Libro de los Jueces: Prólogo

Jueces 1-3

El libro de los JUECES nos presenta a Israel en una de las etapas más críticas de su historia. Es el tiempo que transcurre entre la penetración de las tribus hebreas en Canaán y la instauración de la monarquía, es decir, entre los años 1200 y 1020 a. C. El pueblo se encuentra amenazado por todas partes. Algunos grupos cananeos, sólidamente atrincherados en sus plazas fuertes, continúan oponiendo una tenaz resistencia. Otros invasores –especialmente los filisteos, mucho mejor organizados y armados que Israel– luchan por adueñarse de los mismos territorios. Las tribus israelitas se encuentran aisladas unas de otras, sin un gobierno central que pueda asegurar una firme cohesión interna. Y la única base de la unidad nacional –la fe en el Señor, el Dios de Israel– corre el peligro de dejarse contaminar por los seductores cultos cananeos.

El libro de los Jueces

El libro de los JUECES nos presenta a Israel en una de las etapas más críticas de su historia. Es el tiempo que transcurre entre la penetración de las tribus hebreas en Canaán y la instauración de la monarquía, es decir, entre los años 1200 y 1020 a. C. El pueblo se encuentra amenazado por todas partes. Algunos grupos cananeos, sólidamente atrincherados en sus plazas fuertes, continúan oponiendo una tenaz resistencia. Otros invasores –especialmente los filisteos, mucho mejor organizados y armados que Israel– luchan por adueñarse de los mismos territorios. Las tribus israelitas se encuentran aisladas unas de otras, sin un gobierno central que pueda asegurar una firme cohesión interna. Y la única base de la unidad nacional –la fe en el Señor, el Dios de Israel– corre el peligro de dejarse contaminar por los seductores cultos cananeos.

En este clima de inseguridad y anarquía, se ve surgir a los héroes llamados “Jueces”. Este título tiene un sentido más amplio que el habitual entre nosotros. Los Jueces de Israel son “caudillos”, que se constituyen en defensores de la “justicia” para hacer valer el derecho conculcado. Bajo la presión de un grave peligro, se ponen al frente de una o varias tribus y liberan a sus hermanos de la opresión a que estos han sido sometidos. Su autoridad no es estable, sino transitoria y excepcional. Una vez concluida la acción militar, vuelven a su vida ordinaria, aunque el prestigio adquirido con sus hazañas les asegura a veces una cierta preeminencia sobre las tribus liberadas.

Por su origen, su carácter y su condición social, estos caudillos y libertadores difieren considerablemente unos de otros. Pero tienen un rasgo común: todos actúan bajo el impulso del “espíritu”. El espíritu del Señor se manifiesta siempre como una fuerza divina, que irrumpe súbitamente, se posesiona de ellos y los mueve a realizar proezas que están por encima de sus capacidades naturales. De allí que a los protagonistas de estas gestas guerreras se los pueda llamar con razón líderes “carismáticos”.

Los héroes del libro de los Jueces viven en una época de costumbres rudas e incluso bárbaras. La traición de Ejud, el asesinato de Sísara, la masacre de Abimélec, el sacrificio de la hija de Jefté y las aventuras amorosas de Sansón reflejan una moral que no es la del Evangelio. Pero estos viejos relatos no están exentos de grandeza. En ellos se vislumbra la pujanza de un pueblo que lucha por sobrevivir y mantener su identidad en medio de circunstancias adversas. Y se descubre, sobre todo, la acción del Señor, que guía y defiende a Israel, a pesar de sus miserias y claudicaciones.

INTRODUCCIONES

Dos Introducciones sirven de prólogo a la historia de los Jueces propiamente dicha. La primera, de carácter histórico, describe sumariamente la instalación de las tribus israelitas en Canaán. La ocupación es lenta, las tribus actúan casi siempre separadamente y los triunfos se alternan con las derrotas. Esta presentación de los hechos completa y matiza la “epopeya” relatada en el libro de Josué, donde la penetración de todo Israel en la Tierra prometida aparece como una conquista rápida, unificada y total.

La segunda Introducción –inspirada en la enseñanza del Deuteronomio– expone una visión de conjunto sobre la época de los Jueces, desde una perspectiva religiosa. Dicha visión es presentada mediante un esquema cíclico, que se desarrolla en cuatro tiempos: Israel cae en la idolatría y el Señor lo entrega en manos de sus enemigos; la opresión lleva al arrepentimiento y el Señor responde al clamor de su Pueblo, suscitando un “salvador”. Una vez completado el ciclo, el proceso vuelve a repetirse con la misma regularidad (6. 1-6; 10. 6-16).

A pesar de su esquematismo, esta sucesión de infidelidad y castigo, de súplica y liberación, pone bien de relieve la crisis que sacudió a Israel al entrar en contacto con los pueblos cananeos. Muchos israelitas, sin renunciar por completo a la fe en el Dios de sus padres, comenzaron a rendir culto a los dioses del país. Este sincretismo religioso ponía en peligro la unidad nacional y hacía a Israel más vulnerable a los ataques de sus enemigos.

Otoniel, por James Tissot.

Capítulo 1

La ocupación progresiva de Canaán: la campaña de Judá contra los cananeos

1 Después de la muerte de Josué, los israelitas consultaron al Señor, diciendo: «¿Quién de nosotros será el primero en subir a luchar contra los cananeos?».

2 El Señor respondió: «Que suba Judá, porque yo he puesto el país en sus manos».

3 Entonces Judá dijo a su hermano Simeón: «Sube conmigo al territorio que me ha tocado en suerte. Atacaremos a los cananeos, y después yo iré contigo al territorio que te ha sido asignado». Y Simeón lo acompañó.

4 Cuando Judá subió, el Señor puso en sus manos a los cananeos y a los perizitas, y derrotaron en Bézec a diez mil hombres.

5 Allí se encontraron con Adoní Bézec, combatieron contra él y derrotaron a los cananeos y a los perizitas.

6 Adoní Bézec trató de escapar, pero ellos lo persiguieron, lo capturaron y le cortaron el dedo pulgar de las manos y de los pies.

7 Entonces Adoní Bézec exclamó: «Setenta reyes, con los pulgares de sus manos y de sus pies cortados, recogían migajas debajo de mi mesa. Y ahora Dios me retribuye de acuerdo con lo que hice». Luego lo llevaron a Jerusalén, y allí murió.

8 La tribu de Judá atacó a Jerusalén; la tomaron, pasaron a sus habitantes al filo de la espada e incendiaron la ciudad.

La conquista de Hebrón

9 Luego la tribu de Judá fue a combatir contra los cananeos que habitaban en la Montaña, el Négueb y la Sefelá.

10 Judá avanzó contra los cananeos que habitaban en Hebrón –Hebrón se llamaba antiguamente Quiriat Arabá– y derrotó a Sesai, Ajimán y Talmai.

11 Desde allí subió contra los habitantes de Debir, que antes se llamaba Quiriat Séfer.

12 Entonces Caleb dijo: «Al que derrote y conquiste a Quiriat Séfer, yo le daré como esposa a mi hija Acsá».

13 El que la conquistó fue Otniel, hijo de Quenaz y hermano menor de Caleb, y este le dio como esposa a su hija Acsá.

14 Cuando ella llegó a la casa de su esposo, este le sugirió que pidiera un campo a su padre. Ella se bajó del asno, y Caleb le preguntó: «Qué quieres?».

15 «Quiero que me hagas un regalo, le respondió; ya que me has mandado al territorio de Négueb, concédeme al menos un manantial». Y él le dio el manantial de Arriba y el manantial de Abajo.

Fracaso de Judá en el litoral marítimo

16 Los del clan de Jobab, el quenita, que había sido suegro de Moisés, subieron con la tribu de Judá desde la ciudad de las Palmeras hasta el desierto de Judá, al sur de Arad, y se establecieron entre los amalecitas.

17 Judá, por su parte, su fue con su hermano Simeón. Ellos derrotaron a los cananeos que habitaban en Sefat y consagraron la ciudad al exterminio total; por eso, la ciudad se llamó Jormá.

18 Pero Judá no pudo apoderarse de Gaza y su territorio, ni de Ascalón y su territorio, ni de Ecrón y su territorio.

19 El Señor estaba con Judá, y este pudo ocupar la Montaña, pero no logró desposeer a los habitantes de la llanura, porque estaban equipados con carros de hierro.

20 De acuerdo con lo establecido por Moisés, Hebrón fue asignada a Caleb, y él expulsó de allí a los tres hijos de Anac.

21 La tribu de Benjamín, en cambio, no pudo desposeer a los jebuseos que habitaban en Jerusalén. Por eso los Jebuseos continúan habitando en Jerusalén con la tribu de Benjamín, hasta el día de hoy.

La conquista de Betel

22 La casa de José, por su parte, subió contra Betel, y el Señor estaba con ella.

23 La casa de José envió espías a Betel –la ciudad que antiguamente se llamaba Luz–

24 y cuando los espías vieron a un hombre que salía de la ciudad, le dijeron: «Muéstranos el acceso a la ciudad, y te perdonaremos la vida».

25 El les indicó el acceso a la ciudad, y ellos pasaron a sus habitantes al filo de la espada, pero dejaron ir a aquel hombre con toda su familia.

26 El hombre se dirigió al país de los hititas, y fundó una ciudad, a la que llamó Luz. Este es el nombre que tiene hasta el día de hoy.

Conquistas y fracasos de las tribus del Norte

27 Manasés, en cambio, no pudo adueñarse de Bet Seán y de Tanac con sus respectivas ciudades dependientes. Tampoco desposeyó a los habitantes de Dor, de Ibleam y de Meguido, con sus respectivas ciudades dependientes, sino que los cananeos continuaron ocupando ese territorio.

28 Pero cuando Israel se hizo más fuerte, obligó a los cananeos a pagar tributo, aunque no llegó a desposeerlos.

29 Efraím no pudo desposeer a los cananeos que habitaban en Guézer, de manera que estos continuaron viviendo en medio de él, en Guézer.

30 Zabulón no desposeyó a los habitantes de Quitrón ni a los de Nahalol: los cananeos continuaron viviendo en medio de él, pero fueron obligados a pagar tributo.

31 Aser no pudo desposeer a los habitantes de Acó, de Sidón, de Majleb, de Aczib, de Afric y de Rejob.

32 Por eso la tribu de Aser se estableció en medio de los cananeos que ocupaban el país, ya que no pudieron desposeerlos.

33 Tampoco Neftalí pudo desposeer a los habitantes de Bet Semes, ni a los de Bet Anát, y se estableció en medio de los cananeos que habitaban en el país, Pero los habitantes de Bet Semes y de Bet Anát fueron obligados a pagar tributo.

34 Los amorreos obligaron a la tribu de Dan a replegarse hacia la región montañosa, impidiéndosele bajar hasta el llano.

35 Los amorreos pudieron permanecer en Har Jéres, en Aialón y en Salbím, pero cuando la casa de José afianzó su poder, fueron obligados a pagar tributo.

36 En cuanto a los edomitas, su frontera se extiende desde la cuesta de Acrabím, a partir de la Roca, y continúa hacia arriba.

Muerte de Josué.

Capítulo 2

Oráculo del Señor en Bojím

1 El Ángel del Señor subió de Guilgal a Bojím y dijo: «Yo los hice subir de Egipto y los introduje en la tierra que prometí a sus padres con un juramento. También dije: «Jamás quebrantaré mi alianza con ustedes.

2 Pero ustedes no harán ninguna alianza con los habitantes de este país y destruirán sus altares». A pesar de eso, no escucharon mi voz. ¿Por qué han obrado así?

3 Por eso les digo: «¿No expulsaré a esos pueblos delante de ustedes: ellos no dejarán de hostigarlos, y sus dioses serán una trampa para ustedes».

4 Y Mientras el Angel del Señor dirigía estas palabras a los israelitas, el pueblo se puso a llorar a gritos.

5 Por eso llamaron a aquel lugar Bojím –que significa «los que lloran»– y ofrecieron allí sacrificios al Señor.

La muerte de Josué y de su generación

6 Josué despidió al pueblo, y los israelitas se fueron cada uno a su herencia, para tomar posesión del país.

7 El pueblo sirvió al Señor mientras vivió Josué, y durante toda la vida de los ancianos que le sobrevivieron y que habían visto las hazañas del Señor en favor de Israel.

8 Josué, hijo de Nun, el servidor del Señor, murió a la edad de ciento diez años.

9 Lo enterraron en el territorio de su propiedad, en Timnat Séraj, en la montaña de Efraím, al norte del monte Gaás.

10 Y cuando toda aquella generación fue a reunirse con sus padres, surgió una nueva generación que no conocía al Señor ni la obra que había hecho en favor de Israel.

El castigo divino a la infidelidad de Israel

11 Los israelitas hicieron lo que es malo a los ojos del Señor y sirvieron a los Baales.

12 Abandonaron al Señor, el Dios de sus padres, que los había hecho salir de Egipto; fueron detrás de otros dioses –los dioses de los pueblos vecinos– y se postraron delante de ellos, provocando así la indignación del Señor.

13 Abandonaron al Señor para servir a Baal y a Astarté.

14 Por eso, la ira del Señor se encendió contra Israel: él los puso en manos de salteadores, que los despojaron; los entregó a los enemigos que tenían a su alrededor, y no pudieron oponerles resistencia.

15 En todas las campañas, la mano del Señor se ponía en contra de ellos para hacerles mal, como el mismo Señor lo había dicho y jurado. Así encontraron en una situación muy angustiosa.

Los Jueces, salvadores de Israel

16 Entonces el Señor suscitaba jueces, que salvaban a los israelitas del poder de los salteadores.

17 Pero los israelitas no escuchaban a sus jueces, sino que se prostituían, yendo detrás de otros dioses y postrándose delante de ellos. Se desviaban muy pronto del camino seguido por sus padres, que habían obedecido los mandamientos del Señor. Ellos, en cambio, no hacían lo mismo.

18 Cuando el Señor les suscitaba jueces, estaba con el juez y los salvaba de las manos de sus enemigos mientras vivía el juez, porque se compadecía de los gemidos que les provocaban sus opresores y perseguidores.

19 Pero cuando moría el juez, volvían a pervertirse más aún que sus antepasados: iban detrás de otros dioses para servirlos y postrarse delante de ellos, sin renunciar en nada a sus malas acciones y a su conducta obstinada.

La permanencia de las naciones paganas

20 La ira del Señor se encendió contra Israel, y él les dijo: «Ya que este pueblo ha quebrantado mi alianza, la que yo prescribí a sus padres, y no ha escuchado mi voz,

21 tampoco yo arrojaré de su presencia a ninguna de las naciones que dejó Josué cuando murió».

22 Esto lo hacía para probar a Israel por medio de ellas, y para ver si seguían el camino del Señor, como lo habían seguido sus padres.

23 Por eso el Señor, en lugar de expulsar inmediatamente a esas naciones, las dejó en paz y no las entregó en manos de Josué.

Ofrenda a Molech.

Capítulo 3

Los pueblos que subsistieron

1 El Señor dejo que sobrevivieron algunas naciones, para poner a prueba por medio de ellas a Israel, a todos aquellos que habían intervenido en las guerras de Canaán.

2 Lo hizo solamente para enseñar a combatir a los que no lo habían hecho antes, es decir, a las nuevas generaciones de israelitas.

3 Esas naciones son las siguientes: Los filisteos con sus cinco príncipes y todos los cananeos, los sidonios y los hititas que habitaban en la montaña del Líbano, desde el monte de Baal Hermón hasta la Entrada de Jamat.

4 Estas naciones sirvieron para probar a Israel, y ver si era fiel a los mandamientos que el Señor había dado a sus padres por medio de Moisés.

5 Por eso los israelitas tuvieron que vivir en medio de los cananeos, los hititas, los amorreos, los perizitas, los jivitas y los jebuseos.

6 Ellos se casaron con mujeres de estos pueblos, les dieron por esposas a sus propias hijas, y sirvieron a sus dioses.

Historia fragmentaria y anecdótica de los Jueces

Otniel, vencedor de Edóm

7 Los israelitas hicieron lo que es malo a los ojos del Señor: se olvidaron del Señor, su Dios, y sirvieron a los Baales y a las Aserás.

8 La ira del Señor se encendió contra Israel, y los entregó a Cusán Riseataim, rey de Edom, a quien estuvieron sometidos durante ocho años.

9 Los israelitas clamaron al Señor, y él hizo surgir un salvador que los libró. Este fue Otniel, hijo de Quenaz y hermano menor de Caleb.

10 El espíritu del Señor descendió sobre Otniel: él fue juez en Israel y salió a combatir. El Señor entregó en sus manos a Cusán Riseataim, rey de Edom, y su mano prevaleció sobre él.

11 Así hubo paz en el país durante cuarenta años. Después murió Otniel, hijo de Quenaz.

Ehúd, vencedor de Moab

12 Los israelitas volvieron a hacer lo que es malo a los ojos del Señor. Entonces el Señor dio poder a Eglón, rey de Moab, sobre Israel, porque ellos hacían lo que es malo a los ojos del Señor.

13 Después de aliarse con los amonitas y los amalecitas, Eglón atacó y derrotó a Israel, y se apoderó de la ciudad de las Palmeras.

14 Así los israelitas estuvieron sometidos a Eglón, rey de Moab, durante dieciocho años.

15 Los israelitas clamaron al Señor, y él hizo surgir como salvador a Ehúd, hijo de Guerá, de la tribu de Benjamín, que era zurdo. Ellos le encargaron que llevara el tributo a Eglón, rey de Moab.

16 Ehúd se hizo un puñal de doble filo, que ciñó debajo de la ropa, sobre el lado derecho.

17 Luego fue a presentar el tributo a Eglón, rey de Moab, que era un hombre muy obeso.

18 Apenas terminó de presentar el tributo, Ehúd despidió a la gente que había transportado la carga,

19 y él, al llegar a los ídolos que están junto a Guilgal, volvió a presentarse delante del rey y le dijo: «Rey, tengo que comunicarte un asunto confidencial». El rey dijo: «Retírense todos». Y todos los que estaban con él salieron de su presencia.

20 Cuando entró Ehúd, el rey se encontraba en la habitación de arriba, que era más fresca y estaba reservada para él solo. Ehúd le dijo: «Tengo que comunicarte un oráculo divino». El rey se levantó de su trono.

21 Entonces Ehúd extendió su mano izquierda, tomó el puñal que llevaba sobre el lado derecho, y lo clavó en el vientre del rey.

22 La hoja se hundió hasta le empuñadura y quedó totalmente cubierta por la grasa, porque Ehúd no extrajo el puñal del vientre.

23 Después de atrancar las puertas de la habitación alta, Ehúd salió por la ventana.

24 En seguida, llegaron los servidores y vieron que las puertas de la habitación alta estaban atrancadas. Entonces dijeron: «Seguramente está haciendo sus necesidades en la habitación ventilada».

25 Esperaron hasta cansarse y al ver que no abría la puerta, tomaron la llave, abrieron y encontraron a su señor muerto en el suelo.

26 Mientras ellos esperaban ansiosamente, Ehúd había logrado escapar: después de pasar por el lugar llamado los Idolos, se había puesto a salvo en Seirá.

27 Apenas llegó al territorio de Israel, tocó el cuerno en la montaña de Efraím y los israelitas bajaron de la montaña junto con él. Ehúd iba al frente,

28 y les dijo: «Síganme, porque el Señor les ha entregado a Moab, el enemigo de ustedes». Ellos lo siguieron, ocuparon los vados del Jordán que estaban en Moab, y no dejaron pasar a nadie.

29 En aquella ocasión derrotaron a los moabitas, que eran cerca de diez mil hombres, todos fuertes y aguerridos. No pudo escapar ni uno solo.

30 Así fue humillado Moab bajo la mano de Israel, y hubo paz en el país durante ochenta años.

Samgar, vencedor de los filisteos

31 Después de él vino Samgar, hijo de Anat, que derrotó a seiscientos filisteos con una picana de bueyes. El también salvó a Israel.

Los textos e imágenes que se muestran en esta web se acogen al derecho de cita con fines didácticos, que pretenden fomentar el conocimiento de las obras y tienen como único objetivo el análisis, comentario o juicio crítico de las mismas.