Miguel Sabuco y Álvarez
Nació en Alcaraz (Albacete). Boticario de profesión, fue hombre de regular fortuna y de buena posición social. Es famoso por su obra “Nueva filosofía de la naturaleza no conocida ni alcanzada por los grandes filósofos antiguos; la cual mejora la vida y la salud humana”.
Esta obra tuvo una notable aceptación en su tiempo.
Aportaciones en el campo de la educación
Sabuco dio un amplio sentido a la naturaleza humana y por eso penetra en el campo educativo.
Tiene un concepto unitario del hombre, pero haciendo prevalecer la dimensión psíquica y espiritual.
En el primer capítulo de su obra trata de alcanzar los rasgos fundamentales de la naturaleza humana. Pero la posición que adopta Sabuco no es sólo el pedir un estudio abstracto del hombre, sino que insiste también en la necesidad de un estudio particular y vital de “sí mismo”, como el punto de partida inexorable para mejorar la propia vida. Se trata de que cada uno logre un recto conocimiento de sí mismo para que cada individuo se convierta en su “providencia”, lo cual es hacer un firme alegato de la autoeducación.
Una vez conocido el microcosmos que es el hombre el segundo paso (2º capítulo) la constituirá el conocimiento del macrocosmos o mundo donde vive. Tras el conocimiento del mundo vendría también el intento de mejorarlo.
Recaba la importancia de la experiencia como fuente del conocimiento frente al principio de autoridad de los antiguos.
Pensamientos
La sapiencia es una ciencia de las cosas divinas y naturales y conocimiento de las causas de todas las cosas. Es una virtud y ornato en el hombre, la más alta y divina de todas y que a todas las perfecciona. A esta trujo pegada consigo el ánimo del cielo, tiene un sabor y olor de Dios, y de allí mana el ánima del hombre, que el sólo la tiene. Da gran contento y alegría y por eso salud. Es la cosa más amable que hay en el mundo y todo hombre desea saber. Si la sapiencia tuviera forma visible, no hubiera cosa más amada de los hombres. Esta hace felices y dichosos en este mundo. Y sin ella no hay felicidad. Esta tiene sus deseos con raya y término, que es el término medio de todas las cosas. Con lo necesario a la vida está contento el sabio y prudente; no teme la muerte y daños futuros para perturbarse; juzga verdaderamente de todo lo de este mundo, y de Dios y de las cosas eternas, y de la muerte, y así siempre está en alegría y contento con su buena conciencia… Sabed que no hay mal que no tenga consigo algún bien, y que bienes y males andan mezclados en este mundo… Aun la alegría en demasía mata. Juzga de la muerte rectamente, como ella sea fin de males, principio de bienes, puerta y entrada de la vera y eterna felicidad.
La felicidad, que dice bienaventuranza, la que en este mundo de destierro puede haber, es un placer y alegría del alma, que da gran salud al hombre, porque es una de las tres columnas que sustentan la vida humana.
Consiste en la sapiencia y conocimiento de las causas, y en obra del entendimiento, contemplando y entendiendo todas las cosas de este mundo, como son, y en la elección de la prudencia, sabiendo tomar el medio en todas las cosas, y el cual medio hace feliz y dichoso al hombre, obrando las virtudes (que es el medio entre dos vicios) con alegría y buena conciencia; y en los deleites, tomando el medio necesario de todo bien, para el sustento y de la vida y no más.
Dijo Platón: el prudente evita la miseria, no el rico. Y digo: no puede ser nadie feliz sin que sea sabio y bueno. Y, al contrario, los malos son míseros y desdichados. Esta felicidad ha de ser obra del entendimiento, razón y prudencia, en lo cual eres hombre y te diferencias de los otros animales, que no los tienen, y no en ninguno de los deleites sensuales, que en estos comunicas con los animales. También es una alegría, contento y placer de gozar todos los bienes que se nombran bienes temporales de este mundo necesarios; pero sabe que con muchas riquezas no puede ser felice, porque traen consigo muchos males, como enojos, cuidados, hurtos, pleitos y así no has de tener más de lo necesario en la vida. En estado mediano, sin mucha soberbia ni puntos de honra, ni menos demasías en fastos de vanagloria, en vestidos, criados, ni comidas, que todo da gran fatiga y desasosiego y quita felicidad. Y tampoco puede ser felice si no tienes alegría de buena conciencia, sirviendo y conociendo a Dios, porque sin estos todo es tristeza y congoja de espíritu. Y así te es necesario dejar los vicios y obrar virtudes, porque claro está que si no tienes en la virtud temperancia, luego la demasía de la gula y lujuria y vicios te quitarán felicidad, si no tomas el medio. Tampoco puedes ser felice si no tienes en el virtud justicia, queriendo para el prójimo lo que quieres para ti, porque si no das a cada uno lo que es suyo, luego has de andar en contiendas y pleitos y en pecado. Y si no tienes en la virtud fortaleza para defenderte de tus afectos, iras y apetitos sensuales y para sufrir los daños, palabras e importunidades de tu prójimo, no puedes ser felice; y para elegir el medio en todas las cosas y regir y gobernarte, claro está que has menester la prudencia.
De la sapiencia, te digo que puedes ser felice sin ella que poco saber te basta. Con este librito y Fray Luis de Granada, y la Vanidad de Estella, y Contemptus mundi, sin más libros, puedes ser felice, haciendo paradas en la vida, contemplando tu ser y entendiéndote a ti mismo, y mirando el camino que llevas y a dónde vas a parar, y contemplando este mundo y sus maravillas y el fin dél, y leyendo un rato cada día en los dichos libros, que es buen género de oración. Garcilaso de la Vega pintó muy bien esta felicidad en su Égloga.
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