Arte y Liturgia

Resurrección de Lázaro

Luca Giordano

26 marzo 2023: V Domingo de Cuaresma

por Javier Agra Rodríguez

Evangelio Juan 11, 3-7.17.20-27.33B-45

En aquel tiempo, las hermanas de Lázaro mandaron recado a Jesús, diciendo: Señor, tu amigo está enfermo.

Jesús, al oírlo, dijo: Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.

Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba. Sólo entonces dice a sus discípulos: Vamos otra vez a Judea.

Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. 

Y dijo Marta a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.

Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.

Marta respondió: Sé que resucitará en la resurrección del último día.

Jesús le dice: Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?

Ella le contestó: Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.

Jesús sollozó y, muy conmovido, preguntó: ¿Dónde lo habéis enterrado?

Le contestaron: Señor, ven a verlo.

Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: ¡Cómo lo quería!

Pero algunos dijeron: Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?

Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa.

Dice Jesús: Quitad la losa.

Marta, la hermana del muerto, le dice: Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.

Jesús le dice: ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?

Entonces quitaron la losa.

Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado.

Y dicho esto, gritó con voz potente: Lázaro, ven afuera.

El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario.

Jesús les dijo: Desatadlo y dejadlo andar.

Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

Reflexión sobre el Evangelio

Este gran milagro es el séptimo y último de los que cuenta el evangelio de Juan, el primero sucedió en las bodas de Caná (2, 11). Este milagro supone la victoria sobre el último enemigo, como recuerda Corintios 15, 26 y sobre quien tiene su dominio (Hebreos 2, 14). Lázaro no resucita glorioso simplemente vuelve a esta nuestra vida, pero sí prefigura la Resurrección de Jesús donde se cumplirá la promesa (5, 28 – 29): tres días, sepulcro, vendas.

Simboliza y anuncia la vida sobrenatural. Al mismo, tiempo con el gesto y la declaración “yo soy”, el don de la vida va a desencadenar la muerte de Jesús y también su glorificación. En el milagro se muestra el afecto humano, la conmoción ante la muerte, muestra la gloria de Dios y servirá para que las gentes puedan creer en la misión salvadora de Jesús.

El relato emplea la táctica del suspense como función narrativa y teológica. Jesús difiere el viaje y cuando está presente, detiene la acción con diálogos, con una oración. Notamos también oposiciones simples pero cargadas de sentido: día-noche, luz del día-luz de la fe, dormir-morir, vida-muerte; el final se precipita con la resurrección de Lázaro como anticipo de la gloria de la resurrección. Así, la enfermedad no acabará en muerte, sino que como la muerte de Jesús terminará en gloria de Dios y glorificación del Hijo.

En el diálogo con Marta, Jesús asegura la unidad de la persona y la unidad en el tiempo, pues aunque somos mortales recibimos una vida superior y la muerte terminará en resurrección porque Jesús es la vida ya presente y la resurrección anticipada. La objeción de Marta, es incluso teológica: el hedor es signo de corrupción (Isaías 9, 6; Joel 2, 20; 2 Macabeos 9, 12) como el aroma es señal de vida para siempre según nos recuerda el salmo 133.

El cuadro                                                       

Para acompañar la liturgia de este Domingo V de Cuaresma propongo “RESURRECCIÓN DE LÁZARO” de LUCA GIORDANO (Nápoles 1634 – 1705) pintado en 1675. De este pintor Barroco italiano podemos admirar muchas obras suyas en Madrid, entre ellas unas cuantas en el Monasterio de El Escorial, donde pasó diez años, también lo podremos admirar y estudiar en el Museo del Prado. Por su manera de pintar es uno de los autores más discutidos, diferentes críticos de arte lo han presentado como un autor demasiado prolífico, que descuidaba los detalles para atender a más ventas. Cada uno vea lo que le parece su arte.

Sitúa Luca Giordano a Jesús como foco que centra el cuadro, a su lado las hermanas de Lázaro, Marta y María, forman un grupo en diferentes alturas y con diversa expresión en el rostro y en la postura del cuerpo. De este modo, el pintor introduce movimiento a una escena con abundancia de personas en cuyos rostros se plasma una especie de ansiedad por el momento del milagro que acaba de acontecer.

Lázaro aún en la tumba, ya abierta y la losa retirada por la persona que vemos de espalda con fuerte complexión, sale luminoso porque la voz de Jesús le ha dado la vida, la esperanza, la victoria. De entre la multitud, contemplamos alguna persona que participa en el asombro del milagro, otros que aún están en el instante anterior como escuchando la oración previa de Jesús o aún en el momento del diálogo de Marta y de Jesús.

La vegetación es frondosa, el pintor quiere reforzar la victoria de la vida con la abundancia vegetal, con la viveza del color. Como en muchas pinturas donde Jesús hace un signo más o menos llamativo, la luz del fondo es un amanecer de claridad que se expande por la escena. Jesús es la luz y la vida y eso quiere exponer Luca Giordano con la narración de su pintura.

Los distintos personajes están en la escena con sus preocupaciones, con sus problemas de convivencia, de entendimiento de la vida, de enfoque de las relaciones con los vecinos, con las personas de la familia, con sus angustias y sus esperanzas personales de cada día, pero en los rostros observamos una especie de ilusión compartida, de esperanza común porque el Señor Jesús entrega un anticipo de vida y glorificación en la resurrección de su amigo Lázaro.

Javier Agra Rodríguez

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