Lewis Wallace
Sinopsis
Cuando Ben-Hur, joven judío condenado a galeras, salva la vida de Quinto Arrio, un nuevo destino se abre ante él. Educado como un patricio romano, recorre el imperio en busca de su enemigo Mesala, al que se enfrenta en una mortal carrera de cuadrigas.
Pero tanto en los penosos viajes que emprende, como en el fragor de las batallas, Ben-Hur no olvida su condición de judío. Un día, el mago Baltasar le comunica el nacimiento de un niño que llegaría a ser Rey de los Judíos. A partir de entonces Ben-Hur, con todas sus riquezas y su indomable energía, se pone al servicio de la nueva causa…
¿Cómo surgió la idea de escribir Ben-Hur, un libro que, sin ser de temática religiosa en sentido estricto, no puede no ser caracterizado como cristiano? Paradójicamente, por una discusión de Wallace con "el ateo más famoso de Estados Unidos", como define Aquilina a Robert Ingersoll (18331899), propagandista del agnosticismo conocido por su poderosa retórica y una erudición capaz de dar réplica a cualquier argumento.
Un día Wallace e Ingersoll coincidieron en un tren en Indianápolis y "el Gran Agnóstico", como se le conocía, no quiso dejar pasar la ocasión de soltarle un discurso al general, a quien había reconocido.
"Por decirlo suavemente, en aquella época yo no estaba influenciado ni en lo más mínimo por el sentimiento religioso", contó Wallace sobre su pensamiento de entonces: "No tenía convicciones sobre Dios o Cristo. Ni creía en ellos ni dejaba de creer. Los predicadores no dejaban huella en mí. Había leído sobre cualquier cosa menos sobre ese tema. La indiferencia es la palabras que mejor describe mis sentimientos sobre el Día Después de la Muerte, como un científico francés había descrito felizmente lo que sigue a la vida".
Ingersoll apabulló a Wallace con "hechos" históricos sobre el origen del cristianismo que justificaban el ateísmo y la irreligión. El militar quedó abrumado e incluso avergonzado de sí mismo por haber mostrado tan escaso interés hacia algo tan importante. Decidió que no cabía la indiferencia y que debía adquirir certezas, en un sentido o en otro.
Documentándose para escribir sobre Cristo
Tras la experiencia de documentación de The fair God, supo que, si para él la forma de convertirse en un experto en algo era preparar una novela sobre ello... escribiría una novela sobre los orígenes del cristianismo.
"Wallace pensó en una historia que tuviese lugar en tiempos de Cristo", explica Aquilina: "Pretendía venderla como un serial de revista, una forma muy popular de publicar novelas a finales del siglo XIX. Como, para que tuviese éxito, debía ser muy cuidadoso para no ofender a los lectores religiosos, debía introducir con precaución el personaje de Jesucristo. Así que decidió que no sería el personaje principal, sino que la historia versaría sobre alguien que viviese en tiempos de Cristo y la forma en la que la presencia de Cristo en la tierra le había afectado".
Estaba naciendo Ben-Hur.
Lewis Wallace escribió la mayor parte de su obra maestra debajo de un haya en Crawfordsville, Indiana, y completó los capítulos finales de la novela, especialmente aquellos que tratan de la crucifixión de Cristo, mientras se desempeñaba como gobernador del territorio de Nuevo México.
La luz de la fe a la sombra de un haya
Y así explica el mismo Wallace cómo al estudiar la época nacían las certezas que Ingersoll no alcanzaba a ver, y al ponerse en la piel de los personajes su indiferencia religiosa iba desapareciendo:
"Pensad en la compañía en la que me puso la novela.
»Pensad en cabalgar junto a Baltasar en su gran camello blanco hasta el lugar de encuentro fijado, más allá de Moab; en la compañía de los Tres misteriosos Sabios; en desayunar con ellos a la sombra de una pequeña tienda sobre las ondas de la arena; en escuchar la acción de gracias con la que iniciaron su ágape; en ver cómo se presentaban uno a otro, contándose cómo y cuándo fueron convocados por el Espíritu; o en el invitado posterior al viaje final a Jerusalén: ¡la estrella, nuestro guía!
»Pensad en asistir a una sesión del sanedrín; en escuchar cómo Herodes pregunta a Hilel, un maestro centenario, dónde es más probable que aparezca el Rey de los judíos.
»Pensad en tumbarse junto a los pastores en su redil en aquella fresca y clara primera noche de Navidad; en ver caer la escala de luz desde la ventana del cielo... ¡en escuchar al ángel anunciar la Buena Nueva!
»Pensad en caminar junto a José cruzando la puerta de Jaffa hata la llanura de Refaim, pasar la tumba de Raquel hasta el viejo portal de Belén; en robar unas miradas al rostro de la joven esposa subida en el burrito, ¡tan pequeña como para ser, en una buena y antigua expresión católica, la Santísima Madre de Dios!
»Pensad en contemplar ese rostro tan a menudo y tan distintamente como para poder asegurar que en el mundo sólo existen dos retratos de ella, el de Rafael y el de Murillo, porque todos los demás son demasiado viejos, demasiado vulgares o demasiado humanos...
»Y ahora decidme: ¿es extraño si yo escribía reverencialmente, sobrecogido en ocasiones? ¿Es extraño que, inconscientemente, yo estuviese preparándome para desprenderme de mi indiferencia como una langosta se desprende de su cáscara?".
"Mucho antes de concluir el libro", confiesa Wallace, "ya creía en Dios y en Cristo".
Mantuvo siempre esa fe sin vincularse a la Iglesia ni a ninguna otra comunidad cristiana, aunque los domingos asistía a un templo metodista: "No soy miembro de ninguna iglesia o denominación, ni nunca lo he sido. No porque tenga nada contra las iglesias, sino simplemente porque me gusta disfrutar de mi libertad y porque no creo ser lo bastante bueno como para comulgar. Pero creo en la Divinidad de Jesucristo".
Wallace trabajó siete años en la documentación y redacción de Ben-Hur. Lo escribió a la sombra de un haya cerca de su residencia en Crawfordsville (Indiana).
Ben-Hur fue publicado el 12 de noviembre de 1880 por Harper & Brothers, y tras un lento arranque vendió 300.000 ejemplares en diez años. Lew Wallace por fin consiguió lo que buscaba: poder vivir de la escritura. Y llegó a ver una adaptación teatral de la novela, que se representó por primera vez el 29 de noviembre de 1899 en el Teatro Broadway de Nueva York. Estuvo 21 años en cartel, con cerca de seis mil representaciones.
Lew Wallace murió en 1905. Al año siguiente se publicó, auspiciada por su esposa, Susan, con quien se había casado en 1852, su autobiografía. En uno de los capítulos detalla cómo escribió la novela, y cómo al hacerlo la fe en el Hijo de Dios le fue abriendo los ojos casi al mismo tiempo que a su personaje más inmortal. Ese Juda Ben-Hur que todavía eclipsa la fama del hombre que se convirtió mientras lo creaba.
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