‘Soníos’ de la memoria (I)

Eduardo Ternero - domingo, 26 de marzo de 2023

Hubo intérpretes, posibles padres de la seguiriya tal como la conocemos, de inicios y mediados del XIX, de los cuales tenemos muy pocas referencias de sus vidas, incluso no existen fotos, ni se tiene certeza de sus nombres. Sin embargo,  muchos de los cantaores actuales, hacen alusión a su forma de cantar, rememoran su impronta y ciertamente se pone en valor que han sido creadores del flamenco tal como lo conocemos, después  de casi 200 años de su nacimiento. Es decir, de ellos, permanece solo su memoria cantaora heredada por generaciones y, con el devenir de los tiempos,  creció en la garganta y en el corazón de quienes le escucharon y siguieron su magisterio.

Hablemos en primer lugar de María Fernández Fernández, nacida en la Isla de San Fernando (Cádiz) en 1830. María sería conocida en el mundo flamenco con el sobrenombre de “María Borrico” por la voz tan grave con que cantaba. Sería Demófilo,  padre de los Machado, quien la situaría en esa etapa incipiente del flamenco, en el nacimiento y modelación de los cantes, en el albor de la sonanta y la conformación del baile flamenco en su proto-historia.

El viejo de la Isla

María, que seguiría con toda seguridad la estela del Planeta, el Fillo… y que Juanelo de Jerez conocería, se haría famosa en su tiempo por ser la creadora de la “seguiriya de cambio”, una forma de terminar una tanda de seguiriyas, una liviana o serrana y que pudiera ser el eslabón entre la forma de hacer las seguiriyas antiguas y las modernas. A esas seguiriyas de cambio, la que solemos llamar “cabal”, o cante por “cabales”, suelen recurrir a ella los intérpretes actuales, siendo incluso fieles a la letra de María: Dice mi compañera /que no la quiero/cuando la miro a la cara/el sentío pierdo. De la vida de María Borrico sabemos poco, siendo coetánea de Silverio y el Nitri, Breva, el Mellizo… con los que estaría en contacto, al igual que con los noveles Chacón, Torre, Medina… De esta etapa cantaora tan fructífera y madura de María, se comenta que estuvo trabajando en Sevilla en el café de Silverio. 

En los últimos años de su vida se le localiza en los cafés cantantes de Madrid, en compañía de su hermano. Su muerte es una incógnita, se cree que falleció a finales del XIX.  Los trece hermanos que componían la familia Fernández Fernández, se criaron al albur de la fragua que su padre tenía junto a la bahía gaditana. Su hermano Pedro “El Viejo de la Isla”,  seis años menos que María, fue el que más destaco de todos. Perico sería un gran cantaor de seguiriyas, reconocido por todos y cuyo cante “la seguiriya corta de la Isla” han ejecutado los mejores flamencos como Pastora, Tomás y casi todos los grandes.  Pedro se casó con Dolores Bernal y se fue a Cádiz para trabajar en el matadero municipal. Allí, en la tacita de plata se instaló y crió a sus cinco hijos; el pequeño, Agustín Fernández Bernal,  sería el padre del afamado Agustín el Melu. Todo confluye en una saga de artistas flamencos que,  a la  postre, regentaría un bar-tertulia, “el Burlaero”, en la milenaria Gades. No cabe duda, la Isla ha sido un criadero de artistas; desde Carolina Castilla al Niño del Parque, desde la familia de María Borrico a Sara Baras, del Chato de la Isla a Camarón…

Otro gran seguiriyero, del que tenemos pocos datos de su biografía fue Diego López o quizás (como ha desvelado últimamente Manuel Bohórquez en sus investigaciones), se llamara Antonio Monge Loreto. De todos modos, y ante la incertidumbre nosotros hablamos del cantaor que lleva el sobrenombre de “El Marrurro” ; que seguramente nació en el primer tercio del XIX, en el barrio jerezano de San Miguel, uno de los lugares más emblemáticos en la historia del flamenco, que tantos y grandes genios del cante, el baile y la bajañí a dado (Manuel Molina, Francisco La Perla, Joaquín La Cherna, el loco Mateo, la Serneta, Chacón, Torre, Agujeta, Mojama… Lola Flores, Manuel Alejandro, la Paquera, Parrilla, Cepero, el Torta…) y muchísimos más que, junto al barrio de Santiago también jerezano o el de Triana sevillano, han sido y siguen siendo tres focos de inspiración artística. 

 La Marrurra, Diego del Gastor y Juan Talega

Todos los flamencólogos coinciden en afirmar que, el “Marrurro”, creó una de las seguiriyas más estremecedoras de todas, con más sentimiento y más dolor de todas. No sabemos de la vida que llevaría este inmenso cantaor – que debió ser casi aciaga o al menos muy desgraciada – para que de su garganta saliera aquel cante, aquella música tan llena de amargura y sufrimiento: “si acaso me muero/pago con la via/ y no sabía ningún cirujano/del mal que me moría”. Según Manuel Ríos Ruiz,  el Marrurro, “…por su forma de expresar la seguiriya hay que considerarlo uno de los mejores intérpretes de este palo, de todos los tiempos”.  Chacón, que le conoció  (sea Antonio o Diego) antes de su muerte grabaría su forma de hacer este cante en 1913. A lo largo de la historia, el barrio jerezano de San Miguel, ha demostrado con su forma de cantar la expresión de la pena más profunda e igualmente se ha levantando con sones de bulerías, con aires de orgullo y rebeldía.

 Manuel Ríos Ruiz

Del “Marrurro” se conoce muy poco,  dicen que se prodigaba poco en salir del barrio y se circunscribía a cantar en las reuniones de cabales y escasas actuaciones ante el público; aunque, hay quien afirma que llegó a cantar en los cafés de Sevilla.  Aun así y a pesar del oscurantismo existente para conseguir su biografía, el escritor jerezano Manolo Ríos añadiría: “…  fue creador de una malagueña o transformador de tangos en tientos al ralentizar el compás, aunque no existen datos concretos o referencias escritas”. En este sentido, “Quejío Flamenco”, afirmaba: "fue uno de los más importantes cantaores de su tiempo, creador de varios estilos como tonás, tangos, tientos, etc, pero se significó con sello muy especial por siguiriyas”

A estas alturas del XXI y sin que se pueda indagar en parientes o coetáneos, muchos teóricos y aficionados siguen sosteniendo que fue el inspirador de las interpretaciones de Manuel Torre y de otros cantaores posteriores del barrio jerezano de San Miguel. Nos queda la duda, pero creemos que la herencia oral seguirá con fidelidad lo que el dejó en la memoria de otros grandes que cantaron lo que él, con su inspiración y valor. Ejemplo de ello es la norteamericana Moreen Sondra Silver, conocida como “María la Marrurra”, que actuó en varios festivales flamencos como el Potaje de Utrera con respetable éxito y obtuvo el premio de cante en Pagalajar (Jaén) y finalista en Archidona (Málaga). Además grabaría un disco junto a Menese con las guitarras de Melchor de Marchena y Enrique de Melchor. Mooren se retiró de los escenarios para dedicarse a la fotografía de prensa e instalarse en Madrid, donde murió en 2016, olvidada en una residencia. Del Marrurro se sabe muy poco más; su muerte, seguramente, se produjo antes de terminar el siglo XIX o inicios del XX. 

Tío José de Paula

Otro  cantaor jerezano del barrio de Santiago, nacido en agosto de 1870, bautizado con el nombre de José María Sebastián Soto Vega y conocido a la postre como Tío José de Paula, completan este trío de seguiriyeros que, a pesar de no tener muchos datos de sus biografías, han quedado en la historia como referentes, pues muchos de los intérpretes que les sucedieron y hasta hoy día, recurren a sus estilos, a sus formas, a su magisterio.

 José María, desde pequeño era aficionado al cante, conocía y escuchaba en los tabancos y barberías de su ciudad a los antiguos cantaores que cuando volvían para la “vestía” se tomaban unas copas con amigos y daban rienda suelta, en unos ratos de asueto, a sus cantes. También, cuentan aquellos que le conocieron que era muy dado a cantar en las gañanías, durante la labores en  la campiña gaditana. 

José María pudo ser seguidor de las seguiriyas y soleares del “Marrurro”, en aquellas largas reuniones de cabales, pero él creó, impuso su impronta y las dotó de una gran belleza estética, a la par que las hizo más livianas, más llevaderas, acortando los tercios que hacían que se luciera más el cante,  dotándolas de una ‘jondura’ sublime. 

Tía Anica la Piriñaca, que compartió con él muchos momentos, en los tajos y en las fiestas  jerezanas,  alardeaba  de ser heredera de los cantes de Tío José de Paula. 

No cabe duda que este humilde cantaor  dejo huella de sus cantes en el barrio jerezano de Santiago. Prueba de ello es que el Ayuntamiento  de Jerez  le dedicaría un busto, de la escultora Nuria Guerra, en el año 1991 y que se encuentra instalado al pie de la Iglesia de Santiago. Tío José de Paula murió en Jerez de la Frontera  en 1955.

El Cambio de María Borrico: Manuel Vallejo, Rafael Romero, Antonio Mairena y José Menese

Maria La Marrurra - Siguiriyas - MOVIEPLAY 1971