Nació en torno al año 560 en Sevilla. Siendo aun niño, quedó Isidoro huérfano, bajo la tutela de su hermano mayor, San Leandro, obispo de Sevilla, hombre de amplia cultura y carácter enérgico. Fue educado en la escuela catedralicia, fundada por su hermano S. Leandro, a quien sucedió en la sede episcopal de Sevilla en el año 599. Consciente del tiempo que le tocó vivir, entre el hundimiento del imperio romano y la aparición de los nuevos pueblos, se entregó a la empresa de encauzarlos por medio de la educación, el orden, la verdad en la misma línea iniciada por su hermano S. Leandro. Fueron discípulos suyos San Braulio de Zaragoza y San Ildefonso de Toledo. Fue consejero de reyes. Presidió los concilios II de Sevilla y IV de Toledo. Murió en abril de 636.
San Isidoro de Sevilla por Bartolomé Esteban Murillo, 1655.
Toda la inmensa obra de San Isidoro rebosa pedagogía, es decir ansias de elevación del hombre.
San Isidoro es el hombre de la lógica del orden, del estudio sistemático. Tiene una visión ecuménica de la ciencia, en la que integra todo lo entonces conocido: cristiano y pagano.
Su pedagogía se orienta a todos los ángulos de la educación: la memoria, la inteligencia, la voluntad, en su triple proyección moral, social y religiosa.
Su obra más famosa es la de “Las Etimologías o los Orígenes” y en el orden pedagógico las “Institutionum disciplinae”
Estatua de San Isidoro de Sevilla en la Biblioteca Nacional de España por José Alcoverro Amorós
He aquí las diferencias entre ciencia y sabiduría: la ciencia se refiere al conocimiento, la sabiduría a la contemplación. La ciencia se emplea adecuadamente en las cosas temporales, la sabiduría sólo contempla lo eterno. La ciencia perfecta consiste en hacer muchas cosas buenas y no buscar por ello alabanzas terrenas, estimándose ante los ojos divinos cual siervos inútiles.
Filosofía es el conocimiento de las cosas divinas y humanas, unido al esfuerzo por bien vivir.
Sé primero alumno, luego doctor. El bien que oyeres apréndelo, el bien que aprendieres enséñalo. No abandones el esfuerzo por aprender y por enseñar. Agranda en ti aún más la sabiduría compartiéndola con otros.
Cuando enseñes no emplees palabras oscuras; enseña de modo que te entiendan, sin causar en tus discursos fastidio a los sencillos ni ofender a los más cultos.
El alumno no olvide que un vicio, largo tiempo tolerado, se convierte en una segunda naturaleza, y que una deformidad natural se reforma con el esfuerzo.
Siendo la lección muy útil para la instrucción, los comentarios sobre lo leído proporciona una mayor comprensión.
Así como los coloquios suelen instruir, las discusiones ordinariamente destruyen. Abandonado el interés por la verdad, suelen engendrarse en ellas luchas.
Muchas veces una lectura prolongada oscurece la memoria del lector a causa de la fatiga. En cambio si leído un párrafo se cierra el libro y repasa interiormente la verdad acabada de leer, se leerá sin cansancio, y la doctrina se gravará más profundamente en la memoria.
Lo que de palabra enseñes, manifiéstalo con tu ejemplo; sé no sólo maestro sino imitador de la virtud. No bastan que alaben lo que dices si no unes los dichos a los hechos. Guárdate en la doctrina de las alabanzas humanas. Enseña a los otros de manera que tú mismo no llegues a perderte. Da, de forma que no pierdas la gracia de la humildad. Ten cuidado, no sea que mientras elevas a otros con tus enseñanzas, bajes tú por tú apetencias de alabanza.
Los que eran ricos en el siglo no se ensoberbezcan ni desprecien a los que proceden de clases inferiores. Muchos, salidos del último estrato social merecieron por los méritos de su virtud ocupar los primeros puestos. Pero cuiden también los pobres de no ensoberbecerse al verse tratados igual que los ricos. Pues resultaría grotesco que donde se humillan los poderosos, olvidando su grandeza secular, se hincharan los pobres, dejándose engañar por la vanidad y el engreimiento.
La doctrina, sin la ayuda de la gracia, aunque se derrame en los oídos, nunca bajará al corazón. Fuera hará desde luego estrépito, más dentro nada aprovechará; sólo cuando la gracia de Dios toca interiormente la mente para que entienda, es cuando llega a los confines del corazón la palabra susurrada.
Hay muchos, que siendo vivaces de inteligencia, carecen de riqueza para expresarse. Otros gozan de amplias cualidades y tienen facilidad para saber y gracia para expresarse.
Resulta más tolerable la lectura silenciosa que en voz alta; la inteligencia se instruye mejor, cuando calla la voz del que lee; pues leyendo en voz alta se cansa el cuerpo y el timbre de la voz se oscurece.
Con el planteamiento de ciertas preguntas desparece la confusión, y muchas veces sale a la luz una verdad escondida, al plantearse y responderse a una objeción… Pronto se aclara por la conversación lo que en un principio aparecía oscuro o dudoso.
Debes compartir lo que sabes y además lo que aprendes y así la sabiduría podrá alcanzarte.
Entiendes que en el dolor se te prueba, para que no te abatas, entiende que se te prueba en la prosperidad, para que no te exaltes.
Tu poderoso señor que eres doctor y el dador de la vida, tú que eres el creador de la tierra y todo lo que existe en ella, nuestro redentor, salvador y defensa, abogado y juez terrible, poderoso y clemente que eres quien da vista a los ciegos que también das fortaleza a los que están débiles , para así hacer lo que tu ordenas, eres misericordioso en cumplir las peticiones de quienes te buscan y piden tu ayuda y también permites que nadie se desespere, te pido que perdones todos y cada uno de mis pecados y todos los errores que he cometido señor.
Padre amado te pido que tu bondad y misericordia siempre me alcance, eres bueno Jesús quiero que siempre seas tú conduciéndome a lugares correctos, dirigiendo mis pasos por buen sendero y así no cometer más errores y pecados que te desagraden y no te honren, tú que nos creaste nos conoces mejor que nadie aun lo bueno y lo malo y todas las faltas que cometemos a diario.
Tu padre mío misericordioso que enviaste a tu único hijo para el perdón de pecados, que conoces mi miseria y también mis debilidades y también conoces como sin parar el enemigo trata de afligirme, tu bondadoso Cristo, que eres un batallador muy fuerte y un campeón que siempre sale triunfador en todas las batallas, te pido en este ahora y entes momento que mires esta batalla tan desigual donde solo se clama tu poderoso y divina majestad señor. Como un mortal te imploro que actúes, si ese león que ruge puede superar a esta débil oveja, si ese espíritu de violencia quiere vencer la débil carne y si por lo menos logra dominarla, así permítele tu justo juicio en ese tiempo de padecer, te pido que nunca permitas que podamos ser devorados por estas bestias indeseables.
Has padre amado tu que amas a tu creación que llegue la tristeza por la alegría que causas en los humanos aquel que quiere y busca atacarnos, permítenos obtener tu gracia divina mi amado señor Jesucristo tú que eres todopoderoso, glorioso y eterno. Amén.
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