La historia de Gedeón

Jueces 6-9

Gedeón fue el quinto de los Jueces del pueblo judío y era considerado como uno de los más sobresalientes por la magnitud de su «obra guerrera» contra uno de los pueblos enemigos de Israel: los madianitas. Fue hijo de Joás, de la tribu de Manasés. Los datos que se conocen acerca de su historia se encuentran relatados en el Libro de los Jueces 6 - 8.1​

Gedeón

Capítulo 6

Gedeón y Abimélec: la opresión de los madianitas

1 Los israelitas hicieron lo que es malo a los ojos del Señor, y él los entregó en manos de Madián durante siete años.

2 Los madianitas oprimieron a Israel, y para librarse de ellos, los israelitas se hicieron escondites en las cuevas de las montañas, en las cavernas y en los lugares escarpados.

3 Cada vez que Israel sembraba, venían los madianitas, los amalecitas y los Orientales, y los invadían.

4 Acampaban frente a ellos y destruían los productos del suelo hasta los confines de Gaza. No dejaban víveres, ovejas, bueyes ni asnos en Israel,

5 porque subían con su ganado y sus tiendas de campaña, y eran numerosos como langostas. Tanto ellos como sus camellos eran incontables, y entraban en el país para devastarlo.

6 Israel quedó muy debilitado a causa de Madián, y los israelitas clamaron al Señor.

Intervención de un profeta

7 Cuando los israelitas clamaron al Señor a causa de Madián,

8 el Señor les envió un profeta, que les habló en estos términos: «Así habla el Señor, el Dios de Israel: Yo los hice subir de Egipto y los saqué de un lugar de esclavitud;

9 los libré del poder de los egipcios y de las manos de sus opresores. Los expulsé a ellos para entregarles a ustedes su territorio.

10 Y también les dije: «Yo soy el Señor, su Dios. No adoren a los dioses de los amorreos, en cuyo territorio habitan». Pero ustedes no escucharon mi voz».

Vocación de Gedeón

11 El Ángel del Señor fue a sentarse bajo la encina de Ofrá, que pertenecía a Joás de Abiézer. Su hijo Gedeón estaba moliendo trigo en el lagar, para ocultárselo a los madianitas.

12 El Ángel del Señor se le apareció y le dijo: «El Señor está contigo, valiente guerrero».

13 «Perdón, señor, le respondió Gedeón; pero si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos sucede todo esto? ¿Dónde están todas esas maravillas que nos contaron nuestros padres, cuando nos decían: «El Señor nos hizo subir de Egipto?» Pero ahora él nos ha desamparado y nos ha entregado en manos de Madián».

14 El Señor se volvió hacia él y le dijo: «Ve, y con tu fuerza salvarás a Israel del poder de los Madianitas. Soy yo el que te envío».

15 Gedeón le respondió: «Perdón, Señor, pero ¿cómo voy a salvar yo a Israel, si mi clan es el más humildes de Manasés y yo soy el más joven en la casa de mi padre?».

16 «Yo estaré contigo, le dijo el Señor, y tú derrotarás a Madián como si fuera un solo hombre».

17 Entonces Gedeón respondió: «Señor, se he alcanzado tu favor, dame una señal de que eres realmente tú el que está hablando conmigo.

18 Te ruego que no te muevas de aquí hasta que yo regrese. En seguida traeré mi ofrenda y la pondré delante de ti». El Señor le respondió: «Me quedaré hasta que vuelvas».

19 Gedeón fue a cocinar un cabrito y preparó unos panes sin levadura con una medida de harina. Luego puso la carne en una canasta y el caldo en una olla; los llevó debajo de la encina y se los presentó.

20 El Ángel del Señor le dijo: «Toma la carne y los panes ácimos, deposítalos sobre esta roca y derrama sobre ellos el caldo». Así lo hizo Gedeón.

21 Entonces el Ángel del Señor tocó la carne y los panes ácimos con la punta del bastón que llevaba en la mano, y salió de la roca un fuego que los consumió. En seguida el Angel del Señor desapareció de su vista.

22 Gedeón reconoció entonces que era el Angel del Señor, y exclamó: ¡Ay de mí, Señor, porque he visto cara a cara al Angel del Señor!».

23 Pero el Señor le respondió: «Quédate en paz. No temas, no morirás».

24 Gedeón erigió allí un altar al Señor y lo llamó: «El Señor es la paz». Todavía hoy se encuentra ese altar en Ofrá de Abiézer.

Destrucción del altar del Baal

25 Aquella misma noche, el Señor dijo a Gedeón: «Toma el novillo de tu padre y otro toro de siete años. Luego destruirás el altar del Baal que pertenece a tu padre y cortarás el poste sagrado que está junto a él.

26 Después edificarás al Señor, tu Dios, en la cima de esta altura escarpada, un altar muy bien construido. Entonces tomarás el otro toro y lo ofrecerás en holocausto, con la leña del poste sagrado».

27 Gedeón reunió a diez de sus servidores e hizo lo que el Señor le había dicho. Pero por temor a su familia y a la gente de la ciudad, en lugar de hacerlo de día, lo hizo durante la noche.

28 A la mañana siguiente, toda la gente vio que el altar del Baal estaba destruido y que habían cortado el poste sagrado que estaba junto a él. Vieron también que un novillo había sido ofrecido en holocausto sobre el altar que acababa de ser edificado.

29 Entonces se preguntaron: «¿Quién habrá hecho esto?». Después de averiguarlo, supieron que había sido Gedeón, el hijo de Joás.

30 En seguida dijeron a Joás: «Trae aquí a tu hijo. ¡El debe morir, porque ha derribado el altar del Baal y ha cortado el poste sagrado que estaba junto a él!».

31 Pero Joás respondió a los que estaban delante de él: «¿Acaso a ustedes les corresponde defender al Baal? ¿Son ustedes los que tienen que salvarlo? Si Baal es Dios, que se defienda solo, ya que Gedeón derribó su altar. El que pretenda defenderlo, morirá antes del amanecer».

32 Por eso, a partir de ese momento, Gedeón se llamó Ierubaal, porque decían» «¡Que Baal se defienda de él, ya que él derribó su altar!».

Preparativos para el combate

33 Todo Madián, Amalec y los Orientales se reunieron de común acuerdo, cruzaron el Jordán y acamparon en la llanura de Izreel.

34 Entonces el espíritu del Señor descendió sobre Gedeón: el tocó la trompeta, y los de Abiézer se reunieron detrás de él.

35 Envió mensajeros por todo el territorio de Manasés, y ellos también se le unieron. Lo mismo hizo en Aser, en Zabulón y en Neftalí, y todos ellos acudieron al encuentro.

La prueba del bellón de lana

36 Gedeón dijo a Dios: «Si realmente vas a salvar a Israel por mi intermedio, como lo has prometido, concédeme esto:

37 Yo voy a tender un vellón de lana sobre la era; si cae rocío solamente sobre el vellón, y todo el resto queda seco, sabré que tú salvarás a Israel por mi intermedio, como lo has dicho».

38 Así sucedió: Gedeón se levantó de madrugada, exprimió el vellón para sacarle el rocío y llenó con él una copa de agua.

39 Después le dijo a Dios: «No te enojes conmigo si me atrevo a hablarte nuevamente. Quisiera hacer otra prueba con el vellón: Que sólo el vellón quede seco y todo el suelo se cubra de rocío».

40 Así lo hizo Dios aquella noche: sólo el vellón quedó seco, mientras que el suelo estaba cubierto de rocío.

Gedeón y los 300

Capítulo 7

La reducción del ejército de Gedeón

1 A la mañana siguiente, Ierubaal –es decir, Gedeón– se levantó de madrugada con la gente que lo acompañaba, y acamparon en En Jarod. Madián habías acampado más al norte, al pie de la colina de Moré, sobre el valle.

2 Entonces el Señor dijo a Gedeón: «La gente que te acompaña es demasiado numerosa para que ponga a Madián en sus manos. No quiero que Israel se gloríe a expensas mías, diciendo: «Es mi mano la que me salvó».

3 Por eso, proclama a oídos del pueblo: «El que tenga miedo o tiemble, que se vuelva». Así Gedeón los puso a prueba, y veintidós mil hombres se volvieron, quedando sólo diez mil.

4 Luego el Señor dijo a Gedeón: «Hay todavía demasiada gente; ordénales que bajen hasta el borde del agua, y allí te los pondré a prueba. Irán contigo solamente los que yo te indique; los otros no te acompañarán».

5 Gedeón hizo que la gente bajara hasta el agua, y el Señor le dijo: «A todos los que beban con la lengua, como lamen los perros, los pondrás a un lado; y a todos los que se arrodillen para beber, los pondrás del otro».

6 Los que lamieron el agua llevándosela a la boca, fueron trescientos; el resto de la tropa, en cambio, se arrodilló para beber.

7 El Señor dijo a Gedeón: «Yo los voy a salvar con estos trescientos hombres y pondré a Madián en tus manos. Que el grueso de la tropa regrese cada uno a su casa».

8 Los trescientos hombres recogieron los cántaros de toda la tropa, y también sus trompetas, mientras Gedeón despedía a los otros israelitas, quedándose sólo con esos trescientos. El campamento de Madián estaba en el valle, debajo del suyo.

Presagio de la victoria

9 Aquella noche, el Señor dijo a Gedeón: «Baja ahora mismo contra el campamento de Madián, porque lo he puesto en tus manos.

10 Si tienes miedo de atacar, baja tú primero con tu servidor Purá

11 y escucha lo que dicen. Así tendrás valor y atacarás el campamento». Gedeón bajó acompañado de Purá, su servidor, hasta el extremo del campamento, donde estaban los puestos de guardia.

12 Madián, Amalec y todos los Orientales que habían irrumpido en el valle eran numerosos como langostas, y sus camellos eran incontables, como la arena de la playa.

13 Cuando llegó Gedeón, oyó que un hombre le estaba contando un sueño a su compañero. «Tuve un sueño, le decía; vi que una galleta de cebada venía rodando por el campamento de Madián. Al llegar a una carpa, chocó contra ella y la volteó, de manera que la carpa cayó por tierra».

14 Su compañero le respondió: «Esto no significa otra cosa que la espada de Gedeón, hijo de Joás, el hombre de Israel. Dios ha puesto en sus manos a Madián y todo su campamento».

15 Cuando Gedeón oyó el relato del sueño y su interpretación, se postró para adorar. Luego regresó al campamento de Israel, y dijo: «¡Arriba! El Señor ha puesto en manos de ustedes el campamento de Madián».

Derrota y persecución de Madián

16 Gedeón dividió a los trescientos hombres en tres cuerpos, y distribuyó entre ellos trompetas y cántaros vacíos, con antorchas dentro de los cántaros.

17 Después dijo: «Fíjense bien en lo que yo hago, y hagan ustedes lo mismo. Cuando llegue al extremo del campamento, hagan lo mismo que yo.

18 Yo y todos mis compañeros tocaremos las trompetas; entonces también ustedes tocarán las trompetas alrededor del campamento y gritarán: ¡Por el Señor y por Gedeón!».

19 Gedeón y los cien hombres que lo acompañaban llegaron al extremo del campamento al comienzo de la guardia de la medianoche. Cuando se acababa de hacer el relevo de los centinelas, ellos tocaron las trompetas y rompieron los cántaros que llevaban en la mano.

20 Los tres cuerpos de la tropa hicieron lo mismo. Tenían las antorchas en la mano izquierda, y con la derecha tocaban las trompetas. Y todos gritaban: «¡Por el Señor y por Gedeón!».

21 Cada uno permanecía quieto en su respectivo lugar, alrededor del campamento. Entonces se despertó todo el campamento, y se dieron a la fuga lanzando alaridos.

22 Mientras los trescientos hombres tocaban las trompetas, el Señor hizo que en todo el campamento volvieran la espada unos contra otros. La tropa huyó hasta Bet Sitá, hacia Sartán, hasta la orilla de Abel Mejolá, frente a Tabat.

23 Entonces se reunieron los hombres de Israel, procedentes de Neftalí, de Aser y de Todo Manasés, y persiguieron a Madián.

24 Gedeón envió mensajeros por toda la montaña de Efraím, para que dijeran: «Bajen al encuentro de Madián y ocupen antes que ellos los vados hasta Bet Bará y el Jordán». Los hombres de Efraím se reunieron y ocuparon los vados hasta Bet Bará y el Jordán.

25 Así tomaron prisioneros a los dos jefes madianitas, Oreb y Zeeb. Luego de perseguir a Madián, presentaron a Gedeón, que estaba al otro lado del Jordán, las cabezas de Oreb y Zeeb.

Gedeón mantuvo la paz con los efraimitas.

Capítulo 8

Reproche de Efraím a Gedeón

1 La gente de Efraím dijo a Gedeón: «¿Qué nos has hecho? ¿Por qué no nos llamaste cuando fuiste a combatir contra Madián?». Y se lo reprocharon violentamente.

2 Pero él les respondió: «¿Qué hice yo comparado con lo que hicieron ustedes? Un solo racimo de Efraím vale más que toda la vendimia de Abiézer.

3 Dios puso en manos de ustedes a los jefes de Madián, Oreb y Zeeb. Comparado con esto, ¿qué he logrado hacer yo?». Después que les dijo estas palabras, se calmó su animosidad contra él.

Persecución y derrota de Zébaj y Salmuná

4 Gedeón llegó hasta el Jordán y lo cruzó. El y los trescientos hombres que lo acompañaban estaban cansados y hambrientos.

5 Entonces dijo a la gente de Sucot: «Por favor, traigan un poco de pan para la tropa que me acompaña, porque están agotados de cansancio, y yo estoy persiguiendo a Zébaj y a Salmuná, reyes de Madián».

6 Pero los jefes de Sucot le respondieron: «¿Acaso tienes prisioneros a Zébaj y a Salmuná para que le demos pan a tu ejército?».

7 «Está bien, respondió Gedeón; cuando el Señor ponga en mis manos a Zébaj y a Salmuná, desgarraré la carne de ustedes con espinas y cardos del desierto».

8 De allí subió a Penuel y les hizo el mismo pedido. Pero la gente de Penuel le respondió lo mismo que la gente de Sucot.

9 Entonces Gedeón dijo a los de Penuel: «Cuando vuelva victorioso, derribaré esta torre».

10 Zébaj y Salmuná estaban en Carcor con su ejército. Eran unos quince mil hombres, es decir, todos los sobrevivientes del campamento de los Orientales. Los que habían caído eran ciento veinte mil armados de espada.

11 Gedeón subió por el camino de los nómadas, al este de Nóbaj y de Iogbohá, y derrotó al ejército, cuando ya se creían seguros.

12 Zébaj y Salmuná, reyes de Madián, trataron de huir, pero Gedeón los persiguió, los capturó a los dos y sembró el pánico en todo el ejército.

La venganza de Gedeón

13 Después del combate, Gedeón, hijo de Joás, regresó por la pendiente de Jares.

14 Entonces detuvo a un joven de Sucot, lo interrogó, y él le dio por escrito los nombres de los jefes y los ancianos de Sucot. Eran setenta y siete hombres.

15 Luego se presentó ante los hombres de Sucot y les dijo: «Aquí están Zébaj y Salmuná, los hombres por los que ustedes se burlaron de mí, diciendo: «¿Acaso ya tienes en tu poder a Zébaj y Salmuná para que les demos pan a tus tropas hambrientas?».

16 Después tomó a los ancianos de la ciudad, recogió espinas y cardos del desierto e hirió con ellos a los hombres de Sucot.

17 También derribó la torre de Penuel y mató a los hombres de la ciudad.

18 Gedeón dijo a Zébaj y a Salmuná: «¿Cómo eran los hombres que ustedes mataron en Tabor?». «Se parecían a ti, respondieron ellos; todos tenían aspecto de príncipes».

19 Gedeón les respondió: «Ellos eran mis hermanos, hijos de mi madres, ¡Juro por la vida del Señor, que si ustedes les hubieran perdonado la vida, ahora no los mataría!».

20 Entonces dijo a Iéter, su hijo mayor: «Mátalos aquí mismo». Pero el muchacho tuvo miedo de sacar la espada, porque todavía era muy joven.

21 Zébaj y Salmuná dijeron: «Mátanos tú, porque un hombre se mide por su valor». Gedeón se levantó, mató a Zébaj y a Salmuná, y se guardó los adornos que sus camellos llevaban en el cuello.

Propuesta de los israelitas a Gedeón

22 Los hombres de Israel dijeron a Gedeón: «Gobiérnanos tú, y que después de ti nos gobiernen tu hijo y tu nieto, porque nos salvaste del poder de Madián».

23 Pero Gedeón les respondió: «Ni yo los gobernaré ni tampoco mi hijo; sólo el Señor los gobernará».

24 Luego añadió: «Les voy a pedir una cosa: que cada uno me dé un anillo de lo que le ha tocado como botín». Porque los vencidos eran ismaelitas, y por eso tenían anillos de oro.

25 «Te los daremos con mucho gusto», respondieron ellos. Entonces él extendió su manto, y cada israelita depositó en él un anillo de su botín.

26 El peso de los anillos que recogió fue de mil setecientos siclos de oro, sin contar los prendedores, los aros y los vestidos de púrpura que llevaban los reyes de Madián, y sin contar tampoco los collares de los camellos.

27 Con todo eso, Gedeón hizo un efod, y lo instaló en su ciudad, en Ofrá. Todo Israel fue a prostituirse allí, delante del efod, que se convirtió en una trampa para Gedeón y su familia.

Muerte de Gedeón

28 Madián quedó humillado delante de los israelitas, y no volvió a levantar cabeza. El país estuvo tranquilo durante cuarenta años, mientras vivió Gedeón.

29 Ierubaal, hijo de Joás, se fue y permaneció en su casa.

30 Gedeón tuvo setenta hijos propios, porque tenía muchas mujeres.

31 La concubina que tenía en Siquem también le dio un hijo, a quien puso el nombre de Abimélec.

32 Gedeón, hijo de Joás, murió después de una feliz vejez, y fue enterrado en la tumba de su padre Joás, en Ofrá de Abiézer.

Nuevas infidelidades de Israel

33 Después de la muerte de Gedeón, los israelitas volvieron a prostituirse ante los Baales y tomaron como dios a Baal Berit.

34 Así se olvidaron del Señor, su Dios, que los había librado de todos los enemigos de alrededor.

35 Y no agradecieron a la casa de Ierubaal Gedeón todo el bien que él había a Israel.

La coronación de Abimélec.

Capítulo 9

La coronación de Abimélec

1 Abimélec, hijo de Ierubaal, fue a Siquem, donde estaban los hermanos de su madre, y les dijo a ellos y a todo el clan de la casa paterna de su madre:

2 «Digan a todos los señores de Siquem: «¿Qué es mejor para ustedes, que los gobiernen setenta hombres –todos los hijos de Ierubaal– o que los gobierne uno solo? Recuerden además que yo soy de la misma sangre que ustedes».

3 Los hermanos de su madre comunicaron estas palabras de Abimélec a los señores de Siquem, y estos se pusieron de parte de él, porque decían: «Es nuestro hermano».

4 Luego le dieron setenta siclos de plata del templo de Baal Berit, con los que Abimélec contrató a unos hombres y aventureros, que le sirvieron de escolta.

5 Enseguida entró en la casa de su padre, en Ofrá, y mató a sus hermanos, los setenta hijos de Ierubaal, sobre una misma piedra. Sólo escapó Jotam, el hijo menor de Ierubaal, porque logró esconderse.

6 Entonces se reunieron todos los señores de Siquem y todo Bet Miló, y fueron a proclamar rey a Abimélec, junto a la encina de la piedra conmemorativa que está en Siquem.

La fábula de Jotám

7 Cuando le llevaron la noticia a Jotam, este se puso en la cima del monte Garizim, y gritó con voz potente: «Escúchenme, señores de Siquem, y que Dios los escuche a ustedes:

8 Los árboles se pusieron en camino para ungir a un rey que los gobernará. Entonces dijeron al olivo: «Sé tú nuestro rey».

9 Pero el olivo les respondió: «¿Voy a renunciar a mi aceite con el que se honra a los dioses y a los hombres, para ir a mecerme por encima de los árboles?

10 Los árboles dijeron a la higuera: «Ven tú a reinar sobre nosotros».

11 Pero la higuera les respondió: «¿Voy a renunciar a mi dulzura y a mi sabroso fruto, para ir a mecerme por encima de los árboles?»

12 Los árboles le dijeron a la vid: «Ven tú a reinar sobre nosotros».

13 Pero la vid les respondió: «¿Voy a renunciar a mi mosto que alegra a los dioses y a los hombres, para ir a mecerme por encima de los árboles?».

14 Entonces, todos los árboles dijeron a la zarza: «Ven tú a reinar sobre nosotros».

15 Pero la zarza respondió a los árboles: «Si de veras quieren ungirme para que reine sobre ustedes, vengan a cobijarse bajo mi sombra; de lo contrario, saldrá fuego de la zarza y consumirá los cedros del Líbano».

16 Y ahora, díganme: ¿Han obrado ustedes con sinceridad al proclamar rey a Abimélec? ¿Se han portado bien con Ierubaal y con su familia, y lo han tratado como se merecía?

17 Mi padre combatió por ustedes, arriesgó su vida y los libró del poder de Madián,

18 y ahora ustedes se han levantado contra la familia de mi padre, han matado sobre una misma piedra a sus setenta hijos, y han proclamado rey de los señores de Siquem y Abimélec, el hijo de su esclava, aduciendo que es hermano de ustedes.

19 Si hoy han sido sinceros y leales con Ierubaal y su familia, que Abimélec sea para ustedes un motivo de Alegría, y ustedes para él.

20 De lo contrario, que salga fuego de Abimélec para devorar a los señores de Siquem y de Bet Miló, y que salga fuego de los señores de Siquem y de Bet Miló, para devorar a Abimélec.

21 Después Jotam huyó para ponerse a salvo, y se estableció en Beer, lejos de su hermano Abimélec.

Rebelión de los siquemitas contra Abimélec

22 Abimélec gobernó tres años en Israel,

23 Pero Dios envió un espíritu de discordia entre Abimélec y los señores de Siquem, y estos traicionaron a Abimélec.

24 Así debía ser castigado el crimen cometido contra los setenta hijos de Ierubaal, y su sangre debía recaer sobre su hermano Abimélec, que los había matado, y sobre los señores de Siquem, que habían sido cómplices en la matanza de sus hermanos.

25 Por eso, los señores de Siquem preparaban emboscadas contra él en las cimas de los montes, y saqueaban a todos los que pasaban por allí. Abimélec fue informado de todo esto.

26 Una vez, Gaal, hijo de Ebed, pasó por Siquem junto con sus hermanos, y se ganó la confianza de los señores de Siquem.

27 Estos salieron al campo a vendimiar, pisaron las uvas, hicieron festejos y entraron en el templo de su dios. Después de comer y beber, maldijeron a Abimélec.

28 Entonces Gaal, hijo de Ebed, exclamó: «¿Qué autoridad tiene Abimélec sobre Siquem que le estamos sometidos? ¿El hijo de Ierubaal, y de Zebul, su lugarteniente, no han estado sometidos a la gente de Jamor, el padre de Siquem? ¿Por qué tenemos que estar sometidos a ellos?

29 ¡Si pusieran a este pueblo en mis manos, yo expulsaría a Abimélec, desafiándolo a que refuerce su ejército y salga a combatir!».

30 Zebul, el gobernador de la ciudad, al enterarse de las palabras de Gaal, hijo de Ebed, se enfureció

31 y envió disimuladamente mensajeros a Arumá, donde estaba Abimélec, para avisarle: «Gaal, hijo de Ebed, ha llegado a Siquem con sus hermanos, y está sublevando la ciudad contra ti.

32 Por eso, ven durante la noche con toda la gente que tienes contigo y quédate al acecho en campo abierto.

33 Por la mañana temprano, apenas brille el sol, irrumpirás contra la ciudad. Y cuando Gaal con su gente salga a enfrentarse contigo, lo tratarás como más convenga».

34 Abimélec salió durante la noche con toda su gente y se puso al acecho cerca de Siquem, con su tropa dividida en cuatro grupos.

35 Cuando Gaal, hijo de Ebed, salió y se detuvo a las puertas de la ciudad, Abimélec y la tropa que lo acompañaba salieron de los lugares donde estaban al acecho.

36 Al ver las tropas, Gaal dijo a Zebul: «Mira esa gente que baja de la cima de los montes». «Es la sombra de los montes, y a ti te parecen hombres», le respondió Zebul.

37 Pero Gaal insistió: «Es gente que baja por la ladera del Ombligo de la Tierra, y otro grupo viene por el camino de la Encina de los Adivinos».

38 Entonces Zebul le dijo: «¿No eras tú el que te envalentonabas, diciendo: «¿Quién es Abimélec para que le estemos sometidos?». ¡Ahí está la gente que tú despreciabas! ¡Ve ahora a combatir contra ellos!».

39 Gaal salió al frente de los señores de Siquem y presentó batalla a Abimélec.

40 Abimélec lo persiguió: Gaal emprendió la retirada y muchos cayeron muertos antes de llegar a la puerta de la ciudad.

41 Abimélec regresó a Arumá, y Zebul expulsó de Siquem a Gaal y a sus hermanos, impidiéndoles habitar allí.

Destrucción de Siquém

42 Al día siguiente, la gente de Siquem se puso en campaña. Cuando Abimélec recibió la noticia,

43 reunió sus tropas, las dividió en tres grupos y se puso al acecho en el campo. Al ver que la gente salía de la ciudad, irrumpió contra ellos y los derrotó.

44 Después, Abimélec y el grupo que lo acompañaba volvieron a atacar, y tomaron posiciones frente a la puerta de la ciudad. Mientras tanto, los otros dos grupos se lanzaron contra los que estaban en el campo y los derrotaron.

45 Abimélec atacó la ciudad durante todo el día. Cuando la tomó, mató a la población, arrasó la ciudad y esparció sal sobre ella.

Destrucción de Migdal Siquém

46 Al enterarse, los señores de Migdal Siquem, se refugiaron en la cripta del templo de El Berit.

47 Cuando Abimélec recibió la noticia de que todos los señores de Migdal Siquem estaban en un solo lugar,

48 subió al monte Salmón con todas sus tropas; y tomando un hacha, cortó una rama de árbol, se la puso al hombre, y dijo a las tropas que lo acompañaban: «¡Apúrense! Hagan lo mismo que yo».

49 Cada uno de sus hombres cortó una rama y todos fueron detrás de Abimélec. Después cubrieron la cripta con las ramas y les prendieron fuego. Así murieron también los habitantes de Migdal Siquem, unos mil hombres y mujeres.

50 Luego Abimélec marchó contra Tebes, la asedió y la conquistó.

51 En medio de la ciudad había una torre fortificada, y todos los habitantes de la ciudad, hombres y mujeres, se refugiaron en ella. La cerraron por dentro y se subieron a la parte más alta de la torre.

52 Abimélec se adelantó para atacar la torre y llego hasta la puerta con la intención de prenderle fuego.

53 Pero una mujer le arrojó una rueda de molino sobre la cabeza y le partió el cráneo.

54 El llamó en seguida a su escudero y le dijo: «Desenvaina tu espada y mátame, para que no se pueda decir que me mató una mujer». Entonces el escudero lo atravesó con su espada y el murió.

55 Al ver que Abimélec estaba muerto, los hombres de Israel regresaron cada uno a su lugar.

56 Dios hizo recaer sobre Abimélec el crimen que había cometido contra su padre, cuando mató a sus setenta hermanos.

57 Y también hizo que toda la maldad de la gente de Siquem recayera sobre ellos mismos. Así se cumplió la maldición que Jotam, hijo de Ierubaal, había pronunciado contra ellos.

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