Bamberas, cantes del columpio

Eduardo Ternero - domingo, 12 de marzo de 2023

En la literatura hay pasajes en los que se nombran los juegos y los cantos del columpio o cantos de la bamba como se les denomina en Sevilla y Cádiz. Escritores como el Padre Luis Coloma, Blanco White o Armando Palacios Valdés ya las nombraban en sus escritos. Más tarde, 1882, en estudios y datos recogidos por el escritor costumbrista y flamencólogo ursaonense Francisco Rodríguez Marín, se detallan unos cantos populares con letras que aluden a ese tipo de juegos de juventudes: “La niña que está en la bamba/ con la toquilla encarnada/ es la novia de mi  hermano/ pronto será mi cuñada (y remata el quinto verso con)… la niña que está en la bamba.”

Conocemos por pinturas y escritos  – hablamos de la etapa goyesca, finales del XVIII y principios del XIX –, que los novios salían al campo, a divertirse en pandillas, a imitación de las juventudes francesas que por entonces gozaban de mayores libertades. Una de esas diversiones era el baile: bailes de boleros, fandangos, cachuchas, moscas, zorongos… más las danzas afroamericanas que volvían sobre todo del Caribe (Cuba, las Antillas, Santo Domingo…) y que entraban por Cádiz a través de aquellos marinos y comerciantes que regresaban de hacer las Américas, de trabajar, de intentar hacer fortuna…

El columpio, de Goya

En los juegos del columpio o la bamba, se entonaba un canto popular que, a mediados del XIX, como casi todas las músicas provenientes del folclor y de la herencia atávica de la heterogeneidad andaluza (moriscos, gitanos, judíos, negros…), se fueron aflamencando y se le dieron aires de cañas, polos, tonás, seguiriyas o soleares. En ese sentido surgiría el palo que hoy traemos, la Bambera. Para algunos estudiosos folkloristas, aquellos que estudian el origen de cantos ancestrales, pretéritos…, los cantos del columpio tendrían su origen en la adoración que tenían los pueblos primitivos a la Luna; y se trataba de un rito dedicado exclusivamente para la mujer, casi con seguridad en busca de la fertilidad, en la que el hombre, a través del columpio intentaba acercar a su amada al satélite terrestre, porque eso le ayudaría a concebir sin problema alguno. Después, con el paso de los años, con la llegada de tiempos modernos y los cambios de creencias y costumbres, se siguió con los juegos de la bamba por diversión y como juego de parejas, al igual que los cantos que lo acompañaban.

La bambera es pues el aflamencamiento de las coplas que se cantaban en nuestra geografía cuando los mozos empujaban y mecían  a sus novias en el columpio. Durante los inicios y definición del flamenco como tal, es decir, desde mediados del XVIII, los cantes de la bamba seguramente se fueron apoyando para aflamencarse en las tonás, las temporeras, caleseras, trilleras, nanas y un largo etcétera del folclor campero que pululaban y siguen formando parte de nuestro repertorio por todo el territorio rural andaluz.

 Fco. Rodríguez Marín, escritor

Siguiendo el origen de los cantos de la bamba, así lo contaba el cronista José de Bisso en 1868, en algunos pueblos de Sevilla y Cádiz, se entretenían en  jugar en la bamba. Aquello consistía en poner dos cabos de cuerdas en la rama de un árbol grueso, con una especie de asiento (madera, o la misma cuerda) y mecerse o columpiarse por el empuje propio o de un acompañante. Estas bambas o columpios se solían montar en las ferias y festividades y allí aprovechaban las parejas para conocerse, para ennoviarse…  Eso solía ocurrir en las riberas del Guadalquivir, en los árboles de su orilla y más tarde se fueron haciendo con un armazón de troncos. Incluso, hasta hace unas décadas, en los pueblos, durante las ferias solían llegar unas atracciones, unas barquitas que se columpiaban llamadas “Cunitas”, donde los niños y jóvenes solían pasar ratos meciéndose y divirtiéndose.

En uno de esos pueblos, Aznalcázar, situado en el Aljarafe sevillano, a inicios del XX, se entonaban los cantes de la bamba al aire de fandangillo. En aquellas fechas, los recién casados Pastora Pavón y Pepe Pinto solían pasar algún tiempo en esta localidad y sería Pepe, ávido en recoger letras y músicas del folclor andaluz y reconvertirlas en flamencas, el primero que grabara un cante muy parecido a las bamberas y que el llamaría Pinteras; estamos hablando ya de 1935.También, como no, el maestro Pepe Marchena, conocía este tipo de cante por bamberas y allá por el 1940 se escucharía en la banda sonora de la película protagonizada por él, “Martín Gala”. Pero Pepe (como el genio que era), las mezclaría con un cante por milonga. También las grabaría, con una entonación parecida, la artista Gracia de Triana, en 1941, con el nombre de fandangos camperos. Gracia era una excelente cantaora trianera, que dominó todos los palos del flamenco y a la que apodaban la “Voz de miel”.

Gracia de Triana

Hubo otros pueblos que conservaban este tipo de canto, que se utilizaba en los juegos del columpio, de la bamba, como era Arcos de la Frontera donde el cante se aflamencó igualmente y que pasarían a llamarse directamente “Bamberas de Arcos” y que las podríamos escuchar  en la voz de Manolo Cantarrana, un cantaor local  y con letras del poeta Antonio Murciano. 

Pero quien verdaderamente se hizo valedora de sacar a la luz el cante por bamberas, ya aflamencado y ajustado a compás de una solea casi por bulerías, fue Pastora Pavón “La Niña de los Peines”, que las grabaría en 1949 en  compañía  de Melchor de Marchena, cuya guitarra se conduce con aire de fandangos, pues, según muchos musicólogos, al tratarse de un cante de origen campestre, difícilmente podría tener un acompañamiento “…tan riguroso y urbano como el de la soleá”. De todas maneras, sería ella, Pastora, quien le pondría el nombre de Bambera y la ajustaría al modelo y sonido que conocemos hoy. 

La estrofa antigua en la que se asienta la bambera suele ser de cuatro versos, que por lo general tienen ocho sílabas; sin embargo, en su aflamencamiento, también nos encontramos estrofas donde el primer y el tercer verso son de 7 y el segundo y el cuarto de 5 silabas respectivamente. Todo ello con la repetición del primer verso al final del cante como ocurre en otros palos, por lo tanto, podemos decir que se trata de  una estrofa de cinco versos, una quintilla.

Pepe Habichuela 

Empero, son muchos los que han aseverado que la bambera tiene la misma musicalidad y el ritmo que la bulería por soleá, como queriendo afirmar que es un cante derivado de la soleá. Lo que ocurre es que Naranjito de Triana la modificó, respetando la melodía de Pastora, pero con aire de soleá más pausado  y fue Niño Ricardo quien acompañaría las bamberas con una soleá aligerada, es decir como una bulería por soleá. Incluso Paco de Lucía,  en 1970, acompañando al maestro Fosforito, la tocaría también con aires de bulerías por soleá. Sin embargo, otros, como Enrique Morente, quiso recuperar el aire de fandango que tuvo en principio la Bambera y, sería en una entrevista que le hicieron  en Radio Nacional de España – mediados de los  años 70 –,  en la que se le pudo escuchar en un cante por bamberas, acompañado igualmente por fandangos tal vez  con la guitarra de Pepe Habichuela que era su compañero habitual. Enrique, repitió la misma bambera, casi 10 años después (1984), en un recital que dio en la Peña Flamenca “El Mirabrás” de Fernán Núñez, , acompañado igualmente de Pepe Habichuela y con el toque por fandangos; sin embargo, pasado el tiempo, y con versos de Lorca la cantaría con ritmos de tango. También, Carmen Linares, las cantó con aires de fandangos, acompañándose con los hermanos Luis y Pepe Habichuela.

La bambera es un cante bonito,  pegadizo…,  que han hecho infinidad de cantaores, –no diremos nombres, porque sería interminable –, aunque, hoy día,  es poco utilizado por los intérpretes en sus actuaciones en directo, festivales, peñas…, siendo, como son, unos cantes muy alegres y con un ritmo y una cadencia en la que pueden lucirse.

José Menese con Enrique de Melchor - Bamberas

Pastora Pavón - Bamberas - Entre sábanas de Holanda

La Niña Que Está en la Bamba (columpio) . · Joaquín Díaz · Javier Coble

Cantos Populares Españoles de Francisco Rodríguez Marín