Triana (III): El tópico

Eduardo Ternero - 30 de abril de 2020

 El Ayuntamiento de Sevilla, los próceres, decidieron “darle dignidad” al barrio y para ello debía salir de él toda la “morralla” que impedía hacer una Triana moderna, óptima para el turismo, exenta de gitanos y de pobres de solemnidad para convertirla en un lujoso barrio donde confluyera lo típico de aquella Triana que se fue, pero con buenos restaurantes, hoteles, calles peatonales, comercio  de lujo...

Antiguo Corral

La gente piensa que el lugar es el que crea el ambiente, cuando en realidad son las personas que lo habitan quienes provocan el contexto, la forma de vivir, esa realidad. 

  A mediados de los setenta se construyeron en Sevilla, en el extrarradio, varios barrios de bloques de pisos para instalar en ellos a la mayoría de los trianeros, cuyas familias llevaban muchas generaciones conviviendo. Los enviaron a las Letanías, La Paz, Murillo, la Oliva, las Tres Mil Viviendas… El fin de todo era desalojar los corrales trianeros, que sus dueños recuperaran aquellos grandes solares y hacer “su agosto” con la construcción de grandes bloques de viviendas de lujo para una Triana de pudientes. Desperdigados todos sus moradores, Triana dejó de ser lo que era y, salvo excepciones, toda la idiosincrasia, aquel sabor único que había atesorado durante siglos, se perdería en una década.

Aquello dejó a Triana en el desamparo del flamenco, se rompió la ligazón de un pueblo, las cadenas de fraternidad que les unía, el sentirse cercano unos a  otros; se acabó aquello de compartir  penas y alegrías, el expresar en los inolvidables patios – mediante el cante – sus pesares, sus sentimientos.

Juerga Trianera del XIX

Y sería en los setenta, viendo la escabechina que se avecinaba, ante aquella desbandada de artistas, ante la pérdida de un patrimonio único, cuando surgió un personaje: Paco Parejo “Paco el Diente”, un mecánico dentista enamorado de Triana, incapaz de soportar la pérdida de valores de siglos. Paco dispuso, a la vez que su taller de protésico (en la calle Alfarería), un gran salón en el que creó una tertulia flamenca que se vino a llamar “La Soleá de Triana”, donde se reunía lo más granado de los trianeros y por el que pasarían desde Pepe Marchena a Antonio Mairena; desde José de la Tomasa a Fosforito o Lebrijano y un largo etcétera de artistas; dando lecciones magistrales a las nuevas generaciones, intentando no perder la calidad flamenca del barrio. Además, Paco Parejo, tuvo muchas iniciativas; todo por no dejar en la estacada los cantes que habían nacido y criado en aquella Triana mágica. Ya hace tiempo…, no sabemos  si la “Soleá” sigue en la brecha, no sabemos si siguen colgados los platos de cerámica, las fotos dedicadas de los famosos, los cuadros del Cachorro y la Esperanza de Triana y tantos recuerdos del paso del tiempo. Sí debemos reconocer la enorme función y promoción que hizo, Paco, en aquellos momentos tan difíciles para el flamenco y para Triana.

Paralelamente, muchos artistas se apuntaron a sacar su arte fuera de Triana por aquellos años: Naranjito, Antonio Canales o Manuela Carrasco; Los Pantoja, Chiquetete, Lole y Manuel, la familia Fernández…, y tantos otros que se apuntaron a ese flamenco nuevo, renovador. La guitarra de Rafael Riqueni, el baile de Milagros Mengibar o Pepa Montes; el humor de los Morancos y muchos otros han seguido ilustrando al barrio. Pero como dice Márquez el Zapatero, tal vez el único superviviente de la Soleá y de los cantes del Zurraque, “La escuela,  para escuchar y aprender cante,  que era Triana ya no existe, se perdió aquello de un vaso de vino y un tomate con sal”.

El grupo “Triana Pura”

 ¿Dónde quedan ya aquellos cantes del Maera, los de Triana Pura, los de la Josefa…? ¿Solo quedan bloques de pisos entre algún reducto Trianero. Solo alguna tasca que se ha subido al carro de lo moderno y, repartidos por sus calles, cantidad de azulejos indicando lugares emblemáticos donde nacieron grandes estrellas de la canción, del folclor…, con pocas alusiones al flamenco.

Hoy es un barrio de lujo, de restaurantes, que atrae a los “guiris” con nombres típicos recogidos de lo atávico y que rondan los tópicos, buscando lo que se llama el “vintage”. Se han perdido los corrales, el sentir de un pueblo, la calidad artística y espontánea que tuvo aquella Triana que se fue.

¿Se valorará algún día cuánto se perdió en el mundo del flamenco al perder aquella Triana? Finalizamos con alguna leyenda que se ha contado de ella: el nombre de nuestro arte, el “FLAMENCO” nació allí, ya que a finales del XVII, cuando volvían los soldados de los tercios de Flandes se iban al arrabal a tomar vinos y a chulear y los trianeros entre cantes les decían: “Mira que flamenco viene este”. También decían los antiguos trianeros: “El cante nació cuando se escuchó la primera toná, en Triana, en boca de un gitano”. Quiero terminar recordando palabras del cantaor granadino Evaristo Heredia: “A Triana subían los cantes embrutecidos de los Puertos y Triana, en sus patios, los hacía más asequibles. Allí se cantaba para quitar el ‘sentío’”.