Arte y Liturgia

Asunción de María

Matteo di Giovanni

14 agosto 2022: XX Tiempo ordinario

por Javier Agra Rodríguez

Jeremías 38, 4-6. 8-10

Los príncipes dijeron al rey: «Muera ese Jeremías, porque está desmoralizando a los soldados que quedan en la ciudad y a todo el pueblo, con semejantes discursos. Ese hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia.»

Ellos cogieron a Jeremías y lo arrojaron en el aljibe de Melquías, príncipe real, descolgándolo con sogas. En el aljibe no había agua, sino lodo.

Ebedmelek salió del palacio y habló al rey: «Mi rey y señor, esos hombres han tratado inicuamente al profeta Jeremías, arrojándolo al aljibe, donde morirá de hambre, porque no queda pan en la ciudad.» Entonces el rey ordenó a Ebedmelek, el cusita: «Toma tres hombres a tu mando, y sacad al profeta Jeremías del aljibe, antes de que muera.»

Evangelio Lucas 12, 49-53

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»

Reflexión sobre el Evangelio

Este Domingo XX del Tiempo Ordinario tenemos magníficas lecturas que nos impulsan a encender en el mundo el fuego del AMOR que Jesús el Cristo ha entregado para que se queme en nosotros todo el individualismo, el egoísmo, el miedo y brille la incandescencia de la fraternidad, la libertad, la Paz.

El profeta Jeremías es la figura que destaca en la primera lectura del capítulo 38 de su amplio libro. Dios lo salva a través de las personas, porque hemos de aprender a ser manos y pensamiento de Dios, a estar siempre atentos para que Él pueda actuar también a través de nuestra limitada existencia.

El cuadro

Pensando en que el lunes día quince celebraremos la Solemnidad de la ASUNCIÓN DE MARÍA quiero presentar un cuadro sobre ese tema pintado por MATTEO DI GIOVANNI (Borgo Sansepolcro, Arezzo, 1430 – Siena 1497). Lo pintó el año 1474 y se expone en la NATIONAL GALLERY de Londres. Seguramente la realizó para el coro de la iglesia del Monasterio de San Agustín en Asciano, en la Toscana.

La figura monumental de María domina la escena, bastante más grande que los ángeles y los santos que rodean su figura en el momento de la Asunción al cielo donde espera la figura resucitada de Jesús el Cristo junto con santos y figuras del Antiguo Testamento entre los que podemos reconocer a San Juan Bautista.

María, en actitud de oración, lleva una capa blanca de tal manera dispuesta que envuelve el vientre donde se encarnó Jesús, su hijo e Hijo de Dios. La tumba vacía y las vistas de la naturaleza en brillante azul y vida forman la parte de la tierra de esta pintura donde destaca la figura del apóstol Tomás recogiendo el cinturón de María, la Virgen madre, a medida que es elevada al cielo. Cuenta la Leyenda Dorada que Tomás apóstol tampoco estaba en el momento de la Asunción, cuando llegó corriendo encontró la tumba vacía y vio el cinturón de María que caía. El apóstol lo recogió y creyó.

El conjunto de la diversidad de coros angélicos con instrumentos músicos, en actitud de oración, en posturas de canto… las diferentes tonalidades de sus vestidos, el diverso color de sus cabellos, las expresiones de los rostros angélicos constituyen este cuadro lleno de energía ascendente, de permanente movimiento, de fortaleza vital. Es una invitación teológica para cuantos contemplamos la escena, hacia la oración y la fe, hacia la misión y la evangelización, hacia la construcción de un mundo de luz y de fraternidad, de libertad y de PAZ.

Javier Agra Rodríguez

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