Los seis tontos
Peter Christen Asbjørnsen y Jørgen Moe
Érase una vez una joven que llegó a la edad de treinta y siete años sin haber tenido ni un solo amante, pues era tan tonta que nadie se quería casar con ella.
Sin embargo, un día llegó un joven a presentarle sus respetos a la muchacha, cuya madre, llena de felicidad, mandó a su hija al sótano por una jarra de cerveza.
Como la muchacha no subía, la madre bajó para ver qué había pasado y la encontró sentada en las escaleras, la cabeza entre las manos, mientras la cerveza se derramaba por todo el piso, pues había olvidado cerrar la llave del barril. “¿Qué haces ahí?” le preguntó la madre.
—Estaba pensando en que después de que me case con este joven debería ponerle a mi primer hijo su mismo nombre, pues ya están ocupados todos los nombres del calendario.
La madre se sentó en la escalera al lado de su hija y le dijo: “Lo pensaremos juntas, mi amor”.
El padre, quien se había quedado arriba con el muchacho, se extrañó de que ni su esposa ni su hija hubieran vuelto y decidió bajar a buscarlas. Las encontró sentadas en las escaleras, mientras la cerveza se derramaba detrás de ellas, pues la llave seguía abierta.
—¿Qué hacen ahí? La cerveza se está derramando por todo el sótano.
—Estamos pensando qué nombre llevarán los hijos que nuestra hija tendrá cuando se case con el joven. Todos los nombres del calendario ya están ocupados.
—Vaya —dijo el padre—. Lo pensaremos juntos.
Como ni la madre ni la hija ni el padre subían de nuevo, el enamorado se impacientó y decidió bajar al sótano para ver qué estaban haciendo. Los encontró a los tres sentados en las escaleras, mientras detrás de ellos la cerveza se derramaba por todo el piso, pues la llave seguía abierta.
—¿Pero qué están haciendo que no suben a la sala y dejan que se derrame la cerveza por todo el sótano?
—Sí, ya sé, muchacho —dijo el padre— pero si te casas con mi hija, ¿qué nombres les pondrás a tus hijos? Ya todos los nombres del calendario están ocupados.
Cuando el joven escuchó esta respuesta dijo:
—¡Adiós! Me voy de aquí. Cuando haya encontrado a tres personas más tontas que ustedes vendré a casarme con su hija.
Y siguió su camino durante largo rato hasta que encontró un huerto y vio a unas personas que intentaban derribar nueces de los árboles y arrojarlas a una carreta con ayuda de un tenedor.
—¿Qué hacen? —les preguntó.
—Queremos llenar la carreta con estas nueces, pero no conseguimos hacerlo.
El enamorado les aconsejó que consiguieran una canasta y que pusieran dentro las nueces y luego la voltearan sobre la carreta. “Bien”, pensó, “he encontrado a alguien más tonto que aquellos tres”.
Y continuó caminando hasta llegar a un bosque. Ahí vio a un hombre que quería darle bellotas a su cerdo y estaba haciendo grandes esfuerzos para que el animal escalara el roble.
—¿Qué haces, buen hombre?
—Quiero que mi cerdo coma unas bellotas, pero no logro hacer que suba al árbol.
—Si tú subes al árbol y agitas las ramas, las bellotas caerán y el cerdo podrá comerlas.
—No se me había ocurrido.
“He aquí al segundo idiota”, pensó el enamorado.
Poco más adelante se encontró a un hombre que nunca había usado pantalones y que se estaba probando un par. Los había amarrado a un árbol y brincaba con todas sus fuerzas lo más alto que podía para tratar de caer dentro de los pantalones.
—Sería más fácil si sostuviera los pantalones en las manos —le dijo el joven— y luego metiera cada una de las piernas en ellos.
—¡Pero claro! Usted es más listo que yo. Nunca se me hubiera ocurrido.
Y dado que encontró a tres personas más tontas que su prometida o su padre o su madre, el enamorado regresó y se casó con la muchacha. Y al cabo de unos años tuvieron muchos hijos.
FIN
FICHA DE TRABAJO
VOCABULARIO
Abatir: Hacer
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