15 mayo 2022: V Domingo de Pascua
por Javier Agra Rodríguez
Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra han pasado, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo. Y escuché una voz potente que decía desde el trono: «Ésta es la morada de Dios con los hombres: acamparé entre ellos. Ellos serán su pueblo, y Dios estará con ellos y será su Dios. Enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado.»
Y el que estaba sentado en el trono dijo: «Todo lo hago nuevo.»
Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros.
Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros.»
Reflexión sobre el Evangelio
El texto del evangelio que leemos este domingo pertenece al discurso de la Última Cena. Judas Iscariote acaba de salir. Juan escribe que “era de noche”. En esta hora de tinieblas y oscuridad, brilla la gloria que se anuncia en esta lectura de hoy y en los siguientes versículos. Estamos asistiendo a un testamento, una despedida con instrucciones.
Este testamento de despedida es una costumbre muy arraigada en el contexto bíblico y aún en nuestro tiempo. Últimas palabras a modo de testamento espiritual recordamos en Jacob en el Génesis 49; Moisés en Deuteronomio 32-33; Samuel en el primer libro de Samuel 12; David en segundo libro de Samuel 23; Tobías 14; …
Este discurso último de Jesús es un cruce de recuerdos y consejos en tono cordial y ameno. La despedida de Jesús, no obstante, es anómala porque volverá. Estamos ante una situación de difícil aceptación y de costosa comprensión. Pero hemos de leerlo y escucharlo en perspectiva novedosa para todos los tiempos. Jesús está haciendo actual un testamento permanente, perpetuo.
En ese testamento sobresale el precepto del amor del que ya tenían noticias en el Antiguo Testamento, pero que en Jesús y ya para siempre es nuevo en cuanto a su intensidad y extensión. “Amaos los unos a los otros” ha de ser el signo distintivo de los seguidores de Jesús.
El cuadro
Para ilustrar esta lectura del domingo V de Pascua, aporto la muy conocida pintura “EL LAVATORIO DE LOS PIES” de JACOPO ROBUSTI, más conocido como TINTORETTO (Venecia 1518 – 1594), pintado entre los años 1548 – 49 y que podemos admirar en el MUSEO DEL PRADO.
La escena es la que habla del amor como servicio permanente y sustituye, en el evangelio de Juan, a las palabras de la consagración en la Última Cena. Jesús se levanta de la mesa, se quita el manto, toma una toalla y agua en una palangana y lava los pies a los discípulos. Se hace el servidor de todos. Pedro se asombre y se resiste, Jesús le convence “este es el modo de tener parte conmigo”.
El cuadro está planteado para ser observado desde la derecha, así gana perspectiva y profundidad. Es en la derecha donde sucede el episodio narrado entre Jesús y Pedro; en diversos planos contemplamos a los diferentes apóstoles descalzándose, preparándose para el lavatorio, reflexionando, orando…en el centro un perro que muy bien puede simbolizar la fidelidad absoluta.
Al fondo entre la arquitectura de Venecia, una pequeña barca recorre las tranquilas aguas de los canales, de la vida por la que navegamos las personas entre una luz sin tonos, la vida y la luz que hemos de construir y dar brillo desde el amor novedoso hacia todas las personas y la naturaleza entera.
El cuadro está trazado en una vistosa diagonal, descargada pero sin espacios vacíos; así el espectador admira con sosiego la escena al completo como si pudiera estar en meditación eterna ante este impacto de la novedad del amor que propone Jesús como transformación para este mundo, como adelanto del Reino de Dios.
Javier Agra Rodríguez
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