Flamenco en la provincia de Huelva: Su fandango (I)

Eduardo Ternero - sábado, 15 de enero de 2022

El no tener nada escrito hasta mediados del XIX, al menos referencias claras del nacimiento del flamenco,   ha sido uno de los  grandes males de nuestro arte. En parte porque se pergeñó,  nació y se crió  en el seno de los pobres.   Por aquellos tiempos de persecución a judíos, moriscos y gitanos...,  en los que no tenían nada que llevarse a la boca, pocos tendrían acceso a la cultura y al estudio, muy pocos sabían leer y mucho menos escribir.

Con el paso del tiempo, la memoria y la garganta de muchos y muchas, han sido capaces de recoger de sus antepasados sus formas, sus maneras de expresar sus sentimientos, retrotraérnoslos y tener la suerte de poder escuchar y difundirlo a todos los vientos. No nos faltan  esperanzas, seremos capaces de elevarlo de categoría, de difundirlo y  poder  alcanzar a ser un arte universal. En el camino estamos; ya, al menos,  está considerado como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.  

Antigua danza del Pandero de Encinasola 

Durante el XVI, por nuestro sentir aventurero, por la pobreza que existía tras la reconquista, y por el acoso a judíos,  moriscos, gitanos, negros…, andaluces todos, se embarcaron muchos hacia América, en busca de fortuna. En su lugar los cristianos de Asturias, Galicia, León y un largo etcétera vinieron a ocupar tierras concedidas  tras la Reconquista Cristiana y se instalaron por toda nuestra geografía, también en la sierra de Huelva, sobre todo en el Andévalo. Eso va a influir en la manera de expresar sus cantes, sus bailes, su musicalidad, su vestimenta… y, sobretodo, en lo que hoy conocemos como fandango de Huelva. Hay pruebas de ello y estudiosos de la música han comparado que aún existen localidades  de Cáceres, de Ávila, de León… donde se pueden escuchar unos tipos de cantes muy parecidos a los fandangos antiguos de Alosno, huella inequívoca de la influencia de aquellos siglos. Pero lo que no cabe duda es que esos cantes aquí se aflamencaron. 

Por desgracia no tenemos nada escrito anterior a los inicios del XIX sobre el fandango de Huelva; lo poco que conocemos del flamenco en esas fechas es de mediados de ese siglo, a partir de 1840 y gracias a los escritores foráneos, aquellos románticos que se aventuraron a venir a nuestro país para reflejar una España en ruinas o mejor dicho una Andalucía anclada en el tiempo, donde los hombres y mujeres vivían de una manera miserable,  andaban casi desnudos por los campos en busca de algo que echarse a la boca; una Andalucía donde la picaresca y la pobreza era común en gran parte de la población.

Entre aquellos viajeros que se acercaron a nuestra tierra deberíamos citar a Gerald Ford, Willians Bekford, Alexander Laborde, Máxime Ducamp, Huber, Gautier, o el mismísimo Alejandro Dumas. Estos escritores pudieron observar y plasmar lo que vieron, las expresiones flamencas de toda Andalucía, así como en las fiestas onubenses,  en los pueblos que iban visitando – como si fuesen exploradores que se acercan a países exóticos –  “En Zalamea la Real, había mujeres que danzaban de modo libidinoso, moviendo las caderas y los brazos…” escribiría Robert Dundas Murray en 1836. Por aquellos tiempos los bailes se fueron definiendo de alguna manera hacia lo que hoy conocemos como fandango, basados en los antiguos cantos y bailes de  cachuchas, zarabandas, seguidillas,  moscas,  zorongos, boleros… 

También por esas fechas el periodista y escritor  Davillier y el pintor Doré en 1862 se instalan en Triana y describen y dibujan,  para una gaceta francesa,  como se bailaban, tiranas, polos, caleseras…, en los corrales trianeros. En su recorrido por lugares onubenses pudieron igualmente observar y oír a grupos danzantes bailar y cantar antiguos fandangos de Huelva. 

Davillier y Doré 

 Por ese tiempo, tras la influencia de estos escritores y su repercusión en las prensas extranjeras en muchos lugares de Europa se empieza a conocer el baile y el cante flamenco, sobre todo la moda llegó a París donde el baile, los fandangos bailables mueve con fervor a las masas. Allí se desplazarán muchas bailaoras y bailaores  españoles como Dolores Serral, Manuela Bubinon o Mariano Camprubí. Otra mujer, Petra Cámara, amiga intima de Dumas bailaría el olé, el vito o el fandango. La grandísima bailaora Carmencita Dauset, la que fuera cuñada de Rojo el Alpargatero, bailaría acompañada por el propio Antonio Grau en el Madison Square Garden de Nueva York cachuchas, peteneras, fandangos, boleros, el vito..., instalándose en los E.E. U.U. durante décadas. 

Las dudas de donde le viene el nombre de fandango siguen en el aire, muchos opinan que puede ser que los andaluces  lo llevásemos  a América, como otros cantes  y volviesen influenciados por los negros caribeños que lo bailaban y cantaban. No es raro porque las terminaciones en ango, provienen de alguna de las lenguas bantú centroafricanas y es posible que  hayan dado nombre  a tango y fandango.

Sabemos que a finales del XIX un parlamentario español,  de origen alosnero, era el encargado de cobrar los impuestos al consumo del Estado  y para ello contó con muchos de sus paisanos para llevar a cabo la recaudación. Esto  hizo que muchos tuviesen que desplazarse a localidades y ciudades de  toda España.  En sus ratos de asueto, se reunían y cantaban los sones de su pueblo. Esa fue una de las maneras en la que  el fandango alosnero de Huelva se fue propagando por toda nuestra geografía nacional.

José Cepero 

Sería a partir de 1923, cuando se le empieza a dar valor al fandango de Huelva o fandanguillo como se le llamaba. Primero porque ya habían aparecido las primeras grabaciones en los cilindros de cera y más tarde en los discos de pizarra. También es el momento en que surgen los primeros Concursos de Cante de Huelva y participan  algunos de sus  intérpretes ilustres como Rengel,  los hermanos  Nora, Paco Isidro, el Comía, Rebollos… o en 1924 cuando irrumpe en el fandango de Huelva el Maestro Pepe Marchena,  que en aquellos tiempos vaticinó que el fandango de Huelva cogería una enorme fama y no se equivocó.

También Fernando el de Triana sería, junto a Centeno, de los primeros en divulgar el fandango de Huelva por los escenarios de los cafés de Sevilla, Córdoba… Más tarde serían las grabaciones de la Niña de los Peines, del Cojo de Málaga, Vallejo… los que lo harían ad libitum. Pero fue,  sobre todo,  Pepe Marchena,  quien le fue poniendo el compás justo a los  fandangos de Huelva,   grabando un total de 6 discos de fandangos a los que bautizaba con sus peculiaridades de artista. No cabe ninguna duda y lo han demostrado los estudios y los relatos de los más antiguos del lugar que sería el genio del Niño de Marchena, uno de los más  grandes creadores de estos cantes, el que puso en su lugar su musicalidad y quien se pateó pueblo a pueblo – de la mar, la sierra y el llano –, para empaparse de los ritmos  que  los  onubenses guardaban en su seno, para después grabarlos imponiendo su impronta, su personalidad y su exquisita forma de cantar. 

También muchos artistas se apuntaron a difundir los cantes onubenses como José Cepero,  y otros de la propia tierra como Rengel,  Pepe la Nora, Paco Isidro, Rebollos… y un gran número de grandes aficionados que lograron  difundir el fandango de Huelva por todos los rincones de nuestra geografía. No cabe duda que sería, con la llegada de la Ópera Flamenca, – desde mediados de los años 20 del siglo XX – cuando el fandango adquiriría mayor preponderancia y colmaría el gusto del público.