Rincón Flamenco - "Reflexiones sobre el flamenco" por Eduardo Ternero Rodríguez
Eduardo Ternero - domingo, 20 de octubre de 2024
La Guerra continuaba dejando un reguero de sangre entre bandos de hermanos enfrentados, entre amigos, vecinos… la cruenta contienda, un conflicto bélico de tal magnitud pierde de tal manera el control, hace decaer tanto la humanidad que se cometen crímenes, fechorías no solo en el frente sino en las retaguardias. El panorama que ofrecía aquella España dividida era desolador. Una represaliada, ocupada por los “nacionales” y otra por los defensores de la República, nos llevaría a un derramamiento de sangre, a unos años de hambre, miseria, de escarmientos – hablamos de fusilamientos, encarcelamientos, trabajos forzados…, cuando no exiliados al extranjero, ocultos como topos, tirados al monte, etc. –, que tendrían que sufrir los vencidos en las siguientes décadas.
Enrique Orozco, cantaor
Dejamos al “Niño de Marchena” escondido por tierras de Jaén, actuando a favor de las milicias republicanas, repartiendo su tiempo entre Arquillos, La Carolina, Linares…, aprendiendo los cantes del pueblo, de los mineros de la zona y compartiendo con muchos amigos que tenía repartidos por aldeas jiennenses. El joven Valderrama, cantaor de la tierra, era quien organizaba para sus compañeros los espectáculos durante la guerra, así, hablaría con el general Francisco Menoyo, republicano, ex alcalde de Granada y nombrado Jefe del Ejército de Andalucía, gran admirador del cantaor de Torredelcampo, quien le autorizaría para formar un grupo atrayente con todos los artistas que había en la zona, que eran muchos, con el fin de animar a los soldados del frente, para los hospitales, para el Socorro Rojo… Puestos a la obra, Valderrama, montaría un festival en la Plaza de Toros de Jaén, cuyo cartel encabezaba Pepe Marchena, y se rellenaba con el Niño de Barbate, Antonio El Sevillano, el Niño de la Huerta, Pepe el Culata, Enrique Orozco… casi todos de la zona de Cádiz-Sevilla y otros cantaores de los alrededores, además de las guitarras de Niño Ricardo y Juanito de Marchena; dicen que aquel espectáculo sobrepasaría las 6 horas. Después vendrían más festivales, contando con Antonio el de la Calzá, el Niño de Villanueva, Antoñirri de Linares, El Arriero, Rafael el Diente, el Niño de la Villa… y un largo reguero de cantaores que no tuvieron más remedio que dar la cara en aquellos momentos.
Muchos flamencos que durante la Dictadura de Primo de Rivera, en los años de la República y en el periodo de Guerra, se alinearon con las izquierdas, aquellos que cantaron letras alusivas a la falta de libertades, los abusos del poder, la diferencia de clases… Después, durante la década de postguerra, algunos se exilaron, otros, la mayoría, se mantuvieron al margen, no se decantaron por ninguno de los dos bandos, siguieron a su aire, siendo artistas cuando le llamaban, cobrando cuando podían y malviviendo como la mayoría de los españoles. Hay que tener en cuenta que durante tres años, lo que duraría la Guerra, los campos estuvieron abandonados, los productos agrícolas y ganaderos empezaron a escasear, el furtivismo, el estraperlo, los robos… era una de las pocas soluciones que había. La hambruna, que se alargaría durante los años 40, acabaría con más de 300.000 españoles, la desnutrición, las enfermedades, la insalubridad… afectaría a la población más débil; la muerte de muchos ancianos, niños, enfermos… los cuatro jinetes del Apocalipsis arrasarían los pueblos de España.
Juanito de Marchena, guitarrista
El “Niño Marchena” lo pasó mal, muy mal, durante los años que duró la Guerra, incluso vivió ocultándose con el temor de ser arrestado o “eliminado”. Decía Juan Valderrama que aquella Semana Santa de 1939, él, el "Niño de la Huerta" y el "Niño de Marchena", sentados a una mesa, cantarían unas saetas y Pepe, acordándose de su familia de su tierra, salió llorando. Sin embargo, jamás, a lo largo de su vida, llegaría a maldecir o se le escuchó decir nada sobre aquellos que intentaron “darle café (de uno u otro bando); esa fue una de las virtudes de Pepe, no tener rencor hacia nada ni hacia nadie. Ya lo vimos ante la actitud pedante de Canalejas e incluso antes, siendo muy joven, en aquel concurso de cante jondo de Córdoba del año 1923 cuando le dieron el primer premio a Miguel Milena “el Granadino” y Pepe quedó en segundo lugar, cuando había entre ambos mucha diferencia y todos daban como ganador al marchenero. Sin embargo, en la inauguración del “Club Niño de Marchena” de Córdoba (1925), fue Pepe el que llamó al "Granaino" para que actuara, al igual que cuando hizo una gira en 1930 con Palanca, Niño de la Flor… Pepe lo contrataría en su gira por la ciudad califal, en él no habitaba el rencor.
Durante la Guerra y en la postguerra, al igual que Pepe, muchos artistas de toda índole sufrieron escarnio, también los flamencos, tuvieron la desdicha de perderlo todo, incluso muchos la vida. Además, unos buscaron otros países, otros se quedaron y se vieron abocados al desprecio, a no poder ejercer más su profesión de artista, siendo depurados y colocados en una lista de los llamados “malditos”. Al hilo de esto, intentaremos hacer un breve y conciso recuerdo a algunos ellos que, de una manera u otra, se vieron implicados en los avatares de aquella maldita Guerra:
Un ejemplo fue el marchenero, Juan, un buen guitarrista flamenco, de nombre artístico “Juanito de Marchena”, nacido en 1914, del que solo conocemos que antes de la Guerra Civil haría una gira con la Niña de los Peines. Después, formaría una especie de compañía con Niño Ricardo y un grupo de cantaores para cantar en el frente miliciano. Juanito se peleó con un sargento, lo quitaron de artista y lo llevaron al frente al término de “Los Nogerones”, allí conoció a Valderrama, quien relataría estas palabras de Juanito de Marchena: " ¡Yo me voy de aquí!, ¡me voy con los nacionales y ya mismo estoy tocando en Sevilla! " Las palabras de Juanito, llegaron al comisario político. Uno de aquellos días de la contienda, estando con el Niño de la Calzá, animado por la embriaguez, junto al río Porcuna, cerca del pueblo homónimo, quiso cruzar el puente que les separaba de las tropas nacionales y sería tiroteado y muerto en aquel lugar.
Corruco de Algeciras, cantaor
José Ruiz Arroyo apodado “Corruco de Algeciras”, aunque nació en La Línea de la Concepción en 1910. Destacaría desde muy joven en el cante por fandangos, hasta el punto que su fama le llevó a que le escuchara Vallejo cuando tan solo tenía 14 años. A partir de entonces recorrería todos los cafés cantantes y tablaos del Campo de Gibraltar. Con veinte años se fue a Madrid a buscarse la vida cantando. Sin nada que llevarse a la boca, hizo un artilugio con un cajón de madera al que le puso una manivela como si fuese un gramófono y se instaló al lado del Hotel Ritz, Corruco se metía dentro y un amigo suyo pregonaba que quien le echara una moneda (una perra gorda) por la ranura, la caja cantaba un fandango. Tiempos difíciles de República y Guerra Civil, le tocó vivir al pobre Corruco, que en sus letras expresaba gran contenido social y apoyaba el régimen republicano. Dicen que murió en el frente de Teruel el 11 de abril de 1938, con 28 años, por herida de fusil.
Pedro Martín, “El Chato de las Ventas”, cantaor madrileño, especializado en fandangos, milongas, malagueñas y otros cantes más livianos. Ganador de muchos premios y autor de varios discos. Actuaría en el Teatro Pavón, Fuencarral, Circo Price, Monumental Cinema, en el Teatro Avenida, la Latina, el Teatro Olimpia y un largo etcétera… Sin embargo, lo que le hizo más famoso fueron sus cantes alusivos en defensa de las libertades, ocupándose de los reveses sufridos por la República. Durante la Guerra Civil, siguió creando letras satíricas, poniendo énfasis contra los militares rebeldes, contra la iglesia, contra el propio Franco… Cantaba por fandangos, tanguillos o caracoles y sobre todo una malagueña parecida a la de la Trini, con brillante gracia y comicidad. Terminada la guerra, El Chato, fue detenido en Cáceres, condenado a muerte y fusilado por los franquistas (no se lo perdonaron).
Curro Albaicín, bailaor
Mucho más tarde, a inicios de los 60, al joven Francisco Guardia Contreras, granadino (1948), conocido como Curro Albaicín, hijo de una estirpe gitana “Los Cabrera”, bailaor de la Zambra de Manuel Amaya y anfitrión máximo de Granada, también lo sufriría. Un día, llegaron unos argentinos al Sacromonte y le preguntaron: “niño, ¿tú sabes dónde está Viznar?”. Curro se metió en el coche con aquellos turistas y se dirigieron al lugar. Al llegar, un pastor, les indicó el lugar donde se cree mataron a Federico García Lorca; así lo cuenta Curro: “Cuando los argentinos terminaron de filmar, me dieron un libro “El Romancero Gitano”. Desde entonces me enamoré de la poesía de Lorca y puse una foto gigantesca suya en mi cueva y todas las noches, al iniciar el espectáculo, recitaba un poema de él”. Federico era un poeta maldito para el régimen y los militantes del partido ultraderechista de Blas Piñar, ‘Fuerza Nueva’, entraron en su casa y le pegaron un tiro a bocajarro diciendo: “Ya no vas a recitar más nunca a Lorca”. Curro tuvo suerte de salir con vida: “La represión era tan grande, la dictadura se hizo tan larga…, estábamos cansados, nos perseguían, nos encerraban por todo, por ser gitano, por ser gay…”
Aún quedan en los tinteros de la historia muchos episodios por escribir, muchos acontecimientos indescriptibles que se dieron a lo largo de toda Guerra Civil, la posguerra y toda la represión ejercida por la Dictadura Franquista, algo que abarcaría más de 40 años y que marcaría la vida de muchos españoles. Nosotros hemos querido traer algunos que atañen al mundo del flamenco, pero esto ocurriría en todos los órdenes. Entiéndase que no solo se sufriría el escarnio, la persecución, la freno…, en las artes, en la cultura, en las libertades…, sino que se sufrirían en las necesidades vitales más elementales como la alimentación, la medicina, la vestimenta, la vivienda… En España, desde el 1936 a 1960, una mayoría de españoles viviría uno de los momentos más cruentos y miserables de su historia.