Arte y Liturgia

El Buen Samaritano

David Teniers “El joven”

10 julio 2022: XV Tiempo ordinario

por Javier Agra Rodríguez

Evangelio Lucas 10, 25-37

En aquel tiempo, se levantó un maestro de la ley y preguntó a Jesús para ponerlo a prueba:

«Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?».

Él le dijo:

«¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?».

El respondió:

«“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza” y con toda tu mente. Y “a tu prójimo como a ti mismo”»

Él le dijo:

«Has respondido correctamente. Haz esto y tendrás la vida».

Pero el maestro de la ley, queriendo justificarse, dijo a Jesús:

«¿Y quién es mi prójimo?».

Respondió Jesús diciendo:

«Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto.

Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo.

Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo.

Pero un samaritano que iba de viaje llegó donde estaba él y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó.

Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo:

“Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva”.

¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?».

Él dijo:

«El que practicó la misericordia con él».

Jesús le dijo:

«Anda y haz tú lo mismo».

Reflexión sobre el Evangelio

Estamos en el DOMINGO XV del TIEMPO ORDINARIO. La Iglesia nos ofrece una de las páginas más bellas del evangelio de Lucas, con esta parábola de “EL BUEN SAMARITANO” y las diferentes posturas que podemos adoptar ante las diversas situaciones de las personas fundamentalmente pero también de la naturaleza en general.

Solamente la narra el evangelio de Lucas y es, seguramente, la más tratada por los diversos modos de arte. Ha calado tanto en el sentimiento popular que “el buen samaritano” es el símbolo de la fraternidad humana, del humanismo generoso, de la misericordia sin medida.

Para el judío, el prójimo es aquel correligionario con quien entramos en contacto por vecindad, pero nunca alcanza la categoría de hermano. Con esta parábola, Jesús quiere cambiar para siempre este concepto; a partir de ahora prójimo tendrá el símil con el hermano y será cualquier persona que tenga alguna necesidad. A partir de Jesús, todas las personas son mis hermanos y yo soy hermano de cada una de las personas.

Los personajes son bien claros:

  • Una persona, sin otro nombre ni ocupación concreta; sin lugar de pertenencia ni familia. Es cualquier persona que es atacada por multitud de cuestiones de este mundo, por multitud de problemas posibles.

  • Sacerdote y Levita: dos profesionales de la palabra y el culto.

  • Samaritano: una persona sospechosa por su modo de vida, por su forma de presentarse en sociedad, por su manera de celebrar el culto…

El cuadro

De entre la multitud de pintores que han ilustrado esta parábola de Jesús, elijo “El Buen Samaritano” pintado por DAVID TENIERS “EL JOVEN” (Amberes, Bélgica 1610 – Bruselas 1690), hijo del pintor David Teniers y padre del también pintor David Teniers III. De este conocido y popular pintor podemos contemplar cerca de cuarenta obras en el Museo del Prado. “El Buen Samaritano” lo pintó el año 1655 y está expuesto en el MUSEO DE ARTE METROPOLITANO DE NUEVA YORK.

El cuadro presenta una atmósfera ocre como si el pintor quisiera mimetizar la escena con el paisaje, acaso para ocultar la vergüenza de los dos personajes que pasan de largo y a los que tenemos que identificar en la escena y diferenciar entre la vegetación y la materia inanimada; suponemos que el sacerdote y el hombre de leyes respiran y tienen vida humana, no obstante el pintor Teniers los sitúa con mismas pinceladas que el sendero, no se diferencian de los árboles, parecen inanimados como si carecieran de sangre y de corazón.

El buen samaritano aplica al herido una primera atención con aceite para suavizar las heridas, los dolores, los males que a cada persona nos aquejan y con vino, pues el alcohol sana y restaña las heridas, los dolores. A partir de esta parábola, todas las personas hemos de tener material para suavizar y restañar la vida de quienes nos encontramos por los caminos.

En el primer término, el herido atrae la mirada del espectador por su tonalidad pálida y el color blanco de las vendas con que le atiende el samaritano. Junto con el burro, el perro y también el niño hacen una pantalla en la que nos podemos extasiar y detener la mirada, aquí está la luz y la misericordia, aquí la fraternidad y el amor que indica Jesús como modo de vida.

Disimulada entre los ocres y la maleza del fondo a nuestra izquierda, podemos distinguir el momento en que los “salteadores” roban y apalean al hombre que caminaba de Jerusalén a Jericó. La escena general está enmarcada en un paisaje solitario con la luz del atardecer al fondo, las aves revoloteando y las montañas como horizonte.

Jesús nos enseña en esta parábola que no es fácil llegar a Dios saltándose a las personas con quienes convivimos a diario. La primera carta de Juan también nos recuerda que Dios nos amó desde el inicio y que el camino del amor recorre el sendero de las personas a quienes encontramos. Tampoco aquí podemos separar lo que Dios ha unido, el amor a Dios y el amor al prójimo porque lo que hacemos con uno de estos pequeños lo hacemos con Él como recuerda Mateo 25, 40. Se trata de arremangarse y hacer cado uno lo que pueda para que este mundo funcione mejor para todas las personas en el camino del Reino de Dios.

Javier Agra Rodríguez

Los textos e imágenes que se muestran en esta web se acogen al derecho de cita con fines didácticos, que pretenden fomentar el conocimiento de las obras y tienen como único objetivo el análisis, comentario o juicio crítico de las mismas.