10. Caridad

La caridad es la virtud sobrenatural por la que amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios. Es la virtud por excelencia porque su objeto es el mismo Dios y el motivo del amor al prójimo es el mismo: el amor a Dios. Porque su bondad intrínseca, es la que nos une más a Dios, haciéndonos parte de Dios y dándonos su vida. 1 Jn. 4, 8

La Caridad le da vida a todas las demás virtudes, pues es necesaria para que éstas se dirijan a Dios, Ej. Yo puedo ser amable, sólo con el fin de obtener una recompensa, sin embargo, con la caridad, la amabilidad, se convierte en virtudes que se practica desinteresadamente por amor a los demás. Sin la caridad, las demás virtudes están como muertas.

LA VIRTUD DE LA CARIDAD

El Catecismo de la Iglesia Católica en el n. 1856 señala la importancia vital de la caridad para la vida cristiana. En esta virtud se encuentran la esencia y el núcleo del cristianismo, es el centro de la predicación de Cristo y es el mandato más importante. Jn 15, 12; 15,17; Jn 13,34. No se puede vivir la moral cristiana haciendo a un lado a la caridad.

La caridad es la virtud reina, el mandamiento nuevo que nos dio Cristo, por lo tanto es la base de toda espiritualidad cristiana. Es el distintivo de los auténticos cristianos.

La caridad es la virtud sobrenatural por la que amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios. Es la virtud por excelencia porque su objeto es el mismo Dios y el motivo del amor al prójimo es el mismo: el amor a Dios. Porque su bondad intrínseca, es la que nos une más a Dios, haciéndonos parte de Dios y dándonos su vida. 1 Jn. 4, 8

La Caridad le da vida a todas las demás virtudes, pues es necesaria para que éstas se dirijan a Dios, Ej. Yo puedo ser amable, sólo con el fin de obtener una recompensa, sin embargo, con la caridad, la amabilidad, se convierte en virtudes que se practica desinteresadamente por amor a los demás. Sin la caridad, las demás virtudes están como muertas.

La caridad no termina con nuestra vida terrena, en la vida eterna viviremos continuamente la caridad. San Pablo nos lo menciona en 1 Cor. 13, 13; y 13, 87.

Al hablar de la caridad, hay que hablar del amor. El amor “no es un sentimiento bonito” o la carga romántica de la vida. El amor es buscar el bien del otro.

Existen dos tipos de amor:

Amor desinteresado (o de benevolencia): desear y hacer el bien del otro aunque no proporcione ningún beneficio, porque se desea lo mejor para el otro.

Interesado: amar al otro por los beneficios que esperamos obtener.

¿Qué es, pues, la caridad?. La caridad es más que el amor. El amor es natural. La caridad es sobrenatural, algo del mundo divino. La caridad es poseer en nosotros el amor de Dios. Es amar como Dios ama, con su intensidad y con sus características.

La caridad es un don de Dios que nos permite amar en medida superior a nuestras posibilidades humanas. La caridad es amar como Dios, no con la perfección que Él lo hace, pero sí con el estilo que Él tiene. A eso nos referimos cuando decimos que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, a que tenemos la capacidad de amar como Dios.

Hay que amar a Dios sobre todas las cosas. Si el objeto del amor es el bien, es decir cuando amamos, buscamos el bien, y si Dios es el “Bien” máximo, entonces Dios tiene que ser el objeto del amor. Además, Dios mismo es quien nos ordena y nos recompensa con el premio de la vida eterna.

Este tipo de amor, el más grande lo puede ser de tres tipos:

Apreciativo, cuando la inteligencia comprende que Dios es el máximo Bien y esto es aceptado por la voluntad.

Sensible, cuando el corazón lo siente.

Efectivo cuando lo demostramos con acciones.

Para que sea verdadero amor es necesario que sea apreciativo y efectivo, aunque no sea sensible, ya que es más fácil sentir las realidades materiales o físicas, que las espirituales. Nos puede doler más una enfermedad, que el haber pecado gravemente.

Pecados contra el amor a Dios:

El odio a Dios, que es el pecado de Satanás y de los demonios. Y se manifiesta en la blasfemias, las maldiciones, los sacrilegios, etc.

La pereza espiritual, que es cuando el hombre no le encuentra el gusto a las cosas de Dios, es más las consideran aburridas y tristes. Aquí se encuentra la tibieza y la frivolidad o superficialidad.

El amor desordenado a las criaturas, que es cuando primero que Dios y su Voluntad están personas o cosas. En todo pecado grave se pierde la caridad.

El amor al prójimo

El amor al prójimo es parte de la virtud de la caridad que nos hace buscar el bien de los demás por amor a Dios.

Las características del amor al prójimo:

  • Sobrenatural: se ama a Cristo en el prójimo, por su dignidad especial como hijo de Dios.

  • Universal: comprende a todos los hombres porque todos son creaturas de Dios. Como Cristo, incluso a pecadores y a los que hacen el mal.

  • Ordenado: es decir, se debe amar más al que está más cerca o al que lo necesite más. Ej. A el esposo, que al hermano, al hijo enfermo que a los demás.

  • Interna y externa: para que sea auténtica tiene que abarcar todos los aspectos, pensamiento, palabra y obras.

Las obras de misericordia:

La caridad si no es concreta de nada sirve, sería una falsedad. Esta caridad concreta puede ser interna, con la voluntad que nos lleva a colaborar con los demás de muchas maneras. También puede ser con la inteligencia, a través de la estima y el perdón. Otra forma concreta de caridad es la de palabra, es decir, lo que llamamos obenedicencia, hablar siempre bien de los demás.

Y la caridad de obra que se resumen en las obras de misericordia, ya sean espirituales o materiales. Siendo las más importantes las espirituales, sin omitir las materiales. De ahí la necesidad de la corrección fraterna, el apostolado y la oración.

La corrección fraterna nos obliga a apartar al otro de lo ilícito o perjudicial. Siempre haciéndola en privado para no poner en peligro la fama del otro. El no hacerlo por cobardía, por falso respeto humano, sería una ofensa grave. Pero, siempre hay que tomar en cuenta la gravedad de la falta y la posibilidad de apartar al prójimo de su pecado.

Estamos obligados al apostolado porque cualquier bautizado debe de promover la vida cristiana y extender el Reino de Dios, llevando el Evangelio a los demás. Si yo amo a Dios, es lógico querer que los demás lo hagan también. El apostolado se desarrolla según las circunstancias de cada quien. Puede ser que en algunos casos el cambiar los pañales de un hijo sea una forma de apostolado o el escribir, o el predicar, etc.

Ahora bien, la causa y el fin de la caridad está en Dios no en la filantropía (amor a los hombres). La caridad tiene que ser siempre desinteresada, cuando hay interés siempre se cobra la factura, “hoy por ti, mañana por mi”. Obviamente tiene que ser activa y eficaz, no bastan los buenos deseos. Tiene que ser sincera, es una actitud interior. Debe ser superior a todo. En caso de que haya conflicto, primero está Dios y luego los hombres.

Pecados contra el amor al prójimo:

  • El odio: desearle el mal al prójimo, ya sea porque es nuestro enemigo (odio de enemistad) o porque no nos es simpático (odio por antipatía). La antipatía natural no es pecado, salvo cuando la fomentamos, es decir es voluntaria y la manifestamos en acciones concretas.

  • La maldición: cuando expresamos el deseo de un mal para el otro que nace de la ira o del odio.

  • La envidia : entristecerse o enojarse por el bien que le sucede al otro o alegrarse del mal del otro. Es un pecado capital porque de él se derivan muchos otros: chismes, murmuraciones, odio, resentimientos, etc.

  • El escándalo: acción, palabra u omisión que lleva al prójimo a ocasión de pecado. Y puede ser directo cuando la intención es hacer que el otro peque o indirecto cuando no hay la intención, pero de todos modos se lleva al otro al pecado.

  • La cooperación en un acto malo que es participar en el pecado de otro.

  • Otros pecados: los altercados, riñas, vandalismo, etc.

No olvidemos que es mucho más importante la parte activa de esta virtud. Hay que aplicarse a hacer cosas concretas, no tanto en los pecados en contra. Las casas se construyen “haciendo” y no dejando de destruir. Al final seremos juzgados por lo que hicimos, por lo que amamos, no por lo que dejamos de hacer. Mt 25, 31-46

10.1. La escudilla

En uno de los famosos cuentos de los Hermanos Grimm se nos habla de un hombre que vivía en la casa de un hijo casado. El pobre anciano estaba cada vez más débil y le temblaban las manos, de ahí que con frecuencia derramara los alimentos en el mantel. Esto ponía frenética a la nuera, que no cesaba de recriminarle. Por fin, un día obligó al anciano a comer en una silla aparte de la mesa, junto a la chimenea.

— Es mejor que se siente ahí — le dijo —. A ver si ahora tenemos limpio el mantel.

A su marido le dolía aquello y le hubiera gustado intervenir, pero no tenía valor suficiente para enfrentarse a ella. Como el temblor iba en aumento, en otra ocasión dejó caer el plato al suelo y se quebró. La nuera, enojada, empezó a servirle la comida en un tazón de madera.

— Aquí tiene. Si se comporta como un animal, le trataremos como si lo fuera.

El marido, aunque avergonzado, guardaba silencio. Resulta que el matrimonio tenía un hijo pequeño. Por la noche, después de cenar, el niño encontró un cuchillo y un trozo de madera, y se puso a vaciar la madera con el instrumento. El padre tenía cierta curiosidad por la actividad que desplegaba el chico, y acabó por preguntarle:

— Oye, ¿qué haces?

— Estoy haciendo una escudilla de madera para que comáis mi madre y tú cuando seáis viejos.

Ambos se miraron llenos de vergüenza y arrepentimiento. A partir de aquel momento, el anciano volvió a sentarse a la mesa familiar y fue objeto de mayor comprensión.

H. Drinkwater (Julio Euguí. Anécdotas y virtudes)

FICHA DE TRABAJO

Temas: Bondad, comprensión, cariño, amor.

Pistas para la reflexión

  1. Resume brevemente la historia de los Hermanos Grimm.

  2. ¿De qué manera trataban al abuelo? ¿Por qué hacían eso?

  3. ¿Qué lección les dio el hijo a aquel matrimonio?

  4. ¿Por qué debemos respetar a nuestros padres y abuelos?

Vocabulario

  • Frenético: furioso, rabioso.

  • Nuera: cónyuge femenino del hijo o de la hija de una persona.

  • Enojar: molestar, desazonar.

10.2. 24 maneras de amar

Cuando a la gente se le habla de que “hay que amarse los unos a los otros” son muchos los que se te quedan mirando y te preguntan: «¿Y amar, qué es: un calorcillo en el corazón? ¿Cómo se hace eso de amar, sobre todo cuando se trata de desconocidos o semiconocidos? ¿Amar son, tal vez, solamente algunos impresionantes gestos heroicos?".

Un amigo mío, Amado Sáez de Ibarra publicó hace muchos años un folle¬to que se titulaba “EI arte de amar”. En el ofrecía una serie de pequeños gestos de amor, de esos que seguramente no cambian el mundo, pero que, por un lado, lo hacen más vividero y, por otro, estiran el corazón de quien los hace.

Siguiendo su ejemplo voy a ofrecer aquí una lista de 24 pequeñas maneras de amar:

1. Aprenderse los nombres de las personas que trabajan con nosotros o de las que nos cruzamos en el ascen¬sor y tratarles luego por su nombre.

2. Estudiar los gustos ajenos y tratar de complacerlos.

3. Pensar, por principio, bien de todo el mundo.

4. Tener la manía de hacer el bien, sobre todo a los que no se lo merecerían teóricamente

5. Sonreír. Sonreír a todas horas. Con ganas o sin ellas.

6. Multiplicar el saludo, incluso a los semiconocidos.

7. Visitar a los enfermos, sobre todo si son crónicos.

8. Prestar libros aunque te pierdan al¬guno. Devolverlos tú.

9. Hacer favores. Y concederlos antes de que terminen de pedírtelos.

10. Olvidar las ofensas. Y sonreír espe¬cialmente a los ofensores.

11. Aguantar a los pesados. No poner cara de vinagre escuchándolos.

12. Tratar con antipáticos. Conversar con los sordos sin ponerte nervioso.

13. Contestar, si te es posible, a todas las cartas.

14. Entretener a los viejos. No engañarlos como chiquillos, pero subrayar todo lo positivo que encuentres en ellos.

15. Recordar las fechas de los santos y cumpleaños de los conocidos y ami¬gos.

16. Hacer regalos muy pequeños, que demuestran el cariño pero no crean obligación de ser compensados con otro regalo.

17. Acudir puntualmente a las citas, aunque tengas que esperar tú.

18. Contarle a la gente las cosas bue¬nas que alguien ha dicho de ellos.

19. Dar buenas noticias.

20. No contradecir por sistema a todos los que hablan con nosotros.

21. Exponer nuestras razones en las discusiones, pero sin tratar de aplastar.

22. Mandar con tono suave. No gritar nunca.

23. Corregir de modo que se note que te duele el hacerlo.

24. Nunca criticar

La lista podría ser interminable y los ejemplos similares infinitos. Y ya sé que son minucias. Pero con muchos millones de pequeñas minucias como éstas el mundo se haría más habitable.

J.L.M.D.

FICHA DE TRABAJO

Temas: Pequeño detalle, amor, comprensión.

Pistas para la reflexión

  1. De la lista que ofrece el texto, ¿Qué detalles sueles cuidar tú?

  2. ¿Qué detalles de la lista te gustaría cuidar?

  3. ¿Por qué crees que son importantes estos detalles para querer a una persona?

  4. ¿Qué detalles de la lista se preocupan otras personas de hacer contigo?

Vocabulario

  • Complacer: causar a alguien satisfacción, placer o agrado.

  • Minucias: menudencia, cortedad, cosa de poco valor y entidad.

10.3. La cueva de Belén en el barrio

Por la ventana de una modesta vivienda valenciana, en la tarde del pasado 24 de diciembre, unos niños lanzan un petardo recién encendido. Claro que ellos sólo intentan hacer una broma. Pero la llamarada del petardo va de veras: empieza prendiendo unas cortinas de la habitación; luego hace explotar el televisor y quema varios enseres, incluido el sobre que contenía el dinero de la paga navideña.

También explota la bondad de aquellas gentes. El joven matrimonio morador de la vivienda se encontraba en el patio. Su niño chiquitín dormía en una habitación interior. Un vecino salta del piso primero y salva al niño. Otros vecinos con extintores, bomberos y policías sofocan el incendio. Luego recorren las casas del barrio, pidiendo ayuda para los infortunados convecinos. El gesto más bello, el que descubre la fe de personas tan buenas, resalta en la pancarta enarbolada durante su recorrido. Decía así: «En esta Nochebuena, Jesús ha nacido en nuestro barrio: un matrimonio y su hijo se han quedado sin hogar».

La primera cantidad recaudada ascendió a 48.000 pesetas, sin que faltasen ofertas de arreglar el piso quemado. En la Misa de medianoche se anunció la noticia; y al día siguiente, en un belén viviente que organizaron las familias de la barriada, se recogieron 45.000 pesetas. Interrogada por los informadores, la dueña de la vivienda siniestrada respondió: “Nuestros vecinos han tenido un comportamiento ejemplar... Estamos muy emocionados y agradecidos a tantas personas buenas…”

(José Julio Martínez. Hay mucha gente buena)

FICHA DE TRABAJO

Temas: Solidaridad, amor, compromiso.

Pistas para la reflexión

  1. ¿Qué le sucedió a aquella familia aquella Navidad?

  2. ¿De qué manera respondieron sus vecinos con ellos?

  3. ¿Conoces algún hecho dramático que haya vivido alguna persona cercana y que el resto de personas se hayan volcado en ayudarla?

  4. ¿Por qué crees que debemos ayudar a los demás? Para que me ayuden a mi cuando me pase algo malo, por qué la ley obliga prestar ayuda, porque si no la gente me mirará mal, para demostrar a los demás que soy bueno, porque si no se removerá mi conciencia, porque todos los hacen, para salir en los periódicos y hacerme famoso, por la recompensa, …

Vocabulario

  • Enseres: utensilios, muebles, instrumentos necesarios o convenientes en una casa o para el ejercicio de una profesión.

  • Convecino: que tiene vecindad con otro en un mismo pueblo

  • Enarbolar: levantar en alto un estandarte, una bandera o cosa semejante para que se vea bien.

  • Barriada: barrio, especialmente en la periferia de una ciudad y formado por construcciones de baja calidad.

10.4. Promesa de no fumar

Arrondo, jefe de negociado de un ministerio, había anunciado con tiempo que aquella cuaresma pensaba dejar de fumar en plan penitente. Aquellos pitillos cuaresmales renunciados aparecían a sus ojos como una buena inversión a largo plazo.

Durante la noche del martes al Miércoles de Ceniza ya no podía parar, acostumbrado como estaba a meterse en la cama con un pitillo en la boca. No paraba. Su mujer insinuaba:

— Es la primera noche, Julián.

Él se indignó ante la creencia de que su renuncia fuese heroicidad de unas horas. Anunció que toda la cuaresma sería igual...

— ¡No dormiré!—gritó.

— No dormiremos — coreó ella dulcemente.

Ahorramos relatar cómo se fue agriando progresivamente el humor de Julián Arrondo, jefe de negociado de un ministerio, y la paciencia de su buena esposa es digna de encomio.

Pero, mire usted por dónde, que al final vino a morir el penitente, porque andaba con la tensión bastante alta y las venas endurecidas. Horas después San Pedro le concedía un modesto lugar en el Cielo, muy cerquita de la puerta. Pero Arrondo no estaba satisfecho. Pensaba que tenía derecho a algo más (“No entiendo... pasé toda la Cuaresma sin fumar”).

Curioso, porque el Apóstol no había encontrado nada por el estilo en el libro donde se apuntan nuestros méritos. Volvió a abrir el libro de la gran contabilidad, donde, a dos columnas, estaban anotados los nombres de los acreedores y los méritos contraídos. Recorrió con su dedo magistral las columnas de la A. De pronto, Arrondo vio su nombre. Pero el Apóstol le hizo observar que decía: «Arrondo (señora de)». Y al lado, en la columna de méritos de ella: «Una Cuaresma sin fumar su marido».

(Julio Euguí. Anécdotas y virtudes)

FICHA DE TRABAJO

Temas: Caridad, paciencia, generosidad.

Pistas para la reflexión

  1. ¿Qué le sucedió al señor Arrondo?

  2. ¿Por qué creía Arrondo que estaba haciendo algo heroico?

  3. ¿Quién es realmente el héroe en esta historia? ¿Por qué?

  4. ¿Qué características ha de tener nuestra penitencia para que sea verdaderamente caritativa?

Vocabulario

  • Encomio: alabanza encarecida.

  • Penitente: persona que hace penitencia.

10.5. La anciana del asilo

Contaba el papa Juan Pablo I en una audiencia del 6 de septiembre de 1978: Yo, de obispo en Venecia, solía ir a veces a visitar asilos de ancianos. Una vez encontré a una enferma anciana.

— Señora, ¿cómo está?

— Bah, comer, como bien; calor, bien también, hay calefacción.

— Entonces, está contenta, ¿verdad?

— No.

Y casi se echó a llorar.

— Pero, ¿por qué llora?

— Es que mi nuera y mi hijo no vienen nunca a visitarme. Yo quisiera ver a los nietecitos.

El comentario es del mismo Juan Pablo I: “No bastan la calefacción, la comida: hay un corazón; es menester pensar igualmente en el corazón de nuestros ancianos.”

Jesús Azcárate.

FICHA DE TRABAJO

Temas: Amor, familia.

Pistas para la reflexión

  1. ¿Qué le faltaba a la anciana de la historia?

  2. ¿Por qué crees que Juan Pablo I dice que no bastan la calefacción y la comida para hacer feliz a una persona?

  3. ¿Cómo cuidas de las personas mayores que conoces?

10.6. El perro

Se cuenta que un hombre, reducido a la mendicidad, abandonó su gente y se fue a la aventura. Extenuado por el hambre y el cansancio, llegó a una ciudad de grandiosos palacios, y se encontró siguiendo a un grupo de altos personajes, todos encaminados en la misma dirección.

La comitiva entró en una especie de palacio real donde un anfitrión, de aspecto imponente, recibía a los visitantes rodeado de pajes. Se les ofreció un suntuoso banquete; pero nuestro hombre se mantuvo apartado, escondido y todo confundido, con la esperanza de que nadie lo descubriera.

Mientras el mendigo permanecía escondido y todos comían, he aquí que llega un paje con cuatro perros de caza, vestidos con una gualdrapa de brocados, collares de oro y frenos de plata. El lacayo amarró cada perro al puesto que le estaba reservado, y puso delante de cada uno de ellos un plato de oro colmado de exquisitos manjares.

Afligido por el hambre, el hombre contemplaba aquella comida, y hubiera deseado acercarse a uno de aquellos perros para comer con él, pero el miedo se lo impedía.

Cuando he aquí que uno de los perros levantó los ojos del plato y lo miró: El Altísimo le inspiraba el conocimiento de las condiciones de aquel desgraciado. El perro se apartó del plato, haciendo una señal al hombre para que se acercara.

El mendigo se acercó y comió; después hizo ademán de irse, pero el perro le hizo una señal para que se llevara también el plato, con la comida que había quedado; y con la pata lo empujaba hacia él. Entonces el hombre recogió el plato que era de oro macizo, y huyó del palacio sin que nadie lo advirtiese.

Atontado por lo sucedido, estaba pensando para sí:

— ¿Pero cómo es posible que un perro — criatura inferior y privado de inteligencia— se haya dado cuenta de un hecho que escapaba a la mirada del hombre, y haya sido capaz de cumplir con una acción tan noble?

Entonces le respondió el Espíritu de Dios que habla al corazón:

— Yo me sirvo de cualquier criatura mía para mis fines de misericordia. Estaba hablando a cada uno de aquellos comensales, pero ninguno prestaba atención a mis palabras. Todos estaban muy ocupados en sus asuntos. Solamente aquel perro la oyó, y haciéndome caso, ha llegado a ser así el vehículo de mi providencia para ayudarte.

Árabe. Las mil y una noches

FICHA DE TRABAJO

Temas: Bondad, caridad, providencia

Pistas para la reflexión

  1. Resume brevemente la historia.

  2. ¿Quién inspiró al perro a actuar de tal forma?

  3. ¿De qué manera se hizo justicia con el pobre mendigo?

  4. ¿De qué manera ves que actúa la Providencia de Dios contigo?

Vocabulario

  • Extenuar: enflaquecer, debilitar.

  • Comitiva: gente que va acompañando a alguien.

  • Suntuoso: grande y costoso.

  • Gualdrapa: cobertura larga, de seda o lana, que cubre y adorna las ancas de un animal.

  • Lacayo: criado cuya principal ocupación era acompañar a su amo en sus desplazamientos.

10.7. San Francisco de Asís y el leproso

Un día cabalga Francisco, hacia la Apulia, pero un acceso de fiebre le hace detenerse en Espoleto. En sueños escucha una voz que le manda regresar a la ciudad. Es en la vuelta a Asís cuando encuentra en el camino a un leproso. El temor de Francisco por estos enfermos pasa de lo natural. Sin embargo, un impulso interior le hace bajarse del caballo y besar al leproso. Lo de menos es que la leyenda añada que cuando se volvió para ver alejarse al leproso no pudo divisarlo. La realidad es que Francisco, al escribir al final de su vida su breve testamento, lo encabeza con un relato de su conversión, y éstas son sus palabras: «El Señor me concedió a mí, fray Francisco, que así comenzase a hacer penitencia. Pues cuando yo estaba envuelto en pecados me era muy amargo ver leprosos, y el Señor me condujo entre ellos y los traté con misericordia. Y apartándome de ellos, lo que antes me pareció amargo se me convirtió en dulzura del alma y del cuerpo.

FICHA DE TRABAJO

Temas: Caridad, bondad, servicialidad, entrega.

Pistas para la reflexión

  1. Resume la historia de s. Francisco y el leproso.

  2. ¿De qué manera ayudó a la vida de san Francisco aquel gesto con el leproso?

  3. ¿Por qué crees que hay personas que ven en los pobres un problema, y no ven que el verdadero problema está en las condiciones materiales y espirituales que viven muchos de ellos?

10.8. La ventana del hospital

Dos hombres enfermos de gravedad compartían el mismo cuarto de un hospital. Uno de ellos tenía permitido sentarse durante una hora de la tarde para drenar el líquido de sus pulmones. Su cama estaba al lado de la única ventana de la habitación. El otro tenía que permanecer acostado de espaldas sin moverse.

Conversaban incesantemente, un día tras otro, de los temas más variados y, sobre todo, de sus experiencias. Cada tarde, cuando el hombre del lado de la ventana se sentaba, le describía a su compañero de cuarto todo lo que veía en el exterior. Con el tiempo, el hombre acostado de espaldas, que no podía asomarse por la ventana, esperaba ansioso que llegara esa hora durante la cual disfrutaba con los relatos de su compañero.

La ventana daba a un gran parque con un lago hermoso. Los patos y los cisnes se deslizaban por el agua, mientras los niños jugaban en la orilla. Los enamorados se paseaban de la mano entre jardines con flores de todos los colores y árboles majestuosos. Al fondo de este paisaje, en la distancia, se distinguía recortada sobre el cielo una bella vista de la ciudad con sus monumentos. Cuando el señor de la ventana describía todo esto con detalle, su compañero cerraba los ojos y lo imaginaba con una gran sonrisa en su boca. Una tarde, le describió un desfile que pasaba por la puerta del hospital y, aunque no pudo escuchar la banda, era casi como si lo hubiera visto. Otra tarde le retransmitió un partido que jugaban unos niños enfrente, con sus goles y todo. En otra ocasión le contó con precisión cómo iba vestida la gente y lo que hacían cuando pasaban por allí en su ir y venir. Prácticamente cada vez le contaba una cosa distinta. Así se sucedían las tardes, los días y las semanas.

Una mañana la enfermera, al entrar en la habitación para el aseo diario, se encontró con el cuerpo sin vida del señor de la ventana, que al parecer había muerto tranquilamente durante el sueño. Al día siguiente, el otro señor pidió que lo trasladaran cerca de la ventana. La enfermera realizó el cambio y después de asegurarse de que estaba cómodo, le dejó sólo. El señor, con mucho esfuerzo y dolor, se apoyó por primera vez desde su llegada al hospital: por fin podría verlo por sí mismo.

Una vez que consiguió incorporarse miró por la ventana y lo único que vio fue la pared gris de un edificio. Confundido y triste a la vez, llamó a la enfermera y le preguntó si sabía por qué su compañero muerto le había engañado describiendo tantas cosas maravillosas y distintas de lo que veía por la ventana. La enfermera le respondió: “Tú compañero era ciego. Ni siquiera podía ver la pared de enfrente. Un día me comentó que lo hacía para animarte”.

Autor desconocido.

FICHA DE TRABAJO

Temas: Esperanza, observación, alegría, amor.

Pistas para la reflexión

  1. Resume brevemente la historia.

  2. ¿Por qué crees que el enfermo de la ventana actuó así? ¿Qué transmitió a su compañero de habitación?

  3. Existen dos formas de ver a través de una ventana: una es viendo lo bueno y positivo de la vida. La otra es viendo lo malo y los defectos de esta. ¿Cómo influye esta forma de ver en la gente? ¿Cuál es tú forma de ver?

Vocabulario

  • Drenar: dar salida y corriente a las aguas muertas o a la excesiva humedad de los terrenos, por medio de zanjas o cañerías.

  • Incesante: que no cesa o que se repite con mucha frecuencia.

10.9. Fui forastero y me recibieron

Cuenta la historia que un anciano perdió el conocimiento en la calle y fue llevado de emergencia a un hospital. Después de hacer algunas indagaciones, la enfermera pareció localizar al hijo del anciano, un marino que trabajaba en otra ciudad.

Cuando el marino llegó al hospital, la enfermera le dijo al anciano: “su hijo está aquí”. El anciano, sedado por tanta medicación, levantó su brazo tembloroso.

El marino tomó su mano y la tuvo entre las suyas por varias horas.

De vez en cuando la enfermera le sugería al marino que se tomara un descanso, pero él rehusaba.

Cerca de la madrugada, el anciano falleció. Luego que murió, el marino le preguntó a la enfermera: ¿Quién era ese hombre? La enfermera le preguntó: ¿no era tú padre? No, dijo el marino, pero vi que se estaba muriendo y en ese momento él necesitaba a un hijo desesperadamente y por eso me quedé.

Autor desconocido.

FICHA DE TRABAJO

Temas: Caridad, esperanza, vida.

Pistas para la reflexión

  1. Resume brevemente la historia.

  2. ¿Por qué actuó así el marino? ¿Qué consiguió con ello?

  3. ¿De qué manera ayudas a dar esperanza a los que te rodean?

Vocabulario

  • Indagar: intentar averiguar algo discurriendo o con preguntas.

  • Sedar: apaciguar, sosegar o calmar algo o a alguien.

10.10. El juicio de Dios Padre

Cuenta una leyenda finlandesa que hace mucho, mucho tiempo, vivía en la tierra una señora muy devota que rezaba rosarios y hacía novenas. Era muy devota de los santos y entre ellos tenía sus preferencias, y a los que más quería les prendía más velas. Lo que nunca hacía era tener compasión de nadie, y despreciaba a su sirvienta. Nunca dio un pedazo de pan a un pobre y jamás perdonó una ofensa. Y le parecía que tener misericordia, no era un mandamiento digno de ella.

Al fin de muchos años le llegó su turno: se murió de vieja. Al llegar al cielo, San Pedro le revisó el legajo y le cerró la puerta. Indignada y furibunda le armó un escándalo; pero San Pedro no quiso atender a sus protestas. No encontraba entre sus datos ningún motivo para abrirle la tranquera. Se la llevaron no más los diablos, y a su llegada le organizaron una “fiesta”.

Con todo, sus santos protectores fueron ante el Padre Eterno a quejarse y pedir que interviniera. Y el Padre Eterno, que quiere que reine la paz en su cielo, accedió a revisar las cuentas. Llamó al ángel más fornido y señalándole allá abajo a la señora, mandó que fuera y la trajera.

Y allá fue don Ángel de un zumbido, cayendo entre los diablos como un ave al rescate. La tomó a la Doña ente sus brazos y dispuso a retomar de vuelta. Al verlo el diablo que estaba más cercano de ella, se dio cuenta de que se la llevaban para el cielo, y quiso aprovechar para huir de los infiernos y de un salto se aferró a sus piernas que ya estaban en el aire. Otro diablo, al verlo remontarse, repitió la treta, y se agarró a los pies de su colega. Y así uno tras otro se fueron agarrando, formando una cadena. Y al irse remontado el ángel, iba sacando a todos los diablos de infierno como quien desenrolla una madeja.

La señora del cuento entonces miró a sus pies, y al ver que los diablos se salvaban con ella, le entró una tremenda indignación y comenzó a gritar:

— ¡Qué horror, de ninguna manera!

Y comenzó a dar taconazos y patadas, para librarse de toda esa caterva. A cada patada se soltaba un diablo, y con él se rompía la cadena, que volvía dando tumbos al infierno, levantando una tremenda polvareda. Desesperado el primer diablo se aferraba con las dos manos y los dientes, de sus piernas, hasta que un certero taconazo lo tumbó, justo mismo al llegar a la tranquera.

Y así llegó la señora a presentarse, ante Dios Padre, y jadeante y satisfecha. Satisfecha de haber preservado el orden de las cosas: los santos en la gloria, los demonios en la hoguera.

Pero Dios Padre la miró a los ojos, y tomándola por los hombros indignado la arrojó nuevamente a las tinieblas. Y luego, dirigiéndose a sus santos, pronunció sentencia eterna:

Un juicio sin misericordia para quien misericordia no tuviera.

El que tenga los oídos para oír, que escuche, por favor, y que comprenda.

La sal de la tierra, Editorial Patria Grande.

FICHA DE TRABAJO

Temas: Caridad, misericordia.

Pistas para la reflexión

  1. Resume brevemente la parábola.

  2. ¿Cómo crees que actuó la señora?

  3. ¿En qué consiste la misericordia? ¿Cómo actúa la misericordia de Dios contigo?

Vocabulario

  • Legajo: atado de papeles, o conjunto de los que están reunidos por tratar de una misma materia.

  • Furibunda: airado, colérico, muy propenso a enfurecerse.

  • Tranquera: estacada o empalizada de trancas.

  • Treta: artificio sutil e ingenioso para conseguir algún intento.

  • Caterva: grupo grande de personas, animales o cosas que se consideran despreciables o de poca importancia.

CITAS, PROBERVIOS Y REFRANES

“Si dieres el pan triste, el pan y el mérito perdiste”. San Agustín

“En la caridad el pobre es rico, sin caridad todo rico es pobre”. San Agustín

“La caridad no es otra cosa que la justicia en toda su perfección”. San Agustín

“La caridad que nada cuesta, el cielo la ignora”. Honore de Balzac

“La caridad todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo aguanta”. 1 Cor 13,7

“Todo el cristianismo se reduce a la caridad”. Jacques Benigne Bossuet

“La caridad que solo se insinúa por medio de limosna, es un medio de conservar la miseria”. Jacques Deulle

“En ninguna cosa se parecen tanto los hombres a Dios como cuando benefician a sus semejantes”. Vicente Espinel

“La caridad es el océano de donde parten y adonde van todas las virtudes”. J.B. Lacordaire

“Sabiendo lo que son trabajos, he aprendió a socorrer la miseria de los demás”. Virgilio

“Si tienes mucho, da mucho; si tienes poco, da poco: pero da siempre”. Anónimo

“En las cosas necesarias, la unidad; en las dudosas, la libertad; y en todas, la caridad”. San Agustín

“La manera de dar vale más que lo que se da”. Pierre Corneille

“La caridad es un deber; la elección de la forma, un derecho”. Concepción Arenal

“Yo creo que el mejor medio de hacer bien a los pobres no es darles limosna, sino hacer que puedan vivir sin recibirla”. Benjamin Franklin

“Donde no hay caridad no puede haber justicia”. San Agustín

“Ciertos hombres de mal corazón creen reconciliarse con el cielo cuando dan una limosna”. Georg Christoph Lichtenberg

“Hay tanta justicia en la caridad y tanta caridad en la justicia que no parece loca la esperanza de que llegue el día en que se confundan”. Concepción Arenal

“Tirarle el hueso al perro no es caridad. Caridad es compartir el hueso con el perro cuando se está tan hambriento como él”. Jack London

“Es el acento el que convence y no la palabra”. Delphine Gay

“Confiad en los que se esfuerzan por ser amados; dudad de los que sólo procuran parecer amables”. Giacommo Leopardi

“El sabio sólo usa de la acritud contra sí mismo, y es amable con los demás”. Plutarco

“A los ojos de la caridad no es nunca pequeño el bien que se hace ni el mal que se evita”. Concepción Arenal

“La caridad crece dando y dándose”. Santa Teresa de Ávila

“Aprender a mirar al pobre desde su pobreza, al enfermo desde su enfermedad o al marginado desde su marginación, es el objetivo principal de una caridad bien entendida”. P. Luis Carlos Aparicio Mesones

“Ayudar al débil es caridad; pretender ayudar al poderoso es orgullo”. S. Gregorio Magno

“Con las obras de caridad nos cerramos la puertas del infierno y nos abrimos el paraíso”. San Juan Bosco

“¡Cuánto duele a Dios y cuánto daña a muchas almas — y cuánto puede santificar a otras — la injusticia de los "justos!” San Josemaría Escrivá de Balaguer

“¡Cuánto hace gozar la verdadera caridad!” Madre Maravillas de Jesús

“Cuanto más crece el hombre en la caridad, tanto más elevado se le presenta el ideal y tanto más profunda la diferencia entre su fidelidad y la fidelidad de Dios en amarlo”. P. Bernhard Häring

“¡Cuántos actos heroicos de caridad se pueden hacer a lo largo del día en las ocupaciones más modestas de cada jornada!” Santa Teresa del Niño Jesús

“Dios es caridad, y quien permanece en la caridad, permanece en Dios. Ama, pues, al prójimo..., y en él verás a Dios...” San Agustín de Hipona

“El amor es la perfección del espíritu y la caridad es la perfección del amor”. S. Fco. de Sales

“En la caridad el pobre es rico, sin caridad todo rico es pobre”. San Agustín de Hipona

“En la medida en que se ama algo temporal, se pierde el fruto de la caridad”. Sta. Clara

“Faltar a la caridad es como herir a Dios en la pupila de sus ojos. ¿Hay algo más delicado que la pupila del ojo?” San Pío de Pieltrecina

“Fe, esperanza y caridad, en admirable urdimbre, constituyen el dinamismo de la existencia cristiana hacia la comunión plena con Dios”. SS. Francisco (Lumen Fidei)

“Hay una cosa que siempre nos asegurará el cielo: Los actos de caridad y bondad con los que llenamos nuestra vida”. Madre Teresa de Calcuta

“Haciendo la caridad, uno no se equivoca nunca”. San Camilo

“La caridad..., de la cual está escrito que "no busca el propio interés", se entiende así: que prefiere las cosas comunes a las propias y no las propias a las comunes... De ahí que, cuando cuidamos el bien común antes que el propio, tanto conocemos que hemos adelantado en la virtud...” San Agustín de Hipona

“La caridad es el centro que une a la comunidad con Dios y con los demás”. San Vicente de Paúl

“La caridad es el océano del que salen y a donde van a parar todas las demás virtudes”. Padre Enrique Domingo Lacordaire

“La caridad es la medida con la que el Señor nos juzgará a todos”. San Pío de Pieltrecina

“La caridad no busca jamás la propia comodidad”. San Camilo

“La caridad es la reina de las virtudes. Como el hilo entrelaza las perlas, así la caridad a las otras virtudes; cuando se rompe el hilo caen las perlas. Por eso cuando falta la caridad, las virtudes se pierden”. San Pío de Pieltrecina

“La caridad comienza donde termina la justicia”. Padre Alberto Hurtado

“La caridad para con Dios se mide por la caridad que se tiene con el prójimo, y ésta roba el Corazón del Señor y...el de las criaturas también”. Madre Maravillas de Jesús

“La caridad, la paciencia y la ternura son un gran tesoro. Quien lo tiene, lo comparte con los demás”. SS. Francisco

“La Cáritas es la caricia de la Iglesia a su pueblo, la caricia de la Madre Iglesia a sus hijos, la ternura, la cercanía” SS. Francisco

“La esencia de la caridad es hacerse amigo de Dios, en tanto que Él es feliz y la fuente de la felicidad”. Santo Tomás de Aquino

"La humildad y la caridad van juntas. Una glorifica, la otra santifica" S. Pío de Pietrelcina

“La murmuración es roña que ensucia y entorpece el apostolado. Va contra la caridad, resta fuerzas, quita la paz, y hace perder la unión con Dios”. San Josemaría Escrivá de Balaguer

“La persona que no tiene un corazón caritativo padece del peor de los males cardiacos”. Bob Hope

“Muchas veces la caridad ha suplido al genio, en los santos; lo contrario nunca ha sucedido”. Palau

“No admitas un mal pensamiento de nadie, aunque las palabras u obras del interesado den pie para juzgar así razonablemente”. San Josemaría Escrivá de Balaguer

“Nos ha tocado la mejor herencia: la perla de la caridad”. San Camilo

“No hagas crítica negativa: cuando no puedes alabar, cállate”. S. Josemaría E. de Balaguer

“Nunca dejemos que alguien se acerque a nosotros y no se vaya mejor y más feliz. Lo más importante no es lo que damos, sino el AMOR que ponemos al dar. Halla tu tiempo para practicar la caridad. Es la llave del Paraíso”. Madre Teresa de Calcuta

“Para que sea fructífera, la caridad debe costarnos un esfuerzo”. M. Teresa de Calcuta

“Por la caridad el hombre es puesto en la misma realidad divina haciéndose uno con Él”. Santo Tomás de Aquino

“Procurad siempre avanzar cada vez más en el camino de la Perfección y abundad siempre más en la caridad”. San Pío de Pieltrecina

“Nada les unirá más a Dios que la caridad”. San Camilo

“Quien disimula su caridad es doblemente generoso”. José Narosky

“Si eres tan miserable, ¿cómo te extraña que los demás tengan miserias?” San Josemaría Escrivá de Balaguer

“Te duelen las faltas de caridad del prójimo para ti. ¿Cuánto dolerán a Dios tus faltas de caridad —de Amor— para Él?” San Josemaría Escrivá de Balaguer

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