Existen virus "buenos" que combaten bacterias infecciosas

Entre los 5.000 virus descritos por la comunidad científica, hay algunos devastadores para el ser humano como el SARS-CoV-2, causante de la pandemia que vivimos desde hace meses, pero también existen otros que pueden ser beneficiosos para nuestra salud. Los bacteriófagos (fagos) pertenecen a este segundo grupo y se perfilan como la solución contra las bacterias resistentes a los antibióticos, que cada año causan la muerte de 33.000 personas en la Unión Europea y 700.000 en todo el mundo. Las investigadoras del CSIC en el Instituto de Productos Lácteos de Asturias (IPLA) Lucía Fernández, Diana Gutiérrez, Ana Rodríguez y Pilar García explican las características y potencialidades de los bacteriófagos.

“A pesar de la euforia inicial que despertó el uso de antibióticos en los años 50, poco tiempo después se comprobó que las bacterias pueden evolucionar y adquirir diversos mecanismos de resistencia a estos compuestos”, señalan las investigadoras. Este proceso de selección natural se ha visto incrementado por el uso abusivo de los antibióticos, de manera que la resistencia a antimicrobianos se ha convertido en un problema de nivel global. “Según estudios realizados por la OMS, se prevé que en el año 2050 las bacterias multirresistentes serán la principal causa de muerte de la población humana”, agregan.

Como cualquier otro agente vírico, los fagos son parásitos intracelulares que necesitan infectar una célula, en este caso una bacteria, para multiplicarse en su interior, pero, a diferencia de otros virus, resultan totalmente inocuos para humanos, otros animales, plantas y el medioambiente. Según las investigadoras del IPLA, “son muy específicos, por lo que solo eliminan el patógeno de interés, mientras que los antibióticos suelen ser de amplio espectro. Además, añaden, “la infección de la bacteria por parte del fago produce más fagos, con lo que la capacidad antimicrobiana aumenta, al contrario de lo que sucede con los antibióticos, cuya dosis efectiva disminuye a lo largo del tiempo”. Estas singularidades abren un amplio abanico de aplicaciones que la comunidad científica está intentando desarrollar.

Los bacteriófagos fueron descubiertos en las primeras décadas del siglo XX por el microbiólogo Félix d’Herelle y se llegaron a comercializar productos fágicos para uso clínico en los años 20. Sin embargo, su potencial terapéutico quedó relegado en favor de la penicilina y otros antibióticos. Aun así, el uso hospitalario de los fagos se ha mantenido en Polonia, Rusia y antiguas repúblicas soviéticas como Georgia, donde se encuentra el Instituto Eliava, fundado en 1923 y considerado actualmente el centro de referencia mundial en la aplicación clínica de fagos.

En Occidente, se están llevando a cabo varios ensayos clínicos en diferentes países con resultados prometedores”, indican las biólogas.

En el ámbito de la veterinaria, la investigación se orienta al “uso de fagos como agentes profilácticos y terapéuticos en animales de granja, principalmente para tratar bacterias patógenas en pollos y cerdos”. Ya se aplican en EEUU y otros países como alternativa ‘amigable’ desde el punto de vista medioambiental a algunos de los productos fitosanitarios. Además, el hecho de que los fagos se aíslen de distintas fuentes naturales permite que sean registrados como biopesticidas y así son utilizados en agricultura ecológica.

El sector de la seguridad alimentaria también es prometedor para la aplicación de los bacteriófagos, ya que “pueden servir como bioconservantes de alimentos, como desinfectantes de instalaciones industriales o incluso en el desarrollo de sistemas de identificación de contaminación bacteriana en los alimentos”. “De esta forma se abarca cada etapa de elaboración del producto”, resumen las científicas del CSIC.

"En la actualidad se están diseñando métodos adecuados de producción y purificación de fagos a gran escala para facilitar y abaratar su comercialización", precisan.

Las investigadoras son optimistas: "en la práctica clínica existen aún esperanzas de que esta nueva estrategia de tratamiento de enfermedades infecciosas puedan llegar a tiempo para resolver la crisis actual. Algunos de los puntos clave que es preciso reforzar son el apoyo a la investigación básica y a los ensayos clínicos, así como una mayor interacción entre empresas biotecnológicas, farmacéuticas, centros de investigación y autoridades sanitarias", concluyen.

La Botica del Saber colabora con "Un Mundo Limpio":