La Alianza del Sinaí

Éxodo 19-24

La alianza es una idea teológica central en el AT, que usa ese término para expresar la relación especial que Dios tiene con Israel. Es fundamental para la fe, la vida y el culto de Israel la convicción de que Dios, en un tiempo y lugar particular y libremente, ha querido entrar en comunión con Israel y constituirlo como pueblo de Dios, imponiéndole obligaciones específicas. El símbolo dominante utilizado por Israel para describir esa relación especial es el de alianza.

Capítulo 19

La llegada al Sinaí

1 El primer día del tercer mes, después de su salida de Egipto, los israelitas llegaron al desierto del Sinaí.

2 Habían partido de Refidim, y cuando llegaron al desierto del Sinaí, establecieron allí su campamento. Israel acampó frente a la montaña.

Ofrecimiento de la Alianza

3 Moisés subió a encontrarse con Dios. El Señor lo llamó desde la montaña y le dijo: «Habla en estos términos a la casa de Jacob y anuncia este mensaje a los israelitas:

4 «Ustedes han visto cómo traté a Egipto, y cómo los conduje sobre alas de águila y los traje hasta mí.

5 Ahora, si escuchan mi voz y observan mi alianza, serán mi propiedad exclusiva entre todos los pueblos, porque toda la tierra me pertenece.

6 Ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación que me está consagrada». Estas son las palabras que transmitirás a los israelitas».

7 Moisés fue a convocar a los ancianos de Israel y les expuso todas estas palabras, como el Señor se lo había ordenado.

8 El pueblo respondió unánimemente: «Estamos decididos a poner en práctica todo lo que ha dicho el Señor». Y Moisés comunicó al Señor la respuesta del pueblo.

Los preparativos de la teofanía

9 El Señor dijo a Moisés: «Yo vendré a encontrarme contigo en medio de una densa nube, para que el pueblo pueda escuchar cuando yo te hable. Así tendrá en ti una confianza a toda prueba». Y Moisés comunicó al Señor las palabras del pueblo.

10 Luego añadió: «Ve adónde está el pueblo y ordénales que se purifiquen hoy y mañana. Que laven su ropa

11 y estén preparados para pasado mañana. Porque al tercer día el Señor descenderá sobre la montaña del Sinaí, a la vista de todo el pueblo.

12 Fija también un límite alrededor del pueblo, haciendo esta advertencia: «Cuídense de subir a la montaña y hasta de tocar sus bordes, porque todo el que toque la montaña será castigado con la muerte.

13 Pero nadie pondrá su mano sobre el culpable, sino que deberá ser apedreado o muerto a flechazos; sea hombre o animal, no quedará vivo. Y cuando suene la trompeta, ellos subirán a la montaña».

14 Moisés bajó de la montaña y ordenó al pueblo que se sometiera a las purificaciones rituales. Todos lavaron su ropa,

15 y luego les dijo: «Estén preparados para pasado mañana. Mientras tanto, absténganse de tener relaciones sexuales».

La teofanía

16 Al amanecer del tercer día, hubo truenos y relámpagos, una densa nube cubrió la montaña y se oyó un fuerte sonido de trompeta. Todo el pueblo que estaba en el campamento se estremeció de temor.

17 Moisés hizo salir al pueblo del campamento para ir al encuentro de Dios, y todos se detuvieron al pie de la montaña.

18 La montaña del Sinaí estaba cubierta de humo, porque el Señor había bajado a ella en el fuego. El humo se elevaba como el de un horno, y toda la montaña temblaba violentamente.

19 El sonido de la trompeta se hacía cada vez más fuerte. Moisés hablaba, y el Señor le respondía con el fragor del trueno.

20 El Señor bajó a la montaña del Sinaí, a la cumbre de la montaña, y ordenó a Moisés que subiera a la cumbre. Moisés subió,

21 y el Señor le dijo: «Baja y ordena al pueblo que no traspase los límites para ver al Señor, porque muchos de ellos perderían la vida.

22 Incluso los sacerdotes que se acerquen al Señor deberán purificarse, para que el Señor no les quite la vida».

23 Moisés le respondió: «El pueblo no se atreverá a subir a la montaña del Sinaí, porque tú se lo prohibiste cuando mandaste poner un límite alrededor de la montaña declarada sagrada».

24 El Señor le dijo: «Baja enseguida y vuelve después en compañía de Aarón. Pero que los sacerdotes y el pueblo no traspasen los límites para subir adonde está el Señor, no sea que él les quite la vida».

25 Moisés bajó adonde estaba el pueblo y les dijo todas esas cosas.

Capítulo 20

Los diez mandamientos

1 Entonces Dios pronunció estas palabras:

2 Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar en esclavitud.

3 No tendrás otros dioses delante de mí.

4 No te harás ninguna escultura y ninguna imagen de lo que hay arriba, en el cielo, o abajo, en la tierra, o debajo de la tierra, en las aguas.

5 No te postrarás ante ellas, ni les rendirás culto, porque yo soy el Señor, tu Dios, un Dios celoso, que castigo la maldad de los padres en los hijos, hasta la tercera y cuarta generación, si ellos me aborrecen;

6 y tengo misericordia a lo largo de mil generaciones, si me aman y cumplen mis mandamientos.

7 No pronunciarás en vano el nombre del Señor, tu Dios, porque él no dejará sin castigo al que lo pronuncie en vano.

8 Acuérdate del día sábado para santificarlo.

9 Durante seis días trabajarás y harás todas tus tareas;

10 pero el séptimo es día de descanso en honor del Señor, tu Dios. En él no harán ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tus animales, ni el extranjero que reside en tus ciudades.

11 Porque en seis días el Señor hizo el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, pero el séptimo día descansó. Por eso el Señor bendijo el día sábado y lo declaró santo.

12 Honra a tu padre y a tu madre, para que tengas una larga vida en la tierra que el Señor, tu Dios, te da.

13 No matarás.

14 No cometerás adulterio.

15 No robarás.

16 No darás falso testimonio contra tu prójimo.

17 No codiciarás la casa de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni ninguna otra cosa que le pertenezca.

El temor del pueblo y la mediación de Moisés

18 Al percibir los truenos, los relámpagos y el sonido de la trompeta, y al ver la montaña humeante, todo el pueblo se estremeció de temor y se mantuvo alejado.

19 Entonces dijeron a Moisés: «Háblanos tú y oiremos, pero que no nos hable Dios, porque moriremos».

20 Moisés respondió al pueblo: «No teman, porque Dios ha venido a ponerlos a prueba para infundirles su temor. Así ustedes no pecarán».

21 Y mientras el pueblo se mantenía a distancia, Moisés se acercó a la nube oscura donde estaba Dios.

El Código de la Alianza: la ley relativa al altar

22 El Señor dijo a Moisés: Di a los israelitas: Ustedes han visto que les hablé desde el cielo.

23 No se fabriquen dioses de plata o de oro para ponerlos a mi lado.

24 Me harás un altar de tierra, y sobre él ofrecerás tus holocaustos y tus sacrificios de comunión, tus ovejas y tus bueyes. Vendré y te bendeciré en cualquier lugar donde yo haga que se recuerde mi Nombre.

25 Si me edificas un altar de piedra, no lo harás con piedras talladas, porque al trabajarlas con el hierro, las profanarás,.

26 Tampoco subirás por gradas a mi altar, para que no se vea tu desnudez.

Capítulo 21

Los esclavos

1 Estas son las normas que darás a los israelitas:

2 Si compras un esclavo hebreo, él prestará servicios durante seis años, y al séptimo año, quedará en libertad sin pagar nada.

3 Si entró solo, saldrá solo; si tenía mujer, su mujer saldrá con él.

4 Si su dueño le dio una mujer y ella le dio hijos o hijas, la mujer y los hijos serán para su dueño, y él se irá solo.

5 Pero si el esclavo declara expresamente: «Yo amo a mi señor, a mi mujer y a mis hijos, y por eso no quiero quedar en libertad»,

6 su dueño lo presentará delante de Dios, lo acercará a la puerta de su casa o al poste de la puerta, y le perforará la oreja con una lezna. Así el esclavo quedará a su servicio para siempre.

7 Si un hombre vende a su hija como esclava, ella no saldrá en libertad como salen los esclavos.

8 Si después desagrada a su dueño, y él ya no la quiere para sí, permitirá que la rescaten, pero no podrá venderla a extranjeros por haberla defraudado.

9 Si el dueño la destina a su hijo, la tratará según el derecho de las hijas.

10 Si toma para sí otra mujer, no deberá reducir la comida, la ropa y los derechos conyugales de la primera.

11 Y si la priva de estas tres cosas, ella podrá irse gratuitamente, sin pagar nada.

El homicidio y el derecho de asilo

12 El que hiera mortalmente a un hombre será castigado con la muerte.

13 Si no lo hizo con premeditación, sino que Dios dispuso que cayera bajo su mano, yo te señalaré un lugar donde podrá refugiarse el homicida.

14 Pero si alguien tiene la osadía de matar alevosamente a su prójimo, hasta de mi altar deberás sacarlo para que muera.

Otros delitos castigados con la muerte

15 El que golpee a su padre o a su madre será castigado con la muerte.

16 El que rapte a un hombre, sea que lo haya vendido o que se lo encuentre en su poder, será castigado con la muerte.

17 El que maldiga a su padre o a su madre será castigado con la muerte.

Las heridas corporales

18 Si dos hombres pelean y uno hiere al otro con una piedra o con una azada, pero este último no muere sino que debe guardar cama,

19 el que lo hirió quedará absuelto si el herido se puede levantar y puede andar por fuera, aunque sea apoyándose en un bastón; pero deberá resarcirlo por el tiempo en que permaneció inactivo y hacerlo atender hasta que esté curado.

20 Si un hombre golpea con un bastón a su esclavo o a su esclava, de tal manera que estos mueren en sus mismas manos, deberán ser vengados.

21 Pero si sobreviven un día o dos, no serán vengados, porque son propiedad suya.

22 Si unos hombres se pelean, y uno de ellos atropella a una mujer embarazada y le provoca un aborto, sin que sobrevenga ninguna otra desgracia, el culpable deberá pagar la indemnización que le imponga el marido de la mujer, y el pago se hará por arbitraje.

23 Pero si sucede una desgracia, tendrás que dar vida por vida,

24 ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie,

25 quemadura por quemadura, herida por herida, contusión por contusión.

26 Si un hombre golpea en un ojo a su esclavo o a su esclava, y lo deja tuerto, lo pondrá en libertad como compensación por el ojo.

27 Y si le hace caer un diente, lo pondrá en libertad como compensación por el diente.

28 Si un buey embiste a un hombre o a una mujer, y estos mueren, el buey será matado a pedradas y no se comerá su carne; el dueño del buey, en cambio, estará libre de culpa.

29 Pero si el buey solía embestir, y su dueño, aunque advertido oportunamente, no lo vigiló, en el caso de que ese buey mate a un hombre o a una mujer, será muerto a pedradas, y su dueño también será castigado con la muerte.

30 Si se le impone un precio de rescate, deberá pagar en rescate de su vida todo lo que se le imponga.

31 Si el buey embiste a un muchacho o a una muchacha, se procederá con él conforme a esta misma regla.

32 Y si el buey embiste a un esclavo o a una esclava, el dueño del animal pagará treinta siclos de plata al dueño del esclavo, y el buey será muerto a pedradas.

Delitos contra la propiedad

33 Si alguien abre un pozo, o cava una fosa y no la tapa, y un buey o un asno caen dentro,

34 el propietario del pozo deberá indemnizar: pagará en efectivo al dueño del buey o del asno el precio debido, y el animal muerto quedará para él.

35 Si el buey de un hombre embiste al buey de otro hombre, ocasionándole la muerte, venderán el buey vivo y se repartirán el importe; e igualmente se repartirán el animal muerto.

36 Pero si ya era notorio que el buey embestía habitualmente, y su dueño no lo vigiló, este pagará buey por buey y el animal muerto será para él.

37 Si alguien roba un buey o una oveja y lo sacrifica o lo vende, deberá restituir cinco animales del ganado mayor por un buey y cuatro animales del ganado menor por una oveja.

Capítulo 22

1 Si el ladrón, sorprendido en el momento de forzar una casa, es herido de muerte, no hay delito de homicidio.

2 Pero si ya había salido el sol, entonces hay delito de homicidio. El ladrón está obligado a restituir la totalidad de lo robado; si no dispone de medios para hacerlo, deberá ser vendido para compensar por su robo.

3 Si lo robado –un buey, un asno o una oveja– se encuentra vivo en su poder, tendrá que restituir el doble.

4 Si alguien hace pastar su ganado en un campo o una viña, y lo deja suelto de manera que este va a pastar también en campo ajeno, deberá indemnizar con los mejores productos de su campo y de su viña.

5 Si un fuego se propaga y alcanza los matorrales, y así se destruye la cosecha ya amontonada o la que aún no había sido segada o el campo, el causante del incendio deberá indemnizar.

6 Si un hombre entrega a otro en depósito dinero o algún objeto, y alguien los roba de la casa de este último, el ladrón, si es descubierto, restituirá el doble.

7 Si no se logra descubrir al ladrón, el dueño de la casa se presentará ante Dios para atestiguar que no ha puesto su mano sobre los bienes del otro.

8 En todo asunto delictivo referente a un buey, un asno, una oveja, un traje o cualquier objeto desaparecido, del cual su propietario pueda decir: «Indudablemente es este», el litigio será llevado ante Dios; y aquel a quien Dios declare culpable, restituirá al otro el doble.

9 Si alguien entrega a otra persona un asno, un buey, una oveja o cualquier otro animal para su custodia, y el animal muere, sufre una fractura o es sustraído en ausencia de testigos,

10 el depositario deber[a jurar por el Señor que no ha puesto su mano sobre la propiedad ajena. El propietario aceptará el juramento, y aquel no estará obligado a indemnizar.

11 Pero si el animal fue robado estando presente el depositario, deberá indemnizar.

12 Si el animal ha sido despedazado por una fiera, traerá como testimonio los despojos y no tendrá que indemnizar por él.

13 Si alguien pide prestado un animal, y este sufre una fractura o muere en ausencia de su dueño, el que lo recibió en préstamo deberá indemnizar.

14 Si su dueño estaba presente, no estará obligado a hacerlo. Si lo había alquilado, le pagara el precio del alquiler.

Leyes morales, sociales y religiosas

15 Si un hombre seduce a una mujer virgen que no está desposada y se acuesta con ella, deberá tomarla por esposa pagando el precio debido.

16 Si el padre de la joven se niega a dársela, el seductor pagará una suma equivalente al precio estipulado para casarse con una virgen.

17 No dejarás vivir a la hechicera.

18 El que tenga trato sexual con una bestia será castigado con la muerte.

19 El que ofrezca sacrificios a otro dios que no sea el Señor, será condenado al exterminio.

20 No maltratarás al extranjero ni lo oprimirás, porque ustedes fueron extranjeros en Egipto.

21 No harás daño a la viuda ni al huérfano.

22 Si les haces daño y ellos me piden auxilio, yo escucharé su clamor.

23 Entonces arderá mi ira, y yo los mataré a ustedes con la espada; sus mujeres quedará viudas, y sus hijos huérfanos.

24 Si prestas dinero a un miembro de mi pueblo, al pobre que vive a tu lado, no te comportarás con él como un usurero, no le exigirás interés.

25 Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, devuélveselo antes que se ponga el sol,

26 porque ese es su único abrigo y el vestido de su cuerpo. De lo contrario, ¿con qué dormirá? Y si él me invoca, yo lo escucharé, porque soy compasivo.

27 No blasfemarás contra Dios, ni maldecirás a un jefe de tu pueblo.

28 No demorarás en ofrecer las primicias de la cosecha y de la vendimia. Me darás a tu hijo primogénito.

29 Lo mismo deberás hacer con tu ganado mayor y tu ganado menor: el primogénito estará siete días con su madre, y al octavo día me lo darás.

30 Ustedes estarán consagrados a mí. No coman carne de un animal despedazado por una fiera, sino arrójenla a los perros.

Capítulo 23

Deberes humanitarios y de justicia

1 No divulgarás falsos rumores. No te pondrás de parte del culpable, dando testimonio en favor de una injusticia.

2 No seguirás a la mayoría para hacer el mal, ni atestiguarás en un proceso plegándote a la mayoría, para conculcar el derecho.

3 Tampoco favorecerás arbitrariamente al pobre que está implicado en un pleito.

4 Si encuentras perdido el buey o el asno de tu enemigo, se los llevarás inmediatamente.

5 Si ves al asno del que te aborrece, caído bajo el peso de su carga, no lo dejarás abandonado; más aún, acudirás a auxiliarlo junto con su dueño.

6 No conculcarás el derecho de tu compatriota indigente cuando tenga un pleito.

7 Permanecerás alejado de las causas falsas, y no harás morir al inocente y al que está en su derecho, porque yo no absolveré al culpable.

8 No te dejes sobornar con regalos, porque el regalo enceguece al que ve con claridad y pervierte las causas de los justos.

9 No oprimirás al extranjero. Ustedes saben muy bien lo que significa ser extranjero, ya que lo fueron en Egipto.

El año sabático y el sábado

10 Durante seis años sembrarás tus tierras y recogerás sus productos.

11 Al séptimo año, les darás un descanso y las dejarás sin cultivar. Allí encontrarán su alimento tus compatriotas indigentes, y los animales del campo comerán el resto. Lo mismo harás con tus viñas y tus olivares.

12 Durante seis días harás tus trabajos, pero el séptimo deberás descansar, a fin de que reposen tu buey y tu asno, y el hijo de tu esclava y el extranjero tengan un respiro;.

13 Ustedes observarán todo lo que les he dicho. Ni siquiera pronunciarán el nombre de otros dioses: que nadie lo oiga en boca de ustedes.

Las fiestas religiosas de Israel

14 Tres veces al año celebrarás una fiesta en mi honor.

15 Celebrarás la fiesta de los Acimos. Durante siete días comerás pan sin levadura, como te lo he mandado, en el tiempo señalado del mes de Abib, porque en ese mes saliste de Egipto. Y nadie se presentará ante mí con las manos vacías.

16 También celebrarás la fiesta de la Cosecha, o sea, de las primicias de tus trabajos, de lo que hayas sembrado en los campos. Y al comienzo del año, cuando recojas los frutos de tu trabajo, celebrarás la fiesta de la Recolección.

17 Todos los varones se presentarán delante del Señor tres veces al año.

Otras leyes litúrgicas

18 No acompañarás con pan fermentado la sangre de mis sacrificios, ni dejarás para el día siguiente la grasa de la víctima ofrecida en mi fiesta.

19 Llevarás a la Casa del Señor, tu Dios, lo mejor de los primeros frutos de tu suelo. No harás cocer un cabrito en la lecha de su madre.

Instrucciones sobre la entrada en Canaán

20 Yo voy a enviar un ángel delante de ti, para que te proteja en el camino y te conduzca hasta el lugar que te he preparado.

21 Respétalo y escucha su voz. No te rebeles contra él, porque no les perdonará las transgresiones, ya que mi Nombre está en él.

22 Si tú escuchas realmente su voz y haces todo lo que te diga, seré enemigo de tus enemigos y adversario de tus adversarios.

23 Entonces mi ángel irá delante de ti y te introducirá en el país de los amorreos, los hititas, los perizitas, los cananeos, los jivitas y los jebuseos, y los exterminará.

24 No te postrarás delante de sus dioses ni los servirás; no imitarás sus costumbres, sino que derribarás y harás pedazos sus piedras conmemorativas.

25 Ustedes servirán al Señor, su Dios, y él bendecirá tu pan y tu agua. Yo apartaré de ti las enfermedades;

26 en tu país ninguna mujer abortará ni será estéril, y colmaré el número de tus días.

27 Yo sembraré el terror delante de ti, llenaré de confusión a los pueblos que encuentres a tu paso, y haré que todos tus enemigos te vuelvan las espaldas.

28 Haré cundir el pánico delante de ti, y él pondrá en fuga delante de ti al jivita, al cananeo y al hitita.

29 Pero no los expulsaré en un solo año, no sea que el país se convierta en un desierto y las bestias salvajes se multipliquen en perjuicio tuyo.

30 Los iré expulsando de tu vista poco a poco, hasta que crezcas en número y puedas tomar posesión del país.

31 Extenderé tus dominios desde el Mar Rojo hasta el mar de los filisteos, y desde el desierto hasta el Eufrates, porque yo pondré en tus manos a los habitantes del país para que los expulses delante de ti.

32 No harás ningún pacto con ellos ni con sus dioses.

33 Y ellos no deberán permanecer en tu país, para que no te inciten a pecar contra mí. Porque entonces servirías a sus dioses, y eso sería un grave riesgo para ti.

Capítulo 24

La conclusión de la Alianza

1 El Señor dijo a Moisés: «Sube a encontrarte con el Señor en compañía de Aarón, Nadab y Abihú, y de setenta de los ancianos de Israel, y permanezcan postrados a distancia.

2 Tú serás el único que te acercarás al Señor. Que los demás no se acerquen y que el pueblo no suba contigo».

3 Moisés fue a comunicar al pueblo todas las palabras y prescripciones del Señor, y el pueblo respondió a una sola voz: «Estamos decididos a poner en práctica todas las palabras que ha dicho el Señor».

4 Moisés consignó por escrito las palabras del Señor, y a la mañana siguiente, bien temprano, levantó un altar al pie de la montaña y erigió doce piedras en representación a las doce tribus de Israel.

5 Después designó a un grupo de jóvenes israelitas, y ellos ofrecieron holocaustos e inmolaron terneros al Señor, en sacrificio de comunión.

6 Moisés tomó la mitad de la sangre, la puso en unos recipientes, y derramó la otra mitad sobre el altar.

7 Luego tomó el documento de la alianza y lo leyó delante del pueblo, el cual exclamó: «Estamos resueltos a poner en práctica y a obedecer todo lo que el Señor ha dicho».

8 Entonces Moisés tomó la sangre y roció con ella al pueblo, diciendo: «Esta es la sangre de la alianza que ahora el Señor hace con ustedes, según lo establecido en estas cláusulas».

9 Luego Moisés subió en compañía de Aarón, Nadab, Abihú y de setenta de los ancianos,

10 y ellos vieron al Dios de Israel. A sus pies había algo así como una plataforma de lapislázuli, resplandeciente como el mismo cielo.

11 El Señor no extendió su mano contra esos privilegiados de Israel: ellos vieron a Dios, comieron y bebieron.

Moisés en la cumbre de la montaña

12 El Señor dijo a Moisés: «Sube hasta mí, a la montaña, y quédate aquí. Yo te daré las tablas de piedra, con la ley y los mandamientos, que escribí para instruirlos».

13 Entonces Moisés se levantó junto con Josué, su ayudante, y subió a la montaña de Dios.

14 El había dicho a los ancianos de Israel: «Espérennos aquí, hasta nuestro regreso. Con ustedes quedarán Aarón y Jur: el que tenga algún pleito que se dirija a ellos».

15 Y Luego subió a la montaña. La nube cubrió la montaña,

16 y la gloria del Señor se estableció sobre la montaña del Sinaí, que estuvo cubierta por la nube durante seis días. Al séptimo día, el Señor llamó a Moisés desde la nube.

17 El aspecto de la gloria del Señor era a los ojos de los israelitas como un fuego devorador sobre la cumbre de la montaña.

18 Moisés entró en la nube y subió a la montaña. Allí permaneció cuarenta días y cuarenta noches.

José en la cárcel. Mariano Barbasan, 1888

Barbasán pinta este cuadro en 1888 basándose en una fotografía en la que él y sus hermanos teatralizaban un pasaje de la vida de José, hijo de Jacob. Concretamente se ubica en la cárcel, donde José termina injustamente cuando está en la Corte como esclavo del Faraón. Allí coincide con dos siervos más a los que interpreta sus sueños. La pintura evoca el momento en el que José predice que en tres días el copero será liberado, mientras que el panadero hallará la muerte. Destaca en el cuadro su calidad colorista de pincelada corta dentro de una sencilla composición.

Gracias a esta obra, el pintor fue pensionado en 1889 por la Diputación Provincial de Zaragoza para ampliar sus estudios de pintura en la Academia Española de Roma.

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