TEMA: Enfermedades
La enfermedad de Alzheimer es el tipo más frecuente de demencia entre las personas mayores de 65 años, caracterizada por la pérdida progresiva de las funciones cerebrales superiores, que se inicia por trastornos de la memoria, la atención y la resolución de problemas hasta afectar a la orientación en el tiempo y el espacio e incluso en la propia identidad.
La demencia es un síndrome o conjunto de signos y síntomas, no una enfermedad, que indican un deterioro progresivo en los procesos del pensamiento. El Alzheimer es una enfermedad que puede clasificarse dentro de las demencias.
Esta enfermedad fue descrita en 1906 por Alois Alzheimer, un neurólogo alemán que recopiló por primera vez los síntomas y las características neuropatológicas de la enfermedad, que consisten en degeneración del tejido cerebral con pérdida del tejido neuronal. Identificó por primera vez los síntomas de lo que luego se conocería como enfermedad de Alzheimer. Los observó en una paciente que vio en 1901, y publicó en 1906 los descubrimientos que hizo al examinar post mórtem su cerebro.
Se considera una de las enfermedades más frecuentes y se desconoce la causa de la enfermedad. Probablemente no haya una sola causa, sino varios factores que afectan a cada persona de forma diferente.
Entre los factores reconocidos como predisponentes para la aparición de la enfermedad de Azheimer están:
La edad, que es el factor de riesgo más conocido, ya que el número de personas que sufren de esta enfermedad se duplica cada 5 años entre las personas mayores de 65 años de edad.
Los antecedentes familiares son otro factor de riesgo reconocido. La herencia se ha demostrado en una rara variante de la enfermedad que generalmente se manifiesta entre los 30 y 60 años de edad. Sin embargo, el tipo más frecuente de Alzheimer es el de la aparición tardía (después de los 65 años), en el que no se observa un patrón hereditario obvio. El único factor de riesgo genético identificado hasta ahora para la enfermedad de Alzheimer de aparición tardía es un gen que produce una forma diferente de proteína llamada apolipoproteína E (ApoE), presente únicamente en un 15% de la personas y que aumenta el riesgo de contraer la enfermedad.
Otro tipo de factor como los radicales libres, los virus, factores inmunológicos, algunos metales o los factores de riesgo de las enfermedades cardiovasculares están siendo estudiados, pero aún se desconoce su verdadero papel en la enfermedad.
Síntomas
La enfermedad de Alzheimer se inicia en forma lenta y difícil de detectar. Los cambios son involutivos, es decir, que se produce una pérdida de funciones progresiva en sentido inverso a los avances que presenta el niño durante su crecimiento.
En una primera fase, el único síntoma pueden ser olvidos leves, que pueden confundirse con cambios normales en la memoria asociados con la edad. Las personas pueden tener dificultades para acordarse de eventos y actividades recientes o de los nombres de personas o cosas conocidas. También puede detectarse dificultad para recordar hechos y conversaciones recientes, para recordar el mes o el día de la semana, pérdida de la capacidad para manejar dinero, apatía general, alejamiento de las relaciones sociales y posible desorientación en entornos conocidos. Este tipo de dificultades pueden representar una molestia, pero no son lo suficientemente graves como para acusar preocupación.
En una segunda etapa, los olvidos o fallos de la memoria llegan a interferir las actividades diarias. En esta fase intermedia de la enfermedad, pueden olvidar cómo hacer tareas sencillas, como cepillarse los dientes o peinarse; ya no puede pensar con claridad, fallan en su intento de reconocer personas y lugares conocidos y empiezan a tener problemas para hablar, entender, leer o escribir, incluso en relación con conceptos sencillos. También son comunes otros síntomas como ira, suspicacia, reacciones desproporcionadas, paranoia (por ejemplo: creer que los familiares les roban dinero o que el cónyuge tiene una aventura), repetición de las mismas preguntas o frases, acumulación y ocultamiento de sus pertenencias y, en ocasiones, comportamiento violento.
En la tercera y última fase pueden volverse inquietos o agresivos debido a la falta de compresión del mundo que les rodea. Pierden la capacidad de comunicarse. Existe una falta de orientación en el tiempo y en el espacio que se manifiesta porque el enfermo no sabe dónde está ni en qué fecha vive. Posteriormente aparece una incapacidad para controlar el movimiento, la falta de control de esfínteres y el empobrecimiento del habla llega al mutismo absoluto.
Esta situación conduce a un estado de dependencia cada vez mayor, hasta alcanzar un estado vegetativo en que el paciente es totalmente incapaz de relacionarse con el entorno, necesita que le alimenten y su estado físico se va debilitando hasta hacerle susceptible de complicaciones mortales como la neumonía por aspiración al fallar los mecanismos de deglución, las fracturas graves por caídas o las infecciones por la aparición de úlceras de decúbito.
Diagnóstico
El diagnóstico es muy difícil en la etapa inicial, ya que lo que lo aseguraría sería la biopsia cerebral que mostrase cambios en el tejido, pero es una prueba muy agresiva que nunca está justificada en una enfermedad que no tiene tratamiento curativo.
Por tanto para diagnosticarla deben seguirse una serie de pasos:
El primer paso es establecer la presencia de demencia a través de la historia clínica, el examen físico, el estado mental del paciente y una analítica básica para conocer su estado de salud. Con esto se descartan otras enfermedades que pueden dar síntomas como la enfermedad tiroidea, la deficiencia de vitaminas, los tumores cerebrales, la intoxicación por drogas o medicamentos, las infecciones crónicas, la anemia y la depresión severa.
El segundo paso se inicia una vez detectada la posibilidad de que se trate de esta enfermedad. Se realizará un TAC y una resonancia magnética nuclear (RNM) que descarten los accidentes cerebrovasculares y los tumores. En las etapas más avanzadas demostrarán atrofia del cerebro e incluso del hipocampo, que es el área del cerebro responsable de la memoria.
Este segundo paso se complementa con test neuropsicológicos que evalúan el estado mental del paciente, como el miniexamen cognitivo, el test de atención/concentración, el test de aprendizaje audioverbal de Rey, el test de ansiedad de Hamilton y el test de denominación de Boston. Las pruebas neuropsicológicas deben acompañarse de una entrevista exhaustiva con el paciente para valorar la atención, la memoria, el lenguaje, la habilidad para planear y razonar, la habilidad para modificar el comportamiento y las evaluaciones de personalidad y de estabilidad emocional. La evaluación neuropsicológica sucesiva permite valorar el deterioro en el tiempo y la progresión de la enfermedad.
El tercer paso consiste en que, una vez que se dispone de las pruebas clínicas, los test de imagen y los neuropsicológicos, el diagnóstico probable debe someterse a diferentes criterios como el DSM-IV de la Asociación Americana de Psiquiatría, que establece unos criterios diagnósticos de los trastornos mentales que permitirán confirmar la sospecha diagnóstica.
Tratamiento
La enfermedad de Alzheimer no tiene curación. Los objetivos del tratamiento son disminuir el progreso de la enfermedad, disminuir los problemas de comportamiento, confusión y agitación, adecuar el ambiente el hogar para estos pacientes y apoyar a los miembros de la familia y a las otras personas que los cuidan.
Se están investigando tratamientos prometedores como los antiinflamatorios (ibuprofeno) y antioxidantes como el Ginkgo biloba – obtenido de las hojas verdes desecadas del árbol Ginkgo, que parece mejorar el flujo sanguíneo al cerebro y contiene flavonoides que actúan como antioxidantes – la vitamina E o la selegilina, pero por ahora no existe confirmación de su utilidad.
Existen diversos medicamentos que pretenden retardar el progreso de la enfermedad y, posiblemente, mejorar las capacidades mentales de la persona, como el donepezil (Aricept®), la rivastigmina (Exelon® o Prometax®), la galantamina (Reminyl®) y la tacrina (Cognex®) hoy en día poco usado ya que no se dispone de evidencia científica que asegure su utilidad.
Lo que sí ayudará a las personas con enfermedad de Alzheimer son los cambios en el estilo de vida, que deben incluir:
Participar en un programa de paseos supervisados por un tutor u otra compañía fiable. Esto puede ayudar a mejorar las habilidades de comunicación y disminuir el riesgo de andar deambulando.
Escuchar música relajante, que puede reducir los intentos de deambular y la inquietud, mitigar la ansiedad, aumentar el sueño y mejorar la conducta.
Practicar técnicas de relajación.
Recibir mensajes regulares que no solamente son relajantes, sino que suministran también una forma de interacción social.
Otro factor imprescindible es el apoyo al cuidador, se le debe proporcionar la ayuda psicológica precisa y facilitarle información y acceso a las prestaciones que ofertan los servicios sociales de la administración.
El cuidador principal es la figura clave en la ayuda al enfermo de Alzheimer
Dado que la enfermedad se prolonga generalmente durante varios años, lo más común es que los familiares, o en caso de carecer de ellos, cuidadores profesionales a domicilio o profesionales de residencias de ancianos sean los encargados de cuidarle.
En el caso de que sean los familiares, suele ser conveniente designar entre ellos a alguien que sea el <<cuidador principal>>, esa persona será , con preferencia, el que represente al enfermo ante los servicios sanitarios y sociales.
La persona que se dedica a tiempo completo al cuidado de un familiar con enfermedad de Alzheimer podría sufrir un gran desgaste en sí misma, físico y psicológico. Renunciar a su vida personal y dedicarse al cuidado continuo del paciente no parece recomendable por la experiencia que podemos conocer desde hace años en estas situaciones, aunque las capacidades de las personas cambian de unas a otras.
Es importante que los otros familiares acepten su disponibilidad para revelar al cuidador principal y este pueda avisarlos, libremente, sin cargo de conciencia, cuando lo crea necesario.
Los enfermos de Alzheimer tienen ciertas capacidades que no se ven mermadas con el pasar del tiempo, por ejemplo la respuesta a la música, el arte, las expresiones faciales y el contacto. Aprovechando estas habilidades y utilizando ciertas estrategias probadas, los cuidadores pueden forjar una nueva relación que se mantendrá durante todo el progreso de la enfermedad. De esta manera se puede tener una visión positiva y esperanzadora sobre la enfermedad.
Mitos y realidades
¿Es contagioso el Alzheimer?
En absoluto. Usted no puede ser contagiado por ninguna persona que sufra este desorden neurológico.
El Alzheimer no es una enfermedad, sino la consecuencia de envejecer
Es un error muy extendido. En realidad es una enfermedad en toda regla, aunque de evolución lenta.
Cualquier persona mayor de 65 años con pérdida de memoria tiene Alzheimer
No. La mayoría de las personas mayores tiene trastornos de la memoria propios de la edad y no desarrollará la enfermedad. Si una persona no se acuerda de donde dejó las llaves, ésto no quiere decir que tiene Alzheimer, pero si esa persona tiene las llaves en la mano y no sabe para qué sirven, entonces ya se puede decir que presenta un síntoma de la enfermedad de Alzheimer.