Cantes de Levante II

Eduardo Ternero - domingo, 16 de abril de 2023

Recordemos algunos retazos de la historia que provocaron la configuración de los Cantes de las Minas o Cantes de Levante. Estamos a mediados del XVIII, reina en España el Borbón Fernando VI y tiene como ministro y consejero al Marqués de la Ensenada,  aquel que se “inventara” la Gran Redada (1749) y que  provocaría la persecución y arresto de miles de gitanos – los varones fueron enviados a arsenales como Cartagena, La Carraca o El Ferrol y las mujeres y niños a Málaga – para procurar su extinción. Incluso el confesor del rey, el jesuita Francisco Rávago diría: “Dios se alegraría si el rey lograse extinguir esta gente”. En 1750, “otra genialidad”, otra orden de Ensenada fue enviar a los gitanos y moriscos, como reos, a las minas de azogue de Almadén, donde difícilmente se salía con vida. Desde aquel momento y hasta mediados del XIX, muchos serían los gitanos enviados, como castigo, a cumplir condena en las minas de Almería y Jaén y más tarde a las zonas mineras murcianas.

Rojo el Alpargatero 

Hasta esas fechas, hacia 1860, en Almería solo gustaban las zarzuelas, canciones, bandas de música, bailes populares…, el folclor propio de cada zona y las modas traídas de Madrid. Nada de flamenco, solo alguna alusión a los bailes y sones del antiguo fandango. Sin embargo, a partir de 1880, se van abriendo los cafés cantantes almerienses. Serían los gitanos y los más humildes de la Baja Andalucía, junto a los campesinos pobres de las Alpujarras (almeriense y granadina) más los más necesitados  de la Axarquía, quienes llevarían las formas y los aires flamencos a las minas.   

Ya lo comentamos anteriormente, los Cantes de Levante se habían ido configurando a lo largo del XIX provocados por una serie de circunstancias: el descubrimiento del mineral en las zonas de Almería y Jaén y  más tarde en el levante español (en la zona murciana de Cartagena y la Unión). Ese desplazamiento de los mineros de las zonas de Jaén y Almería, tras su decaimiento y abandono, hacia las minas murcianas, provocaría igualmente portar las formas de hacer el flamenco. Gracias, también, al papel fundamental y protagonista que ejerciera Antonio Grau “El Rojo el Alpargatero” como principal mecenas e impulsor de los cantes de Levante. Pues, con sus andanzas y el servicio militar que hiciera en Málaga, el flamenco se le grabaría a fuego e impulsaría la creación de cafés cantantes y lugares de culto a nuestro bello arte, a lo largo de toda su vida.

Debemos reconocer, por supuesto, la ingente labor y la proliferación de artistas de la tierra, más los foráneos que divulgaron estos cantes por el resto de la geografía flamenca. Por último, ya en fechas más cercanas, estos cantes se han visto renacidos y impulsados gracias a estudiosos flamencólogos, a festivales flamencos y a eventos y concursos como el Certamen Nacional del Cante de las Minas en la Unión. 

 El Niño de la Isla  

Por tanto, debemos agradecer al Rojo su mecenazgo y su interés en provocar y desarrollar  los avances flamencos en la zona.  El flamencólogo Blas Vega, escribiría:  “ …al Rojo le gustaba, de madrugada y desde su ventana, escuchar a los mineros dirigirse al tajo, entonando los cantes mineros, de una y otras zonas, venidos de lugares distantes, cada uno con una impronta y con el impulso innovador que cada uno llevaba dentro”.  Con todo ello, el Alpargatero fue creando, unos cantes mineros, muy parecidos a los que hoy conocemos. Todo ello gracias a la propagación y el interés que ejercería  en explicitarlo y concretarlos para el conocimiento y deleite de las generaciones venideras.

Así que, si estudiamos el cante de las minas, observaremos en ellos una trayectoria, una raíz común y una temática que se repite. Y es razonablemente lógico por el escenario minero de origen y por el recorrido histórico de sus pobladores. Por ello vamos a poner como antecedentes unas cuantas premisas: el trovar es algo que llevamos en nuestra cultura ancestral, griega y romana y sobre todo del Mediterráneo. También el mundo árabe jugaba con la improvisación de versos;  ya los moriscos de la Axarquía y las Alpujarras mantendrían las tradiciones músico-poéticas (burlerías, berlandinas, zambras, zarabandas…) El trovo no es más que una estrofa de cinco versos, una quintilla, lanzada de forma espontánea, que rima y sentencia.  En el XVII y XVIII muchos escritores foráneos hablarían de la facilidad trovera de la zona. Más tarde esos troveros (campesinos, malagueños y granadinos) se desplazaron hacia las minas almerienses y jiennenses, llevando consigo el son de las verdiales, la impronta trovera,  y sobre todo el fandango. Por último y más importante, sería la configuración y los aires flamencos que acarrearan gitanos y payos del Occidente Andaluz que ya tenían afianzados la mayoría de los palos que conocemos.

Peña almeriense “El Morato”  

Por tanto, ya tenemos conocimiento de cómo pudo ser el origen. La temática suele ser siempre la labor de la minería, las desgracias y la soledad del hombre de las minas (la muerte de un minero, la explosión de la mina, las calamidades y tragedias…) y, a lo largo de los años, aquellos fandangos, aquellos trovos…, más los sones que se traían en la memoria y en la garganta los mineros procedentes del bajo Guadalquivir y otras zonas andaluzas, se fueron convirtiendo en cantes con nombre propio: la taranta, la minera, el taranto, el fandango almeriense, la cartagenera, la levantica, la murciana y otros menos conocidos como las tarantillas, el verdial minero, la sanantonera, la media taranta, la cartagenera atarantada, la taranta de superficie… Pero, de estos últimos, hablaremos en otro momento.

Ni que decir tiene que la aportación del Rojo el Alpargatero sería fundamental para la difusión de los Cantes de Levante. Empero, también, contemporáneos suyos como los almerienses Frasquito Segura “el Ciego de la Playa” y Pedro el Morato fueron quienes más lo propagaron. El Ciego de la Playa incluso cantó durante 20 días en el café cantante sevillano Del Burrero, contratado por Silverio, y sería él quien le transmitiera los cantes mineros al Niño de la Isla, al Niño de Medina, al Cojo de Málaga… También los divulgaron algunos  malagueños como La Trini y El Canario de Álora; o de la parte de  Jaén, nombres como  Basilio, El Tonto Carica Dios, El Bacalao, El Cabrerillo... Pero sobre todo, después del Rojo, serían las figuras de Chacón, Torre y más tarde Pepe Marchena, quienes impulsaron y engrandecieron los cantes mineros, los Cantes de Levante.

 Escenario del Festival de la Unión 

Aquellos cantes que en un principio fueron exclusivos de mineros, de aquellas zonas, se fueron extendiendo por todo el mundo flamenco. Algunos años más tarde, sería el murciano Asencio Sáez, maestro, poeta y pintor, el creador e impulsor, en 1961, del Festival Internacional del Cante de las Minas. Este enamorado de los Cantes de Levante definiría así al cante minero: “… una necesidad irrefrenable, casi fisiológica, nacida del reencuentro del hombre que escapa cada jornada del riesgo de la mina”: Bajo a la mina pensando / si yo volveré a subir, / mientras bajo voy rezando / y cuando vuelvo a salir / me paso el tiempo cantando. El minero, canta a veces dando gracias por volver a ver la luz del sol, por renacer cada día; pero sobre todo canta a su desgracia, a la muerte de un ser querido en la mina, a lo mal pagado que estaba su sufrimiento bajo tierra… Todo esto, dicho en forma de fandango, con la impostura y el son pausado del pico y el metal, darían lugar a los cantes mineros.

Hasta ahora, hemos intentado sacar a la luz los orígenes de los Cantes de Levante o  los Cantes de las Minas. Hemos conocido a quienes se preocuparon de difundirlos y de darles forma, a lo largo de todo el siglo XIX. Entendemos que estos cantes hayan sufrido transformaciones a lo largo de este siglo y medio, como casi todos los palos, y que se hayan ramificado gracias a la impronta y a la forma de cantar “ad libitum” de muchos de los cantaores, en este periodo de tiempo. Ahora nos toca hablar de cada una de las formas de hacer esos cantes. CONTINUARÁ.  (Satispén talí)

Tarantas. Gabriel Moreno. 1991 - Guitarra: Quique Paredes

Carmen Linares por Taranta y Cartagenera - Guitarra: Paco Cortes y Pedro Sierra

Taranta. Maldigo mi cobardía. David de Jacoba. 2022 - Guitarra: Juan Vargas