La inteligencia artificial y el estudio del cerebro para ser mejores

El cerebro es el centro de control del cuerpo. Controla los pensamientos, la memoria, el habla y los movimientos. Regula la función de muchos órganos. Cuando el cerebro está sano, funciona de forma rápida y automática. Sin embargo, cuando ocurren problemas, los resultados pueden ser devastadores.Juan Lerma uno de los neurocientíficos más destacados de España, profesor de investigación en el Instituto de Neurociencias de Alicante (CSIC-UMH), una institución de referencia en el estudio del cerebro, dice lo siguiente:

Algunas enfermedades cerebrales afectan al alma, te destruyen como individuo. Si piensas en la enfermedad de Alzheimer: pierdes la memoria, pierdes tu historia, dejas de ser tú. Son gravísimas y son muy prevalentes. Además, son enfermedades que no matan, tienen un coste sanitario enorme porque la esquizofrenia, el autismo, la epilepsia… hay que tratarlos de por vida. El coste social es incluso mayor y el sufrimiento familiar y del entorno es enorme. Esto es urgente y es una demanda social, pero también lo es entender cómo funciona el cerebro, cómo somos, por qué nos comportamos de una determinada manera. ¿Por qué amamos? ¿Por qué odiamos? ¿Cómo lo hacemos? Pensar si eso se puede modular para ser mejores personas, si la propia educación puede ser modulada para generar cerebros mejores.

Sabemos muchas cosas, pero la neurociencia es relativamente moderna. Santiago Ramón y Cajal (Premio Nobel de Medicina en 1906) ya postuló la existencia de las sinapsis, pero nadie las había podido ver claramente hasta los años cincuenta del siglo pasado, cuando lo permitió el desarrollo del microscopio electrónico. El concepto de los neurotransmisores y su aislamiento tiene 50 años. Si uno conoce cuáles son las sustancias que funcionan en la transmisión neuronal, qué hace que las células se comporten de una manera o de otra y cuáles son las bases de la comunicación entre neuronas, puedes intervenir. Gran parte de los fármacos psicoactivos que hoy funcionan, lo hacen a nivel de la sinapsis. Y lo hacen porque en los últimos años se ha hecho ese diseño racional en el que se han tratado de aislar sustancias que modulan o que bloquean o que potencian algunos de los receptores de los que se conoce su estructura molecular y la función a nivel sináptico.

El diazepam no fue fruto de un diseño racional. Se descubrió haciendo cribados de sustancias, pero sí que se conoce dónde actúa y cómo actúa. Aunque hay otros, es uno de los pocos ansiolíticos que funcionan, y no se sabe muy bien por qué. Cuando tomas diazepam, el cerebro se empapa de manera que no tienes funciones o modulaciones específicas en estructuras que tienen que ver con un determinado comportamiento. De ahí los efectos secundarios.

Una de las vías de actuación ahora se centra en determinar, por ejemplo, cuáles son las zonas del cerebro y los circuitos o los tipos de neuronas que están involucradas en una enfermedad particular, sea depresión, ansiedad, algún síntoma del autismo o cualquier otra cosa para poder diseñar fármacos que solo actúan en esa parte, para disminuir los efectos secundarios.

En definitiva, lo que ocurre es que conocemos todavía muy poco, sobre todo del funcionamiento global del cerebro. Conocemos propiedades moleculares, la estructura... Pero cuando pones neuronas juntas a trabajar surgen propiedades emergentes que no puedes predecir, que son las que hacen que el cerebro funcione como funciona, y todo se complica. Y es algo que no pasa en el hígado o en el corazón.

¿Cómo se plantean reconstruir y comprender esos mecanismos emergentes?

Ahora mismo hay una especie de revolución con la inteligencia artificial, que va a ayudar mucho a entender el cerebro porque va a permitir modelar las zonas cerebrales y entender cómo funcionan y ver cuándo se alteran determinados patrones. El avance en el conocimiento científico se produce en forma escalonada. Se va acumulando conocimiento y de repente llega un conocimiento más que hace que se complete el rompecabezas. Antes no veías nada, pones la pieza y de repente ves el objeto que estabas reconstruyendo. Y ahí se produce un salto cualitativo en el conocimiento.

En todas las ciencias esos saltos vienen acompañados de avances tecnológicos. Ahora mismo, el Brain Initiative en Estados Unidos, tiene como uno de sus objetivos desarrollar nuevas tecnologías que permitan el estudio del cerebro. Ahí se están dando avances que van a permitir hacer integraciones muy importantes. Es una iniciativa de investigación colaborativa ideada por el neurobiólogo español Rafael Yuste y anunciada por la administración Obama el 2 de abril de 2013, con el objetivo de trazar un mapa de la actividad de cada neurona en el cerebro humano, basado en el éxito del Proyecto de Genoma Humano, la iniciativa planea asignar más de 300 millones de dólares por año durante diez años.

Conociendo el cerebro podemos prevenir comportamientos, mejorar enseñanzas para hacer a las personas más libres, más dueñas de sus propias decisiones. Por ejemplo, un adicto no tiene libertad. Si tú eres capaz de determinar cuáles son los mecanismos de la adicción puedes borrarlos, y es algo que se está empezando a hacer. En los últimos 15 o 20 años de estudio de adicciones se ha avanzado más que en el resto de la historia. Ahora se sabe bastante bien cómo se generan estas adicciones y, por tanto, cuál es el mecanismo de la compulsión, y puedes atacarlo con fármacos, con terapias o de otras maneras. Probablemente, llegará un día en el que una persona adicta entre en un hospital y a través de determinados protocolos de estimulación se le borre la adicción y al día siguiente se vaya a casa. Ojo con eso, aunque eso parece ciencia ficción, está a la vuelta de la esquina.