Libro de Josué

La conquista de Canaán

Josué 1-12

El libro de JOSUÉ describe la conquista de la Tierra prometida como el resultado de la acción conjunta de todo Israel. Las campañas se suceden una tras otra, en medio de los mayores prodigios. Josué –el único jefe de todas las tribus– anima al pueblo y lo conduce a la victoria. El paso de los israelitas provoca el terror de sus enemigos, y los cananeos son consagrados al exterminio total (caps. 1-12).

Una vez conquistado el territorio, Josué procede a distribuirlo entre los israelitas. Los caps. 14-19 señalan los límites asignados a cada tribu. A modo de complemento, el cap. 20 enumera las ciudades de refugio, y el cap. 21 da una lista de las ciudades levíticas.

El final del Libro relata el regreso de las tribus de la Transjordania, presenta el testamento espiritual de Josué, y conserva una vieja tradición sobre la asamblea de Siquém y sobre la alianza sagrada concluida entre las tribus (caps. 22-24).

El libro de Josué

El libro de JOSUÉ describe la conquista de la Tierra prometida como el resultado de la acción conjunta de todo Israel. Las campañas se suceden una tras otra, en medio de los mayores prodigios. Josué –el único jefe de todas las tribus– anima al pueblo y lo conduce a la victoria. El paso de los israelitas provoca el terror de sus enemigos, y los cananeos son consagrados al exterminio total (caps. 1-12).

Una vez conquistado el territorio, Josué procede a distribuirlo entre los israelitas. Los caps. 14-19 señalan los límites asignados a cada tribu. A modo de complemento, el cap. 20 enumera las ciudades de refugio, y el cap. 21 da una lista de las ciudades levíticas.

El final del Libro relata el regreso de las tribus de la Transjordania, presenta el testamento espiritual de Josué, y conserva una vieja tradición sobre la asamblea de Siquém y sobre la alianza sagrada concluida entre las tribus (caps. 22-24).

Una primera lectura de este Libro deja la impresión de que los israelitas, bajo la conducción de Josué, conquistaron el territorio cananeo de una manera rápida y total. Sin embargo, un análisis más cuidadoso del texto muestra que la conquista quedó incompleta (13. 1-6), que algunos grupos actuaron por cuenta propia (14. 6-13) y que hubo algunos retrocesos (19. 47). Además, la alianza con los gabaonitas (9. 3-27) indica que no todos los cananeos fueron exterminados. Estas reservas se acentúan si se tienen en cuenta otros textos bíblicos, en particular el comienzo del libro de los Jueces. De la comparación resulta que la “conquista” fue un proceso lento y difícil, en el que cada tribu luchó por su propio territorio y fue a menudo derrotada. Sólo en tiempos de David los israelitas se apoderaron definitivamente del país de Canaán.

Parece evidente, entonces, que el libro de Josué presenta un cuadro idealizado y simplificado de una realidad histórica mucho más compleja. Este hecho es explicable porque la historia quiere convertirse en soporte de una enseñanza. Su intención es mostrar a Dios actuando en la historia, para entregar a su Pueblo la Tierra que había prometido a los Patriarcas. Al mismo tiempo, los relatos expresan la interpretación que Israel daba de su propia existencia: su entrada en Canaán no había sido una obra de los hombres, sino de Dios (23. 9-10).

Josué detiene el Sol. 

Carlo Maratta (1625-1713)

Capítulo 1

La ocupación de la Tierra Prometida

Los preparativos para la conquista

1 Después de la muerte de Moisés, el servidor del Señor, el Señor dijo a Josué, hijo de Nun y ayudante de Moisés:

2 «Mi servidor Moisés ha muerto. Ahora levántate y cruza el Jordán con todo este pueblo, para ir hacia la tierra que yo daré a los israelitas.

3 Yo les entrego todos los lugares donde ustedes pondrán la planta de sus pies, como se lo prometí a Moisés.

4 El territorio de ustedes se extenderá desde el desierto y desde el Líbano hasta el Gran Río, el río Eufrates, y hasta el Gran Mar, al occidente.

5 Mientras vivas, nadie resistirá delante de ti; yo estaré contigo como estuve con Moisés: no te dejaré ni te abandonaré.

6 Sé valiente y firme: tú vas a poner a este pueblo en posesión del país que yo les daré, porque así lo juré a sus padres.

7 Basta que seas fuerte y valiente, para obrar en todo según la Ley que te dio Moisés, mi servidor. No te apartes de ella ni a la derecha ni a la izquierda, y así tendrás éxito en todas tus empresas.

8 Que el libro de esta Ley nunca se aparte de ti: medítalo día y noche, para obrar fielmente en todo conforme a lo que está escrito en él. Así harás prosperar tus empresas y tendrás éxito.

9 ¿Acaso no soy yo el que te ordeno que seas fuerte y valiente? No temas ni te acobardes, porque el Señor, tu Dios, estará contigo dondequiera que vayas».

Colaboración de las tribus de la Transjordania

10 Entonces Josué dio a los escribas del pueblo la siguiente orden:

11 «Recorran el campamento y manden al pueblo que haga provisión de víveres, porque dentro de tres días pasarán el Jordán para ir a ocupar la tierra que el Señor, su Dios, les da en posesión».

12 Luego dijo a los rubenitas, a los gaditas y a la mitad de la tribu de Manasés:

13 «Recuerden la orden que les dio Moisés, el servidor del Señor, cuando dijo: «El Señor, su Dios, les concede el descanso y les da este territorio.

14 Sus mujeres, sus niños y sus rebaños se quedarán en el territorio que les dio Moisés, al otro lado del Jordán. Pero ustedes, todos los guerreros, cruzarán equipados con sus armas al frente de sus hermanos, para prestarles ayuda,

15 hasta que el Señor les conceda el descanso lo mismo que a ustedes, y también ellos tomen posesión de la tierra que les da el Señor, su Dios. Entonces volverán al territorio que les pertenece, aquel que les dio Moisés, el servidor del Señor, al otro lado del Jordán, hacia el oriente».

16 Ellos respondieron a Josué: «Haremos todo lo que nos ordenes e iremos adonde nos mandes.

17 Así como obedecimos en todo a Moisés, también te obedeceremos a ti. Basta que el Señor esté contigo como estuvo con él.

18 Cualquiera que se rebele contra tus órdenes y no te obedezca en todo lo que nos mandes, será castigado con la muerte. Tú, por tu parte, sé fuerte y valiente».

Capítulo 2

Los espías de Josué en Jericó

1 Josué, hijo de Nun, envió clandestinamente desde Sitím a dos espías, con la siguiente consigna: «Vayan a observar el terreno». Ellos partieron y, al llegar a Jericó, entraron en casa de una prostituta llamada Rajab, donde se alojaron.

2 Cuando se notificó al rey de Jericó que unos hombres israelitas habían llegado durante la noche para observar el terreno,

3 mandó decir a Rajab: «Saca afuera a esos hombres que vinieron a verte, los que entraron en tu casa, porque han venido únicamente para observar todo el país».

4 Pero la mujer tomó a los dos hombres, los escondió y declaró: «Es verdad que esos hombres vinieron aquí, pero yo no sabía de dónde eran.

5 Se fueron al caer la noche, cuando estaban por cerrarse las puertas de la ciudad, y no sé adónde habrán ido. Salgan en seguida detrás de ellos, porque todavía pueden alcanzarlos».

6 En realidad, los había hecho subir a la terraza, ocultándolos entre unos haces de lino extendidos allí.

7 Entonces unos hombres salieron a perseguirlos en dirección al Jordán, hacia los vados; e inmediatamente después que los perseguidores salieron detrás de ellos, se cerraron las puertas de la ciudad.

El pacto entre Rajab y los espías

8 Cuando Rajab subió a la terraza, donde estaban los espías, estos aún no se habían acostado.

9 Ella les dijo: «Yo sé que el Señor les ha entregado este país, porque el terror que ustedes inspiran se ha apoderado de nosotros, y todos los habitantes han quedado espantados a la vista de ustedes.

10 Nosotros hemos oído cómo el Señor secó las aguas del Mar Rojo cuando ustedes salían de Egipto, y cómo ustedes trataron a Sijón y a Og, los dos reyes amorreos que estaban al otro lado del Jordán y que ustedes condenaron al exterminio.

11 Al enterarnos de eso, nuestro corazón desfalleció, y ya no hay nadie que tenga ánimo para oponerles resistencia, porque el Señor, su Dios, es Dios allá arriba, en el cielo, y aquí abajo, en la tierra.

12 Por eso, júrenme ahora mismo por el Señor, que así como yo los traté con bondad, ustedes tratarán de la misma manera a mi familia. Dénme una señal segura

13 que dejarán con vida a mi padre, a mi madre, a mis hermanos y a mis hermanas, y a todo cuanto les pertenece, y que nos librarán de la muerte».

14 Los hombres le respondieron: «Nosotros responderemos por ustedes con nuestra vida, con tal que no nos delates. Cuando el Señor nos entregue este país, te trataremos con bondad y lealtad».

15 Entonces la mujer los descolgó por la ventana con una cuerda, porque su casa daba contra el muro de la ciudad, y ella vivía junto a él.

16 Y les hizo esta recomendación: «Vayan hacia la montaña para que sus perseguidores no puedan alcanzarlos. Manténganse ocultos allí durante tres días, hasta que ellos estén de regreso, y después podrán seguir viaje.»

17 Los hombres le respondieron:

18 «Cuando nosotros entremos en el país, tú atarás este cordón escarlata a la ventana por la que nos hiciste bajar, y reunirás contigo, dentro de la casa, a tu padre, a tu madre, a tus hermanos y a toda tu familia.

19 Si alguno sale fuera de las puertas de tu casa, su sangre caerá sobre su cabeza y nosotros seremos inocentes. Pero la sangre de todos los que estén contigo dentro de la casa, caerá sobre nuestras cabezas, si alguien pone su mano sobre alguno de ellos.

20 En cambio, si nos delatas, quedaremos libres del juramento que nos has exigido».

21 «Que se cumpla lo que acaban de decir», replicó ella, y los dejó partir. Apenas se fueron, la mujer ató a la ventana el cordón escarlata.

El regreso de los espías

22 Los hombres se fueron a la montaña y se quedaron allí tres días, hasta que regresaron los perseguidores, que los habían buscado por todas partes sin encontrarlos.

23 Entonces los dos hombres volvieron a bajar de la montaña, cruzaron el río, y cuando estuvieron de nuevo con Josué, hijo de Nun, lo informaron de todo lo que les había ocurrido.

24 «No hay duda, le dijeron, que el Señor nos ha entregado el país, porque todos sus habitantes están espantados delante de nosotros».

Capítulo 3

Las instrucciones de Josué a los israelitas

1 A la madrugada del día siguiente, Josué y todos los israelitas partieron de Sitím. Cuando llegaron al Jordán, se dispusieron a pasar la noche allí antes de cruzar.

2 Al cabo de tres días, los escribas recorrieron el campamento

3 dando esta orden al pueblo: «Cuando vean el Arca de la Alianza del Señor, su Dios, y a los sacerdotes levitas que la transportan, muévanse del lugar donde están y síganla.

4 Pero dejen entre ustedes y el Arca una distancia de mil metros aproximadamente, y no se acerquen a ella. Así sabrán por dónde tienen que ir, porque ustedes nunca pasaron por este camino».

5 Josué dijo al pueblo: «Purifíquense, porque mañana el Señor va a obrar maravillas en medio de ustedes».

6 Después dijo a los sacerdotes: «Levanten el Arca de la Alianza y pónganse al frente del pueblo». Ellos la levantaron y avanzaron al frente del pueblo.

7 Entonces el Señor dijo a Josué: «Hoy empezaré a engrandecerme a los ojos de todo Israel, para que sepan que yo estoy contigo como estuve con Moisés.

8 Ahora ordena a los sacerdotes que llevan el Arca de la Alianza: «Cuando lleguen al borde del Jordán, deténganse junto al río».

9 Josué dijo a los israelitas: «Acérquense y escuchen las palabras del Señor, su Dios».

10 Y añadió: «En esto conocerán que el Dios viviente está entre ustedes, y que él expulsará delante de ustedes a los cananeos, los hititas, los jivitas, los perizitas, los guirgazitas, los amorreos y los jebuseos:

11 el Arca de la Alianza del Señor de toda la tierra va a cruzar el Jordán delante de ustedes.

12 Ahora elijan a doce hombres entre las tribus de Israel, uno por cada tribu.

13 Y apenas los sacerdotes que llevan el Arca del Señor de toda la tierra apoyen sus pies sobre las aguas del Jordán, estas se abrirán, y las aguas que vienen de arriba se detendrán como contenidas por un dique».

El paso del Jordán

14 Cuando el pueblo levantó sus carpas para cruzar el Jordán, los sacerdotes que llevaban el Arca de la Alianza iban al frente de él.

15 Apenas llegaron al Jordán y sus pies tocaron el borde de las aguas –el Jordán se desborda por sus dos orillas durante todo el tiempo de la cosecha–

16 las aguas detuvieron su curso: las que venían de arriba se amontonaron a una gran distancia, cerca de Adam, la ciudad que está junto a Sartán; y las que bajaban hacia el mar de la Arabá –el mar de la Sal – quedaron completamente cortadas. Así el pueblo cruzó a la altura de Jericó.

17 Los sacerdotes que llevaban el Arca de la Alianza del Señor permanecían inmóviles en medio del Jordán, sobre el suelo seco, mientras todo Israel iba pasando por el cauce seco, hasta que todo el pueblo terminó de cruzar el Jordán.

Capítulo 4

Las doce piedras conmemorativas

1 Cuando todo el pueblo terminó de pasar el Jordán, el Señor dijo a Josué:

2 «Elijan a doce hombres del pueblo, uno por cada tribu,

3 y ordénenles lo siguiente: «Retiren de aquí doce piedras, tómenlas de en medio del Jordán, del mismo lugar donde estaban apoyados los pies de los sacerdotes; llévenlas con ustedes y deposítenlas en el lugar donde hoy van a pasar la noche».

4 Entonces Josué llamó a los doce hombres que había hecho designar entre los israelitas, un hombre por cada tribu,

5 y les dijo: «Vayan hasta el medio del Jordán, ante el Arca del Señor, su Dios, y cargue cada uno sobre sus espaldas una piedra, conforme al número de las tribus de Israel,

6 para que esto quede como un signo en medio de ustedes. Porque el día de mañana sus hijos les preguntarán: «¿Qué significan para ustedes estas piedras?».

7 Y ustedes les responderán: «Las aguas del Jordán se abrieron ante el Arca de la Alianza del Señor, cuando ella atravesó el Jordán, se abrieron las aguas del río. Y estas piedras son un memorial eterno para los israelitas».

8 Los israelitas cumplieron la orden de Josué: retiraron doce piedras de en medio del Jordán, según el número de las tribus de Israel, como el Señor se lo había ordenado a Josué; las trasladaron hasta el lugar donde iban a pasar la noche, y las depositaron allí.

9 Después Josué hizo erigir doce piedras en medio del Jordán, en el lugar donde se habían apoyado los pies de los sacerdotes que llevaban el Arca de la Alianza, y allí quedaron hasta el día de hoy.

Fin del paso del Jordán

10 Los sacerdotes que llevaban el Arca permanecieron de pie en medio del Jordán, hasta que se cumplió todo lo que Josué comunicó al pueblo por orden del Señor, conforme a las instrucciones que Moisés había dado a Josué. El pueblo se apresuró a pasar,

11 y cuando terminó de hacerlo, también pasó el Arca del Señor, con los sacerdotes al frente del pueblo.

12 Delante de los israelitas cruzaron los rubenitas, los gaditas y la mitad de la tribu de Manasés, equipados con sus armas, como lo había dispuesto Moisés.

13 Eran cerca de cuarenta mil guerreros adiestrados, que avanzaban delante del Señor, preparados para combatir en la llanura de Jericó.

14 Aquel día, el señor engrandeció a Josué a los ojos de todo Israel, y desde entonces lo respetaron como habían respetado a Moisés durante toda su vida.

15 Luego el Señor dijo a Josué:

16 «Ordena a los sacerdotes que llevan el Arca del Testimonio que salgan del Jordán».

17 Entonces Josué ordenó a los sacerdotes que llevaban el Arca: «Salgan del Jordán».

18 Y cuando estos salieron, apenas sus pies tocaron el suelo firme, las aguas del Jordán volvieron a su cauce y prosiguieron su curso como antes, por encima de sus bordes.

La llegada a Guilgal

19 El pueblo salió del Jordán el día diez del primer mes, y estableció su campamento en Guilgal, en el extremo oriental de Jericó.

20 Josué hizo erigir en Guilgal las doce piedras que habían sacado del Jordán,

21 y dijo a los israelitas: «Cuando los hijos de ustedes, el día de mañana, pregunten a sus padres qué significan estas piedras,

22 ustedes les darán la siguiente explicación: «Israel pasó por el cauce seco del Jordán,

23 porque el Señor, su Dios, secó las aguas del Jordán delante de ustedes, hasta que pasaron, como había secado las aguas del Mar Rojo delante de nosotros, hasta que terminamos de pasar.

24 Lo hizo así, para que todos los pueblos de la tierra reconozcan qué poderosa es la mano del Señor, y ustedes teman siempre al Señor, su Dios».

Capítulo 5

El pánico de las poblaciones al oeste del Jordán

1 Cuando todos los reyes de los amorreos que ocupaban la región situada al oeste del Jordán y todos los reyes de los cananeos que estaban junto al mar, oyeron que el Señor había secado las aguas del Jordán delante de los israelitas, hasta que ellos pasaron, su corazón desfalleció y nadie tuvo ánimo para oponerles resistencia.

La circuncisión de los israelitas en Guilgal

2 En aquel tiempo, el Señor dijo a Josué: «Fabrícate unos cuchillos de piedra y vuelve a circuncidar a los israelitas».

3 Josué hizo entonces unos cuchillos de piedra y circuncidó a los israelitas en la Colina de los Prepucios.

4 Los circuncidó por el siguiente motivo: toda la población que había salido de Egipto, los varones aptos para la guerra, habían muerto en el desierto durante la travesía, después de la salida de Egipto.

5 Ahora bien, los que habían salido estaban circuncidados; pero los nacidos después de la salida de Egipto, durante la travesía del desierto, no lo estaban.

6 Porque los israelitas anduvieron por el desierto durante cuarenta años, o sea, el tiempo suficiente para que desapareciera la nación entera, con los hombres aptos para la guerra que habían salido de Egipto. Como ellos no escucharon la voz del Señor, el Señor juró que no les dejaría ver la tierra que había prometido darnos, de acuerdo con el juramento que hizo a nuestros padres, esa tierra que mana leche y miel.

7 Pero en lugar de ellos suscitó a sus hijos; y fue a estos a los que circuncidó Josué, ya que estaban incircuncisos porque no los habían circuncidado durante la travesía.

8 Cuando todo el pueblo fue circuncidado, se quedaron descansando en el campamento hasta que se curaron.

9 Entonces el Señor dijo a Josué: «Hoy he quitado de encima de ustedes el oprobio de Egipto». Y aquel lugar se llamó Guilgal hasta el día de hoy.

La celebración de la Pascua

10 Los israelitas acamparon en Guilgal, y el catorce del mes, por la tarde, celebraron la Pascua en la llanura de Jericó.

11 Al día siguiente de la Pascua, comieron de los productos del país –pan sin levadura y granos tostados– ese mismo día.

12 El maná dejó de caer al día siguiente, cuando comieron los productos del país. Ya no hubo más maná para los israelitas, y aquel año comieron los frutos de la tierra de Canaán.

La aparición del jefe del ejército del Señor

13 Mientras Josué estaba cerca de Jericó, alzó los ojos y vio a un hombre que estaba de pie frente a él, con la espada desenvainada en su mano. Josué avanzó hacia él y le preguntó: «¿Eres de los nuestros o de nuestros enemigos?».

14 El respondió: «No, yo soy el jefe del ejército del Señor y ahora he venido». Josué cayó con el rostro en tierra, se postró y exclamó: «Señor, ¿qué tienes que decir a tu servidor?».

15 El jefe del ejército del Señor le respondió: «Quítate las sandalias de tus pies, porque el lugar donde estás parado es santo». Y Josué así lo hizo.

Capítulo 6

El sitio y la caída de Jericó

1 Jericó estaba herméticamente cerrada por temor a los israelitas: nadie salía ni entraba.

2 Entonces el Señor dijo a Josué: «Yo he puesto en tus manos a Jericó y a su rey.

3 Por eso ustedes, todos los hombres de la guerra, darán una sola vuelta alrededor de la ciudad, formando un círculo en torno a ella. Así lo harán durante seis días.

4 Además, siete sacerdotes irán delante del Arca llevando siete trompetas de cuerno. El séptimo día, en cambio, ustedes darán siete vueltas alrededor de la ciudad, y los sacerdotes harán sonar las trompetas.

5 A la señal dada con el cuerno, cuando ustedes oigan el sonido de las trompetas, todo el pueblo prorrumpirá en fuertes gritos de guerra. Entonces los muros de la ciudad caerán sobre sí mismos, y el pueblo se lanzará al asalto, cada uno hacia lo que tenga adelante».

6 Josué, hijo de Nun, convocó a los sacerdotes y les dijo: «Levanten el Arca de la Alianza, y que siete sacerdotes lleven siete trompetas de cuerno delante del Arca del Señor».

7 Después dijo al pueblo: «Vayan adelante y den la vuelta alrededor de la ciudad; que los guerreros avancen delante del Arca del Señor».

8 En seguida se hizo lo que Josué había dicho al pueblo: los siete sacerdotes que llevaban las siete trompetas de cuerno delante del Señor, avanzaron tocando las trompetas, mientras el Arca de la Alianza del Señor iba detrás de ellos.

9 Los guerreros, por su parte, marchaban delante de los sacerdotes que tocaban las trompetas, mientras que la retaguardia iba detrás del Arca. Y en ningún momento se dejó de tocar las trompetas.

10 Pero Josué dio esta orden al pueblo: «No lancen ningún grito de guerra ni dejen oír sus voces; que no salga de la boca de ustedes ninguna palabra, hasta que yo les diga: «¡Griten!». Sólo entonces gritarán».

11 Así hizo que el Arca del Señor diera una vuelta alrededor de la ciudad, formando un círculo en torno a ella. Luego volvieron otra vez al campamento, y allí pasaron la noche.

12 A la mañana siguiente, Josué se levantó de madrugada y los sacerdotes tomaron el Arca del Señor.

13 Los siete sacerdotes que llevaban las siete trompetas de cuerno delante del Arca del Señor, avanzaban sin dejar de tocar las trompetas; los guerreros marchaban delante de ellos, y la retaguardia iba detrás del Arca del Señor. En ningún momento se dejó de tocar las trompetas.

14 Así dieron la vuelta alrededor de la ciudad el segundo día, y después regresaron al campamento. Esto mismo se hizo durante seis días.

15 El séptimo día se levantaron al despuntar el alba y dieron siete vueltas alrededor de la ciudad, de la manera acostumbrada: sólo ese día dieron siete vueltas alrededor de la ciudad.

16 Al dar la séptima vuelta, los sacerdotes tocaron con más fuerza las trompetas, y Josué dijo al pueblo: «Lancen el grito de guerra, porque el Señor les entrega la ciudad.

17 Ustedes consagrarán al Señor la ciudad con todo lo que hay en ella, exterminándola por completo. Quedarán con vida solamente Rajab, la prostituta, y todos los que estén con ella en su casa, porque ella ocultó a los emisarios que nosotros habíamos enviado.

18 En cuanto a ustedes, tengan mucho cuidado con lo que está consagrado al exterminio, no sea que, llevados por la codicia, se adueñen de alguna cosa prohibida. Porque entonces pondrían en entredicho al campamento de Israel y le atraerían una desgracia.

19 Todo el oro, la plata y los objetos de bronce y de hierro serán consagrados al Señor y pasarán a formar parte de su tesoro».

20 Entonces el pueblo lanzó un fuerte grito y se tocaron las trompetas, el pueblo prorrumpió en un griterío ensordecedor, y el muro se desplomó sobre sí mismo. En seguida el pueblo acometió contra la ciudad, cada uno contra lo que tenía adelante, y la tomaron.

21 Luego consagraron al exterminio todo lo que había en ella, pasando al filo de la espada a hombres y mujeres, niños y ancianos, vacas, ovejas y asnos.

La familia de Rajab

22 Josué dijo a los dos hombres que habían explorado el país: «Entren en la casa de la prostituta y hagan salir a esa mujer con todo lo que le pertenece, como se lo han jurado».

23 Aquellos jóvenes espías fueron e hicieron salir a Rajab, a su padre, a su madre, a sus hermanos y todo lo que le pertenecía. También hicieron salir a sus otros parientes, y los instalaron fuera del campamento de Israel.

24 Después incendiaron la ciudad y todo lo que había en ella, salvando únicamente la plata, el oro y los objetos de bronce y de hierro, que fueron depositados en el tesoro de la Casa del Señor.

25 Josué dejó con vida a Rajab, la prostituta, a su familia y a todo lo que le pertenecía, y ella habitó en medio de Israel hasta el día de hoy, por haber ocultado a los emisarios que Josué había enviado para explorar Jericó.

La maldición sobre Jericó

26 En aquel tiempo Josué hizo pronunciar el siguiente juramento delante del Señor: «¡Maldito el hombre que intente reconstruir esta ciudad de Jericó! ¡Pondrá los cimientos sobre su primogénito, y colocará las puertas sobre su hijo menor!»

27 El Señor acompaño a Josué, y su fama se extendió por toda la tierra.

Capítulo 7

El pecado de Acán

1 Pero los israelitas cometieron una infidelidad con las cosas que debían ser consagradas al exterminio. En efecto, Acán –hijo de Carmí, hijo de Zabdí, hijo de Zéraj, de la tribu de Judá– se reservó algunas de esas cosas, y la ira del Señor se encendió contra los israelitas.

La derrota de los israelitas en Ai

2 Desde Jericó, Josué envió unos hombres a Ai, que está cerca de Bet Aven, al este de Betel, con esta consigna: «Suban a explorar la región». Los hombres subieron hasta Ai, la exploraron,

3 y cuando estuvieron de regreso, dijeron a Josué: «no es necesario que se movilice toda la gente. Dos o tres mil hombres bastan para derrotar a Ai. No fatigues a todos haciéndolos ir hasta allá, porque ellos son unos pocos».

4 Entonces subieron contra Ai unos tres mil hombres del pueblo, pero tuvieron que huir ante los hombres de Ai,

5 que mataron a unos treinta y seis israelitas, los persiguieron desde la puerta de la ciudad hasta Sebarím y los derrotaron en la bajada. Ante esto, el pueblo quedó deprimido y sintió desfallecer.

La queja de Josué

6 Josué desgarró sus vestiduras y se postró hasta la tarde delante del Arca del Señor, con el rostro en tierra. Los ancianos de Israel hicieron lo mismo, y todos esparcieron polvo sobre sus cabezas.

7 Mientras tanto, Josué decía: «¡Señor! ¿Para qué hiciste pasar el Jordán a este pueblo? ¿Sólo para ponernos en manos de los amorreos y hacernos desaparecer? ¡Ojalá nos hubiéramos decidido a quedarnos al otro lado del Jordán!

8 ¡Señor! ¿Qué más puedo decir, ahora que Israel ha tenido que volver las espaldas a sus enemigos?

9 Apenas se enteren los cananeos y todos los habitantes del país, estrecharán un círculo contra nosotros y borrarán nuestro nombre de la tierra. Y entonces, ¿Qué harás tú por tu Nombre glorioso?».

La respuesta del Señor

10 El Señor respondió a Josué: «¡Levántate! ¿Por qué estás ahí postrado sobre tu rostro?

11 Israel ha pecado: ellos han transgredido mi alianza, la que yo les impuse. Se han quedado con algo que debía ser consagrado al exterminio: se han atrevido a robarlo, a esconderlo y a reservarlo para su uso personal.

12 Por eso los israelitas no podrán hacer frente a sus enemigos, sino que tendrán que volver las espaldas ante sus adversarios, por haberse convertido ellos mismos en algo que debe ser consagrado al exterminio. Yo no estaré más con ustedes si no eliminan lo que debió ser consagrado al exterminio.

13 Ahora levántate y purifica al pueblo. Tú dirás: «Purifíquense para mañana, porque así habla el Señor, el Dios de Israel: En medio de ti, Israel, hay algo que debió ser consagrado al exterminio, y tú no podrás hacer frente a tus enemigos hasta que lo hayas extirpado».

14 Mañana por la mañana ustedes comparecerán por tribus; la tribu que el Señor señale por medio de la suerte comparecerá por clanes; el clan que el Señor señale comparecerá por familias; y la familia que el Señor señale, comparecerá hombre por hombre.

15 El que sea sorprendido en posesión de los objetos condenados al exterminio, será quemado con todos sus bienes porque ha quebrantado la alianza del Señor y ha cometido una infamia en Israel».

El descubrimiento y el castigo del culpable

16 A la mañana siguiente, bien temprano, Josué hizo que Israel se fuera acercando tribu por tribu, y la suerte cayó sobre Judá.

17 Luego mandó que se acercaran los clanes de Judá, y la suerte cayó sobre el clan de Zéraj. En seguida ordenó que se acercaran las familias del clan de Zéraj, y la suerte cayó sobre Zabdí, hombre por hombre, la suerte cayó sobre

18 Y Cuando hizo acercar a la familia de Zabdí, hombre por hombre, la suerte cayó sobre Acán, hijo de Carmí, hijo de Zabdí, hijo de Zéraj, de la tribu de Judá.

19 Josué dijo a Acán: «Hijo mío, da gloria al Señor, el Dios de Israel, y tribútale homenaje. Dime lo que has hecho, sin ocultarme nada».

20 Acán respondió a Josué: «Es verdad, he pecado contra el Señor, el Dios de Israel. Esto es lo que hice:

21 Yo vi entre el botín un hermoso manto de Senaar, doscientos siclos de plata y un lingote de oro que pesa cincuenta siclos; me gustaron y los guardé. Ahora están escondidos en la tierra, en medio de mi carpa, y la plata está debajo.

22 Josué envío a dos emisarios, que fueron corriendo a la carpa, y encontraron el manto que estaba escondido en ella, y la plata debajo de él.

23 En seguida retiraron las cosas de la carpa, se las presentaron a Josué y a todos los israelitas, y las extendieron delante del Señor.

24 Entonces Josué tomó a Acán, hijo de Zéraj, con la plata, el manto y el lingote de oro, a sus hijos y sus hijas, sus vacas, sus ovejas y sus asnos, su carpa y todo lo que poseía, y los condujo hasta el valle de Acor, acompañado de todo Israel.

25 Allí le dijo Josué: «¿Por qué nos has traído la desgracia? Que el Señor te haga desgraciado en este día». Y todo Israel lo mató a pedradas; también apedrearon a los suyos y los quemaron.

26 Encima de él pusieron un gran montón de piedras, que ha quedado hasta el presente. Así el Señor aplacó su indignación. Por eso aquel lugar se llama valle de Acor, hasta el día de hoy.

Capítulo 8

La campaña contra Ai

1 El Señor dijo a Josué: «¡No temas ni te acobardes! Reúne a todos los combatientes y prepárate para subir contra Ai. Yo te entrego al rey de Ai, a su pueblo, su ciudad y su territorio.

2 Trátalos como trataste a Jericó y a su rey. Sin embargo, ustedes podrán retener como botín los despojos y el ganado. Además, tiende una emboscada detrás de la ciudad.

3 Josué se preparó con todos los combatientes, para subir contra Ai. Eligió treinta mil guerreros valerosos y los hizo salir de noche,

4 dándoles esta orden: «¡Presten atención! Ustedes estarán emboscados detrás de la ciudad. No se alejen demasiado de ella y manténgase alerta.

5 Yo y toda la gente que irá conmigo nos acercaremos a la ciudad y cuando ellos salgan contra nosotros, como lo hicieron la primera vez, nosotros huiremos.

6 Ellos nos seguirán, porque pensarán que huimos como la vez anterior, y así los apartaremos de la ciudad: Nosotros huiremos delante de ellos.

7 Entonces ustedes saldrán del lugar donde estaban emboscados y ocuparán la ciudad. El Señor, nuestro Dios, la pondrá en sus manos.

8 Y apenas la tomen, la incendiarán. Ustedes actuarán conforme a la palabra del Señor, y tengan en cuenta que les he dado una orden».

9 Josué los envió, y ellos fueron a apostarse en el lugar de la emboscada, entre Betel y Ai, al oeste de Ai. Josué, por su parte, pasó aquella noche en medio de la tropa.

10 A la madrugada del día siguiente, revistó a la tropa y subió contra Ai, al frente del pueblo, junto con los ancianos de Israel.

11 Todos los combatientes que subieron con él avanzaron hasta llegar frente a la ciudad, y acamparon al norte de Ai. Solamente el valle separaba a Josué de Ai.

12 El escogió unos cinco mil hombres para tender una emboscada entre Betel y Ai, al oeste de Ai.

13 Así el pueblo estableció todo su campamento al norte de la ciudad, mientras la retaguardia permanecía al oeste. Aquella noche Josué se dirigió al medio del valle.

La batalla de Ai

14 El ver esto, el rey de Ai se apresuró a salir con toda su gente para combatir contra Israel en la bajada, frente a la Arabá, sin saber que le habían tendido una emboscada detrás de la ciudad.

15 Josué y todo Israel fingieron caer derrotados delante de ellos y huyeron por el camino del desierto.

16 Entonces se convocó a toda la gente que estaba en la ciudad para que saliera a perseguirlos, y todos persiguieron a Josué, alejándose de la ciudad.

17 No hubo un solo hombre en Ai o en Betel que no saliera en persecución de Israel. Y cuando lo hicieron, dejaron abiertas las puertas de la ciudad.

18 Entonces el Señor dijo a Josué: «Apunta hacia Ai con la jabalina que tienes en la mano, porque yo te entrego la ciudad». Josué apuntó contra la ciudad con la jabalina que tenía en la mano;

19 y tan pronto como extendió su brazo, los hombres que estaban emboscados salieron rápidamente de su escondite, entraron a la carrera en la ciudad, la tomaron y la incendiaron sin perder un instante.

La victoria de los israelitas

20 Cuando los hombres de Ai volvieron la vista hacia atrás y vieron la humareda que subía de la ciudad hacia el cielo, ya no pudieron escapar ni por un lado ni por el otro, porque la gente que huía hacia el desierto se volvió contra sus perseguidores.

21 En efecto, al ver que los hombres emboscados habían tomado la ciudad y que el humo subía de ella, Josué y todo Israel volvieron atrás y acometieron contra los hombres de Ai.

22 Los que habían tendido la emboscada también salieron de la ciudad para atacarlos, de manera que la gente de Ai quedó atrapada en medio de los israelitas, que avanzaban unos por un lado y otros por el otro. Así los derrotaron sin dejar ningún sobreviviente o fugitivo.

23 Al rey de Ai, en cambio, lo capturaron vivo y lo condujeron ante Josué.

24 Cuando Israel terminó de matar a los habitantes de Ai en campo abierto, en el desierto donde los habían perseguido, y cuando cayó hasta el último de ellos bajo los golpes de las espadas, todo Israel se volvió contra Ai y la pasó al filo de la espada.

25 Los que murieron aquel día, entre hombres y mujeres, fueron doce mil, o sea, todos los habitantes de Ai.

26 Y Josué no retiró la mano con que sostenía la jabalina hasta que consagró al exterminio a todos los habitantes de Ai.

27 Israel retuvo como botín solamente el ganado y los despojos de la ciudad, según la orden que el Señor había dado a Josué.

28 Este, por su parte, puso fuego sobre Ai y la redujo para siempre a un montón de ruinas, a una devastación, que permanece hasta el día de hoy.

29 Al rey de Ai lo hizo colgar de un árbol hasta la tarde. Al ponerse el sol, Josué mandó que descolgaran el cadáver. Lo arrojaron carca de la puerta de la ciudad y levantaron sobre él un gran montón de piedras, que está todavía hoy.

El sacrificio y la lectura de la Ley sobre el monte Ebal

30 Entonces Josué erigió un altar al Señor, el Dios de Israel, en el monte Ebal,

31 como Moisés, el servidor del Señor, lo había ordenado a los israelitas y como está escrito en el libro de la Ley de Moisés. Era un altar de piedras intactas, que ho habían sido tocadas por el hierro. Sobre él ofrecieron holocaustos al Señor e inmolaron sacrificios de comunión.

32 Josué escribió allí mismo, sobre las piedras, una copia de la Ley que Moisés había escrito en presencia de los israelitas.

33 Todo Israel, sus ancianos, sus escribas y sus jueces –tanto los forasteros como los nativos– estaban de pie a ambos lados del Arca, frente a los sacerdotes que llevaban el Arca de la Alianza del Señor, una mitad hacia el monte Garizim y la otra mitad hacia el monte Ebal, según la orden que había dado Moisés, el servidor del Señor, de bendecir primero al pueblo de Israel.

34 Después de eso, Josué leyó cada una de las palabras de la Ley –la bendición y la maldición– exactamente como está escrito en el libro de la Ley.

35 Josué no dejó de leer ni una sola de las palabras que había ordenado Moisés, y lo hizo en presencia de toda la asamblea de Israel, incluidas las mujeres, los niños y los extranjeros que estaban con ellos.

Capítulo 9

La coalición contra Israel

1 Al enterarse de esto, todos los reyes que estaban de este lado del Jordán, en la Montaña, en la Sefelá, en toda la costa del gran Mar, hasta la región del Líbano –hititas, amorreos, cananeos, perizitas, jivitas y jebuseos–

2 se aliaron para combatir de común acuerdo contra Josué y contra Israel.

La astucia de los gabaonitas

3 También los habitantes de Gabaón se enteraron de lo que había hecho Josué con Jericó y con Ai,

4 y entonces decidieron recurrir a la astucia. Reunieron provisiones para el viaje, tomaron alforjas viejas para sus asnos y unos odres viejos, rotos y vueltos a coser;

5 se calzaron sandalias viejas y remendadas, y se vistieron con ropa gastada. Todo el pan que llevaban como alimento estaba reseco y reducido a migajas.

6 Así fueron hasta el campamento de Josué, en Guilgal, y le dijeron, a él y a los hombres de Israel: «Venimos de un país lejano; por eso, hagan una alianza con nosotros».

7 Pero los hombres de Israel respondieron a aquellos jivitas: «Tal vez ustedes habitan por aquí, entre nosotros. ¿Cómo vamos a hacer una alianza con ustedes?».

8 Ellos dijeron a Josué: «Nosotros somos tus servidores». «¿Quiénes son ustedes?, les preguntó Josué, ¿de dónde vienen?

9 Ellos le respondieron: «Nosotros, tus servidores, venimos de un país muy lejano, atraídos por el renombre del Señor, tu Dios. Porque hemos oído hablar de él, de todo lo que hizo en Egipto,

10 y de la manera que trató a los dos reyes amorreos que estaban al otro lado del Jordán: a Sijón, el rey de Jesbón, y a Og, el rey de Basán que residía en Astarot.

11 Por eso nuestros ancianos y todos los habitantes de nuestro país nos dijeron: «Provéanse de víveres para el camino, vayan a su encuentro y díganles: somos sus servidores, hagan por lo tanto una alianza con nosotros».

12 Este es nuestro pan: todavía estaba caliente cuando nos proveímos de él en nuestras casas, el día en que salimos al encuentro de ustedes; ahora está reseco y convertido en migajas.

13 Estos son los odres de vino: eran nuevos cuando los llenamos, y ahora están aquí, todos rotos. Y estas son nuestra ropa y nuestras sandalias, gastadas por un viaje excesivamente largo».

14 Entonces los israelitas comieron de sus provisiones sin consultar la decisión del Señor.

15 Josué hizo las paces con ellos y también el pacto de conservarles la vida; los jefes de la comunidad, por su parte, les hicieron un juramento.

16 Pero tres días después de haber concluido este pacto, los israelitas se enteraron de que aquellos hombres eran de un pueblo vecino y que vivían en las inmediaciones.

17 Entonces levantaron sus carpas, y en tres días llegaron a las ciudades que ellos habitaban. Estas eran Gabaón, Quefirá, Beerot y Quiriat Iearím.

18 Los israelitas no los mataron, porque los jefes de la comunidad les habían hecho un juramento por el Señor, el Dios de Israel. Pero toda la comunidad murmuró contra sus jefes.

Las condiciones impuestas a los gabaonitas

19 Los jefes declararon a la comunidad en pleno: «Nosotros les hemos prestado un juramento por el Señor, el Dios de Israel, y ahora no podemos tocarlos.

20 Haremos con ellos lo siguiente: los dejaremos vivir para no atraer sobre nosotros la ira del Señor, a causa del juramento que les hemos hecho».

21 Luego los jefes les dijeron: «¡Qué vivan! Pero estarán al servicio de la comunidad como leñadores y aguateros». Y la comunidad obró de acuerdo con lo que habían dicho los jefes.

22 Josué hizo comparecer a los gabaonitas y les dijo: «¿Por qué ustedes nos han engañado asegurando que vivían muy lejos de nosotros, cuando en realidad viven aquí, en las inmediaciones?

23 Ahora pesa sobre ustedes una maldición, y por eso nunca faltarán entre ustedes esclavos, que sirvan como leñadores y aguateros en la Casa de mi Dios».

24 Ellos respondieron a Josué: «Nosotros estábamos perfectamente informados de que el Señor, tu Dios, había dado a su servidor Moisés la orden de entregarles todo el país, y de exterminar a todos los habitantes que encontraran a su paso. Ante la presencia de ustedes, temimos mucho por nuestras vidas, y por eso hemos hecho esto.

25 Ahora nos tienes en tus manos; trátanos como te parezca más conveniente y justo».

26 Pero Josué los trató según lo convenido y los libró de los Israelitas, que no los mataron.

27 Desde aquel día, Josué los destinó a cortar leña y a sacar agua para la comunidad y para el altar del Señor, en el lugar que el Señor eligiera. Esto es lo que hacen todavía hoy.

Capítulo 10

La coalición de los cinco reyes amorreos

1 Adonisedec, rey de Jerusalén, se enteró de que Josué se había apoderado de Ai y la había consagrado al exterminio, tratando a Ai y a su rey como antes había tratado a Jericó y a su rey. También se enteró de que los gabonitas habían hecho las paces con Israel y se les habían sometido.

2 Esto le produjo un gran temor, porque Gabaón era tan importante como una ciudad real y más grande aún que Ai. Además, todos sus habitantes eran aguerridos.

3 Entonces Adonisedec, rey de Jerusalén, hizo llegar a Hohán, rey de Hebrón, a Pirán, rey de Iarmut, a Iafia, rey de Laquís, y a Debir, rey de Eglón, el siguiente mensaje:

4 «Vengan conmigo y derrotaremos a Gabaón, porque ellos han hecho las paces con Josué y con los israelitas».

5 Una vez reunidos, los cinco reyes amorreos –los reyes de Jerusalén, de Hebrón, de Iarmut, de Laquís y de Eglón– marcharon con sus tropas, acamparon frente a Gabaón, y se dispusieron a atacarla.

La victoria de Gabaón

6 Entonces los gabaonitas mandaron decir a Josué, que estaba en el campamento de Guilgal: «No dejes solos a tus servidores. Ven a salvarnos lo antes posible. Ayúdanos, porque todos los reyes amorreos que habitan en la montaña se han reunido contra nosotros».

7 Josué subió desde Guilgal con todos los combatientes y con todos los guerreros valerosos,

8 y el Señor le dijo: «No les temas, porque yo los he puesto en tus manos; ninguno de ellos te podrá resistir».

9 Después de marchar toda la noche desde Guilgal, Josué cayó sobre ellos sorpresivamente.

10 Y el Señor hizo que huyeran despavoridos delante de Israel, de manera que este les infligió una gran derrota en Gabaón. Luego los persiguieron en dirección a la subida de Bet Jorón, y continuaron exterminándolos hasta Azecá y Maquedá.

El auxilio divino

11 Mientras huían delante de Israel –precisamente cuando estaban en la bajada de Bet Jorón– el Señor arrojó sobre ellos desde el cielo, hasta la altura de Azecá, unas piedras tan grandes que les provocaban la muerte. Fueron más los que murieron a causa del granizo que los que mató Israel al filo de la espada.

12 Aquella vez, cuando el Señor puso a los amorreos en manos de los israelitas, Josué se dirigió al Señor y exclamó, en presencia de Israel: «Detente, sol, en Gabaón, y tú, luna, en el valle de Aialón».

13 Y el sol se detuvo, y la luna permaneció inmóvil, hasta que el pueblo se vengó de sus enemigos. ¿No está eso escrito en el libro del Justo? El sol se mantuvo inmóvil en medio del cielo y dejó de correr hacia el poniente casi un día entero.

14 Jamás hubo otro día, ni antes ni después, en que el Señor obedeciera a la voz de un hombre. Realmente, el Señor combatía en favor de Israel.

15 Luego Josué regresó al campamento de Guilgal, acompañado de todo Israel.

El fin de los cinco reyes amorreos

16 Aquellos cinco reyes, por su parte, habían logrado escapar, refugiándose en una caverna, cerca de Maquedá.

17 Cuando se notificó a Josué que habían encontrado a los cinco reyes escondidos en esa caverna,

18 les ordenó: «Hagan rodar unas piedras bien grandes hasta la entrada de la caverna, y dejen allí apostados a unos cuantos hombres para que los vigilen.

19 Pero ustedes no se detengan: persigan a sus enemigos y córtenles la retirada, para impedirles que entren en sus ciudades. Porque el Señor se los ha entregado».

20 Y cuando Josué y los israelitas los derrotaron por completo, hasta aniquilarlos –sólo algunos fugitivos habían escapado de ellos y se habían refugiado en las ciudades fortificadas–

21 todo el ejército regresó sano y salvo al campamento de Josué, en Maquedá. Nadie había podido causar el menor daño a los israelitas.

22 Entonces Josué dijo: «Despejen la abertura de la caverna, hagan salir a esos cinco reyes, y tráiganlos aquí».

23 Así lo hicieron: sacaron de la caverna a los cinco reyes –los reyes de Jerusalén, de Hebrón, de Iarmut, de Laquís y de Eglón–

24 y una vez que los tuvieron afuera, se los llevaron a Josué. Este convocó a todos los hombres de Israel y dijo a los oficiales que lo habían acompañado: «Acérquense y pongan sus pies sobre la nuca de estos reyes». Ellos se acercaron y les pusieron el pie sobre la nuca.

25 Luego continuó diciéndoles: «No tengan miedo ni se acobarden; sean fuertes y valientes, porque el Señor hará lo mismo con todos los enemigos, contra los que ustedes tengan que luchar».

26 Después de esto, Josué los mandó matar y los hizo colgar de cinco árboles. Allí quedaron suspendidos hasta la tarde,

27 y a la puesta del sol, Josué mandó que los descolgaran de los árboles. Luego los arrojaron en la cueva donde habían estado escondidos, y a la entrada de la misma pusieron grandes piedras, que todavía están allí.

La conquista del sur de Canaán: Maquedá

28 Aquel mismo día, Josué se apoderó de Maquedá y pasó al filo de la espada a la ciudad y a su rey, consagrándolos al exterminio junto con todos los seres vivientes que había en ella. No dejó a nadie con vida, y trató al rey de Maquedá como había tratado al rey de Jericó.

Libná

29 Luego Josué, con todo Israel pasó de Maquedá a Libná y la atacó.

30 El Señor puso a la ciudad y al rey en manos de Israel, que la pasó al fino de la espada con todos los seres vivientes que había en ella. No dejó a nadie con vida, y trató a su rey como había tratado al rey de Jericó.

Laquís

31 Después Josué, con todo Israel, pasó de Libná a Laquís, la asedió y la atacó.

32 El Señor puso también a Laquís en manos de Israel, que la conquistó al segundo día, y la pasó al filo de la espada con todos los seres vivientes que había en ella, exactamente como había hecho con Libná.

33 Mientras tanto, Horam, rey de Guézer, subió en ayuda de Laquís; pero Josué lo derrotó, a él y a su ejército, hasta no dejar ningún sobreviviente.

Eglón

34 Luego Josué, con todo Israel, subió de Eglón a Hebrón. La sitiaron, la atacaron,

35 y ese mismo día la tomaron y la pasaron al filo de la espada. Aquel día Josué consagró al exterminio a todos los seres vivientes que había en la ciudad, exactamente como había hecho con Laquís.

Hebrón

36 Después Josué, con todo Israel, subió de Eglón a Hebrón. La atacaron,

37 la tomaron, y pasaron al filo de la espada a la ciudad, a su rey, y a todos los seres vivientes que había en ella. Josué no dejó a nadie con vida, sino que hizo con ella lo mismo que había hecho con Eglón: consagró al exterminio a la ciudad y a todos los seres vivientes que había en ella.

Debir

38 Luego Josué, con todo Israel, volvió atrás hasta Debir, la atacó,

39 y se apoderó de la ciudad, de su rey y de todas sus otras ciudades. Los israelitas los pasaron al filo de la espada, y consagraron al exterminio a todos los seres vivientes que había en la ciudad, sin dejar a nadie con vida. Josué trató a Debir como había tratado a Hebrón y a su rey, y como había tratado a Libná y a su rey.

Recapitulación de las conquistas realizadas en el Sur

40 Así Josué conquistó toda la región: la Montaña, con todos sus reyes. No dejó a nadie con vida, sino que consagró al exterminio a todos los seres vivientes, como el Señor, Dios de Israel, le había ordenado.

41 Josué conquistó desde Cades Barné hasta Gaza, y toda la región de Gosen hasta Gabaón.

42 En una sola campaña se apoderó de todos estos reyes y de sus territorios, porque el Señor, el Dios de Israel, combatía a favor de los israelitas.

43 Finalmente, Josué regresó al campamento de Guilgal, acompañado de todo Israel.

Capítulo 11

La coalición de los cinco reyes del norte

1 Cuando Iabín, rey de Jasor, se enteró de lo que había sucedido, envió mensajeros al rey Iobab de Madón, al rey Simrón y al de Acsaf;

2 a los reyes que estaban al norte, en la zona montañosa, y en la Arabá, al sur de Genesaret, en la región baja y sobre las alturas del Dor, hacia el oeste.

3 Los cananeos se encontraban al este y al oeste; los amorreos, los jivitas, los perizitas y los jebuseos, en la Montaña; y los hititas al pie del Hermón, en el territorio de Mispá.

4 Los cinco reyes salieron con todas sus tropas –que formaban una multitud tan numerosa como la arena que está a la orilla del mar– y con una enorme cantidad de carros de guerra y caballos.

5 Y una vez reunidos en el lugar fijado, fueron a acampar todos juntos cerca de las aguas de Meróm, para combatir contra Israel.

6 Pero el Señor dijo a Josué: «No les tengas miedo, porque mañana, a esta misma hora, yo haré que estén todos muertos delante de Israel. Tú mutilarás sus caballos y quemarás sus carros de guerra».

La victoria de Meróm

7 Entonces Josué, con todos sus combatientes, marchó contra ellos hasta las aguas de Meróm, atacándolos sorpresivamente.

8 El Señor los puso en manos de Israel, que los derrotó y los persiguió hasta Sidón –la Grande– y hasta Misrefort Maim; y por la parte oriental, hasta el valle de Mispá. La derrota que les infligió Israel fue tal que no dejaron ningún sobreviviente.

9 Y Josué los trató como el Señor se lo había mandado: mutiló a sus caballos y quemó sus carros de guerra.

La toma de Jasor y de otras ciudades del norte

10 En aquel tiempo, Josué volvió atrás, se apoderó de Jasor y mató a su rey con la espada, porque Jasor había sido antiguamente la cabeza de todos aquellos reinos.

11 También pasó al filo de la espada a todos los seres vivientes que había en ella, consagrándolos al exterminio total. No quedó nada con vida, y Jasor fue incendiada.

12 Josué tomó asimismo todas las ciudades de aquellos reyes, y a estos últimos los capturó y los pasó al filo de la espada, consagrándolos al exterminio, como Moisés, el servidor del Señor, se lo había ordenado.

13 Pero Israel no quemó ninguna de las ciudades que ahora vuelven a alzarse sobre sus ruinas, a excepción de Jasor, que fue la única incendiada por Josué.

14 El botín de estas ciudades, incluido el ganado, se lo repartieron los israelitas; a las personas, en cambio, las pasaron al filo de la espada, hasta acabar con todos. No dejaron a nadie con vida.

15 Josué se atuvo exactamente a las órdenes que le había dado Moisés –el servidor del Señor– órdenes que este, a su vez, había recibido del Señor. Y al ejecutarlas, no descuidó nada de lo que el Señor había ordenado a Moisés.

Resumen de la conquista

16 Así Josué conquistó todo este territorio, la Montaña, todo el Négueb, toda la región de Gosen, la Sefelá, la Arabá, la montaña de Israel y sus estribaciones,

17 desde la montaña Desnuda que sube hacia Seir, hasta Baal Gad, en el valle del Líbano, al pie del Hermón, Josué capturó a sus reyes y los mandó matar.

18 El tuvo que combatir mucho tiempo contra estos reyes;

19 y como ninguna ciudad, excepto los jivitas que habitan en Gabaón, quiso hacer las paces con los israelitas, estos tuvieron que conquistarlas a todas por la fuerza.

20 Pero el designio del Señor era que ellos se obstinaran en hacer la guerra contra Israel, a fin de que fueran consagrados sin piedad al exterminio y así fueran aniquilados, como el Señor había ordenado a Moisés.

El exterminio de los anaquitas

21 En aquel tiempo, Josué hizo una campaña contra los anaquitas y los exterminó de la Montaña: de Hebrón, de Debir, de Anab, en una palabra, de toda la montaña de Judá y de toda la montaña de Israel. Los consagró al exterminio con todas sus ciudades,

22 y no quedó un solo anaquita en territorio de Israel. Sólo quedaron algunos en Gaza, en Gad y en Asdod.

23 Así Josué se apoderó de todo el país, de acuerdo con lo que el Señor le había dicho a Moisés, y lo entregó como propiedad hereditaria a cada una de las tribus de Israel. Y ya no hubo más guerra en el país.

Capítulo 12

Recapitulación: los reyes derrotados al este y al oeste del Jordán

1 Estos son los reyes del país que los israelitas derrotaron y despojaron de su territorio en la parte oriental del Jordán, desde el torrente Arnón hasta el monte Hermón, con toda la Arabá oriental;

2 Sijón, rey de los amorreos que residía en Jesbón y dominaba desde Aroer –a orillas del torrente Arnón– hasta el torrente Iaboc –que sirve de frontera con los amonitas– incluyendo la cuenca del torrente Arnón, la mitad de Galaad,

3 y el lado oriental de la Arabá, hasta el mar de Genesaret por un lado, y hasta el mar de la Arabá o mar de la Sal por el otro, llegando por el este hasta Bet Ha Iesimot, y por el sur hasta más abajo de las laderas del Pisgá.

4 Y Og, rey de Basán –uno de los últimos sobrevivientes de los Gigantes– que residía en Astarot y en Edrei

5 y dominaba en el monte Hermón, en Salcá, en todo el Basán hasta las fronteras de los guesuritas y de los maacatitas, y en la mitad de Galaad hasta las fronteras de Sijón, rey de Jesbón.

6 Moisés, el servidor del Señor, y los israelitas habían derrotado a estos reyes, y Moisés había dado el territorio en propiedad a los rubenitas, a los gaditas y a la mitad de la tribu de Manasés.

7 Estos son los reyes que Josué y los israelitas derrotaron en el lado occidental del Jordán –desde Baal Gad, en el valle del Líbano, hasta la montaña Desnuda, que sube hacia Seir– cuyos territorios Josué entregó en posesión a cada una de las tribus de Israel,

8 en la Montaña, en la Sefelá, en la Arabá, en las pendientes, en el desierto y en el Négueb, donde habitaban hititas, amorreos, cananeos, perizitas, jivitas y jebuseos:

9 El rey de Jericó y el rey de Ai, junto a Betel;

10 el rey de Jerusalén y el de Hebrón;

11 el rey de Iarmut y el rey de Laquís;

12 el rey de Eglón y el rey de Guézer;

13 el rey de Debir y el rey de Guéder;

14 el rey de Jormá y el rey de Arad;

15 el rey de Libná y el rey de Adulam;

16 el rey de Maquedá y el rey de Betel;

17 el rey de Tapúaj y el rey de Jéfer;

18 el rey de Afec y el rey de Sarón;

19 el rey de Madón y el rey de Jasor;

20 el rey de Sirmón Meroón y el rey de Acsaf;

21 el rey de Taanac y el rey de Meguido;

22 el rey de Quedes y el rey de Iocneam, en el Carmelo;

23 el rey de Dor, en la región de Dor;

24 el rey de los Goím, en Galilea, y el rey de Tirsá. En total, fueron treinta y un reyes.

Josué contra los Amalecitas. Nicolas Poussin, 1625-26

Este lienzo está vinculado a la Batalla de Josué contra los Amoritas, y fue pintado por Poussin en 1625-26. Característicos de su estilo algo manierista en estos primeros años en Roma, pueden definirse como escenas saturadas de figuras, que, en una Roma de gustos clasicistas o, como mucho, caravaggistas, apenas pudo vender por unos siete escudos. El tema es inusual. Evoca la historia bíblica, tomada del Éxodo, de la lucha de Josué contra Amalec, en tanto que Moisés se encuentra orando en lo alto de la montaña. Moisés ha advertido a Josué que orará con las manos alzadas; cuando las baje, Amalec encontrará la victoria. Por este motivo, Aarón y Hur sostienen las manos de Moisés, al fondo, en una colina. De este modo aguantó con las manos alzadas hasta la puesta del sol, e Israel, acaudillada por Josué, encontró la victoria. Es un lienzo manierista en su amontonamiento de figuras, la composición rebuscada y la contorsión de las figuras. En cualquier caso, es un tema muy querido del Renacimiento, el de la batalla, del heroísmo y la violencia humana.

Josué parando el sol. Esteban March, 1650-60

La obra representa a Josué, que fue el primer juez de Israel, deteniendo el sol durante una batalla librada durante la conquista de la tierra prometida.

Josué parando el sol. Joseph Marie Vien, 1716-1809

La obra representa a Josué, que fue el primer juez de Israel, deteniendo el sol durante una batalla librada durante la conquista de la tierra prometida.

"Ese día en que Yahvé entregó a los amorreos en manos de los israelitas, Josué le dijo a Yahvé en presencia de todo el pueblo:

'Sol, detente en Gabaón, Luna, párate sobre Ayalón'.

El Sol se detuvo y la Luna se paró, hasta que Israel se vengó de sus adversarios.

Esto está escrito en el libro de Jaser. Y, en efecto, el Sol se detuvo en el cénit y no se movió de allí por casi un día entero".

Libro de Josué (10:12-13)

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