Espeleta y Macandé, dos grandes de Cádiz

Eduardo Ternero - sábado12 de marzo de 2022

Espeleta, la sorna gaditana 

Ignacio Espeleta Madrugón nació en Cádiz en el año de 1871. Era hijo de un operario del matadero y cantaor a ratos llamado Ignacio Espeleta Monge “El Pata” y de María Madrugón Rodríguez., su hermanos eran el Gordito, un gran bailaor y  El Pollo Rubio, buen cantaor y torero; este apelativo le venía porque era un gitano rubio.

 Espeleta se casó tardíamente (con 56 años) con María Patrocinio Delgado y trabajó como su padre en el matadero pero fue despedido porque  cierto día no aparecían o se habían desviado unos cuantos kilos de carne. Entonces Ignacio pasó a trabajar como guarda de los jardines de Cádiz. Allí tampoco cuajaría, porque él estaba reñido con el trabajo. Después sería contratado como Capataz de Hacinamientos del Ayuntamiento.

Ignacio Espeleta 

Estuvo de gira con  “Las calles de Cádiz”, que  fue un espectáculo flamenco producido por el torero Ignacio Sánchez Mejías para la bailaora La Argentinita en 1933, que se estrenaría en el Teatro Español, en Madrid. La compañía la formaban un gran  elenco  artistas, entre los que también estaban además de la Argentinita y Espeleta,   La Macarrona, El Niño Gloria y muchos más. La gira continuaría por otras ciudades españolas y llegaron a actuar en París. Espeleta mientras estuvo en Sevilla y en Madrid acudiría invitado a muchas fiestas, pues animaba muchos las veladas con sus anécdotas, sus cuentos y sus correrías con su gracia innata. En Sevilla participaría en la bienvenida y homenaje que se ofreció en el Aeroclub de Tablada a los aviadores del Plus Ultra  (Ruiz de Alda, Rada, Durán y Ramón Franco)  tras hacer la travesía en  vuelo desde Sevilla  a Buenos Aires. De Espeleta se cuentan muchas anécdotas, de su gracia natural y sus “salidas”. Una de ellas fue cuando en una fiesta que se celebró en Cádiz,  en la que estaban escritores, músicos, toreros, flamencos… Allí estaban  Manuel de Falla, Federico García Lorca y gente de renombre. A Lorca, alguien le presentó a Ignacio Espeleta, pues como sabemos Federico era muy amante del flamenco. En el giro  de la conversación entre ambos dicen que García Lorca le preguntó a Espeleta ¿Ignacio, en que trabaja usted? A lo que Ignacio contesto: ¡Por favor D. Federico, que soy de Cai! 

Era Ignacio Espeleta un especialista en los cantes de Cádiz sobre todo por bulerías y alegrías, así como en el cante por tientos y tangos. Aunque debemos comentar que sus biógrafos afirman que cantaba muy bien por soleares sobre todo en la soleá corta. También durante el primer tercio del siglo XX se le conoció su afición y participación en  las celebraciones del Carnaval gaditano, Cuántas veces hemos escuchado a  Chano Lobato con su gracia natural contar esta anécdota que le ocurrió a Espeleta?: “ Disen que estando en una juerga con el torero Ignasio Sánchez Mejías y otros distinguidos amigos  le pidieron a Espeleta que interpretara un cante, seguramente por alegrías. Este, al estar un poco perjudicado por los efluvios del jerez, la bailaora harta de dar vueltas y el guitarrista  de darle entrada… y como Ignasio  no se acordaba de la letra  comenzó  a entonar “tiri ti tran, tran tran…” una muletilla de inicio que continúan utilizando como fórmula de comienzo la mayoría de los cantaores y cantaoras, que divulgara Pericón de Cádiz y que aprovecha el cantaor para entonarse con la guitarra. No cabe duda que Espeleta fue un personaje muy popular en la Tacita de Plata  en los últimos años del XIX e inicios del XX. Un artista que cantaba y bailaba, que se distinguía por el compás y la gracia natural que poseía.

Ignacio murió en  Cádiz de 1938,  uno de los cantaores con más sorna y que mejor ha cantado por alegrías.

“Macandé”, un loco que dominó el flamenco

Francisco Gabriel Díaz Fernández fue un cantaor gaditano conocido en el mundo del cante flamenco por “Macandé” o “Magandé” que es como suelen llamar los gitanos de Extremadura a los locos,  a los chalaos. Francisco nació  en el barrio de la Viña de Cádiz, en el año 1897. Se trasladaría al barrio de  Santa María durante su juventud. Sus padres, Francisco Díaz Fernández y Josefa Fernández Heredia, ambos gitanos de Cádiz, y su abuelo, hermano del torero Paco de Oro y por tanto emparentado con Pepa de Oro. Toda su familia era  aficionada al cante, al igual que su hermano mayor, Juan, que fue bailaor profesional con el nombre artístico del Feo de Cádiz y otro hermano, Sebastián,  cantaor aficionado.

Chano Lobato 

Desde muy pequeño se le conoce   vendiendo y pregonando caramelos, con un pregón tan personal,  en el que mentaba a toreros y  a futbolistas, además de liar sus caramelos en papelillos o cromos  con las  caras de las figuras taurinas o futboleras. Era una especie de pregón que lo empezaba  por asturianas y   que el cambiaba a su gusto, unas veces por seguiriyas,  por bulerías… otras por cantiñas… no era un pregón fijo sino que variaba según el ánimo o la inspiración que tuviese en aquel momento. Lo cierto es que tenía a todo Cádiz loco, y por cualquier sitio que iba siempre llevaba detrás más de treinta o cuarenta personas para oírlo cantar. Gracias a sus amigos y cantaores de la talla  del Negro del Puerto o Agujeta el viejo nos ha llegado recreados sus pregones. 

Macandé fue un hombre desquiciado, siempre al borde de la locura, que se manejaba díscolo y patético, sin someterse a las leyes humanas ni mundanas. Se casó en 1924   con Encarnación Fernández Durán, natural de Vejer de la Frontera (Cádiz),  una mujer muda y  tuvo la desgracia que todos los hijos que tuvieron fueron mudos.  

En la década de los treinta se encuentra Algeciras, La Línea… , en algunos cafés y teatros de la comarca,  siendo poco conocido por los aficionados en general, sin embargo,  su cante era muy apreciado  por  Antonio Chacón, Manuel Torres… tanto que Pepe Marchena se lo llevó durante una temporada en su compañía sobre todo para aprender sus cantes.

Macandé fue uno de los personajes más enigmáticos, extraños y abatidos que ha dado el cante jondo. ¿Cómo era posible que de aquella locura, de aquella cabeza y de aquella  garganta salieran  aquellos sonidos tan hermosos y jondos del flamenco? Aquello convertiría  Macandé en un ser raro, un nómada que cambiaba de lugar  continuamente, lo mismo aparecía por la provincia de Málaga, o por cualquier feria o fiesta de la provincia de Cádiz, cantando o vendiendo caramelos.  Dicen que en estando en Ceuta,   la grifa  y su orgullo le jugaron una mala pasada, ya que  el general Sanjurjo,   le escuchó cantar una saeta y  le pidió que la repitiera a cambio de 20 duros de entonces y que Macandé rechazó. Por lo que Sanjurjo lo deportó a la península. 

Gabriel “Macandé” 

Con 38 años, padecía una esquizofrenia desmedida, estaba aquejado de  tuberculosis,  tenía  la vista casi perdida por un tracoma y además arrastraba una   sífilis de juergas pasadas. Todo este conglomerado de desdichas y adversidades le  fue trastornando de tal manera que tuvieron que ingresarlo en el Manicomio de Cádiz en 1935.

 Allí iban a escucharlo muchos  aficionados y  profesionales. El mismísimo Manolo Caracol acompañado por Melchor de Marchena, pasaba por allí en numerosas ocasiones para buscar explicación a la melodía de sus cantes que raramente podía escuchar en otros lugares. Dicen que Caracol lloraba en  la tapia del manicomio  oyéndole cantar sus fandangos; unos fandangos  de gran dificultad de ejecución por sus lamentos alargados y conmovedores.  Caracol se apoyaría mucho en ellos  y el propio Camarón también llegó a grabarlos.  La casa Odeón le ofreció grabar, porque Macandé dominaba además las seguiriyas, soleares, saetas… pero se negó.

Francisco Gabriel Díaz Fernández, “Macandé”, murió en el Manicomio de Cádiz en diciembre de 1947 tras estar casi trece años ingresado.