El flamenco le queda corto al "Niño"

Eduardo Ternero - domingo, 12 de mayo de 2024

Nos quedamos en las postrimerías de 1927. Pepe sigue haciendo sus giras por los pueblos de Andalucía, asistiendo a fiestas, es jurado en concursos, asiste a casinos, tiros de pichón… En Sevilla, conoce y compartiría amistad y admiración con Ignacio Sánchez Mejías, aquel mítico torero, gran aficionado a la literatura, escritor y amante de las artes. Ignacio fue cuñado de Joselito el Gallo y fue el responsable y padrino de la generación de escritores del 27. Muchas tardes se dejarían ver Pepe e Ignacio, con escritores reconocidos como Lorca, Alberti, Fernando Villalón, Cernuda y muchos otros en capeas y juergas; hasta que aquel, “Granadino” (astifino), le diera a Ignacio una cornada mortal en Manzanares, que, Lorca, inmortalizaría en su poema “Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías”.

 Luis Caballero

Finalizamos el dichoso 1927; aquel “Niño de Marchena” ha madurado y ya, con casi 25 años, es conocido y admirado en toda España. Se codea con los mejores y afamados de todas las artes, llámense pintores, cantantes, toreros..., incluso es solicitado por gente de la política para que asista a eventos, inauguraciones, festivales… En muchos de esos lugares es convocado para que deleite, con su forma de cantar, a los asistentes, otras por el hecho de ser amigo o conocido y con ello dar pábulo y cancha a la prensa del acto.

Estamos en 1928, y la Empresa “Vedrines” sigue acumulando éxitos por toda la geografía. Con primeros espadas en sus espectáculos como la Niña de los Peines, D. Antonio Chacón, Bernardo el de los Lobitos, Manuel Vallejo, José Cepero…, más el joven cantaor cartagenero Manuel González “Guerrita”, entre otros, tenían la asistencia de los públicos y la venta de la totalidad del aforo aseguradas. Sin embargo, Pepe, durante aquel año, no participaría en aquella gloriosa gira. Hasta en eso fue diferente, jamás fue mediocre. Ese año, prefirió hacer sus giras por multitud de pequeños pueblos, en lugar de formar parte de aquel magistral elenco; aunque, perdiera fama y dinero. Pepe, jugaba de nuevo con otra baraja, no se alineaba ni se arrugaba y estaría durante un tiempo dando a conocer su manera de entender y hacer el flamenco, rompiendo moldes. Él seguía en su empeño, continuaba firme en fortalecer su forma de cantar y por ello se desplazaba a pequeñas localidades, acompañado por Niño Ricardo, otras por Manolo de Badajoz, “educando” en el flamenco. También llevaba a algún que otro cantaor y un par de bailaoras. Pocos más conformarían su espectáculo durante todo este periodo, aún, a sabiendas, que aquello le podía costar el dinero y el prestigio, seguiría en sus trece.

Como ejemplo de lo que estamos diciendo, contaría, Luis Caballero, cantaor, escritor y comentarista de flamenco, nacido en Aznalcollar en 1919, que, aquel año, el “Niño de Marchena”, pasaría por su pueblo como por tantos otros para cantar, contratado por modestos empresarios de localidades andaluzas. En aquella ocasión y porque, a veces, las historias se convierten en leyendas, ocurrió que en aquel pueblo minero del borde meridional de la Sierra Norte sevillana, debido a la miseria, a la poca economía que había en estos lugares y a las lluvias que sobrevinieron aquellos días, solo se vendieron 25 o 30 entradas para asistir al espectáculo que representaba el “Niño de Marchena”. 

  "Zacarias" Niño de Fuentes

Entendemos la realidad con la que se encontraría el pobre empresario. Sin embargo, Pepe, logró sacar del atolladero aquella situación subiendo al escenario, agradeciendo a los pocos asistentes su presencia y cantando todo su repertorio, como siempre lo hacía, pausado, explicando los cantes, con aquella sonrisa cautivadora…, sin apuros y manejándose como lo que era, un gran artista.  Cuando el empresario, temeroso, le preguntó por la cuenta, es decir, cuanto le tenía que pagar, Pepe, le dijo: “Esta es la cuenta”, le dio un apretón de manos, no le cobró nada y se marchó en su magnífico coche (un Lincoln, que supuestamente le había regalado una millonaria americana). Y, Pepe, se perdió en aquel horizonte lluvioso, ante el aplauso de los asistentes y la mirada de admiración de aquel empresario.  

Sigue corriendo aquel año de 1928. Parece ser que, España, iba a entrar en uno de esos momentos “dulces”, de su historia, a pesar de que nos encontramos inmersos en la dictadura militar de Miguel Primo de Rivera, el cual hizo tirar abajo las Cuatro Columnas en Montjuic, de Puig y Cadafalch, en el marco de la eliminación sistemática de todos los símbolos públicos del catalanismo. Sin embargo, los ánimos parecen calmados; se inaugura el servicio telefónico entre España y Estados Unidos, y continúan los fastos preparativos para la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929. Parecía, o daba la impresión, que nuestro país podía estar superando muchas de las tensiones existentes y, aunque, el rey Alfonso XIII destituyera a Miguel de Unamuno de su cátedra en la Universidad de Salamanca y la repercusión no fuese muy sonada, de manera subyacente, en la mente del pueblo español se denostaba la monarquía, se quería un cambio de libertades, unas mejoras laborales y salariales… Solo faltaban tres años para la II República y pareciera que todo se resolvería ¡Cuán equivocado estábamos!, aún quedaba por llegar lo peor.

Manuel González "Guerrita"

Ese mismo año, se producen elecciones en Alemania, hay cambios y vencen los social-demócratas en las elecciones legislativas. Retrocede la derecha y el partido nazi de Adolf Hitler obtiene solo 12 escaños; pero, en breve espacio de tiempo, las huestes hitlerianas demostrarían al mundo lo que sería el nazismo. Mientras, en el resto del globo siguen ocurriendo cosas: empieza la televisión en algunos países como Estados Unidos y se le da voz al cine mudo. En el Reino Unido, Alexander Fleming descubre uno de los grandes hitos de la humanidad, el efecto antibiótico de la penicilina. Se estrena El circo, de Charles Chaplin… Vamos dejando atrás los “felices veinte”, para entrar en los “cruentos y bélicos treinta”.

Durante este año (1928), el “Niño de Marchena”, continuaría con sus giras y no pararía de grabar. Firmaría un contrato con la casa Regal con la que graba 16 cantes, acompañado por Niño Ricardo. Eugenio Cobo recoge una anécdota que contara la hija de Niño Ricardo, Carmen Serrapi, al hilo del comentario que hace Pepe Marchena, al inicio de un fandango del disco: “¡Acuérdate de las castañas!”, dirigiéndose a Manuel Serrapí “Niño Ricardo”, haciendo alusión a las necesidades que pasaron ambos, Pepe y Manuel, cuando se iniciaban por los pueblos, pasando la gorra y comiendo lo que pillaban, sobre todo castañas, bellotas...

Pepe, a finales de los 20

Si hemos dicho que la Compañía de Vedrines tuvo un año apoteósico de éxitos, para Marchena no lo fue tanto a nivel de prensa, de repercusión nacional y seguramente de ganancias. Sin embargo, Pepe, que no daría nunca puntadas sin hilo, dedicó al año 1928 a sembrar; posiblemente, por su cabeza pasaría lo que tanto le inquietaba: “… había que cambiar la mentalidad de los públicos, había que llevar el flamenco a los lugares más recónditos, enseñarles aquel flamenco nuevo, innovador, que él preconizaba y que más tarde llevaría a la radio y a sus discos”. Por ello no cejó en alentar a los aficionados de lugares apartados con su forma de cantar, introducir sus registros sonoros en los ambientes más populares. Más pronto que tarde, se verían los resultados.

Claro que esto iba en discordancia con lo que pensaba el resto de los cantaores del momento, que seguían con sus cantes ancestrales, con su purismo, con aquella ortodoxia heredada del XIX. La mayor parte de los grandes del momento (léase Chacón, Torre, Pastora, Cepero, Vallejo, Los Pena…), continuaban con estilos tradicionales, dando más de lo mismo. En cambio, Marchena, se separaba del clasicismo y apostaba por el fandangueo, por los cantes más livianos, por los cantes de ida y vuelta, por cuplés aflamencados… y muchos de los jóvenes, viendo su trayectoria y el éxito que tenía ante los aficionados, le siguieron. Así, una pléyade de cantaores fue surgiendo por todos los rincones del país. En la mayoría de los pueblos surgía un “Niño” o una “Niña” que cantaba al estilo o imitaba a Marchena: “Niño de Fuentes” “Niño de la Huerta”, “Niño de Triana” “Niña de Antequera” “Niño de Aznalcollar”… y una larguísima estela de cantaores, algunos profesionales, otros buenos intérpretes, muchos aficionados…, que pulularon durante muchos años por toda nuestra piel de toro.