Jean-François Millet

Una oda a la dignidad del trabajo campesino

Con él nació el realismo. Un realismo en el que muestra una continua simpatía por los campesinos, por los varones y mujeres humildes que se ganan el pan con trabajo de su esfuerzo. La naturaleza era muy importante para Millet. Más que representarla, la interpretaba a su manera idealista como comprendiendo «las voces de la tierra, los árboles o los senderos».

El autor encuentra en la gente humilde y campesina la temática central de su obra. Sus obras transmiten serenidad, fraternidad, nobleza, incluso espiritualidad. Sea como sea, su obra marcaría mucho a artistas posteriores como Van Gogh que haría varias versiones de sus obras.

Podemos decir que Jean-François Millet es el pintor de la dignidad de los campesinos y la vida simple, lo cotidiano. Sus cuadros son sencillos, despojados de retórica, de sofisticación.

“Quiero pintar lo que yo siento”, dice. Y es una frase crucial, ya que en ella podemos percibir que está naciendo el artista moderno.

Porque Millet es de los que todavía pintan “reproduciendo el mundo exterior al artista”, pero ya deja despuntar la inquietud “moderna” de mostrar su propia visión del mundo, de exteriorizar sus sentimientos más profundos, al menos desde la elección del tema.

Biografía de Jean-François Millet (1814-1875)

Jean-François Millet nació en el campo. Ese detalle explica toda su obra. Fue en la aldea de Gruchy, municipio de Gréville-Hague, Normandía, el 4 de octubre de 1814, en una familia campesina. Fue el primogénito de Jean-Louis-Nicolas y Aimée-Henriette-Adélaïde Henry Millet. Dos sacerdotes de la comunidad se acercaron y le brindaron sus conocimientos: así aprendió el latín y leyó a los autores modernos.

De joven había esbozado algunas piezas de carbón por la noche después de un duro día de trabajo en los campos de su hogar natal. Estos bocetos habían despertado la admiración de un artista de tercera categoría que vivía en los alrededores. Desde entonces, Millet se dio cuenta de que la carrera de un granjero no era para él. El arte era su negocio, su misión, su propia religión. El artista amigable intercedió con un comité en París para votarle una beca. Millet salió de su casa y se fue a la capital.

"Ah, hijo mía", le había dicho el sacerdote de la aldea a Jean Francois cuando era muy joven, "tienes un corazón que te causará muchos problemas; no sabes cuánto sufrirás". Y Jean Francois cumplió la profecía.

Los críticos tomaron sus pinturas a la tarea por la ausencia de alegría en ellas. ¿Alegría? No conocía ninguno. El era un campesino. Había sido criado por una abuela simple y estoica, por un padre que murió a una edad temprana de exceso de trabajo, por una madre que murió triste porque su hijo Jean Francois, que estaba pintando en Barbizon, no podía pagar el ferrocarril. tarifa a su lado de la cama. "El aspecto alegre de la vida nunca se me aparece. No sé qué es. Nunca lo he visto. Las cosas más alegres que sé son la calma y el silencio". Las últimas palabras de su abuela, una católica severa, majestuosa y casta con el alma de un puritano, ahora volvieron a él. "Prefiero verte muerto, hijo mía, que rebelde e infiel a los mandamientos de Dios… Recuerda, eres cristiano antes de ser artista".

A los 19 dejó el campo y se fue a Cherburgo en 1833. Quería estudiar pintura y eso hizo: el retratista Paul Dumouchel fue un gran maestro para él que, como una esponja, absorbía todo. Se perfeccionó hasta volverse una verdadera promesa y dos años después comenzó a tomar clases con Lucien-Théophile Langlois, un pupilo del barón Gros, en Cherburgo, quien lo apoyó económicamente para que pudiera viajar a París a la École des Beaux-Arts y estudiar con Paul Delaroche.

Y si bien sabía de sus destrezas, el primer cuadro que presentó en el Salón de París fue rechazado. ¿Qué hacer cuando, estando en la capital cultural de Occidente y en un punto altísimo de la cumbre, tropiezas? Levantarse y seguir escalando. Siguió estudiando, conociendo, perfeccionando su técnica y en 1849 se fue al bosque de Fontainebleau a reencontrarse con el paisaje de sus orígenes: el campo. Desde entonces su pintura se volvió fabulosa.

Junto a pintores como Narcisse Díaz, Théodore Rousseau, Jean-Baptiste Camille Corot y Charles-François Daubigny formaron un grupo: la Escuela de Barbizon. El objetivo era potenciarse y generar un nuevo estilo, una nueva estética, sin perder la tradición francesa. Fueron los precursores del impresionismo, le dieron un mayor vuelo al paisajismo y una gran solidez al realismo, contraponiéndose al romanticismo de Théodore Géricault y Eugène Delacroix.

De esa época (1853) es La comida de los segadores, que lleva como subtítulo “Ruth y Booz”. ”Como excusa para presentarse al premio en el Salón de 1853 (que ganaría) cuenta la historia de Ruth, una joven que tras quedarse viuda tuvo que ganarse el pan trabajando como cosechadora en los campos de Booz, que admirado por el buen corazón de la mujer acabó casándose con ella”, escribió la historia del arte Emilia Bolaño.

Los segadores son las personas que se encargan de cortar la mies o la hierba y recogerla. Y allí están, en el cuadro, pero no trabajando, sino descansando. “Millet muestra a Booz invitando a una tímida Ruth a comer junto con el resto de segadores, pero queriendo dejar claro de qué iba su obra decidió cambiar el título ‘Ruth y Booz’ añadiendo eso de ‘La comida de los segadores’, pues consideraba a los campesinos dignos de una obra de arte con mayúsculas”, agrega Bolaño.

La comida de los segadores hoy está en el Museo de Bellas Artes de Boston, en Estados Unidos. Es una de las mejores de Millet, aunque es difícil elegir. Algunos se inclinan por El aventador, que se encuentra en el Museo del Louvre, o por El Ángelus, del Museo de Orsay, o por Las espigadoras, también en el Orsay, o incluso por Cazando pájaros de noche, atesorado en el Museo de Arte de Filadelfia. Todas son obras bellísimas.

Su legado fue enorme: inspiración para pintores como Vincent van Gogh, Claude Monet, Georges Seurat y Salvador Dalí pero también para escritores como Mark Twain y Edwin Markham. Murió en Barbizon el 20 de enero de 1875, tres semanas después de casarse con su gran amor y madre de sus nueve hijos, Catherine Lemaire. Dejó, más que una obra y una estética, una sensibilidad.

Millet: el hombre que pintó una de las más poderosas escenas de fe en la historia del Arte

Jean-François Millet (1814-1875), "el pintor de los campesinos", vertió su amor por los simples trabajadores del campo francés en obras como El sembrador, Las espigadoras y El Ángelus.

Millet nació el 4 de octubre de 1814 en la aldea normanda de Gruchy, en una familia de campesinos. Sus padres eran católicos devotos.

De joven, trabajó en los campos con su familia: segando, atando las gavillas, extendiendo el estiércol [utilizado como abono], aventando, trillando: las actividades "sencillas" que él, más tarde, consagraría en sus obras.

Recibió la confirmación en la iglesia de Gréville a los doce años. Instado por su párroco a aprender latín, descubrió a Virgilio y estas palabras [de las Bucólicas] le conmovieron profundamente: "Es la hora en la que grandes sombras descienden sobre la llanura".

Como observó su amigo y biógrafo Alfred Sensier: "Ese libro le reveló todo lo que le rodeaba, la vida en la que estaba creciendo".

La idea del arte empezó a tomar forma vagamente en su interior. Un día, volviendo de misa, escribe Sensier, Millet "se encontró con un anciano encorvado que se dirigía, cansado, hacia casa. La perspectiva y el movimiento de esa figura encorvada le sorprendieron. Esto significó para el joven campesino el descubrimiento del escorzo. Con una sola mirada comprendió los misterios de los planos anteriores, posteriores, las subidas y las caídas. Volvió a casa rápidamente y, con un trozo de carbón, dibujó de memoria las líneas que había observado".

Su padre le animó a seguir pintando, aunque eso significara un par de manos menos en el trabajo de la granja. Durante un tiempo realizó su aprendizaje en Cherburgo con un pintor llamado Mouchel que le dijo: "Pinta lo que te gusta, elige lo que te gusta aquí, sigue tu propia imaginación, ve a los museos".

Millet, más tarde, diría sobre su formación: "Has visto mi primer dibujo, hecho en casa sin maestro, sin modelo, sin una guía. No he hecho nada distinto desde entonces".

Su primera esposa murió al poco tiempo de estar casados. La segunda, Catherine, le dio nueve hijos. Durante un tiempo vivieron en París y en 1849 se instalaron en Barbizon, en el centro-norte de Francia.

Por las mañanas, Millet sembraba, cosechaba o plantaba; por las tardes, pintaba. A pesar de su trabajo constante, durante décadas luchó contra los acreedores, pidió dinero prestado a sus amigos, vendió sus pinturas a cambio de zapatos o una cama.

La respuesta de los críticos a sus escenas rurales de recolectores de madera, carboneros o mineros iba del menosprecio a la rabia. Se negó a cambiar de estilo.

Para cuando consiguió algo de respeto en el Salón de París, su salud ya había empezado a deteriorarse. Supo que dejaría este mundo con sus espigadoras veteadas de luz, con su agotada pareja de campesinos rezando en el campo y con su sembrador dedicándose al trabajo sagrado de esparcir las semillas.

Sin embargo, nada ejemplificó mejor el sentido de lo sagrado que tenía Millet que este dato: Catherine y él se habían casado por lo civil veintidós años antes cuando, el 3 de enero de 1875, se casaron por la Iglesia.

Murió apenas tres semanas después, con 62 años.

La esencia cristiana del arte realista de Millet

ARTE REALISTA

Jean-François Millet (1815-1875) -natural de Gréville, en La Mancha- poseía el mismo profundo sentido de la naturaleza de que estaba dotado Rousseau; como él, comprendía las voces de la tierra y el cielo, e interpretaba lo que nos quieren decir los árboles y lo que significan los senderos.

La llegada de Millet a Barbizon fue en 1849, y sus nuevos amigos no tardaron en advertir lo que este pintor significaba.

Millet y Rousseau fueron vecinos en Barbizon, y llegaron a intimar mucho. A menudo, Rousseau, que disponía de más recursos, tenía que acudir en auxilio del pobre Millet. Allí murieron ambos con pocos años de diferencia, y allí se les enterró, uno al lado del otro.

Millet percibía en el paisaje algo más que lo que se percibe a través de los sentidos: "Cuando regreso a casa por la noche, oigo hablar entre ellos a esos grandes diablos de árboles. No los entiendo, pero esto es culpa mía. Voilá toutl".

Pero, a pesar de esas sensaciones cósmicas que experimentaba, lo primero para Millet, en el campo, es el hombre. Nunca olvida en sus composiciones al campesino. "Es el lado humano, lo que me interesa más en el arte... Y jamás se me presenta con cariz alegre; su alegría no sé dónde está, no la he visto todavía... Lo más alegre que aquí he llegado a conocer es la calma, el silencio de los bosques y campos".

Aproximándose a Daumier por su sentido del contraste de luces y sombras y de la construcción del cuerpo humano, lograda a través de la simplificación de sus volúmenes, Millet, en sus abocetados estudios de campesinos, se diferencia del gran diseñador por su total abandono de los dejos románticos. Su pintura, tendió siempre a ser opaca y terrosa. Baudelaire, espíritu clarividente, pero agrio, le echaba en cara además los asuntos de sus cuadros: "Hace alarde de un sombrío y pesimista embrutecimiento en sus campesinos que excita nuestro furor. Parecen decirnos: somos los "desheredados" del mundo, los únicos que "producimos gracias a nuestro trabajo". Alguna verdad hay en ello; pero Millet buscaba algo que un diletante en pintura, como Baudelaire, no llegaría a comprender.

"Cuando pintéis -decía-, tanto si se trata de una casa como de un bosque, o de un campo, o del cielo, o el mar, pensad en quien lo habita o lo contempla. Una voz interior os hablará entonces de su familia, de sus ocupaciones y labores, y esta idea os llevará dentro de la órbita universal de la humanidad. Pintando un paisaje pensaréis en el hombre; pintando al hombre, pensaréis en el paisaje que le rodea".

Millet dedicó, pues, su interés a los campesinos; alguien tenía que inmortalizar, en el siglo XIX, al humilde laboureur abrumado. Una famosa obra suya (de las que ofrecen más suaves efectos cromáticos), Las Espigadoras (1857), representa a tres mujeres trabajando bajo el sol; una de ellas no puede más, es evidente que le duele la espalda. Su célebre Ángelus (1867), con sus dos sobrias figuras a contraluz, es una creación maravillosa.

Diga Baudelaire lo que quiera, esas figuras campesinas de Millet viven intensamente, y tienen sus compensaciones; no son ciegas y brutales imágenes de trabajo. En un dibujo de Millet -que fue hábil dibujante a la pluma-, dos pastoras ven pasar una bandada de ocas, y ¡cómo aspiran ambas mujeres el aire aromático y suave del otoño! Virgilio se equivocó, en Las Geórgicas, al decir a los labriegos: "¡Si conocierais vuestra felicidad...!", creyéndoles incapaces de la percepción del mundo.

Sí; el campesino de Millet goza del paisaje de otro modo que el hombre intelectual, pero mientras la ciudad no haya corrompido su espíritu, el gañán y el labrador tienen también intensa conciencia de lo bello. Por lo menos, Millet la tenía al comentar las observaciones adversas de algunos críticos:"Creen que me harán retroceder, que me convertiré al arte de los Salones. Pero no: campesino nací y moriré campesino. Quiero pintar lo que yo siento".

Aunque la mayoría de estos pintores se dedicó al paisaje como tema, Millet incluyó a los campesinos como elemento predominante dentro del paisaje, que no era natural y sin ser tocado por la mano del hombre, sino un paisaje agrícola de campos de cosecha y recolección. En algunos de sus cuadros se puede ver el contraste entre la pobreza de los jornaleros y las prebendas de los propietarios dentro del afán de presentar la dramática situación de los primeros como un reclamo moral y ético no exento de matices políticos. El estilo de la Escuela de Barbizon, con su práctica de pintar al aire libre y su libertad creativa influyó de manera decisiva en los impresionistas.

UN HOMBRE CRISTIANO

"Recuerda, Jean Francois, eres cristiano antes de ser artista". Eso es lo que su abuela le había dicho justo antes de partir a las escuelas de arte de París. "Arriba, arriba, mi pequeño Francois", fueron las primeras palabras que había recordado de ella. "Si supieras por cuánto tiempo los pájaros han estado cantando la gloria de Dios". Y las últimas palabras que había respirado permanecieron claramente grabadas en su memoria. "Pinta, pinta por la eternidad, y piensa que la trompeta que te llamará al Juicio siempre está en vísperas de sonar".

Jean Francois Millet era un hombre de religión. En él no había mensaje de protesta, ni súplica por reajuste social. "Con el sudor de tu frente ganarás tu pan". Un destino inamovible que nunca cambiará. Fue criado en la Biblia. Vio, en la lucha incesante del hombre con el suelo, un significado no social, no político, sino principalmente religioso. Era un hombre de Dios simple y solitario. Todo su objetivo era mostrar la belleza de la vida en la triste rutina del trabajo duro. Millet amaba la vida por su misma tristeza. Fue el invierno en su alma lo que lo hizo amarlo así. Su carácter se había nutrido de las Escrituras y de los vientos que azotaban la costa de su Gruchy natal.

Las Escrituras, las tormentas marinas y la poesía de Virgilio y Homero . Leyó a estos dos antiguos asiduamente. Estaban más cerca de él espiritualmente que la mayoría de sus contemporáneos. Los hombres y las mujeres que pintó en The Gleaners no eran meramente sujetos de tratados sociales o de mudo y sin escrúpulos, terribles, maltratados, miserables criaturas de arcilla común. Eran, como los soldados de Virgilio y Homero , personajes heroicos en un gran poema, el más grande de todos los poemas: la epopeya de la vida.

RECONOCIMIENTO DE SU OBRA

Pero el dolor no permaneció con Millet para siempre. Un hermano artista, Theodore Rousseau , fue uno de los primeros en reconocer el genio de este pintor de la tristeza paciente del mundo. Cuando Millet estaba pasando por sus dificultades, Rousseau había comprado una de sus pinturas por unos pocos cientos de francos, y para evitar avergonzarlo, había fingido que un estadounidense rico había sido el comprador. Otro amigo había recaudado, mediante un sorteo, una suma de dinero suficiente para pagar el alquiler y las facturas del carnicero. Alexandre Dumas escribió artículos brillantes sobre su trabajo, y finalmente un rico coleccionista acordó adelantarle mil francos al mes a cambio de toda la producción de Millet durante un período de tres años.

Un padre amable y devoto, cuando durante el día los sonidos de los niños que jugaban llegaban a los oídos de su padre mientras trabajaba en su estudio, se apresuraba hacia ellos, los besaba y les contaba anécdotas. Y mientras trabajaba, su puerta nunca estaba cerrada. Sin embargo, todos los niños, incluso los más pequeños, bajaban la voz y caminaban de puntillas cada vez que tenían la oportunidad de pasarla. "Shhh, papá está trabajando", advertían a cualquier visitante que no tuviera cuidado en mostrar el mismo respeto. Por la noche, todos se sentaban alrededor de la mesa de la cena con el pelo revuelto y caras alegres. Millet, como un patriarca en una saga antigua, cantaba canciones de su infancia en la granja de Gruchy.

El reconocimiento público total llegó a este pintor patriarca en 1867, cuando tenía cincuenta y tres años. Aclamado como uno de los mejores paisajistas por sus escenas campesinas, ganó una medalla de oro de la Academia de las Artes. Un año después recibió el regalo más dulce de la mano del Destino, y el golpe más cruel. Fue galardonado con la condecoración de la Legión de Honor y perdió a su amigo más querido, Rousseau. Afligido por la parálisis, este "más que hermano" murió en sus brazos.

Durante seis años más creó belleza, y luego también fue a su descanso sabático. Su final llegó en pleno día de invierno en 1875.

El arte de Millet es el verdadero arte de la grandeza simple. Representa una lucha solemne y épica: el conflicto del hombre con la tierra de la que ha surgido. Su impotencia ante su crueldad, su adoración ante su misterio. Todo esto tiene un humor sombrío, el espectáculo del Hombre luchando con su destino.

CAMPESINOS

"El ángelus” (1867) Jean-François Millet

El Ángelus es la obra maestra de Millet y pone de manifiesto su adhesión al Realismo. Millet muestra a dos campesinos orando y dando gracias a Dios por la cosecha obtenida con el sudor y el esfuerzo de muchos días. La pareja de campesinos interrumpe su trabajo por el sonido de las campanas anunciando el Ángelus y están orando. El hombre y la mujer agachan piadosamente las cabezas, agarrando él su sombrero y llevando ella sus manos al pecho. A sus pies contemplamos la cesta con los frutos y el apero de labor. La escena se desarrolla al atardecer, quedando las dos figuras en zonas de luz y sombra respectivamente, en un contraste lumínico de gran belleza.

Es un cuadro con un horizonte profundo. Las figuras están en el primer plano y no se comunican entre si. Los volúmenes tienen una fuerte presencia. Es una obra cargada de gran lirismo, y espiritualidad. Las pinceladas son gruesas y sueltas y los colores son tierras.

Este interés por la luz natural acerca a Millet al Impresionismo. Su pincelada es firme y segura al igual que el dibujo, emplea colores suaves para el campo y más oscuros para los personajes, reflejando las vestimentas de los campesinos a la perfección. La temática empleada por el maestro hizo que los críticos le tacharan de socialista lo cual le trajo persecuciones. Consiguió transmitir la espiritualidad de los trabajadores en su faceta más realista, alejada de tópicos.

El Ángelus es uno de los cuadros más conocidos de toda la historia. Y más allá de las interpretaciones posibles, Millet mismo cuenta que lo ha pintado pensando en su abuela.

Al parecer, en su infancia, cuando estaban trabajando en el campo y sonaban las campanas de la iglesia, la abuela hacía detener las tareas y todos debían rezar el Ángelus por los pobres muertos, piadosamente y con el sombrero en la mano.

En 1865, Millet afirmará: “El Ángelus es un cuadro que he realizado, pensando en como, trabajando antaño en el campo, a mi abuela no se le escapaba, cuando oía tocar la campana, de hacer que nos detuviéramos en nuestra labor para rezar el ángelus”. Vemos como Millet refleja su admiración por la gente sencilla del mundo rural, por su religiosidad sincera e inherente a su quehacer diario.

El artista y escritor Paul Gsell escribirá respecto a este cuadro: "En medio de los campos, un joven campesino y su esposa acaban de terminar su día de trabajo. Algunos sacos de papas se cargan en una carretilla. Las nieblas del crepúsculo están robando el campo. En el horizonte hay una aldea. El campanario de la iglesia y algunos techos de cabañas se distinguen a través de la creciente oscuridad. De repente, la música lejana del Ángelus flota en el aire tranquilo. Silenciosos e inmóviles, los dos ocupantes de la escena se pierden en la contemplación religiosa. El hombre, dejando al descubierto la cabeza, se coloca torpemente sosteniendo su sombrero en sus manos grandes y gastadas; la mujer la abraza con reverencia y los dos inclinan la cabeza. ¡Qué pobre y tosca es su apariencia! Al mirarlos, uno pensaría que ambos son compuesto por el suelo que se aferra a sus zuecos de madera. Sin embargo, en la quietud del crepúsculo, oscuramente recortada contra el desvanecimiento del esplendor de la puesta del sol, sus formas dominan la escena. El mundo de la naturaleza se está derritiendo. o las sombras cada vez más profundas de la noche y deja de abrumarlas con su inmensidad. Ya no son dos personas pobres y solitarias, sino dos almas cuya oración llena el infinito ".

"La familia del campesino" (1871-72) Jean-François Millet

"El camino al trabajo" (1853) Jean-François Millet

"Campesinos plantando patatas” (1861) Jean-François Millet

"La comida de los segadores (Rutz y Booz) ” (1853) Jean-François Millet

Millet consideraba a este lienzo como una de sus mejores obras. Pretendía ser una ilustración del Antiguo Testamento, concretamente del libro de Ruth, pero desde el punto de vista de su propia época. Representa la historia bíblica de Ruth, una viuda que conoció a Booz, un terrateniente y pariente que eventualmente se convirtió en su marido, mientras ella estaba espigando en los campos.

Fue esta una época en la que el artista empezó a desarrollar su imaginería simbólica de la vida campesina, pero poniendo acento en las condiciones sociales contemporáneas de los ciudadanos de la Francia rural.

Millet quiere potenciar con su pintura la dignidad de las vidas humildes. Para presentarse al premio en el Salón de 1853 (que ganaría) cuenta la historia de Ruth, una joven que tras quedarse viuda tuvo que ganarse el pan trabajando como cosechadora en los campos de Booz, que admirado por el buen corazón de la mujer acabó casándose con ella.

Millet muestra a Booz invitando a una tímida Ruth a comer junto con el resto de segadores, pero queriendo dejar claro de que iba su obra decidió cambiar el título «Ruth y Booz» añadiendo eso de «La comida de los segadores».

"Hombre con azada” (1860) Jean-François Millet

Por una vez, Millet había puesto un sermón en su pintura. El hombre de la azada es un siervo paciente que hace la obra de Dios en su catedral de tierra y cielo. "¿Es el trabajo que hacen estos hombres el tipo de trabajo inútil que algunas personas nos hacen creer?" él desafió. "En cualquier caso, me transmite la verdadera dignidad, la verdadera poesía de la raza humana". Sí, poesía, pero poesía trágica. La labranza de los campos, la pintura de cuadros, la escritura de himnos, estas nobles obras tienen que hacerse. Pero, ¿por qué tanta amargura al hacerlo?

"Mujer con rastrillo” (1856-57) Jean-François Millet

"Esparcir estiércol para guisantes” (1854-55) Jean-François Millet

"Campesino injertando un árbol” (1855) Jean-François Millet

En esta obra Millet representa un grupo familiar en el que concedió carácter sagrado a una imagen aparentemente trivial que nos hace pensar en la infancia de Cristo en una carpintería.

"El leñador" (1853-54) Jean-François Millet

"Aserradores de madera” (1848) Jean-François Millet

"La muerte y el leñador" (1859), Jean-François Millet

"El segador" (1853) Jean-François Millet

"Cosecha de heno” (1850) Jean-François Millet

"La cosecha de patatas” (1855) Jean-François Millet

"Las espigadoras” (1857) Jean-François Millet

Esta es una de las pinturas más conocidas de Millet, Las espigadoras (1857). Caminando por los campos alrededor de Barbizon apareció un tema recurrente en el lápiz y pincel de Millet durante siete años—el espigueo, el derecho secular de las mujeres pobres y de los niños de llevarse el grano abandonado en los campos, después de la cosecha. Encontró que era un tema eterno, unido a historias del Antiguo Testamento. En 1857, presentó la pintura Las espigadoras en el Salón, con un público poco entusiasta, incluso hostil.

Este cuadro muestra a tres mujeres recogiendo la cosecha. Al fondo se ve la carreta, un rebaño y algunas casas. Amplia perspectiva, en la que trabaja la luz muy bien, utiliza colores ocres y amarillos. Este cuadro provocó una gran polémica por parte de académicos y burgueses, porque narra la vida sencilla de las trabajadoras del campo y las ennoblece.

Una cálida luz dorada sugiere algo sagrado y eterno en esta escena cotidiana en la que se desarrolla la lucha por la supervivencia. Durante sus años de estudios preparatorios Millet sopesó cómo transmitir mejor el sentido de repetición y fatiga en las vidas diarias de los campesinos. Las líneas trazadas sobre la espalda de cada mujer llevan al suelo y luego se repiten en movimiento idéntico a su labor interminable y agotadora. A lo largo del horizonte, el ocaso perfila la granja con sus abundantes montones de grano, en contraste con las largas figuras sombrías en el primer plano. Los vestidos sencillos y oscuros de las espigadoras cortan robustas formas contra el campo dorado, lo que da a cada mujer una fuerza noble y monumental.

"El aventador” (1848) Jean-François Millet

Millet, como otros muchos pintores de su época, se trasladó a París para estudiar arte. Tuvo la oportunidad de hacerlo en el taller de Delaroche. Sin embargo, pronto desarrolló un estilo propio. Desterró lo mitológico y lo pintoresco de sus lienzos, interesándose por el trabajo y la vida campesina desde un punto de vista innovador. Este cuadro recoge la esencia pura de Millet: simplificación, intensos contrastes de tonos, la insinuación de valores y una figura vigorosa. Además, se preocupa por captar la realidad del trabajo y retratar con precisión el esfuerzo que realiza el cuerpo. Courbet quedó prendado de él y, probablemente, lo tuvo muy en cuenta cuando creó Los Picapedreros (1849).

"Campesinos trayendo a casa un ternero nacido en los campos” (1864) Jean-François Millet

EL BUEN PASTOR

"Rebaño, claro de luna” (1856) Jean-François Millet

Una particular mezcla de rasgos realistas y románticos; conforme a los primeros, cualquier tema deviene objeto de representación artística; conforme a los segundos, adquiere tono simbólico. La luz es potente pero cálida y la imagen del pastor con su ganado remite claramente al Evangelio.

"El pastor cuidando su rebaño al atardecer” (1861) Jean-François Millet

"Pastor vigilando su rebaño” (1865) Jean-François Millet

" Pastor conduciendo su rebaño por la tarde” (1859), Jean-François Millet

"Pastora con su rebaño” (1863) Jean-François Millet

La calma, la serenidad y la armonía triunfan en este cuadro. Ataviada con una capa de lana y una capucha roja, la joven pastora (quizás la propia hija del pintor) está de pie frente a su rebaño. Ella está tejiendo, mirando su trabajo. En un paisaje monótono que se extiende, ininterrumpido, hasta el horizonte, está sola con sus animales. La bandada forma un parche de luz ondulante, reflejando los rayos del sol poniente. La escena es una admirable mezcla de precisión y melancolía. Millet observó los detalles más pequeños, como las pequeñas flores en primer plano. Hace uso de la perfecta armonía de azules, rojos y dorados.

Desde 1862, Millet había estado pensando en una imagen de una pastora cuidando sus ovejas. No se lo contó a nadie, pero Alfred Sensier cuenta que el tema "se había apoderado de él".

Una vez finalizada, la obra fue presentada en el Salón de 1864 donde fue muy bien recibida. "Una pintura exquisita" para algunos, "una obra maestra" para otros, esta escena tan apacible cautivó a todos aquellos que preferían imágenes de escenas idílicas del campo a las de la miseria campesina. Bergère avec son troupeau recibió incluso una medalla, y el Estado, que hasta entonces había mostrado poco interés, se mostró deseoso de adquirirla. Sin embargo, la obra ya había sido prometida al coleccionista Paul Tesse. Como una serie de otras pinturas de Millet, esta finalmente ingresó a las colecciones nacionales en 1909, gracias a un legado de Alfred Chauchard, el director de Grands Magasins du Louvre.

"Una pastora y su rebaño” (1861) Jean-François Millet

EL SEMBRADOR

"El sembrador" (1850) Jean-François Millet

"El sembrador" (1853) Jean-François Millet

"El sembrador" (1865) Jean-François Millet

"El sembrador" (1847-48) Jean-François Millet

MUJER Y MATERNIDAD

Su observación de la vida campesina no se limita al tema del trabajo. Millet multiplica las escenas de interior y explora temas femeninos y maternos, a los que confiere un tono de intimidad, de «verdad» y ternura muy personal.

El trabajo de la tierra, escenas de la vida doméstica o paisajes, Millet recompone sus pinturas de memoria en su taller de Barbizon. Impone una nueva poética, lejos de todo pintoresquismo. Reconsidera el espectáculo de la vida rural a través de referencias académicas heredadas de la historia del arte.

"El niño enfermo" Jean-François Millet

"Mujer cargando leña y un balde" (1858-60) Jean-François Millet

Esta es la tercera versión distinta de Millet de un tema que lo absorbió profundamente durante la segunda mitad de la década de 1850, un ama de casa de campo que regresa de un pozo local, cargando un balde (o baldes) de agua para preparar su cena familiar. Mujer cargando leña y un balde, terminada hacia 1860, es la única de esas escenas en la que la aldeana de Barbizon también lleva un fardo de leña para calentar esa sopa.

Millet rara vez proporcionaba explicaciones sobre sus pinturas o trataba de controlar su interpretación, pero un año o dos después de terminar Mujer con leña y un balde, hizo todo lo posible para asegurarse de que un escritor de la ciudad entendiera sus intenciones en una versión posterior del mismo año. :

'Traté de hacer imposible que nadie la tomara por una simple aguadora o simplemente por una sirvienta; [Quería que vieran] que ella acaba de venir de sacar agua para su propia casa, agua para hacer sopa para su esposo y sus hijos; que lleva sólo el peso, ni más ni menos, de baldes llenos; que más allá de la leve mueca en su rostro por el esfuerzo de la carga y más allá de sus ojos entrecerrados por la luz del sol, uno podría leer en su rostro una sensación de bienestar. Como siempre, evité, con horror, todo lo que pudiera parecer sentimental. Yo quería, en cambio, que ella hiciera una tarea como cualquier otra tarea del hogar, con sencillez y buena voluntad, no como una carga, un acto cotidiano que era la costumbre de su vida.

Millet estaba trabajando en su composición de mujeres que regresan del pozo durante los mismos años que creó The Gleaners (Musée D'Orsay, París) y The Man with a Hoe (Getty Museum, Los Ángeles); y así como estaba decidido a que esos grandes cuadros del Salón desafiaran los mitos sociales sobre el bienestar económico en el campo, también se comprometió a utilizar sus cuadros para que los coleccionistas privados corrigieran silenciosamente los pequeños malentendidos urbanos sobre la vida cotidiana en la Francia rural. Detrás de mijo' s muchas imágenes de mujeres cargando agua yacían siglos de canciones e imágenes populares que mostraban los pozos de las aldeas como lugares de reunión para chismes ociosos o (aún más condescendientemente) como sitios de encuentro para mujeres jóvenes ingenuas que escapan brevemente de madres vigilantes, una sugerencia popularizada por Greuze en el libro anterior. siglo y explotado con gran provecho por Bouguereau en los años posteriores a las pinturas de Millet. Como sugiere la descripción de Millet de su pintura, era bastante consciente de los placeres simples de la vida del pueblo que acompañaban sus formas más simples.


Entre los muchos cuadros de Barbizon de Millet de 1850, Mujer cargando leña y un balde se destaca por la particular belleza de su combinación de colores verde suave y marrón dorado, y por su acabado cuidadoso. El turquesa tenue de la marmota de la mujer (un pañuelo bien envuelto en la cabeza), que se repite en su escote y en el agua que salpica en su balde y hace eco en los tintes más grises del pozo cubierto de musgo y la pila de leña, es una nota de color inusual para Millet. Está perfectamente equilibrado por los pequeños toques de marrón anaranjado en la falda de su aldeano, el borde cobrizo de su cubo en la cuerda apenas visible en la ventana distante del pozo.

"Mujer cargando agua" (1856-60), Jean-François Millet

"Alimentando a los jóvenes" (1850) Jean-François Millet

La pintura, inicialmente llamada Mujer que alimenta a sus hijos, se convirtió en La Becquée: «Me gustaría que fuera como una nidada de pájaros, a la que su madre da de comer», le escribía a su marchante Alfred Sensier.

"Una vez fui a un hospital para hacerme algunas pruebas y tuve que esperar en una fila durante una hora más o menos. No había traído un libro para ocuparme y, como sucede en estos casos, me entretuve mirando alrededor y examinando sigilosamente a las personas que esperaban su llamada. Después de unos minutos llegó una pareja con bebés mellizos, tal vez de un año, la madre era la paciente, no los niños. Detrás de ellos caminaba una abuela inquieta, recordándole constantemente a la mujer más joven que era hora de "alimentar a los jóvenes". Finalmente, la madre cedió el papel de cuidadora y comenzó la fiesta: la anciana sacó un frasco de puré de frutas comercial y comenzó a forzar cucharas gigantes en la boca de los bebés, animando si al menos la mitad de la mezcla terminaba dentro. Los bebés parecían infelices... estaban tan regordetes como están, ¡y sus mejillas eran casi del tamaño de su cabeza! Después de menos de dos cucharadas estaban apartando los labios, espiando. Sin embargo, los niños del cuadro que tenemos delante no parecen sufrir de sobrealimentación."

"Lechera" (1853) Jean-François Millet

"Campesina pastoreando una vaca” (1859) Jean-François Millet

"Mujer horneando pan” (1854) Jean-François Millet

"La lavandera" (1853) Jean-François Millet

COSTURERAS

A diferencia de sus cuadros con agricultores y ganaderos, aquí se trata de escenas de interiores, por lo que Millet no tiene que recurrir a sus clásicos ambientes neblinosos y con bruma. Aquí en la habitación genera esa atmósfera de introspección que a su vez transmiten estas mujeres con sus posturas y actitud hacia su labor.

Ellas están concentradas en su faena, necesitan esa concentración para dar con acierto cada puntada en el tejido que están cosiendo. No deja de ser un esfuerzo continuo, ya que tienen que permanecer en esa pose, con la cabeza agachada y ensimismadas en su tarea. Son mujeres que a su manera están en una actitud robusta, maciza, casi monumental.

"Costurera” (1859) Jean-François Millet

"Mujer cosiendo a la luz de una lámpara” (1870-1872) Jean-François Millet

En la obra de Millet, se aprecia un sinnúmero de mujeres en el trabajo, guardando y esquilando ovejas, tejiendo, hilando, recogiendo leña, alimentando a sus hijos… Sentada a la sombra de un bosque y en una atmósfera de serenidad, su Tricoteuse, envuelta en una capa de lana está absorbida en su modesta tarea.

"Mujeres cosiendo a la luz de la lámpara” (1853-54) Jean-François Millet

"La joven costurera, Jean-François Millet

"Pastora sentada en una roca” (1856) Jean-François Millet

"Lección de tejido” (1854) Jean-François Millet

"Lección de tejido” (1860) Jean-François Millet

"La tejedora o la pastora sentada" (1858-60) Jean-François Millet

"Pastora cosiendo", Jean-François Millet

"Noche” (1867) Jean-François Millet

INFLUENCIA DE MILLET EN VAN GOGH

Van Gogh admiraba a Millet. Tal es así que interpretó (él lo llamaba "traducir") con su propia pincelada y sus colores inconfundibles 21 obras del pintor francés.

Millet era un pintor realista que despertaba en realidad la admiración de muchos pintores de vanguardia y especialmente años después de su muerte, cuando Alfred Sensier publicó su biografía, la que agigantó aún más su figura, convirtiéndolo en un verdadero mito en su época. «Muchas noches me despierto y siento la necesidad irrefrenable de ponerme a leer algunas páginas del libro», confesaba Van Gogh en aquellas cartas que dirigía constantemente a su hermano Theo. Este trabajaba con un marchand y gracias a ello le conseguía a su hermano Vincent constantemente copias de grabados y óleos de Millet y se las enviaba para que pudiera copiar a su ídolo.

Los ahora famosos cuadros impresionistas de Van Gogh: Un sembrador, La siesta, Los primeros pasos, El leñador y tantos otros, con motivos iguales incluso en los detalles mínimos a los pintados por Jean-François Millet.

"Descanso al mediodía"

Jean-François Millet, 1866

"Descanso al mediodía"

Vincent Van Gogh, 1890

"Descanso al mediodía” (1850) Jean-François Millet

Descanso al mediodía por Vincent Van Gogh, 1890

Tomando la obra de Millet, al que Van Gogh idolatraba, el artista holandés se permitió hacer una versión con su propio estilo y el resultado es espectacular, llegando a ser hoy más conocida que la original.

Vincent pintó esta obra mientras descansaba de sus nervios en el asilo de Saint-Rémy después de haberse cortado su famosa oreja.

Era invierno, y como no había mucho que pintar, Van Gogh optó por copiar cuadros que admiraba. Su primera opción sería su amado Millet, que como él, veía más belleza en una pareja de campesinos que en Venus o Apolo.

La obra de Van Gogh está invertida con respecto a la de Millet. Esto se debe a que la copió de una reproducción en blanco y negro, una xilografía. Y como no tenía colores, el loco de pelo rojo tuvo que inventárselos, creando esta maravilla tonal de colores entre el azul y el inevitable amarillo.

"El sembrador"

Jean-François Millet, 1850

"El sembrador"

Vincent Van Gogh, 1889

"El sembrador” (1850) Jean-François Millet

Le Semeur (El sembrador), 1850 (Londres, National Gallery). La primera versión del Semeur hecha por Millet en 1846-47 era una pintura de pequeño tamaño, pero la versión de 1850 es como un estallido de fuerza, la figura brota literalmente en un relieve virtual. La fuerza de su puño resalta visualmente el gesto crucial, que el espesor de la materia pictórica hace salir de la superficie del lienzo hasta nuestro espacio.

Una de las pinturas que más conmovió a Van Gogh fue precisamente esta. El holandés provenía, al igual que Millet, del mundo rural. La temática conectaba con él y también el estilo del francés. Le fascinaba el halo evangélico que impregnaba a sus imágenes y, aún más, ese cromatismo terroso que, como le escribió a su hermano Theo, parecía surgir de la propia tierra. Van Gogh reprodujo hasta en ocho ocasiones El sembrador de Millet. Abandonó, pues creyó que sería imposible alcanzar a su maestro.

"Primeros pasos"

Vincent Van Gogh, 1890

"Primeros pasos” (1850) Jean-François Millet

"Primeros pasos" por Vincent Van Gogh, 1890

La cuñada de Van Gogh, Johanna Bonger, espera un hijo para el mes de enero de 1890. Vincent se siente feliz ante la noticia - especialmente al conocer que le van a poner su nombre si es un niño como así ocurrirá - aunque ligeramente receloso ante la posible pérdida de atención que pueda mostrar su hermano ante el nacimiento de un hijo. Quizá como homenaje elabore esta bella composición, inspirada en una estampa de Millet pero adaptada al lenguaje artístico de Vincent, tomando como punto de partida el Impresionismo. Así el escenario se llena de una potente luz solar que proyecta sombras malvas, resaltando las tonalidades amarillas y verdosas incluyendo toques de blanco en la escena. La pincelada es rápida y empastada, destacando los trazos caracoleantes que observamos en la parra o en algunos matojos, mientras las líneas de contorno están marcadas con un trazo oscuro que recuerda a Gauguin. Las "traducciones" de las estampas de Millet se pueden considerar auténticos originales donde Van Gogh expresa los profundos sentimientos que desarrolla en su interior.

"Dos labradores"

Jean-François Millet, 1854

"Dos campesinos cavando"

Vincent Van Gogh, 1889

PINTURA RELIGIOSA

"Susana y los viejos" (1846-49) Jean-François Millet

"Agar e Isamel” (1848-49) Jean-François Millet

Agar e Ismael, detalle, 1848-1849 (La Haya, The Mesdag Collection). Según el relato bíblico, Abraham expulsó a su criada Agar y su hijo Ismael, después de que su esposa Sara diera a luz. Millet representa a las dos figuras muriendo de sed en el desierto. Para el pintor se trata sin duda de un tema clásico: dos desnudos en un paisaje inerte despojado de árboles y plantas, un desierto cuya esterilidad se expresa, no por una perspectiva y un fondo de paisaje clásico con algunos detalles, sino por un lienzo vacío sin precedentes y una gama de colores intensamente físicos. La hostilidad de la tierra yerma rara vez se ha expresado de forma tan trágica en la historia del arte europeo.

"La tentación de San Antonio" (1846-47) Jean-François Millet

PAISAJES

Al final de su carrera, Millet se dedicó más a la pintura de paisajes, tanto al pastel, del que fue uno de los grandes maestros del siglo XIX, como al óleo. De esa época, es el cuadro La Primavera, un formidable paisaje fantástico con una visión transfigurada de la naturaleza. Los paisajes que pintaba de memoria tienen el verdadero color del recuerdo, como el cuadro La iglesia de Greville o el sorprendente Dénicheurs de nids (Cazadores de nidos) de 1874 que evoca un episodio de la infancia.

"La primavera” (1868-73) Jean-François Millet

Este cuadro pertenece al último ciclo de su carrera. A partir de 1863, bajo la influencia de Théodore Rousseau, cultivó el género del paisaje, realizando diversas pinturas sobre las estaciones del año en las que rompía con lo anterior. Deja poco espacio para el hombre, reducido, en esta tela, a una pequeña silueta que sitúa debajo del árbol del centro. Es la expresión de un encuentro, llena de lirismo, entre el ser humano y la naturaleza. Una obra en la que cada elemento posee un valor simbólico para manifestar la renovación primaveral. Asimismo, se fija en la naturaleza, captura el instante, atiende a las variaciones de la luz y elige colores frescos. Se acercaba así a Monet o Renoir que, por aquel entonces, ya acudían al bosque de Fontainebleau, cerca de Barbizon, donde se había mudado en 1849 y donde permaneció hasta su muerte.

Millet pintó el momento en que el sol perfora las nubes después de la tormenta y cuando los colores de la nueva estación interceptan los tonos terrosos del invierno. Con toques vibrantes, pinta los nuevos brotes que aparecen en las ramas de los árboles.

"Paisaje de otoño con una bandada de pavos” (1873) Jean-François Millet

En una carta del 18 de febrero de 1873 a su mecenas Frédéric Hartmann, Millet escribió que casi había terminado esta pintura y esperaba entregársela a su marchante Durand-Ruel dentro de una semana: "Es un montículo, con un solo árbol casi sin hojas, y que he tratado de colocar bastante atrás en la imagen. Las figuras son una mujer vista de espaldas y algunos pavos. También he tratado de señalar el pueblo en el fondo en un plano más bajo". El escenario está cerca de Barbizon, donde Millet vivió la mayor parte de su carrera; la torre distintiva de la aldea vecina de Chailly-en-Bière es visible en la distancia.

Los textos e imágenes que se muestran en esta web se acogen al derecho de cita con fines didácticos, que pretenden fomentar el conocimiento de las obras y tienen como único objetivo el análisis, comentario o juicio crítico de las mismas.