Arte y Liturgia
Resurrección de Cristo
Tiziano
25 junio 2023: Domingo XII Tiempo ordinario
por Javier Agra Rodríguez
Salmo 68
Mirad al Señor, los humildes, y alegraos;
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos.
Alábenlo el cielo y la tierra,
las aguas y cuanto bulle en ellas.
Evangelio Mateo 10, 26-33
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay encubierto, que no llegue a descubrirse; ni nada hay escondido, que no llegue a saberse. Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea.
No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la “gehenna”. ¿No se venden un par de gorriones por un céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones.
A quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos.
Reflexión sobre el Evangelio
Estamos inmersos en el evangelio de Mateo en el ciclo de elección de los apóstoles, en su envío y en las persecuciones. Aún no está pacificada la tierra, según el deseo y el programa de Jesús para el Reino de Dios; se da la dicotomía corderos-lobos, serpiente-paloma. Aún no ha llegado la Paz mesiánica esperada en Isaías 11, 6 y deseada y anunciada por Jesús, para ella trabajamos como testigos de la Resurrección.
Trabajamos siempre sin miedo, pues el miedo nos puede inducir a esconder el mensaje; sin miedo aunque suframos desprecio y persecución, hemos de sacar a la luz el mensaje de una vida más intensa que la vida biológica, porque estamos destinados a la plenitud de la trascendencia.
Para los seguidores de Jesús, no cabe la neutralidad, ni las componendas; estamos en tiempos de arriesgar y de ser valientes, en reciprocidad a la vida resucitada que hemos recibido de Jesús, el Cristo.
El cuadro
Para acompañar la lectura de este domingo, presento el cuadro “LA RESURRECCIÓN” de TIZIANO (Venecia 1489 - 1576). Pese a ser uno de los pintores más prestigiosos del siglo XVI italiano y aún del primer barroco, conocemos pocos detalles de su vida, seguramente porque su casa fue saqueada el mismo día de su entierro. Murió a causa de la epidemia de “peste”. Pintó la Resurrección el año 1522 para el templo de los santos Nazario y Celso en BRESCIA, donde se conserva.
El POLÍPTICO DE LA RESURRECCIÓN también es conocido como políptico de Averoldi, fue el mecenas que lo encargó. Está rodeado por una tabla con los santos Nazario y Celso que acompañan a Averoldi, en actitud de oración. Por San Sebastián de figura musculosa traspasado por una flecha, sin sangre; muerto y abatido sobre su peso, sujeto por cuerdas al árbol sobre el que padeció el martirio. Sujeta su pie derecho sobre un trozo de columna derruida, en un escorzo que lo mantiene en movimiento más allá de la muerte. En la columna está la firma y la fecha de realización: TICIANUS FACIEBAT MDXXII.
Los dos cuadros del panel alto representan la Anunciación del Ángel Gabriel a María: a nuestra izquierda Gabriel iluminado con un fogonazo de blanquísima luz, tiene en sus manos la filacteria con las palabras del saludo a María “Ave María gratia plena”. El panel de la derecha representa a una joven María, con la mano sobre el pecho en actitud de aceptación de la misión encomendada por el Padre Dios, también con un resplandor de luz muy blanca que contrasta con el tono oscuro del fondo invisible. Como nexo de unión de las dos tablas, contemplamos un rayo luminoso que los cruza en representación del Espíritu Santo que llega a María para engendrar a Jesús, el Hijo de Dios.
La tabla central es la RESURRECCIÓN de Cristo, iluminado por una claridad de amanecer que llena toda la escena de resplandores diferentes; la luz es un baile de vida y movimiento que llega a toda la escena pintada y a toda la tierra imaginada por Tiziano y por los espectadores que participamos de la vital figura de Cristo resucitado que se eleva glorioso entre luces y al sonido de la música de la naturaleza entera que oímos cantar y alabar al Señor de la vida.
Cristo asciende glorioso sobre un fondo oscuro que se mezclan con la oscuridad del grupo que lo guardaba en la muerte. Porque el señor de la vida ha resucitado, con él la humanidad entera y toda la naturaleza. Tiziano quiere unir al momento de la resurrección también la Ascensión y así hace que la figura de Cristo aparezca en movimiento ascendente por encima del color del amanecer, cercano ya al azul celeste.
Javier Agra Rodríguez
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