Juan el “Cuacua”

Eduardo Ternero - domingo,  17 de abril de 2022

Juan Jiménez Reyes, nació en Marchena el 6 de enero de 1902, seguramente en la Plaza Ducal, donde por aquellos años residía la mayoría de la gitanería marchenera. Descendiente de una línea de artistas gitanos, era hijo de la Gilica de Marchena y de Juan Jiménez “el Chindo”, tío de Melchor Jiménez (Melchor de Marchena). Juan era hermano de Miguel de Marchena (gran guitarrista) del Titi del Quico,  del Babé, María Engracia y Rosario que cantaban y bailaban con un estilo soberbio. Como fuera normal en aquellos años de principio de siglo XX, en su familia se pasaría mucha necesidad y muchos niños tenían que ayudar  en la economía familiar cuidando ganado, en la recogida el algodón… y con toda seguridad no tendría en oportunidad de asistir a colegio alguno; lo que aprendiera en su vida tuvo que ser de forma autodidacta. 

Juan el “Cuacua” 

Juanito, desde niño, escucharía cantar a sus “primos”, a sus mayores, en las fiestas que se celebraban en la Plaza de Arriba, en aquellas candelas, potajes y ollas que conjuntamente compartían; pero sobre todo   aprendería los cantes de su madre la Gilica. ¿Quién mejor que ella para ejercer su magisterio musical sobre sus hijos y allegados?, ¿Quién mejor que ella, cuyo estilo de soleá,  cuya letra y música (Cuando paso por tu puerta…) llevara la mismísima Niña de los Peines a un disco acompañada por su primo Melchor de Marchena y por Antonio Mairena o la Roezna en varias ocasiones?.

 De Juan Jiménez “el Cuacua” se desconocen muchos episodios de su vida, entiéndase que muchos de los gitanos, también en Marchena, eran transeúntes, temporeros, feriantes, tratantes de ganado, esquiladores, cesteros, latoneros, herradores ocasionales en cortijos y haciendas… Por tanto no se tiene un registro exacto de sus nacimientos, afiliaciones… hasta que algunos se  asientan  definitivamente en la localidad. 

Tampoco hemos encontrado datos sobre si  tuvo que hacer la mili en África como la mayoría de los nacidos a inicios del siglo XX, puesto que no creemos que la familia tuviese “jurdeles” para liberarlo, como generalmente hacían los potentados y la burguesía del país. 

Se desconoce la trayectoria de sus actividades artísticas referidas al flamenco  durante su juventud,  teniendo todos los mimbres para haberse hecho famoso, ya que reunía las suficientes condiciones de voz, timbre y conocimiento para poder serlo. Muchos de los musicólogos que han estudiado sus pocas grabaciones destacan en su voz  un eco muy  flamenco, expansivo, con un jipío  y una enorme  emotividad que imponía a sus cantes y con una técnica impecable que le hacían llegar al reconocimiento y al encomio de la mayoría de los aficionados. 

Plaza Arriba de Marchena 

Entendemos que recorrería pueblos y ciudades de Andalucía durante toda su juventud, ya que el 29 de Junio de 1938, en plena Guerra Civil,  y cuando ya era un cantaor maduro de 36 años, aparece cantando  en el teatro Rialto de Madrid (anteriormente denominado cine Astoria) y ubicado en la Gran Vía. Allí estaría actuando durante una larga temporada acompañado a la guitarra por Paco el Lorquino, un gran guitarrista murciano y un auténtico  trotamundos del flamenco. Compartiría cartel con Estrella Macarena, Conchita Sánchez… Ese mismo año le localizamos en el cine Durruti (en honor al anarquista Buenaventura Durruti), cuyo nomenclatura duró tres años, hasta final de la Guerra en 1939, por razones obvias. Esta vez, el “Cuacua”, estuvo acompañado en el cartel por Lolita Granados y Leonor Camacho entre otros artistas y por la guitarra de  Perico el del Lunar que a la postre tendría una gran repercusión en  el flamenco del siglo XX al ser el encargado de dirigir la primera  Antología del Flamenco. 

Sin embargo y tal vez por la situación histórica, en la que el hambre y la guerra eran la principal preocupación de la población española, su clase, su gran valía como artista tendría poca repercusión. Queremos pensar también que Juan el “Cuacua” fue parte de esa escisión flamenca que no quiso entrar ni seguir la corriente de la Ópera Flamenca, al igual que le ocurriera a otros grandes como Agujeta el Viejo, Juanito Mojama o Isabelita de Jerez, por decir alguno de ellos. 

Juanito Mojama 

Así pues, sus grabaciones son escasas, dispersas y por ende difíciles de hallar. De nuestro cantaor sabemos que grabó para la casa Gramófono una cortísima serie de cantes,  de los cuales, unos martinetes los grabaría en la primavera de 1936 en colaboración con Fernando el de Triana que fue el autor de la letra y unos fandangos que aparecieron  en un disco de pizarra poco antes de la Guerra Civil. También grabaría    seguiriyas y quizá una soleá que se divulgarían  en uno de aquellos EPs (discos pequeños) de Los Ases del Flamenco. Digamos aquí como curiosidad que  desde inicios del XX hasta 1950 se grabaron tan solo 7 martinetes, a cargo de tres payos (Centeno, el Tenazas y Cepero) y tres gitanos (el Cuacua, Tomás Pavón y el Gloria).

Hay que entender que por aquellas fechas poca gente compraría discos y menos de un artista de lo jondo  que tuvo la mala fortuna de estar en su madurez artística durante  el apogeo de la “Ópera Flamenca”, lo que seguramente le llevaría a ser olvidado por un público ávido de otro tipo de flamenco. Sin embargo, a partir de los años 60, ya hay muchos aficionados que buscan sus grabaciones y muchos tuvieron la fortuna de encontrarlas y poder escucharle. También José Blas Vega, ese gran investigador del flamenco,   le incluiría en el CD “50 años de Flamencología”. 

De Juan, “El Cuacua”, muchos musicólogos opinan que debe destacarse la ligazón de su cante, en línea con la mejor escuela. Juan utiliza pequeños alivios para que la  carga emotiva y la “jondura” que manifiesta  no decaiga, así como la forma de recoger el cante. La mayoría del mundo flamenco se ha rendido en lo poco que ha dejado grabado por martinetes y por seguiriya, lo que seguramente nos lleva a pensar  que sería un gran saetero como otros  muchos referentes de nuestro pueblo que han cantado en la Semana Santa de marchenera y sobre todo a la “Cernicalera”  (Virgen de la Soledad) por el Tiro de Santa María. Pero, el “Cuacua”, fue también uno de los cantaores que mejor lo hizo por soleá, seguramente de escuchar a su tío, el marchenero Manolo “el Chindo”  que cantaba de tal forma la soleá de Alcalá que el mismísimo Joaquín el de la Paula, cuando lo escuchaba cantar, lloraba como un niño. Eran aquellos tiempos en los que en la Plaza de Arriba de Marchena se cantaba de una manera muy especial, donde acudían los Pavón, los Mairena y la élite del flamenco de entonces a compartir y aprender el estilo que imponía la gitanería de nuestro pueblo. “…porque en Marchena se cantó, se tocó y se bailó, a inicios del XX, como en el mejor de los sitios del orbe flamenco”, dirían muchos críticos. 

Enrique Fernández Barrios 

No hemos encontrado referente alguno, aunque seguimos investigando,  que nos demuestre  si alguno de los hijos de Juan el “Cuacua” se dedicó al flamenco, en algunas de sus facetas: la guitarra, el baile o el cante. Sí sabemos de  un sobrino-nieto, Enrique Fernández Barrios, que actualmente vive en Écija, herrero-fragüero de profesión y que canta con la garganta heredada de la saga de la Gilica y del “Cuacua”.  Es un cantaor de una jondura notable, de los pocos que hoy hacen un flamenco de esa calidad. Lástima que las oportunidades de muchos se vean truncadas por no tener un mecenas o como decimos aquí: “un buen padrino”.

Juan Jiménez Reyes,  “el Cuacua”, murió en Sevilla en la Residencia García Morato, hoy Hospital Virgen del Rocío, a consecuencia de un infarto cerebral. Dicen que tan sólo siete personas asistieron a su entierro,  los hijos de su hermano Miguel y los hijos de Mª Engracia. 

(NOTA) No hemos encontrado aún la partida de nacimiento de Juan “el Cuacua” y su familia, por tanto y ante la discrepancia de muchos flamencólogos, hemos puesto los parentescos como creemos que son. Si algún aficionado tiene datos fehacientes, rogaríamos nos los hiciera pasar. 

Juan Jiménez Reyes "el cuacua" -  martinetes

Enrique Fernández - Cabales