20 febrero 2022: Domingo VII tiempo ordinario
por Javier Agra Rodríguez
Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios.
Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura.
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
no nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas.
Como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos;
como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten.
Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. ¡No!
Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros.»
Reflexión sobre el Evangelio
Este Domingo VII del Tiempo Ordinario continuamos leyendo “El Sermón de la Montaña” según la versión del evangelio de Lucas. El amor ocupa gran parte del discurso programático de Jesús, centrado en el amor al prójimo y el amor a los enemigos.
La propuesta de Jesús no se plantea como un nuevo código de conducta legal, estamos iniciando el tiempo de un espíritu nuevo que brota desde la entraña misma de la persona para alimentar, animar, vitalizar toda la vida cristiana. La motivación del amor amplísimo y personalizado es el mismo Padre Dios que en Jesús el Cristo viene a devolver su imagen a las personas.
El amor, en el sermón de la Montaña, está planteado en positivo: “Amad”, “Haced”, “Sed compasivos”, “Dad”, “Bendecid”, “Orad”. Acumula la palabra, la oración, la acción. Es lo que a través de toda la historia del Cristianismo hemos intentado recoger en la doble columna de la oración y el trabajo constante.
“Sed compasivos” es uno de los títulos más repetidos en la Biblia sobre el Padre Dios, incluso a veces con fórmulas litúrgicas. Así lo podemos leer en Éxodo 34, 6; Deuteronomio 4, 31; Joel 2, 13; Jonás 4,2; Salmos 86, 15; 103, 8; 145, 8.
El cuadro
Para presentar los sentimientos que se desprenden de esta lectura, aporto el Altar de Isenheim también conocido como “TRÍPTICO DE COLMAR” en su parte de “PANEL DE LA RESURRECCIÓN” DE “MATTHIAS GRÜNEWALD” (Wurzburgo, Alemania 1470 – Halle, Alemania 1528) que actualmente se expone en el Museo de Unterlinden, Colmar, Fráncia.
En este tríptico, pintado en torno al año 1510, destaca la tragedia de la existencia humana expresada en la Crucifixión de Cristo. Pero hoy muestro las otras tablas del panel donde brilla la esperanza de la Resurrección, de la superación de nuestros problemas por nuestro esfuerzo unido y redimido por la Resurrección en la que ya estamos anclados. La gama de colores que aquí admiramos plantea una victoria sobre la oscuridad, sobre el dolor sin visión, la fuerza del rojo amanecer, del resplandor dorado de la resurrección, de los tonos azules celestes…
La predela muestra el entierro de Cristo que es además una Piedad, como se denomina en arte a todas las imágenes de Cristo muerto en el regazo de su madre María.
En esta parte del tríptico vemos cuatro escenas comenzando por La Anunciación del Ángel Gabriel a María; en el centro un Coro de Ángeles con instrumentos musicales y el Nacimiento de Jesús sostenido por María su madre; a la derecha La Resurrección de Jesús. El conjunto es una simbiosis admirable de color, de luz, de fondos y primeros planos que introducen al espectador en un movimiento constante entre la realidad y el misterio, entre la esperanza y la vida de cada día, entre el dolor de vivir y la utopía de la posible bienaventuranza.
El tablero de la Resurrección, sobre el que quiero centrar la atención, está oscuro en sus orillas y desde el centro va siendo iluminado con una poderosa luz de amanecer resucitado que nace de Jesús vivo, emergente de la tumba que está abierta a sus pies. Los soldados asombrados tendidos en la tierra están también iluminados por la luz que ya se extiende hacia el horizonte superando la roca en lo que es promesa de luz para toda la humanidad y la naturaleza entera. El sudario blanco que se desprende desde el resucitado para cubrir la tierra es el símbolo de la resurrección de la que todos participamos.
El conjunto, muestra la vida, la acción de salvación que hemos recibido y que nosotros vamos a continuar con la fuerza del Espíritu arropados por la Comunidad de creyentes de la que formamos parte, tarea que nos impulsa a construir el Reino de Dios que es de compasión, entrega, libertad, igualdad, justicia, amor…
Javier Agra Rodríguez
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