El “Son de la Frontera”: Diego del Gastor II

Eduardo Ternero - sábado30 de julio de 2022

La semana pasada comentamos la infancia y los inicios de Diego del Gastor como guitarrista; hablamos de su personalidad y su afición por estar con sus amigos y de no salir de su ambiente para recorrer escenarios teniendo los mejores mimbres para poder ser reconocido por los públicos de medio mundo.

Sin embargo, a inicios de los 60, conocería a Donn E. Pohren, un estadounidense que había llegado a España en 1953, que se enamoró del flamenco y que aprendió a tocar la guitarra flamenca, además de contraer matrimonio con la bailaora Luisa Maravilla. Este americano había creado una especie de peña flamenca en  los Gabrieles, en Madrid, pero fracasó y se hizo contable en la Base Aérea Hispano Americana de Morón. Pohren conocería por primera vez a Diego en el V Potaje de Utrera en 1961, donde tocaría aquella noche a todos los cantaores: Bambino, Manuel de Angustias, Juan Talega, Antonio Mairena, Fernanda… Pohren decidió buscarlo y lo encontró al cabo de tres o cuatro días; había estado de juerga, bebiendo, recitando poesía con sus amigos de siempre y gastando todo lo que había ganado en Utrera.

Diego del Gastor 

 Poco después, Pohren compraría la finca “Espartero”, donde se impartían clases de flamenco  y  donde casi todas las noches había fiestas a las que acudían los americanos de la base y gran cantidad de cantaores como Joselero, Manolito el de María, Manolo el Poeta… y bailaores como Manolillo, el Andorrano…; a veces también acudían dos jovencitas cantaoras de Utrera, Fernanda y Bernarda o se acercaba a Jerez y contrataba a Tía Anica la Piriñaca, la Chicharrona y un largo etcétera de artistas. En todos aquellos encuentros el gran protagonista sería Diego puesto que Pohren reconocía al guitarrista como el mayor exponente de la sonanta morenense. Diría Donn en sus libros que Diego del Gastor era un producto del neo-jondismo y del que admiraba su carisma y su personalidad, por lo que era muy querido en su entorno. Era un gitano bohemio, soltero, inteligente, orgulloso y afable, sin aprecio al dinero y dedicado al flamenco y a disfrutar de él, de las copas – era un bebedor compulsivo –…, en definitiva, Diego, era un artista en estado puro.

Steve Kahn, guitarrista y fotógrafo, también americano, que con el tiempo se haría muy famoso,  se haría muy amigo de Diego. Ambos recorrían los pueblos de los alrededores, visitaban y contrataban a amigos cantaores de la provincia, se reunían en la finca de Pohren. Allí, se comía y se bebía, y había culto al  flamenco, sin necesidad de asemejarse a las juergas de  otros lugares, que dominaba el capricho de los señoritos. Cierto que, de casi todos los gastos corrían a cargo de  muchos de los americanos de la Base Aérea atraídos por Porehn y Kahn, que difundieron por EE.UU. el valor de la guitarra de Morón y por ende de Diego. Además,  para ellos resultaba muy barato el vivir en España por el cambio de divisas. Diego también se dedicaba a dar clases de guitarra no solo a los americanos de la base sino a muchos alumnos extranjeros de todo el mundo (Finlandia, Italia, Grecia, Australia…). 

Diego no era una persona que buscara fama y fortuna y sobre todo no quería vivir en el mundo comercial del flamenco, solo estar con sus amigos, tocar la guitarra y divertirse. Fueron los demás quienes le instaron a subir a los tablaos, los que le incitaron para que grabara, pero no grabó nunca. En cambio sí se grabaron sus innumerables fiestas con Talega, Fernanda, Manolito el de María,  Perrate… dejando registradas muchas horas que, por suerte, nos ha llegado a través de Kahn y Pachón, que le seguían y que están digitalizadas para la historia del flamenco.

Donn Pohren de EE.UU.

Muchos compañeros, artistas y flamencólogos, conocedores de su valía, de su gran conocimiento de la guitarra y de sus forma de tocar,  quisieron llevarle por todo el mundo, sin embargo el buscaba siempre su independencia y estar en su ambiente íntimo, entre amigos. Su forma de improvisar, su carácter intuitivo  del toque de la sonanta, su manera altruista de vivir…, le hicieron ser un artista distinto, que a pesar de no prodigarse por el mundo del espectáculo, ha llegado a ser uno de los guitarristas flamencos más famosos y un maestro del siglo XX.

“El sentir de la guitarra es una cosa y el ejecutar es otra” diría Diego. Muchos entendidos lo han comparado y le han llamado, por sus rarezas y sus claros-oscuros, como el Curro Romero de la Guitarra: “artistas de este calibre  solo hay uno y se llama Diego del Gastor”. 

Quienes compartieron con él el mundo del flamenco dirían que por bulerías, por seguiriyas y por soleá Diego era único. Decía Juan Talega,  “Solo su enorme afición, su amor al flamenco, le permitía tocar con tanto cariño y dulzura”. Fernanda de Utrera, extasiada, en una catarsis de los sentidos, le grito una noche: “¡¡Diego, ni Beethoven ni sus muertos!!”.

Manuel García Fernández, el “Poeta de Alcalá”, escribiría, “Porque eso, tu toque, Diego, tu toque, era como un fino cuchillo que, que con desgarrada fuerza, abriendo un surco en el pecho, hasta el corazón penetra”.

Niño Ricardo comentaría tras conocerle en una juerga: “Cuando Diego cogió la guitarra y tocó por soleá, con aquel temple, con aquella emoción…  no pude evitar las lágrimas. Tocaba sin adornos, Diego era el alma del flamenco, los demás éramos profesionales con técnica del instrumento”

Con Joselero de Morón y el fotógrafo Steve Khan

Diego fue siempre un caballero de la vieja escuela, refinado, con un sentido de la estética que casi nadie ha tenido en el flamenco. Todos los que han estudiado su obra coinciden en señalar que su escuela es muy jonda, muy personal, aunque tal vez un poco limitada en su repertorio, pero siempre con una enorme inspiración. 

Fue muy amigo de Moreno Galván y de Menese y por ello, ante el compromiso, accedería durante los años 1967 a 1970 para actuar en la Reunión de Cante Jondo de Puebla de Cazalla. En 1972 acudió a los Encuentros de Pamplona, acompañado por el “Grupo Gitano de Morón”. En su trayectoria como guitarrista acompañaría a los grandes artistas del momento como Joselero de Morón, los tres Mairena, Menese, Fernanda y Bernarda de Utrera, Perrate, Anzonini del Puerto, Manolito el de María, Juan Talega y un largo etcétera.

Diego murió a las doce de la mañana de un 7 de Julio de 1973. La noche anterior había estado de juerga, tocando hasta las tres de la madrugada en el barrio de Santa María. 

En 1984 se le rendiría homenaje en la Bienal de flamenco de Sevilla. En el Gastor, se celebra desde 1992 un festival flamenco que lleva su nombre. En 2008, en Morón de la Frontera, se celebró un congreso en honor al centenario del nacimiento de Diego, en el que flamencólogos y artistas, tuvieron a bien rendir homenaje a su persona y su obra. Morón y su flamenco han puesto en valor sus falsetas, su vigorosa alzapúa y sobre todo el legado, el “Son de la Frontera” o el llamado “Toque de Morón” que dijera Donn Pohren” y  que ha dejado una estela  para las generaciones sucesivas de guitarristas que le siguen.