Triana: los cantes del Zurraque (II)

Eduardo Ternero - 23 de abril de 2020

No cabe duda que a Triana llegó el pueblo  gitano al poco de su entrada en Andalucía;  se conoce porque están empadronados en sus parroquias  desde inicios del XVII, que cantaban Villancicos en la Iglesia de Santa Ana,  en la del Patrocinio, San Jacinto…que se instalaron con  sus chabolas y sus animales en la margen derecha del río Guadalquivir. Sabemos que a finales del XVIII ya  habían aflamencado muchos de los cantos, los romances tradicionales,  las seguidillas manchegas, jarchas… el folklor andaluz había pasado, de tener reminiscencias de  los muchos pueblos  que  se asentaron en  esta tierra, a ser un ente propio, distinto de todos los movimientos musicales del mundo; el Flamenco; y en eso Triana tuvo mucho que decir y fue gracias  al pueblo gitano trianero que supo coger lo mejor de los demás y transformarlo en una forma de ser,  de expresar su diversión, su sufrimiento, una  forma de vivir.

Ramón “El Ollero”

El barrio se iría conformando en dos enclaves importantes: la Cava de los Gitanos y  la Cava de los Civiles. Casi todo lo que sabemos de Triana, de su idiosincrasia, de sus gentes, sus artistas, se lo debemos a  personajes que la amaron y  que llenaron el XIX  con sus escritos y con su conocimiento, no en vano vivieron y compartieron  con su gente, se envolvieron en su embrujo: Estébanez Calderón, Demófilo (padre de los Machado)  Fernando el de Triana y otros muchos    escritores y pintores que  solían ser amigos de cantaores como Frasco “El Colorao”, Silverio, “El Planeta”… también durante del XX fueron muchos los que nos aportaron sus conocimientos  como  Blas Vega, González Climent,  Félix Grande, Ricardo Molina,  Antonio Mairena y un largo etcétera;  aunque también, ya lo hemos comentado, muchos  autores extranjeros, atraídos por la magia del flamenco y el romanticismo de la época.

Aunque hemos dicho que en  Triana convivían desde muy antiguo gitanos, negros, mulatos, moriscos y cristianos viejos (los más pobres),  todos en una especie de familia común, sin embargo, hubo diferencias en la forma de decir los cantes. En la ribera del río existía  una zona industrial, donde se instalaron, desde muy antiguo, los alfareros, los “Barreros” que sacaban los lodos  del   Guadalquivir y allí se montaron sus talleres de alfarería y cerámica, sus hornos, sus tejares y ladrillos y algunas fábricas de jabones. Esta zona se fue repoblando de onubenses  que se instalaron en la zona del  Patrocinio;  se  bautizó con  el nombre  “La Cava de los Civiles” (allí estaba el cuartel de la Guardia Civil) que después se llamaría la zona flamenca  del  Zurraque (nombre de  origen incierto y difícil definir su ubicación).

Sabemos que la linde entre las dos cavas era la calle San Jacinto; allí, continuando toda la longitud de la calle Pagés del Corro estaba la Cava de los Gitanos la cuna del flamenco de más “solera”, donde  antiguamente estaban los chabolas y las herrerías, donde se asentaron los canasteros y hojalateros, la misma que poco a poco  se llenaría de artistas  y toreros, de personajes famosos  que ocuparon más tarde las calles Betis, Pureza, Rocío… y todo lo que rodea  la plaza de Santa Ana.

Corral de Triana

Los cantes del Zurraque provienen de los propios alfareros y barreros que al acabar la faena se juntaban a beber y a cantar  en las tabernas del barrio. Allí nacería un tipo de soleá que cantaba Ramón el Ollero,  bautizada con el nombre de “Soleá de los Alfareros”,  un cante muy ligado  y melismático,  sin la “jondura” de la “Soleá Gitana de Triana”. Estos cantes lo hicieron una pléyade de cantaores, ninguno de ellos profesionales,  que embellecieron con sus sones y su bien hacer los bares y las tertulias trianeras: mentar al Niño de los Burros, el Cartujano, Moralito, Pareja, Pintoporro y un larguísimo etcétera,  es hablar de cantaores que llenaron los finales del XIX  y principios del XX. No sería hasta mediados del XX cuando  a muchos los llevó, en contadas ocasiones, a subir  a los escenarios como Emilio Abadía,  Oliver de Triana, el Sordillo, Antonio el Arenero, Márquez el Zapatero, el Teta y uno de los más jóvenes de esta generación: Paco Taranto. Además, Triana, siempre tuvo una extensísima nómina de cantaores que ocuparon las tertulias en todas las etapas del flamenco.

Márquez “El Zapatero”

Es cierto que de alguna manera se enfrentaron los modos de entender el cante entre ambas Cavas, que  durante muchos años  hubo  cierta polémica: la soleá  del Zurraque la calificaron como un cante payo, sin jondura, pero se tuvo que reconocer que era un cante melódico y bello, que estaba  bien ligada y  con mucha fuerza (parecida a  la antigua  soleá gitana). Mientras que la soleá gitana fue buscando, con el paso del tiempo, más  compás y hacer un cante más profundo, más jondo.  De todas maneras, ambos  territorios musicales se reservaban para las fiestas privadas, para cantar con los  amigos y entre ellos lo único que había eran disputas artísticas;   ver quién cantaba mejor. 

Muchos de los grandes cantaores que ha tenido el Zurraque han cantado los cantes de la Cava de los Gitanos y viceversa. Ya sabemos que Antonio Mairena estudio y grabó ambos cantes, al igual que grandes artistas  contemporáneos como Naranjito de Triana, Chiquetete,  José “De la Tomasa”, Diego Clavel y muchos más que han dignificado todos  los cantes de la otra orilla del Guadalquivir, Triana.