La historia de Judit

Judit 1-16

Judit. August Riedel, 1840

En el Antiguo Testamento encontramos el libro de Judith, una narración que ensalza a una mujer, cuyo coraje, valor y astucia, salva una vez más al pueblo judío de sus enemigos. También nos enseña como Dios, a menudo, escoge a los, aparentemente más débiles, para conseguir los propósitos más difíciles. 

El libro de Judit

No emplearemos mucho tiempo en demostrar que toda esta historia es una ficción. Desde el primer versículo nos habla de Nabucodonosor, rey de los asirios, mientras que era rey de Babilonia y aplastó a Asiria. Los discursos de su general Holofernes son caricaturas fuera de toda realidad, y a cada instante se encuentran anacronismos.

Pero, después de haber dicho esto, está claro que el autor quiere recordarnos una verdad permanente de la historia: Dios está en contra de los poderes opresores y siempre lleva a cabo su propio plan. Este libro contiene numerosas alusiones al Exodo y los capítulos 15-16 de Judit retoman las ideas y las palabras de Ex 15. A lo largo de todo el libro, y en el mismo orden, se encuentran los diversos episodios y los diálogos del combate de David y Goliat.

Lo que estimuló al autor y que explica el carácter propio de esta nueva presentación de las victorias de Dios, parece que fue la resistencia heroica contra los invasores sirios en tiempos de los Macabeos. La victoria de Judit expresa las esperanzas del pueblo judío después de esos años tan duros que le permitieron recuperar, luego de más de tres siglos, su independencia. Ahora, no sólo los judíos han recobrado la independencia sino que también han conquistado una gran parte de Palestina: todos piensan que se acerca la hora en que Dios reunirá a su pueblo y reinará sobre las naciones.

Hay que agregar que Judit es uno de los escasos libros de la Biblia en que el héroe es una mujer. Esto lo perjudicó. Si fue excluido de la Biblia hebrea, fue en parte porque sólo se tenía su versión griega, pero tal vez molestaba también el personaje de Judit que les quitaba su monopolio a los sacerdotes y los doctores.

David y Goliat: el super-armado y el débil; el que dispone de la técnica, las armas sofisticadas y la banca internacional; el que puede difundir su verdad e imponerla a través del mundo... Y el débil, siempre despojado, acallado, tenido como culpable, a menudo segregado en las reservas y los campos de refugiados. Su fe y su perseverancia serán su fuerza (Sal 37; Lc 18,1). Habrá una hora de Dios, pero tal vez no será la venganza y las masacres con los que soñaba el autor de Judit. Pues las riendas de la historia están en las manos del que fue crucificado y resucitó, y todos serán salvados a pesar de que no saben cuál puede ser la salvación a la que Dios nos lleva.

Judit con la cabeza de Holofernes

Tiziano (1515)

Capítulo 1

1 1 Era el año duodécimo del reinado de Nabucodonosor, que gobernó a los asirios en la gran ciudad de Nínive, mientras Arfaxad reinaba sobre los medos en Ecbátana.

2 Este había construido alrededor de Ecbátana una muralla de piedras talladas que medían un metro y medio de ancho y tres de largo. La muralla tenía treinta y cinco metros de altura y veinticinco de espesor.

3 También había erigido junto a sus puertas unas torres de cincuenta metros de alto, sobre cimientos de treinta metros de ancho;

4 y había hecho levantar sus puertas hasta una altura de treinta y cinco metros, por veinte de ancho, para que pudiera pasar su poderoso ejército y desfilar su infantería.

5 En aquellos días, el rey Nabucodonosor declaró la guerra al rey Arfaxad en la gran llanura, la que se extiende sobre el territorio de Ragau.

6 Se unieron a él todos los habitantes de la región montañosa y los que vivían a lo largo del Eufrates, del Tigris y del Hidaspes y en las planicies de Arioc, rey de los elimeos. Y muchos pueblos se reunieron para combatir a los hijos de Jeleúd.

7 Entonces Nabucodonosor, rey de los asirios, envió mensajeros a todos los habitantes de Persia y a todos los que residían en Occidente: a los de Cilicia y Damasco, del Líbano y el Antilíbano, y a todos los que vivían en el litoral;

8 a las poblaciones del Carmelo y Galaad; a la Galilea superior y a la gran llanura de Esdrelón,

9 así como también a todos los que habitaban en la Samaría y sus ciudades; a los del otro lado del Jordán, hasta Jerusalén, Betané, Jelús y Cades; y más allá del Torrente de Egipto, a Tafne y Ramsés, lo mismo que a todo el territorio de Gesén,

10 hasta más arriba de Tanis y Menfis; y a todos los habitantes de Egipto, hasta los confines de Etiopía.

11 Pero los habitantes de todas esas regiones, sin excepción, despreciaron el llamado de Nabucodonosor, rey de los asirios, y no se aliaron con él para la guerra, porque no le tenían, sino que lo consideraban como un hombre falto de apoyo. Por eso despidieron despectivamente a sus emisarios con las manos vacías.

12 Nabucodonosor se enfureció contra todas aquellas regiones y juró por su trono y por su reino vengarse de todo el territorio de Cilicia, la Damascena y Siria y destruir con su espada a todos los habitantes de Moab, a los amonitas y a todas la Judea, así como también, a todos los habitantes de Egipto, hasta la región de los dos mares.

13 El año decimoséptimo, Nabucodonosor atacó con su ejército al rey Arfaxad y, después de derrotarlo, aniquiló todo su ejército, su caballería y sus carros de guerra.

14 Se apoderó de sus ciudades, avanzó hasta Ecbátana, expugnó sus torres, destruyó sus plazas y convirtió su esplendor en ignominia.

15 Además, hizo prisionero a Arfaxad en las montañas de Ragau, lo acribilló con sus jabalinas, y lo aniquiló para siempre.

16 Finalmente, regresó con sus tropas y con la enorme multitud de guerreros que lo habían seguido, y todos se entregaron despreocupadamente a la buena vida durante ciento veinte días.

Capítulo 2

1 El año decimoctavo, el día veintidós del primer mes, se notificó en el palacio de Nabucodonosor, rey de los asirios, que él se vengaría de toda la tierra, como lo había anunciado.

2 El rey convocó a todos sus oficiales y a todos sus funcionarios, se reunió en consejo secreto con ellos y decretó él mismo el exterminio de toda la tierra.

3 Entonces, de común acuerdo, se decidió aniquilar a todos los que no habían respondido al llamado del rey.

4 Una vez terminado el consejo, Nabucodonosor, rey de los asirios, llamó a Holofernes, general en jefe de su ejército y segundo después de él, y le dijo:

5 «Así habla el gran rey, el señor de toda la tierra: Al; salir de mi presencia, tomarás contigo hombres de reconocido valor –unos ciento veinte mil soldados de infantería y un contingente de doce mil caballos con sus jinetes

6 y atacarás a todos los pueblos de Occidentes, porque se negaron a escuchar mi llamado.

7 Intímalos a que se sometan totalmente, porque en mi indignación voy a marchar contra ellos; cubriré toda la superficie de la tierra con los pies de mis soldados y se la entregaré al saqueo:

8 los heridos colmarán sus valles; los torrentes y los ríos desbordarán, llenos de cadáveres,

9 y deportaré a sus cautivos hasta los confines de la tierra.

10 Parte en seguida y ocupa para mí sus territorios. A los que se te sometan, resérvamelos para el día de su castigo;

11 pero no perdones a los rebeldes: entrégalos a la matanza y al saqueo en todas partes.

12 Porque juro por mi vida y por el poder de mi reino que ejecutaré con mi propia mano lo que acabo de decir.

13 No quebrantes ni una sola de las órdenes de tu señor, sino ejecútalas estrictamente como te lo he mandado. ¡Cúmplelas sin tardanza!».

14 Apenas se alejó de la presencia de su señor, Holofernes convocó a todos los generales, oficiales y capitanes del ejército asirio.

15 Reclutó para la campaña unos ciento veinte mil soldados escogidos y doce mil arqueros de a caballo, como se lo había ordenado su señor,

16 y los dispuso en orden de batalla.

17 Juntó, además, un gran número de camellos, asnos y mulos para el equipaje, así como también innumerables ovejas, bueyes y cabras para el abastecimiento;

18 y cada hombre recibió provisiones en abundancia y una gran cantidad de oro y plata del palacio real.

19 Holofernes avanzó con todo su ejército, para preceder al rey Nabucodonosor y cubrir toda la superficie de la tierra, hacia Occidente, con sus carros de guerra, sus jinetes y sus soldados escogidos.

20 Lo seguía una multitud numerosa como las langostas y como los granos de arena de la tierra: su número era incalculable.

21 Desde Nínive, avanzaron durante tres días en dirección a la llanura de Bectilet, y acamparon en sus inmediaciones, al pie de la montaña que está a la izquierda de la Cilicia superior.

22 Desde allí, Holofernes penetró en la región montañosa con todo su ejército de soldados, jinetes y carros de guerra.

23 Luego se abrió camino a través de Fud y de Lud, y arrasó a todos los rasitas e ismaelitas que estaban al borde del desierto, hacia el sur de Jeleón.

24 En seguida vadeó el Eufrates, atravesó la Mesopotamia y destruyó todas las plazas fuertes en las riberas del torrente Abrona, hasta las costas del mar.

25 Después ocupó los territorios de la Cilicia, destrozó a cuantos le opusieron resistencia y avanzó hasta los confines meridionales de Jafet, en las fronteras de Arabia.

26 Sitió a todos los madianitas, incendió sus campamentos y saqueó sus establos.

27 Descendió luego a la llanura de Damasco, en la época de la cosecha del trigo, e incendió todos sus sembrados; exterminó ovejas y vacas, saqueó sus ciudades, arrasó sus campos y pasó a todos sus jóvenes al filo de la espada.

28 El pánico y el terror se apoderaron de todo el litoral: de los habitantes de Sidón y de Tiro, de Sur y de Oquina, y de todos los habitantes de Iamnia. También los de Azoto y Ascalón quedaron despavoridos ante él.

Capítulo 3

1 Entonces le enviaron mensajeros con la siguiente propuesta de paz:

2 «Aquí estamos los servidores del gran rey Nabucodonosor, rendidos ante ti: trátanos como mejor te parezca.

3 Están a tu disposición nuestras posesiones, todo nuestro suelo, todos los campos de trigo, nuestras ovejas y nuestras vacas, y también todos los corrales de nuestros campamentos: puedes hacer con ellos lo que quieras.

4 Hasta nuestras mismas ciudades y sus habitantes están a tu servicio; ven y trátalas como te parezca».

5 Aquellos hombres se presentaron ante Holofernes y le transmitieron su mensaje.

6 El descendió con su ejército hacia la costa del mar, estableció guarniciones en las plazas fuertes y reclutó en ellas hombres selectos como tropas auxiliares.

7 Ellos, y toda la región circunvecina, lo recibieron con guirnaldas y danzas corales al son de los tambores.

8 Pero él devastó todo su territorio y taló sus bosques sagrados, porque había recibido la orden de exterminar a todos los dioses del país, para hacer que todas las naciones adoraran solamente a Nabucodonosor, y todas sus lenguas y tribus lo invocaron como dios.

9 Así llegó Holofernes a Esdrelón, en las inmediaciones de Dotaim, que está ante las montañas de Judea.

10 Acampó entre Gueba y Escitópolis y permaneció allí un mes, a fin de reunir todos los efectivos de su ejército.

Capítulo 4

1 Los israelitas que habitaban en Judea se enteraron de la manera como Holofernes, general en jefe de Nabucodonosor, rey de los asirios, había tratado a aquellos pueblos y cómo había devastado sus santuarios, entregándolos luego a la destrucción.

2 Un pánico indescriptible cundió entre ellos ante la presencia de Holofernes y temblaron por la suerte de Jerusalén y la del Templo del Señor, su Dios.

3 Hacía poco tiempo, en efecto, que ellos habían vuelto del cautiverio, y sólo recientemente se había congregado todo el pueblo de Judea y habían sido consagrados los objetos de culto, el altar y el Templo, antes profanados.

4 Entonces alertaron a toda la región de Samaría, a Coná, a Bet Jorón, a Belmain, a Jericó, a Jobá, a Esorá y al valle de Salem.

5 Luego ocuparon apresuradamente las cimas de las montañas más elevadas, fortificaron las aldeas situadas en ellas y se abastecieron de víveres en previsión de una guerra, ya que hacía poco que había terminado la cosecha de sus campos.

6 Joaquím, el sumo sacerdote que entonces residía en Jerusalén, escribió a los habitantes de Betulia y de Betomestaim, que están frente a Esdrelón, ante la llanura contigua a Dotaim,

7 para decirles que ocuparan las subidas de la montaña, porque eran el único camino de acceso a la Judea. Les advertía, además, que sería fácil detener a los invasores, ya que lo angosto del desfiladero no permitía el paso de más de dos hombres a la vez.

8 Los israelitas cumplieron todo lo que les había ordenado el sumo sacerdote Joaquím y el consejo de los ancianos del pueblo de Israel, que residían en Jerusalén.

9 Todos los hombres de Israel clamaron insistentemente a Dios y observaron un riguroso ayuno.

10 Ellos con sus mujeres y sus hijos, su ganado, y todos los que residían con ellos, sus mercenarios y esclavos, se vistieron con sayales.

11 Y todos los israelitas que habitaban en Jerusalén, hombres, mujeres y niños, se postraron ante el Templo, cubrieron de ceniza sus cabezas y extendieron sus sayales ante la presencia del Señor. Cubrieron el altar con un sayal

12 y clamaron ardientemente todos juntos al Dios de Israel, a fin de que no permitiera que sus hijos fueran entregados al pillaje, sus mujeres deportadas, las ciudades de su herencia destruidas y el Santuario execrado y escarnecido, para satisfacción de los paganos.

13 El Señor escuchó sus plegarias y miró su aflicción. Entretanto, el pueblo, en toda la Judea y en Jerusalén, siguió ayunando durante largo tiempo, ante el Santuario del Señor todopoderoso.

14 El sumo sacerdote Joaquím y todos los que prestaban servicio ante el Señor, sacerdotes y ministros del Señor, vestidos con sayales, ofrecían el holocausto perpetuo, las oblaciones votivas y los dones voluntarios del pueblo;

15 y, con los turbantes cubiertos de ceniza, imploraban al Señor con todas sus fuerzas, para que visitara favorablemente a toda la casa de Israel.

Capítulo 5

1 Cuando informaron a Holofernes, general en jefe del ejército de Asiria, que los israelitas se habían preparado para la guerra, y habían bloqueado los desfiladeros de la montaña, fortificando todas las cimas de las altas montañas y levantando parapetos en las llanuras,

2 se enfureció y convocó a todos los príncipes de Moab, a los jefes de Amón y a todos los sátrapas del litoral.

3 El les preguntó: «Díganme, cananeos, ¿Qué pueblo es ese que vive en la montaña? ¿Cuáles son las ciudades que habita y los efectivos de su ejército? ¿De dónde proceden su vigor y su fuerza, y quién es el rey que los gobierna y dirige sus ejércitos?

4 ¿Por qué ellos solos, a diferencia de todos los habitantes de Occidente, se han negado a venir a mi encuentro?».

5 Ajior, jefe de todos los amonitas le respondió: «Si me escuchas un momento, te haré conocer la verdad acerca de este pueblo que habita en las montañas contiguas a las que tú ocupas; y nada de lo que yo te diga será falso.

6 La gente de este pueblo desciende de los caldeos.

7 Primero emigraron a Mesopotamia, porque no quisieron seguir a los dioses de sus padres, establecidos en la tierra de los caldeos.

8 Ellos abandonaron el camino de sus padres y adoraron al Dios del cielo, al que habían reconocido como Dios. Entonces fueron expulsados de la presencia de sus dioses y se refugiaron en Mesopotamia, donde habitaron mucho tiempo.

9 Pero luego su Dios les ordenó salir de ese lugar y dirigirse al país de Canaán. Allí se instalaron y se enriquecieron con oro, plata y numerosos rebaños.

10 Después bajaron a Egipto, porque el hambre azotaba el país de Canaán, y permanecieron allí mientras tuvieron qué comer. En Egipto se multiplicaron de tal manera, que su descendencia se hizo innumerable.

11 El rey de Egipto se levantó contra ellos y los oprimió astutamente obligándolos a fabricar ladrillos: así los humillaron y los redujeron a esclavitud.

12 Ellos, por su parte, clamaron a su Dios, y él castigó al país de Egipto con plagas irremediables; por eso los egipcios los expulsaron.

13 Dios secó el Mar Rojo delante de ellos

14 y los condujo por el camino del Sinaí y de Cades Barné. Ellos desalojaron a todos los habitantes del desierto

15 y se establecieron luego en el país de los amorreos, exterminando por la fuerza a los jesbonitas. Después cruzaron el Jordán y tomaron posesión de toda la región montañosa,

16 desalojando a su paso a los Cananeos, a los Perizitas, a los Jebuseos, a los Siquemitas y a todos los Guirgasitas. Allí permanecieron mucho tiempo.

17 Mientras no pecaron delante de su Dios, gozaron de prosperidad, porque un Dios que odia la injusticia está con ellos.

18 Pero, cuando se desviaron del camino que les había señalado, fueron completamente exterminados en numerosos combates y deportados a una tierra extranjera: el Templo de su Dios fue arrasado hasta sus cimientos, y sus ciudades cayeron en poder de sus adversarios.

19 Pero ahora que se convirtieron a su Dios, volvieron de las regiones donde estaban dispersos, ocuparon Jerusalén, donde se encuentra su Santuario, y repoblaron las montañas que habían quedado desiertas.

20 Y ahora, soberano señor, si hay una falta en este pueblo, si pecan contra su Dios y comprobamos en ellos algún motivo de ruina, entonces sí, subamos y hagámosle la guerra.

21 Pero si no hay ninguna transgresión en esta gente, que mi señor pase de largo, no sea que su Señor y su Dios los proteja y seamos la burla de toda la tierra.

22 Apenas Ajior terminó de pronunciar estas palabras, toda la multitud que estaba alrededor de la tienda de campaña hizo oír un murmullo de protesta. Los oficiales de Holofernes, y todos los habitantes del litoral y de Moab, querían hacerlo pedazos.

23 «No nos dejaremos amedrentar por los israelitas, exclamaban, porque son gente sin fortaleza ni vigor, incapaz de oponer una tenaz resistencia.

24 ¡Subamos, y ellos serán un bocado para todo tu ejército, Holofernes, señor nuestro!

Capítulo 6

1 Cuando se apaciguó el tumulto de los que rodeaban al Consejo, Holofernes, general en jefe de las fuerzas asirias, increpó a Ajior en presencia de la multitud de extranjeros y de todos los moabitas, diciéndole:

2 «¿Quién eres tú, Ajior, y ustedes, vendidos a Efraím, para que vengan a profetizar entre nosotros como lo has hecho hoy? ¿Por qué quieres disuadirnos de hacer la guerra a la estirpe de Israel, pretextando que su Dios los protege? ¿Acaso hay otro dios fuera de Nabucodonosor? El enviará su fuerza y los exterminará de la superficie de la tierra sin que su Dios pueda librarlos.

3 Nosotros, sus servidores, los aplastaremos como a un solo hombre, y no podrán resistir el empuje de nuestra caballería.

4 Los pasaremos a sangre y fuego; sus montañas quedarán empapadas con su sangre y sus llanuras se llenarán con sus cadáveres. No lograrán resistir ante nosotros, sino que serán completamente aniquilados, dice el rey Nabucodonosor, dueño de toda la tierra. Porque él ha hablado y sus palabras no caerán en el vacío.

5 Y tú, Ajior, mercenario amonita, que has pronunciado estas palabras en un momento de desvarío, no verás más mi rostro hasta que me haya vengado de esa raza escapada de Egipto.

6 Entonces serás atravesado por la espada de mi ejército y por la lanza de mis guerreros, y caerás entre sus heridos cuando yo vuelva del combate.

7 Mis servidores te llevarán a la montaña y te dejarán en una de las ciudades de los desfiladeros,

8 porque no morirás hasta que seas exterminado con esa gente.

9 Y si abrigas la secreta esperanza de que no serán capturados, ¡no agaches la cabeza! Yo lo he dicho, y ninguna de mis palabras dejará de cumplirse».

10 Luego Holofernes ordenó a los servidores que estaban en su tienda de campaña que tomaran a Ajior, lo llevaran a Betulia y lo entregaran a los israelitas.

11 Ellos lo condujeron a la llanura, fuera del campamento, y después de atravesar la llanura en dirección a la montaña, llegaron junto a las fuentes que están debajo de Betulia.

12 Apenas los divisaron los hombres de la ciudad que estaban en la cumbre de la montaña empuñaron sus armas y salieron fuera de la ciudad, mientras los honderos arrojaban piedras para impedirles el acceso.

13 Ellos, deslizándose por la ladera de la montaña, ataron a Ajior y lo dejaron tendido al pie de la misma. Luego volvieron a presentarse ante su señor.

14 En seguida los israelitas bajaron de su ciudad, se acercaron a él y lo desataron. Luego lo condujeron a Betulia y lo presentaron a los jefes de la ciudad,

15 que en aquellos días eran Ozías, hijo de Miqueas, de la tribu de Simeón, Cabris, hijo de Gotoniel, y Carmis, hijo de Melquiel.

16 Ellos convocaron a todos los ancianos de la ciudad, y también concurrieron a la asamblea los jóvenes y las mujeres. Pusieron a Ajior en medio de todo el pueblo y Ozías lo interrogó acerca de lo sucedido.

17 El les refirió las deliberaciones del Consejo de Holofernes, lo que él mismo había dicho ante los jefes asirios, y las orgullosas amenazas de Holofernes contra el pueblo de Israel.

18 Todo el pueblo, postrándose, adoró a Dios y Exclamó:

19 ¡Señor, Dios del cielo!, mira su arrogancia y compadécete de la humillación de nuestra raza: vuelve en este día tu mirada a los que te están consagrados».

20 Luego tranquilizaron a Ajior y lo felicitaron efusivamente.

21 Al terminar la asamblea, Ozías lo llevó a su casa y ofreció un banquete a los ancianos. Y durante toda aquella noche, imploraron la ayuda del Dios de Israel.

Capítulo 7

1 Al día siguiente, Holofernes ordenó a todo su ejército y a toda la tropa de auxiliares que se habían unido a él, que emprendieran la marcha hacia Betulia, que ocuparan los desfiladeros de la montaña y atacaran a los israelitas.

2 Y aquel mismo día, todos sus guerreros levantaron el campamento. Su ejército se componía de ciento setenta mil soldados de infantería, y de doce mil jinetes, sin contar los encargados del equipaje, y los hombres de a pie que los acompañaban: era una inmensa multitud.

3 Acamparon en el valle cercano a Betulia, junto a la fuente, y se desplegaron a lo ancho, desde Dotaim hasta Belbaim, y a lo largo, desde Betulia hasta Ciamón, que está frente a Esdrelón.

4 Al ver aquella multitud, los israelitas quedaron despavoridos y se decían unos a otros: «Estos van a arrasar ahora toda la superficie de la tierra; ni las más altas montañas, ni los barrancos, ni las colinas podrán soportar su peso».

5 Entonces cada uno empuñó sus armas de guerra y montaron guardia toda aquella noche, encendiendo fogatas sobre las torres.

6 Al segundo día, Holofernes exhibió toda su caballería delante de los israelitas que estaban en Betulia;

7 luego examinó los accesos de la ciudad; inspeccionó los manantiales y se apoderó de ellos, colocando allí puestos de guardia. Después volvió a reunirse con sus tropas.

8 Vinieron entonces a su encuentro los príncipes de los hijos de Esaú, todos los jefes del pueblo de Moab y los oficiales del litoral, y le dijeron:

9 «Si nuestro señor se digna escuchar un consejo, no habrá bajas en su ejército.

10 Este pueblo de los israelitas no confía en sus lanzas, sino en las alturas de las montañas donde habitan, porque no es fácil escalar las cimas de sus montañas.

11 Por eso, señor, no entres en combate con ellos y no caerá ni uno solo de tu pueblo.

12 Quédate en tu campamento y reserva a todos los hombres de tu ejército; basta con que tus servidores se apoderen de la fuente que brota al pie de la montaña,

13 porque de ella sacan el agua todos los habitantes de Betulia; así, devorador por la sed, tendrán que entregar la ciudad. Mientras tanto, nosotros y nuestra gente escalaremos las cimas de las montañas vecinas y acamparemos allí, para impedir que alguien salga de la ciudad.

14 El hambre los consumirá a ellos, a sus mujeres y a sus niños, y antes que los alcance la espada caerán tendidos en las calles de la ciudad.

15 Así les harás pagar bien caro su rebeldía y el haberse rehusado a salir pacíficamente a tu encuentro».

16 La propuesta satisfizo a Holofernes y a todos sus oficiales, y él decidió proceder de esa manera.

17 Un destacamento de amonitas partió acompañado de cinco mil asirios. Ellos acamparon en el valle, y se apoderaron de los depósitos de agua y de los manantiales de los israelitas.

18 Entre tanto, los edomitas y los amonitas subieron para acampar en la colina situada frente a Dotaim y enviaron a algunos de ellos hacia el sur y hacia el este, frente a Egrebel, que está cerca de Cus, a orillas del torrente Mocmur. El resto del ejército asirio tomó posiciones en la llanura, cubriendo toda la superficie de la región. Sus tiendas de campaña y sus equipajes formaban un inmenso campamento, porque era una enorme multitud.

19 Al verse rodeados por todos sus enemigos, los israelitas invocaron al Señor, su Dios, porque se sentían anonadados y sin posibilidad de romper el cerco.

20 Todo el ejército asirio –los soldados, los carros de guerra y los jinetes– mantuvieron el cerco durante treinta y cuatro días. A todos los habitantes de Betulia se les agotaron las reservas de agua

21 y las cisternas comenzaron a secarse, de manera que nadie podía beber lo indispensable para cada día porque el agua se les distribuía racionada.

22 Los niños languidecían, y las mujeres y los jóvenes desfallecían de sed y caían exhaustos en las plazas de la ciudad y en los umbrales de las puertas.

23 Todo el pueblo, los jóvenes, las mujeres y los niños se amotinaron contra Ozías y contra los jefes de la ciudad, y clamaban a gritos, diciendo a los ancianos:

24 «Que Dios sea el juez entre nosotros y ustedes, por la gran injusticia que cometen contra nosotros al no entrar en negociaciones de paz con los asirios.

25 Ya no hay nadie que pueda auxiliarnos, porque Dios nos ha puesto en manos de esa gente para que desfallezcamos de sed ante sus ojos y seamos totalmente destruidos.

26 Llámenlos ahora mismo y entreguen la ciudad como botín a Holofernes y a todo su ejército,

27 porque es preferible que seamos sus prisioneros: así seremos esclavos, pero salvaremos nuestra vida y no tendremos que contemplar con nuestros propios ojos la muerte de nuestros pequeños, y no veremos a nuestras mujeres y a nuestros hijos exhalar el último suspiro.

28 Los conjuramos por el cielo y por la tierra, y también por nuestro Dios y Señor de nuestros padres, que nos castiga por nuestros pecados y por las transgresiones de nuestros antepasados; hagan hoy mismo lo que les decimos».

29 Y toda la asamblea prorrumpió en un amargo llanto, implorando a grandes voces al Señor Dios.

30 Pero Ozías les dijo: «Animo, hermanos, resistamos cinco días más. En el transcurso de ellos, el Señor, nuestro Dios, volverá a tener misericordia de nosotros, porque no nos abandonará hasta el fin.

31 Si transcurridos estos días, no nos llega ningún auxilio, entonces obraré como ustedes dicen».

32 Luego disolvió a la multitud para que cada uno regresara a su puesto: los hombres se dirigieron a los muros y a las torres de la ciudad, pero a las mujeres y a los niños los envió a sus casas. Mientras tanto, la ciudad quedó sumida en una profunda consternación.

Capítulo 8

1 En aquellos días llegó todo esto a oídos de Judit, hija de Merarí, hijo de Ox, hijo de José, hijo de Oziel, hijo de Helcías, hijo de Ananías, hijo de Gedeón, hijo de Rafaín, hijo de Ajitob, hijo de Elías, hijo de Jilquías, hijo de Eliab, hijo de Natanael, hijo de Salamiel, hijo de Sarasadai, hijo de Israel.

2 Su esposo Manasés, que era de su misma tribu y de su misma familia, había muerto durante la cosecha de la cebada:

3 mientras vigilaba a los que ataban las gavillas en el campo, tuvo una insolación que lo postró en cama, y murió en Betulia, su ciudad. Allí fue sepultado con sus padres, en el campo que está situado entre Dotaim y Belamón.

4 Judit había permanecido viuda en su casa durante tres años y cuatro meses.

5 Sobre la terraza de su casa se había hecho levantar una carpa; llevaba un sayal sobre su cuerpo y vestía ropas de luto.

6 Ayunaba todos los días, excepto los sábados, los novilunios y los días de fiesta y de regocijo del pueblo de Israel.

7 Era muy hermosa y de aspecto sumamente agradable. Su esposo Manasés le había dejado oro y plata, servidores y servidoras, ganados y campos, y ella había quedado como dueña de todo.

8 Nadie podía reprocharle nada, porque era muy temerosa de Dios.

9 Judit se enteró de las amargas quejas que el pueblo, descorazonado por la falta de agua, había dirigido al jefe de la ciudad. También se enteró de la respuesta que les había dado Ozías, cuando juró entregar la ciudad a los asirios en el término de cinco días.

10 Envió entonces a la servidora que estaba al frente de todos sus bienes, para que llamara a Cabris y Carmis, ancianos de la ciudad.

11 Estos se presentaron, y ella les dijo: «Escúchenme, por favor, jefes de la población de Betulia. Ustedes se equivocaron hoy ante el pueblo, al jurar solemnemente que entregarían la ciudad a nuestros enemigos, si el Señor no viene a ayudarnos en el término fijado.

12 Al fin de cuentas, ¿quiénes son ustedes, para tentar así a Dios y usurpar su lugar entre los hombres?

13 ¡Ahora ustedes ponen a prueba al Señor todopoderoso, pero esto significa que nunca entenderán nada!

14 Si ustedes son incapaces de escrutar las profundidades del corazón del hombre y de penetrar los razonamientos de su mente, ¿cómo pretenden sondear a Dios, que ha hecho todas estas cosas, y conocer su pensamiento o comprender sus designios? No, hermanos; cuídense de provocar la ira del Señor, nuestro Dios.

15 Porque si él no quiere venir a ayudarnos en el término de cinco días, tiene poder para protegernos cuando él quiera o para destruirnos ante nuestros enemigos.

16 No exijan entonces garantías a los designios del Señor, nuestro Dios, porque Dios no cede a las amenazas como un hombre ni se le impone nada como a un mortal.

17 Por lo tanto, invoquemos su ayuda, esperando pacientemente su salvación, y él nos escuchará si esa es su voluntad.

18 Porque no hay nadie en nuestro tiempo, ni hay entre nosotros, en el día de hoy, tribu, ni familia, ni comarca, ni ciudad que adore dioses fabricados por mano de hombre, como sucedía en los tiempos pasados.

19 A causa de eso, nuestros padres fueron entregados a la espada y a la depredación, y sucumbieron miserablemente delante de nuestros enemigos.

20 Nosotros, en cambio, no reconocemos otro Dios fuera de él; por eso esperamos que no nos despreciará, ni a nosotros ni a ninguno de nuestra raza.

21 Si nosotros nos rendimos, caerá toda la Judea y nuestro Santuario será saqueado. Entonces tendremos que responder con nuestra propia sangre por esa profanación.

22 Además, el Señor hará rezar sobre nuestra cabeza, en medio de las naciones donde estaremos cautivos, la matanza de nuestros hermanos, la deportación de la gente del país y la devastación de nuestra herencia; y seremos objeto de burla y escarnio por parte de nuestros conquistadores.

23 Porque nuestra esclavitud no nos hará ganar la benevolencia de los vencedores, sino que el Señor, nuestro Dios, la convertirá en deshonra.

24 Por eso, hermanos, demos un buen ejemplo a nuestros hermanos, ya que su vida depende de nosotros, y lo más sagrado que tenemos, el Templo y el altar, también dependen de nosotros.

25 Más aún, demos gracias al Señor, nuestro Dios, que nos somete a prueba, lo mismo que a nuestros padres.

26 Recuerden todo lo que hizo con Abraham y en qué forma probó a Isaac, y todo lo que le sucedió a Jacob en Mesopotamia de Siria, cuando apacentaba las ovejas de Labán, hermano de su madre:

27 así como a ellos los purificó para probar sus corazones, de la misma manera, nosotros no somos castigados por él, sino que el Señor golpea a los que están cerca de él, para que eso les sirva de advertencia».

28 Ozías le respondió: «En todo lo que has dicho te has expresado con sensatez y nadie puede contradecir tus palabras.

29 No es esta la primera vez que se manifiesta tu sabiduría: desde que eras joven, todo el pueblo conoce tu inteligencia y la bondad de tu corazón.

30 Pero ahora el pueblo está consumido por la sed y nos ha obligado a ejecutar lo que le hemos propuesto y a comprometernos con un juramento que no nos es lícito violar.

31 Tú, que eres una mujer piadosa, ruega por nosotros para que el Señor envíe la lluvia que llenará nuestras cisternas, y así no quedaremos exhaustos».

32 Judit les respondió: «Escúchenme, porque voy a hacer algo que se transmitirá de generación en generación a los hijos de nuestra estirpe.

33 Esta noche, ustedes se ubicarán ante la Puerta de la ciudad. Yo saldré con mi servidora, y antes del plazo fijado para entregar la ciudad a nuestros enemigos, el Señor, por mi intermedio, visitará a Israel.

34 No traten de averiguar lo que voy a hacer, porque no les diré nada hasta haber ejecutado mi proyecto.»

35 Ozías y los jefes le dijeron: «Vete en paz, y que el Señor Dios vaya delante de ti para escarmiento de nuestros enemigos».

36 Luego salieron de la carpa y regresaron a sus puestos.

Capítulo 9

1 Entonces Judit se postró en tierra, esparció ceniza sobre su cabeza, puso al descubierto el sayal con que estaba ceñida e imploró al Señor en alta voz. Era la hora en que se ofrecía en Jerusalén, en el Templo de Dios, el incienso de la tarde. Judit dijo:

2 «¡Señor, Dios de mi padre Simeón! Tú pusiste en sus manos una espada vengadora contra aquellos extranjeros que arrancaron el velo de una virgen para violarla, desnudaron su cuerpo para avergonzarla y profanaron su seno para deshonrarla. Aunque tú habías dicho: «Eso no se hará», ellos, sin embargo, lo hicieron.

3 Por eso entregaste a sus jefes a la masacre, y así su lecho, envilecido por su engaño, también por un engaño quedó ensangrentado. Bajo tus golpes, cayeron muertos los esclavos con sus príncipes y los príncipes, sobre sus tronos.

4 Tú entregaste sus mujeres al pillaje y sus hijas al cautiverio, y dejaste todos sus despojos para que fueran repartidos entre tus hijos predilectos, los cuales, enardecidos de celo por causa de ti y horrorizados por la mancha infligida a su propia sangre, habían invocado tu ayuda. ¡Dios, Dios mío, escucha ahora la plegaria de este viuda!

5 Tú has hecho el pasado, el presente y el porvenir; tú decides los acontecimientos presentes y futuros, y sólo se realiza lo que tú has dispuesto.

6 Las cosas que tú has ordenado se presentan y exclaman: «¡Aquí estamos!». Porque tú preparas todos tus caminos, y tus juicios están previstos de antemano.

7 Mira que los asirios, colmados de poderío, se glorían de sus caballos y sus jinetes, se enorgullecen del vigor de sus soldados, confían en sus escudos y sus lanzas, en sus arcos y sus hondas, y no reconocen que tú eres el Señor, el que pone fin a las guerras.

8 ¡Tu nombre es «Señor»! Quebranta su fuerza con tu poder, aplasta su poderío con tu ira, porque se han propuesto profanar tu Santuario, manchar la Morada donde habita la Gloria de tu Nombre, y derribar tu altar a golpes de hierro.

9 Mira su arrogancia, descarga tu indignación sobre sus cabezas: concédeme, aunque no soy más que una viuda, la fuerza para cumplir mi cometido. Por medio de mis palabras seductoras

10 castiga al esclavo junto con su jefe y al jefe junto con su esclavo. ¡Abate su soberbia por la mano de una mujer!

11 Porque tu fuerza no está en el número ni tu dominio en los fuertes, sino que tú eres el Dios de los humildes, el defensor de los desvalidos, el apoyo de los débiles, el refugio de los abandonados y el salvador de los desesperados.

12 ¡Sí, Dios de mi padre y Dios de la herencia de Israel, Soberano del cielo y de la tierra, Creador de las aguas y Rey de toda la creación: escucha mi plegaria!

13 Que mi palabra seductora se convierta en herida mortal para los que han maquinado un plan siniestro contra tu Alianza y tu Santa Morada, la cumbre de Sión y la Casa que es posesión de tus hijos.

14 ¡Que toda tu nación y cada una de sus tribus reconozcan que tú eres Dios, el Dios de toda fuerza y de todo poder, y que no hay otro protector fuera de ti para la estirpe de Israel!

Capítulo 10

1 Apenas terminó de invocar al Dios de Israel con todas estas palabras,

2 Judit se levantó del suelo, llamó a su servidora y bajó a la casa donde pasaba los sábados y los días de fiesta.

3 Luego se despojó del sayal que tenía ceñido, se quitó su ropa de viuda, se lavó el cuerpo con agua, se ungió con perfumes y peinó sus cabellos. Después ciño la cabeza con un turbante y se puso la ropa de fiesta con que solía engalanarse cuando aún vivía su marido Manasés;

4 se calzó las sandalias, se puso collares, brazaletes, anillos, aros y todas sus joyas: en una palabra, se embelleció hasta el extremo, para seducir a todos los que la vieran.

5 En seguida, entregó a su servidora un odre de vino y una vasija de aceite; llenó una bolsa con granos tostados de cebada, una torta de higos secos y panes puros; lo envolvió todo cuidadosamente y lo entregó a su servidora.

6 Después se dirigieron a la puerta de Betulia, y encontraron apostados junto a ella a Ozías y a los ancianos de la ciudad, Cabris y Carmis.

7 Cuando vieron a Judit con el rostro trasformado y la ropa cambiada, quedaron maravillados de su hermosura y dijeron:

8 «Que el Dios de nuestros padres te conceda ser bien recibida y dar cumplimiento a lo que te has propuesto, para orgullo de los israelitas y exaltación de Jerusalén».

9 Judit adoró a Dios y les respondió: «Ordenen que me abran las puertas de la ciudad, para que yo salga a cumplir lo que acaban de expresarme». Ellos ordenaron a los jóvenes que le abrieran, como ella lo había pedido.

10 Así lo hicieron, y Judit salió acompañada de su servidora. Los hombres de la ciudad la siguieron con la mirada, mientras descendía de la montaña hasta que atravesó el valle, y allí la perdieron de vista.

11 Mientras caminaban a lo largo del valle, les salió al encuentro una avanzada de los asirios.

12 Ellos detuvieron a Judit y la interrogaron: «¿De dónde eres? ¿De dónde vienes y a dónde vas?». Ella respondió: «Soy una hebrea, pero huyo de mi pueblo, porque está a punto de convertirse en presa de ustedes.

13 Por eso vengo a presentarme ante Holofernes, el general en jefe del ejército, para darle buenas informaciones; yo le indicaré un camino por el que podrá pasar para apoderarse de toda la región montañosa, sin que pierda la vida ni uno solo de sus hombres».

14 Al oír sus palabras y contemplar su rostro, que los dejó cautivados por su extraordinaria hermosura, aquellos hombres le dijeron:

15 «Has puesto a salvo tu vida, apresurándote a presentarte ante nuestro señor. Ahora, sigue adelante hasta su tienda de campaña, y algunos de nosotros te escoltarán hasta hacerte comparecer ante él.

16 Cuando te presentes, no temas: comunícale todo lo que acabas de decir, y él te tratará bien».

17 Entonces eligieron a cien de sus hombres, para que la escoltaran, a ella y a su servidora, hasta la carpa de Holofernes.

18 Cuando se divulgó por el campamento la noticia de su llegada, se produjo una agitación general: todos se acercaban y la rodeaban, mientras ella permanecía fuera de la carpa de Holofernes, esperando que la anunciaran.

19 Maravillados de su hermosura, no podían menos de admirar también a los israelitas y se decían unos a otros: «¿Quién podrá despreciar a un pueblo que tiene semejantes mujeres? ¡No conviene dejar en pie ni a uno solo de sus hombres, porque los sobrevivientes serán capaces de seducir a toda la tierra!».

20 Los guardias personales de Holofernes y todos sus oficiales salieron e introdujeron a Judit en la carpa.

21 Holofernes estaba reclinado en su diván, bajo un dosel de púrpura, recamado en oro, esmeraldas y piedras preciosas.

22 Judit fue anunciada, y él salió a la antecámara de la carpa, precedido de lámparas de plata.

23 Cuando apareció Judit delante de él y de sus oficiales, todos quedaron maravillados por la hermosura de su rostro: ella se postró con el rostro en tierra, pero los servidores de Holofernes la levantaron.

Capítulo 11

1 Holofernes le dijo: «Ten confianza, mujer; no tengas miedo, porque jamás he hecho mal a nadie que se haya decidido a servir a Nabucodonosor, rey de toda la tierra.

2 Incluso ahora, si tu pueblo, que habita en las montañas, no me hubiera despreciado, yo no habría levantado mi lanza contra ellos; son ellos mismos los que han provocado esto.

3 Ahora dime por qué te has escapado de ellos y has venido hasta nosotros. Con sólo venir hasta aquí, te has salvado. Ten confianza, porque conservarás tu vida esta noche y en adelante.

4 Nadie te causará ningún daño: por el contrario, te tratarán bien, como corresponde a los servidores de mi señor, el rey Nabucodonosor».

5 Entonces Judit le respondió: «Acepta de buen grado las palabras de tu esclava, y permítele hablar en tu presencia. Todo lo que yo te diré esta noche es verdad.

6 Si sigues los consejos de tu servidora, Dios llevará a buen término tu empresa, y no fracasará nada de lo que te has propuesto.

7 ¡Por la vida de Nabucodonosor, rey de toda la tierra, y por el poder de él, que te envió para poner en orden a todos los vivientes! Gracias a ti, no sólo lo sirven los hombres, sino que también, gracias a tu fuerza, las fieras, el ganado y las aves del cielo vivirán sometidos a Nabucodonosor y a toda su dinastía.

8 Hemos oído hablar, en efecto, de tu sabiduría y de la sagacidad de tu inteligencia, y se comenta en toda la tierra que tú eres el más valiente, el más experto y el más admirable estratega de todo el reino.

9 También nos hemos enterado del discurso pronunciado por Ajior en tu Consejo, porque la gente de Betulia le perdonó la vida, y él les contó todo lo que había dicho en tu presencia.

10 Por eso, soberano señor, no desoigas sus palabras; antes bien, tómalas en cuenta, porque son exactas, ya que nuestra estirpe no será castigada ni sometida por la espada, a no ser que haya pecado contra su Dios.

11 Pero ahora, para que mi señor no sufra una derrota y un fracaso, y para que la muerte caiga sobre ellos, han incurrido en un pecado con el que provocarán la ira de su Dios apenas cometan ese desatino.

12 Porque como han empezado a faltarles los víveres y escasea el agua, decidieron echar mano a sus ganados y sustentarse con todo lo que Dios en sus leyes les ha prohibido comer.

13 Incluso, están resueltos a consumir las primicias del trigo y los diezmos del vino y del aceite, que ya han sido consagrados y reservados para los sacerdotes que ejercen sus funciones delante de nuestro Dios en Jerusalén: esas cosas que a ninguno del pueblo le es lícito ni siquiera tocar con sus manos.

14 Más aún, han enviado gente a Jerusalén, donde todo el mundo hace lo mismo, con el encargo de obtener la debida autorización de los ancianos.

15 Apenas la obtengan, harán uso de ella, y ese mismo día te serán entregados para su perdición.

16 Por eso, yo, tu servidora, al enterarme de todo esto, escapé de su lado. Y Dios me ha enviado para realizar contigo tales hazañas, que llenarán de asombro en toda la tierra a aquellos que las escuchen,

17 porque soy piadosa y sirvo noche y día al Dios del cielo. En adelante permanecerá a tu lado, señor mío, pero cada noche saldré al valle, para orar a Dios, y cuando incurran en el pecado, él me lo hará saber.

18 Al regresar, te informaré; entonces podrás salir con todo tu ejército, no habrá nadie entre ellos que pueda oponerte resistencia.

19 Luego te conduciré a través de la Judea hasta las puertas de Jerusalén, y pondré tu sitial en medio de ella. Tú los conducirás como a ovejas que no tienen pastor, y ni siquiera un perro se atreverá a ladrar ante ti. Todas estas cosas me fueron comunicadas anticipadamente, y yo he sido enviada a anunciártelas».

20 Las palabras de Judit agradaron a Holofernes y a todos sus oficiales, los cuales, admirados de su sabiduría, exclamaron:

21 «De un confín al otro de la tierra no hay mujer como esta, por la hermosura de su rostro y la sensatez de sus palabras».

22 Y añadió Holofernes: «Dios ha hecho bien en enviarte delante de tu pueblo para que el triunfo esté en nuestras manos y la perdición en aquellos que han menospreciado a mi señor.

23 Tu aspecto es tan encantador como son hábiles tus palabras: si obras como lo acabas de decir, tu Dios será mi Dios, y tú habitarás en el palacio del rey Nabucodonosor y serás famosa en toda la tierra».

Capítulo 12

1 Luego Holofernes la hizo pasar al lugar donde tenía preparada su vajilla de plata, y ordenó que le sirvieran de sus propios manjares y le dieran a beber de su vino.

2 Pero Judit le dijo: «No comeré de ellos, para no incurrir en falta; lo que he traído conmigo me bastará».

3 Holofernes le respondió: «Y cuando se acaben tus provisiones, ¿De dónde sacaremos otras semejantes, ya que entre nosotros no hay nadie de tu pueblo?».

4 Judit le dijo: «Quédate tranquilo, señor, porque antes que consuma mis provisiones, el Señor habrá cumplido por mi intermedio lo que tiene determinado».

5 Luego los oficiales de Holofernes la condujeron a su carpa, y ella durmió hasta la medianoche. Antes de la aurora, se levantó,

6 y mandó decir a Holofernes: «Señor, ordena que me dejen salir para hacer oración».

7 Y él ordenó a sus guardias personales que no se lo impidieran. Así permaneció Judit tres días en el campamento; cada noche salía al valle de Betulia y se bañaba en la fuente que estaba en el campamento.

8 Cuando salía del agua, oraba al Señor, el Dios de Israel, que dirigiera sus pasos para resurgimiento de los hijos de su pueblo.

9 Y cuando regresaba, ya purificada, permanecía en la carpa hasta que le traían su alimento, hacia el atardecer.

10 Al cuarto día, Holofernes ofreció un banquete, exclusivamente para su personal de servicio, sin invitar a ninguno de sus oficiales.

11 Y dijo a Bagoas, el eunuco que era su mayordomo: «Trata de convencer a esa mujer hebrea que está bajo tu cuidado para que venga a comer y a beber con nosotros.

12 Porque sería vergonzoso que dejáramos partir a una mujer como esta sin haber gozado de ella. Si no logramos conquistarla, ella se burlará de nosotros».

13 Bagoas salió de la presencia de Holofernes, fue adonde estaba Judit y le dijo: «No tenga reparo esta preciosa joven en presentarse ante mi señor, para ser honrada por él y beber alegremente con nosotros. Hoy serás tratada como una de las asirias que viven en el palacio de Nabucodonosor».

14 Judit le respondió: «¿Quién soy yo para contradecir a mi señor? Haré gustosamente todo lo que le agrade, y eso será para mí un motivo de alegría hasta el día de mi muerte».

15 En seguida se levantó, y se atavió con sus vestiduras y con todos sus adornos femeninos. Su servidora, se adelantó y le extendió en el piso, ante Holofernes, las pieles que Bagoas le había dado para su uso diario, a fin de que comiera reclinada sobre ellas.

16 Judit entró y se reclinó; el corazón de Holofernes quedó cautivado por ella, su espíritu se turbó, y ardía en deseos de poseerla, porque desde la primera vez que la vio, buscaba la oportunidad de seducirla.

17 «Bebe, le dijo Holofernes, y alégrate con nosotros».

18 Judit le replicó: «Beberé con mucho gusto, señor, porque desde el día en que nací, jamás he apreciado tanto la vida como hoy».

19 Entonces tomó lo que le había preparado su servidora, y comió y bebió en presencia de él,

20 mientras Holofernes, encantado con ella, bebió tanto vino como nunca lo había hecho en un solo día desde su nacimiento.

Capítulo 13

1 Cuando se hizo tarde, sus ayudantes se retiraron inmediatamente, Bagoas cerró la carpa por fuera, después de hacer salir a los que estaban con su señor, y todos se fueron a dormir, rendidos porque habían bebido demasiado.

2 Sólo Judit quedó en la carpa, mientras Holofernes, completamente ebrio, yacía tendido en su lecho.

3 Judit mandó a su servidora que se quedara fuera de su dormitorio y que la esperara a la salida como todos los días, porque había dicho que saldría para hacer oración y había hablado en el mismo sentido a Bagoas.

4 Cuando todos ya se habían retirado de la carpa, y no quedaba nadie dentro de ella, ni grande ni pequeño, Judit, de pie junto al lecho de Holofernes, dijo en su corazón: «Señor, Dios todopoderoso, mira favorablemente en esta hora lo que voy a hacer para la exaltación de Jerusalén.

5 Ha llegado el momento de acudir en ayuda de tu herencia, y de realizar lo que me había propuesto para aplastar a los enemigos que se alzaron contra nosotros».

6 Judit se aproximó entonces a la barra del lecho que estaba junto a la cabeza de Holofernes, descolgó de allí su espada,

7 y acercándose al lecho, lo tomó por la cabellera y exclamó: «¡Fortaléceme en esta hora, Dios de Israel!».

8 Luego le asestó dos golpes en el cuello con todas sus fuerzas y le cortó la cabeza.

9 Hizo rodar el cuerpo desde el lecho y arrancó el cortinado de las columnas. Poco después, salió y entregó a su servidora la cabeza de Holofernes.

10 Esta la metió en la bolsa de las provisiones, y las dos salieron juntas, como lo hacían habitualmente para la oración. Atravesaron el campamento y, bordeando el barranco, subieron la pendiente de Betulia hasta llegar a sus puertas.

11 Judit gritó desde lejos a los guardias de las puertas: «¡Abran, abran las puertas! Dios, nuestro Dios, está con nosotros para manifestar todavía su fuerza en Israel y su poder contra nuestros enemigos, como lo ha hecho hoy».

12 Apenas escucharon su voz, la gente de la ciudad se apresuró a bajar a las puertas, y convocaron a los ancianos de la ciudad .

13 Todos acudieron rápidamente, desde el más pequeño hasta el más grande, porque les parecía increíble que hubiera vuelto. Abrieron las puertas para recibirlas, encendieron una hoguera para poder ver y se agolparon alrededor de ellas.

14 Judit les dijo en voz alta: «¡Alaben, alaben a Dios! Alaben a Dios, que no ha retirado su fidelidad del pueblo de Israel, sino que, por mi intermedio, ha destrozado esta noche a sus enemigos».

15 Entonces sacó la cabeza de la bolsa y la mostró, diciendo: «Aquí está la cabeza de Holofernes, el general en jefe de los ejércitos asirios, y este es el cortinado bajo el cual estaba tendido completamente ebrio. ¡El Señor lo ha matado por la mano de una mujer!

16 ¡Por la vida del Señor, que me protegió en el camino que recorrí! Mi rostro lo sedujo para su perdición, pero él no cometió conmigo ningún pecado que me manchara o me deshonrara».

17 Todo el pueblo quedó fuera de sí y, postrándose, adoraron a Dios y exclamaron unánimemente: «Bendito eres, Dios nuestro, porque hoy has aniquilado a los enemigos de tu pueblo».

18 Ozías, por su parte, dijo a Judit: «Que el Dios Altísimo te bendiga, hija mía, más que a todas las mujeres de la tierra; y bendito sea el Señor Dios, creador del cielo y de la tierra, que te ha guiado para cortar la cabeza del jefe de nuestros enemigos.

19 Nunca olvidarán los hombres la confianza que has demostrado y siempre recordarán el poder de Dios.

20 Que Dios te exalte para siempre, favoreciéndote con sus bienes. Porque no vacilaste en exponer tu vida, al ver la humillación de nuestro pueblo, sino que has conjurado nuestra ruina, procediendo resueltamente delante de nuestro Dios». Y todo el pueblo añadió: «¡Amén! ¡Amén!».

Capítulo 14

1 Judit les dijo: «Escúchenme, hermanos; tomen esta cabeza y cuélguenla sobre las almenas de la muralla,

2 Después, cuando despunte el alba y se levante el sol sobre la tierra, cada uno de ustedes tomará sus armas de combate, y todos los que puedan hacerlo saldrán de la ciudad. Pónganles al frente un jefe como si fuera a descender a la llanura, hasta los puestos de avanzada de los asirios, pero no bajen.

3 Ellos tomarán sus armas e irán al campamento a despertar a los jefes de su ejército. Estos, a su vez, se precipitarán hacia la carpa de Holofernes y, al no encontrarlo, quedarán aterrorizados y huirán delante de ustedes.

4 Ustedes y todos los habitantes del territorio de Israel los perseguirán, exterminándolos en su retirada.

5 Pero antes de ejecutar todo esto, tráiganme a Ajior, el amonita, para que él vea y reconozca al que había despreciado al pueblo de Israel, y lo envió para que muriera entre nosotros».

6 Llamaron entonces a Ajior, que estaba en la casa de Ozías. Cuando este llegó y vio la cabeza de Holofernes en la mano de uno de los hombres de la asamblea del pueblo, cayó desvanecido.

7 Apenas lo reanimaron, se arrojó a los pies de Judit y, postrándose ante ella, exclamó: «Bendita seas en todos los campamentos de Judá y en todas las naciones, las que al escuchar tu nombre, quedarán asombradas.

8 Pero ahora cuéntame lo que has hecho durante todos estos días». Judit, en medio del pueblo, le contó todo lo que había hecho desde el día de su partida hasta ese momento.

9 Cuando terminó de hablar, el pueblo la aclamó dando grandes vítores, y los gritos de júbilo se extendieron por toda la ciudad.

10 Ajior, por su parte, al ver todo lo que había realizado el Dios de Israel, creyó firmemente en él, se hizo circuncidar y fue incorporado al pueblo de Israel hasta el día de hoy.

11 Al despuntar el alba, colgaron de las murallas la cabeza de Holofernes, y todos los israelitas empuñaron sus armas y avanzaron en escuadrones por las laderas de la montaña.

12 Los asirios, al divisarlos, enviaron mensajeros a sus jefes; estos, a su vez, se dirigieron a los generales y capitanes y a todos sus oficiales.

13 Ellos llegaron a la carpa de Holofernes y dijeron a su mayordomo: «Despierta a nuestro señor, porque esos esclavos han tenido la audacia de bajar a combatir contra nosotros, para ser totalmente exterminados».

14 Bagoas entró y golpeó las manos ante la cortina de la carpa, suponiendo que Holofernes estaba acostado con Judit.

15 Como nadie respondía, descorrió la cortina, penetró en el dormitorio y lo encontró muerto, tendido sobre el umbral y decapitado.

16 El lanzó un alarido, llorando y sollozando; y dando grandes gritos, desgarró sus vestiduras.

17 Luego entró en la carpa donde se alojaba Judit, y al no encontrarla, se precipitó hacia la tropa, vociferando:

18 «¡Esos esclavos nos han traicionado! ¡Una mujer hebrea ha cubierto de vergüenza la casa de Nabucodonosor! ¡Miren cómo yace Holofernes, tendido en el suelo y sin cabeza!».

19 Al oír estas palabras, los jefes del ejército asirio rasgaron sus túnicas, completamente desconcertados, y lanzaron grandes gritos y alaridos por todo el campamento.

Capítulo 15

1 Al enterarse de la noticia, los que estaban en el campamento quedaron fuera de sí por lo ocurrido.

2 El terror y el pánico se apoderaron de ellos, y ni un solo hombre permaneció al lado de su compañero; todos se desbandaron, escapando apresuradamente por todos los senderos de la llanura y de la montaña.

3 También se dieron a la fuga los que estaban apostados en la montaña alrededor de Betulia; y todos los israelitas capaces de empuñar las armas se precipitaron sobre ellos.

4 Ozías envió mensajeros a Betomestaim, a Bebai, a Jobai y a Colá, y a todo el territorio de Israel, para anunciar lo sucedido, a fin de que todos acometieran contra los enemigos hasta aniquilarlos.

5 Cuando la noticia llegó a los demás israelitas, todos, como un solo hombre, cayeron sobre ellos y los arrasaron hasta Jobai. También acudieron los de Jerusalén y los de toda la montaña, porque ya se había enterado de lo ocurrido en el campamento. Además, los de Galaad y los de Galilea los acometieron por los flancos, causándoles un gran estrago, hasta más allá de Damasco y sus fronteras.

6 Mientras tanto, los demás habitantes de Betulia irrumpieron en el campamento asirio y lo saquearon, obteniendo un riquísimo botín.

7 Los otros israelitas, por su parte, al volver de la matanza, se apoderaron del resto; y lo mismo hicieron los habitantes de los poblados y caseríos, tanto los de la montaña como los de la llanura: todos se apoderaron de abundantes despojos, porque los había en cantidades fabulosas.

8 El sumo sacerdote Joaquím y los ancianos del pueblo de Israel que habitaban en Jerusalén vinieron para contemplar los beneficios con que Dios había colmado a Israel, y también para ver a Judit y saludarla.

9 Al verla, todos a unas, la elogiaron y le dijeron: «¡Tú eres la gloria de Jerusalén, tú el gran orgullo de Israel, tú el insigne honor de nuestra raza!

10 Al realizar todo esto con tu propia mano, has hecho un gran bien a Israel, y Dios ha aprobado tu obra. Que el Señor todopoderoso te bendiga para siempre». Y todo el pueblo dijo: «¡Amén!».

11 El pueblo se entregó al saqueo del campamento durante treinta días. Asignaron a Judit la carpa de Holofernes, con toda su vajilla de plata, sus lechos, sus recipientes y todo su mobiliario. Ella tomó esas cosas, cargó su mula, enganchó sus carros y amontonó todo encima.

12 Todas las mujeres de Israel acudieron a verla y a elogiarla, y algunas de ellas formaron un coro de danzas en su honor. Judit, tomó en sus manos unas guirnaldas y las distribuyó entre las que las rodeaban.

13 Luego ella y sus compañeras se coronaron con ramos de olivo, y ella, al frente de todo el pueblo, dirigía las danzas corales de todas las mujeres. Al mismo tiempo, los hombres de Israel, con sus armas y ceñidos de coronas, la seguían entonando himnos de alabanza.

14 Entonces Judit entonó este canto de acción de gracias en presencia de todo Israel, y todo el pueblo coreó su canto.

Capítulo 16

1 Judit dijo: «¡Entonen un canto a mi Dios con tamboriles, canten al Señor con címbalos; compongan en su honor un salmo de alabanza, glorifiquen e invoquen su Nombre!

2 Porque el Señor es un Dios que pone fin a las guerras: él estableció su campamento en medio del pueblo y me libró de mis perseguidores.

3 De las montañas del norte llegó Asiria, avanzó con un ejército innumerable: sus tropas obstruyeron los valles y su caballería cubrió las colinas.

4 Amenazó con incendiar mis territorios y pasar a mis jóvenes al filo de la espada, con estrellar a mis pequeños contra el suelo y entregar a mis niños como presa y a mis muchachas como botín.

5 ¡Pero el Señor todopoderoso los eliminó por la mano de una mujer!

6 Su jefe no fue abatido por jóvenes guerreros, ni lo golpearon hijos de titanes, ni lo atacaron enormes gigantes: lo desarmó Judit, la hija de Merarí, con la hermosura de su rostro.

7 Ella se quitó su ropa de luto, para exaltar a los afligidos de Israel:

8 se ajustó el cabello con una diadema, se puso ropa de lino para seducirlo.

9 Sus sandalias deslumbraron los ojos del guerrero, su hermosura le cautivó el corazón... ¡y la espada le cortó la cabeza!

10 Los persas temblaron por su audacia y los medos se turbaron por su temeridad,

11 Entonces mi pueblo humillado gritó de alegría y los otros se llenaron de espanto; mis débiles lanzaron gritos de triunfo y ellos quedaron aterrados; mi pueblo alzó su voz y ellos se dieron a la fuga.

12 Hijos de jóvenes mujeres los traspasaron, los acribillaron como a esclavos fugitivos: ¡todos perecieron en el combate de mi Señor!

13 Cantaré a mi Dios un canto nuevo: ¡Señor, tú eres grande y glorioso, admirable por tu poder e invencible!

14 Que te sirvan todas las criaturas, porque tú lo dijiste y fueron hechas, enviaste tu espíritu y él las formó, y nadie puede resistir a tu voz.

15 Las montañas y las aguas se sacudieron desde sus cimientos, las rocas se derretirán como cera en tu presencia, pero tú siempre te muestras propicio con aquellos que te temen.

16 Poco vale un sacrificio de aroma agradable y menos aún toda la grasa ofrecida en holocausto, pero el que teme al Señor será grande para siempre.

17 ¡Ay de las naciones que se levantan contra mi pueblo! El Señor todopoderoso los castigará en el día del Juicio: pondrá en su carne fuego y gusanos, y gemirán de dolor eternamente».

18 Apenas llegaron a Jerusalén, todos adoraron a Dios y, una vez que el pueblo se purificó, ofrecieron sus holocaustos, sus ofrendas voluntarias y sus dones.

19 Judit dedicó todo el mobiliario de Holofernes, que el pueblo le había obsequiado, y consagró en homenaje a Dios el cortinado que ella misma había arrancado de su lecho.

20 El pueblo prolongó los festejos durante tres meses delante del Templo de Jerusalén, y Judit permaneció con ellos.

21 Pasado este tiempo, cada uno regresó a su herencia, Judit, por su parte, volvió a Betulia y siguió administrando sus bienes. Ella se hizo célebre en tu tiempo por todo el país.

22 Muchos la pretendieron como esposa, pero ella no volvió a casarse, después que su esposo Manasés murió y fue a reunirse con sus antepasados.

23 Su fama fue creciendo cada vez más, mientras envejecía en la casa de su esposo, hasta llegar a los ciento cinco años. Otorgó la libertad a su servidora, y murió en Betulia, siendo sepultada en la caverna de su esposo Manasés.

24 La casa de Israel estuvo de duelo por ella durante siete días. Antes de morir había repartido sus bienes entre los parientes de su esposo Manasés y entre sus propios parientes.

25 Nadie atemorizó a los israelitas mientras vivió Judit, y hasta mucho tiempo después de su muerte.

FIN

ILUSTRACIONES

Historias de Judit. El regreso de Judit a Betuliay el Descubrimiento del cadáver de Holofernes. Sandro Botticelli, 1467.

Historias de Judit es un pequeño díptico del pintor renacentista italiano Sandro Botticelli y es una de sus obras narrativas más conocidas.

Está realizado con temple sobre tabla y data de hacia 1470. Es recordado por Raffaello Borghini en Il Riposo escrito en 1584 como donado por Rodolfo Sirigatti a Bianca Cappello, que lo tenía en su "escritorio" dentro de un marco dorado y tallado, que luego se perdió. A su muerte pasó a la colección de su hijo Antonio de Medici, que lo guardó en su Casino di San Marco en Vía Larga. En 1633 ingresaría en las colecciones ducales de los Médicis de las que surgirían los Uffizi. Actualmente se encuentra en la Galería de los Uffizi en Florencia.

Está formado por dos paneles, que originalmente formaban un díptico sobre la historia de la heroína bíblica, Judit, que utiliza su propia belleza para salvar su ciudad de Betulia del asedio de los asirios. La bella y rica viuda se acerca al campamento enemigo, donde fingiendo querer colaborar con el enemigo habla con el comandante, Holofernes, que se enamora de ella y la invita a un banquete. Estando a solas, Holofernes borracho se queda dormido y Judit le corta la cabeza y regresa con ella a Betulia.

El tema fue retomado en el Quatrocento para simbolizar la libertad y la victoria sobre la tiranía. No obstante, en su tratamiento Botticelli elude el momento central de la historia (la decapitación de Holofernes por Judit), centrándose en lo que ocurre con posterioridad. Se representan en dos escenas distintas dos acontecimientos simultáneos: el Regreso de Judit a Betulia y el Descubrimiento del cadáver de Holofernes. A pesar de su pequeño tamaño, las Historias de Judit es una obra maestra por la complejidad de la composición, atención a los detalles y la elección del momento de cada escena.

Historias de Judit - Regreso de Judit a Betulia (Storie di Giuditta – Il ritorno di Giuditta a Betulia) mide 31 x 24 centímetros. El panel derecho describe la vuelta de Judit a Betulia llevando consigo la cabeza cortada de Holofernes, que es sostenida por una criada en una canasta cubierta por una sábana. Las dos figuras femeninas se mueven con gracia un poco etérea en una difusa luz matinal, girándose como para asegurarse de que no están siendo perseguidas y acelerando el paso. Judit lleva en una mano la espada y con la otra sostiene una rama de olivo, símbolo de la paz. Al fondo, un campo de batalla.

El único movimiento proviene de los vestidos y los paños, conferido por la línea del contorno. Esta línea ayuda a la fusión de las figuras y el paisaje, que es su rasgo estilístico más destacado y proviene de Filippo Lippi.

La heroína bíblica, representada tradicionalmente como cruel y viril, se ha transformado en una figura melancólica envuelta en ondulantes ropajes que subrayan el ritmo del personaje en movimiento (M. Bacci).

Aquí se muestra a los oficiales y ayudantes de Holofernes que entran en la tienda de su comandante, buscándolo, y descubren el cuerpo sin cabeza. Los personajes presentan diversos gestos de horror y consternación al ver el cuerpo. La penumbra de la tienda contrasta con el paisaje que se aprecia en la abertura central, cuya luz incide en las armaduras y arneses.

Se representa un cuerpo desnudo juvenil, lo que contrasta con la cabeza del otro panel, que parece de un hombre maduro. El cuerpo está tendido sobre sábanas y almohadas en la cama y visto en escorzo, lo que recuerda a las obras de Antonio Pollaiuolo. Se trata de una representación muy detallada de la anatomía, siendo el primer desnudo masculino en la obra de Botticelli. La luz incide directamente en el cuerpo, revelando sus detalles.

Judit con el jefe Holofernes. Andrea Mantegna. 1431-1506

Judit y su sirvienta con la cabeza de Holofernes es una pintura al temple, oro y plata sobre tabla (30,6 x 19,7 cm) de Andrea Mantegna, datada en 1495 aproximadamente y conservada en la Galería Nacional de Arte de Washington.

La pìntura se fecha en comparación con una serie de grisallas análogas con temas del Antiguo Testamento, producidas entre 1495 y 1500 aproximadamente.

La obra formó parte quizás de las piezas de la galería Gonzaga adquiridas por Carlos I de Inglaterra en 1628. Intercambiado a William Herbert, conde de Pembroke, pasó en herencia a sus herederos hasta que se vendió en el mercado anticuario londinense en 1917. Después de varios cambios de propietarios llegó a Nueva York, donde fue comprada por Joseph E. Widener en 1923. En 1942 fue donada al museo.

La pequeña tabla, de atribución controvertida, es quizás un ejercicio de estilo del maestro, que aquí dio una interpretación contenida del tema, usado también, con composiciones diversas, en otra tabla monócroma en la Galería Nacional de Irlanda, en un lienzo en el Museo de bellas artes de Montreal y en un dibujo del Gabinete de dibujos y grabados de los Uffizi.

La tabla de Washington está construida sobre colores brillantes y variados, casi como una miniatura. Bajo la tienda rosa de Holofernes, de cuyo cuerpo tendido en el lecho solo se ve un pie, se encuentra Judit que acaba de cumplir su tarea, decapitándolo: con la cuchilla todavía en la mano, está metiendo la cabeza del tirano en un saco, sostenido por una criada. En pie como una estatua clásica, exuda serenidad lo que contrasta con el horror que acaba de suceder. El pavimento está formado por losas de tierra y roca que componen una cuadrícula de perspectiva en diagonal.

Judit. Giorgone da Castelfranco, 1504

La obra tiene una datación incierta que oscila entre los últimos años del siglo XV y 1505, pero es una de las piedras angulares de la fase juvenil de Giorgione, una de las pocas obras del maestro véneto sobre la cual la crítica concuerda en la atribución. La iconografía de Judit, heroína bíblica, era entonces nueva en Venecia, a excepción de algunas realizaciones en escultura a finales del siglo XV.

La obra llegó a San Petersburgo en 1772 con las compras en París por parte de los enviados de Catalina II de Rusia. Anteriormente se encontraba en la colección del barón L.A. Crozat de Tierra. A finales del siglo XIX fue transferida a lienzo, debido al deterioro del soporte original, que era la puerta de un mueble.1​

Judit, heroína bíblica a menudo asimilada como símbolo de las virtudes cívicas, de la libertad contra la tiranía, está representada de cuerpo entero, de dimensiones ligeramente inferiores al natural, encuadrada en una tabla de desarrollo predominantemente vertical. El tema de la belleza triunfante sobre la tiranía está solucionado aquí con el contraste entre el rostro idealizado de Judit, perfectamente suave y ovalado, de influencia leonardesca, y el rostro tumefacto de la cabeza decapitada de Holofernes, bajo el pie de la mujer. Giorgione instaura un cambio significativo. De una belleza casta y heroica, desde el Cinquecento Judit pasa a ser representada como arquetipo de mujer fatal, una seductora que aprovecha su belleza para acabar con el hombre. Así, sensual es la aparición de la pierna torneada de Judit a través de la abertura del vestido rosado que ondea a la izquierda, con pliegues rítmicos y secos de ascendencia nórdica. Una inspiración flamenca también se percibe en la joya sobre el pecho de la heroína, seguramente inspirado en la orfebrería contemporánea.

La pose deriva de la estatuaria antigua, especialmente de la Afrodita Urania de Fidias conocida a través de copìas romanas, mientras algunos detalles remiten a Perugino (la empuñadura de la espada), Lorenzo Costa (las mangas largas) y Leonardo da Vinci (además del rostro de la protagonista, los efectos de esfumado en la atmósfera y las matas herbáceas en primer plano). De hecho, más allá de un muro bajo, en el que ella apoya el brazo izquierdo sujetando la espada con la diestra, se extiende un amplio paisaje, con un bosque y una ciudad que se pierden en una remota bruma azulada, así como las montañas.

El árbol que se alza tras Judit, prosiguiendo idealmente su figura como para otorgarle mayor importancia monumental, es un roble: este recurso es común también a otras obras atribuidas a Giorgione.

El efecto general está extremadamente calibrado y es de innato lirismo, con la serena figura de Judit, ahora que ha alcanzado su objetivo de eliminar al tirano asirio, sumergida en la frescura del paisaje matinal, con una atmósfera poética que no es perturbada siquiera por la presencia de la cabeza cortada del enemigo que oprimía su ciudad, Betulia.

Judit con la cabeza de Holofernes. Tiziano, 1510

Esta obra maestra, una de las mejores y más poéticas de las creaciones de Tiziano, es unánimemente fechada por los críticos alrededor de 1515. El foco principal no está ni en los eventos horrendos ni en la importancia religiosa de la escena. Ni siquiera está claro si se trata de Salomé con la cabeza del Bautista, o Judith con la cabeza de Holofernes. El primero es sugerido por la exhibición de la cabeza en un plato, el último por la presencia de la criada que es una característica de la iconografía tradicional de la historia de Judith.

Tanto en el momento en que la pintura estaba en la colección de la Duquesa de Urbino, y más tarde, cuando pertenecía a la familia Aldobrandini, se creía que representaba a Herodías, la esposa de Herodes y la madre de Salomé. Sin embargo, varios visitantes extranjeros que tuvieron la oportunidad de ver la pintura de Tiziano en Villa Aldobrandini en Montecavallo pensaron que era una representación de Judith. Esta creencia común también se refleja en la historiografía moderna. De hecho, si la figura en la pintura fuera Herodías, vestida aquí de rojo brillante, llevando la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja, entonces la chica del vestido verde a la derecha tendría que ser Salomé. Sin embargo, no hay nada soberbio en las dos mujeres, mientras que la actitud seductora de la figura principal se adapta bien a la heroína judía Judith, una rica y atractiva viuda que, con su opresor decapitada Holofernes, ahora sostiene la cabeza con la ayuda de su doncella . Este tema a menudo se trató como un símbolo de virtud.

La pintura, con sus maravillosos contrastes de color rojo, verde y blanco, y sus deliciosas figuras femeninas, es una de las representaciones de Tiziano de un ideal de belleza femenina. Esta es la razón por la cual fue copiado con frecuencia.

Judit con la cabeza de Holofernes. Tiziano, 1565

Hacia 1555 Tiziano entra en una nueva etapa de su vida marcada por la soledad y la vejez. Este estado psíquico influirá en su producción, interesándose por una temática más dramática y violenta al tiempo que utiliza una iluminación que provoca fuertes contrastes de luz y sombra. La Judith que contemplamos forma parte de esta última etapa del artista, siendo una de las escasas versiones de este tema.La joven heroína se presenta en el momento de su triunfo, sosteniendo en sus manos la cabeza de Holofernes y la espada con la que ha matado al caudillo. La escena se desarrolla en un interior, mostrándose al fondo los cortinajes rojos de la tienda del general. Un potente haz de luz baña la figura de Judith, resaltando el blanco transparente de sus vestidos. Las dos zonas de la composición ofrecen un significativo contraste. Mientras la parte superior presenta un toque compacto -especialmente en el rostro y los brazos de la heroína así como en la figura de la sirviente negra que la acompaña-, en la zona inferior nos encontramos con una pincelada libre y fragmentaria, quedando la cabeza de Holofernes intencionadamente inacabada. El colorido es muy limitado, característico de esta etapa madura al igual que los efectos atmosféricos conseguidos, efectos admirados durante el Barroco.

Judit y Holofernes. Caravaggio, 1598-99

Judit y Holofernes es un cuadro de inspiración bíblica, de Caravaggio, pintado en 1599. La pintura muestra a un general muerto (Holofernes) decapitado por Judit, la mujer que lo sedujo en menos de una noche. Provocaba reacciones de horror y sorpresa entre los visitantes de su primera sede, pues Caravaggio logró dotar a la obra de gran realismo y crudeza. Judit se muestra de pie, majestuosa e impertérrita, mientras que su criada, quien le proporciona la espada, está nerviosa y al acecho de lo que pueda pasar. Los efectos de la obra serían recreados más tarde por las versiones de Artemisia Gentileschi (Judit decapitando a Holofernes, 1620) y Francisco de Goya (Judit y Holofernes, de 1820).

Judit decapitando a Holofernes. Artemisia Gentileschi, 1620-1621

Judit decapitando a Holofernes es un cuadro de la pintora italiana Artemisia Gentileschi. Fue ejecutado hacia 1620 o 1621. Se trata de una pintura al óleo sobre tabla, que mide 1,99 metros de alto y 1,62 m. de ancho. Actualmente se conserva en la Galería de los Uffizi de Florencia (Italia).

El tema de Judit decapitando a Holofernes es uno de los episodios del Antiguo Testamento que con más frecuencia se ha representado en la historia del arte. No obstante, excepto Judit y Holofernes de Caravaggio conservada en la Galería Nacional de Arte Antiguo de Roma, jamás se ha logrado representar una escena tan cruda y dramática como la que pinta en esta tela Artemisia Gentileschi.

La heroína bíblica, junto a su doncella, se interna en el campo enemigo, seduce y luego decapita a Holofernes, el feroz general enemigo.

Este cuadro es el más famoso de Artemisia Gentileschi, con el que su nombre se asocia rápidamente; lo pintó tras ser violada por su tutor Agostino Tassi (ver referencias ). El tema es perfectamente análogo a otro lienzo, más pequeño y de colores diferentes, ejecutada con anterioridad y que se conserva en el Museo de Capodimonte de Nápoles: otra Judit decapitando a Holofernes.

El acto de la decapitación ocupa el centro de la escena. La composición es de tipo triangular, y para ello ha sido preciso ubicar dentro de la tienda a la doncella, que en principio según la historia tradicional estaban solos Judith y Holofernes.

Judit con la cabeza de Holofernes. Cristofano Alliori, 1610

Se trata de una copia discreta de la célebre composición, datada originalmente entre 1610 y 1612, del florentino Cristofano Allori, obra que fue considerada en su tiempo, y a lo largo de todo el siglo XVIII e incluso en el Romanticismo, como una de las más bellas composiciones del arte italiano. El biógrafo de Allori, Filippo Baldinucci, cuenta detalladamente la historia del famoso lienzo para el cual sirvieron de modelo personas del entorno de artista. Como Judith, Mazzafirra, amante del pintor; como la anciana, la madre de la mujer; y el propio Allori, conocido por su «fisonomía no muy agradable», como Holofernes. En buena medida, la acogida entusiasta de la pieza y su fortuna crítica se deben a la lectura autobiográfica de esta que sugirió el poeta Giovanni Battista Marino, contemporáneo de Allori, de acuerdo con cierta tendencia de los pintores del Barroco italiano a dar relevancia a sus vivencias personales bajo la égida de un tema relevante y de narrativa reconocible.

El original de Judith con la cabeza de Holofernes se conserva en la Galleria Palatina del Palazzo Pitti de Florencia. El citado éxito determinó que el propio Allori hiciese alguna réplica, como la firmada y fechada en 1613, perteneciente en la actualidad a la Royal Collection Trust del Reino Unido. Otros ejemplares fechados en el seicento, algunos atribuidos al propio autor, se conservan en la Dulwich Picture Gallery de Londres (en formato mínimo, de solo unos 30 cm de altura), en el Palazzo Corsini (Gallerie Nazionali Barberini Corsini) de Roma, en la Netherlands Art Collection de Ámsterdam e incluso en España, donde la Colección Fundación Casa de Alba conserva una réplica de excelente calidad adquirida en Italia en 1818 (véase Alfonso E. Pérez Sánchez, Pintura italiana del siglo XVII en España. Madrid: Fundación Valdecilla, 1965, pág. 483).

La proliferación de copias de la composición de Allori durante los siglos XVIII y XIX es abundante, lo que supone una muestra del rotundo éxito tanto de un tema bíblico que alude al poder femenino contra la tiranía como de la vigencia a lo largo del tiempo de la aproximación naturalista, de corte caravaggiesco, por la que apostó Allori. Ya en 1846 el editor de Baldinucci indicaba que el cuadro era «famosísimo por las muchas copias que de él se han hecho y se hacen».

Judit y su doncella con la cabeza de Holofernes. Artemisia Gentileschi, 1618-19

Judit y su doncella (en italiano, Giuditta e la sua ancella) es un cuadro de la pintora italiana Artemisia Gentileschi. Fue realizado hacia 1618-1619. Se trata de una pintura al óleo sobre lienzo, que mide 93,5 cm de ancho por 114 cm de largo. Actualmente se conserva en la Galería palatina del Palacio Pitti de Florencia (Italia).

En esta tela, de tono marcadamente caravagista, las dos figuras femeninas de Judit y de Abra, su doncella, están representadas de cerca, con un encuadre estrecho; están inmersas en las sombras, iluminadas por una luz como de una vela, que viene de su izquierda.

Después de haber pintado la cruenta Judit decapitando a Holofernes, hoy en el Museo de Capodimonte en Nápoles, Artemisia regresa, con este cuadro de gran intensidad dramática, y de gran sabiduría narrativa, a la historia de la heroína bíblica que mata al general del ejército enemigo.

El lienzo muestra el instante en el que las dos mujeres se preparan para dejar la tienda de Holofernes, con el temor de ser descubiertas por los soldados asirios. Abra sostiene, como si fuese la colada, la cesta en la que han depositado la cabeza cortada de Holofernes. Judit aún empuña, apoyándola en su hombro, la espada con la que ha realizado su venganza hace poco; con la otra mano, posada con un gesto cómplice sobre la espalda de la doncella, parece quererla contener, como turbada por un rumor exterior.

El cuadro se coloca entre las mejores obras de Artemisia Gentileschi. Es soberbia la tensión del rostro de Judit, marcada por una mirada preocupada que se vuelve hacia la salida de la tienda y de un mechón de cabellos que se escapan de su refinado peinado.

Se pone un cuidado minucioso en la representación de la empuñadura de la espada y de las joyas que adornan a la heroína bíblica, como se encuentra en todos sus numerosos cuadros dedicados a la historia de Judit. El amplio turbante de Abra, recreado con varias tonalidades del blanco y del amarillo, muestran inconfundiblemente los signos del aprendizaje desarrollado en el taller de su padre, Orazio Gentileschi.

La crítica no está segura de la datación del cuadro, ubicándose verosímilmente hacia el inicio de la estancia de Artemisia en Florencia. La composición de la escena presenta una gran semejanza con la Judit y su doncella conservada en la Galería Nacional de Oslo, que algunos historiadores del arte atribuyen a la mano de Artemisia, mientras que otros lo hacen a la de su padre Orazio.

Judit decapitando a Holofernes. Trophim Bigo, 1640

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Judit y Holofernes. Giovanni Battista Piazzetta, 1745

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Judit y Holofernes. Francisco de Goya, 1819-1823

JJudith y Holofernes es una de las Pinturas negras que formaron parte de la decoración de los muros de la casa —llamada la Quinta del Sordo— que Francisco de Goya adquirió en 1819. Esta obra ocupaba probablemente un espacio a la derecha de la pared del fondo de la planta baja, según se entraba, junto con Saturno devorando a un hijo, que ocupaba el lado izquierdo de dicho muro dejando en medio una ventana.1​

La pintura mural original, junto con el resto de las Pinturas negras, fue trasladada de revoco a lienzo, a partir de 1874, por Salvador Martínez Cubells, por encargo del barón Émile d’Erlanger,2​ un banquero francés, de origen alemán, que tenía intención de venderlas en la Exposición Universal de París de 1878. Sin embargo, las obras no atrajeron compradores y él mismo las donó, en 1881, al Museo del Prado, donde actualmente se exponen.

El cuadro recrea de modo personalísimo el conocido tema de Judit de Betulia que, para salvar a su pueblo del ataque del general Holofernes, lo seduce y decapita.

De este modo la obra pudiera aludir a Goya y Leocadia Zorrilla (o Leocadia Weiss, pues estaba casada con Isidoro Weiss), su posible amante. O quizá, de modo más general, al poder de la mujer sobre el hombre. Desde el punto de vista psicoanalítico se ha querido ver el tema de la castración, que deberíamos situar en el contexto de un anciano de más de setenta años (como era el pintor cuando lo realizó) en relación con su amante, mucho más joven, y con quien cohabitaba. Además el cuadro estaba enfrentado al que se ha interpretado como el de Leocadia junto al catafalco del propio Goya.

La iluminación es muy teatral, y focalizada; parece reflejar una escena nocturna iluminada por un hachón o tea, que ilumina el rostro y brazo ejecutor de Judith y deja en penumbra el rostro de una vieja criada que está representada en actitud de ruego u oración. Es significativo que tanto el rey como la representación de la sangre queden fuera de campo, en una composición muy original, que exacerba los habituales desequilibrios compositivos y de encuadre de las Pinturas negras.

La paleta de colores utilizada, como en toda esta serie, es muy reducida. Emplea en este caso negros, ocres y algún toque sutil de rojo, que es aplicado de modo enérgico y a pinceladas muy sueltas. Este cuadro, junto con toda la obra de la decoración de la llamada Quinta del Sordo, contiene rasgos estilísticos que el siglo XX caracterizaría como expresionistas.

Judit. August Riedel, 1840

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Judit. Gabriel Ferrier, 1875

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Judit I. Gustav Klimt, 1901

"Judith I" es un óleo sobre tela de 84 x 42 cm pintado en 1901 por el pintor austríaco Gustav Klimt, una obra que representa la madurez artística del autor y está considerada como la primera de su "período dorado", caracterizado por un lenguaje de fuerte abstracción simbólica y el uso de oro como material junto a los pigmentos al óleo.

Apoyada en una cornisa de cobre repujado (realizada por su hermano Georg, escultor y orfebre), Klimt pinta por primera vez a la bella heroína bíblica, ya que una segunda Judit se completará en 1909.

El sujeto se utiliza como metáfora del poder de seducción femenino, que logra vencer a la mayor fuerza viril. El clima del cuadro se presta obviamente a resaltar la figura de Judit como "mujer fatal", cruda y seductora, que lleva a la ruina y a la muerte a su amante.

La imagen tiene una dimensión vertical muy acentuada con la figura de Judit, de gran fuerza erótica, que domina casi completamente la composición. La cabeza de Holofernes aparece apenas en escorzo, abajo a la derecha, tallada en la mitad inferior del borde de la cornisa. Es notable la diferencia entre la carnalidad de la figura principal, que presenta una resolución tridimensional, y el vestido, tratado con un decorativismo bidimensional muy acentuado.

Detrás de la cabeza de Judit se representa un paisaje arcaico y estilizado de colinas y árboles, que recuerda los motivos decorativos de la cerámica micénica.

La obra se exhibe en la Österreichische Galerie Belvedere de Viena, en Austria.

Judit en la Plaza Roja. Vitaly Komar y Alexander Melamed, 1997

En 1997, los artistas rusos Vitaly Komar​ y Alexander Melamed produjeron un Judith en la Plaza Roja con "Stalin en el papel de Holofernes, conquistado por una joven rusa que contempla su severa cabeza con una mezcla de curiosidad y satisfacción".

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