29 mayo 2022: VII Domingo de Pascua
por Javier Agra Rodríguez
Pueblos todos batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra.
Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas;
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad.
Porque Dios es el rey del mundo;
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.»
Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.
Reflexión sobre el Evangelio
Terminamos de leer el evangelio de Lucas. Hoy nos narra la única aparición de Jesús al grupo entero de los discípulos. Lucas divide este final en dos partes: en la primera parte, encontramos a los discípulos turbados y dudosos, como quien no quiere entregarse a una buena noticia por temor a ser defraudado. Las dudas terminan cuando comen con el Maestro y lo escuchan, “entonces les abrió la inteligencia para que comprendieran la Escritura” Lucas 24, 45.
La segunda parte es nuestra lectura de este domingo en la que se concentran muchos datos. Jesús une sus palabras actuales con los mensajes que les dijo antes de su muerte, de este modo se identifican con el pasado y son proyectados hacia el futuro. Enlaza los acontecimientos de estos días pasados con el anuncio de la escritura pues el plan de Dios “tenía que cumplirse”.
La muerte y la Resurrección de Jesús desembocan en la predicación de los apóstoles. Recordamos que una vez los envió en una primera misión (Lucas 9, 1 – 6); pues bien, a partir de ahora serán el testimonio para todas las personas de todos los tiempos y de todos los lugares.
La promesa del Espíritu Santo prepara el relato del Libro de Hechos de los Apóstoles 2 que marcamos como inicio de la Iglesia.
La glorificación de Jesús se expresa con el símbolo espacial de “ser llevado al cielo”. De esta manera cierra el evangelio de Lucas el ciclo de las apariciones.
El cuadro
Para ilustrar este evangelio, aporto la pintura “ASCENSIÓN DE CRISTO” del pintor MELOZZO DA FORLI nacido y muerto en Forli, Italia (1438 – 1494). Es un fresco pintado para la Iglesia de los Santos Apóstoles de Roma, que después de diferentes vicisitudes pasó al Palacio del Quirinale donde actualmente se encuentra. Lo pintó entre los años 1481 – 1483. Este pintor, también conocido como Michelozzo degli Ambrogi, es un destacado pintor del Renacimiento italiano.
Estamos ante una pintura realizada con vigorosos trazos donde podemos admirar una profunda perspectiva del conjunto. La grandiosa figura de Cristo parece que está entrando en el espacio celeste donde lo recibe una multitud de ángeles, tan compacta que resulta dificultosa la tarea de contarlos y aún de poder diferenciarlos a la mayoría. Esta plenitud de ángeles produce en el espectador una sensación de movimiento continuo, como si notáramos el aire ascendente en torno a Jesús, el Cristo que sube entre aclamaciones de la naturaleza entera.
Entre el colorido, la luminosidad, el movimiento, la profusión de rostros, manos…Se produce tal torbellino en nuestra sensación que tenemos la confiada impresión de que esta Ascensión es una glorificación de toda la humanidad y de la creación entera.
Javier Agra Rodríguez
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