La temperatura en los niños varía según la edad, la hora del día, su actividad y la temperatura ambiental.La fiebre no es una enfermedad, por el contrario, solo representa un molesto síntoma de alguna dolencia, una reacción corporal ante algún peligro y en el que el cuerpo humano eleva su temperatura para defenderse, logrando de ésta manera disminuir las consecuencias que dicho peligro pueda causar en el organismos. Puede deberse a un gran número de causas tales como: infecciones virales, bacterianas, parasitarias o micóticas, enfermedades inmunológicas, tumorales y otras causas.
Debe tomarse la temperatura en caso de que el niño luzca decaído, cansado, presente escalofríos, duerma más de lo acostumbrado y en general cuando parezca que no se siente bien.
Dado que la fiebre no es una enfermedad sino una manifestación de ella, el tratamiento de la fiebre dependerá del tratamiento de la enfermedad que la causa. Es en casos especiales como en temperaturas muy elevadas, superiores a los 38,5ºC, en los niños que sufran enfermedades neurológicas y convulsiones o cuando existan antecedentes familiares de convulsiones febriles; que la fiebre en sí, debe ser combatida.
Por ejemplo, si la fiebre es causada por una infección de las amígdalas, el control de la fiebre se logrará con el tratamiento antibiótico de la amigdalitis. Por esta razón es necesario llegar a conocer la causa que origina la fiebre, es decir, el diagnóstico que siempre deberá ser realizado por un médico.
Sin embargo, mientras no se conoce el diagnóstico de la enfermedad, se pueden seguir algunas medidas para disminuir el malestar que origina la fiebre, tales como:
Limpiar adecuadamente su habitación.
Mantener al niño con poca ropa.
Friccionarle con agua tibia.
Colocarle compresas con agua fría.
Abanicarlo o colocar un ventilador en una esquina para refrescar el ambiente.
Ofrecerle abundante líquido.
Utilizar algún medicamento antipirético recomendado por el médico.
Lo que no debe hacer es:
Aislar al niño en una habitación cerrada.
Arroparlo en exceso para que sude la fiebre.
Bañarlo con agua helada.
Frotarlo con alcohol.
Aplicar enemas con agua fría.
Darles purgante u otro medicamento no prescrito por el médico.
Asumir que ya está curado al bajarle la temperatura.