Esta historia ha sido tomada de «la canción de Rolando», llamada así porque la primera vez que se consignó por escrito, se hizo en verso. Hace de ello algunos centenares de años, pues esta leyenda se remonta al siglo VIII. Luego se puso música a los versos y fue cantada al son de la arpa por los ministriles y trovadores que iban de pueblo en pueblo y de castillo en castillo, entonando cantos de amor, de guerras y de gloriosas muertes.

En aquellos tiempos, en que los libros eran rarísimos y poca gente podía leerlos, el pueblo aprendía la historia de su propio país y se enteraba de la de sus héroes y de los principales acontecimientos, por boca de los trovadores.

La historia de Rolando fue cantada, pues, por uno y otro trovador, y luego relatada de padres ft hijos, y con frecuencia se alteraban los hechos de la misma. A veces, un cantor olvidaba una parte y otro, que tenía más fantasía, le añadía algo de su cosecha, y por esta razón, hasta que fueron escritas las historias de aquellos tiempos sufrieron no pocas modificaciones.

En aquella época no había imprentas y las gentes que se dedicaban al oficio de copistas, añadían o quitaban a su antojo. En otras ocasiones un gran poeta recogía una tradición y la relataba de un modo completamente distinto, y de esta suerte fue entretejiéndose la historia y la leyenda hasta tal punto, que fuera imposible distinguir lo acaecido de lo fantástico, y esto es lo que sucedió con la historia que ahora voy a relataros. Carlomagno, el gran rey de que en ella se habla, es un personaje histórico que ha existido realmente. Era muy sabio y poderoso y vivió hace unos mil años. Gobernó un vasto imperio que se extendía desde los límites de España hasta más de la mitad de la actual Alemania.

Sabemos por la historia que Carlomagno vino a España a combatir contra los sarracenos y que al regresar a su país fue derrotado. En cuanto al resto de la historia de Rolando, es una pura fantasía que ha llegado hasta nosotros, a través de las edades, en forma de poema caballeresco a que tan aficionados fueron nuestros remotos antepasados.

E. Marshall