Epilepsia y trastornos convulsivos: se puede vivir una vida normal

La epilepsia es una enfermedad que se manifiesta en forma de ataques que pueden comportar o no la pérdida de consciencia y acompañarse de crisis convulsivas en forma de movimientos sincrónicos, como sacudidas.La epilepsia es un trastorno cerebral crónico que se caracteriza por la repetición de crisis debidas a una descarga excesiva de las neuronas cerebrales (crisis epiléptica), y que suelen asociarse a otros síntomas. Las crisis epilépticas consisten en fenómenos anormales, bruscos y transitorios, que incluyen alteraciones de la consciencia, motoras, sensoriales y psicológicas (convulsiones, pérdida del conocimiento, un período de confusión, un ataque en que la persona mira fijamente o espasmos musculares), y que son percibidos por el paciente o un observador.

Se trata de una de las alteraciones neurológicas más comunes, que afecta de un 0,5% a un 1% de la población. La epilepsia puede manifestarse a cualquier edad, aunque es más frecuente en la infancia y en la vejez.

Una sola convulsión no puede considerarse epilepsia. Son necesarios episodios repetidos de convulsiones para poder establecer el diagnóstico de epilepsia. En realidad el 2% de la población adulta tiene alguna convulsión a lo largo de su vida. En el caso de las crisis únicas debe tenerse en cuenta que el 75% de los pacientes tendrán una segunda crisis en los tres años siguientes. No puede hablarse de epilepsia si el enfermo no ha sufrido crisis, aunque su electroencefalograma sea de tipo epileptiforme.

El alcohol y algunos medicamentos prescritos para otras enfermedades pueden causar convulsiones que no tendrán la consideración de epilepsia. La epilepsia no es una enfermedad mental ni tiene relación con el grado de inteligencia. Tampoco es contagiosa.

Para su funcionamiento normal, el cerebro requiere una regulación cuidadosa de los flujos eléctricos que integran la actividad de estas neuronas. Una descarga eléctrica anormal en el cerebro puede actuar como un cortocircuito que altere el funcionamiento regular de las neuronas y ocasione una crisis convulsiva.

La epilepsia puede ser causada por una amplia variedad de condiciones que producen una alteración en el cerebro. Pueden distinguirse dos clases en función de la causa o etiología:

    • En la mayoría de estos pacientes no hay lesión estructural ni funcional detectable en el cerebro, por lo que se desconoce la causa. Se denomina epilepsia idiopática.

    • En otros casos existe una causa detectable que puede ser un trastorno en el desarrollo del cerebro, meningitis o encefalitis, tumores cerebrales o ictus. Se conoce como epilepsia secundaria.

Las crisis convulsivas también pueden clasificarse según sus características de presentación en:

    • Crisis de gran mal o convulsiones tónico-clónicas generalizadas, que son el tipo de convulsión que la mayoría de las personas asocian con la epilepsia. Es una convulsión que afecta todo el cuerpo, caracterizada generalmente por rigidez muscular (crisis tónica), contracciones musculares rítmicas y violentas (crisis clónicas) y pérdida del conocimiento causada por actividad eléctrica anormal en las neuronas cerebrales.

    • Crisis de pequeño mal, más frecuentes en niños y personas menores de 20 años. Se llama pequeño mal porque no se presentan las espectaculares contracciones tónico-clónicas, sino una pérdida abrupta de poca duración en la actividad consciente conocida como ausencia u otro cambio anormal del comportamiento.

    • Crisis parciales o focales se presentan cuando esta actividad eléctrica permanece confinada a un área limitada del cerebro y se manifiestan por convulsiones en la cara o una parte del cuerpo. Pueden ser simples (que no afectan la consciencia y la memoria) o complejas (que afectan la consciencia, el comportamiento y la memoria de eventos presentes, simultáneos e inmediatamente posterior a la convulsión).

Síntomas

Los síntomas varían mucho y son muy diferentes según el tipo de crisis. Pueden ser tan espectaculares como las tónico-clónicas o pasar casi inadvertidas.

Diagnóstico

El diagnóstico de la epilepsia se basa fundamentalmente en la interpretación de las características de las crisis convulsivas a partir de la anamnesis de personas que hayan presenciado los episodios. No siempre es fácil, porque el cuadro puede parecerse mucho a episodios convulsivos por problemas cardíacos como el síncope o la lipotimia.

Una vez establecido el diagnóstico serán de gran utilidad:

    • Electroencefalograma (mide la actividad eléctrica de las células del cerebro) que no es un examen propiamente de diagnóstico de epilepsia salvo que se realice durante una crisis. Sirve para determinar el tipo de ataque epiléptico, si es focal o no, guía en la selección del tratamiento antiepiléptico.

    • La tomografía axial computarizada (TAC) y la resonancia magnética nuclear (RNM), que tienen especial importancia en el diagnóstico de la epilepsia secundaria.

Tratamiento

En caso de presenciar una crisis convulsiva su conducta debe basarse en la siguiente:

    • No trate de impedir que la persona se mueva.

    • Retire los objetos que podrían causar lesión si la persona cae o si se tropieza con ellos.

    • No mueva la persona a otro lado.

    • Con cuidado, gire a la persona de costado en lo que se denomina posición lateral de seguridad. Poner a la persona tendida en el suelo, de medio lado, y darle la vuelta suavemente a un lado para que la saliva no entorpezca la respiración. Al acelerarse la respiración y estar la boca casi completamente cerrada, el paso rápido de aire y la sobresalivación provocará en algunos casos la aparición de espuma (saliva mezclada con aire). Si se dejase a la persona en posición horizontal boca arriba correría el riesgo de padecer una broncoaspiración por la introducción de líquido en los pulmones. De este modo, cualquier líquido de la boca puede salir sin causar ningún peligro. Nunca trate de forzar a que la persona abra la boca ni le ponga nada dentro de ella.

    • Puede servirle de ayuda saber que la mayoría de las convulsiones no atentan contra la vida. Debe avisar a un médico o una ambulancia sobre todo si la convulsión dura más de diez minutos.

    • Cuando la convulsión termine, verá que el paciente presenta confusión. Invítele a que descanse.

En cuanto al tratamiento de base, como norma general debe empezarse por evitar condiciones que pueden facilitar la reaparición de las crisis. Entre ellas cabe citar la falta de sueño, el incumplimiento del tratamiento antiepiléptico, las luces intermitentes como las de los clubes nocturnos o discotecas, las drogas de abuso, los estimulantes y el alcohol.

Las crisis de <<gran mal>> generalmente responden bien a la fenitoína, la carbamazepina o al ácido valproico o fenobarbital, como alternativa se pueden usar primidona o otros medicamentos.

En la crisis de <<pequeño mal>> es mejor emplear ácido valproico o etosuximida. Como alternativa puede usarse también clonazepan.

Las crisis <<focales simples o complejas>> responden mejor a la fenitoína o a la carbamazepina que al resto de los agentes.

En todos los casos se debe personalizar el tratamiento y hacer controles de la evolución y del tratamiento, al menos anualmente.

Para ello se suelen hacer análisis para medir el nivel en sangre de los medicamentos instaurados, de tal forma que se pueda ajustar la dosis mínima necesaria a cada persona para mantener un rango terapéutico que pueda controlar los síntomas y disminuir los efectos secundarios. El término <<rango terapéutico>> define los límites máximos y mínimos de los niveles sanguíneos que se deben alcanzar para prevenir los ataques o las convulsiones y evitar efectos secundarios.

Estilo de vida

Los pacientes epilépticos pueden vivir una vida normal, alejada del temor e incertidumbre que le pueden producir las convulsiones, pero deben hacerse a sí mismos ciertas restricciones para aumentar su seguridad, como evitar conducir vehículos hasta no haber estado libre de crisis convulsivas durante por lo menos 12 meses y evitar actividades de riesgo como la escalada, la espeleología o el paracaidismo.

Un estilo de vida sano, en el que se incluya la realización de ejercicio físico o deporte con frecuencia, evitando el consumo de drogas (incluyendo tabaco y alcohol), con una dieta equilibrada y unos hábitos de sueño regulares son recomendaciones sanitarias básicas para todas las personas, y de mayor interés en los pacientes epilépticos.

El ejercicio excesivo, permanecer despierto más de 16 horas, la ingesta de alcohol, sustancias estimulantes como el café y el té o estar sometido a estímulos luminosos repetidos e intensos sin protección ocular son factores conocidos por su capacidad de provocar crisis epilépticas. Por ello, la primera recomendación es evitar estos y aquellos otros factores que el paciente conoce como estímulos que le pueden provocar una crisis.

Es muy importante el cumplimiento del tratamiento y el control de aquellas situaciones en las que se puede afectar (vómitos repetidos, diarrea...).

Nunca se debe interrumpir el tratamiento bruscamente.

Mitos y realidades

    • ¿Es contagiosa la epilepsia?

No, la epilepsia no es contagiosa. Usted no puede ser contagiado por ninguna persona que sufra de este desorden neurológico.

    • La epilepsia es una enfermedad mental

En absoluto. Los epilépticos son personas totalmente normales entre crisis.

    • La epilepsia es una señal de un grado bajo de inteligencia

En absoluto. Los epilépticos tienen un nivel de inteligencia normal, pero tampoco se ha demostrado que sean más inteligentes que el resto de las personas.