TEMA: Plantas medicinales
Un ejemplo es el caso del “Harpadol” también conocido como “Uña del diablo”, su nombre botánico es Harpagofito procumbens, es una planta que crece naturalmente en el desierto del Kalahari y forma parte del arsenal terapéutico de la medicina tradicional del Sur del continente africano: Namibia, Sudáfrica, Botswana. Los médicos tradicionales la utilizan para el control de la artritis y el reumatismo. Su actividad antiinflamatoria es similar a la de la cortisona o la fenilbutazona, pero sin los respectivos efectos adversos. Su mecanismo de acción es similar al de los más modernos antiinflamatorios. Esta planta es comercializada por una empresa farmacéutica que solo paga a los campesinos indígenas el 0,06% de los ingresos que obtiene de su venta. No está mal el negocio. Y el pago es sólo por el cultivo, no por el conocimiento aportado. Lo mismo ha ocurrido con “la maca” o “viagra natural”, utilizado por los indígenas de las antiplanicies peruanas desde hace siglos y “el árbol NET”, que es un parasiticida y fungicida natural empleado tradicionalmente en la medicina y en la agricultura en la india. Otros ejemplos son la quina boliviana, la ayahuasca, el pygeum o prunus africanun, etc.
Pero lo peor es que la apropiación indebida del conocimiento tradicional y de los recursos naturales mediante patente está dando lugar a que los pueblos indígenas tengan que pagar precios desorbitados por utilizar los remedios que ellos mismos han enseñado a las compañías farmacéuticas que producen en sus países y que utilizaban libremente hasta antes que sus gobiernos firmaran los acuerdos sobre la propiedad intelectual relacionados con el comercio. El resultado final es que los países en desarrollo pagan anualmente varios miles de euros y/o dólares en “derecho de propiedad” por productos farmacéuticos derivados de plantas indígenas.