privando de su libertad?”. Este escrúpulo forma parte de la modernidad. Lo que he querido demostrar es que esa concepción es aberrante porque nuestra libertad comienza en lo que recibimos de lo que nos precede. En Francia, durante la época del COVID, se han citado mucho las palabras de Montesquieu “nuestra libertad termina donde comienza la del otro”. Pero esto es falso y aberrante, ya que en realidad mi libertad comienza en mi encuentro con el otro, en mi relación con la alteridad, incluso con la autoridad. Soy más libre por lo que he recibido de todos los que me han precedido. Este escrúpulo que ha valido para la cultura vale también para la vida espiritual. Hay padres que piensan que para que sus hijos sean libres no les pueden transmitir su religión. La realidad es que la crisis del cristianismo es una crisis de transmisión: no fueron los hijos quienes de repente decidieron no creer, sino que fueron los padres quienes dijeron que no tenían derecho a transmitir su fe. Lo que se produce hoy en occidente, y es casi inaudito, es que el cristianismo ha colapsado sin sufrir persecución, censura o prohibición.
¿Por qué un cristiano como usted decide meterse en política?
Porque los cristianos no tenemos ninguna razón para dejar de prestar este servicio al bien común. Tenemos que dar la batalla en todo lo que podamos, también en la política, para dar voz a verdades combatidas y amenazadas por el olvido. En este congreso se ha hablado de batalla cultural, y creo que ahí está principalmente nuestro trabajo: es desde la política desde donde podemos reconstruir a largo plazo la educación, la transmisión cultural, que es donde se juega lo esencial.
¿Pero se puede realmente refundar la cultura desde la política?
El cambio profundo, la refundación cultural, vendrá sin duda a través de la educación, porque las grandes transformaciones sociales empiezan siempre en la cultura. Pero eso no quita que tengamos que comprometernos en el terreno político para librar las batallas inmediatas. Además, la política es también un ámbito de la cultura. Yo soy parlamentario, y el trabajo del parlamentario consiste en hablar. A través del oficio de la palabra se puede contribuir a cambiar las miradas y los espíritus, y a que se tome la conciencia necesaria para la supervivencia de nuestra sociedad.
¿Qué relación hay entre la palabra, propia de su ejercicio político, y la búsqueda de la verdad, propia de su quehacer como filósofo?
Cuando empezaba el curso con mis alumnos, siempre les preguntaba: ¿Qué es la verdad? Una y otra vez me encontraba con la misma respuesta: “Cada uno tiene su verdad”. Esta respuesta ni siquiera es una posible definición, es simplemente una manera de protegernos ante una idea que nos llena de miedo: que puede realmente existir una verdad, la misma para todos. Sin embargo, la verdad es la que da sentido al diálogo y a la democracia, porque si no hay una verdad que queremos encontrar juntos, ¿para qué debatir en los parlamentos? La herramienta de la política es la palabra. Si destruimos la palabra con el relativismo contemporáneo –que vacía las palabras de sentido– la política se reduce a técnica de comunicación. Dejamos de expresar nuestro amor por la verdad, nuestra búsqueda de la verdad, y nos limitamos a nuestros intereses momentáneos.
“La verdad existe y es la misma para todos, y es la que da sentido al diálogo y a la democracia”
¿Qué lugar tienen otras expresiones culturales como la música, la literatura o el arte en esa transmisión cultural que aboga por recuperar?
Siempre me ha llamado la atención ver que muy pocos de mis colegas en el Parlamento Europeo hacen referencia a las obras culturales. Estamos en un Parlamento Europeo muy poco europeo. Se habla de números, técnicas, regulaciones, pero no ahondamos en las raíces intelectuales, espirituales y culturales de Europa, necesarias para impulsar ese trabajo. En toda la campaña parlamentaria he insistido en la importancia de buscar en las raíces de la civilización europea. Raíces que son grecolatinas, pero también judeocristianas. Europa no tendrá futuro si no asume nuevamente la herencia que la hace vivir aún hoy. Por el laicismo, en el debate sobre la Constitución Europea, en 2005, Francia combatió fuertemente contra países como Polonia, que querían que las raíces cristianas de Europa fueran explícitamente citadas en los textos fundacionales de la Unión Europea. Y Macron dijo hace un año que el debate sobre las raíces de Europa no tiene ya relevancia, que esas raíces pueden morir, que lo que importa es la savia, el futuro. Esto es un error mayúsculo. Quien haya plantado un árbol sabe que no hay savia sin raíces. Este es el problema de Europa: el rechazo de nuestras raíces. Esa negación de la realidad nos hace perder el sentido de unidad, conduce al aislamiento de las sociedades y a la fractura de Europa, y nos hace frágiles para afrontar, por ejemplo, el auge del islamismo.
“El rechazo de nuestras raíces nos hace frágiles para afrontar el desafío islámico”
¿Y qué haría falta para volver a valorar estas raíces?
Nos falta sentido de finalidad. Antes del COVID escribí Permanecer: para escapar del tiempo del movimiento perpetuo. Cuando llegó el coronavirus, el movimiento perpetuo se detuvo. No se trata de quedarse quietos, sino de volver a dar sentido al movimiento: saber hacia dónde queremos ir. Vivimos en un mundo donde nada es presente: estamos aquí y allí al mismo tiempo, y la aspiración de permanencia, de eternidad, de presente absoluto, está en el corazón de la búsqueda de nuestros contemporáneos.
¿Hay algo más que quiera decir a nuestras familias lectoras?
Que están haciendo el único trabajo realmente importante: transmitir esperanza a la próxima generación.
Sus padres lo llamaron François-Xavier… ¿en honor al gran santo español San Francisco Javier? «Por supuesto. No sé por qué eligieron a este santo, pero estoy muy agradecido con España por darme semejante figura como ejemplo. De su vida me impresiona su compromiso incansable con la palabra. No sé si llegaré a morir de cansancio como él, pero el ejemplo de su vida me llama a la acción y al compromiso.»
Por Isabel Molina Estrada / Fotografía: Dani García
Artículo publicado en la edición número 64 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.
Durante dos años hemos sido testigos del mayor y más exitoso experimento de control del comportamiento de la población de la Historia.
Fernando del Pino Calvo-Sotelo
5 de diciembre de 2022
Durante dos años hemos sido testigos del mayor y más exitoso experimento de control del comportamiento de la población de la Historia.
Esta masiva manipulación psicológica, que el paso del tiempo nos permite analizar con mayor sosiego, no podría haber tenido tanto éxito de no haber encontrado el campo abonado en una sociedad previamente debilitada por la Cultura del Miedo.
La Cultura del Miedo nos infunde un miedo constante a todo mientras pretende que no confiemos en nosotros mismos sino en el Poder, carcelero benevolente a quien debemos entregar nuestra libertad para que nos proteja de todo mal en el único lugar verdaderamente seguro: entre rejas.
Así, sólo podremos estar a salvo de todo peligro si cumplimos a rajatabla las normas que nos imponga el Poder en cada momento.
El ejemplo más patente de la Cultura del Miedo ha sido el experimento totalitario puesto en marcha durante el covid, esa “gran oportunidad”, en palabras de los iluminados del Foro Económico Mundial.
El miedo
El primer ingrediente de este experimento fue el pánico creado por la campaña de terror mediático, diseñada para lograr que la población aceptara unos atropellos alucinantes y se inyectara alegremente unas “vacunas” y terapias genéticas experimentales.
Esta histeria colectiva, creada adrede, permitió escenarios dictatoriales, como abusos policiales, toques de queda y confinamientos, mientras aparecía la penosa figura del colaboracionista que denunciaba a sus vecinos, típica de regímenes totalitarios.
Causa estupefacción la hipocresía de políticos y medios occidentales, que habiendo defendido el encierro de sus ciudadanos y la persecución como delincuentes de quienes osaban desobedecer, aparentan escandalizarse ante los confinamientos en China y aplauden a los manifestantes que se atreven a protestar contra la tiranía.
La mentira
El segundo ingrediente fue la mentira, pues la clave de la campaña de terror fue la ocultación de un dato esencial: desde mediados del 2020 se sabía que el covid sólo era una enfermedad potencialmente grave para la población de riesgo, una minoría definida por edad y cuatro comorbilidades: obesidad, diabetes, hipertensión y cardiopatías.
Para el resto, el covid era una enfermedad estadísticamente leve, como señalaron numerosos estudios epidemiológicos internacionales[1], España incluida[2]. Estudios más recientes[3] han cuantificado la letalidad (IFR) del covid en el 0,03% para menores de 60, siendo asintótica con el cero para personas sanas menores de 30.
La campaña de terror no fue espontánea sino deliberada, incluso planificada desde el poder: documentos del gobierno británico revelan que, preocupado porque “un número sustancial de personas no tenía una suficiente sensación de peligro”, propuso que “su nivel de percepción de peligro fuera aumentado con mensajes emocionales impactantes a través de los medios”[4].
Así, durante dos largos años, los obedientes medios de comunicación publicaron diariamente, en un bombardeo de terror sistemático parecido al utilizado para la tortura psicológica de prisioneros, los relatos y las imágenes más aterradoras posibles, personas intubadas y cuerpos tapados con una sábana.
Con el objeto de que nadie se sintiera a salvo, las historias de terror alternaron metódicamente casos de distintas edades y enfatizaron el contagio de asintomáticos, muy inhabitual (como se sabía desde el 2020[5]) y el contagio por superficies, enormemente improbable (como se sabía desde el 2020[6]).
Los medios de comunicación nos hicieron creer que estábamos ante un asesino invisible con súper poderes. No era verdad, y cuando los yonquis del poder les ordenaron parar, lo hicieron, y de la noche a la mañana no volvieron a hablar del covid.
Medidas despóticas y arbitrarias
Las medidas liberticidas e irracionales se sucedieron una tras otra. Los ilegales confinamientos (¡de personas sanas!), criticados por los mejores epidemiólogos del mundo[7], fueron un completo desastre que arruinaron mental[8] y económicamente a decenas de miles de personas sin beneficio alguno, llegando a la barbarie de condenar a nuestros mayores a morir solos.
Tras decir que las mascarillas eran inútiles, nos las impusieron sádicamente hasta en el campo y en la playa, algo tan ridículo que da vergüenza recordarlo. La evidencia científica sobre su utilidad epidemiológica frente a un virus brillaba por su ausencia y, consecuentemente, no impidieron que se sucedieran ola tras ola de contagios[9], pero daba igual. Lo que sí lograron las malditas mascarillas fue trasladar una permanente sensación de peligro que convertía al otro en una amenaza.
El uso de mascarillas de tela, compradas en tiendas de ropa por su estampado y no por su capacidad de filtro, indicaba que estábamos ante una completa farsa, pero la sugestión colectiva era tan fuerte que la gente sencillamente no pensaba.
El infame pasaporte covid
Quizá el mayor abuso del derecho y de la razón fue la imposición del pasaporte covid, pues las vacunas y terapias genéticas nunca previnieron el contagio ni la transmisión de la enfermedad, como hace pocas semanas reconoció el propio Pfizer ante el Parlamento Europeo.
Así, el argumento de la “inmunidad de rebaño” (¿recuerdan?) fue otra mentira deliberada para lograr la vacunación universal, pues las vacunas nunca fueron esterilizantes y, por lo tanto, jamás pudieron haber frenado la transmisión.
Sin embargo, a sabiendas de la falsedad del argumento y con el único fin de promover torticeramente la vacunación, el contubernio político-mediático-farmacéutico, apuntalado en España por una bochornosa sentencia del Tribunal Supremo[10], logró imponer el pasaporte covid en algunas regiones haciendo creer que los vacunados estaban protegidos y desatando una caza de brujas contra los no vacunados, acusándoles falsamente de propiciar la continuación de la epidemia.
Como nos recuerda Hannah Arendt en Los Orígenes del Totalitarismo, “han existido hombres capaces de resistir a los más poderosos monarcas y de negarse a someterse ante ellos, pero ha habido pocos que resistieran a la multitud, que, encontrándose solos ante las masas manipuladas, se atrevieran a decir no cuando se le exigía un sí”. Esto fue exactamente lo que hicieron quienes decidieron no vacunarse.
En realidad, el pasaporte covid jamás tuvo nada que ver con la Medicina sino con la creación de un precedente de Identidad Digital, idea distópica que desde hace años acaricia el Foro Económico Mundial[11] con el objetivo de crear un instrumento de crédito social para el control de la población. Así, a los ciudadanos que no obedezcan se les dificultará llevar una vida normal (cajeros, supermercados, restaurantes, viajes, etc.).
Éste es el motivo por el que la UE, laboratorio por excelencia del globalismo, ha extendido el pasaporte covid un año más a sabiendas de su inutilidad epidemiológica.
Vacunas innecesarias e ineficaces
Las “vacunas” covid, que han sido el producto más lucrativo de la historia de la industria farmacéutica, fueron aprobadas con demasiada celeridad por unos reguladores sujetos al conflicto de interés de las puertas giratorias y que apenas supervisaron los ensayos clínicos, según ha denunciado el British Medical Journal[12].
Avariciosas empresas farmacéuticas, reguladores que miran hacia otro lado, globalistas megalómanos y políticos ignorantes y sin escrúpulos. ¿Qué podía salir mal?
Para poder aprobar las “vacunas” primero tuvieron que demonizar o prohibir tratamientos tempranos baratos y prometedores porque, de haber existido un tratamiento eficaz, no habrían podido aprobarse por vía de emergencia.
El carácter universal del programa de vacunación nunca estuvo justificado, pues en adultos sanos, jóvenes o niños (para quienes la enfermedad cursaba leve) no se cumplía el requisito de necesidad.
Tampoco fueron nunca necesarias para quienes ya habían pasado el covid, pues prácticamente siempre (y el covid no era una excepción[13]) pasar una enfermedad infecciosa genera una respuesta inmunológica natural más potente y duradera que vacunarse contra ella[14].
Sin embargo, el contubernio buscaba una vacunación “universal”, y para ello desató una campaña que, por primera vez en la Historia, negó la inmunización natural. Este ninguneo de nuestro maravilloso sistema inmunitario encajaba en la Cultura del Miedo, que busca que sólo confiemos en el Poder, y no en nosotros mismos.
Por otro lado, pronto quedó evidente que las “vacunas” tampoco cumplían el requisito de eficacia: los vacunados continuaron contagiándose a mansalva y, con el rapidísimo decaimiento de la protección otorgada, siguieron muriendo por covid, hasta el extremo de que cuando el 80% de los muertos por covid en España eran personas perfectamente vacunadas (marzo del 2022) el gobierno dejó de publicar los datos[15].
El elefante en la habitación: los efectos adversos
A pesar de ello, continuaron las dosis “de refuerzo” de unas inyecciones que no sólo no funcionaban (¡cuatro inyecciones en 18 meses!), sino que causaban un nivel de efectos adversos sin precedentes[16], concentrados, según parece, en un intervalo de pocos meses tras la inyección.
Así, el significativo exceso de mortalidad cardiovascular (inexplicada, según los medios) “está probablemente causado por las vacunas ARNm”, en palabras de uno de los más prestigiosos cardiólogos británicos, otrora defensor de las vacunas covid[17]. La evidencia estadística apoya esa conclusión.
De hecho, ya en junio de 2021 un estudio advertía que las vacunas podían causar dos muertes y cuatro efectos adversos graves por cada tres muertes que evitaban[18].
La actual epidemia de muertes súbitas[19], incluyendo jóvenes de 22 años muertos una semana después de vacunarse y con autopsia e informe forense declarando que la causa fue la vacuna[20], y los graves problemas isquémicos y cardiovasculares en niños, jóvenes (incluyendo deportistas de élite), adultos y ancianos perfectamente sanos (miocarditis y pericarditis[21], ictus[22], arritmias[23], trombosis y trombocitopenia, embolia pulmonar[24], etc.) no son los únicos efectos adversos conocidos. Están documentados graves efectos oculares[25], herpes zóster[26], parálisis facial de Bell[27], neuropatías[28], desórdenes menstruales[29], reducción de fertilidad[30] y existen sospechas sobre potenciales efectos aceleradores en cánceres[31] [32]. Ante esta avalancha de evidencias, ¿dónde están los médicos?
Algunos continúan achacando el exceso de mortalidad cardiovascular al covid. Sin embargo, un reciente estudio israelí sobre 200.000 convalecientes de la enfermedad no observó en ellos ningún aumento de incidencia de miocarditis o pericarditis[33].
Si fuera el covid, ¿por qué no se produjo este exceso de mortalidad cardiovascular en el 2020, cuando el virus era mucho más agresivo? ¿Por qué ha tenido una correlación temporal con las campañas de vacunación y revacunación?
Ciertas autoridades van reculando. Dinamarca ya no ofrece las vacunas a menores de 50, salvo receta médica por comorbilidades[34] (como debería haberse hecho desde un principio). El Estado de Florida (población: 21 millones) no las recomienda a menores de 40, pues según sus autoridades sanitarias los riesgos de las vacunas superan los beneficios para ese rango de edad[35] (lo cual es cierto). Y Suecia[36] tampoco recomienda ni ofrece ya vacunar a menores de 18. ¿Lo han leído en algún medio?
Durante dos años, quienes denunciaban esta locura basándose exclusivamente en datos eran tildados paradójicamente de “negacionistas” y se censuraban sus escritos, como me pasó a mí en el diario Expansión, sedicente liberal, cuando denuncié la irracionalidad e inmoralidad de vacunar a los niños contra el covid. En este caso la censura fracasó, pues el artículo fue leído por más de 350.000 personas en este blog.
Y durante dos años, las autoridades sanitarias y los colegios médicos intimidaron a los valientes facultativos que osaban alzar su voz en defensa de la evidencia científica[37]. Ahora está cambiando la marea, y médicos de todo el mundo están denunciando lo que ha constituido el mayor escándalo de salud pública de la Historia.
Nunca más
Este fue el infierno que nos hicieron pasar con el covid. ¿Cómo podemos sacudirnos el hechizo y evitar que se repita? El primer paso es mantener una desconfianza axiomática en el Poder y limitar el consumo de medios de comunicación, a los que debemos ver como son en realidad.
Principal correa de transmisión de la Cultura del Miedo, no son una fuente fiable de información, pues a la ignorancia ideologizada del gremio se une la contaminación de la mentira, del sensacionalismo y de los intereses creados.
Así, aunque aparenten mantener posturas diferentes en lo banal (los rifirrafes de la política nacional), apoyan obediente y unánimemente las consignas verdaderamente relevantes para la cultura de hoy (covid, cambio climático, etc.).
Si queremos informarnos en profundidad sobre un tema, busquemos fuentes primarias, apliquemos el sentido común y preguntémonos quién tiene interés en que creamos algo y se beneficia de ello. Como decía Santayana, el escepticismo es la castidad del intelecto.
Idéntica recomendación de dieta aplica a las redes sociales, eficaces herramientas de control diseñadas para crear adicción y hasta ahora enemigas de la libertad de opinión, aunque Elon Musk en Twitter quizá cambie el statu quo.
También debemos desarrollar técnicas heurísticas para distinguir la verdad de la mentira, no dejándonos manipular por falacias[38]y dando por sentado que, si algo es censurado, por defecto debe tratarse de una verdad que se quiere ocultar.
Finalmente, cuando nos abrumen las incertidumbres del futuro, las profecías apocalípticas o las tragedias con que nos asusta la Cultura del Miedo, volvamos la atención al presente y refugiémonos en la fortaleza inexpugnable de nuestro círculo de amor, del pequeño mundo real que nos rodea, de nuestra sencilla vida cotidiana, levantando el puente levadizo que nos separa de los terrores reales e imaginarios, lejanos en el tiempo y en el espacio, que la Cultura del Miedo agita para asustarnos.
Como aconsejaba Sir William Osler en su conocido discurso de Yale en 1913, “cultivemos el hábito de vivir cada día en compartimentos estancos, pues soportar hoy la carga de mañana, sumada a la de ayer, hace flaquear al más fuerte[39]”.
Querido lector: el buen combate contra la Cultura del Miedo es duro, pero la victoria ofrece como recompensa la alegría de vivir, la paz interior y la libertad. No se rinda. Fe ciega en el triunfo.
[1] An empirical estimate of the infection fatality rate of COVID-19 from the first Italian outbreak (medrxiv.org) y Bulletin of the World Health Organization (nih.gov)
[2] ITCoronavirus.pdf (sanidad.gob.es)
[3] Age-stratified infection fatality rate of COVID-19 in the non-elderly informed from pre-vaccination national seroprevalence studies | medRxiv
[4] State of fear: how ministers ‘used covert tactics’ to keep scared public at home (telegraph.co.uk)
[5] Post-lockdown SARS-CoV-2 nucleic acid screening in nearly ten million residents of Wuhan, China | Nature Communications y Household Transmission of SARS-CoV-2: A Systematic Review and Meta-analysis | Global Health | JAMA Network Open | JAMA Network
[6] Exaggerated risk of transmission of COVID-19 by fomites – The Lancet Infectious Diseases
[7] Great Barrington Declaration (gbdeclaration.org)
[8] Mental Health and COVID-19: Early evidence of the pandemic’s impact: Scientific brief, 2 March 2022 (who.int)
[9] ¿Las medidas físicas, como el lavado de manos o el uso de mascarillas, detienen o frenan la propagación de los virus respiratorios? | Cochrane y Landmark Danish study finds no significant effect for facemask wearers | The Spectator
[10] Tribunal Supremo y pasaporte covid – Fernando del Pino Calvo-Sotelo (fpcs.es)
[11] Digital Identity – Why It Matters and Why It’s Important We Get It Right > Press releases | World Economic Forum (weforum.org)
[12] FDA oversight of clinical trials is “grossly inadequate,” say experts | The BMJ
[13] Comparing SARS-CoV-2 natural immunity to vaccine-induced immunity: reinfections versus breakthrough infections | medRxiv
[14] Frontiers | Will SARS-CoV-2 Infection Elicit Long-Lasting Protective or Sterilising Immunity? Implications for Vaccine Strategies (2020) (frontiersin.org)
[15] Actualizacion_585_COVID-19.pdf (sanidad.gob.es)
[16] La ley del silencio (II) – Fernando del Pino Calvo-Sotelo (fpcs.es)
[17] «Until Proven Otherwise, it is Likely Covid mRNA Vaccines Played a Significant Role in All Unexplained Heart Attacks Since 2021» – Renowned Cardiologist – The Daily Sceptic
[18] Vaccines | Free Full-Text | The Safety of COVID-19 Vaccinations—We Should Rethink the Policy (mdpi.com)
[19] Myocarditis-induced Sudden Death after BNT162b2 mRNA COVID-19 Vaccination in Korea: Case Report Focusing on Histopathological Findings – PubMed (nih.gov)
[20] Myocarditis-induced Sudden Death after BNT162b2 mRNA COVID-19 Vaccination in Korea: Case Report Focusing on Histopathological Findings – PubMed (nih.gov)
[21] Myocarditis Cases Reported After mRNA-Based COVID-19 Vaccination in the US From December 2020 to August 2021 | Vaccination | JAMA | JAMA Network
[22] Ischaemic stroke as a presenting feature of ChAdOx1 nCoV-19 vaccine-induced immune thrombotic thrombocytopenia | Journal of Neurology, Neurosurgery & Psychiatry (bmj.com)
[23] Risks of myocarditis, pericarditis, and cardiac arrhythmias associated with COVID-19 vaccination or SARS-CoV-2 infection | Nature Medicine
[24] Risk of thrombocytopenia and thromboembolism after covid-19 vaccination and SARS-CoV-2 positive testing: self-controlled case series study | The BMJ
[25] Ocular Adverse Events After COVID-19 Vaccination – PubMed (nih.gov)
[26] Herpes zoster following COVID-19 vaccination in an immunocompetent and vaccinated for herpes zoster adult: A two-vaccine related event? – PubMed (nih.gov)
[27] Reported orofacial adverse effects of COVID‐19 vaccines: The knowns and the unknowns – PMC (nih.gov)
[28] Spectrum of neurological complications following COVID-19 vaccination – PubMed (nih.gov)
[29] Menstrual changes after covid-19 vaccination | The BMJ
[30] Covid‐19 vaccination BNT162b2 temporarily impairs semen concentration and total motile count among semen donors – Gat – 2022 – Andrology – Wiley Online Library
[31] As an Oncologist I Am Seeing People With Stable Cancer Rapidly Progress After Being Forced to Have a Booster – The Daily Sceptic
[32] Frontiers | Rapid Progression of Angioimmunoblastic T Cell Lymphoma Following BNT162b2 mRNA Vaccine Booster Shot: A Case Report (frontiersin.org)
[33] JCM | Free Full-Text | The Incidence of Myocarditis and Pericarditis in Post COVID-19 Unvaccinated Patients—A Large Population-Based Study (mdpi.com)
[34] Vaccination against covid-19 – Danish Health Authority (sst.dk)
[35] 20221007-guidance-mrna-covid19-vaccines-doc.pdf (floridahealthcovid19.gov)
[36] Sweden to stop offering Covid jabs to teenagers (thelocal.se)
[37] Editor-in-Chief of Renowned Science Journal Ousted for Publishing Science Questioning COVID-19 Vaccine Safety (theepochtimes.com)
[38] Ver Cómo vencer la Cultura del Miedo (I) – Fernando del Pino Calvo-Sotelo (fpcs.es)
[39] Un Estilo de Vida, Sir William Osler, Unión Editorial 2007.
HISTORIA
Recibimos una colaboración del Doctor José Antonio Benito, experto historiador español afincado desde hace ya bastantes años en Perú.
En su artículo realiza un breve repaso a la enorme labor que realizó España por la Cultura y el Desarrollo de los pueblos americanos.
Lo primero que me vino a la mente al pedirme un artículo como figura en el título, fue el Pilar de Zaragoza y la presencia del Papa San Juan Pablo II el 10 de octubre de 1984 tan sólo para dar gracias a España por su obra en América. ¡Cómo recuerdo la acogida brindada por los maños a cuantos tuvimos la suerte de acompañar a nuestro querido Pontífice! Gloso sus mensajes y comparto algunos ejemplos reales que demuestran su verdad.
Sus palabras sonaron rotundas y precisas para una España solidaria y misionera:
Me urgía reconocer y agradecer ante toda la Iglesia vuestro pasado evangelizador. Era un acto de justicia cristiana e histórica. Pero me urge también estimular vuestra capacidad misionera de cara al futuro. "Recordad siempre —como os dije hace dos años— que el espíritu misionero de una determinada porción de la Iglesia es la medida exacta de su vitalidad y de su autenticidad Es lo que esta tarde os repito con intensidad nueva[1].
Al día siguiente, jueves 11 de octubre en Santo Domingo, como pórtico al inicio del novenario por los 500 años, Juan Pablo II, reiteró su gratitud y su llamamiento a una renovada misión:
Todos vosotros que constituís esta Iglesia, deseáis conmemorar esa fecha con profunda gratitud al Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, al Dios que es amor y verdad…¡Qué profundo estupor produce todavía hoy la gesta de aquellos mensajeros de la fe! Siendo pocos para tan inmenso territorio, sin los medios modernos de transporte y comunicación, con pocos recursos médicos, van cruzando imponentes cordilleras, ríos, selvas, tierras áridas e inhóspitas, planicies pantanosas y altiplanos que van del Colorado y la Florida, a México y Canadá; de las cuencas del Orinoco y del Magdalena, al Amazonas; de la Pampa, al Arauco. ¡Una verdadera epopeya de fe, de servicio a la evangelización, de confianza en la fuerza de la cruz de Cristo![2]
EL TESTAMENTO LIBERADOR DE LA REINA ISABEL
Al saber la Reina Isabel La Católica que Colón había hecho algunos esclavos dijo:" ¿Quién es el Almirante para hacer esclavos a los que son mis súbditos?" Y recoge uno a uno a los indios vendidos en Sevilla y de nuevo, puestos en libertad, vuelven para las Indias, de acuerdo a la Real Cédula de 2 de diciembre de 1501 por la que ordena a Cristóbal Guerra reduzca a prisión a Colón con incautación del dinero percibido. En su Testamento escribe: "nuestra principal intención fue de procurar de inducir e traer los pueblos de las Indias e los convertir a nuestra santa fe católica para instruir a los vecinos y moradores de ellas en la fe y enseñarlos buenas costumbres". En el Codicilo de su Testamento, en su agonía en Medina del Campo, recuerda su interés y ordena que los naturales "no reciban agravio alguno en sus personas ni bienes, mas manden que sean bien e justamente tratados".
Si nos acercamos a alguna de las cerca del millón de leyes que promulgó España para Indias, o a cualquiera de los cánones de concilios y sínodos, veremos que muchos de ellos nos remiten al precedente sentado por la cláusula testamentaria de la reina Isabel. Basta recordar que la actual Universidad Nacional Mayor de san Marcos de Lima, de 1551, decana de América, ostenta entre los precedentes jurídicos de su Estatuto el testamento isabelino.
LA PRIMERA GLOBALIZACIÓN
Gracias a España, dos continentes ignorados, con historias distintas, comienzan a interactuar en una fecunda simbiosis. A partir de 1492 la historia europea y mundial cambió radicalmente. En el aspecto político se desarrollará un nuevo sistema de equilibrio mundial; en el socioeconómico hay que considerar la llegada masiva de metales preciosos, la incorporación de nuevas especies a la agricultura y ganadería (patata, maíz, pimiento, vainilla, ...); en el demográfico, emigraciones como nunca se habían dado en la historia; en lo cultural se revisan las viejas teorías geográficas e históricas dando paso a una visión histórica más universal, se ponen las bases del Derecho Internacional, se inician los estudios antropológicos en los pueblos indígenas, la literatura genera crónicas y descripciones de gran calidad así como la aparición de nuevos vocablos (canoa, cacique...); en el aspecto religioso nos encontramos con un despliegue misionero sin precedente, se amplía la cristiandad con la incorporación de nuevos pueblos a la Iglesia, se perfeccionan los métodos pastorales con el afán de mejorar al hombre- catecismos, encomiendas, hospitales, reducciones...
Si lo miramos desde el punto de vista americano, Europa ayudará a quitar las limitaciones del hierro, la rueda y sus aplicaciones, el conocimiento de los cuadrúpedos domesticados, la escritura, sus hábitos primitivos (poligamia, alcoholismo, canibalismo, superstición...), su cultura cerrada por el aislamiento geográfico y con un retraso de unos 4.000 años con respecto a Occidente.
León XIII, en la carta con motivo del IV Centenario de 1892, llegará a decir que es "el hecho de por sí más grande y maravilloso entre los hechos humanos". Juan Pablo II dirá que "era el prorrumpir vigoroso de la universalidad querida por Cristo [...]" con la que "se echan las bases de la cultura latinoamericana y de su real sustrato católico" (Puebla 412). El Papa Francisco, argentino, primer papa nacido en América, que habla en español, es el fruto más sazonado de esta empresa.
CORTÉS Y PIZARRO, HUMANOS Y CRISTIANOS
Aunque sus figuras siguen siendo polémicas y, en el caso de Pizarro, Lima misma ha ido arrinconando su imponente estatua ecuestre de la Plaza de Armas al Parque de la Cultura, tanto México como el Perú le agradecen por su "conquista" que sin ocultar el drama del primer encuentro violento con llevó la obra de "poblar" y civilizar. Como escribió el mejor biógrafo de Pizarro, José Antonio del Busto, gracias a él tuvo lugar el descubrimiento del Amazonas, el hallazgo del lago Titicaca, llegó la sangre europea, la lengua castellana o española, el Derecho Romano, la inserción en la Historia universal y propició un Perú más extenso que el de los incas; aunque no creó el nombre de Perú, sin embargo lo entronizó y difundió, vino en busca de botín pero trajo lo que él no poseía: letras, ciencias, leyes, artes.. Ayudó a implantar la religión cristiana y el nuevo mundo de valores. Hoy los mexicanos y los peruanos ni son conquistados ni conquistadores, pero sí que son "descendientes" de unos y otros, con nuevos ingredientes procedentes de África, Asia…pero con la presencia de lo autóctono, el enriquecimiento de lo español (especialmente la lengua y la religión), y la síntesis viviente de lo mejor de "todas las sangres", para lograr en el caso del Perú, la "peruanidad" (Víctor A. Belaunde).
UNA SELECCIÓN PARA EL MUNDIAL DE LA SOLIDARIDAD
Más allá de leyes, libros, obras, me gustaría presentarles las personas. Todos españoles, migrantes inquietos, unos en pos de dinero, fama, pero ¡cuántos! Para ganar almas para Dios. Ahí están los miles de cartas que piden ir a Indias, a América, para proclamar la Buena Nueva. ¡Cuántas selecciones de misioneros se fueron preparando para "jugar" su mundial de la solidaridad, y supieron golear como Fray Antonio de MONTESINOS, quien en 1511 supo denunciar los atropellos de los encomenderos en La Española, Vasco de QUIROGA, abogado nombrado obispo de Michoacán a los 60 años quien creó los hospitales-pueblos "Santa Fe" para 30.000 indios, P. Francisco de VITORIA, dominico que desde la Universidad de Salamanca, en 1539, escribe las Relectio de Indiis fundamentando el derecho de gentes, desde la libertad natural e igualdad jurídica de todos los hombres, el P. José de ACOSTA, el civilizador, .provincial de los jesuitas del Perú, autor de la obra De cómo hay que procurar la salvación de los indios (gran manual para evangelizar respetando su cultura y ayudándoles en su promoción humana), SAN PEDRO CLAVER, el apóstol de los negros, quien bautizó a más de 300.000 negros, redimiendo para Cristo toda una raza, Toribio de MOGROVEJO, quien recorre más de 40.000 km. a pie o en mula, convoca sínodos y concilios, confirma cerca del millón de indios y criollos (santa Rosa de Lima, san Martín de Porres), Junípero SERRA, evangelizador de California, murió en Monterrey en 1784; su estatua figura en la "sala de la fama" del Capitolio de Washington.
Acabo de leer un gran libro sobre el Venerable P. Alonso de Barzana, misionero discípulo de San Juan de Ávila, quien llegó a hablar doce lenguas, evangelizador de Túpac Amaru I. En carta a su amigo P. Ignacio del Castillo, desde Río de la Plata, 26 de julio de 1593, compendiará su aventura apostólica a lo san Francisco Javier: Si quiere Vuestra Reverencia saber mi vida, en una palabra, es que vine con deseo de España de tornarme indio, y he salido con ello.
¡Qué forma tan bella de decir que a ejemplo de Jesús "se hizo carne y habitó entre nosotros"! Esta es la fuerza del amor que llega incluso a olvidar lo más sagrado de uno para darse del todo en la misión. Como escribió un gran biblista de nuestro tiempo, extremeño y, también, americanizado, el P. Manuel Díaz Mateos, referido al Señor: "tan humano, sólo Dios". Salvando, las diferencias, tan americana, sólo España. Con razón Julián Marías se valía del término injerto al referirse a la obra de España en América para diferenciarla del mero trasplante de Inglaterra con Estados Unidos.
José Antonio Benito
[1] https://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/homilies/1984/documents/hf_jp-ii_hom_19841010_celebrazione-saragozza.html
[2] http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/homilies/1984/documents/hf_jp-ii_hom_19841011_evangelizzazione-popoli.html
Presentado esta mañana el Congreso de Estudio sobre la santidad organizado por el Dicasterio para la Causa de los Santos y que tendrá lugar del 3 al 6 de octubre próximo.
“Desde los primeros siglos, la Iglesia ha apreciado en primer lugar la memoria de sus mártires y luego también la de sus "confesores", como verdaderos "héroes" de la fe. Ahora se trata de entender qué significa hoy la heroicidad, sobre todo en relación con el ejercicio de las virtudes, el martirio y la ofrenda de la vida”. Así lo expresó el cardenal Marcello Semeraro al presentar, esta mañana, en la Oficina de prensa de la Santa Sede, el Congreso de Estudio "La Santidad hoy", promovido por el Dicasterio para las Causas de los Santos, que se celebrará en Roma, en el Instituto Patrístico Augustinianum, del 3 al 6 de octubre de 2022.
“El de la santidad es un tema muy querido por el Santo Padre”, afirma el Prefecto del dicasterio para la Causa de los Santos y resalta además cómo ha crecido el número de santos canonizados durante su pontificado sino las numerosas exhortaciones a la “llamada a la santidad en el mundo contemporáneo".
Poner en diálogo el mundo de hoy y la santidad
La Conferencia "La santidad hoy" nace de la necesidad de ponerse en diálogo con el mundo de hoy”, que no es otra cosa que plantear los temas en los que diariamente trabaja el dicasterio, dice el cardenal Semeraro. Por eso, la conferencia es una tarea de investigación y profundización, capaz de implicar a expertos en teología y espiritualidad, sociedad y comunicación, para llevar a cabo su "servicio" de forma más completa. Y aunque ya este tipo de encuentros se han realizado en el pasado se espera que ahora sean más “regulares”, porque la “tarea del Dicasterio no es ‘gestionar’ la santidad, sino reconocerla a través de etapas específicas y coordinadas de discernimiento”, especialmente en las causas de beatificación y canonización.
La fama de santidad y la heroicidad
El Congreso de estudio se orientará sobre dos aspectos: La “fama de santidad” y la “heroicidad cristiana”. El primer aspecto, el de la "fama de santidad", que debe comprobarse antes de la instrucción de cualquier investigación diocesana sobre un Siervo de Dios, explica el purpurado, combina dos matices: por un lado, la convicción de los fieles sobre la santidad de una persona, convicción que nace de la percepción de una excepcionalidad y que tiene como consecuencia la petición de intercesión por las necesidades propias o ajenas; por otro lado, la capacidad de que esta excepcionalidad despierte en el Pueblo de Dios la conciencia de estar todos llamados a ser santos.
En relación con este primer aspecto está el segundo, es decir, el significado de la "heroicidad" cristiana. “Desde los primeros siglos - añade el cardenal Semeraro - la Iglesia ha apreciado en primer lugar la memoria de sus mártires y luego también la de sus "confesores", como verdaderos "héroes" de la fe. Ahora se trata de entender qué significa hoy la heroicidad, sobre todo en relación con el ejercicio de las virtudes, el martirio y la ofrenda de la vida.
“Es fácil comprender que una definición de heroísmo cristiano tiene una resonancia muy especial en el contexto cultural actual, donde tantas veces lo relativo parece prevalecer sobre lo verdadero y la inestabilidad se impone a cualquier proyecto de vida valiente”, concluye el prefecto del dicasterio para la Causa de los Santos, quien espera que la Conferencia sobre "La santidad hoy" marque un momento importante de reflexión sobre las causas de beatificación y canonización y la repercusión que inevitablemente tiene en la conciencia creyente del Pueblo de Dios.
Programa del Congreso
Sobre el programa del Congreso de Estudio, monseñor Fabio Fabene, arzobispo Secretario del Dicasterio para las Causas de los Santos adelantó que en los cuatro días previstos se realizarán 11 ponencias, 5 comunicaciones y 2 mesas redondas. Además del cardenal prefecto, tomarán la palabra el arzobispo Bruno Forte y el arzobispo Orazio Francesco Piazza. También intervendrán religiosos y religiosas, así como profesores universitarios y personalidades de la comunicación. La conclusión de la conferencia será la audiencia con el Papa Francisco el jueves 6 de octubre.
Luego de presentar en detalle el programa, los principales temas y los conferencistas, monseñor Fabene afirmó que, si bien se trata de un programa intenso, no se quiere agotar el tema, sino ofrecer ideas para seguir estudiando y reflexionando las cuestiones que guían el trabajo del Dicasterio para las Causas de los Santos. Personalmente, el prelado vaticano precisó que el tema de la cultura es decisivo, es decir, el reto es encontrar la manera de que la Iglesia y el mundo puedan compartir un código religioso y ético, de conceptos y experiencias.
Los santos hacen historia
Por su parte, la doctora Cecilia Costa, profesora de Sociología de los Procesos Culturales y Sociología de la Educación en la Universidad de Roma Tre, quien intervino en la rueda de prensa de presentación del Congreso, explicó que cada época ha propuesto sus propias interpretaciones de la vida y la muerte, el bien y el mal, la eternidad y la verdad, por lo tanto, cada contexto histórico ha generado sus propios santos, incluso en nuestra avanzada modernidad.
Tras hacer una breve reflexión sociológica de la santidad y la contemporaneidad afirmó: “Los santos no son una herencia del pasado, sino un proyecto de futuro, porque siempre han sido los "héroes" del amor altruista y creativo que, como señaló Sorokin, tiene como "modelo sublime el Sermón de la Montaña".
“Los santos están en la historia, pero también hacen historia y su "historia santa" puede hacer posible una "conversión" cultural, social e individual del egoísmo al altruismo que puede devolver al mundo la armonía, la solidaridad, la fraternidad y la bondad”, concluyó Costa.
Vatican News
El historiador Marcelo Gullo desmonta la Leyenda Negra contra España en América, un país que lejos de expoliar y masacrar a los habitantes nativos percibió su papel en el continente como una “misión evangelizadora”.
La Leyenda negra que ataca a España ha logrado tal éxito que ha llegado a ser asumida incluso por los propios españoles. En este imaginario colectivo los conquistadores aparecen como seres salvajes, asesinos, violadores y genocidas. Durante siglos, y todavía hoy, el legado español pasa para millones de personas por haber quemado en la parrilla a los indios y destripado a las mujeres embarazadas. Sin embargo, el historiador Marcelo Gullo, autor de Nada por lo que pedir perdón (Espasa, 2022), explica a Misión que esta leyenda no es más que “la falsa historia de la liberación de América contada e ideada por los enemigos de España”.
Sí, liberación, no conquista u ocupación. Además, una liberación doble: política y religiosa. “Allí había imperialismos que cobraban el tributo en sangre que sacrificaban y se comían a los hijos de los pueblos oprimidos. Los 200 hombres de Hernán Cortés no podían vencer a un ejército de 200.000, iban acompañados de todos aquellos que padecían ese imperialismo. Pero además hubo una liberación espiritual de una religión basada en el terror y en la muerte. Se convirtieron porque se les ofreció justicia, una religión basada en el amor”, aclara el historiador.
Propaganda de guerra
Sin embargo, lo que ha trascendido es todo lo contrario gracias a la “más ingeniosa obra del marketing político”, como define Gullo la Leyenda Negra, ideada por potencias protestantes, especialmente Inglaterra. Describe que el imperialismo anglosajón no lograba derrotar a España en el campo militar, pero “vio que podría generarle un daño gigantesco en el campo de la propaganda”. Ahí surgió el germen de esta Leyenda Negra. “Mientras España estuviera fuerte y viva existiría la catolicidad, que representaba la posibilidad de realizar una globalización basada en la búsqueda de la justicia, la verdad y la belleza, pilares de la cultura católica. Y sus enemigos, aunque formalmente cristianos, estaban ya en un modelo utilitarista y opresor de los pueblos”.
España –se lamenta este historiador– no entendió que era propaganda de guerra y no se defendió. “Mientras Inglaterra u Holanda imprimían panfletos fácilmente leíbles, España respondía redactando 12 tomos que nadie leía”, explica. Las consecuencias de esta batalla perdida por los españoles siguen coleando hoy día.
El artífice de esta leyenda
Pero para que esta Leyenda Negra triunfara a gran escala, estos países protestantes contaron con la inestimable ayuda de un clérigo español, Bartolomé de las Casas, cuya obra Brevísima relación de la destrucción de las Indias fue aprovechada para atacar de manera inmisericorde al Imperio. “Con las gentes de Indias, España no hizo más que despedazarlas, matarlas, angustiarlas, afligirlas, atormentarlas y destruirlas por las extrañas y nuevas y varias, nunca otras tales vistas ni leídas ni oídas, maneras de crueldad”, escribió el dominico. Y los enemigos de España no desaprovecharon esta munición.
«En América no hubo conquista: fue una doble liberación, una política y otra religiosa»
Gullo califica a fray Bartolomé de “farsante”. En América –relata a Misión– “él nunca estuvo en contacto con los indios, no fue su defensor, no vivió con ellos ni intentó aprender su lengua. Hacía denuncias falsas y se cuidó de no especificar ni cuándo ni quién cometía los delitos; generalizaba hablando de ‘los españoles’, y así logró lo que buscaba: vivir como un príncipe”.
Sus denuncias tuvieron acogida en España. El emperador Carlos V y el cardenal Cisneros le dieron credibilidad, “estaban preocupados, como en general el pueblo español, de que la conquista de América se ajustase a los principios cristianos, pues España tenía una idea de misión, no colonialista. Y el emperador temía que los actos de los españoles pudieran llevarle al infierno”.
Este polémico personaje contrasta con fray Toribio de Benavente, uno de los “doce apóstoles del nuevo mundo”, franciscanos que evangelizaron a las masas indígenas en México, con las que convivieron y para las que crearon escuelas y hospitales. “Las defendieron de los abusos, porque los hubo, pero a diferencia de fray Bartolomé, siempre lo hicieron con fecha, nombres y apellidos”, recalca.
Una misión evangelizadora
A pesar de la notoria defensa que hicieron de los indios, tanto Isabel la Católica como su nieto Carlos V y su bisnieto Felipe ii son víctimas destacadas de esta Leyenda Negra. Para ellos, “la fe estaba antes que la política, y el Imperio, al servicio de la evangelización, porque respondía a lo más profundo de ser español, y su obligación era la misión: predicar el Evangelio. En España la catolicidad estaba unida al patriotismo. Son las tres figuras más atacadas de la historia de España, cuando son sus tres gobernantes más importantes”, advierte el profesor.
¿Qué habría ocurrido si en España hubiera triunfado la Reforma? Gullo lo tiene claro: “No habría Leyenda Negra, como no la hay de Inglaterra o de Holanda, porque esta es un tiro por elevación al catolicismo”. Cree que los indios que hubieran llegado a nacer estarían hoy en reservas como los navajos o los apaches. Y cita la política de los protestantes en América: “El indio bueno es el indio muerto”. En su opinión, España habría aplicado esta misma política, pero el catolicismo resistió y hoy sufre una doble vara de medir. “Se juzga la conquista española porque llevó la fe verdadera a un continente”, concluye.
Qué es la Hispanidad
La Hispanidad es el gran legado de la misión evangelizadora de España en América. Marcelo Gullo insiste en que para entender este concepto hay que remontarse al mismo origen de España, un país que “nace de un acto de voluntad de un pequeño grupo de hombres que en Covadonga se jugó la vida para lograr ser libres del imperialismo mahometano”. A partir de ahí, España vivió siglos “en peligro de muerte” frente al islam y después frente a las potencias protestantes. “Esta España siempre ‘en peligro de muerte’ es de la que nacerá la Hispanidad, que no es otra cosa que la catolicidad hecha pueblo y que lleva el Evangelio en español. Al contrario de sus enemigos protestantes, en España el principal deber era la evangelización, y es lo que hace al llegar a América. En ese encuentro nace la Hispanidad”, incide el historiador. Una Hispanidad que va a ser una fusión libre y voluntaria. “Tras la liberación de los pueblos indígenas de la opresión y su conversión masiva tras la aparición de la Virgen de Guadalupe nacerá –asegura Gullo– el Extremo Occidente, la cristiandad indiana, y que unida a la cristiandad hispánica conformará la Hispanidad, cuyo principal enemigo será el imperialismo protestante”.
Artículo publicado en la edición número 67 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.
MEDIOS DE COMUNICACIÓN
Doctor en neurociencia y director de investigación del Instituto Nacional de la Salud de Francia. En La fábrica de cretinos digitales (Península) advierte de los peligros de los dispositivos digitales en niños y adolescentes.
(1965, Lyon) Doctor en neurociencia y director de investigación del Instituto Nacional de la Salud de Francia. En La fábrica de cretinos digitales (Península) advierte de los peligros de los dispositivos digitales en niños y adolescentes
PREGUNTA: El tiempo que los chavales pasan ante un dispositivo digital es abrumador...
RESPUESTA: Las cifras son dramáticas. En los países occidentales los niños menores de dos años pasan diariamente casi tres horas delante de una pantalla, entre los ocho y los 12 años están casi cinco horas al día, de los 13 a los 18 años su consumo roza las siete horas diarias... Si sumamos todo el tiempo que un chaval pasa entre los dos y los 18 años delante de una pantalla equivale a 30 años escolares, a más de 15 años de empleo a jornada laboral completa, a casi 40.000 episodios de Doctor House. Y eso sólo si medimos el uso de pantallas por motivos recreativos y dejamos fuera el tiempo que las utilizan en el colegio o para hacer deberes.
P. El título de su libro, 'La fábrica de cretinos digitales', es bastante elocuente. ¿Las pantallas están creando una generación de idiotas?
R. Elegimos ese título porque ya era hora de hablar claro, porque la gente necesita despertar. Hay quien minimiza el uso de las pantallas, pero la realidad es que tienen un efecto devastador. La inteligencia se basa en la capacidad de poder memorizar, y todo eso se ve gravemente afectado por el uso de dispositivos digitales. Las pantallas afectan a todo lo que nos hace humanos: al lenguaje, a la capacidad de pensar, de razonar, de memorizar... Numerosos estudios así lo corroboran. Además, yo estoy en contacto con muchos profesores, logopedas y psicólogos infantiles que no leen la literatura científica, pero que están en contacto con los niños. Y lo impresionante es que lo que ven coincide plenamente con lo que dicen los estudios.
P. ¿De verdad las capacidades cognitivas están experimentando el descenso más pronunciado de la historia de la humanidad?
R. Hay científicos y estudiosos que así lo creen. Como por ejemplo Mark Bauerlein, profesor de la Universidad Emory en Atlanta (Georgia), que sostiene que esta es la generación más estúpida que haya habido nunca. Los científicos están de acuerdo en que el lenguaje, la capacidad de atención y la de memorización se han reducido en esta generación. Hoy existe la idea de que no hay que memorizar nada porque todo está en internet. Y sí, para hacer por ejemplo un algoritmo puedes ir a Google y buscar cómo se hace, el problema es que en tu cabeza tienes que tener todos los conocimientos anteriores. ¿Conoce los libros de Los Cinco?
P. Claro. ¿Por qué?
R. Cuando yo era un chaval me encantaban Los Cinco. Hace poco compré un ejemplar nuevo y cuando lo leí me quedé muy decepcionado, me pareció que la escritura era muy mala, muy pobre. Pero encontré por mi casa una versión antigua de ese mismo libro, de hace 40 años, y al compararla con la nueva me quedé de piedra: habían suprimido todos los pretéritos perfectos e indefinidos, habían suprimido todas las descripciones (supongo que las considerarían aburridas) y habían suprimido muchísimo vocabulario. Me puse a analizar un capítulo y se habían cargado el 40% del vocabulario, la longitud de las frases se había reducido en más de un 15%... Hemos llegado al punto de que hay que reescribir los libros infantiles para que los niños de hoy los entiendan. Los profesores que llevan 15, 20 años enseñando también observan que ahora es más difícil hacerles entender a sus alumnos muchos conceptos. Vemos los efectos de las pantallas ya y en todos los campos: en los resultados académicos, en la literatura para niños...
P. Hay quien dice que los jóvenes de hoy tienen habilidades distintas, saben otras cosas...
R. Sí, pero nadie es capaz de decir qué es exactamente lo que saben. Algunos sostienen que son buenos con los ordenadores y buscando información, pero los estudios lo desmienten: un reciente informe de la Comisión Europea destaca que uno de los principales obstáculos para la digitalización de los colegios es la "escasa competencia digital de los estudiantes". Y un amplio estudio de la Universidad de Stanford concluye que la capacidad por parte de los miembros de la generación digital de extraer información disponible en internet es terriblemente baja, tan baja que consideran que representa "un peligro para la democracia". Los datos muestran que el uso de las pantallas tiene un enorme efecto negativo en la inteligencia y el desarrollo. Sólo por cómo las pantallas afectan al sueño estaría justificado que se tomaran acciones públicas, porque el sueño es la piedra angular de nuestra capacidad de aprendizaje y desarrollo.
P. Y si hay tantas evidencias científicas sobre el daño que el uso de dispositivos digitales hace a niños y adolescentes, ¿por qué hay tanta confusión, porque muchos padres consideran que no es malo que sus hijos pasen tres horas al día con un videojuego?
R. Porque esta es una de las industrias más lucrativas que hay, una industria que genera al año billones de euros. No es nuevo que se dé la espalda a un problema de salud pública por motivos económicos: ha ocurrido exactamente lo mismo con el tabaco, con el cambio climático... Siempre es igual: al principio se niegan las evidencias y luego, cuando los datos son incontestables, se trata de minimizarlas. Ahora hay supuestos expertos que hablan de las bondades digitales, como antes algunos hablaban de las del tabaco. En Francia tenemos un psicólogo que lo hace, y se descubrió que era asesor de una compañía de videojuegos.
P. Una pista de que las pantallas pueden ser dañinas es que la mayoría de los dirigentes de Silicon Valley llevan a sus hijos a colegios analógicos, ¿no?
R. No es sólo que muchos lleven a sus hijos a colegios en los que no hay ordenadores, es que tampoco en casa les permiten usar el iPad u otros dispositivos digitales. A Steve Jobs le preguntó un día un periodista del New York Times que qué pensaban sus hijos del iPad, y le contestó que en su casa no había iPads ni ordenadores. El periodista se puso a investigar y descubrió que lo mismo ocurría con otros altos cargos de Silicon Valley. Un alto ejecutivo de Google también reconoció que sus hijos no usaban pantallas. Y el ex director editorial de la revista Wired, la biblia de las nuevas tecnologías, admitió que a sus cinco hijos les restringía el uso de dispositivos digitales porque sabía de primera mano los efectos que provocan. En Francia hay un libro de sociología que analiza por qué los hijos de las familias con más medios económicos obtienen mejores resultados académicos. Y la investigación realizada reveló que lo que tenían en común todas esas familias es que realmente protegían a sus hijos de las pantallas. La gente que sabe los efectos que causan las pantallas protege a sus hijos.
P. ¿Los colegios con ordenadores y demás dispositivos digitales pueden entonces no ser recomendables?
R. Sabemos que los resultados no siempre son positivos, y en algunos casos incluso pueden son negativos. Andreas Schleicher, el coordinador del famoso informe Pisa, admitía recientemente sobre el uso de aparatos digitales en las escuelas y decía que "en realidad, empeoran las cosas". De hecho, todos los estudios realizados por el informe Pisa muestran que cuanto más gasta un país en educación digital, peores son sus resultados. Suecia, que hace años era un ejemplo por los resultados académicos de sus estudiantes, se ha convertido en el país que más rápido ha descendido en el informe Pisa. Hay quien dice que es por los inmigrantes. Pero otros opinan que probablemente sea por haber introducido ordenadores en los colegios.
P. ¿En Estados Unidos hay quien se está planteando demandas colectivas como las que hubo contra el tabaco, verdad?
R. Sí. Y algo ya ha habido. ¿Sabe qué es Baby Einstein? Son unos vídeos de Disney para bebés que se publicitaban como educativos. Pero se demostró que los críos que los veían tenían problemas de lenguaje, que su vocabulario era muy reducido. Un grupo de padres amenazó con ir a juicio y, antes de que eso ocurriera, Disney decidió pagar un montón de dinero y retirar la palabra educativo de esos productos. Las pantallas estoy seguro de que van a ser el próximo gran problema de salud pública. Pero hay mucho dinero por medio.
P. En Taiwán existe una ley que contempla importantes multas para aquellos padres que permitan a los bebés de menos de dos años usar aplicaciones digitales y que no impongan límites de tiempo sobre el uso de las pantallas a los niños mayores de esa edad. ¿Está de acuerdo con esa legislación?
R. No lo sé. En Taiwán consideran que es maltrato permitir que los menores pasen mucho tiempo delante de una pantalla. Y en China acaban de aprobar una ley que establece que los niños que juegan con videojuegos pueden hacerlo sólo durante un máximo de 90 minutos al día y nunca entre las 22.00 y las 8.00 horas. A mí no me gustaría que nadie viniera a mi casa y me dijera cómo tengo que criar a mis hijos. Pero lo que me parece importante es que los padres reciban la información correcta. Un padre, con los datos en la mano, dudo mucho que deje que su hijo de 12 años esté todo el día con el iPad, y si lo decide estoy dispuesto a aceptarlo, es asunto suyo. Pero lo que no soporto es que haya padres que, de buena fe, crean que el iPad es estupendo para la educación de sus hijos, para que aprendan, para su inteligencia... Las evidencias muestran que es justo al contrario, pero creen eso porque están desinformados, porque hay supuestos expertos que van por ahí diciendo que los videojuegos son buenos para el rendimiento escolar y otras sandeces de ese tipo que sólo generan confusión.
P. ¿Las pantallas crean adición? Muchos padres se quejan de que cuando tratan de limitar el uso de las pantallas por parte de sus hijos no pueden...
R. De nuevo, es igual que lo que pasó en su día con el tabaco. Cuando la Organización Mundial de la Salud empezó a hablar de que fumar creaba adicción, la industria del tabaco reaccionó diciendo que no era verdad. Luego terminaron admitiendo que a lo mejor un poquito sí que lo era. Creo que la adicción a las pantallas es un problema real, hay varios estudios que sugieren con fuerza que con las pantallas se puede desencadenar el mismo mecanismo cerebral que con otras adicciones. La mayoría de las investigaciones en ese sentido señalan que entre el 3% y el 5% de los usuarios son adictos. Parece una proporción pequeña, pero sólo un 1% en Francia supone medio millón de personas. Pero incluso si no es una adicción, sigue siendo un problema.
P. ¿Qué provocan las pantallas en el cerebro de un menor?
R. Hay quienes dicen que hay que vivir con los tiempos modernos. El problema es que el cerebro de los niños es un cerebro viejo, fruto de muchos años de evolución, y no ha sido diseñado para esa porquería. Un cerebro tiene necesidades, necesita interacción humana, necesita dormir, necesita actividad física (ahora sabemos que la actividad física es importante para que un cerebro madure), necesita estimulación y muchas otras cosas. Y nada de eso se lo proporcionan las pantallas. Por supuesto que el cerebro se puede adaptar. Pero que se adapte a una situación no quiere decir que funcione mejor que en otra. Si usted sube a lo alto de una montaña de 6.000 metros, se adapta. Pero no funcionará tan bien como al nivel del mar. Y con el cerebro es lo mismo: no funciona igual de bien en el ambiente para el que ha sido construido que en otro ambiente.
P. ¿Los políticos, nuestros gobernantes, deberían estar preocupados?
R. Yo hace ya mucho tiempo que perdí la fe en los políticos.
JULIEN FAURE. El Mundo. La entrevista final. 19 de septiembre de 2020
Una ideología estridente busca acallar y amedrentar a quien disienta de lo políticamente correcto y lo ideológicamente aceptado. ¿Cómo reconocer el chantaje woke, que salpica a multitud de movimientos socioculturales, y hacerle frente desde tu familia?
Cancelados fue una campaña contra el aborto de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) censurada de forma arbitraria. Lanzada el pasado mes de enero en marquesinas y paradas de autobús de 30 ciudades con el lema “Rezar frente a una clínica abortista está genial”, lo que ocurrió a continuación es de manual: aunque nadie fue a juicio, enseguida 10 ciudades retiraron la campaña, a veces con un truco legal, y otras con un simple “ordeno y mando” del alcalde. “Rompe la convivencia”, dijo de la campaña la alcaldesa de Getafe. Es “repulsiva y asquerosa”, dijo la portavoz municipal de Pontevedra. Va contra los “derechos constitucionales”, improvisó el Ayuntamiento de Vigo.
El caso siguió la típica censura woke: silenciar voces presionando desde gobiernos; o con campañas masivas de victimismo e insultos, desprestigio en redes sociales y prensa; o, más recientemente, con presión de empresas y organismos profesionales (como Colegios de Médicos y otros gremios).
“El woke es como un dragón insaciable: siempre está indignado y exige víctimas”
Ante la censura de Cancelados, Josep Miró i Ardévol, presidente de E-Cristians, enseguida advirtió: “Responde a lo que en EE. UU. llaman cultura woke. Consiste en huir del debate y hacer callar al interlocutor, multándole o amenazándole con multas”. Jaume Vives, una de las mentes tras Cancelados, comentó a Misión: “Nos hicieron la campaña dándole mucha más difusión, y demostrando lo que nosotros defendíamos: que se cancelan temas por la vía de castigar
a quien los plantea”. Y añadió: “Lo más llamativo es que este pensamiento tan dominante en realidad es muy débil. Va contra la lógica, la naturaleza y la historia, y construye personas sin principios, atascadas en una mugre sin solidez”.
Los “iluminados”
Es difícil traducir woke. En inglés sería algo así como “despiertos”, pero Jorge Soley, presidente de European Dignity Watch y autor del Manual del buen ciudadano para comprender y resistir a la cultura de la cancelación (CEU Ediciones, 2022), propone traducirlo como “esclarecidos” o “iluminados”. Son aquellos que “creen haber visto la luz y consideran que los demás son ciegos y, encima, culpables”.
Hay quien lo usa como sinónimo de “progre”, pero el woke es más dogmático y hostil. Es como un dragón insaciable: siempre está indignado, exige víctimas que dice que merecen ser castigadas y no ve adversarios políticos, sino enemigos, a los que demoniza por completo.
“Los woke creen haber visto la luz y consideran que los demás son ciegos”
Entre los temas que intentan censurar están los méritos y virtudes de la civilización occidental (y de ninguna otra), la importancia y validez moral del cristianismo y la familia cristiana, la diferencia natural entre el hombre y la mujer, la importancia de la familia monógama y estable occidental, la cultura del mérito, el pecado personal, una ley moral natural, reflexiones sobre la crueldad en culturas no occidentales…Y la lista sigue.
El woke al desnudo
Como en el cuento de El traje nuevo del emperador de Hans Christian Andersen,el woke espera que todo el mundo alabe el supuesto “traje nuevo”, aunque no hay traje, el monarca pasea sin ropa y todo el mundo lo ve desnudo. De igual manera, el sistema woke consigue que todos callen y castigará a quien proclame la verdad. Teme que alguien grite: “¡Pero si va desnudo!”.
Así, el woke cancela el debate. Proclama que el otro es “el mal”, o que fomenta el “odio” y a continuación grita: “Con el odio no se debate”. En síntesis, la mentalidad woke no quiere debatir ni argumentar: pasa directamente a prohibir, satanizar y multar para que todos acepten silenciosos su discurso. Y en esta dinámica cae en paradojas curiosas. Por ejemplo, reconocen que romper la familia daña a los niños, pero niegan la responsabilidad de los adultos que la rompen; piden más fluidez en las rupturas ¡y acusan de “privilegiados” a los que no rompen su familia!
La solución buena la encontramos en san Jorge: hay que ser valiente y matar al monstruo, porque, tal y como advierte el francés Rémi Brague, al wokeno podemos pedirle perdón, porque, aunque nos arrepintamos, “nunca nos dará la absolución”.
Alerta a la autocensura
En España, en realidad, la ley permite mucha libertad de expresión a quien tiene un abogado y ganas de recurrir las multas. Hay un peligro mayor: la autocensura, algo que ha empezado a estudiar este año el Observatorio de Intolerancia contra los Cristianos en su informe “Perceptions on self-censorship” (Percepciones sobre la autocensura). Este organismo habla de cristianos que sufren un efecto “congelante” (chilling effect), una expresión que toma de la jurisprudencia norteamericana. Se da cuando por miedo a ser censurado los cristianos callan sus convicciones… y muchos ni se dan cuenta de que se autocensuran. Es un tema que el Observatorio promete seguir estudiando.
Pablo J. Ginés
MovieGuide es un servicio cristiano de EEUU dedicado, en sus propias palabras, "a redimir los valores de los mass media según principios bíblicos, influyendo a los executivos de la industria y ayudando a las familias a elegir medios con sabiduría". Acaba de publicar un informe a partir de 2.700 películas de gran recaudación del periodo 1996-2005 que demuestra que cuanto más sexo, desnudos y groserías, menor es la recaudación.
El cine con valores es más rentable. Quizá por eso la Fox anuncia que producirá 12 películas "cristianas" al año
MovieGuide es un servicio cristiano de EEUU dedicado, en sus propias palabras, "a redimir los valores de los mass media según principios bíblicos, influyendo a los executivos de la industria y ayudando a las familias a elegir medios con sabiduría". Acaba de publicar un informe a partir de 2.700 películas de gran recaudación del periodo 1996-2005 que demuestra que cuanto más sexo, desnudos y groserías, menor es la recaudación.
Un ejemplo es el año 2005:
Películas con "visión del mundo cristiana y redentora": facturaron una media de 65 millones de dólares en taquilla.Películas con vocabulario extremadamente grosero: facturaron una media de 24 millones.Películas con fuerte inmoralidad sexual: facturación media de 11 millones de dólaresPelículas con fuertes desnudos explícitos: facturación media 11 millones. En los últimos diez años no ha cambiado mucho la media de facturación de las películas con desnudos, sexualidad inmoral y lenguaje extremadamente soez: su recaudación en taquilla es estable. En cambio, ha crecido mucho la demanda de películas "limpias" y con valores cristianos: en 1996 estas películas sólo facturaban una media de 32 millones de dólares; en 2005 eran 65 millones, con un pico de 106 millones en el 2004 (debido al éxito asombroso de la durísima La Pasión, de Mel Gibson). Star Wars, Harry Potter, El Señor de los Anillos, pese a los combates y escenas oscuras o terribles, son fantasías redentoras y no recurren al lenguaje soez, desnudos ni sexo. Cada entrega de estas series arrasa entre niños y mayores. Crónicas de Narnia consolida el género de la "saga familiar de fantasía blanca": y puede dar para siete películas. "La mayoría de la gente que va al cine, incluyendo los 141 millones de norteamericanos que van a la iglesia cada semana, prefieren películas positivas cristianas con valores que edifiquen moralmente", dice Ted Baehr, encargado del estudio de MovieGuide. La FOX ve dinero y decide producir 12 títulos al año Los estudios FOX ha anunciado en septiembre que creará en Hollywood la marca "FoxFaith" ("Películas en las que puedes creer"), para hacer películas basadas en best-sellers cristianos. La idea es producir 12 títulos al año, al menos la mitad se emitirían en cines a través de grandes cadenas como la AMC o Cines Carmike y el resto irían a las ventas como DVD. "Sospecho que la FOX tiene la estrategia de construir una biblioteca de DVD, de ese tipo de cosas que se venden constantemente pese al paso de los años", dice el analista de medios Harold Vogeld en Los Angeles Times.
Este mismo mes de octubre FoxFaith lanza al mercado el "western cristiano" Loves’Abiding Joy, basado en las populares novelas de la escritora Janette Oke; el director es Michael Landon, hijo del Michael Landon conocido en España por "Bonanza", "La Casa de la Pradera" y "Autopista hacia el cielo". La idea es jugar sobre seguro, adaptar historias y novelas que ya han triunfado. Otra película que sale en EEUU este mes es "One night with the king" ("Una noche con el rey"), que es la historia bíblica de Esther en la corte lujosa (y pagana) de Persia. Una película de Hollywood normalmente gasta una media de 36 millones de dólares en promoción. Estas películas de FoxFaith sólo gastarán unos 5 millones de dólares. Pero con una ventaja: se dirigen a un público muy bien segmentado y disciplinado, regular y ferviente: el público familiar y especialmente la familia cristiana. Durante cuatro años la Fox ha elaborado una base de datos de contactos con 14 millones de familias cristianas y 90.000 congregaciones cristianas. Con el público tan definido, el negocio tiene mucho sentido.
Artículo publicado en Cinemanet.
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