Niño Ricardo, genio y maestro (I)

Eduardo Ternero - domingo, 6 de noviembre de 2022

Manuel Serrapí Sánchez nació el 11 de julio de 1904, en la sevillana calle Almudena, cercana a la entonces llamada Plaza de Argüelles y que hoy se rotula con el nombre de Plaza del Cristo de Burgos. Su padre, Ricardo Serrapí Torres, era charolista y tocaba la guitarra en sus ratos libres. Sus biógrafos creen que hasta los diez años estuvo en el colegio; a partir de ahí su padre lo colocó en una carbonería y más tarde aprendería, como su progénitor, el oficio de la ebanistería, a la vez que se instruía en el manejo de guitarra con su padre y el maestro charolista que también era gran aficionado. Por eso, al principio se le llamó el “Carbonero” y después sería conocido por el “Niño de Ricardo”.

En un principio, su padre no quería que se dedicase al mundo de la guitarra, pues, la profesión tenía poco futuro, ya que estaban en decadencia los cafés cantantes, la generación del 98 repudiaba al flamenco y las varietés inundaban las carteleras españolas. Pero consintió que siguiera tocando en los cafés, a condición de que no abandonara su oficio en la empresa. Siguió unos años más y ello le traería un problema, puesto que el tener que manejar continuamente alcoholes debilitaría sus uñas que le crecieron hacia arriba. Pero Niño Ricardo, que fue un niño prodigio, musicalmente hablando, seguía empeñado en aprender a tocar la guitarra, era lo que más le gustaba. En ese momento caería en sus manos una grabación de Luis Molina, que le inspiraría en sus inicios. Molina era un virtuoso guitarrista que alcanzaría la gloria en las dos primeras décadas del XX y que actuaba con Montoya en el café del Gato con gran éxito. Pero lo que hay que valorar en Molina es la adaptación a la guitarra flamenca de las técnicas armónicas propias de la guitarra clásica como los arpegios, trémolos, picados, arrastres… a la par que la riqueza de acordes, etc. Molina revolucionaría el mundo de la guitarra flamenca y se impondría entre los guitarristas, haciendo caer en desuso las formas de la guitarra del XIX, hasta hacerlas casi desaparecer.

Niño Ricardo

Manuel Serrapí, decidió tomar como maestro a Antonio Moreno, guitarrista asiduo en los cafés sevillanos de la época y acompañante de Caracol, Vallejo, la Niña de los Peines… Según cuenta él mismo, actuaría la primera vez como profesional en 1917 (13 años) en el café Novedades de Sevilla, aunque seguramente sería el 1919 en el cine Vigil, según sus biógrafos. Después, va desfilando por cafés como el Kursaal, el Moderno, el Olimpia…, en compañía de su maestro Antonio Moreno, y por los pueblos de la provincia acompañando al Niño de Marchena, al Niño de Alcalá, al Niño de Lucena… a la par que seguía barnizando muebles. Más tarde, siendo aún llamado Manolo el “Carbonero” serían sus maestros José Triano el “Ecijano” y sobre todo Javier Molina, aquel que hiciera tantas giras con Chacón, y que, a pesar de su edad, llevaría a Manolo por todas las fiestas y cafés de la provincia y acompañaría a los mejores artistas de la época incluido Chacón, Torre… A la larga, el aprendizaje de Javier Molina le llevaría a actuar por toda España y por el extranjero, a la par que a conocer a los grandes maestros del momento, cuando aún no había cumplido los 20 años. 

Javier Molina, guitarrista

Estamos en la segunda década del XX, ahora el flamenco parece que se desvirtúa, los cafés cantantes van cerrando y los artistas cantan en ventas, fiestas, eventos privados, ferias, cabarets e incluso en prostíbulos, con la consabida reducción del aspecto económico. Manuel parece que ha dejado ya la carpintería y aprende de Manolo Moreno, Currito el de la Jeroma y Manolo de Huelva, tres grandes guitarristas del momento. Por entonces, Pastora habla con su padre, año 1923, porque quiere contratarlo. Su padre seguirá negándose, y no sería hasta el año siguiente cuando la Niña de los Peines lo llevara en su Compañía y lograría que debutara en el Teatro Pavón de Madrid. Parece ser que no se ponen de acuerdo en la fecha de su primera grabación; unos dicen que en 1924 en el Teatro San Fernando de Sevilla y otros que fue con los Pavones en 1927. Sí sabemos que por estas fechas se casó con Lola Sigüenza Díaz; Manuel tenía apenas 20 años y con ella tendría 2 hijos. También que en 1926 va en la compañía de Vallejo y actuaría en los crecientes concursos flamencos como en la Plaza de Toros de Huelva, en el Hotel Alfonso XIII de Sevilla, junto al Niño de Marchena y muchos artistas más.

Ya en los años 30, aparece con el nombre de “Niño de Ricardo”, actuando en la Compañía del empresario Vedrines, tras su montaje de “Ópera Flamenca”, en una gira por toda Andalucía en la que actuaban: El Pinto, La Niña de los Peines, Manuel Centeno, el Bizco Amate, el Cojo de Málaga, el Canario de Colmenar… entre otros; las guitarras de Ramón Montoya, Niño Ricardo, Javier Molina y Victoria de Miguel. En los bailes serían protagonistas la Macarrona, la Guapa, la Flamenca, El Estampio…, actuando por casi todas las plazas de toros y otros grandes escenarios de la geografía andaluza.

Durante la Segunda República los flamencos actuaron poco, los ricos no se gastaban el dinero en juergas, había que castigar al personal que había votado a la izquierda; solo Pepe Marchena se atrevió en el 1931 y montó una compañía que giró por toda Andalucía. En el 1932 Pastora, el Pinto, el Carbonerillo, Niño Ricardo y otros muchos artistas actúan juntos en el Teatro el Duque de Sevilla, a la vez que hacen una gira por toda España. En el 1935, Niño Ricardo graba un disco con Vallejo y, poco antes del golpe de estado del 36, acompaña a Carmen Amaya, La Niña de los Peines, Pastora Imperio… en el Coliseo España de Sevilla. 

Monumento en Plaza Cristo de Burgos -Sevilla

Durante la Guerra Civil todo quedaría anulado, el flamenco también. Como sería, que Paris se convirtió, aquellos años, en la capital del flamenco mundial. A Manuel Serrapí, “Niño Ricardo”, le pilló la Guerra en la provincia de Jaén. Durante algún tiempo se quedó a vivir en casa de un tío suyo. En la provincia jienense estuvieron escondidos la mayoría de los flamencos de la época. Niño Ricardo, Pepe Azuaga y la Niña de Castro buscaron a Juanito Valderrama y se dedicaron a hacer actuaciones para la zona roja, para el Frente Popular, el Socorro Rojo… La verdad es que, para los artistas, la guerra fue un parón cuasi total. Juan Valderrama cuenta en sus dos libros: “El Niño de la Huerta, Niño Ricardo y yo, incluso llegamos a mendigar el resto del rancho de los soldados que estaban alojados en el Seminario Jienense. Tanto que al niño de la Huerta le llamaban el “Cantimplora” porque entre todos los soldados se la llenaban de vino y a Niño Ricardo el “Talega Negra”, porque llevaba una talega oscura que se la llenaban de restos de chuscos de pan duro.”

Tras la guerra, los ricos, señoritos nuevos, militares, adeptos al régimen, paramilitares, estraperlistas… tienen ganas de juergas; en colmaos, reservados y fiestas privadas se contratan cada vez a más flamencos. Todo ello supuso una devaluación de lo ‘jondo’, cuyo lugar ocuparía la copla y las varietés, llenando todas las salas de espectáculos, lo que supuso que muchos de los grandes flamencos de la época, todos aquellos que habían sufrido los 10-15 años aciagos de España – desde los conflictos de la II República hasta los años del hambre, bien avanzados los años 40 –, se fueron retirando como Pastora; muchos que, como los bailarines Antonio y Rosario, se fueron a hacer las Américas y otros que huyeron temiendo las represalias del Régimen. Continuará.