El Niño de Cabra

Eduardo Ternero - domingo 31 de octubre de 2021

Cayetano Muriel Reyes, más conocido con el nombre artístico de “Niño de Cabra”, por haber nacido en esta localidad cordobesa en agosto de 1870 y por la rancia costumbre de apodar ‘niño’ a todos los cantaores flamencos de la época, porque generalmente empezaban a despuntar siendo unos imberbes. Así, a lo largo de la historia flamenca hemos podido comprobar que la mayoría de los pueblos tienen su “NIÑO” cantaor. 

Cayetanito es el menor de cinco hermanos nacidos en una familia humilde cuyos padres José Muriel y María Cruz Reyes,  intentaron sacar adelante con más apuros que desahogos.

Desde pequeños, todos los hermanos  mamaron del mundo del flamenco que les inculcó su padre. Uno de ellos apuntaba para ser  cantaor y  destacaría, pero sería Cayetano el que despuntaría como un consagrado artista. Poco tiempo pudieron disfrutar de la escuela los chavales ya que quedaron pronto huérfanos y no tuvieron más remedio que ponerse a trabajar, ‘en lo que saliera’, para llevarse un trozo pan a la boca. Cayetano trabajaría de barbero, vendedor ambulante de telas y  en el  “Molino  del Duque”, propiedad del Conde de Cabra y allí, cuando estaba  entonando unos cantes, le oyó el Conde quien le pidió que cantase delante de un diplomático inglés y personalidades de la época, a los que sorprendió; desde entonces, abandonó los capachos y los aperos de la molturación de la aceituna para dedicarse al cante. 

Con veinte años se marcha a Sevilla: “vine a Sevilla a vendé un vagón de ajos y me jice cantaor” diría en una entrevista para una incipiente radio. Allí, en Sevilla  se acercaría   al café del Burrero, donde cantaba por entonces D. Antonio  Chacón y  a quien pidió que  le oyera cantar. Chacón, el insigne cantaor jerezano, al escucharle diría “¡Vaya niño cabreño de leche!”. 

Cayetano sería contratado para que amenizase los intermedios de la actuación del insigne cantaor jerezano con cantes cordobeses y fandangos abandolaos. A partir de aquí se fue haciendo famoso y pudo continuar su carrera como profesional por los tablaos de toda Andalucía, Madrid, Barcelona….Pronto se le presentó la oportunidad de viajar a América, con un contrato para actuar, pero se negó a embarcar y cruzar el Atlántico. “No cruzo el charco aunque me hagan un puente” dicen que exclamó.

Cayetano tuvo la suerte de no concurrir a la mili, por ser excedente de cupo. Era un hombre de poca estatura 1’57, pero de un gran corazón y un elevado sentido de la profesionalidad y el compromiso. Durante su periplo como vendedor ambulante conocería, en Benamejí,  a Pilar Toledo, con la que se casaría más tarde (1896). En ese pueblo tendría su domicilio hasta sus últimos días. El matrimonio tuvo once hijos, de los cuales solo uno, Juan Manuel, apuntaría algo en el cante. Su preocupación,  como padre, fue la cultura; dar a sus hijos algo que él no había podido tener y que siempre comentaría y lamentaría a lo largo de su vida.  Fue un amante de la vida familiar,  aunque le faltó tiempo para estar con su mujer y sus hijos  por los avatares que conlleva el dedicarse al arte y moverse continuamente, con los pocos medios  de inicios del XX.

Cayetano fue una persona muy introvertida, no gustaba de grandes acontecimientos, no era amante de cantar ante grandes masas – era más de disfrutar el cante en tabernas y reuniones de amigos –. Trabó amistad con muchos eruditos de la época, como el escritor y paisano suyo Juan Valera, con muchos escritores y científicos como Manuel Machado, Ramón y Cajal y un largo etcétera, pues lo que más admiraba era el saber, el conocimiento en las personas, algo que a él la vida le había negado. 

Fernando el de Triana define aspectos de Cayetano Muriel: “…fue una persona muy querida por el público y  está considerado como uno de los artistas más singulares y creadores  de la provincia de Córdoba y calificado  como el mejor intérprete de los cantes de Lucena, seguidor de los cantes de Chacón,  de Juan Breva y del Canario”. Fue creador de una malagueña, una guajira y  un peculiar estilo de la caña…  además de un insigne cantaor de saetas que se prodigó por las localidades de la campiña cordobesa (Lucena, Antequera…). Compartió escenario con Chacón, La Trini, la Niña de los Peines y muchísimos artistas de su época. 

Dicen que fue un seguidor del estilo de Chacón, cosa que se la ha estado criticando hasta hace poco.  Sin embargo, muchos flamencólogos han descubierto en él un enorme conocimiento y personalidad, especialmente, en los tientos, las soleares, las seguiriyas y acaso también en las cartageneras. Cayetano se apoyó siempre en su gran voz, en su modulación y una enorme variedad de melismas y por ello prefirió los cantes largos y sin medida que le dieran ocasión de lucirla. 

Hubo momentos, en la culmen del su carrera,  en la que los aficionados llegaron a la comparación y discusión entre dos grandes coetáneos de inicios del XX: Cayetano Muriel y Tomás Pavón, dos enormes creadores, cantaores ambos bastantes raros e introvertidos… pero es indiscutible que Tomás fue el rey de la soleá, la seguiriya… y Cayetano lo sería en la malagueña y los cantes abandolaos. 

El Niño de Cabra crearía escuela y tuvo muchos seguidores como El Seco, Pedro Lavado o el gran Antonio Fernández “Fosforito” que se enorgullece de haberle conocido. 

Con 40 años, en 1910, el cantaor egabrense dejó de cantar en público, aunque nunca dejara de cantar para los amigos y para sus seres queridos.

Cayetano Muriel sería de los primeros en grabar en discos de pizarra y  sacaría al mercado una gran cantidad de actuaciones acompañadas por Ramón Montoya, Manolo de Badajoz o Enrique López, que fueron editadas en 1980 en cintas de cassette por la Peña Cayetano Muriel de Córdoba. 

En la primera edición del Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba (1956) y en posteriores (1959 y 1971) fue reconocida la figura de este gran cantaor y desde 1965 se celebra en Cabra un certamen flamenco denominado con su nombre.

Más recientemente, se ha vuelto a significar la figura del Niño de Cabra en los Concursos Nacionales de Córdoba al poner su nombre como título a uno de sus premios.

Cayetano Muriel Reyes, “el Niño de Cabra”, falleció en Benamejí (Córdoba) en 1947. Tiene un monumento en el Parque Alcántara Romero de su ciudad natal, al igual que una Peña Flamenca que lleva su nombre. Sin embargo, pese a su trayectoria y su maestría,  Cayetano no tiene en el mundo de la flamencología el lugar y el mérito que le corresponde. Creemos que tuvo mayor importancia de la que hasta ahora se le ha dado. 

Imágenes: Joven Cayetano, Niño de Cabra en una actuación, Cayetano en su madurez, Fosforito. 

Canción: FANDANGOS DE LUCENA

Artista: Cayetano Muriel, Niño de Cabra feat. Ramón Montoya

Álbum: Cayetano Muriel, Niño de Cabra

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