El sistema linfático es vital para la salud. Resulta clave para el mantenimiento de los sistemas inmunitario y cardiovascular, así como para el trasporte de las grasas. El sistema linfático drena el exceso de líquidos intersdiciales de los tejidos, y los transporta de nuevo hacia el torrente sanguíneo filtrando las partículas.
El líquido intersdicial es el que rodea las células internas del cuerpo. Está compuesto por agua, sales minerales, aminoácidos, proteínas, azúcares y ácidos grasos, y proporciona un medio para la circulación de los nutrientes y los desechos celulares. Dado que la sangre se bombea a presión a través del sistema circulatorio y de los pequeños capilares sanguíneos, una buena parte del plasma atraviesa las delgadas paredes de los capilares, pasando a formar parte del líquido intersdicial. Este flujo debe volver al torrente circulatorio, pues sin él no funcionaría el bombeo del corazón.
El líquido transportado por el sistema linfático suele llamarse linfa, un fluido de color amarillento, muy semejante al plasma sanguíneo, dado que la linfa es básicamente plasma que ha escapado de los capilares. El sistema linfático recoge al día unos 3 litros de linfa, que devuelve al torrente circulatorio.
Normalmente, los capilares sanguíneos y los linfáticos están situados unos al lado de los otros. Los vasos linfáticos no cuentan con un órgano que empuje la linfa. En lugar de eso, el movimiento de la linfa se produce gracias a la acción de los músculos esqueléticos adyacentes a los vasos linfáticos, a los cambios de presión que tienen lugar en la cavidad torácica durante la respiración y a las pulsaciones de la arterias cercanas, que empujan el líquido intersdicial al interior de los vasos.
Dichos vasos tienen válvulas que impiden que la linfa circule hacia atrás, de modo que el flujo linfático siempre apunta al corazón.
Los ganglios linfáticos son órganos con forma de judía, de unos 2,5 cm, desperdigados a cientos en prácticamente todos los órganos del cuerpo humano. Muchos de ellos se encuentran cerca de la superficie de las axilas, el pecho, las ingles y el cuello.
Antes de que la linfa se drene y regrese al torrente circulatorio, debe pasar por varios ganglios linfáticos con objeto de purificarla y limpiarla de organismos patógenos. Los ganglios contienen un elevado número de macrófagos y de linfocitos que atacan a los patógenos. Esta limpieza resulta clave, ya que si los patógenos alcanzan el sistema circulatorio a través del sistema linfático, se multiplicarían con facilidad y podrían causar enfermedades, pues accederían sin problema a todos los órganos del cuerpo.
El bazo es un órgano del sistema linfático, en él abundan los glóbulos blancos. Por el bazo circula sangre (no linfa), y desempeña multitud de funciones, como la eliminación de microbios y de células sanguíneas defectuosas. También acumula plaquetas. Durante el desarrollo del feto, el bazo es un órgano productor de células sanguíneas.
El sistema linfático transporta las grasas y las vitaminas liposolubles (vitaminas A,D,E y K), que son absorbidas en el intestino e introducidas en el sistema cardiovascular. En él, las grasas y las vitaminas quedan a disposición de las células del cuerpo, que o bien las utilizan en el momento o bien las almacena para usarlas posteriormente.
Cuando los vasos o los ganglios linfáticos sufren algún daño que impide el drenaje de los fluidos, estos se acumulan en los tejidos y producen edemas. La filariasis (enfermedad causada por unos gusanos que bloquean los vasos linfáticos) da lugar a una forma crónica y muy grave de edemas linfático, llamada elefantiasis, en la que las extremidades crecen desmesuradamente.