1925, inauguración en el Alfonso XIII 

Eduardo Ternero - domingo, 14 de Abril de 2024

Ya hace un año que, con Miguel Primo de Rivera (septiembre de 1923), por entonces, capitán general de Cataluña, se impuso la dictadura. Un régimen dictatorial pactado con Alfonso XIII, que se sentía impotente para calmar los ánimos y los conflictos que se venían sucediendo en España; sobre todo en Cataluña y Andalucía, que seguían con los altercados, las manifestaciones... En la industria catalana se suceden huelgas, desórdenes… y en las calles se liberaba una auténtica guerra social. Mientras el campo andaluz se recuperaba de lo que se conoció como el “trienio bolchevique” (1918-1820) y se aparcaba un poco aquella batalla campal, con ocupación de fincas, atentados, bandidajes... Parecía que, con la llegada de la Dictadura de Primo de Rivera, los ánimos se calmarían un poco; pero, aquella “etapa de paz” habría de durar poco, ya conocemos como se fue complicando todo, hasta el Golpe de Estado de 1936.  

 Manuel Bonet

Se inicia 1925 con muchas novedades. Hitler y Mussolini ya han dado la primera señal de aviso de lo que ansiaban y lo que cambiaría el mundo. Chaplin acaba de estrenar su primer largometraje “La quimera del oro”. El cristianismo se rebela contra la teoría de la evolución que defiende Charles Darwin, que contradice el dogma de la Creación. Se aprueba la canalización del Guadalquivir en 180 kilómetros, que haría posible la navegación hasta Córdoba. Continúa la gran emigración de europeos hacia América, se estima que desde finales del XIX y el primer tercio del XX pudieron salir unos 50 millones de personas hacia el Nuevo Continente, de los cuales, más de 2’5 millones eran españoles.

Pepe, aún no ha hecho las Américas. Es esos momentos estaba grabando con la Voz de su Amo. En aquel periodo de tiempo, seis discos del Niño de Marchena salen al mercado. Es entonces cuando se producen los primeros contactos con la casa Pathé y con la que grabaría fandangos, bulerías, soleares, media granaína, tarantas, seguiriyas, caracoles y malagueñas. Acompañado a la guitarra por Manuel Bonet.

Pepe, de anteriores contactos, ya conoce al que será uno de sus grandes mentores, Carlos Hernández “Vedrines”, quien le propondría hacer un gran espectáculo con el nombre de Ópera Flamenca. “Vedrines”, que ya era un reconocido empresario, junto a su cuñado Alberto Monserrat, llamaría así a aquellos grandes eventos de variedades para librarse de pagar los enormes impuestos que tenían otros espectáculos y que se rebajaba cuando se trataba de la ópera. El propio “Vedrines” reconocería, en reiteradas entrevistas, que el nombre no se le ocurrió a él, sino, que lo recogió de una expresión que lanzara la madre de Pastora Pavón “Niña de los Peines”, una de las veces que escuchaba cantar a su hija: “¡Ole, viva la ópera flamenca!”.

  "El Cojo de Málaga"

Pepe le propone a “Vedrines” ser socios en este espectáculo, es decir, ir a medias. También le plantea contratar a los mejores cantaores del momento; para ello, recurren a Chacón, la Niña de los Peines, José Cepero, El Cojo de Málaga, y muchos más. Por supuesto, él también actuaba, pero, como siempre con el requisito (porque era quien más público atraía), de ir en cabeza del cartel anunciador del evento. Tanto éxito tuvo aquella Compañía que se mantuvo hasta 1929, aunque Pepe – que se asfixiaba con tanta monotonía –, dejaría de pertenecer algún tiempo, para hacer giras por su cuenta. Por aquellos años, el “Niño de Marchena”, se sale de los cánones flamencos y empieza a grabar poesías cantadas, acompañado por música, melodías flamencas; siempre innovando, siempre distinto, sin olvidar las raíces… era algo fuera de lo común.

Para conocer la capacidad del empoderado marchenero en aquellos momentos, habría que entender que se trata de un joven de 21 años, analfabeto, que está asociándose con pudientes empresarios, que se atreve a contratar a los más grandes cantaores del momento que ya rondan entre los 30-50 años. Pero, además, no para de grabar discos, de innovar y crear nuevas ideas para el flamenco, no deja de asistir a conmemoraciones, a atender y ayudar a muchos amigos que se encontraban en dificultades económicas. A la vez, no repara de divertirse, no olvida su aprendizaje… Entendemos que todo ello sería a base de un gran esfuerzo económico, a la par que un quebradero de cabeza continuo y de poseer una gran energía.

Nos encontramos en la Sevilla, abril de 1925, donde se están finiquitando los preparativos para la Gran Exposición Iberoamericana que se celebrará en la ciudad hispalense en 1929. Los pabellones de las distintas naciones, que acudirán al acontecimiento, ocupan la gran avenida de la Palmera, que se ha abierto para la cita. El arquitecto Aníbal González dirige la obra de la Plaza de España enclavada en el Parque de María Luisa. El Ayuntamiento de Sevilla junto a la asociación Fomento del Arte Popular Andaluz y el Comité de la Expo 1929, decidieron inaugurar el Patio Flamenco del hotel Alfonso XIII (el edificio al completo no se inauguraría hasta 1928). Allí en aquel recinto se ha montado una especie de festival-concurso de cante. Al acto asistirían los infantes Don Carlos y Doña Luisa.    

Anibal González

El presidente del jurado sería como en muchas ocasiones D. Antonio Chacón, que también cantaría en aquel acontecimiento, que se celebraría los días 15 y 17 de abril. Para la fiesta del primer día fueron llamados para cantar María “La Macarrona” y Luisa Requejo y después el Niño de Marchena y Fernando “El Herrero” como profesionales. Posteriormente, cantarían los aficionados: Concha Aguilar, El Caqui de Triana y Juan García Campos. Las guitarras fueron la de Baldomero Ojeda y Niño Ricardo (1904-1974). Al baile Juana “La Macarrona” y dos jóvenes bailaoras.

El día 17, al cante Ponce de Hinojosa y otra vez Juan García Campos, Antonio Marín y la Requejo. Finalizaría el Niño de Marchena con la guitarra de Currito el de la Geroma y Don Antonio Chacón con la guitarra de Ramón Montoya.

Pero, Pepe, no solo asistía a espectáculos contratado o fiestas concertadas; muchos de sus amigos y conocidos le invitaban a sus festejos y celebraciones privadas, donde solía ampliar su ya larga lista de amistades como durante aquel mismo abril de 1925 se conoce por la prensa que asistió a una gran fiesta que dieron los Duques de Alba en el palacio sevillano de las Dueñas por donde aún revolotearían las mariposas de Manuel y el olor a limonero de Antonio, los Machado, que se criaron allí, al amparo de su padre el gran defensor y erudito del flamenco Antonio Machado Álvarez “Demófilo”, que escribiera, entre otras obras “Colección de Cantes Flamencos”, que tanto ha servido para desentrañar el flamenco del XVIII y XIX.

 Pepe, durante esos años se codea con amigos del mundo de los toros; pues, como la mayoría de su tiempo, era un gran aficionado a y no era raro verle compartiendo con algún torero famoso (los Gallos, Belmonte, los Vázquez, Caganchos…) portadas de periódicos, revistas… En muchas de aquellas fiestas que celebraban, en las tientas o en cualquier otra conmemoración, Pepe, era llamado y entre copas, lances, juegos y cantes se animaba el sarao. Ese año, antes de finalizar abril, sería invitado a la finca de Ignacio Sánchez Mejías, aquel torero-actor-escritor…, que tuvo la desgracia de morir nueve años más tarde en la plaza de Manzanares y al que, Lorca, dedicaría su sentir en el poema “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”. Se contaba por los mentideros y en algunos recortes de prensa que, Pepe, casi la lía en aquella fiesta; pues, varias jóvenes se pusieron muy pesadas con él pidiéndole de mala forma que cantara y, este, fuera por las formas o porque no tuviera ganas de cantar, se negó a ello y las dejó plantadas de forma airada 

Prospecto: Niño de Marchena

Pepe, continúa su fulgurante carrera, actuando en comedias flamencas, por los teatros de media España, cosechando grandes éxitos, a la par que da conciertos en muchas plazas de toros de nuestra geografía. Su nombre se dibuja en las carteleras con letras de oro por todo el país. El público, las grandes masas empiezan a idolatrarlo, a seguirlo en sus actuaciones, guardan las fotos de aquellos prospectos y cartelillos que se repartían por las calles, quieren conocerlo en persona, llenan los grandes recintos donde actúa. Por supuesto que esto supuso para Pepe la consagración y el reconocimiento de ser, en aquellos momentos, el artista español con mayor proyección en España y en el extranjero.

Pero, también, a la par surgieron sus detractores. Los puristas, aquellos que defendían la ortodoxia flamenca fueron a por él, los recortes de prensa de los valedores del flamenco más clásico, de aquel flamenco “ancestral”, lo atacaron sin reparo alguno. Quienes conocían a Pepe, sabían que aquellas críticas no harían mella alguna en el marchenero, o al menos, él jamás se sintió despechado o atacado. Pepe, se alimentaba de la fama. Él entendía que la fama, buena o mala, suele llenar los espectáculos. La indiferencia es lo peor para el artista y, Pepe, seguiría estando durante más de 50 años en la cúspide de la pirámide de los famosos.