TEMA: Prevención de enfermedades
Siempre hemos escuchado la recomendación “conviene beber dos litros diarios de líquido, especialmente agua”, en realidad se necesitan dos litros o más para facilitar el funcionamiento de los riñones y evitar posibles complicaciones (litiasis, infecciones...).
El riñón es el principal órgano encargado de mantener el equilibrio del medio interno del cuerpo humano. Es responsable de la eliminación de todas las toxinas que se forman como desecho del metabolismo, sobre todo urea y creatinina, productos finales del metabolismo de las proteínas. Asimismo, gran parte de los fármacos que tomamos para tratar diversas dolencias son depurados del cuerpo por “vía renal”. De nuestros riñones depende la composición casi constante de agua y sales minerales de nuestro organismo, el mantenimiento de pH interno y el volumen de sangre. Los riñones regulan también nuestras cifras de tensión arterial y sus variaciones a lo largo del día a través de una sustancia denominada renina, segregada por unas células especializadas del riñón en mayor o menor cantidad según las necesidades.
Cada riñón está formado aproximadamente por un millón de unidades de filtración independientes llamadas nefronas. Éstas, a su vez, están compuestas de minúsculos túbulos renales, cada uno de los cuales realiza un complicado recorrido.
Cuando nuestro cuerpo pierde agua en cantidad excesiva (por ejemplo a través del sudor en épocas de calor), la concentración de los líquidos corporales aumenta y la presión de la sangre en los vasos sanguíneos disminuye. Estos dos fenómenos son percibidos por nuestro organismo a través de una serie de receptores de presión y de concentración, desencadenándose una serie de señales encaminadas a restablecer el equilibrio.
Una de las señales es la aparición de la sensación de sed que nos induce a beber para recuperar el líquido perdido. Además en el propio riñón se segrega la renina que aumenta la reabsorción de sodio y de agua por los túbulos de la nefrona.
Debemos cuidar nuestros riñones, muchos fármacos se eliminan por el riñón, y algunos se comportan como tóxicos renales. Para evitar daños irreversibles, consuma sólo aquellos medicamentos imprescindibles, y siempre bajo consejo médico.
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