En el flamenco había que innovar

Eduardo Ternero - domingo, 19 de mayo de 2024

El año 1928 sería para el “Niño de Marchena” un periodo anómalo, distinto. Aquel fue un año de altibajos, pues, le valdría para poder acercar su arte a multitud de pequeños pueblos, para ir mostrando aquel flamenco innovador, más desenfadado, más asequible a otros públicos; alargando su fama entre los aficionados de los más recónditos lugares. Pero, igualmente, se perdería el estar con los grandes, el poder compartir cartel con los mejores del momento, ir a grandes teatros, de grandes ciudades, con el flamante “Vedrines”… Sin embargo, creemos que eso le preocupaba poco a Pepe, aquello llegaría más tarde. En la mente y el gusto de los aficionados, el “Niño de Marchena”, seguía presente y los empresarios estaban deseosos de contratarlo, porque, en definitiva, era quien atraía a las masas, el que llenaba los recintos.

            Blas Vega, flamencólogo

Es cierto que, Pepe Marchena, siempre admiró a Don Antonio Chacón, al que siempre reconoció como maestro; como también adoraría a Manuel Torre, y alabaría el cante de muchos otros, de los que aprendió. Pero, Pepe, no fue nunca imitador o continuador de sus cantes; Pepe, no fue nunca un seguidor incondicional de ninguno de ellos. Primero porque su forma de ser, su personalidad (incluso, llámenle narcisismo, si quieren), su ego no le dejaba ser como los demás. Pepe buscaba ser él mismo, distinto, ni mejor ni peor. Segundo, porque Marchena siempre tuvo un registro de voz, unas modulaciones, una sonoridad que ninguno de los anteriores poseía, algo a lo que, Pepe, supo sacarle mucho partido, es decir, a sus privilegiadas facultades. Tercero, porque él se consideró siempre un artista, no un cantaor de flamenco; solamente estuvo sujeto a las normas del flamenco en sus inicios. Y, finalmente, porque el público le adoraba, por su forma de ser, por su carisma, a pesar de su vanidad, su vanagloria… y por aquella incongruencia vital (su desprecio al dinero y a la vez por el aprecio y afán en su búsqueda). Sus propios compañeros, sus seguidores le sobreestimaban, le admiraban, por su forma de ser, su arrogancia…

Al hilo de lo dicho, José Blas Vega, cuenta una anécdota ocurrida en el colmao Villa Rosa, donde llegó Chacón. Dicen que se tomó un café mientras escuchaba al “Niño de Marchena”, que estaba cantando por soleá, acompañado por Manolo de Badajoz. Pepe, como siempre, cantaba a su manera, dando originalidad a lo que hacía… Por eso, Chacón le llamó la atención diciéndole: “No se meta usted en veredas que no le pertenecen y desconoce todavía. Cante lo suyo, esas cosas tan bonitas para las damiselas”. Conociendo a Pepe, no creemos que se callara, aunque él mantuvo siempre un gran respeto a los mayores y más a aquellos que consideraba sus maestros. Pero, a los pocos días, Luis Maravillas (1914) (aquel gran guitarrista, hijo del Niño de las Marianas), cuando aún era un imberbe de apenas 14 años, llegó para comentarle a Chacón: “¿Sabe usted, Don Antonio, que al “Niño de Marchena”, le están pagando 20.000 pesetas por cantar fandangos y esos cantes que él hace?” (Un dineral comparado con lo que ganaban las primeras figuras de entonces). A veces, este tipo de comentarios solían hacerse para que los presentes, en este caso Chacón, se encolerizara y difamara de alguna manera; sin embargo, Don Antonio, en lugar de criticarlo, diría: “Y me parece poco, puesto que el empresario sabe que va a llenar el teatro y que se va a hacer de oro con Marchena”

Luis Maravilla

Pepe, como siempre, está en la cresta de la ola de la prensa, de la crítica… en boca de los aficionados, por su forma de concebir el flamenco, por apartarse de los clásicos, por “modernizar” un flamenco que se estancaba… Él se siente capaz de innovar, es más, se sabe creador, distinto y se ha dado cuenta de que, todo lo que hace, gusta a los aficionados, llega a distintos estratos de la sociedad, incluso a aquellos que jamás se habían acercado al flamenco. Cada vez tiene más adeptos, los empresarios y las casas discográficas lo saben y no cejan en ofrecerle su apoyo. Por ende, la prensa no evita dirigir los más elogiosos artículos hacia el marchenero, al igual que los que defienden el purismo, el flamenco más ortodoxo, no escatiman en denigrarlo. En esa lucha se mantendría, Pepe, a lo largo del resto de su vida, incluso hoy día, su estela, su forma de revolucionar el flamenco, su manera tan exclusiva, es motivo de discusión entre los eruditos del flamenco, entre los distintos gustos de los aficionados.

Pese a todo, el “Niño de Marchena”, sigue en su afán de ser el mejor, de subir a la cumbre, llenando teatros y plazas de toros, cines y recintos de lo más variopinto de todos los lugares de España. Se le rinden Madrid (en la Latina, Pardiñas, Chueca), actúa en el Olimpia de Barcelona y todas las grandes ciudades de nuestra geografía. Le acompañan en estos periplos las guitarras de Luis Yance y Ramón Montoya. En estas fechas forman su compañía Juanito Varea, El Niño de Almadén, Luquitas de Marchena, la Niña de la Puebla, Pena Hijo, Guerrita… y bailaores como Emilio el Faro y Ramironte.

Luquitas de Marchena

Así, con una temporada plagada de éxitos finaliza 1928 y en la misma línea comienza el siguiente año. Pero, el marchenero recibirá una noticia que le consternaría. La muerte de su querido y admirado Don Antonio Chacón el 21 de enero de 1929. El día 24 de ese mes, según el Diario de Barcelona, Pepe, actuaba en el Olimpia de Barcelona y pediría a los asistentes un minuto de silencio por el insigne cantaor. En marzo de ese mismo año, el marchenero recibiría en el Circo Price madrileño una medalla de oro por su trayectoria.

Inagotable, Pepe, sigue con sus giras y alterna sus actuaciones con representaciones de comedias cantadas. La copla sigue en auge, llena los recintos y el público gusta de la comedia y la canción andaluza. Ese tipo de teatro llamado Comedia Andaluza se hace cada vez más popular y muchos de los artistas flamencos se suben al carro; Pepe actúa durante ese año en el Pavón representando  “Copla Andaluza”  entre los meses de mayo a noviembre, acompañado por Montoya y Guerrita, entre otros. A la vez, también lo hacía en el Teatro Cómico madrileño, representando la obra “¡Mira qué bonita era!” de Francisco Ramos, acompañado por el Niño de Almadén, Luis Yance…

Aquel verano de 1929, Vedrines, recupera de nuevo al “Niño de Marchena”. Si la agenda de Pepe estaba ya demasiado abultada, la nueva propuesta del afamado empresario la colmataría. La gira se extendería por Madrid y casi toda Andalucía, llenando todos los recintos por donde actuaban; en aquella ocasión y de forma perenne actuaban junto a Marchena, Cepero, el Personita, el Pena, el Pescaero… bailaores como el Estampío y las guitarras de Montoya y Yance.

Pepe, con Ramón Montoya

Tras actuaciones exitosas en Huelva y en el coso de la Real Maestranza de Sevilla, Pepe, quiso obsequiar a sus amigos y cantaores, que hacían la gira con él, con una gran fiesta en el sevillano Pasaje del Duque. Era una costumbre de Pepe, el celebrar el término de temporada o de una gira apoteósica con un gran ágape. Así lo contaba el periódico “El Liberal” al siguiente día (13 de agosto de 1929), calificando al marchenero con el espíritu de la cigarra, es decir, que no se preocupaba por la llegada del invierno y no ahorraba ni un céntimo; todo lo contrario, se lo gastaba en cuanto lo cobraba. Ya hemos comentado, en varias ocasiones, el valor que tenía para Pepe el dinero. El propio periódico comentaba: “… este “Niño de Marchena”, cobra un 10 % de los discos del fonógrafo, tras la fama que ha cogido en Madrid y en América, más que los grandes divos de la Ópera. Baste un ejemplo: en el último semestre ha cobrado de su casa discográfica más de 20.000 pesetas. Si levantaran la cabeza, Silverio, El Canario, Juan Breva y tantos que murieron en la miseria...” Efectivamente, Marchena, era exigente y cobraba lo máximo porque, como decía Chacón, los empresarios y las casas discográficas se estaban forrando con él.

En esa misma crónica, “El Liberal”, da cuenta de que el marchenero deleito a los presentes y al final de la velada con cantes de su añorado Chacón y otros cantes de su repertorio. Además, incluye una nota en la que dice: “Ahora, casado y con un nene, el hombre ha parado la jaca y no fuma, no bebe y no trasnocha, ni hace otra cosa que cantar, con ese hilo de voz que es oro puro.” Cuan desafortunado estuvo aquí el cronista del “Liberal”; el supuesto hijo del cantaor marchenero, al que le atribuían el haber tenido  con la cantante-cupletista Pepita Lláser (por entonces su pareja sentimental) y que confirmaba siempre el periodista Rafael Santisteban, siempre estuvo en Argentina. Otros niegan que fuera hijo de Pepe. El caso es ni ese supuesto hijo, ni cualquier empresario o pareja alguna…,  nadie, iba a cambiar la mentalidad del cantaor marchenero para que, de alguna manera “asentara la cabeza...”, eso le llegaría solo al final de sus días, cuando la fatalidad le ausentó de casi todo.