Rincón Flamenco - "Reflexiones sobre el flamenco" por Eduardo Ternero Rodríguez
Eduardo Ternero - domingo, 27 de octubre de 2024
Desde los preámbulos de la II República española, es decir durante la dictadura de Primo de Rivera y, una vez instituida, o sea, durante el primer lustro de los años 30 del XX, muchos de los artistas flamencos, que son quienes nos ocupan, cantaron a la libertad, a la igualdad, a la consecución de ciertos derechos… Ejemplo de ello son muchas estrofas que fueron cantadas en sendos palos del flamenco, sobre todo en fandangos; no olvidemos que nos encontramos inmersos en la etapa de la Ópera Flamenca y entre los cantaores se impondrían los fandangueros, y los que dominaban los cantes de ida y vuelta. También, durante la Guerra Civil, los artistas desplazados por la zona republicana, roja, miliciana o del gobierno legítimo, como queramos llamarle, seguían con sus letras alusivas a elogiar las bondades de la República. Por supuesto que, en la otra zona, en la nacional, la de los sublevados, la del ejército rebelde…, se cantaban coplas y se hacían himnos en su contra.
Manuel Carrillo, cantaor marchenero
Mas, conforme iba avanzando la Guerra Civil y los nacionales de Franco alzándose con la victoria, muchos de estos artistas, al igual que tantísimos españoles que habían proclamado vivas a la República o se habían declarado de izquierdas, se verían obligados a cambiar sus propuestas, subirse al carro de los vencedores o tener que escapar precipitadamente de España, bajo la amenaza de ser perseguidos y castigados por los rebeldes que habían dado el Golpe de Estado. Sin embargo, tras la victoria de los nacionales (1939), la depuración siguió pueblo a pueblo y, aunque, muchos consiguieron ocultarse un tiempo, esperando a que se aplacaran y olvidaran las represalias; a otros, les costaría la cárcel e incluso la vida. Unos como al Chato de las Ventas, Corruco de Algeciras…, otros morirían por circunstancias de la guerra. También los hubo que murieron por hambre, miseria, desconsuelo…, como Rita la Cantaora… Una gran mayoría sufriría el rechazo del Régimen y, por tanto, serían relegados al olvido. En cambio, otros, optaron por marcharse de nuestra tierra, huyendo a otros países, para evitar ser encarcelados o perder la vida; ese fue el caso de La “Negra” madre de Lole Montoya que nacería en Orán (Argelia), otros marcharon a Tánger, Casablanca, a Francia como La Argentinita, Pena Hijo… A algunos les pilló fuera y allí se quedaron como Angelillo, Sabicas, Carmen Amaya, etc.
El marchenero Manuel Carrillo, un gran cantaor nacido en 1909 (de la edad de Melchor), siendo muy popular y considerado en Marchena, participaría en muchos de los espectáculos patrocinados por Pepe Marchena y Pepe Palanca, 6 años mayores que él. Carrillo tuvo la desgracia de morir en acción de guerra en 1936.
Aquellos cantaores afines al bando de los vencedores tuvieron la suerte de poder continuar con sus carreras y eran protegidos por la Dictadura Franquista, consiguiendo, por tanto, durante muchos años fama y prestigio. No fue el caso del gran guitarrista Luis Yance, que acompañara a las mejores figuras de los años 20 y 30 y al que todos tildaban de derechas y que fallecería en extrañas circunstancias en Madrid en 1937. La verdad de este caso no está esclarecida; muchos afirman que su muerte fue debida a una paliza que recibió por un grupo de personas; pero, mientras unos dicen que fueron milicianos de izquierda que le acusaban de fascista, otros, sobre todo su familia, defienden que fue un atraco sin color político alguno.
Anita Sevilla, cantaora
Juan Valderrama, del que tantas veces hemos comentado su memoria y su aportación histórica de multitud de hechos pretéritos, apuntaba: “… Luis no se marchó, como otros tantos. Cuando estalló la Guerra Civil fue atacado en la calle, al lado de su casa, por un grupo de malhechores para robarle; siendo trasladado al hospital, donde fallecería por las heridas recibidas”. “Es cierto,” continúa en su relato Valderrama, “que, Luis Yance, siempre iba muy bien vestido y disponía de uno de los pocos coches que entonces circulaban por Madrid, lo cual llamaba mucho la atención”. Esa “arrogancia”, posiblemente, llamaría la atención y soliviantaría la envidia de muchos, en aquellos momentos tan difíciles para España, de miseria y pobreza, pero de ninguna manera justificable para atentar contra su persona.
Mientras todo esto ocurre en aquella España abandonada, teñida de rojo, inmersa en una guerra fratricida, el “Niño de Marchena” continua oculto en tierras de Jaén, amparado por Juan Valderrama, que lo cuenta así en sus memorias: “Marchena se quedaba a dormir en mi casa, yo dormía en un colchón en el suelo y él dormía en mi cama. Durante aquellos períodos que pasamos juntos, como Pepe, no sabía leer ni escribir, intenté enseñarle y eso que yo apenas sabía. Así que, compré una cartilla de primera enseñanza, de aquellas con el abecedario, una especie de Catón. Pero, Pepe, aguantó nada más que dos o tres clases: a, be, ce, de… yo estaba enseñando a leer al que se suponía era el “Maestro de Maestros”. Sin embargo, como Marchena era tan rebelde, al tercer día va y me dice: Juan, yo le agradezco a usted mucho lo que está haciendo por mí; pero le voy a decir una cosa: ‘mientras los panaderos hagan pan, yo comeré’. Y le dije, pues lleva usted razón y puse la cartilla encima del armario y ya no hubo más lecciones.
Del cantaor jerezano José “Cepero”, de su pedantería, su altanería, se han llenado páginas enteras. Faroleaba de mantener estrecha amistad con José Antonio Primo de Rivera, con el Rey Alfonso XIII, con la aristocracia española… Pero, todo aquello, contrastaba con su afiliación a la UGT y lo que decía en sus cantes – con letras libertarias, propias de la izquierda y que componía él mismo –, por lo que sería puesto en solfa por los nacionales. Durante la Guerra siguió cantando letras contra Franco, Queipo de Llano…, siendo considerado como un cantaor “rojo” y durante los primeros años de la posguerra, lo pasaría muy mal, no quería nadie contratarlo hasta que se fue olvidando y gracias a compañeros como Juan Valderrama conseguiría, poco a poco, ser aceptado.
Manuel Gerena, cantautor flamenco
.Otra cantaora, la sevillana Ana Pérez Gómez, nacida en 1908 y conocida como “Anita Sevilla”, se vería en la necesidad de salir del país en 1936. Anita, había cantado desde muy joven en los mejores escenarios españoles, antes del inicio de la contienda bélica – junto a Vallejo y Mairena – también grabaría algunos discos de trazo republicano como “Andalucía la Roja”. Cuando empezó el Golpe Militar aprovechó su estancia en Lisboa, para marchar a Argentina y alistarse en la Compañía de Carmen Amaya, cosechando mucho éxito en México y Argentina. Pero, estando en Nueva York, ensayando para un espectáculo en el “Habana Madrid”, se puso enferma y murió en 1942, cuando solo tenía 34 años.
Igual le ocurrió a Juan Mendoza “Niño de Utrera”, nacido en 1907, quien tendría mucho éxito antes de la Guerra, acompañado por grandes guitarras como la de Sabicas, Montoya, Niño Ricardo…, actuaría por las emisoras de radio y grabaría varios discos, perteneciendo de lleno al periodo de la Ópera Flamenca. Tras la guerra civil, por motivos de su pertenencia o simpatía demostrada hacia la política de izquierdas, tuvo que exilarse a Argentina, de allí pasó a Chile, donde murió en 1964.
Otro cantaor de nombre José Cabello Luque “Chaconcito”, nacido en Aguilar de la Frontera (Córdoba), en 1915, sufriría las venganzas y crueldades de la Guerra y su participación en el bando republicano. Con 10 años bordaba los cantes de Chacón, y ya andaba pidiendo y cantando a cambio de unas monedas, por los bares de Vallecas. Llegó a oídos del empresario Vedrines que lo contrataría para cantar en cines y teatros madrileños como el Fuencarral, La Latina, Maravillas, Circo Price… hasta que estalló la contienda. De su muerte no se sabe nada, hay muchas especulaciones, pues, unos dicen que murió cruzando la frontera para refugiarse en Francia y otros dicen que murió mucho más tarde, cuando intentaba volver a nuestro país.
José Dominguez "El Cabrero"
La represalia se alargaría in tempore: El día que ETA asesinó a Carrero Blanco (1973), Enrique Morente, cantaba en el Colegio Mayor San Juan Evangelista madrileño un fandango de Cepero: "Para ese coche funeral yo no me quito el sombrero, que la persona que lleva dentro me ha hecho a mí pasar los más terribles tormentos", que nada tenía que ver con la política; sin embargo, aquello le costaría la cárcel a Enrique y pagar una multa de 100.000 pesetas de entonces, (600 €). El bailaor Antonio Gades (Alicante, 1936), comprometido militante del Partido Comunista, que en sus montajes solía retratar las miserias del pueblo, las necesidades, su falta de libertad…, tendría muchos problemas con la censura franquista. Días después del fallido Golpe de Tejero (23 de febrero de 1981), salieron a relucir unas listas que los golpistas tenían preparada de los posibles fusilamientos, en las que estaba Gades. También, Manuel Gerena, morisco de la Puebla de Cazalla (1945), sería condenado por sus letras, por su defensa de las libertades, por su injerencia hacia el franquismo. Manuel visitaría muchas veces la cárcel, estaría vetado en muchos de los lugares de nuestra geografía y se las tuvo que ver con los “grises” (policía franquista) en multitud de ocasiones hasta casi los inicios de la democracia.
En definitiva, muchos de aquellos flamencos, españoles que cantaron las libertades, que intentaron crear conciencia en la ciudadanía, perdieron la vida. Otros tuvieron que extraditarse durante la Guerra. Algunos se arriesgaron, se quedaron y se salvaron, aunque serían condenados al ostracismo, humillados, como el Sevillano, Canalejas de Puerto Real, El Niño de Cazalla. Más tarde, con el correr de los años, alejada la postguerra y la Dictadura, muchos tan conocidos como, “Lebrijano”, Menese, “Rejano”, “El Cabrero”…, seguirían luchando por las libertades, contra los abusos y el caciquismo.