Rincón Flamenco - "Reflexiones sobre el flamenco" por Eduardo Ternero Rodríguez
Eduardo Ternero - domingo, 23 de noviembre de 2025
Marchena, que no tenía un pelo de tonto, sabía cómo estaba el mercado del disco; como estaba el mundo del espectáculo y lo difícil que estaba para seguir siendo una primera figura. Además, las casas discográficas habían ido aprendiendo a reciclar, a sacar provecho de las grabaciones de sus favoritos y montan discos exclusivos de palos, sin necesidad de tener que llevar al artista de nuevo al lugar de grabación. Todo esto sin gastos añadidos, sino que van haciendo una apuesta de mercado, analizando y siguiendo el gusto del público, sacando nuevos discos de otros anteriores. Así con fecha 25 de abril del 73, la prensa aragonesa “Aragón Expres” en una de sus páginas que titulaba “Píldoras Flamencas”, daba la noticia de que salía al mercado una “Antología del Cante” dedicada exclusivamente a los tientos, en los que recoge cantes de Marchena, Porrina de Badajoz, Fosforito, Manuel Gerena, Juan Varea y Naranjito de Triana.
Pastora Pavón "Niña de los Peines"
Como vemos, las casas discográficas seguían contando con el ‘maestro’ a la hora de sacar un disco recopilación, donde estaban incluidos otros cantaores supuestamente más clásicos que Marchena. En cambio, cuando hemos estado releyendo el libro de Ricardo Molina titulado “Cante Flamenco”, que en su día nos causó una contrariedad y tal vez decepción, ahora nos sorprende aún más, por su parcialidad injustificada y el ninguneo que ejerce hacia Pepe Marchena. Ricardo Molina (1916-1968) fue un poeta cordobés, amigo íntimo de Antonio Mairena y flamencólogo que ocuparía una etapa dentro de nuestro arte junto a González Climent, Félix Grande, Caballero Bonald, etc. Hemos comprobado que a lo largo de la lectura del libro no se digna en nombrar a Pepe Marchena, como si el cantaor marchenero no hubiese estado en este mundo.
Molina hace un repaso a los más grandes que, según él, ha habido en el flamenco: desde el Fillo, el Nitri, Manuel Molina, Manuel Cagancho, el Mellizo, la Serneta, la Niña de los Peines, Joaquín de la Paula, Tomás Pavón, Manuel Torre y Antonio Mairena. Olvida a Silverio, Chacón, Vallejo, Valderrama… y por supuesto a Marchena. También entre sus páginas comenta: “En una época en que el auténtico flamenco era desconocido o menospreciado, Antonio Mairena permaneció fervorosamente apegado a la tradición gitana. Su actitud fue transcendental para la historia del cante, para la salvación y difusión del glorioso legado flamenco”.
No queremos quitar mérito a nadie y menos al cantaor de Mairena D. Antonio Cruz García, que ha sido uno de los grandes del flamenco, pero, el nombre de Pepe Marchena, quisiera o no Ricardo Molina es mucho más universal que ninguno, basta salir de Andalucía para conocer esa realidad. ¿Qué Marchena no hacía el flamenco que gustara al señor Molina? Posiblemente; pero, para poder opinar, para conocer debería haberse informado de la progresión de aquel Niño de Marchena, de lo que hizo por el flamenco, de los motivos por los que cambió el rumbo de nuestro arte… No sabemos qué hubiese pensado si hubiese escuchado a Morente en sus últimos años o a Camarón, en “La leyenda del tiempo” o “Soy gitano”.
Juan Gambero, cantaor
Cuando Molina hace un compendio de los palos flamencos, en ningún momento hace alusión a la colombiana, seguramente para no tener que nombrar a su creador. Tampoco nombra a Marchena en los cantes de ida y vuelta, de los que Pepe fue un verdadero virtuoso. En cambio, considera a las temporeras, los cantes de trilla, las sevillanas, las rumbas… como estilos aflamencados. Cuando da un repaso a los cantes de Levante – de los que tanto sabía Marchena –, tampoco nombra al marchenero y al hablar de la malagueña o el fandango – unos palos en los que Pepe fue un verdadero creador y maestro –, se acuerda del Pinto, de Farina, de Caracol, hasta de Juan Gambero, del Niño de Vélez… pero, no se digna en poner ni una sola vez el nombre de Pepe Marchena.
No llegamos a entender cuál era la aversión que pudiera tener Molina hacia Pepe Marchena. Seguramente que era una estrella que deslumbraba a los demás. Nosotros pensamos que ha habido muchos detractores de Marchena como algunos miembros de la Cátedra de Flamencología de Jerez o quienes montaron el Concurso Nacional de Cante Flamenco de Córdoba… Tal vez pensaron que la Ópera Flamenca desvirtuó, fue un retroceso del flamenco que ellos defendían, un flamenco que se alejaba de la pureza, del clasicismo, de la ortodoxia. Quizás pensaran que no debería haber existido y menos durante tantos años o tal vez fuera porque José Tejada “Pepe Marchena” jamás se doblegó ante ninguno de ellos, que resistió los embates que a tropel fueron a por él y, por supuesto, que el marchenero era el culpable de todo aquel desmadre flamenco que había ocupado casi un tercio del siglo XX (desde 1925 hasta el 1955 aproximadamente).
En cambio, para otros muchos, Pepe fue un revolucionario, uno de los mejores cantaores de la historia, un conocedor de todos los misterios del cante… y sobre todo el que lo elevaría a categoría de arte sublime, como antes lo habían hecho Silverio, Chacón, Torre, Pastora… Olvidaban que fue Marchena quien lo desterró de la denigrante reunión de señoritos y lo subió al escenario de teatros y salas de música; el que huyó de las limosnas de los pseudo-cabales (que pagaban con miserias toda una noche despellejando el cante). El que no cejaría hasta conseguir el reconocimiento de sus protagonistas que eran los artistas (cantaores, guitarristas, bailaoras…). El que logró que el flamenco fuese considerado como un arte musical más y que sus intérpretes llegaran a cobrar como cualquier actor o cantante por una actuación determinada, ante un público que pasaba religiosamente por taquilla.
Pintando a Pepe Marchena
Sería el propio Ricardo Molina quien reconociera la valoración de ese cambio que se produjo tras la desaparición de los cafés cantantes; sin embargo, con la pluma, cuando tuvo la oportunidad de poner negro sobre blanco el valor y los méritos conseguidos por Marchena, no tuvo el valor de reconocer al protagonista de toda esa revolución, ni siquiera se acuerda de su nombre. Podemos pensar que estuviese coaccionado por los giros que estaba tomando el flamenco en aquellos momentos (mairenismo, la inquina hacia Marchena de algunos dirigentes del Concurso de Córdoba, la revolución a finales de los 50 de Mairena con Juan Talega, la efervescencia flamenca que se estaba desarrollando en Jerez…
Tampoco estamos de acuerdo con Ricardo Molina cuando afirma: “El cante flamenco surge de la infraestructura social bajo-andaluza, en un sector humano despreciado y temido a la vez: el calé”. Molina en todas sus manifestaciones se dedicaría a probar unilateralmente que el flamenco, tiene las raíces gitanas. Sin embargo, y como él debería saber, cuando se trata de un proceso histórico del que no conocemos sus orígenes, es inadmisible afirmar que el flamenco sea creación de una sola clase social. Ya hemos reiterado en varios escritos que en Andalucía, desde los siglos XV y XVI la sociedad estuvo compuesta por moriscos, judíos, mozárabes, cristianos nuevos, cristianos viejos, gitanos, negros…, como distintivos de etnias, creencias… Ahora bien, los pobres, componían otra amalgama llamada proletariado rural, urbano e industrial como braceros, jornaleros, mineros… y otros que, debido a la miseria y al hambre ingresaban en otra categoría aún más inferior, la del subproletariado compuesta por mendigos, vagabundos, bandoleros, ladrones, malhechores…, muchos de los cuales daban con sus huesos en la cárcel.
Por tanto…, decir Molina, en confabulación con Antonio Mairena – del cual era un íntimo amigo y admirador –, que el flamenco es un legado casi exclusivo del pueblo gitano nos parece una afirmación demasiado aventurada. Sin duda alguna Molina conocería que, en otros países, no había proliferado el flamenco a pesar de que, en su éxodo, el pueblo gitano había ido dejando grupos y comunidades por todos los lugares por donde transitaban. Eso no desmerece el que, el pueblo gitano, haya sido, desde que arribó a España allá por el siglo XV, quien a través del tiempo haya sabido aglutinar y conservar el flamenco que conocemos; además, dándole un carácter y un sello propio.
Pepe Marchena meditando
Nosotros pensamos que en el flamenco, como ocurre en casi todas las artes, por supuesto en todas las disciplinas musicales, es un compendio de sonidos, estilos…, músicas que tiene sus raíces en cada uno de los pueblos que han pasado por la tierra donde ha tenido su origen, por la Baja Andalucía, circunscribiéndose a ese triángulo que componen las provincias de Cádiz-Málaga-Sevilla y cuyos vértices pueden estar en los Puertos, Triana, Ronda… Por supuesto que el pueblo gitano es tal vez el principal protagonista de esta historia, de esta manera de sentir. Pero, no cabe duda que lo que conocemos como flamenco, es una manera de expresar los sentimientos, una manera de ahogar las penas, de aflorar las alegrías, que a lo largo de los siglos han ido forjando los distintos pueblos que han poblado nuestra tierra andaluza. Nuestro arte no es más que una expresión musical de aquellos que han habitado nuestros pueblos, que han sufrido, han reído…, a través del tiempo formando una amalgama musical que ha conquistado al mundo.
Pero continuemos con nuestro protagonista que ya ha cumplido los 71 años, que se refugia cada vez más en Marchena, que necesita el reconocimiento de sus paisanos, de sus incondicionales aficionados marcheneros que siempre estuvieron con él, y que ahora les ha sido devuelto como ‘el hijo pródigo’ bíblico. Hay quien sostiene que Marchena recibía una paga de 10 mil duros todos los meses de su Club. En cambio, Toti Vaquero, hijo del empresario de bebidas y alimentación “CASA VAQUERO” – que llevaría las cuentas del Club siendo un joven de 15/16 años, por indicación de su padre –, nos comentaba que el Club Pepe Marchena se las veía ‘canutas’ para poder continuar; eran muchos los que se acercaban por el domicilio social, pero pocos los que pagaban religiosamente la cuota de socio.
Durante este año (1974) son escasas sus actuaciones, existen muy pocas referencias en la prensa acerca de su nombre. Sería su Club Marchena quien le organizase festivales, eventos… para recaudar fondos. Uno de ellos sería el 3 de agosto de 1974, el pretexto para realizar dicho espectáculo sería la celebración de los 50 años de la primera grabación del entonces Niño de Marchena y como una especie de tributo a sus bodas de oro con el cante; pero hacía 60 años desde que Pepe subiera al escenario del desaparecido Café Novedades sevillano, acompañado del “Pinto” y del “Carbonerillo”. Este homenaje que ahora se le hacía estaría patrocinado por el Ayuntamiento de Marchena y se celebró en el Complejo Polideportivo marchenero; en él actuarían los artistas más íntimos del cantaor marchenero, Juan Valderrama, Perlita de Huelva y una chirigota gaditana.