Madre Nieve
Jacob y Wilhelm Grimm
Otto Kubel (1868 – 1951)
Cierta viuda tenía dos hijas, una de ellas hermosa y diligente; la otra, fea y perezosa. Sin embargo, quería mucho más a esta segunda, porque era verdadera hija suya y cargaba a la otra todas las faenas del hogar, haciendo de ella la cenicienta de la casa. La pobre muchacha tenía que sentarse todos los días junto a un pozo, al borde de la carretera y estarse hilando hasta que le sangraban los dedos. Tan manchado de sangre se le puso un día el huso, que la muchacha quiso lavarlo en el pozo, y he aquí que se le escapó de la mano y le cayó al fondo. Llorando, se fue a contar lo ocurrido a su madrastra, y ésta, que era muy dura de corazón, la riñó ásperamente y le dijo:
— ¡Puesto que has dejado caer el huso al pozo, irás a sacarlo!
Volvió la muchacha al pozo, sin saber qué hacer y en su angustia, se arrojó al agua en busca del huso. Perdió el sentido y al despertarse y volver en sí, encontróse en un bellísimo prado bañado de sol y cubierto de millares de florecillas. Caminando por él, llegó a un horno lleno de pan, el cual le gritó:
— ¡Sácame de aquí! ¡Sácame de aquí, que me quemo! Ya estoy bastante cocido.
Acercóse ella y con la pala fue sacando las hogazas. Prosiguiendo su camino, vio un manzano cargado de manzanas, que le gritó, a su vez:
— ¡Sacúdeme, sacúdeme! Todas las manzanas estamos ya maduras.
Sacudiendo ella el árbol, comenzó a caer una lluvia de manzanas, hasta no quedar ninguna, y después que las hubo reunido en un montón, siguió adelante. Finalmente, llegó a una casita, en una de cuyas ventanas estaba asomada una vieja; pero como tenía los dientes muy grandes, la niña echó a correr, asustada. La vieja la llamó:
— ¿De qué tienes miedo, hijita? Quédate conmigo. Si quieres cuidar de mi casa, lo pasarás muy bien.
Sólo tienes que poner cuidado en sacudir bien mi cama para que vuelen las plumas, pues entonces nieva en la Tierra. Yo soy la Madre Nieve.
Al oír a la vieja hablarle en tono tan cariñoso, la muchacha cobró ánimos, y aceptando el ofrecimiento, entró a su servicio. Hacía todas las cosas a plena satisfacción de su ama, sacudiéndole vigorosamente la cama, de modo que las plumas volaban cual copos de nieve. En recompensa, disfrutaba de buena vida, no tenía que escuchar ni una palabra dura y todos los días comía cocido y asado. Cuando ya llevaba una temporada en casa de Madre Nieve, entróle una extraña tristeza, que ni ella misma sabía explicarse, hasta que, al fin, se dio cuenta de que era nostalgia de su tierra.
Aunque estuviera allí mil veces mejor que en su casa, añoraba a los suyos, y así, un día dijo a su ama:
— Siento nostalgia de casa y aunque estoy muy bien aquí, no me siento con fuerzas para continuar; tengo que volverme a los míos.
Respondió Madre Nieve:
— Me place que sientas deseos de regresar a tu casa, y puesto que me has servido tan fielmente, yo misma te acompañaré.
Y, tomándola de la mano, la condujo hasta un gran portal. El portal estaba abierto y en el momento de traspasarlo la muchacha, cayóle encima una copiosísima lluvia de oro; y el oro se le quedó adherido a los vestidos, por lo que todo su cuerpo estaba cubierto del precioso metal.
— Esto es para ti, en premio de la diligencia con que me has servido — díjole Madre Nieve, al tiempo que le devolvía el huso que le había caído al pozo. Cerróse entonces el portal y la doncella se encontró de nuevo en el mundo, no lejos de la casa de su madre. Y cuando llegó al patio, el gallo, que estaba encaramado en el pretil del pozo, gritó:
“¡Quiquiriquí, nuestra doncella de oro vuelve a estar aquí!”
Entró la muchacha, y tanto su madrastra como la hija de ésta la recibieron muy bien al ver que venía cubierta de oro.
Contóles la muchacha todo lo que le había ocurrido, y al enterarse la madrastra de cómo había adquirido tanta riqueza, quiso procurar la misma fortuna a su hija, la fea y perezosa. Mandóla, pues, a hilar junto al pozo, y para que el huso se manchase de sangre, la hizo que se pinchase en un dedo y pusiera la mano en un espino. Luego arrojó el huso al pozo y a continuación saltó ella.
Llegó, como su hermanastra, al delicioso prado, y echó a andar por el mismo sendero. Al pasar junto al horno, volvió el pan a exclamar:
— ¡Sácame de aquí! ¡Sácame de aquí, que me quemo! Ya estoy bastante cocido.
Pero le replicó la holgazana:
— ¿Crees que tengo ganas de ensuciarme? — y pasó de largo. No tardó en encontrar el manzano, el cual le gritó:
— ¡Sacúdeme, sacúdeme! Todas las manzanas estamos ya maduras.
Replicóle ella:
— ¡Me guardaré muy bien! ¿Y si me cayese una en la cabeza? — y siguió adelante. Al llegar frente a la casa de Madre Nieve, no se asustó de sus dientes porque ya tenía noticia de ellos, y se quedó a su servicio. El primer día se dominó y trabajó con aplicación, obedeciendo puntualmente a su ama, pues pensaba en el oro que iba a regalarle. Pero al segundo día empezó ya a haraganear; el tercero se hizo la remolona al levantarse por la mañana, y así, cada día peor. Tampoco hacía la cama según las indicaciones de Madre Nieve, ni la sacudía de manera que volasen las plumas. Al fin, la señora se cansó y la despidió, con gran satisfacción de la holgazana, pues creía llegada la hora de la lluvia de oro. Madre Nieve la condujo también al portal; pero en vez de oro vertieron sobre ella un gran caldero de brea.
— Esto es el pago de tus servicios — le dijo su ama, cerrando el portal. Y así se presentó la perezosa en su casa, con todo el cuerpo cubierto de brea, y el gallo del pozo, al verla, se puso a gritar:
“¡Quiquiriquí, nuestra sucia doncella vuelve a estar aquí!”
La brea le quedó adherida, y en todo el resto de su vida no se la pudo quitar del cuerpo.
FIN
Cuentos para la infancia y el hogar 1812-1857
FICHA DE TRABAJO
VOCABULARIO
Basquiña: Falda
CLAVES PARA LA REFLEXIÓN
La Cenicienta es un cuento de hadas que cuenta con varias versiones, orales y escritas, antiguas y modernas, procedentes de varios lugares del mundo; especialmente del continente eurasiático. En el sistema de clasificación de Aarne-Thompson, se adscribe al grupo de los cuentos folclóricos ordinarios con ayudantes sobrenaturales y heroína perseguida.1
La primera versión escrita y publicada es la del italiano Giambattista Basile "La Gatta Cenerentola", 1634. Posteriormente fueron publicadas las dos versiones más populares del cuento, la del francés Charles Perrault "Cenicienta o El zapatito de cristal", que escribió en 1697; y en 1812 la versión de los alemanes hermanos Grimm, que forma parte de la colección "Cuentos de la infancia y del hogar". La versión de los hermanos Grimm varía sin embargo en muchos detalles de la italiana y de la francesa, lo que no es extraño si se tiene en cuenta que cada país europeo tenía su propia tradición oral del personaje.
Disney realizó en 1950 una versión de La Cenicienta que se asemeja más a la de Perrault que a la de Basile o de los hermanos Grimm, razón por la que en Estados Unidos es la de Perrault la más conocida.
Claves del cuento
Orfandad: Al igual que en muchos cuentos la protagonista de este se queda huérfana, en este caso de madre, dando a entender que es un relato de maduración personal en el que el protagonista va a enfrentarse a las dificultades de la vida sin el apoyo de sus progenitores.
Crueldad de la vida: Esta va a estar encarnada por sus familiares más cercanos. Un padre ausente que no entiende bien a su hija (le trae como regalo una zarza), una madrastra cruel que no ve en la niña a una hija, y las burlas de quienes deberían ser sus hermanas.
La más pequeña: Con la llegada de sus hermanas, Cenicienta se convierte en la más pequeña de la casa, no solo en edad sino en consideración. El nombre que le asignan representa ese estatus al cual le relegan: Cenicienta. Su dignidad y valor se semejan a la ceniza que deja el fuego en la chimenea.
Pruebas: Cenicienta deberá ir superando una serie de pruebas que le propondrá su madrastra y hermanas, pero aun resolviéndolas, existe una injusticia inherente que no puede superar. En el relato las pruebas son domésticas, pero sería un error pensar que la valor del cuento se reduce a una mera servidumbre en la casa. Las Cenicientas y Cenicientos de nuestra vida se enfrentan a madrastras y hermanastras en la escuela, en el equipo deportivo, en sus puestos de trabajo,... Según los Hermanos Grimm, la casa-cocina actúa como un símbolo del infierno en la Tierra, y como tal ha de entenderse.
Consuelo: Cenicienta cuenta con el consuelo de la oración hacia su verdadera Madre que intercede desde el cielo. Esta es una clave muy importante que aportan los hermanos Grimm y que la distingue de las versiones anteriores. Esta intercesión se manifiesta con la rama de zarza que se transforma en un "hermoso árbol", y con la ayuda de los pájaros (palomas, tórtolas y demás pajarillos del cielo) que, símbolo del Espíritu Santo, actúan con bondad en su vida.
La llamada: Pero la situación de nuestra protagonista no es eterna, como no lo es para ninguna persona una situación continuada de injusticia y crueldad. El Rey convoca una grandes fiestas que durarán "tres días". En ellas su hijo elegirá a su "esposa". Quien entiende bien los símbolos cristianos que emplean Jacob y Wilheim Grimm en sus narraciones, el Rey está representando a Dios Padre, las fiestas son expresión de la Salvación Eterna, y el Hijo que escoge esposa, es Cristo que busca el alma humana (mi alma, tu alma) para rescatarla de la esclavitud del pecado (madrastra-hermanastras), casarse con ella (darla plenitud) y conducirla al Palacio donde vivirán eternamente. Compruebe la similitud del cuento con el pasaje evangélico de san Mateo.
"Celebró por entonces el rey unas grandes fiestas, que debían durar tres días e invitó a ellas a todas las jóvenes del país para que su hijo eligiera la que más le agradase por esposa".
"Un rey preparaba las bodas de su hijo, por lo que mandó a sus servidores a llamar a los invitados a la fiesta". Mt. 22: 1-14
La ayuda sobrenatural: En todos los cuentos de hadas, los protagonistas reciben una ayuda exterior que los salva de la situación de peligro. Esta ayuda viene al rescate y se presenta en la mayoría de las veces en forma de hecho maravilloso o extraordinario. En el caso de Cenicienta para acudir al baile-banquete, ha de llevar un vestido. En este caso los hermanos Grimm hacen referencia a la parábola del evangelio según san Mateo 22: 1-14:
Después entró el rey para conocer a los que estaban sentados a la mesa, y vio un hombre que no se había puesto el traje de fiesta. Le dijo: "Amigo, ¿Cómo es que has entrado sin traje de bodas?".
Por ello los pájaros regalan a Cenicienta un traje y unos zapatos nuevos, cada noche.
El príncipe busca a la princesa: Como Cristo busca a todo alma, el príncipe del cuento sale en busca de la joven desconocida por todo el reino. Deja su Palacio y viene a la Tierra para salvar al hombre. El signo para encontrarla está representado en el zapato que expresa su humildad. Las hermanastras ensoberbecidas tratan de hacer entrar su pie, pero estos no entran. A pesar de que sangren, las avecillas alertan de la falsedad de esa acción.
Juicio final: El cuento termina con el castigo final para el mal y el premio para los que obran bien. Algunos han querido ver crueldad en este final, pero el juicio forma parte de la estructura mítica del relato de un cuento, así como existe un premio para los que obran bien.
ILUSTRACIONES
Otto Kubel (1868 – 1951)
Otto Kubel (1868 – 1951)
Otto Kubel (1868 – 1951)
Otto Kubel (1868 – 1951)
Otto Kubel (1868 – 1951)
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