Creación del Hombre
Génesis 2, 4-25
"Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó" (Gn 1,27). El hombre ocupa un lugar único en la creación: "está hecho a imagen de Dios"; en su propia naturaleza une el mundo espiritual y el mundo material; es creado "varón y mujer"; Dios lo estableció en la amistad con él. Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona; no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con otras personas; y es llamado, por la gracia, a una alianza con su Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser puede dar en su lugar.
Capítulo 2
4 Cuando el Señor Dios hizo la tierra y el cielo,
5 aún no había ningún arbusto del campo sobre la tierra ni había brotado ninguna hierba, porque el Señor Dios no había hecho llover sobre la tierra. Tampoco había ningún hombre para cultivar el suelo,
6 pero un manantial surgía de la tierra y regaba toda la superficie del suelo.
7 Entonces el Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente.
8 El Señor Dios plantó un jardín en Edén, al oriente, y puso allí al hombre que había formado.
9 Y el Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles, que eran atrayentes para la vista y apetitosos para comer; hizo brotar el árbol del conocimiento del bien y del mal.
10 De Edén nace un río que riega el jardín, y desde allí se divide en cuatro brazos.
11 El primero se llama Pisón: es el que recorre toda la región de Javilá, donde hay oro.
12 El oro de esa región es excelente, y en ella hay también bedelio y lapislázuli.
13 El segundo río se llama Guijón: es el que recorre toda la tierra de Cus.
14 El tercero se llama Tigris: es el que pasa al este de Asur. El cuarto es el Eufrates.
15 El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el jardín de Edén, para que lo cultivara y lo cuidara.
16 Y le dio esta orden: «Puedes comer de todos los árboles que hay en el jardín,
17 exceptuando únicamente el árbol del conocimiento del bien y del mal. De él no deberás comer, porque el día que lo hagas quedarás sujeto a la muerte».
18 Después dijo el Señor Dios: «No conviene que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada».
19 Entonces el Señor Dios modeló con arcilla del suelo a todos los animales de campo y a todos los pájaros del cielo, y los presentó al hombre para ver qué nombre les pondría. Porque cada ser viviente debía tener el nombre que le pusiera el hombre.
20 El hombre puso un nombre a todos los animales domésticos, a todas las aves del cielo y a todos los animales del campo; pero entre ellos no encontró la ayuda adecuada.
21 Entonces el Señor Dios hizo caer sobre el hombre un profundo sueño, y cuando este se durmió, tomó una de sus costillas y cerró con carne el lugar vacío.
22 Luego, con la costilla que había sacado del hombre, el Señor Dios formó una mujer y se la presentó al hombre.
23 El hombre exclamó: «¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Se llamará Mujer, porque ha sido sacada del hombre».
24 Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos llegan a ser una sola carne.
25 Los dos, el hombre y la mujer, estaban desnudos, pero no sentían vergüenza.
La creación de Adán. Miguel Ángel, 1512. Capilla Sixtina, Roma
La creación de Adán es una de las pinturas al fresco de Miguel Ángel Buonarroti que decoran la bóveda de la Capilla Sixtina. La escena representa el origen del primer hombre, Adán. El fresco forma parte de una sección pictórica de nueve escenas basadas en el libro del Génesis del Antiguo Testamento.
Esta es una de las obras más representativas del espíritu del Renacimiento italiano, debido al modo de representar la creación del hombre. Destacan la imagen antropomorfa al Creador, la jerarquía y proximidad entre los personajes, el modo en que Dios aparece y el gesto de las manos de Dios y el hombre, tan original como revolucionario. Veamos por qué.
Análisis de La creación de Adán de Miguel Ángel
La escena tiene lugar después de que Dios ha creado la luz, el agua, el fuego, la tierra y los demás seres vivos. Dios se aproxima al hombre con toda su energía creadora, acompañado de una corte celestial.
Por esa energía creadora la escena está cargada de un intenso dinamismo, acentuado por las líneas ondulantes que atraviesan toda la composición y que imprimen un ritmo visual. Asimismo, gana un cierto sentido escultórico gracias al trabajo de volumen de los cuerpos.
Descripción iconográfica de la Creación de Adán
La imagen principal nos presenta en un solo plano dos secciones divididas por una diagonal imaginaria, la cual facilita establecer una jerarquía. El plano de la izquierda representa la presencia de Adán desnudo, quien ya está formado y espera a ser insuflado por el don de la vida. Por eso vemos a Adán acostado y lánguido en una superficie terrestre, sujeta a las leyes de la gravedad.
La mitad superior está dominada por un grupo de figuras suspendido en el aire, dando a entender su carácter sobrenatural. Todo el grupo está envuelto en un manto rosa que flota en el cielo como una nube. Parece un portal entre la Tierra y el orden celestial.
Dentro del grupo, el Creador destaca en el primer plano sostenido por querubines, mientras circunda con su brazo a una mujer, acaso Eva esperando su turno o acaso una alegoría al conocimiento. Con su mano izquierda, el Creador sostiene por el hombro al que parece un niño o querubín, y que algunos sugieren podría tratarse del alma que Dios insuflará en el cuerpo de Adán.
Ambos planos parecen unirse por medio de las manos, elemento central de la composición: las manos se abren a la conexión entre ambos personajes mediante los dedos índices extendidos.
Las fuentes bíblicas sobre la creación del hombre
Bóveda de la Capilla Sixtina donde se encuentran las nueve escenas del Génesis. En rojo, escena La creación de Adán.
La escena representada es una interpretación muy poco ortodoxa del pintor sobre el libro del Génesis. En este se cuentan dos versiones de la creación del hombre. Según la primera, recogida en el el capítulo 1, versículos del 26 al 27, la creación del hombre ocurre de la siguiente manera:
Dios dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza; y que le estén sometidos los peces del mar y las aves del cielo, el ganado, las fieras de la tierra, y todos los animales que se arrastran por el suelo». Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer.
En la segunda versión, ubicada en el capítulo 2, versículo 7, el libro del Génesis describe la escena así:
Entonces el Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente.
No existe en el texto bíblico ninguna alusión a las manos. Sin embargo, sí al acto de modelar la arcilla, que no es otra cosa que esculpir, y esculpir es la principal vocación del artista Miguel Ángel. No es de extrañar que haya centrado su atención en ello. El Creador y su criatura, iguales en su capacidad de crear, solo se distinguen en una cosa: Dios es el único que puede dar vida.
La creación según el Génesis en la tradición iconográfica
Izquierda: La creación de Adán en el ciclo de la creación de la Catedral de Monreale, Sicilia, s. XII. Centro: Dios geómetra. Biblia de San Luis, París, s. XIII, Catedral de Toledo, fol. 1. Derecha: El Bosco: La presentación de Adán y Eva en el Panel del Paraíso, El Jardín de las delicias, 1500-1505.
De acuerdo con la investigadora Irene González Hernando, la tradición iconográfica sobre la creación suele obedecer a tres tipos:
las series narrativas;
el Cosmocrátor (representación alegórica de Dios como un geómetra o matemático con sus herramientas creativas);
la presentación de Adán y Eva en el paraíso.
En aquellos que optan por las series narrativas del Génesis, el día sexto de la creación (correspondiente a la creación del hombre), recibe particular atención de los artistas, como en Miguel Ángel. Dice González Hernando que, por costumbre:
El creador, generalmente bajo apariencia de Cristo siríaco, bendice su creación, que se desarrolla en fases sucesivas.
Más adelante, la investigadora añade:
Así podremos hallar a Dios modelando al hombre en arcilla (ej. Biblia de San Pedro de Rodas, s. XI) o insuflándole vida, lo que se indica a través de un haz de luz que va del creador a su criatura (ej. Palermo y Monreale, s. XII) o, como en la genial creación de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina..., a través de la unión de los dedos índices del Padre y Adán.
Sin embargo, la misma investigadora nos informa que durante la Edad Media, antecedente inmediato del Renacimiento, tenían mayor importancia las escenas alusivas al pecado original, debido a la necesidad de subrayar el papel del arrepentimiento en la redención.
Si hasta ese momento las escenas preferidas de la creación solían circunscribirse a Adán y Eva en el paraíso, la elección de Miguel Ángel por un tipo iconográfico menos frecuente al que añade nuevos significados muestra una voluntad renovadora.
El rostro del Creador
Dicho modelo iconográfico tiene precedentes como La creación del hombre de Giotto, obra fechada hacia el año 1303 e integrada al conjunto de frescos que decora la Capilla de Los Scrovegni en Padua.
Hay importantes diferencias. La primera reside en el modo de representar el rostro del Creador. No era demasiado frecuente que el rostro del Padre se representara, pero cuando se hacía, solía usarse el rostro de Jesús como imagen del Padre.
Tal como podemos ver en la imagen anterior, Giotto ha permanecido fiel a esta convención. Miguel Ángel, en cambio, se toma la licencia de asignarle un rostro más próximo a la iconografía de Moisés y los patriarcas, como ya había ocurrido en algunas obras del Renacimiento.
Las manos: un gesto original y trascendente
La otra diferencia entre el ejemplo de Giotto y este fresco de Miguel Ángel estaría en el gesto y función de las manos. En La creación de Adán de Giotto, las manos del Creador representan un gesto de bendición de la obra creada.
En el fresco de Miguel Ángel, la mano derecha de Dios no es un gesto de bendición tradicional. Dios apunta activamente con el dedo índice a Adán, cuyo dedo está apenas levantado como esperando que la vida habite en él. Así, las manos parecen más bien el canal por el que la vida es insuflada. La ausencia de luz emanada en forma de rayo refuerza esta idea.
Todo parece indicar que Miguel Ángel ha retratado una instantánea del momento justo en que Dios se prepara para dar vida a la obra de sus “manos”.
Significado de La creación de Adán de Miguel Ángel
Ya vemos que Miguel Ángel no obedecía a un pensamiento ortodoxo, sino más bien creaba su universo pictórico desde sus propias reflexiones plásticas, filosóficas y teológicas. Ahora bien, ¿cómo interpretarlo?
La inteligencia creadora
Desde el punto de vista del creyente, Dios es una inteligencia creadora. Por ende, no es de extrañar que una de las interpretaciones de La creación de Adán de Miguel Ángel centre su enfoque en este aspecto.
Hacia 1990, el médico Frank Lynn Meshberger identificó un paralelismo entre el cerebro y la forma del manto rosa, que envuelve al grupo del Creador. De acuerdo con el científico, el pintor habría hecho una referencia deliberada al cerebro como alegoría de la inteligencia superior que ordena el universo, la inteligencia divina.
Si Frank Lynn Meshberger estaba en lo cierto, más que una ventana o portal que comunica las dimensiones terrena y espiritual, el manto sería la representación del concepto de Dios creador como inteligencia superior que ordena la naturaleza. Pero, aún cuando nos parezca razonable y probable, solo un registro del propio Miguel Ángel -un texto o bocetos de trabajo- podría confirmar esta hipótesis.
Antropocentrismo en La creación de Adán
Como fuere, el fresco de Miguel Ángel destaca por ser una vívida expresión del antropocentrismo renacentista. Ciertamente podemos ver una relación jerárquica entre ambos personajes, Dios y Adán, debido a la altura que eleva al Creador sobre su criatura.
Sin embargo, esta altura no es vertical. Se construye sobre una línea diagonal imaginaria. Esto permite a Miguel Ángel establecer una verdadera “semejanza” entre el Creador y su criatura; le permite representar en un sentido más claro la relación entre ambos.
La imagen de Adán parece un reflejo que se proyecta en el plano inferior. La mano del hombre no continúa la inclinación descendente de la diagonal que traza el brazo de Dios, sino que parece elevarse con discretas ondulaciones, logrando una sensación de proximidad.
La mano, símbolo fundamental del trabajo del artista plástico, se vuelve metáfora del principio creador, a partir de la cual se comunica el don de la vida, y se crea un reflejo oblicuo en una nueva dimensión de la obra creada. Dios ha hecho del hombre también un creador.
Dios, como el artista, se presenta frente a su obra, pero el dinamismo del manto que lo envuelve y los querubines que lo portan indican que pronto desaparecerá de escena para que su obra viva como fiel testimonio de su presencia trascendente. Dios es un artista y el hombre, a semejanza de su Creador, también lo es.
Por Andrea Imaginario. Especialista en artes, literatura e historia cultural
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