Antonio  de Torres Jurado, el lutier andaluz

Eduardo Ternero - 11 de julio de 2020

Para alcanzar el cielo con sus notas musicales, para lograr abrazar ese instrumento milagroso que es la guitarra, esa novia espiritual del cante y del baile, hacen falta unas manos expertas,  cuidadas, hartas de ensayos y soledades, de sueños y poesía…, hace falta un buen guitarrista. Pero,  para que esos virtuosos nos deleiten con la música de la sonanta – clásica o flamenca –, hacen falta otros  que las fabriquen, unos artesanos, unos artistas que trabajen y  mimen la madera, que diseñen su mástil, sus formas…, para conseguir ese instrumento maravilloso que nos conducirá al éxtasis. 

Antonio de Torres 

Almería tuvo la dicha de ver nacer al mejor guitarrero de la historia,  en 1817,  su nombre: Antonio de Torres Jurado,  hijo de Juan Ramón de Torres y María del Carmen Jurado. Se crió en la periferia de Almería junto al río Andarax y se cree que ya de pequeño aprendió a tocar la guitarra, con el guitarrista Dionisio Aguado, según la crónica de la época y sus propias palabras al Diario de Barcelona. 

Eran tiempos bélicos, las Guerras Carlistas dominaban España y el 1833 fue llamado a filas a la zona murciana de Lorca pero, debido a unos  dolores crónicos de estomago y pecho se liberó de ir al frente y volvería a Vera (Almería) donde residía. Allí se formará como carpintero y en 1835 consigue alcanzar el título de maestro en carpinteria. Se casó a los 18 años con Juana López de Haro, con la que tendría 4 hijos y solo le viviría una hija, María Dolores. Pasó esta etapa de Vera con muchas dificultades de pobreza hasta el punto de que se le requisaron los instrumentos de carpintería. Con el descubrimiento de minas de plata en Vera, Antonio, se convierte en agente de compraventa de acciones de las minas.  A los diez años de casado muere su mujer, de tuberculosis,  con  tan solo 23 años. 

Guitarras de Torres:  “Primera” (1852) y “Leona” (1856)

A partir de aquí, y tras dejar a su única hija con sus suegros se le localiza en Granada y,  aunque no está del todo confirmado, se cree que estuvo aprendiendo en el taller del guitarrero granadino José Pernas; sin embargo,  muchos de los que han estudiado su biografía lo desmienten por el poco parecido de las guitarras de ambos. Además,  se cree que  Torres  había construido alguna en su etapa anterior estando en Almería y que seguramente es la que se encuentra en Paris en el Museo de la Música que data de 1852. Tras esa etapa de oscuridad, será a partir del 1853 cuando tengamos noticias de él; se encuentra en Sevilla, ya es constructor oficial de guitarras. En la ciudad hispalense trabajará durante 16 años. El año 1856 es clave en la vida de Antonio de Torres, es el año en el que construye su famosa “Leona”, una nueva concepción de guitarra  en el que instala un abanico de siete varetas acopladas de forma irregular y la barra armónica interior flotante, así como el tornavoz de latón. Este periodo de experimentación es tan fructífero que el artista recobró la ilusión y las ganas de trabajar.

Un hito importante en su carrera ocurre en  1858, ganaría la medalla de bronce en una Exposición que se celebró en la capital hispalense, lo que dará gran notoriedad y reconocimiento en todo el mundo. Tanto fue así que,  el gran compositor y guitarrista Francisco Tárrega, se presentó en Sevilla para comprarle una guitarra, lo que le hizo, además de salir en la prensa, darle notoriedad y sanear su economía. Solo así pudo seguir construyendo los instrumentos más valorados en su carrera. En Sevilla se conocerían Torres y el gran guitarrista Julián Arcas, una amistad que duró toda la vida y que sirvió para que Torres dirigiera su trabajo hacia la guitarra flamenca. Con una de las guitarras de Torres, Arcas, compondrá su primera pieza de estilo flamenco “La Rondeña”. 

María Luisa Anido, compositora argentina con una guitarra de Torres.

Antonio de Torres volvería a casarse, ahora con la malagueña Josefa Martín, con la que tendría otros cuatro hijos. En 1870, vuelve a instalarse en Almería, aunque parece ser que hay guitarras catalogadas en 1867. En aquellos años almerienses, tras finalizar el reinado de Isabel II, Torres, volverá  a tener una crisis económica; entonces compra una finca en Almería y emprende una empresa de fabricación de porcelana y vajilla. En 1875, ante el fracaso empresarial, empieza de nuevo la construcción de guitarras, algo que no cesará hasta su muerte. En 1883 fallece su segunda mujer. Entre 1883 y 1892 se dedica a la fabricación de guitarras para los nuevos concertistas, pero ya era un hombre mayor al que temblaba el pulso, y que dificultaba su trabajo.

Antonio de Torres Jurado es, tal vez, el mejor constructor de guitarras de la historia,  el lutier español, equiparable a Antonio Stradivari refiriéndonos al violín, aunque también hay muchos estudiosos que le han llamado “el padre de la guitarra” flamenca y clásica. Antonio utilizará ciprés, palisandro, y arce para dar mayor aprovechamiento acústico;  quitará madera  a los aros y al fondo para  dar mayor resonancia, algo que asombraría al resto de constructores. 

La guitarra de Torres fue apreciada y adquirida por los más importantes concertistas (Arcas, Martínez Toboso, Llobet…,  así como por toda la escuela madrileña de clásica). Los compositores vieron que sus guitarras les permitían crear una composición musical completa;  fue el Renacimiento de la Guitarra y así lo entendieron Granados, Falla, Rodrigo, etc.  A finales del XIX era tal su fama que numerosos extranjeros vinieron a comprobar la extraordinaria guitarra que se construía en Almería.